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Le llegó la hora a las universidades públicas regionales

Por: Julián de Zubiría

Ante la suspensión del programa Ser Pilo Paga, el país tiene una oportunidad de oro: invertir esos recursos en las universidades públicas regionales para garantizar el derecho a la educación de más estudiantes, crear nuevos polos de desarrollo y construir la paz.

Los medios de comunicación han hecho creer a muchas personas que las universidades públicas, supuestamente, son de calidad baja y alto costo para el Estado. Lo dicen y lo repiten; y todos sabemos que las mentiras y las medias verdades que se reiteran tienden a creerse como verdades y a hacer parte de las narrativas culturales. Sin embargo, esa afirmación sobre nuestras universidades encuentra poco sustento en la realidad.

El imaginario que han creado los medios es que las universidades públicas permanecen cerradas por huelgas, que los semestres se alargan y se cancelan, que son centros de adoctrinamiento terrorista, que los jóvenes aprenden poco y que le cuestan mucho dinero al Estado. De cara a este supuesto, hay que hacer conciencia de que existe un claro interés en un sector económico y político del país por apoderarse de los recursos de la universidad pública. Ser Pilo Paga fue un buen ejemplo de esta estrategia. Lo mismo ya pasó en el país con la salud, las pensiones, el transporte y diversos sectores económicos. En las pensiones, por ejemplo, antes de captar ingenuos que se trasladaran del sector público al privado, inundaron los medios de mentiras y difamaciones contra el seguro social. Dijeron que se iba a acabar, que era inviable y que terminaría quebrado. El objetivo era uno solo: atemorizar a la población para presionar su traslado a los fondos privados. La estrategia ha sido casi siempre la misma: el miedo como arma oculta. Hoy vemos miles de profesionales que comenzaron a recibir pensiones de miseria, equivalentes a salarios mínimos, mientras los grandes grupos financieros acrecientan su capital.

Algo similar están intentando hacer con la educación pública. Ya iniciaron la estrategia. En la mayor parte de los medios de comunicación debilitan, estigmatizan y desprestigian a la universidad pública. El objetivo es uno solo: controlar sus recursos y apoderarse del mercado.  La estrategia es la misma: el miedo.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que resulta difícil comparar la calidad de universidades que trabajan con jóvenes de estratos, contextos socioculturales y regiones diferentes. En sentido estricto, no son comparables porque trabajan con individuos con capitales sociales y culturales demasiado diversos. También resulta poco pertinente comparar universidades con niveles de especialización y énfasis diferentes (técnica, pregrado, maestría o doctorado). Sencillamente, no es posible. Si no se tiene en cuenta lo señalado, la comparación y los rankings resultan totalmente arbitrarios, como actualmente está sucediendo en nuestro medio.

Lo segundo que hay que considerar es que dos instituciones se podrían comparar por múltiples criterios y que hay que tener en cuenta cuál resulta más pertinente para el fin buscado.

En contra de lo que suele creer la mayoría de la población, en la Universidad Nacional no se ha suspendido un solo semestre desde hace 19 años, pero los medios siguen dando la idea de que allí no hay continuidad académica. Es más, no hubo ningún cierre de más de un día durante los cinco años que duró el proceso de paz, pero los medios no registran estas noticias. ¿Por qué será?

Para hacernos creer que las privadas son de mayor calidad que las públicas, los medios masivos de comunicación recurren a los resultados de las pruebas SABER PRO, en las cuales es más alta la presencia de las universidades privadas de élite en los lugares destacados.  Pero resulta que de todos los indicadores con los que cuenta la sociedad, éste sería el menos pertinente para evaluar la calidad de una institución de educación superior por una razón muy sencilla: no tiene en cuenta el nivel en el que ingresaron los estudiantes. Sería similar a que, en una competencia de 100 metros, eligiéramos a los ganadores permitiendo que algunos de los corredores salieran 80 metros adelante y otros 50, en tanto que a la mayoría se le exigiera partir desde la raya. Eso lo saben los medios de comunicación, los funcionarios del Ministerio de Educación Nacional (MEN) y los directivos de las instituciones. Sin embargo, lo ocultan para favorecer a las privadas de élite que seleccionan sus estudiantes en el quintil más alto según los resultados de las pruebas SABER 11.

Para corregir el problema de las pruebas SABER PRO, que no tienen en cuenta el nivel de las competencias con las que ingresan los estudiantes, se han creado las pruebas de valor agregado. Las creó el propio MEN. El problema es que las mantiene bajo llave, cuando deberían ser de acceso público. Éstas establecen la diferencia entre el valor alcanzado al ingresar a la universidad y el que obtiene al salir. Es sensiblemente mejor que tener sólo en cuenta el valor alcanzado en SABER PRO, ya que nos permite ver cuáles son las que más logran impactar a sus estudiantes en lectura crítica, y razonamiento cuantitativo. Como son las mismas competencias en SABER once y SABER Pro, podemos ver qué tanto agrega la universidad en cada una de las competencias.

Si tuviéramos en cuenta las pruebas creadas por el propio MEN, de las cinco universidades que más valor agregan en lectura crítica, tres de ellas son públicas y dos privadas. Es de destacar que algunas de las universidades más famosas del país son desplazadas a lugares muy bajos de la tabla, en tanto que otras, relativamente poco conocidas, ascienden muchos puestos. Lo anterior sucede porque la mayoría de las privadas muy famosas reciben estudiantes con un puntaje muy alto en SABER 11 y terminan agregando muy poco valor, en tanto algunas universidades oficiales reciben estudiantes con bajos puntajes SABER 11 y bajo capital cultural, los cuales logran mejorar de manera significativa durante su tránsito por la universidad. La excepción la constituyen dos universidades oficiales: la de Antioquia y la Nacional, las cuales, aunque reciben estudiantes con puntajes relativamente altos en SABER 11, adicionalmente, agregan mucho valor.  Este es el listado creado por el propio MEN:

Si usáramos como criterio el construido por Sapiens Research Group, el de las universidades que más apropian socialmente el conocimiento, para el año 2018, ocho de las diez mejores universidades serían públicas y la lista la encabezarían la Nacional y la de Antioquia. Si utilizáramos el criterio de procesos de innovación e investigación que construye el SCimago, el más respetado por los investigadores y el cual combina indicadores de publicaciones, investigadores y patentes; para el año 2018, nuevamente tres de las cinco universidades son públicas y la lista la siguen encabezando la Universidad Nacional y la de Antioquia. Un solo dato ilustrativo: la Nacional cuenta con 585 grupos de investigación reconocidos por Colciencias y, en el año anterior, alcanzó 1.451 artículos publicados en revistas indexadas.

Sin embargo, el criterio más importante sigue siendo el valor agregado, ya que ese es el sentido más importante de una universidad: garantizar que el trabajo que se realice en sus aulas impacte de manera profunda y estructural en las maneras de pensar, sentir y actuar de los estudiantes. En estas pruebas, para el caso de lectura crítica –como hecho muy significativo– las universidades que alcanzan mayor impacto son las universidades públicas.

Las anteriores reflexiones son esenciales si se tiene en cuenta que el gobierno de Iván Duque acaba de suspender el programa Ser Pilo Paga, mediante el cual se venían transfiriendo de manera masiva los recursos públicos hacia unas muy pocas universidades privadas. Ojalá el nuevo gobierno escuche el clamor de profesores y estudiantes de las universidades públicas. La mayoría de ellas se encuentra en asamblea permanente, exigiendo el derecho a la educación. La desfinanciación de las universidades públicas está tocando fondo, mientras, equivocadamente, veníamos invirtiendo cerca de un billón de pesos anuales en tan solo el 2% de los egresados de la educación media. Ningún padre de familia que tenga cien hijos, alimenta bien a los dos mayores, en tanto les da agüepanela con pan a todos los demás. El Estado colombiano lo ha estado haciendo.

En Colombia, el 90% de los jóvenes que pertenecen al estrato uno no continúan sus estudios en la educación superior. Cada año, 300.000 jóvenes que culminan su educación media frustran sus sueños y se ven condenados a continuar en la pobreza y la marginalidad. El gobierno de Juan Manuel Santos brindó apoyo tan sólo a 10.000 de ellos cada año. A este paso nos demoraríamos más de un siglo para poder garantizar el derecho a estudiar de la gran mayoría de la población.

La invitación al nuevo gobierno es a que, con los mismos recursos de Ser Pilo Paga, se decida a apoyar cada año a 40.000 jóvenes en las universidades públicas regionales. Si seleccionamos unas seis de ellas y las fortalecemos con recursos económicos, con excelentes estudiantes de las regiones aledañas; si les quitamos estas universidades a los caciques políticos, si las cualificamos a nivel administrativo y si impulsamos profundos procesos de renovación pedagógica –contando con el apoyo de las extraordinarias universidades públicas nacionales–, lograremos consolidar el derecho a la educación de cada vez más jóvenes pobres en el país.

La enorme ventaja es que el país cuenta con excelentes universidades oficiales que están agregando mucho valor y que, si las impulsamos, nos ayudarán a fortalecer el derecho a la educación, a crear nuevos polos regionales de desarrollo y a construir la paz. Sin duda, “sí se puede” y tenemos ahora una oportunidad de oro para hacerlo: la supresión del programa Ser Pilo Paga. Esos recursos le pertenecen a la educación y allí deben seguir, sólo que ahora tendrán impactos sociales y educativos significativamente mayores al invertirlos en las universidades públicas regionales.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/la-importancia-de-invertir-en-las-universidades-publicas-para-el-desarrollo-y-la-paz-de-colombia/582956

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Proyecto de vida: asignatura pendiente en las universidades colombianas

Por: Julián de Zubiría

El pedagogo Julián De Zubiría propone crear la asignatura de Proyecto de Vida, tal como están haciendo las principales universidades del mundo, entre ellas Stanford, Harvard y Yale. Una oportunidad para desarrollar la inteligencia emocional de los jóvenes.

A lo largo de la historia la educación en Colombia ha tenido un marcado sesgo académico. El Ministerio de Educación Nacional (MEN) para referirse a los contenidos curriculares habla de “áreas del conocimiento”, en tanto al periodo escolar lo denomina “año académico”. Se equivoca en ambos casos, pues deja de lado dimensiones humanas tan importantes como la ética, la estética o la social. Por eso, los contenidos enseñados son abrumadoramente cognitivos, al tiempo que para evaluar y decidir la promoción de grado de un estudiante sólo se han tenido en cuenta criterios académicos. Recuerdo en este momento al único supervisor que nos ha visitado en el Merani. Fue en el año 1989, y vino con el propósito de indagar por qué nosotros evaluábamos y utilizábamos como criterio de promoción el nivel alcanzado por los estudiantes en autonomía, interés por el conocimiento y solidaridad. Nunca hemos dejado de hacerlo, y desde ese día, he venido reiterando mi propia queja contra el MEN por no tener en cuenta criterios distintos al académico para decidir si un estudiante está preparado para el grado siguiente.

En las universidades el sesgo es todavía mayor. Los criterios de admisión, evaluación y promoción son exclusivamente académicos. Es marginal el apoyo de psicología a los estudiantes que lo requieren; en tanto a nivel curricular, los contenidos valorativos y los dilemas éticos, prácticamente no existen y las crisis emocionales de los jóvenes tienden a ser desatendidas por las instituciones de educación superior. No las conocen los docentes, por tanto, no las median y no pueden ser superadas con el concurso de profesores o psicopedagogos universitarios. Según estudios realizados en las universidades de EEUU, el 42% de sus estudiantes ha pensado de manera seria en el suicidio. Aun así, en clases los maestros sólo hablan de ecuaciones diferenciales de segundo grado, estadística, biología o microeconomía. Estamos ante un sistema educativo universitario que desconoce por completo las diversas dimensiones del ser humano. Es común que los grandes estafadores obtengan títulos universitarios. Varios incluso alcanzan maestrías en administración de empresas, sin que las propias universidades se hayan dado cuenta. El caso más paradójico e ilustrativo es el trabajo de grado meritorio presentado por Guido Nule titulado: “Responsabilidad social de los negocios: ética y educación”. Sin duda, esto nos debería cuestionar hasta qué punto hemos involucrado las diversas dimensiones humanas en la formación de los jovenes bajo nuestra responsabilidad.

Cuando años atrás realizamos un diagnóstico de los factores asociados a la deserción en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, la conclusión fue impactante: Los estudiantes que tenían novi@, quienes se quedaban a los conciertos en el Auditorio León de Greiff o aquellos que interactuaban de mejor manera con sus compañeros, abandonaban en menor medida la universidad. La explicación era sencilla: el grupo social al que pertenecían, actuaba como mecanismo protector del estudiante, lo arropaba ante las crisis emocionales propias de la adolescencia. Los grupos sociales hacían lo que le correspondería a la universidad, ya que ésta había asumido, hasta el momento, una actitud indiferente e indolente hacia el desarrollo socio-afectivo de sus estudiantes.

Este es el contexto que me ha llevado a proponer en las universidades que he acompañado pedagógicamente en esta época, la creación de la asignatura de Proyecto de vida para ser trabajada en el primer semestre. Se trataría de un espacio que ayudaría al joven a conocerse y comprenderse a sí mismo y a los otros. Una asignatura que abordaría tanto la autobiografía como el proyecto de vida futuro del estudiante, en la que se analizarían los motivos que explican por qué ingresó a esta universidad y carrera; por qué está enamorad@ de quién lo está y por qué actúa de cierta manera. Una asignatura para fortalecer la inteligencia intra e interpersonal de los estudiantes, tal como las denominó Howard Gardner. Una asignatura para desarrollar la comprensión de sí mismo, de los otros y del contexto. Un espacio relativamente pequeño para favorecer el optimismo, la esperanza y diversas actitudes positivas ante la vida; de manera que podamos reconocer nuestra deuda eterna con los otros y la gran importancia de los amigos, los compañeros y la familia, para poder conquistar la felicidad.

El sentido de la asignatura es rastrear los orígenes del estudiante, de manera que le ayudemos a proyectar su futuro en las dimensiones familiar, personal, social y laboral. Una materia para hacerle preguntas a la vida sobre las decisiones pasadas y futuras, para evaluar las decisiones que ha tomado previamente y para reflexionar sobre las futuras que tendrá que asumir. A nivel cognitivo, busca entender de dónde vienen y para dónde van los jóvenes. A nivel sensible afectivo, el propósito es juzgar y valorar las decisiones previas; y a nivel práxico, tener claro ¿para dónde va la vida del estudiante y por qué? Así suene paradójico, estamos en mora de pasar de una universidad que nos brinde respuestas a preguntas que no sabemos quién formuló, para comenzar a generar y resolver las propias preguntas del estudiante. La asignatura de Proyecto de vida es una bella oportunidad para empezar a lograrlo.

Sin duda, sería una asignatura por completo diferente a las que conocemos, que requiere un docente con características especiales para comprender y orientar de manera asertiva las diversas y complejas situaciones que enfrentan los adolescentes en su vida. Un docente sensible, reservado y profundamente respetuoso de la diversidad e individualidad. De allí que las clases, las tareas, los ejercicios y el tamaño del curso serían diferentes a los que hoy predominan en el trabajo universitario. Habría que revisar biografías, comentar hitos de la vida de cada uno de los jóvenes y estar dispuesto a compartir algunos de los elementos de la biografía del profesor.

Las grandes universidades del mundo ya han dado este paso. Harvard, Stanford y Yale han creado recientemente cátedras para ayudar a los jóvenes a pensar en sí mismos y en los factores claves en sus vidas.  En Stanford, el nombre es muy similar al que le hemos dado en Colombia desde hace cerca de dos décadas cuando la creamos en el Instituto Alberto Merani. Allí se llama Diseñando tu vida.  Recientemente, una asignatura similar resultó ser el curso más popular en la historia en la prestigiosa Universidad de Yale. El curso se denominó Psicología y Buena Vida. Debe tenerse en cuenta que, si uno de cada cuatro estudiantes actuales de la universidad se inscribió en la cátedra, es porque las necesidades emocionales de los jóvenes todavía no han sido atendidas. Seguimos en deuda con su formación integral.

Ojalá ningún alumno tuviera la desgracia de recibir clase de un profesor que crea que el derecho o la economía no tienen nada que ver con la ética. Quizá aún queden unos pocos, pero desafortunadamente siguen existiendo. Algunos fungen de abogados o economistas y transfieren a su profesión la despreocupación ética que aprendieron. El problema es que profesores así de insensibles, terminan siendo una desgracia para la sociedad y todos acabamos pagando los costos de su irresponsabilidad. Son profesores que contribuyen a destruir el tejido social.

Las competencias sólo se consolidan si se alcanzan altos niveles de dominio. De allí, que la única manera para consolidarlas es que en los siguientes semestres se continúen trabajando y que, en cada una de las asignaturas, se aborden dilemas y evaluaciones que involucren contenidos éticos. Necesitamos que en carreras de Ciencias Naturales se incorporen dilemas ligados con la eutanasia, el aborto o la clonación. Que haya debates y ejercicios que incluyan las preguntas esenciales de la vida. Que en carreras de Ciencias Sociales se interpreten y juzguen los altísimos niveles de inequidad, desarrollo desigual, intolerancia y exclusión, que seguimos manteniendo como sociedad; que se trabaje para favorecer la esperanza, la confianza y el optimismo, actitudes que han sido escasas en un medio social acostumbrado a que la violencia y la corrupción parezcan connaturales a su condición.

Una asignatura de Proyecto de vida es una excelente evidencia de que el fin último de toda educación debería ser la formación de mejores ciudadanos. Aunque debemos reconocer que estamos lejos de lograrlo porque se necesita la voluntad de los Consejos Superiores de las universidades para implementarla y discusiones en su seno sobre la naturaleza y los contenidos que serían abordados en las clases. La reflexión y análisis entre los docentes universitarios es la segunda de las medidas que se debería tomar. Esta columna es una invitación para empezar a cumplir con este propósito.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/proyecto-de-vida-asignatura-pendiente-en-las-universidades-colombianas-columna-de-julian-de-zubiria/577248

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Carta a la nueva ministra de Educación

Por: Julián de Zubiría

El pedagogo Julián De Zubiría invita a la nueva ministra a convocar un gran acuerdo nacional, a dar un giro en la política educativa y a fortalecer la educación pública. Sólo así, la educación podrá cumplir con la función social para la cual fue creada.

Querida María Victoria:

Recibe un cordial saludo de mi parte y una felicitación por tu nombramiento. Has trabajado antes en el sector educativo y eso es algo que desconocían los ministros que te antecedieron. El país ha perdido tiempo y recursos valiosos, mientras los designados lograban comprender los actores y problemas del sector. En tu caso, no será así. Tienes conocimiento y experiencia pues dirigiste Empresarios por la educación y asumiste la Secretaría en Bogotá. Es un valioso activo a tu favor.

Recién nombrada como secretaria, consultaste a diversos pedagogos y actores del sector. Te acompañamos en la elaboración del Plan de Desarrollo, nos reunimos con los rectores y trabajamos con tu equipo de currículo. Fue una interesante experiencia, aunque al final, el balance es incipiente y Bogotá no logró consolidar la revolución pedagógica que se venía gestando tiempo atrás: Las tareas en educación requieren más tiempo, compromiso y decisión.

El presidente Duque ha delegado en ti la dirección de la educación del país. Es una de las tareas más importante en estos momentos, ya que tendrías que liderar el cambio cultural que con urgencia necesitamos para consolidar la paz, impulsar el desarrollo y reconstruir el tejido social. Si en realidad queremos que la educación nos ayude a disminuir las brechas sociales, tienes en tus manos una misión trascendental. Por el contario hasta ahora, dada la muy baja calidad de la educación pública, la educación ha ensanchado las brechas sociales. Así pues, ha cumplido un propósito contrario al que fue creada.

Como lo conocemos todos los maestros en el país, el programa educativo presentado por Iván Duque fue el más débil de todos los que se discutieron en la pasada campaña presidencial. Ambos sabemos que careció de un diagnóstico del sector y, por tanto, de ideas para enfrentar los graves problemas de calidad y equidad, que de tiempo atrás lo aquejan. Cuando el candidato se refirió públicamente al tema, generó generalizado rechazo y resistencia entre los maestros y pedagogos. Dijo que había que poner a trabajar a las menores de edad para disminuir el embarazo en la adolescencia, dando a entender que “las niñas se embarazaban solas” porque carecían de empleo. Planteó que había que retornar a las clases de urbanidad, como si en el pasado estuviera la solución a los problemas presentes y se comprometió a dar educación gratuita universitaria, pero virtual, para que los docentes de las universidades públicas no les “lavaran el cerebro” a los jóvenes. Por eso, aunque a los políticos siempre les piden que cumplan lo que prometieron en campaña, en este caso especial, hay que pedirle al nuevo gobierno que tenga poco en cuenta lo que prometió y que convoque al país para que de manera conjunta se vuelvan a pensar los problemas y las soluciones de la educación. Esa es la tarea que tienes en frente: Liderar la convocatoria. Tienes las condiciones para hacerlo, pero para tener éxito, hay que estar dispuesto a abandonar las pobres promesas de campaña. De no hacerlo, podríamos perder otros cuatro años para hacer la revolución pedagógica, una y otra vez aplazada en el país. Ya lo dijo brillantemente Carlos Vasco, el Coordinador de la “Comisión de Sabios”, la llamada revolución pedagógica durante los dos gobiernos de Uribe, no fue ni revolución, ni pedagógica. Hoy, seguimos en deuda. Sería imperdonable, repetir la historia.

Conocer el sector es una condición inicial para ser ministra, pero no basta con ello. Hay que estar en capacidad de liderar las grandes transformaciones que se requieren. Una deuda histórica con las nuevas generaciones y con el país, que se nos está volviendo impagable. Los problemas del sector son muy complejos, los ministros han dado “palos de ciego” intentando infructuosamente resolverlos y, equivocadamente, han creído que en el “cemento” y en la extensión de la jornada está la solución a problemas ligados con los modelos pedagógicos, el currículo y la equidad. Obviamente, no los resolveremos haciendo lo mismo que han hecho quienes te antecedieron.

Los niños del campo y de sectores populares no tienen educación inicial y cuando logran recibirla, está desarticulada del sistema y es de muy baja calidad. En Bogotá fuiste muy receptiva al tema. Pero a nivel nacional también sabemos que sistemáticamente el Estado ha incumplido con lo establecido en la Ley General de Educación de 1994: tres años de educación inicial para todos. El reto es garantizar el derecho que les asiste a todos los niños a tener una educación inicial de calidad, durante por lo menos tres años y que esté articulada al sistema. Es posible, tal como han demostrado muchos países en América Latina. Es cuestión de voluntad política. Me pregunto si la tiene el gobierno que te nombró.

En educación básica el problema de la calidad es más grave de lo que creen la mayoría de los colombianos. Hoy en día los niños y jóvenes no aprehenden a pensar con argumentos, a convivir aprovechando las diferencias, a leer o escribir de manera crítica e independiente. La solución es relativamente sencilla, pero exige dos medidas que ningún ministro ha querido tomar. De un lado, una profunda reforma curricular que garantice que la educación básica se dedique a lo básico: pensar, comunicarse y convivir. De otro, que se trasforme por completo la actual formación de maestros.  Estas dos reformas implican tensiones con las universidades y los docentes e ideas nuevas en pedagogía que han sido por completo desconocidas por los ex ministros. Quien quiera mejorar la calidad, tiene que estar dispuesto a asumirlas y a pensar de manera mucho más creativa que sus antecesores. Hasta el momento, ningún ministro ha querido asumir los costos políticos que dichas reformas podrían exigir, ni ha tenido la creatividad para pensar de manera diferente.  Me pregunto si en tu caso: ¿estás dispuesta a hacerlo?

En educación superior si continúas lo que hizo Juan Manuel Santos con su programa Ser Pilo Paga, su defensa de los subsidios a la demanda, si desconoces el Acuerdo por lo Superior y si sigues debilitando la inversión en ciencia, llenarás las calles de jóvenes y destruirás miles de esperanzas. En investigaciones que he desarrollado en Bogotá, he encontrado que el 96% de los jóvenes de estrato 1 aspiran ingresar a la educación superior.  No obstante, la vida es muy cruel y sólo lo logra el 10%. Los jóvenes colombianos no aceptarán que se convierta en política de Estado el programa Ser Pilo Paga. Los jóvenes no permitirán que mientras se caen las universidades oficiales, los recursos públicos se sigan trasladando a la educación privada de élite. Tampoco lo permitiremos la mayoría de los adultos. No es ético, no es justo y no es conveniente que le estemos girando 1 millón de pesos a la Universidad del Magdalena por cada estudiante “pilo” que ingresa a la Facultad de Medicina, mientras le giramos 26 millones a la Universidad de los Andes por el mismo estudiante. Es un sistema perverso para reproducir las inequidades sociales. Cuando el país conoció las cifras que inicialmente le ocultaron bajo llave, la población le dio la espalda a un programa que inicialmente habían vendido con “bombos”, “platillos” y plata que nos pertenecía a todos. Puedes estar segura, que no lo volveremos a permitir.

Si hay una consecuencia visible de las pasadas elecciones presidenciales, es la emergencia de los jóvenes en la política nacional. Muchos vemos con gran entusiasmo su activa participación en los debates actuales. En las elecciones en 2016 en las que se pusieron en juego los acuerdos de paz, tan sólo votaron el 19% de los jóvenes entre 18 y 24 años. Desconozco el dato de las últimas elecciones, pero estoy seguro que la cifra se pudo duplicar.

Sería imperdonable que el nuevo gobierno repitiera el error más grave de Santos en educación: Relegar la educación pública para privilegiar un programa que ha consumido 800.000 millones de pesos cada año para atender tan solo a 40.000 jóvenes, es decir, únicamente al 2% de los egresados de la educación media. Aun así, nos han querido convencer de que el programa significa la gran transformación de la educación superior. No por casualidad, todos los demás candidatos dijeron en campaña que lo acabarían o lo reformularían por completo. Espero que con humildad y por el bien del país, reconozcan que todos los demás candidatos no estaban equivocados.

Estaremos muy pendientes de que el Plan Decenal de Educación 2017-2026 sea incorporado en el plan de desarrollo del sector. Velaremos porque se cumpla con lo que los colombianos decidimos que serían los diez desafíos principales que debería enfrentar el país en materia educativa. A varios de ellos me he referido. Vigilaremos que se siga asegurando el derecho a la educación y que se impulsen las transformaciones pedagógicas en la formación de docentes, el currículo y el modelo pedagógico, tal como quedó establecido en el Plan Decenal. Si esa es la ruta que decides tomar, miles de maestros acompañaremos tu gestión.

Si, por el contrario, el gobierno y tú deciden continuar con la estigmatización de la universidad pública, los programas de subsidio a la demanda y el abandono de la calidad, de la educación inicial y dejan de lado la necesaria transformación de las Facultades de Educación, te aseguro que serán unos días muy duros para ti, pero especialmente duros para el país, para el desarrollo nacional y las próximas generaciones.

Reitero mis felicitaciones. Un Acuerdo y un Consejo Nacional serán condiciones para construir la política pública de largo aliento que necesitamos para enfrentar de manera novedosa los viejos problemas. Por el bien del país, ojalá te animes a liderarlo en conjunto con todas las fuerzas políticas y sociales de Colombia. De lo contrario, seguiríamos perpetuando la baja calidad de la educación y por lo tanto la inequidad.

Con profundo aprecio,

Julián De Zubiría Samper

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/julian-de-zubiria-carta-a-la-nueva-ministra-de-educacion/575696

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¿Es posible la esperanza en una sociedad como la colombiana?

América del Sur/Colombia/12.06.18/ Por Julián De Zubiría Samper/Fuente: www.semana.com.

Culmina una de las campañas más agresivas de la historia reciente de Colombia. ¿Es posible restablecer la confianza? El pedagogo Julián De Zubiría piensa que el país podría estar cerca de un “mayo del 68”, pero en Colombia: la emergencia de una juventud, que hastiada de la clase política, impulsa una transformación cultural.

Culmina una de las campañas electorales más agresivas, mentirosas y tensas de las últimas décadas. La fractura generada en el tejido social es inimaginable. Las redes se llenaron de fanáticos enardecidos para insultar a quienes piensan distinto, y, con todo tipo de descalificaciones, convirtieron a sus contradictores en feroces enemigos.  En muchas familias, instituciones y grupos de amigos, terminó por proscribirse la discusión política: se tornó inviable el debate argumentado y reflexivo de ideas. Como decía Aristóteles, “en momentos de ira e intenso dolor, la razón se nubla”. Pues parece que la razón de los colombianos se nubló, y que la ira, la pasión y la venganza, coparan hasta las mínimas rendijas. Nos invadieron los miedos y las amenazas, las sutiles y las directas; e incluso, las que se hacen con revólver en mano, a plena luz del día. Obviamente, no es algo nuevo en un país acostumbrado durante siglos a la violencia, y en el que quienes detentan el poder nunca han querido compartir, ni siquiera las migajas. En las elecciones de 1990 fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales: Galán, Jaramillo, Pardo Leal y Pizarro. ¡Cuatro candidatos presidenciales asesinados!

Aun así, en los últimos años, en el país parece especialmente generalizada la descalificación y la agresión. En este contexto, Humberto de la Calle, el gran arquitecto de la paz en Colombia, quien dedicó 5 años, con todas sus días y noches enteras a labrar el más complejo y completo acuerdo de paz realizado hasta el momento en la historia humana, ha sido calificado de “enemigo de la paz”, y le “exigen que se calle”, simplemente porque anunció su voto en blanco para la segunda vuelta. Así mismo, Ingrid Betancourt fue considerada como “puta”, “ramera” y “desagradecida”, al anunciar su voto a favor del candidato Gustavo Petro. Miles de trinos le expresaron su deseo infinito para que volviera a ser secuestrada. Son síntomas inocultables de una sociedad embebida en el odio y la sed de venganza. Es el indicador de que triunfaron las más maquiavélicas costumbres de la clase política de envenenar a un electorado inculto y poco crítico, para que saliera a votar “emberracado” y con miedo.

Pero la vida seguirá después del 17 de junio y tendremos que hacer lo posible por reconstruir el tejido social, volver a soñar y reestablecer la confianza que, entre las mafias, la clase política y el narcotráfico, han destruido en mil pedazos. No me cansaré de decirlo: Es inviable una sociedad, en la que, como la colombiana, tan solo creemos en cuatro de cada cien personas que conocemos. Así no es posible el trabajo en equipo, los proyectos nacionales o el futuro como nación, porque tan solo trabajaríamos en pequeños grupos de cuatro colombianos, al pie de noventa y seis desperdigados, aislados o rechazados, en quienes no creemos.

Una vez más queda muy mal parada la educación. En la escuela no aprehendimos a dialogar, a respetar las diferencias, a argumentar y contra argumentar, ni a relativizar las ideas. Y es aparentemente lógico que sea así, ya que seguimos dedicados a trivialidades que no dejan tiempo a las cosas esenciales de la vida. En la universidad tampoco se consolidan estas competencias, porque desde tiempos inmemoriales se han ocupado de impartir conocimientos y técnicas muy especializadas, fragmentadas y sofisticadas, pero muy distantes de la vida.

Sin embargo, todos debemos entender que la educación no sólo está en las manos de los maestros. También, entre otros, educan los padres, los políticos, los jueces, los amigos y los medios masivos de comunicación. El problema grave es que cada vez que un político se considera con el derecho a cambiar las leyes para proteger sus intereses y los de su familia, maleduca a millones de jóvenes que lo siguen. Cada vez que un partido político le da el aval a quien roba recursos públicos o participa en alianzas con organizaciones criminales, está enseñando a la población a que haga lo mismo. Y cada vez que un juez aparece ligado a procesos de venta de servicios para disminuir la pena a corruptos o asesinos, está convalidando los actos de corrupción ante la sociedad.

Parece un círculo vicioso imposible de romper: La escuela no desarrolla el pensamiento crítico, lo que facilita la manipulación de la clase política. Ellos incentivan el miedo, lo que les garantiza la obediencia de un pueblo inculto. Los políticos crean así a grupos de fanáticos seguidores, que gritan, amenazan e insultan y que argumentan y reflexionan muy poco. Por tanto, las decisiones políticas de jóvenes y adultos, terminan siendo intuitivas, emocionales y determinadas por los intereses de los grandes medios masivos de comunicación.  En el caso colombiano, lo anterior se complejiza significativamente, si somos conscientes que llevamos décadas conviviendo en medio de masacres, secuestros, narcotráfico, guerrillas y paramilitares. Lo que introduce una bomba de tiempo en la estructura ética y valorativa de la sociedad. Es el engendro que Mockus denominó: La “cultura del atajo”. Una cultura en la que “todo vale” para conseguir el “éxito” y “salir adelante”. Se le pone zancadilla al compañero, se gastan los recursos que no se tienen en silicona, se evaden impuestos y pagan sobornos; se hacen gigantescas filas para participar en el lavado de dinero a plena luz del día, en filas custodiadas por policías y sutilmente camufladas en “pirámides” receptoras de dinero ilegal, pero validadas, respetadas y defendidas por la sociedad. En solo una de ellas, hace diez años, dos millones de colombianos depositaron los dineros que no tenían, con la ilusión de acrecentarlos de manera mágica y rápida; y seguramente, porque en el sistema financiero nunca tuvieron opción de nada, salvo de asumir deudas impagables.

En la primera vuelta electoral, más de cinco millones de colombianos no eligieron ninguno de los candidatos hoy en contienda. Es una fuerza grande y fuerte que no se siente representada por las opciones polarizantes. Es una fuerza nueva y creciente, que siente que este país no será viable si no toma una ruta más incluyente, respetuosa de la diferencia y más reflexiva. También hay que reconocer que es un centro diverso y con policromía, pero que está cansado de la descalificación, la intolerancia y las agresiones permanentes. Quien gane las elecciones, tendrá que contar con ellos. Este centro ayudará a atemperar el polo triunfante. Eso esperan, incluso quienes votan por los dos polos, que también siguen siendo una fuerza excesiva para garantizar el desarrollo humano y sostenido.

¿Es posible la esperanza cuando todo parece indicar que la clase política tiene una forma camaleónica y cínica de cambiar de color para defender sus votos? ¿Es posible la esperanza cuando la clase política es capaz de reestablecer alianzas con los enemigos más extremos, con tal de seguir defendiendo sus intereses?

No hay la más mínima duda de que la esperanza es una fuerza inagotable. Una y otra vez, todo vuelve necesariamente a la educación, que es la fuerza más grande que conoce la vida para cambiar a otro ser humano. Necesitamos comprometernos con una poderosa transformación cultural si queremos salir del hueco en el que nos metimos. Sin duda, no la impulsarán los políticos que fueron los que nos condujeron a ella. La impulsarán los artistas, educadores, jóvenes e intelectuales. Ojalá logremos quitarles, por lo menos parcialmente, los micrófonos. Necesitamos escuchar más la voz de los investigadores, los niños y los artistas. Hay que empoderar a la sociedad civil. Padres y madres tendremos que aportar en el hogar a fortalecer un ambiente más reflexivo y tolerante. Los cambios culturales son largos y lentos, pero casi nunca los han impulsado los políticos. Casi siempre provienen de la sociedad civil; en especial de los educadores, los jóvenes y los artistas. Pero como son tan lentos, tenemos que empezar cuando antes. Ojalá desde este 18 de junio.

Acompañé a Antanas Mockus, porque siempre he creído, como él, que la vida es sagrada y sabía que, de haber ganado, no escatimaría esfuerzos para luchar contra la «cultura del atajo», tan generalizada en Colombia. Estuve con Sergio Fajardo: la esperanza es una fuerza invencible. Hoy no tengo duda: siguen siendo las prioridades defender la educación y la paz. Así hoy esté representada en otro candidato. Soy hijo de mayo de 1968 y como ellos creo que hay que ser realistas y pedir lo imposible. La esperanza nunca muere.

Nunca pensé ver el día en el que toda la vieja clase política nacional tuviera que arroparse con un candidato para enfrentar a un país hastiado de la corrupción; pero la generosidad y el compromiso ilimitado de Claudia López y de Antanas Mockus, lo hicieron posible. La pregunta es ¿a qué lado de la historia estará usted el próximo 17 de junio?

Estamos ad portas de un “mayo del 68”, pero en Colombia. De los jóvenes dependerá que la rueda de la historia siga marchando para delante. (No lo olviden, los votos en redes, en Facebook y en Twitter, no se contabilizan).

Fuente del artículo: https://www.semana.com/educacion/articulo/que-pasara-despues-de-las-elecciones-en-educacion/570759

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