Page 1 of 17
1 2 3 17

Un mundo que ha perdido el corazón

Siguiendo el curso actual del mundo, tanto a nivel internacional como a nivel nacional, notamos un verdadero tsunami de odio, de mentiras, de exclusiones, de verdaderos genocidios y exterminios en masa, como en la Franja de Gaza, que nos deja perplejos. ¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana? No hay límites para el mal. Él puede llegar hasta al auto-exterminio de los seres humanos.

Pensando en nuestro país, las muertes, los asesinatos de jóvenes negros en las comunidades periféricas, los niños víctimas de balas perdidas, ya sean de la policía (que mata) o de facciones criminales, los feminicidios diarios y los centenares de violaciones de niñas y de mujeres, el descuartizamiento de  secuestrados, dejan a toda una ciudad como Río de Janeiro continuamente bajo el miedo y las amenazas. Está perdiendo todo su glamour. Así sucede en casi todas las grandes ciudades de nuestro país, considerado por Sérgio Buarque de Holanda como “cordial” (Raízes do Brasil,1936). Sin embargo, la mayoría de los intérpretes no leyó la nota del término “cordial” que figura a pie de página, donde él observa: “la enemistad puede ser tan cordial como la amistad, ya que una y otra nacen del corazón” (n.6). Por tanto, el brasilero está mostrando, especialmente bajo el gobierno del Inelegible, la enemistad entre amigos y en las familias, la banalidad de la palabrota, de las malas costumbres y de la mentira: siendo todo “cordial” por nacer de un corazón “cordial” (perverso).

A nivel internacional el escenario se revela aún más atroz. Con el apoyo  incondicional y cómplice de USA y vergonzoso de la Comunidad Europea que ha traicionado su legado de los derechos del ciudadano, de la democracia y otros valores civilizatorios, se están perpetrando verdaderos crímenes de guerra contra 40 mil civiles e innegables genocidios de cerca de 13800 niños inocentes en la Franja de Gaza, todos asesinados por el gobierno de extrema derecha de Netanhyau. Se trata de una represalia totalmente desproporcionada a otro crimen, no menos horrendo, por parte de Hamas. Netanyahu permite tales genocidios porque no tiene corazón, no se pone en el lugar de las madres y de las víctimas inocentes. No le importa que para matar a un líder de Hezbollah tenga que matar, en un bombardeo, a decenas de otras personas. El odio lo ha vuelto cruel y sin piedad. Crímenes semejantes están ocurrendo en la guerra de Rusia contra Ucrania con miles de víctimas, con la destrucción de una antigua cultura-hermana y con incontables víctimas inocentes. Paro aquí este viacrucis de horrores que tiene más estaciones que el del Hijo de Dios cargando con su cruz.

La pregunta es ¿cómo es posible que ocurra esto a la luz del día sin que haya una autoridad reconocida que pueda parar ese exterminio de gente y de ciudades enteras? ¿Cuál es la raíz subyacente a esta iniquidad? La historia ha conocido exterminios en el pasado, hechos incluso en nombre de Dios como en el terrible libro de los Jueces de la Biblia judeocristiana y en tantas guerras de antaño. Pero nosotros las hemos superado en crueldad a todos los niveles. Israel ha matado a más de 207 funcionarios de la ONU, ha bombardeado hospitales, escuelas, universidades, mezquitas y ha destruido más del 80% de Gaza. Hoy corremos serio peligro de una guerra total entre las potencias militaristas en disputa por la hegemonía del mundo, lo que haría realidad el principio de nuestra autodestrucción.

Sostengo la interpretación de que todo esto se ha vuelto posible porque hemos perdido el corazón, el esprit de finesse (de Pascal) y la dimensión del anima (la sensibilidad de C.G.Jung). La cultura moderna se ha construido sobre la voluntad de poder como dominación, usando la razón desgarrada del corazón y de la conciencia, traducida en tecno-ciencia para nuestro bien y más para fines bélicos. Como señalaba el Papa Francisco en la Laudato Sì: “el ser humano no fue educado para el recto uso del poder… porque no estuvo acompañado de un desarrollo en responsabilidad, valores, y conciencia” (n.105). La razón estableció su despotismo en forma de racionalismo, rebajando otras formas de conocer y de sentir la realidad. Así el sentimiento (pathos) fue reprimido bajo el falso presupuesto de que dificultaría la objetividad del análisis. Hoy es evidente que la objetividad absoluta no existe. El sujeto investiga con sus presupuestos y con sus intereses, de forma que sujeto-objeto están siempre imbricados.

El hecho es que la dimensión del corazón y de la cordialidad ha sido reprimida. 900073964710 Exceptuando el cerebro reptiliano que es el más antiguo, el cerebro límbico constituye nuestra real base fundamental. Él surgió con los paleo-mamíferos hace unos 150-200 millones de años y nosotros los mamíferos superiores hace 40-50 millones de años, con los cuales tenemos el condominio. Somos mamíferos racionales, por lo tanto seres de sentimiento. El cerebro límbico es la sede de nuestras emociones, sean de odio, de ira y otras negatividades, pero principalmente en él se alberga el mundo de las excelencias, del amor, de la amistad, de la empatía, de los valores, de la ética y de la espiritualidad. El cerebro neocortical irrumpió con el ser humano hace 7-8 millones de años y culminó hace casi 100 mil años con el surgimiento del homo sapiens del cual somos herederos. Es el mundo de la razón, de los conceptos, del lenguaje, de la ordenación lógica de las cosas.

Por tanto él apareció tardiamente, pero con su desarrollo fundó el reino de la razón. No hay que olvidar que es un único cerebro que envuelve estas tres dimensiones siempre relacionadas (en la versión del cerebro triúnico de MacLean: reptiliano, límbico, neocortex). La concentración excesiva en la racionalidad con la cual dominamos el mundo, la mujer (patriarcado) y la naturaleza a costa del sentimiento, causó los desaciertos socio-históricos, cuyas consecuencias nefastas estamos cosechando. Es urgente unir el cerebro neocortical (razón/logos) con el límbico (corazón/phatos), el corazón enriqueciendo los proyectos racionales con humanidad y sensibilidad; e inversamente invertir razón, es decir, conferir dirección y justa medida al mundo de los sentimientos y del corazón. Sólo así encontraremos el equilibrio necesario. Por haber ahogado el sentimiento de mutua pertenencia, de que todos sin excepción somos humanosnos transformamos en crueles genocidas (frente a nuestra especie) y ecocidas (frente a la natureza). Hemos esclavizado, sometido y discriminado a nuestros hermanos y hermanas.

Por no haber recuperado la dimensión del corazón, del espíritu de finura (Pascal), ni la sensibilidad esencial (anima), ha entrado en quiebra el humanismo occidental, liberal-capitalista. El llamado “orden basado en reglas” (que cambian siempre según las conveniencias de los poderosos) ha demostrado ser una falacia.

Como advirtió una alta funcionaria de organismos de la ONU, Chelsea Ngnoc Minh Nguyen: “La violencia y la brutalidad de los últimos años deben impulsarnos a todos –sea en el Sur o en el Norte, en el Oriente o en Occidente– a realizar una introspección honesta y profunda sobre el tipo de mundo en el que queremos vivir” (IHU 4/10/24). No veo otra alternativa, además de que debemos cambiar nuestro paradigma civilizatorio (de dominus al frater), que fundar un nuevo humanismo, enraizado en nuestra propia naturaleza. En ella encontramos las constantes antropológicas, intrínsecas a nuestra  humanidad: el amor incondicional, el cuidado esencial, la cooperación, la empatía, la compasión, el reconocimiento del otro como nuestro semejante, el respeto a la naturaleza y a la Tierra que nos dan todo, la fascinación ante lo bello y lo bueno y la reverencia ante el Misterio. Tales valores serían el fundamento de otro mundo posible y necesario. En caso contrario, vamos al encuentro de lo inimaginable.

Fuente de la información:  https://leonardoboff.org

Comparte este contenido:

Urgencia del cuidado y de la autocontención

Urgencia del cuidado y de la autocontención

Me alineo con los científicos descritos por la periodista de asuntos ecológico-científicos, Elizabeth Kolbert, en sus dos libros famosos La sexta extinción Bajo un cielo blanco: cómo los humanos estamos creando la naturaleza del future (Planeta 2021). Aunque alimenta alguna esperanza, Kolbert delinea cómo sería el cielo después de una Guerra nuclear devastadora: blanco, impidiendo el paso de los rayos del sol, de los cuales depende casi todo en la Tierra.

Es un hecho experimental, aunque haya un gran número de negacionistas, particularmente entre los CEOs de los grandes oligopolios que niegan el estado degradado de la Tierra, que ahora posiblemente se ha iniciado una nueva era: el piroceno.

 

La cultura del consumo de las porciones opulentas, ego-centradas y desalmadas requiere ya más de una Tierra y media (1,7) para atender su voracidad. La Sobrecarga de la Tierra de este año fue constatada el día 22 de julio. Eso significa que sus bienes y servicios renovables, indispensables para nuestra supervivencia se han agotado. Se han encendido todas las alarmas.

Así y todo, la siguen violentando, arrancándole lo que no les puede dar. Como es un Superente vivo que funciona sistémicamente, la Tierra reacciona mandando eventos extremos, como grandes sequías por un lado y nevadas enormes por el otro, disminuyendo el volumen de las aguas, aumentando los desiertos, destruyendo con huracanes regiones enteras, sacrificando la biodiversidad, enviando más virus y otras enfermedades. El aumento de la temperatura de 1,5 grados C, esperado para el año 2030, está anticipándose a los próximos 3-5 años.

Es comprensible que muchos climatólogos se muestren escépticos e incluso fatalistas al darse cuenta de que la ciencia y la técnica llegan atrasadas. No tenemos mucho que hacer sino prevenir las catástrofes y aminorar sus efectos dañinos. La Tierra está cambiando, día a día, de forma irreversible, buscando un nuevo equilibrio, cuyo centro de gravedad no conocemos.

Supongamos que climáticamente se estabilice en 38-40 grados C. Quien pueda adaptarse a esta temperatura sobrevivirá, pero muchas personas, niños y ancianos principalmente, así como innumerables organismos vivos no tendrán tiempo suficiente para adaptarse y estarán condenados a desaparecer, después de millones de años de vida sobre este planeta.

Las advertencias de los sabios son serias. La Carta de la Tierra(documento asumido por la ONU) o las dos encíclicas del Papa Francisco: Cómo cuidar de la Casa Común y la otra Todos hermanos y hermanas denuncian perentoriamente la alarma ecológica. La Carta de la Tierra advierte: «La humanidad debe elegir su futuro… o formar una alianza global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida». El Papa es más severo: «Estamos todos en el mismo barco; o nos salvamos todos o no se salva nadie».

La gran mayoría no piensa en estas cosas, pues encuentra insoportable tratar con los límites y eventualmente con el desastre colectivo, posible aún en nuestra generación. Alienados, acabarán engrosando el cortejo de los que van en dirección a la fosa común.

Nos queda un rayo de esperanza,suscitada siempre por el sabio de 103 años, Edgar Morin: «La historia ha mostrado varias veces que el surgimiento de lo inesperado y la aparición de lo improbable son plausibles y pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos». Creemos que ambos –lo inesperado y lo plausible– sean posibles. Sería nuestra salvación.

Entre tanto, tenemos que hacer nuestra parte. Si queremos garantizar el futuro común de la Tierra y de la humanidad se imponen dos virtudes: la autocontención y la justa medida, ambas expresiones de la cultura del cuidado.

¿Pero cómo postular esas virtudes si todo el sistema está montado sobre su negación?

Esta vez, sin embargo, no tenemos elección: o cambiamos y nos pautamos por el cuidado, autolimitándonos en nuestra voracidad y viviendo la justa medida en todas las cosas o enfrentaremos una tragedia colectiva.

  • El cuidado nos lleva a establecer un lazo de afecto con todos los seres para que continúen entre nosotros.
  • La autolimitación es un sacrificio necesario que salvaguarda el Planeta, tutela intereses colectivos y funda una cultura de sencillez voluntaria. No se trata de no consumir, sino de consumir de forma responsable y solidaria para que, si hay tiempo, los que vienen después de nosotros puedan heredar una Tierra habitable y fecunda. Ellos también tienen derecho a la Tierra y a una vida de calidad.

*Leonardo Boff ha escrito La justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023; Habitar la Tierra,Vozes 2021.

Traducción de María José Gavito Milano

 

Fuente: https://www.atrio.org/2023/08/urgencia-del-cuidado-y-de-la-autocontencion/

Comparte este contenido:

El consumismo pone en peligro la vida en la Tierra

Por: Leonardo Boff

Al considerar la historia humana constatamos que el hambre fue durante siglos un problema permanente.  Porque, a diferencia de los animales, no tenemos ningún órgano especializado que garantice nuestra  subsistencia, desde el principio surgió la urgencia de buscar lo necesario para saciar el hambre, ya fuera sacando el alimento directamente de la naturaleza o  conquistándolo mediante el trabajo.

El gran cambio se dio hace unos 10 mil años con la introducción de la agricultura de irrigación. A lo largo de los grandes ríos de Oriente Medio, de Egipto, de la India y de China se empezó a usar la irrigación para obtener más productos al tiempo que se domesticaban animales como la gallina, el cerdo, la oveja y la cabra. Se produjeron los excedentes, que eliminaban el hambre.

Simultáneamente, hay que decir, surgió la guerra, pues los ejércitos llevaban comida suficiente para enfrentarse al enemigo, como por ejemplo entre los imperios mesopotámicos y   Egipto, las potencias políticas de la época.

Todo cambió con la llegada de la era  industrial desde los siglos XVII y XVIII hasta  nuestros días. Comenzó la producción en masa con la posibilidad de atender las demandas humanas. Pero ocurre que ese desarrollo técnico-científico se realizó en el marco del capitalismo. En él se estableció  desde su inicio la división entre el propietario, dueño de tierras y medios de producción, y el trabajador, que solo poseía la fuerza de su trabajo. Esa división se fue exacerbando a lo largo del tiempo hasta el punto de que en la actualidad los dueños  de las riquezas naturales y  tecnológicas controlan el sistema económico globalizado con inmensa desventaja para los asalariados, dejando a millones y millones de personas sin acceso a los bienes fundamentales de la vida.

Esta situación se agravó  con la que fue llamada la “Gran Transformación”, con la cual una economía de mercado se transformó en una sociedad sólo de mercado. Todo se volvió  mercancía,  desde los órganos humanos, los saberes, la verdad,  las noticias etc.

La lógica capitalista es obtener lucro con todo, mediante la explotación ilimitada de los bienes y servicios de la naturaleza, a través de una feroz competición  entre todos los mercado, supuestamente libre, y una acumulación individual o corporativa que compite con el estado en la gestión de la cosa pública.

La producción procura obviamente atender demandas humanas de alimentación y  subsistencia, siempre que tal proceso sea lucrativo. La propia producción es llevada al mercado y consigue su precio en el juego de la competencia, sin cuidar los recursos naturales y la contaminación del medio ambiente (considerada una externalidad a ser resuelta por el  estado). Como se trata de generar riqueza ilimitada se empezaron a fabricar productos no necesarios para la vida, pero importantes para hacer dinero.

Así, junto con el consumo necesario, surgió el consumismo. El consumismo se caracteriza por la adquisición de bienes y servicios superfluos, no necesarios para la vida, con el objetivo de obtener ganancia económica.  Gran parte de la producción se destina a la producción de tales superfluos generando el consumismo, principalmente de las clases ricas, pero también de la propia sociedad. Para estimularlo se usa la propaganda,  imágenes que hablan, cuadros seductores, músicas, youtubes, filmes orientados para llevar a la personas a consumir tal y tal producto. No interesan los ciudadanos ni su nivel de conciencia, y menos aún  sus problemas existenciales. Interesa que sean consumidores.

El hecho es que se ha creado la cultura del capital. Gran parte de los productos (tv, automóviles, electrodomésticos, ropa, tenis e infinitas otras cosas) caen bajo la obsolescencia, están hechos para durar un tiempo limitado, obligando al consumidor a sustituirlos, comprar y consumir.

Prácticamente somos todos rehenes de la cultura del capital, obligándonos a cambiar los productos cada cierto tiempo porque se han vuelto obsoletos, como un computador, o por la absolescencia general. Sabemos de la  fuerza intrínseca de una cultura que nos entra por todos los poros y naturaliza el estilo de vida.

Qué difícil y largo es el proceso de superarla por otra. Es la cultura consumista,  que continuamente renueva y prolonga la  perpetuación del capitalismo.

Entre tanto, en los últimos años nos hemos confrontado con los límites de la Tierra. Un planeta limitado no tolera un consumismo ilimitado. Ahora ya necesitamos más de una Tierra para atender el consumo de 8 mil millones de personas y el consumismo de fasto y de lujo de las clases opulentas.

Démonos cuenta del llamado Día de la Sobrecarga de la Tierra (en inglés The Earth Overshoot Day). Cada año los organismos que estudian la sostenibilidad del planeta, nos ofrecen esos datos. La fecha identificada este año de 2023 fue el día 2 de agosto. Esto significa que en este día los bienes y servicios naturales, esenciales y renovables para nuestra existencia han visto el fondo del pozo. Lógicamente, los árboles, el aire, los suelos y las aguas están ahí. Pero todos ellos están cada vez más menguados, contaminados e insostenibles.

La Tierra, un Superente sistémico y vivo, al no darnos lo que le exigimos, responde con más calentamiento, con más eventos extremos, con más destrucción  de la biodiversidad y más virus dañinos e incluso letales.

Toda la relación  se define en la articulación entre biocapacidad y  huella ecológica. La biocapacidad es la  capacidad de la naturaleza de tener resiliencia y autoregenerarse.  La huella ecológica nos indica cuánto de biocapacidad aguanta aquella región o país. Cuanto más compleja es la región, con ciudades, población e industrias tantos más recursos naturales demanda.

En este momento,  es tan grave el aumento del calentamiento global como la rápida Sobrecarga de la Tierra. Nuestro  estilo de vida está agotando la reserva de bienes y servicios necesarios para la vida; urge mudar nuestro estilo de consumo para que sea sobrio, solidario e autolimitado. XI Jinping propuso para toda China el ideal de una “sociedad suficientemente abastecida”.

Debemos aprender a vivir con lo suficiente y decente, disminuir el consumo de energía y buscar medios de transporte alternativos y menos contaminantes.

Si no logramos este acuerdo entre todos, nuestra existencia en este planeta será miserable y puede que imposible.

*Leonardo Boff ha escrito: Sostenibilidad: qué es y qué no es, Vozes 2012.

Fuente de la información e imagen:  https://leonardoboff.org

Comparte este contenido:

Mundo: Una escalada en la guerra Rusia-Ucrania puede poner en peligro la vida sobre la Tierra

Una escalada en la guerra Rusia-Ucrania puede poner en peligro la vida sobre la Tierra

Leonardo Boff

Se oye hablar cada vez más de una escalada en la guerra entre Rusia y Ucrania, provocada por el propio Putin al admitir, eventualmente, el uso de armas nucleares tácticas. No destruyen mucho pero la radioactividad emitida podrá volver la región inhabitable durante muchos años. La razón básica es que Rusia no puede perder la guerra.

Esta situación se agravó cuando la OTAN, por presión de Estados Unidos, extendió su acción ofensiva del Atlántico al Pacífico con la adhesión de Japón, de Corea del Sur, de Australia y de Nueva Zelanda. La OTAN se sometió vergonzosamente a la voluntad imperial de los USA. Parece que no aprendió nada de las dos guerras del siglo XX en Europa que causaron 100 millones de víctimas.

Hoy se sabe que detrás de la guerra que sucede en Ucrania está el enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia/China para ver quien se hace con el dominio geopolítico del mundo. Hasta ahora existía un mundo unipolar con total predominio de los Estados Unidos.

Nuestro maestro en geopolítica Luiz Alberto Moniz Bandeira (1935-2017) en su minucioso libro El desorden mundial:el espectro de la dominación total (Civilização Brasileira,RJ 2016), señaló claramente los tres mantras fundamentales del Pentágono y de la política exterior norteamericana: (1) un mundo-un imperio (USA); (2) full spectrum dominance: dominar todo el espectro de la realidad, en la tierra, en el mar y en el aire con cerca de 800 bases militares repartidas por todo el mundo; (3) desestabilizar todos los gobiernos de los países que resisten o se oponen a esta estrategia imperial, como ocurrió en Honduras, en Bolivia y en Brasil con el golpe contra Dilma Rousseff en 2016 y posteriormente con la injusta prisión de Lula.

Los USA no desisten de su propósito de ser la única potencia mundial. Pero ocurre que el imperio norteamericano está a la deriva por más que apele todavía a su excepcionalidad y al “destino manifiesto”, según el cual Estados Unidos sería el nuevo pueblo de Dios que llevará a las naciones la democracia, la libertad y los derechos (entendidos siempre dentro del código capitalista).

Sin embargo, Rusia se ha armado con potentes armas nucleares, con misiles inatacables, y disputa formar parte del liderazgo en el proceso de globalización. China ha irrumpido con proyectos nuevos como la ruta de la seda y como una potencia económica que ya ha superado a la norteamericana. Paralelamente, ha surgido el Sur Global, un grupo de países BRICS en el que Brasil participa. En otras palabras, ya no existe un mundo unipolar, sino un mundo multipolar.

Este hecho exaspera la arrogancia de los supremacistas neocons que afirman que es necesario continuar la guerra en Ucrania para sangrar y eventualmente arrasar a Rusia y neutralizar a China para enfrentarse a ella en una fase posterior. De esta forma se volvería al mundo unipolar.

He aquí los elementos que podrían conducir a una tercera guerra mundial, que será terminal. El Papa Francisco con su clara intuición ha dicho repetidas veces que ya estamos en una “tercera guerra mundial por partes”. Por eso insiste en tono casi desesperado (aunque personalmente esperanzado) que “todos estamos en el mismo barco; o nos salvamos todos o no se salvará nadie” (Fratelli tutti n.32). Es la razón que se ha vuelto irracional y enloquecida. Y António Guterres, Secretario General de la ONU, ha repetido a menudo: “la única alternativa es la cooperación entre todos o el suicidio colectivo”.

¿Por qué el Occidente europeo optó por la voluntad de poder y no por la voluntad de vivir de los pacifistas como Albert Schweitzer, Leon Tolstói, Mahatma Gandhi, Luther King Jr y Don Helder Câmara? ¿Por qué Europa que ha producido una gran cultura y muchos genios, santos y santas, ha escogido este camino que puede devastar todo el planeta y hacerlo inhabitable? ¿Por qué ha dejado irrumpir, sin control, el más peligroso de los arquetipos, según C.G.Jung, el del poder, capaz de autodestruirnos? Es un misterio de la historia humana a ser descifrado.

En Dios vivo y fuente de vida ponemos nuestra última esperanza. Esto sobrepasa los límites de la ciencia y de la razón instrumental-analítica. Es el salto de la fe que es también una virtualidad presente en el proceso global cosmogénico. La alternativa a esta esperanza son las tinieblas. Pero la luz tiene más derecho que las tinieblas. En esa luz creemos y esperamos.

*Leonardo Boff ha escrito En busca de la justa medida: el pescador ambicioso y el pez encantado,Vozes 2022 y Habitar la Tierra:¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2021.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

Fuente de la Información: https://leonardoboff.org/2023/03/17/una-escalada-en-la-guerra-rusia-ucrania-puede-poner-en-peligro-la-vida-sobre-la-tierra/

Comparte este contenido:

Lo nuevo normal climático es amenazador

Por: LEONARDO BOFF

No es que estemos yendo al encuentro del calentamiento global y del cambio climático. Es que estamos ya dentro. Rompimos la soportabilidad de la Tierra (planetary boundaries) que podrá llevar el sistema-vida al colapso. Hemos pasado el punto crítico y estamos en un camino sin retorno. El planeta Tierra está siendo superexplotado por la voracidad industrialista, que beneficia a una pequeña parte de la humanidad, ha excluido de la mesa de la comensalidad a las grandes mayorías y nos ha llevado a esta situación amenazadora.

Grandes climatólogos y otros científicos, recogidos en el severo libro de Elizabeth Kolbert, Bajo un cielo blanco: la naturaleza del futuro (Crítica 2021) y La sexta extinción: una historia nada natural (Crítica 2016), se han vuelto clima-escépticos y resignados: aún con la ciencia y la tecnología estamos llegando con retraso. No hay cómo evitar la escalada del nuevo régimen climático. Solo podemos disminuir los efectos dañinos, hacer prevención y adaptarnos a él. Las consecuencias generales para la humanidad, de modo especial para los desvalidos, serán infernales.

Lo que se había concertado en 2015 en la COP de París de esforzarnos para para impedir que el calentamiento subiese 1,5 ºC hasta 2030 se ha frustrado. La gran mayoría, dominada por los lobbies de las grandes empresas de extracción de petróleo y de energía, no ha hecho los deberes. En la COP de Egipto en 2023 los tres países que más contaminan, Estados Unidos, India y China, ni siquiera se presentaron.

Ante la crisis energética mundial, han vuelto las tecnologías altamente contaminantes del pasado, como el carbón.

El informe del IPCC de febrero de 2022 advirtió: como se ha hecho muy poco, el calentamiento global subirá 1,5-2 grados ºC hacia 2027. Otros científicos tomando en cuenta la presencia del metano, que es 28 veces más dañino que el CO2, por el deshielo de los cascos polares y del permafrost, sugieren que este aumento de la temperatura nos llegará ya en 2025. De ser verdad, tenemos poco tiempo para prepararnos y para inventar estrategias de adaptación. ¿Cuál es el costo en términos de vidas humanas y de inversiones financieras?

Los eventos extremos que han sucedido recientemente son señal de este cambio de régimen climático. En esta semana de carnaval de 2023, solo en 24 horas han llovido 686 mm en Bertioga y 627 mm en São Sebastião, ciudades marítimas en el norte del estado de São Paulo con consecuencias altamente desastrosas.

Simultáneamente un tifón furioso barrió Indonesia, matando a más de 800 personas. Las calles de agua de Veneza están secas.Recordemos los grandes incendios de 2022 que hubo en California, en toda Europa, inclusive en Siberia, Australia y la Amazonia. Se habla de la nueva era del piroceno (del fuego), como efecto del calentamiento global que ha calentado el suelo y las piedras. Las ramitas y hojas secas se prenden fuego y desencadenan grandes incendios. Si esto se confirma, podremos conocer un armagedón ecológico.

Por eso, nuestro futuro no es halagueño. El climatólogo Carlos Nobre ya advirtió en la COP 26 en Glasgow: “En esta década se decidirá el futuro de la humanidad”. Recordemos a los incrédulos del tiempo de Noé que anunciaba el diluvio y ellos continuaban con sus fiestas y bodas, hasta ser tragados por las aguas. Hoy hay un desconocimiento general de la amenazas que pesan sobre nuestro futuro. La mayoría de los jefes de estado no toman en serio tales cambios. Los CEOs de las grandes corporaciones no quieren ni saber de ello. Y si saben, se dan cuenta de que deberían cambiar sus formas de producción, pero temen perder sus negocios y ser tragados por otros más grandes si lo hicieran. Prefieren caminar despreocupadamente hacia la eventual fosa común en vez de cambiar de sistema. El “Titanic” se puede estar hundiendo, pero no les impide hacer sus negocios rentables. Y van a perecer como los otros al son de la música clásica.

No faltan científicos y sabios que nos advierten, mostrando la conexión entre los desastres en São Paulo y las inundaciones del año pasado en Minas Gerais, Bahía y Pernambuco y el cambio de régimen climático. Quien lo hizo claramente por la televisión es uno de nuestros mejores científicos, Antonio Nobre.

Decimos con razón que la Tierra es nuestra madre, pues nos da todo lo que necesitamos. Pero como todas las madres puede darnos serias lecciones para que aprendamos a tratarla como madre, cosa que no hemos hecho durante siglos. El coronavirus ha sido una de esas señales, hasta ahora mal comprendida, por lo que nuestro mejor científico, Miguel Nicolelis, nos alerta siempre: el virus está ahí y puede conocer variantes peligrosas. Tenemos que estar vigilantes. Pero seguimos como si nada hubiese sucedido, como se nota en el carnaval actual, dando por supuesto de que ya hemos vuelto a la antigua normalidad. Esta es nuestra mayor ilusión, pues el nuevo régimen climático será inexorable. Vendrá con nuevos virus, bacterias y enfermedades. Cobrará muchas vidas y nos forzará a cambiar nuestros modos de vida y de consumo.

Los nuevos gobernantes de las naciones (los nuestros inclusive) deben considerar en sus proyectos este hecho nuevo: la Tierra ya no es la misma. No podemos hacer las mismas cosas que antes. En caso contrario, conoceremos desastre tras desastre y frustraciones en lo que emprendamos.

La Tierra-madre se nos presenta como algo enigmático. En los últimos 570 millones de años ocurrieron 15 grandes extinciones masivas. Dos de ellas eliminaron el 50% de las especies de la Tierra y reorganizaron totalmente los ecosistemas. Muchos científicos (cf. Peter Ward, La evolución del ser humano ha llegado a su fin: extinciones masivas y preservación de la biodiversidad, 1977) aseguran que eso ocurrió por un lento e inexorable cambio climático (p.XVII). ¿No estaremos actualmente en una situación semejante, esta vez por el descuido de poderosos grupos humanos? En su hambre de enriquecimiento han agotado los bienes y servicios naturales, volviéndose así el Satán de la Tierra.

Generalmente eran inmensos asteroides los que producían tales desastres. «Este asteroide -comenta Ward- se llama homo sapiens. Todas las especies evolucionan hasta morir. La extinción es el fin de la evolución» (P.XIX). ¿No será que ha llegado nuestro turno?

Nos comportamos de forma tan depredadora con nuestra Madre Tierra que es posible que ella no nos quiera más aquí. Así las otras especies no se verían amenazadas y seguirían su curso evolutivo. No es imposible que, después de miles de años, surja un ser más evolucionado que pueda soportar el espíritu y construir un modo de vida más amigable con todos los seres y con la Tierra.

De continuar como está, nuestra situación puede llevarnos al encuentro de lo peor. La Tierra seguirá girando alrededor del sol, con todo su esplendor, pero sin nosotros.

*Leonardo Boff ha escrito con Jürgen Moltmann, ¿Hay esperanza para la creación amenazada?, Vozes 2014.

Traducción de MªJosé Gavito Mestá siendilano

Fuente de la información: https://leonardoboff.org

Comparte este contenido:

La crisis de Brasil y del mundo: ¿tragedia o drama?

Leonardo Boff*

En Brasil estamos saliendo finalmente de una profunda crisis que casi destruye los fundamentos no sólo de nuestra democracia sino de nuestra civilización todavía en proceso. Fuimos dominados por una barbarie cuyos actores, en su mayoría, eran verdaderos criminales. Estamos respirando políticamente aires de decencia, de voluntad firme de garantizar la democracia y el Estado de derecho democrático. Que nunca más vuelva a ocurrir la trágica e insólita depredación de los tres palacios sagrados que hacen funcionar a nuestro gobierno.

No mejor y con rasgos de tragedia es la situación general del mundo con la creciente degradación del planeta, el aumento ya incontrolable del calentamiento global, que ha inaugurado un nuevo régimen climático, para peor, hasta el punto de que en la COP sobre el clima celebrada en Egipto en enero de este año el Secretario General de la ONU, António Guterrez, advirtió: “O cerramos un pacto de solidaridad climática o un pacto de suicidio colectivo”. Serias palabras de un hombre serio.

La crisis planetaria. No es solo coyuntural sino estructural, pues destruye nuestro sentido de vivir juntos. Puede ser una tragedia de resultado devastador, como en el teatro griego, o un drama cuyo final sea bienaventurado como en la liturgia cristiana. Depende de nosotros y de nuestra capacidad de decidir si será una cosa o la otra. Pero crece la conciencia de que nos acercamos al momento en que tenemos que decidir, en caso contrario, la crisis dejará de ser drama para volverse tragedia colectiva, como advertía sabiamente el Secretario General de la ONU.

Desde la llegada del existencialismo, especialmente con Sören Kierkegaard, la vida es entendida como un proceso permanente de crisis y de superación de crisis. Ortega y Gasset mostró en un famoso ensayo de 1942 que la historia a causa de sus rupturas y reanudaciones tiene la estructura de crisis. Esta obedece a la lógica siguiente: (1) el orden dominante ya no tiene un sentido evidente; (2) empieza la crítica y la percepción de que se levanta un muro delante de nosotros, por eso reinan la duda y el escepticismo; (3) urge una decisión que crea nuevas certezas en otro sentido; ¿cómo decidir si no se ve claro? Pero sin decisión no habrá salida para la crisis; (4) tomada la decisión, aun con riesgos, se abre un nuevo camino y otro espacio para la libertad. Se superó la crisis. Comienza un nuevo orden.

La crisis representa purificación y oportunidad de crecimiento. No es necesario recurrir a los caracteres chinos de crisis para saber el significado de esta. Basta recordar su origen más ancestral en el sánscrito, matriz de nuestra lengua. En sánscrito, crisis viene de kir o kri que significa purificar y limpiar. De kri viene crisol, elemento con el cual limpiamos el oro de la ganga, y acrisolar que quiere decir depurar. Entonces, la crisis representa un proceso crítico, de depuración de lo esencial: sólo lo verdadero y sustancial queda, lo accidental y añadido desaparece. A partir de lo esencial se construye otro orden.

Pero todo proceso de purificación no se hace sin cortes y rupturas. De ahí la necesidad de una decisión. La de-cisión opera una cisión con lo anterior e inaugura lo nuevo. Aquí nos puede ayudar el sentido griego de crisis. En griego krisis, crisis, significa la decisión tomada por un juez o un médico. El juez pesa y sopesa los pros y los contras y el médico conjuga los distintos síntomas; entonces ambos toman una decisión sobre el tipo de sentencia o sobre el tipo de tratamiento para la enfermedad. Ese proceso decisorio se llama crisis. Tomada la decisión, desaparece la crisis. El evangelio de San Juan usa 30 veces la palabra crisis en el sentido de decisión. Jesús comparece como “la crisis del mundo”, pues obliga a las personas a decidirse.

En Brasil posponemos siempre las crisis que nos obligarían a dar un salto cualitativo frente a las profundas injusticias sociales con los pobres, la población negra, los quilombolas, los indígenas, de los cuales hace días testimoniamos tristemente el verdadero genocidio del pueblo yanomami.

Siempre se hacen conciliaciones con el pretexto de la gobernabilidad y así se preservan los privilegios de las élites. La crisis del capitalismo es conocida. Es un sistema perverso que consiguió tomar todo el planeta con su industrialismo y el sueño ilusorio de un crecimiento ilimitado. Él, no simplemente la humanidad, es el factor principal de la crisis del sistema-vida y del sistema-Tierra. Sus grandes corporaciones con sus CEOs y técnicos están más preocupadas en asegurar sus ganancias que en tomar medidas para equilibrar la emisión de gases de efecto invernadero y librar al planeta de una tragedia anunciada.

Es un sistema tan engrasado que funciona por sí mismo como un robot, poniendo en peligro el equilibrio del planeta que debe garantizar el sostenimiento de nuestras vidas. O superamos este sistema de un industrialismo voraz o él volverá el planeta inhabitable para ellos y para todos.

Bien dijo Platón en medio de las crisis de la cultura griega: “las cosas grandes solo suceden en torbellino”. Con la de-cisión, el torbellino y la crisis desaparecen y nace una nueva esperanza. ¿Podemos esperar eso para nuestra generación sometida a tantas amenazas?

El esperanzar de Paulo Freire nos puede inspirar: no solo esperar que las cosas sucedan para el bien por sí mismas, sino crear las condiciones objetivas para que la esperanza se transforme en un nuevo orden, en el cual, en palabras del Maestro ”la sociedad no sea tan malvada y no sea tan difícil el amor”.

*Leonardo Boff es filósofo y ecoteólogo y ha escrito: En busca de la justa medida: el pescador ambicioso y el pez encantado,Vozes 2022.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

Fuente de la Información: https://leonardoboff.org/2023/01/28/la-crisis-de-brasil-y-del-mundo-tragedia-o-drama/

Comparte este contenido:

Brasil: ¿Vamos al encuentro de nuestra propia destrucción?

¿Vamos al encuentro de nuestra propia destrucción?

Leonardo Boff

La historia del ser humano en la Tierra se resume en gran parte en un permanente conflicto contra el ambiente. Este proceso ha ido tan lejos que el ser humano ha llevado adelante una verdadera guerra contra la Tierra en todos sus frentes: en el suelo, en el subsuelo, en el aire y en el mar, siempre con la perspectiva de saquear y extraer más y más beneficios. En círculos científicos se dice que la acción humana sobre la tierra como un todo ha fundado una nueva era geológica: el antropoceno, que significa que los daños a la naturaleza no vienen de afuera, sino de la propia acción del ser humano, pensada y orquestada en su afán de extraer más y más beneficios para su vida. Tal hecho ha tenido como consecuencia el desequilibrio del planeta, que ha reaccionado enviándonos más calor, eventos extremos como inundaciones, huracanes y sequías, además de una gama creciente de virus, muchos de ellos letales, como el coronavirus.


       El hecho es que hemos perdido la perspectiva del Todo. Nos hemos quedado únicamente con la parte. Ha ocurrido una verdadera fragmentación y atomización de la realidad y de los respectivos saberes. Se sabe cada vez más sobre cada vez menos. Tal hecho tienen sus ventajas pero también sus límites. Las ventajas, especialmente en la medicina que ha conseguido identificar los diferentes tipos de enfermedades y cómo tratarlas. Pero hay que recordar que la realidad no está fragmentada. Por eso los saberes sobre ella tampoco pueden estar fragmentados.       

       Dicho figurativamente: la atención se ha concentrado en los árboles, considerados en sí mismos, perdiendo la visión global del bosque. Peor aún, se ha dejado de considerar las relaciones de interdependencia que todas las cosas guardan entre sí. Ellas no están lanzadas ahí al azar, una al lado de la otra, sin las necesarias conexiones entre ellas que les permiten solidariamente vivir, autoayudarse y juntas coevolucionar,

       Veamos los árboles: ellos tienen un lenguaje propio, distinto del nuestro, fundado en la emisión de sonidos. Los árboles hablan mediante olores que emiten y produciendo toxinas que envían a los otros árboles. Entre los iguales se establecen una relación de reciprocidad y colaboración. Con árboles distintos se entablan verdaderas batallas químicas en el afán de cada uno tener más acceso a la luz del sol o a nutrientes del suelo. Pero se hace siempre sin exceso, en una medida justa, de tal forma que el conjunto de árboles forman un rico y diverso bosque o selva.

       En el caso humano, hemos perdido este equilibrio y la justa medida: se ha erosionado aquella corriente que relaciona a todos con todos, llamada Matriz Relacional. No hemos tenido en cuenta la amplia red de relaciones e interconexiones que envuelven al propio universo y a todos los seres existentes. No existe nada fuera de la relación. Todo está relacionado con todo en todas las circunstancias. Esa es la realidad de todas las cosas existentes en el universo y en la Tierra, desde las galaxias más distantes a nuestra Luna, y hasta las hierbas silvestres. Ellas tienen su lugar y su función en el Todo. En una elegante formulación del Papa Francisco en su encíclica Laudato si: sobre el cuidado de la Casa Común (2015) se afirma: «Todo está relacionado y todos nosotros, los seres humanos caminamos juntos como hermanos y hermanas, en una maravillosa peregrinación que nos une con tierno cariño al hermano Sol, a la hermana Luna, al hermano río y a la hermana y Madre Tierra… el sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión no existen sino en dependencia unos de otros, para complementarse y servirse mutuamente» (n.92; 86).

       Si realmente todos estamos entrelazados, entonces debemos concluir que el modo de producción capitalista, individualista, que busca el mayor lucro posible a costa de la explotación de la fuerza de trabajo y de la inteligencia humana y especialmente de las riquezas naturales, sin darse cuenta de las relaciones existentes entre todas las realidades, contaminando el aire y envenenando los suelos con pesticidas, va a contracorriente de la lógica de la naturaleza y del propio universo que ligan y religan todo con todo, constituyendo el esplendoroso gran Todo.

       La Tierra nos creó un lugar amigable para vivir pero nosotros no nos estamos mostrando amigables con ella. Por el contrario, la agredimos sin parar hasta el punto de que ella no aguanta más y comienza a reaccionar como si fuera un contraataque. Este es el significado mayor de la irrupción de toda una gama de virus, especialmente del Covid-19. De cuidadores de la naturaleza (Génesis 2,15) nos hemos vuelto su Satán amenazador.

       Hasta la llegada de la modernidad entre los siglos XVII-XVIII, la humanidad se entendía normalmente como parte de la Madre Tierra y de un cosmos viviente y lleno de propósito. Se percibía ligada al Todo. Ahora la Madre Tierra ha sido transformada en un almacén de recursos y en un baúl lleno de bienes naturales a ser explotados.

       En esta comprensión que ha acabado por imponerse, las cosas y los seres humanos están desconectados entre sí, siguiendo cada cual un curso individual. La ausencia del sentimiento de pertenencia a un Todo mayor, el no hacer caso al tejido de relaciones que liga a todos los seres nos ha vuelto desenraizados y sumergidos en una profunda soledad. Estamos poseídos por el sentimiento de que estamos solos en el universo y perdidos, cosa que la visión integradora del mundo, que existía anteriormente, lo impedía. Hoy nos damos cuenta de que debemos establecer un lazo de afectividad con la naturaleza y con sus diversos seres vivos e inertes, pues tenemos el mismo código genético de base, por lo tanto somos hermanos y hermanas (árboles, animales, pero también las montañas, lagos y ríos). Si no ponemos corazón en nuestra relación –de ahí la razón cordial– difícilmente salvaremos la diversidad de la vida y la propia vitalidad de la Madre Tierra.

       ¿Por qué hemos hecho esta inversión de rumbo? No hay una única causa, sino un conjunto de ellas. Pero la más importante y perjudicial ha sido haber abandonado la llamada Matriz Relacional, es decir, la percepción del tejido de relaciones que entrelazan a todos los seres. Ella nos daba la sensación de ser parte de un Todo mayor, de que estábamos incluidos en la naturaleza como parte de ella y no simplemente como sus usuarios y con intereses meramente utilitaristas. Perdimos la capacidad de encantamiento por la grandeza de la creación, de reverencia ante el cielo estrellado y de respeto por todo tipo de vida.

       Si no cambiamos, podrá realizarse lo que el Papa Francisco advirtió en la encíclica Fratelli tutti: «estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o nadie se salva» (n.32). No estamos llamados a ser los agentes de nuestra propia destrucción sino a ser la mejor floración del proceso cosmogénico.

 

*Leonardo Boff ha escrito con el cosmólogo Mark Hathaway, El Tao de la liberación: explorando la ecología de transformación, Vozes 2010/ Orbis Books, Nueva York 2010, prefacio de F. Capra.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

Fuente de la Información: https://www.atrio.org/2022/12/vamos-al-encuentro-de-nuestra-propia-destruccion/

 

 

Comparte este contenido:
Page 1 of 17
1 2 3 17