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¡A jugar y romper sin culpa!

Por: Juan María Segura

‘¡¡Otra vez me revolearon un pdf!!’.

El comentario de un niño de tan solo 8 años de edad, sin filtros ni dobles intenciones, nos debería hacer reflexionar. ¿Acaso es sintomático de algo relevante en tiempos de pandemia? ¿Acaso nos está diciendo, con esa honestidad brutal de los niños, que el esfuerzo del sistema escolar de hacerse presente a distancia de esta manera es equivocado? ¿Acaso la idea de entusiasmar ha quedado subsumida y completamente asfixiada dentro de un sistema más interesado en mostrar a un docente activo que a un niño feliz? Si finalmente la escuela no abre por el resto del año, ¿esto es lo que nos espera, meta pdfs y links a videos caseros de dudosa utilidad?

Juguemos un poco con la idea, siendo que no es tan descabellada. Asumamos, a los efecto de esta columna, que la escolaridad del ciclo lectivo 2020 es esto que tenemos, con muy pocas variaciones, y que la salida del confinamiento será tan gradual y traumática a la vez, que no permitirá que las escuelas vuelvan a recibir físicamente a sus alumnos. Asumamos entonces, siguiendo con el razonamiento, que los aprendizajes curriculares diseñados para la escuela presencial quedaron sacrificados de facto, y que eso no solo le ocurrió a la escuela argentina, sino también a los aprendizajes de todo el mundo. Asumamos, finalmente, que la educación a distancia es una metodología alternativa de enseñanza-aprendizaje para que la que prácticamente nadie estaba preparado, ni escuelas, ni docentes, ni alumnos, ni padres, ni gobernantes. Es relativamente sencilla de implementar (personalmente dicto clases en línea hace 10 años, sin problemas), pero nadie estaba preparado para esta migración repentina y masiva.

Si aceptamos todo lo anterior, que en cualquier otra situación hubiese parecido el planteo de un trasnochado, entonces resulta que tenemos por delante un año escolar brutalmente atípico, sin diseño, ni metas, ni herramientas que permitan perseguir al menos algunos de sus objetivos de aprendizaje. La voz oficial del sector educativo, que hace unos días comenzó tímidamente desde algunas jurisdicciones, ahora ya se escucha clara y fuerte: no se evaluará, y nadie repetirá, en ninguna escuela, en ningún nivel obligatorio, en ninguna provincia. Así como lo escucha. Hay mil buenas razones para ello en este sistema en esta situación de emergencia pandémica, pero no me detendré en ellas. Mi preocupación, de orden práctico, es más sencilla. ¿A qué dedicaremos la idea de la escolaridad durante este año?

Asumiendo, entonces, que lo más importante (los aprendizajes escolares de este diseño de escuela) está relegado durante casi todo el año, es que aconsejaría fervientemente utilizar el año académico para experimentar como no lo hicimos jamás. ¿Qué otra situación similar creemos que la coyuntura nos volverá a regalar alguna vez? Nunca antes el sistema educativo (que en términos históricos es relativamente joven) ni ninguna otra convención creada por el hombre fue forzada a desensillar en simultáneo y en todo el planeta, a tan bajo costo. Es cierto que la pandemia es una tragedia, y su potencial de destrucción es enorme, pero por ahora no compara con las decenas de millones de muertos de las grandes guerras, ni con las grandes exterminaciones étnicas, ni con las grandes plagas y pandemias del pasado que diezmaron ciudades enteras. En esta oportunidad, los actores centrales del sistema educativo, que son los niños y los jóvenes, están intactos, sanos y en cuidado de sus mayores, solo que incómodos y lejos de sus maestros. ¡Que enorme oportunidad para hacer de cada cohorte de alumnos un proyecto distinto, de cada escuela un laboratorio, y del aprendizaje una fiesta!

No tengo dudas que este es el año para probar, para animarse, para equivocarse, para salirse de la ruta sin temor, para desordenar sin culpa y romper sin miedo. Es el año para crear nueva normativa, para dinamizar el funcionamiento de las agencias de control, para hacer visible como nunca las buenas prácticas. ¡Es el año para prototipar! Si el COVID-19 nos deja, al final del cuento, un año malo de aprendizajes escolares curriculares (otro más, y van…) pero con 10 prototipos de formatos de escolaridad alternativos testeados y listos para ser replicados a escala, ¡que bien habremos utilizado la adversidad!

En esta línea de razonamiento, y en tren de probar sacarnos de encima las restricciones, burocracias y mandatos de un sistema que este año tiene poco para aportar, veo una gran oportunidad para poner al niño en el centro del proceso de aprendizaje, y al juego en el centro de la experiencia de aprendizaje del niño. ¡Juguemos, dediquemos el año a jugar y aprender juntos! Abandonemos la rutina de repetirnos y de perseguir ‘cubrir’ las unidades temáticas, y liberemos el proceso, al menos unos meses, solo este año. Y démosle alguna vez una oportunidad de verdad a las metodologías de aprendizaje basadas en el juego.

El aprendizaje basado en el juego es una construcción pedagógica particular en donde el juego aparece como un pieza clave del proceso, pero no como centro de atención del proceso de aprendizaje, sino como estimulador de la acción y experimentación. Y debe ocurrir en un momento específico, formando parte de una secuencia de acciones. El juego hace que los involucrados se impliquen con naturalidad y alegría, prueben con insistencia hasta comprender, se equivoquen sin temor al castigo, y compartan con terceros sus vivencias. Piaget encontraba en el juego a una de las manifestaciones más potentes y transparentes del pensamiento del niño. El juego es un poderoso estimulador del pensamiento, de la conceptualización y de la sociabilización. El juego permite trabajar en habilidades de pensamiento, pero también en conductas sociales y en cuestiones vinculadas a la emocionalidad.

Sin embargo, una cosa es jugar, y ya, y otra bien diferente es jugar en un contexto de una metodología de aprendizaje basada en el juego. En esta, el juego abre la posibilidad de reflexionar sobre lo experimentado durante el momento activo de juego. En la metodología, tanto el diseño del juego como la etapa posterior de reflexión sobre lo jugado son piezas indisociables y perfectamente complementarias. Cuando a una le falta la otra, cada una pierde potencia, relevancia, utilidad. Esta característica del diseño de la metodología abre un territorio muy poderoso de conceptualización y de creación de significados. Hacer inteligible una conceptualización abstracta si vuelve una tarea sencilla en el niño jugador y experimentador, máxime ante la presencia y acción amorosa y paciente, antes de un docente facilitador, ¡ahora de sus propios familiares!, tanto en el juego como en la etapa de conceptualización y aprendizaje.

Jugar, aplicar condiciones del juego a entornos no lúdicos, y diseñar un proceso que conecte en una misma secuencia juego, aprendizaje y transferencia, son tres estrategias pedagógicas concretas y relacionadas a través del juego que podrían hacer de este ‘año perdido’ un renacer del interés del estudiante escolar por el aprendizaje y su entorno. Si no lo probamos ahora, entonces cuándo. En todo caso, cualquier cosa será mejor que pasarse el año revoleando pdfs.

Enviado por el Autor a OVE

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Educación: la pregunta no es qué hacer sino qué evitar

Por: Juan María Segura.

En mi último libro, titulado El Misterio de la Educación, analicé casos y situaciones de innovación educativa de varios países de la región en donde se vislumbran agendas de trabajo algo más audaces y atractivas que la agenda local. Países que, en materia educativa, y a pesar de las situaciones de inestabilidad que se viven en las calles de la región desde hace unas semanas, están avanzando, convencidos de que hay futuro, de que el porvenir es un punto en el horizonte que debe impulsar la acción colectiva y colegiada de toda una Nación en materia educativa. Se puede hacer. Las situaciones allí desarrolladas sobre Uruguay, Perú, Panamá, por mencionar casos puntuales, son casos que inspiran y animan. Entonces, si conocemos los problemas, y sabemos que hay países y gobiernos que abordan esos problemas con la firme intención de resolverlos, nada indicaría que otros no lo puedan hacer de la misma manera.

¿Por qué en Argentina las cosas no acontecen en materia educativa? ¿Por qué nos rasgamos las vestiduras sin que nada relevante o significativo trascienda? ¿Por qué solo actuamos preocupación, sin verdaderamente ocuparnos?

Tal vez, y digo solo tal vez, nos estemos haciendo la pregunta equivocada, incorrecta. A veces, solo este pequeño giro, clarifica todo. En vez de preguntarnos qué hacer, tal vez deberíamos preguntarnos qué evitar. Y aquí tengo algunas respuestas que pueden echar luz sobre el asunto.

En primer lugar, debemos evitar sentirnos tan únicos, tan particulares, tan peculiares, que no podamos ser comparados con nadie en ningún momento, y nada que se haga en otro lado pueda ser considerado seriamente para hacerse en nuestro territorio frente a nuestros propios problemas. Nadie es así en el mundo, nadie puede atribuirse una condición tal de particularidad que lo haga incomparable con el resto del mundo. No estamos hablando de ADN, sino de procesos y metodologías de combinación y asignación de recursos mayoritariamente públicos. Estamos hablando de educación, de que los chicos aprendan a razonar, a interactuar mejor con otras personas y con los problemas, de que desarrollen autogobierno personal y sensibilidad, de que se hagan responsables y desarrollen conductas éticas. Todos queremos lo mismo en todo el mundo, y casi todos desplegamos herramientas similares para hacerlo, así que no es cierto que seamos tan, tan particulares como para no hacer caso a lo que a otros les funciona. Si algo se hace bien en Panamá, ¿acaso no deberíamos poder considerarlo seriamente para hacerlo en Chaco, Entre Ríos o Río Negro?

En segundo lugar, debemos evitar sentirnos tan pobres, tan desposeídos de recursos materiales y económicos, tan marginados del planeta, que nada de lo que hagamos finalmente alcance. Todos los países del mundo, hasta el más próspero y pudiente, en algún momento de su historia no tuvo recursos, ni instituciones, ni mapas de los ríos, ni evidencias científicas, ni docentes preparados, ni salarios dignos, ni leyes inteligentes, ni instrumentos de medición de ninguna índole, y así y todo se las arregló para prosperar. Inventando o replicando, los países que finalmente lograron alcanzar altas tasas de alfabetización, bajas tasas de desempleo y altos estándares de calidad de vida han desarrollado un recorrido que ha logrado superar todos los obstáculos, todos esos obstáculos que desde nuestro territorio estamos diciendo que nos anclan para siempre. No es verdad, no somos tan parias, tal vez si más hipócritas y sin dudas peores administradores, pero la pobreza como condición no nos estanca. Diría, ¡todo lo contrario! ¿Acaso alguien puede suponer que el pobre y desposeído, sea persona o comunidad, vive realizado en tal condición? Debemos evitar escudarnos en este argumento pueril.

En tercer lugar, debemos evitar sentirnos tan inteligentes, tan creativos, tan brillantes, como para creer que podemos encontrar una solución que nunca antes nadie ideó para enfrentar a los problemas que todos desean resolver. Puede pasar, está claro, que alguna vez tengamos como sociedad un momento Eureka. Pero no podemos descansar en ello como sistema estándar de resolución de problemas. Debemos tener más procesos que mentes brillantes, debemos amigarnos con las metodologías por encima de los personalismos, debemos acordar metas y métricas, y convertir la supervisión de ello en un diálogo entre los problemas y los diseños institucionales. La inteligencia colectiva no surge de la sumatoria de las inteligencias individuales, sino de la armonización de diseños institucionales que permiten abordar problemas complejos o de gran escala.

Y, en cuarto lugar y por último, debemos evitar sentirnos tan condicionados por las acciones u omisiones de otros, creyendo (o intentando hacer creer a otros) que ello nos deja reducidos a ser solo un grano en un médano, una gota en un océano, o simplemente un rehén perpetuo de quienes siempre deciden por nosotros. Claro que solos no podemos, pero la verdad es que nunca estamos solos, y en conjunto se pueden impulsar una cantidad impresionante de cambios, a pesar de que siempre haya ‘otros’ mirando para otro lado o con algún interés en minar nuestro accionar.

Corrernos de esos lugares en donde a veces nos estacionamos y aburguesamos es una buena manera de liberarnos de ataduras culturales, de etiquetas sociales, de trampas intelectuales, que a veces solo han sido instituidas para evitar el cambio. En la región en general y nuestro país en particular, territorio que tanto nos desafía y entusiasma, debemos pechar con valentía y convicción a todo lo que nos ubique en un lugar de inacción, de asilamiento, de torpeza, de retroceso. Solo así conseguiremos que aquello que hacen unos, también puede ser impulsado por nosotros, a pesar de todas las restricciones y diferencias. Para ello, debemos comenzar evitando realizar la pregunta incorrecta.

Fuente del artículo: https://www.infobae.com/opinion/2019/12/02/educacion-la-pregunta-no-es-que-hacer-sino-que-evitar/

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Repetir o no repetir, ¿es esa la cuestión?

Por: Juan Maria Segura 

Gran revuelo causó la noticia de que Uruguay avanzaba en la eliminación de la repitencia en su sistema educativo. Apoyados en argumentos tanto externos (otros lo hacen) como internos (los que repiten se terminan ‘cayendo’ del sistema), parece haber consenso del otro lado del Río de la Plata para dar lo que sería un paso trascendental en sus políticas educativas. En nuestro país la noticia fue levantada por medios y opinión pública como una señal de alarma, a pesar de que los resultados de las Pruebas Aprender nos indican cada año con contundencia que los repitentes aprenden menos que el conjunto, y que a medida que aumenta la sobreedad, rinden inclusive peor, más lejos de los pretendido. Entonces, ¿frente a qué tipo de noticia o reforma estamos? ¿Es esto una revolución copernicana, una irresponsabilidad guiada por la mala política, o una acción cosmética y no mucho más? ¡¿O acaso es todas esas cosas a la vez?!

La repitencia escolar puede ser interpretada, a mi juicio, tanto como el signo del fracaso de un sistema escolar, como el emergente más patente de un sistema que, equivocadamente, pretende tratar a todos los aprendices de la misma manera. Ambas interpretaciones nos llevan a una valoración negativa del suceso (es mejor que la repitencia no ocurra en ambos casos), pero poseen orígenes marcadamente diferentes. En un caso, el ‘error’ o desvío se produce por mala gestión de los aprendizajes, por las razones que fuere (docentes mal preparados, alumnos que no estudian, familias que no acompañan, currículas oficiales que no estimulan, ministerios que no proveen suficientes fondos, inspectores que entorpecen, directores que no gestionan, infraestructuras edilicias deficitarias), mientras que en el otro caso la repitencia se da no por mala gestión sino por un mal diseño del sistema, esperando que todos aprendan lo mismo, al mismo ritmo, dictado de la misma manera, respondiendo por igual a idénticas consignas.

Ya decía Isaac Asimov en 1988 que ‘…en la actualidad se llama aprendizaje a algo que te fuerzan aprender. Todos son obligados a aprender lo mismo, el mismo día, a la misma velocidad en la clase. Y todas las personas son diferentes: para unos esa metodología va muy rápido, para otros muy lento, para otros en la dirección equivocada…’. Y este razonamiento fue realizado antes de internet (1992), Amazon (1994), Netflix (1997), Google (1998), Wikipedia (2001), Facebook (2004), Spotify (2006), Airbnb (2008), Uber (2009), Instagram (2010), el movimiento de indignados, las criptomonedas, el ciclón de las MOOCs, la viralización de las charlas TED, el IoT, la impresión 3D, la IA, la robótica, el machine learning, la big data, la realidad virtual y la realidad aumentada. O sea, a pesar la brillantez de su diagnóstico y predicción (‘…una vez que tengamos computadoras en cada hogar, cada una de ellas conectada a enormes bibliotecas donde cualquier persona pueda hacer cualquier pregunta y obtener respuestas, obtener material de referencia de algo en lo que esté particularmente interesada en conocer, desde una temprana edad, por más tonto que pueda parecer el asunto para otros, haciéndolo a su propia velocidad, en su propia dirección y a su propio tiempo, entonces todo el mundo disfrutará aprendiendo…’), Asimov se quedó corto, ¡cortísimo!

El aprendizaje profundo y significativo es una experiencia personal e individual de la que la escuela nunca se ha ocupado, por decisión o imposibilidad, lo mismo da. Este, difícilmente ocurre al mismo ritmo entre chicos de misma edad. Los chicos aprenden cuando quieren, sostiene Sugata Mitra desde tu teoría del aprendizaje mínimamente intervenido, y no cuando otros lo imponen. Dado que la escolaridad siempre ha intentado hacer de la igualación y estandarización una estrategia pedagógica inviolable, en la práctica fue encontrando sus límites. Mas allá de la persistencia en desarrollar exámenes estandarizados que intenten medir en forma homogénea el progreso que chicos y chicas supuestamente iguales van mostrando en sus aprendizajes escolares, como estrategia pedagógica es un grave error, pues estos solo miden un tipo de conducta y disciplina memorística que atiende cuestiones de repetición y no necesariamente de comprensión. Gardner suele recriminarle al sistema educativo que nunca se ha comprometido con el aprendizaje de la comprensión profunda, y que solo se ha conformado con la representación de formas memorísticas de repetición, tratándolos como proxy de aprendizaje.

Analizado desde ese punto de vista, la repetición no necesariamente es algo malo en sí mismo, sino que es malo en relación con un tipo de diseño escolar. En el sistema actual, tanto en nuestro país como en muchos de los sistemas educativos de la región, repetir es un problema, y no aprender todos al mismo ritmo también. Es un intríngulis de que es difícil escaparse, y me pregunto si es posible apuntalar la calidad de los aprendizaje con buena gestión dentro de un sistema que no sea reestructurado en sus fundamentos pedagógicos.

Por lo tanto, debemos preguntarnos es si el sistema escolar actual, dentro del cual se busca que los alumnos no repitan y avancen al mismo ritmo, el ritmo de la cohorte, es algo que deba seguir sosteniéndose.

Si la modificación realizada en el vecino país es solo una acción cosmética realizada con el fin de ‘encubrir’ un indicador clave de un sistema escolar anticuado, entonces es una pésima política y una mala noticia. Si, en cambio, la modificación nos está dando indicios de que el sistema escolar de ese país está comenzando a virar hacia una mirada más centrada en el alumno como un ser individual y no tanto como parte de un lote de personas, entonces merece atención y seguimiento.

*Fuente: http://juanmariasegura.net/index.php?s=noticia&titulo=Repetir+o+no+repetir%2C+%C2%BFes+esa+la+cuesti%C3%B3n%3F&nid=180

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La innovación en las aulas universitarias no llegó a la Argentina

Por: Juan Manuel Segura.

 

En febrero de 2019 se conoció una nueva edición del NMC Horizon Report, un informe publicado regularmente desde hace más de 10 años, que tiene como único fin alertar sobre la adopción de tecnologías educativas por parte del sistema universitario en el mundo. Como cada año, pasó inadvertido en nuestro país, así que aquí van algunas observaciones.

El informe plantea importantes desarrollos en tecnologías educativas en un horizonte de corto plazo por parte del sistema universitario, haciendo especial énfasis en dos: el aprendizaje móvil o remoto, y las tecnologías de análisis de datos. En el primer caso, indica que el aprendizaje móvil ya no se centra directamente en las aplicaciones, sino en la conectividad y la conveniencia, con la expectativa de que las experiencias de aprendizaje incluyan contenido apto para dispositivos móviles, sincronización multidispositivo y acceso desde cualquier lugar y en cualquier momento. A medida que los dispositivos móviles se vuelvan más poderosos y asequibles en cualquier lugar del mundo, las posibilidades de generar experiencias de aprendizaje se irán convirtiendo en ilimitadas. El mayor uso de la realidad aumentada, la realidad virtual y la realidad mixta permitirá que el aprendizaje móvil sea más activo y colaborativo, y en especial más atractivo para los estudiantes.

Para el caso de las tecnologías de análisis de datos, más allá de los análisis estáticos y descriptivos del progreso de aprendizaje de los estudiantes y de sus calificaciones, las capacidades analíticas comprenden sistemas y datos dinámicos, conectados, predictivos y personalizados. Las instituciones deben desarrollar estas capacidades analíticas avanzadas a través de un proyecto institucional innovador, apoyado en equipos de trabajo altamente calificados, y equipados para comprender y compartir eficazmente flujos densos y complejos de datos. El buen análisis realizado es un esfuerzo intensivo en tiempo y recursos humanos para cualquier institución, pero si se ejecuta y se mantiene con éxito, puede transformar las instituciones y enriquecer profundamente las experiencias educativas de los estudiantes y de sus docentes.

En un horizonte de 3 a 5 años de adopción aparecen tendencias vinculadas con realidad mixta e inteligencia artificial, mencionadas anteriormente, y más allá de los 5 años aparecen los conceptos de blockchain y asistentes virtuales. Tal vez todo esto suene a ciencia ficción para algunas universidades, pero son conceptos que están a la vuelta de la esquina, comenzando a adoptarse masivamente en otras industrias más amigadas con el cambio tecnológico y con la época.

Frente a este panorama, no debería sorprender que el informe marque como tendencias de largo plazo de la universidad tanto repensar la forma interna de funcionamiento, su propio ADN, como desagregar los títulos en módulos más breves, permitiendo el diseño de trayectos formativos más diversos y a medida. Las instituciones ya están recogiendo el guante de una demanda de aprendizaje centrada en los estudiantes más que en los docentes, las currículas o los órganos reguladores, forzando a redefinir el rol de los profesores y los asesores académicos más como guías y facilitadores que como tenedores primarios de saberes. Los enfoques para los programas de nuevos grados y áreas de estudio, vinculados a la dinámica del mundo laboral, incluyendo el aumento de nuevas formas de estudios interdisciplinarios, señala que las instituciones deben proporcionar a los estudiantes experiencias que conecten diferentes disciplinas con naturalidad. Para ello, no solo resulta imperioso el desagregado de las titulaciones y las diplomaturas en módulos más breves y ‘manipulables’ de contenido, con el fin de habilitar organizaciones de contenido a medida, sino también establecer alianzas con proveedores externos, en especial con aquellos que ofrecen cursos abiertos en línea. Las instituciones que desarrollan alianzas con proveedores de cursos en línea, indica el informe, favorecen la creación de una gran variedad de opciones para que los estudiantes estén a cargo de sus propios diseños de rutas de aprendizaje.

En las tendencias de corto y mediano plazo, el informe proyecta a las universidades naturalizando una cultura de innovación, aumentando el énfasis en la medición de los impactos en el aprendizaje de cada formato y propuesta académica, y rediseñando los espacios de aprendizaje, favoreciendo propuestas académicas que combinen con armonía lo virtual y lo presencial. Son pasos obligados si se desea repensar la organización interna de las instituciones, generando una nueva ingeniería de titulaciones.

Frente a este panorama desafiante, acuciante ya en el corto plazo, y hackeado por las tecnologías madre de la cuarta revolución industrial, el informe llama a las universidades a comprometerse en lo inmediato con la fluidez digital. Esta es definida como la capacidad de aprovechar las herramientas y las plataformas digitales para comunicarse críticamente, diseñar creativamente, tomar decisiones informadas y resolver problemas complejos a la vez que anticipar otros nuevos. El mero mantenimiento de una alfabetización digital básica para alumnos y profesores, que podría suponer el acceso en red a información primaria, ya no es suficiente para respaldar las complejas necesidades de una sociedad digital que cocrea en red. Las soluciones de aprendizaje se diseñan e implementan utilizando tecnologías cada vez más sofisticadas, lo que crea la necesidad de que los estudiantes adquieran nuevas habilidades para interactuar de manera productiva y eficaz con esas herramientas. Las universidades no solo deben respaldar los usos de herramientas y recursos digitales por parte de todos los miembros de la organización, sino también aprovechar sus tecnologías estratégicas de manera que apoyen el pensamiento crítico y la solución de problemas complejos.

Al leer el informe me invade un pensamiento y preocupación. ¡Qué lejos estamos en Argentina de estos debates! ¡Qué territorio tan empinado ofrecen las nuevas tecnologías al mundo de las universidades! ¡Qué ajenos se sienten estos desafíos, dilemas y demandas! Si al menos tuviésemos conocimiento del lugar, ámbito o grupo en donde se discuten estas posibles adopciones a nivel sistémico, podríamos hacer aportes. O, aunque sea, nos informaríamos. O, de mínima, no nos preocuparíamos.

La nueva edición del NMC Horizon Report, publicada recientemente, nos vuelve a mostrar la razón principal por la cual nuestro país no posee ninguna universidad entre las cien universidades más innovadores del mundo, según el ranking de Reuters, y casi ninguna entre las quinientas universidades más prestigiosas del mundo, según los seis rankings bibliométricos que miden el prestigio académico. En la medida en que el país no genera una agenda para la educación superior y la sostenga en el tiempo, la magia no ocurrirá. Las universidades, en el largo plazo, reproducen y refuerzan la cultura de un país. Si no nos embarcamos en un nuevo y desafiante viaje universitario, nuestras instituciones de educación superior solo serán actores de cabotaje que reproducirán una cultura mayoritariamente mediocre. Duele sentirlo, duele escribirlo.

Fuente del artículo: https://www.infobae.com/opinion/2019/04/03/la-innovacion-en-las-aulas-universitarias-no-llego-a-la-argentina/

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La educación privada en tiempos de mala educación pública

Por Juan María Segura

Mientras un nuevo paro docente vuelve a la primera plana de los medios y a la consideración de la población -que suele preocuparse cuando esto ocurre, bajo la creencia de que cuando hay clases todo transcurre con normalida-, los resultados del Operativo Aprender van pasando a un segundo y lejano plano.

Debo confesar que me entusiasmo mucho cuando aparecen datos como los publicados por el gobierno sobre este tema, más allá de lo que muestren y de cómo salga el país en la fotografía. Los dos informes de resultados de primaria y secundaria subidos a la página web del Ministerio de Educación de la Nación días pasados son un recurso analítico de extraordinario valor, no solo por la calidad propiamente dicha de sus datos y observaciones, sino también porque corresponden a una evaluación tomada hace escasos meses. Son muchos datos, y son actuales, aportando una pequeña mirada comparativa, y abriendo la posibilidad de delimitar con mayor precisión el contorno de los problemas a resolver, que son una cantidad y son complejos.

La publicación de los citados informes se suma a estadísticas y análisis que desde otros sectores han comenzado a sistematizarse, sea desde el sector privado (por ejemplo, del Centro de Estudios de Educación Argentina, de la Universidad de Belgrano), desde la sociedad civil (por ejemplo, del Observatorio Argentinos por la Educación) o desde organismos multilaterales (por ejemplo, la OEI y el Diálogo Interamericano acaban de publica un valioso trabajo sobre el estado de las políticas públicas docentes).

El Operativo Aprender durante 2017 hizo foco en la medición de los aprendizajes de ciencias sociales y naturales en grado 6, y de lengua y matemática en grado 12. La información es abundante, ya que se procesaron 900 mil exámenes (casi el doble de evaluaciones que se completan en las pruebas PISA) provenientes de 30 mil establecimientos educativos, y casi toda la discusión pública giró en torno a si había o no progresos en algunas mediciones en comparación con el año o la medición anterior.

Más allá del poco progreso mostrado en los aprendizajes entre Operativos (a mi juicio, dentro de lo esperable), me interesó especialmente la mirada comparativa entre la educación de gestión estatal y aquella de gestión privada. Ahora sabemos con contundencia que los alumnos aprenden mejor en las escuelas de gestión privada en todos los contenidos evaluados. Se vuelve a dejar en evidencia la gran brecha que separa ambos niveles de aprendizajes, agregando ahora el dato de que en el nivel socioeconómico (NSE) bajo solo el 4% del alumnado de primaria asiste a escuelas privadas, mientras que en el NSE alto lo hacen el 64% de los alumnos del mismo segmento educativo. En la escuela secundaria pasa algo parecido, con 10% del NSE bajo en escuela privada, contra un 67% en el NSE alto. El dato novedoso, sin embargo, es que en las escuelas de gestión privada los alumnos miden mejor aún cuando se hace la apertura por NSE. El NSE bajo de la privada mide mejor que el propio de la pública, y lo mismo con los NSE medio y alto. Eso significa que la escuela de gestión privada, para un mismo NSE, ofrece mejores oportunidades de aprendizaje en todos los campos curriculares medidos. No podemos enojarnos con el Presidente cuando habla de «caer a la escuela pública», pues estos informes lo están dejando planteado con claridad.

Estos datos son inquietantes, pues hablan a nivel sistema de la falla estructural que está teniendo el funcionamiento de la escuela pública en todo el país. Por supuesto que no toda escuela pública funciona mal, pero a nivel sistema tenemos un problema de gran magnitud y complejidad, que en parte explica que Argentina ya posea el 29% de sus alumnos escolares en escuela de gestión privada, con o sin subsidio estatal.

Los padres saben que los chicos aprenden mejor en instituciones en donde se falta menos, en donde la infraestructura es mejor, en donde se repite menos de grado, en donde hay más materiales didácticos y recursos pedagógicos, y en donde estos se cuidan como propios. Existe en los informes una gran cantidad de información sobre clima escolar, alimentada por la opinión de los alumnos y los docentes. Una pena que no se haya respetado la misma apertura realizada en la medición de aprendizajes (publica y privada, rural y urbana), pues estoy seguro se hubiese verificado con claridad lo anterior.

No tenemos que enojarnos con aquellos que huyen hacia la escuela privada. Todo lo contrario, en especial para los que pertenecen a los NSE más bajos. La escuela privada es un mecanismo de protección, caro y no apto para todos, pero de resguardo al fin, para evitar que las malas políticas y los dirigentes gremiales egoístas exploten a nuestros hijos.

Mire que interesante lo que pasó con la provincia de Neuquén en el Operativo Aprender. Del total de los establecimientos educativos de la provincia propuestos para realizar la medición, solo funcionaron un 52% en primaria (versus un promedio nacional del 91%) y un 64% en la escuela secundaria (versus un promedio nacional del 95%). Es la provincia que presentó valores más bajos de adhesión al operativo, tanto a nivel de establecimiento como a nivel de alumnos (32% vs 75% de promedio nacional en primaria, y 33% vs 66% de promedio nacional en secundaria – solo mejor que Santa Cruz, con apenas el 31% de los alumnos completando el operativo). Ahora, cuando uno hace la apertura de las escuelas por tipo de gestión, en la primaria pública completaron el operativo apenas el 25% de los alumnos, en comparación con el 75% de la privada. En la escuela secundaria pasó lo mismo, con 29% de la pública versus un 55% de la privada. ¿Por qué esta provincia tuvo niveles tan bajos de adhesión a un operativo tan importante de medición de la calidad de los aprendizajes? Pues porque los gremios locales llamaron a un paro ese día, y la fotografía de los aprendizajes casi no se pudo sacar…. salvo para los que lograron escapar hacia la escuela privada.

En casi todas las mediciones provinciales se recabaron más datos (y por lo tanto se logró mayor confianza en los resultados) en los establecimientos de gestión privada, tanto a nivel de escuela primaria (+14% de promedio nacional) como secundaria (+21% de promedio nacional).

Por lo tanto, cuidado con la forma en la que hacemos referencia hacia la escuela de gestión privada, pues para muchos padres y madres está resultado una forma de liberarse de la esclavitud de los malos dirigentes educativos y de las políticas públicas conniventes pensadas más para los grandes que para los chicos.

Nuevamente, celebro tener tantos datos, celebro que podamos arriesgar miradas e hipótesis, y celebro el ocaso de los opinólogos y engatusadores de siempre. El país necesita acordar la forma en la cual dará respuesta a estos graves problemas de aprendizaje con los cuales estamos condenando a nuestros pequeños.

Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2018/04/10/la-educacion-privada-en-tiempos-de-mala-educacion-publica/

Imagen tomada de: http://www.elsoldenayarit.mx/site/images/notas/58434_17_2018022700724_117privada.jpg

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Hacia un “youthquake” educativo.

Por: Juan María Segura.

Hace un año, en este medio, confesé mi deseo para 2017: que actores políticos e instituciones educativas en Argentina se animen a innovar. A partir de lo que suponía iba a generar la publicación de los resultados del Operativo Aprender, planteaba en aquella confesión si estábamos preparados para actuar, capacitados para proponer transformaciones, decididos a arriesgarnos, si deseamos ser arquitectos del nuevo sistema. A un año de esa confesión, y a pesar de que mi deseo fue incumplido, siento que algo está cambiando radicalmente en la matriz educativa del país, y eso es positivo y necesario. Veamos.

Estamos finalizando un año en donde, sorprendentemente, la sociedad y la opinión pública se ocuparon mucho de la educación. Diría, como nunca lo habían hecho antes. A partir de eventos concretos, como el Operativo Aprender, la evaluación Enseñar, el trabajo del INFoD, la iniciativa de las Escuelas del Futuro, el Plan Maestro y otras iniciativas del tipo, la política (nacional y jurisdiccional) jugó sus cartas (debía hacerlo en un año electoral), y la sociedad respondió de una manera visible y ruidosa.

No necesariamente todas fueron respuestas civilizadas, articuladas, honestas, pero la sociedad se involucró a partir del temario planteado, y eso, a mi juicio, modificó la conciencia del problema. Los datos puestos sobre la mesa alteraron la forma en la cual analizamos el problema educativo, y eso modificó nuestra conciencia del mismo. Con epicentros en los meses de marzo (inicio del ciclo escolar, paritarias, paros) y septiembre (el mes de la educación), el calendario estuvo atravesado de punta a punta por un profundo debate educativo, que mostró a la política proponiendo lo que puede, y a la sociedad discutiendo como le sale. Nada muy sofisticado, pero novedoso. Y, por lo tanto, auspicioso.

Por eso siento que, a pesar de que mi deseo no se cumplió, percibo movimientos sísmicos en las bases del sistema, que solo aumentará en intensidad. Y eso es positivo.

El 2018 será un año en donde, a partir del triunfo electoral del Gobierno nacional, es esperable que se intensifiquen las acciones y propuestas en la dirección de lo que ya hemos visto: generación de datos, visibilización de problemas y creación de algunas formas rudimentarias de consensos (más pensados para la gobernabilidad que para su renovación, pero consensos al fin).

Datos, problemas, consensos. Seguramente a eso se avoque la política y la política educativa. Al final de cuentas, es una gran contribución, reconociendo de dónde venimos. No es suficiente y no alcanza para innovar, pues los datos, problemas y consensos no requieren originalidad de ningún tipo para ser puestos a consideración de la sociedad. Innovar es combinar recursos de una manera novedosa e intencionada para suscitar aprendizajes. Supone acción, praxis y originalidad.

Deseaba que ello pase en 2017 y también lo reclamo en 2018, pero entiendo que este gobierno no lo hará, e igual estoy satisfecho con su aporte: datos, problemas, consensos. No es mucho, pero es un progreso. Y ayuda a modificar la conciencia de la sociedad sobre el problema.

Solo me queda una duda, ya no un deseo: ¿recordarán los funcionarios que en 2018 se cumplen 100 años de la reforma universitaria? En junio se emulará la épica de aquellos jóvenes cordobeses que provocaron una transformación en el sistema, que incluyó el cogobierno, la libertad de cátedra, la autonomía, y que iluminó el reformismo no solo en nuestro país sino en el sistema universitario de toda la región.

A 100 años de aquella reforma, nuestro sistema universitario requiere ser repensado, y ello ocurre en un momento de la historia en donde los jóvenes están haciendo colapsar a las instituciones del siglo 20.

El diccionario Oxford acaba de elegir a la palabra del año: youthquake. El término, acuñado por la editora de la revista Vogue, describe cómo los jóvenes y su forma de pensar están cambiando el mundo de la cultura, la moda, la música, etc. El diccionario la seleccionó, no solo por su significado (un cambio cultural, político o social significativo surgido de las acciones o influencia de los jóvenes), sino también por el aumento de su injerencia.

Es en este contexto de época en el cual transitaremos el aniversario de nuestra reforma universitaria del 18, con jóvenes más en control de sus acciones, más indiferentes en algunas cuestiones (en las recientes elecciones en Chile solo votaron el 20% de los jóvenes) y más combativos con otros tópicos (la educación siempre los muestra activos y atentos). Enfrentar el 2018 sin tener una hoja de ruta para dar contención y encausar lo que seguramente será un gran activismo juvenil y estudiantil sería una torpeza política, y una gran oportunidad desperdiciada.

Si durante 2018 logramos obtener más datos, clarificar nuevos problemas, consensuar con más actores, y diseñar una buena agenda para discutir la educación superior, entonces vamos bien. No es suficiente, pero sin dudas es la dirección correcta. No será una agenda innovadora, pero garantiza que se siga modificando la conciencia de la sociedad sobre el problema educativo. Y cuando la sociedad modifica su conciencia de los problemas, el culturalquakese torna inevitable, inminente. Sigamos avanzando, sin temor, comprometidos.

Fuente: https://www.lagaceta.com.ar/nota/757298/opinion/hacia-youthquake-educativo.html

Imagen: https://infotra.files.wordpress.com/2017/12/lmtvacdd.jpg?w=1400

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¿Es necesaria una nueva universidad?

Por: Juan María Segura.

Los anuncios realizados días pasados por las autoridades de gobierno de CABA sobre la reforma del sistema de enseñanza público de esa jurisdicción, en particular en lo referente a la formación y la preparación de los docentes, en principio, me parecen orientados en la dirección adecuada. Además, no sólo son consistentes con uno de los principios de la Declaración de Purmamarca de febrero de 2016, firmada por todos los ministros educativos del país («mejorar la formación inicial y continua de los docentes»), sino que además están en sintonía con los cambios y las adaptaciones que se están impulsando desde el Instituto Nacional de Formación Docente (Infod) a nivel nacional.

La práctica docente adolece de problemas pedagógicos (teoría), didácticos (prácticas de aula) e instrumentales (integración de nuevos recursos al proceso de enseñanza-aprendizaje), con impacto negativo en el aprendizaje de los niños. Por lo tanto, replantear la organización de los recursos públicos con el fin de lograr egresados docentes con más herramientas y mejores condiciones para enseñar me resulta acertado. Diría, hasta obvio. ¿Acaso alguien podría estar en desacuerdo con este principio?

No obstante, al igual que el debate de la nueva escuela secundaria del futuro de la misma jurisdicción, vuelvo a percibir algunas omisiones importantes en el proceso que lleva adelanta CABA desde esta cartera.

En primer lugar, nuevamente los anuncios no van acompañados con información detallada que permita a los expertos, los medios y la opinión pública en general hacer un juicio de valor mejor fundamentado sobre los méritos y los deméritos de la propuesta. Los reclamos gremiales ahora, y los de padres y alumnos al momento de presentar la secundaria del futuro semanas atrás, son una consecuencia directa de esta forma de concebir e impulsar reformas. Por supuesto que la política siempre juega un partido aparte, así que es necesario separar los reclamos genuinos de participación de aquellos que sólo son estrategias político-partidarias mezquinas impulsadas únicamente para mostrarse combativos frente a sus grupos (cada vez más pequeños) de influencia. Política aparte, es importante que en este tipo de reformas estén consideradas una gran multiplicidad y variedad de voces y actores. La reforma gana en calidad, riqueza, contextualización, relevancia, aceptación y, finalmente, implementabilidad, cuando se gesta de esa manera, a través de un diálogo amplio, generoso, abierto y adecuadamente liderado desde el gobierno.

En segundo lugar, percibo, y espero estar equivocado, una mayor atención e interés por la figura del órgano certificador del proceso de formación docente (la «nueva universidad») que por el tipo de contenidos enseñados o impartidos. La discusión central y la principal política de Estado de CABA en esta materia debería ser la cuestión de los contenidos y no tanto el lugar institucional en donde se adquieran. Me pregunto, por ello, si no existe una instancia intermedia, menos engorrosa, más económica y más fácil de implementar que la creación de una nueva universidad. ¿Realmente necesitamos una nueva universidad? ¿Acaso no es posible hacer funcionar bien los institutos de formación y profesorados actuales? Una carrera no se jerarquiza por dictarse en tal o cual casa de estudios, ni por durar dos o equis años, sino por la relevancia de sus contenidos, la excelencia de sus maestros y el prestigio de sus egresados.

Es importante tener en cuenta que, de acuerdo con información suministrada por el Anuario de Estadísticas Universitarias de 2013, el último que existe disponible, CABA centraliza el 34% de las instituciones universitarias del país, con 32 instituciones privadas, 8 públicas y 2 extranjeras. Es la jurisdicción educativa que más instituciones posee, muy por encima de las 30 de la provincia de Buenos Aires, que es la que le sigue, y ni que hablar en comparación con las 8 de Córdoba, las 6 de Santa Fe y Mendoza. Hay 10 provincias en el país que sólo poseen una institución universitaria pública y ninguna privada. Por lo tanto, creo que es bueno repensar el formato universitario institucional del país, aunque no estoy tan seguro de que en CABA sea condicionante la creación de una nueva universidad para llevar adelanta la reforma educativa en lo que se refiere a la formación de los docentes.

Adicionalmente, es importante recordar que para crear una universidad jurisdiccional se necesita una ley local que la aloje, así que supongo que el proyecto de creación de la nueva universidad también deberá sortear un proceso de discusión parlamentaria y de aprobación de dicha ley. Nuevamente, ¿no habrá una forma más práctica e inmediata de mejorar la calidad de la formación de los docentes? Me asusta un poco que, por pensar en grande, hablemos del 2023 como si fuese mañana. ¿Y mientras tanto? Me fuerzan a desconfiar, situación con la que me siento incómodo.

Así y todo, a pesar de la poca información y de las objeciones señaladas, recibo con buen ánimo los anuncios realizados por el jefe de gobierno y su ministra de Educación. Sin embargo, animo a que seamos prudentes y a que no nos conformemos con el anuncio. Necesitamos más detalles, necesitamos conocer los matices y las particularidades de las ofertas académicas que allí se impartirán. Asumo que ya las han pensado, quisiera creer que existe algún borrador con los detalles de lo anunciado. Si es así, ¿no podremos interiorizarnos?

Un detalle no menor, en general pasado por alto: necesitamos conocer el camino crítico del acople en el tiempo entre lo que hoy existe y aquello que nace. En este tipo de reformas, las cláusulas transitorias y los decretos reglamentarios de las nuevas leyes son, tal vez, más importantes que los principios mismos de las leyes, en general vagos, genéricos y aspiracionales.

Por último, resultaría un importante acto de madurez política recibir la garantía de parte de las autoridades del gobierno de CABA de que esta iniciativa no aumentará aún más la presión fiscal de los porteños.

Como se puede apreciar, lo anunciado días atrás no debería ser interpretado como la etapa final de un proceso de pensamiento político interno, sino el inicio de una conversación pública informada y transparente. ¡Conversemos!

Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2017/12/01/es-necesaria-una-nueva-universidad/

Imagen: http://2.bp.blogspot.com/_cH2cN_TIMY0/TOcbGOrJEAI/AAAAAAAAAaI/FzFhWpm9JIo/s1600/images.jpg

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