Por: Juan José Llach.
La semana pasada se publicaron los resultados de la prueba Aprender 2018, que evaluó los aprendizajes de Lengua y Matemática en sexto año de las escuelas primarias. Hay que celebrar la continuidad de estas pruebas desde 2016, realizadas por la Secretaría de Evaluación Educativa nacional. Y es importante que sean censales porque posibilitan devolver los resultados a cada escuela, lo que permite a directores y docentes identificar debilidades y fortalezas de la enseñanza y los aprendizajes, y aumentar su propia capacitación.
Por segundo año consecutivo los resultados muestran algunas mejoras, aunque todavía parciales, muy insuficientes y limitadas a Lengua. Matemática, en cambio, sigue siendo una gran asignatura pendiente de nuestro sistema educativo, con consecuencias negativas para el desarrollo del país como se ve, por ejemplo, en las escasísimas vocaciones por las ingenierías o las tecnicaturas. En Lengua, el porcentaje de alumnos con aprendizajes avanzados o satisfactorios aumentó de 66,8 en 2016 a 75,3 en 2018; en el otro extremo, quienes no alcanzan el nivel básico bajaron de 14,5% a 7,1% y, algo importante, lo hicieron en todas las provincias. En Matemática, el porcentaje de alumnos con buenas calificaciones se mantuvo en el mismo nivel y, en contraste con Lengua, en más de dos tercios de las provincias aumentó la proporción de alumnos que no llegaron al nivel básico.
Otra buena noticia fue el aumento de la cobertura de Aprender. Las escuelas participantes fueron 94%, contra 91% en 2017, y los alumnos que respondieron a la prueba aumentaron de 75% a 79%. Hay grandes diferencias entre provincias. Las escuelas participantes fueron el 100% en La Pampa y Mendoza, 99% en Santa Cruz, 98% en Jujuy y 97% en Córdoba y Salta. En el otro extremo, en Neuquén sólo participaron 57% de las escuelas. Los alumnos que respondieron fueron 92% en Córdoba y La Rioja, 91% en Jujuy, La Pampa y Salta, mientras Misiones sólo alcanzó un 65% y Neuquén un penoso 33%, seguramente promovido por alguna dirigencia, limitando así parte del derecho constitucional a educarse.
Un modo de lograr mayor participación es que el Consejo Federal de Educación establezca que la respuesta plena a los cuestionarios –no su calificación- es requisito para la aprobación del año.
Otro logro es que los aprendizajes de los alumnos en 2018 fueron menos dispersos entre sí que en 2017. Y algo muy malo es que, para un mismo nivel socioeconómico de los alumnos, los aprendizajes siguen siendo mayores en las escuelas de gestión privada que en las de gestión estatal, un llamado de atención a quienes dicen defender a estas últimas, pero no actúan en consecuencia.
No es posible aun, sin mayores estudios, explicar el porqué de las mejoras en Lengua. Sin embargo, buceando en las políticas educativas de los últimos años encontramos que, además de las evaluaciones sistemáticas devueltas a las escuelas, hay mejoras en la formación continua de maestros y directores.
El Instituto Nacional de Formación Docente, en conjunto con muchas provincias, ha fortalecido las capacitaciones situadas, en las escuelas o en grupos de ellas; ha dado prioridad a Lengua y ha integrado parte de su tarea con el programa de Escuelas Faro, del Ministerio de Educación nacional, que otorga prioridad a las de zonas más necesitadas. Los logros educativos de las provincias y la CABA siguen siendo muy diferentes.
Pero, cuestión a seguir de cerca para identificar los factores de mejora, hay cinco provincias que, desde 2016, mejoraron en Lengua y en Matemática. Ellas son Catamarca, Chubut, La Rioja, Río Negro y Salta.
Estamos apenas iniciando un camino, pero ahora con más esperanzas. No debemos olvidar que el nivel educativo de la mayoría de nuestros chicos y jóvenes está perdiendo posiciones respecto de sus pares de muchos países, incluyendo varios de Latinoamérica. Para reforzar, mejorar y acelerar la formación docente continua sería muy conveniente volver al plan original de Aprender y tomar pruebas todos los años, en primaria y secundaria, al menos en Lengua y Matemática.
Por otro lado, las preguntas pendientes de respuesta acerca del porqué de las incipientes mejoras educativa son muchas y requieren estudios más profundos. Basten un par de ejemplos. Uno es que no sabemos a ciencia cierta cómo mejorar el “misterio del aula”, es decir, el proceso de enseñanza-aprendizaje que ocurre cuando se cierran las puertas del aula. Otro es que necesitamos conocer mejor la influencia de la primera infancia en los aprendizajes y, en particular, cuáles son las prácticas eficaces, y posibles, de estimulación y nutrición anteriores a la escolarización.
Pero el gran desafío de la política educativa está en dos prioridades, inescapables si de veras queremos mejorar los aprendizajes y la graduación de nuestros chicos y jóvenes. La primera es una nueva carrera docente que jerarquice social y económicamente a la profesión y, al mismo tiempo, incentive la presencia de los docentes en las aulas y premie de algún modo sus logros. La otra es dar mucho mayor prioridad, en todas las políticas, a las escuelas más necesitadas.