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Primero el pavimento

Por: Manuel Gil Antón

La maestra pregunta: “¿no hubiera sido mejor primero el nuevo modelo educativo y después la evaluación docente?”. El funcionario responde: “¡No estamos en Finlandia! Acá primero se pavimenta y después se mete el drenaje”. Impecable. El cartón de @patriciomonero, del que tomo este diálogo, acierta con la precisión que suelen tener los trazos inteligentes en el pequeño espacio para una ilustración. Implacable crítica, certera analogía y genial  fisonomía de los personajes.
modelo_educativoToca ahora a los que saben de pedagogía y desarrollo curricular, a los que han estudiado durante años la experiencia educativa y, sobre todo, a quienes la viven todos los días —las y los maestros— ponderar la coherencia, virtudes y defectos de los documentos que la SEP dio a conocer como propuesta del nuevo modelo educativo para México. Habrá que estar atentos.

En tanto transcurre la consulta, no está por demás señalar que, precisa y paradójicamente, en el momento de enunciar la iniciativa y llamar a la organización de foros para su discusión, la autoridad aportó el argumento más claro que desnuda la ausencia de guía educativa en la reforma que defendió como tal durante años. ¿Cuál fue el parámetro para examinar, calificar y clasificar a los docentes en distintos niveles, si el modelo previo, como dijo el secretario Nuño, ya no es adecuado para nuestros tiempos? ¿Cómo se valoró la planeación argumentada de una sesión de clase, si el proceder pedagógico mismo está siendo revisado al estimarlo inútil en la actualidad? Al parecer, no sólo se pavimentó antes de colocar los ductos subterráneos, sino que el trazo mismo de la vialidad, su orientación, se determinó sin un proyecto que le diese sentido.Monospat-1658

Malo si fue así, peor si no: en el primer caso, se trata de una incoherencia en los procedimientos y, como la forma es fondo, el fondo invalida la reforma; pero si el proyecto educativo ya existía y dirigió la pavimentación, entonces la consulta no va en serio. Es apariencia: demagogia con olor a naftalina. Ya veremos.

Sin horizonte educativo o con él, soterrado, los gerentes que mueven a México no tomaron la decisión de deshacer la madeja de beneficios políticos impresentables, acordados entre los gobiernos y los mandamases sindicales. Los mostraría como fueron, han sido y son: cómplices sin más. Montaron la mentira de ser víctimas de poderes fácticos (cuando el gobierno sin ética que padecemos, aunque pida, hipócrita, perdón, es el más poderoso y ruin de ellos), culparon al profesorado y mediante la mascarada de la evaluación, impusieron los ejes centrales de la reforma laboral que el neoliberalismo (como proyecto político, no como adjetivo hueco) requiere: destrozar lo colectivo e individualizar las relaciones de cada persona con su patrón: en este caso, entre la administración escolar y cada profesora y profesor (aislados), pugnando por aprobar “examinaciones” personales para conservar el empleo y, si la suerte está del buen lado, ganarse pesos extra además de una distinción que lo escinde de los otros: “soy destacado o excelente… no como tú, insatisfactorio. Aléjate”.

El barranco entre los procesos de evaluación y la práctica cotidiana es enorme. Avanzar no implica cambiar y mejorar lo que se hace día con día junto con otros, sino el porcentaje de aciertos de cada quien en complicados crucigramas: procesos que ponen a prueba la confluencia con la idea de instrucción de moda, y sus preceptos, que destrozan al hecho educativo nuevo y necesario.

El cambio es administrativo y laboral, sí, pero con fuerte impacto en la educación. La reforma no es educativa pero limita su posibilidad. Esa es, entonces y en el fondo, su orientación y sentido. Tal perversión es la que pavimentaron. Habrá que poner vereda, adoquines o piedra bola educativa para otro lado. Y pronto.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/primero-el-pavimento/

Imagen: http://static.animalpolitico.com/wp-content/uploads/2015/06/Acapulco_Evaluacion_Magisterial-1-1.jpg

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El chasis del camión

Por Manuel Gil Antón

Gilberto Guevara Niebla, invitado por el diario Reforma, publicó el pasado 13 de julio un texto al que tituló: La Reforma y la metáfora. El consejero de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para le Evaluación de la Educación (INEE) se re ere a “la metáfora utilizada varias veces en la que se representa a la educación como una carcacha en condiciones desastrosas”. Se puede revisar esta alegoría en un artículo publicado en EL UNIVERSAL por este escribidor el 31 de agosto de 2013, y también en un video de El Colegio de México del 10 de septiembre del mismo año.

Hace ya casi tres, y contando. A juicio de Guevara la metáfora es útil, “pero la solución que se atribuye al gobierno (proveer al conductor de uniforme nuevo) no es correcta”.

Todo lo contrario, arguye: en lugar de cambiar “sólo el aspecto o la apariencia” de las cosas, le entró “a la obra negra que fue arreglar el chasis que estaba desbaratado y amenazaba con desplomar de forma de nitiva al vehículo” Concibe al chasis como la estructura de poder que ha sostenido al sistema educativo durante muchos años: “la administración de la profesión docente plagada de aberraciones, lagunas normativas, controles débiles y prácticas ilegales.

Sobre este podrido chasis se sustentaba la práctica de compra-ventaherencia-regalo de plazas y nombramientos” a clientes, amigos o cómplices “de líderes sindicales y burócratas”. Entonces, prosigue, se decidió acudir a “procedimientos novedosos de mecánica vehicular”: otorgar plazas y puestos de acuerdo al “mérito de cada profesor”.

Para soldar bien el chasis era necesario conocer “con cierto rigor” el mérito (destrezas, competencias, experiencia) de cada profesor. Por lo tanto, fue indispensable montar un sistema de evaluación, a sabiendas que “evaluar es una tarea sumamente delicada y los métodos que utiliza son, siempre, imperfectos”. Para el ingreso, permanencia, promoción o logro de puestos directivos había que “evaluarse”.

El quid del asunto es si el novedoso proceder es adecuado para resolver los problemas que enuncia. Las aberraciones, lagunas normativas, controles débiles y prácticas ilegales a las que re ere el consejero, ¿no debían ser resueltas mediante la aplicación simple de la ley? Era preciso, para ello, emplear recursos políticos y jurídicos pues el nombre del entuerto es impunidad, resultante de acuerdos entre los gobiernos y las cúpulas sindicales para su bene cio, ajeno a la educación.

Esa estrategia tenía un pequeño problema: dejaba en evidencia que la complicidad delictiva la propició el gobierno. Dejaba a las autoridades desnudas, a plena luz, como compinches.

Qué mejor que encontrar, y construir textualmente, a un chivo expiatorio: el magisterio, gremio ahíto de personas ignorantes e indolentes. Tratados como seres sin voz (no mudos, sí enmudecidos) el gobierno acusó al profesorado de los males educativos, diseñó y pactó lasusodicha reforma educativa, y construyó, entre otras cosas, un instituto autónomo que asume como justa, inevitable y positiva, la evaluación dudosa a mansalva.evaluacion-desempeño-docente2

En lugar de enfrentar el problema de la ilegalidad de los acuerdos impresentables, asumiendo su corresponsabilidad, los actuales gerentes del país decidieron usar a la evaluación como instrumento político. Es como emplear un serrucho para quitar tornillos. Herramienta inadecuada, pero útil para ocultar la arrogancia revestida como cumplimiento de la ley, fundada en lo que dicen los expertos: a confesión de parte, relevo de pruebas.

La alegoría del camión sigue en pie. Usar, y de la peor manera, la evaluación para solucionar problemas políticos, no los resuelve.

Lo que consigue es destrozar su sentido como proceso de aprendizaje y mejoría. Eso es lo que ha fracasado, para desgracia del país en que la reforma educativa urge tanto. No más.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-chasis-del-camion/

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¿Problema o solución?

America del Norte/Mexico/Fuente:http://www.debate.com.mx/

Por:Manuel Gil Antón

“La reforma (educativa) no es el problema, es la solución”. Un conjunto de organizaciones empresariales y de la sociedad civil lo afirman frente a la coyuntura de tensión y conflicto sociales que enfrentamos. El manifiesto, de acuerdo con sus redactores, se basaba en la defensa de la educación de los niños y la evaluación al magisterio con base en el cumplimiento de la ley.

Se pueden usar los mismos términos en sentido contrario: “la reforma es el problema, no la solución”. A mi juicio, en el fondo, así es. ¿Por qué? Varias razones dan sustento a la ubicación de la reforma (ya claramente no educativa, sino de la administración gerencial y centralizada del sistema escolar) como raíz de las dificultades severas que suceden hoy.

1. Las enmiendas a la Constitución, y los mecanismos legales que se derivaron, tienen un vicio de origen: conciben al magisterio como obstáculo, estorbo y causa exclusiva de las fallas educativas. Por tanto, es un insumo a manejar para que llegue la calidad. Cosas, objetos —acusados todos de ignorantes, pendencieros e impresentables—, era preciso, desde arriba, “profesionalizarlos”.

2. Entonces se cometió otro error de gran calado: si hay algo que destroza la posibilidad de la existencia de una profesión, es que no se organice por parte de los que tienen un saber especializado y realizan una labor de relevancia social. Cuando alguien es profesionalizado (sic) por otro, ocurre todo lo contrario: se impide la emergencia de un sector profesional que se haga cargo de regular la calidad de su trabajo. Se consigue la sumisión a reglas ajenas y externas.

3. La reforma se basa en que hay una, y nomás una, solución: evaluar, con consecuencias en la permanencia, a esos que “se dicen” profesores o maestras. Subyace a este proceso de examinación masiva y apresurada un supuesto: al eliminar la estabilidad en el empleo e incluir la inseguridad como un rasgo permanente (pues la precaria condición laboral garantiza esfuerzo constante) se orilló al magisterio a someterse o perder el trabajo. La amenaza amedrenta, sirve para sojuzgar, pero no para poner las bases de un proyecto educativo. El miedo no es el camino para expandir la “cultura” de la evaluación. Reduce la evaluación a mecanismo de control, no de aprendizaje.

4. Por ello, hacer cuentas alegres y suponer que quienes asistían a las evaluaciones aceptaban sus bondades, subestimó la capacidad crítica de los docentes. Es cierto, un sistema de ingreso pautado es mejor que la venta, herencia o condicionamiento político para obtener una plaza, pero de eso no se sigue que se les acepte como herramienta adecuada para hacer mejor el trabajo diario. Tiende a ser un requisito laboral, un muro a saltar, sin ser arado para sembrar la parcela del trabajo en las aulas.

Estas razones son suficientes para entender por qué la reforma es un problema. La ausencia de oficio político complicó las cosas. Se consideró que habría resistencia en ciertos estados, pero que en los demás pasaría como agua en grifo abierto. Falso: Monterrey, Chihuahua, Juárez, Xalapa, Coahuila, por dar cuenta de algunos sitios, han mostrado que el disgusto y el rechazo a la arrogancia son más amplios. La crítica de los expertos en educación, conocedores del magisterio y su diversidad, fue entregada a la SEP en febrero: no ha merecido respuesta.

Sin reformar la reforma no habrá solución al problema que suscitó. Abrir, en el Legislativo, un espacio para ponerla en pausa y discutirla (como debió haberse hecho) es posible y necesario. Si de ello se sigue cambiarla de plano, o ajustarla, será resultado del debate informado. Es preciso.

Fuente: http://www.debate.com.mx/opinion/Problema-o-solucion-20160701-0270.html

Imagen:

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Contingencia Educativa

Por. Manuel Gil Antón

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

 

La cantidad de partículas suspendidas (alumnos con resultados bajos) activó la emergencia en el ámbito educativo. Año tras año los IMECAS pedagógicos superaban cualquier norma. Desde el poder, más allá del Congreso, decidieron transformar al país, no administrarlo. Pactaron acciones de gran calado. Una de estas – dieron en llamarla reforma – se dirigió al campo de la educación.

¿Qué hacer frente a la contingencia? Primero, determinar la causa, después, enmendar el entuerto. Con la seguridad que proviene de la ignorancia y el prejuicio, arribaron a una conclusión simple: tal como en el caso de la contaminación en las ciudades, eligieron un factor: la explicación para el desastre ambiental recayó en los automóviles. En el asunto del aprendizaje fueron acusados las y los profesores.

De manera análoga, ante un problema complejo, se redujo la explicación a un elemento del conjunto. No el más importante, sino sobre el que se podía influir con base en amenazas: el “no circula” para todos los autos, y doble si es preciso. ¿No le parece? Habrá de cumplir so pena de multa y corralón. Complementa la estrategia simplificadora mejorar la evaluación de las emisiones de los coches en los verificentros inmunes a la corrupción.

Frente a la densa capa de smog en el campo de la formación, construyeron con todos sus recursos mediáticos la explicación más apegada al análisis superficial del asunto: por su pésima preparación y falta de profesionalismo, el magisterio – todo y nadie ni nada más – es el productor de la catástrofe. Por ende, lo que se requieren son verificentros: imponer procesos de evaluación, como sea, y solo los que consigan el holograma de satisfactorios y buenos podrán circular todos los días. Los destacados también, pero con vales de “gasolina”. Los que no pasen la evaluación, van directo al taller para que aprendan, mecánicamente, a resolver los exámenes. ¿No le parece? Lástima: habrá de someterse (verbo preferido y lleno de significado del secretario Nuño) a la evaluación; de lo contrario, perderá el empleo. En caso de protestar, despido. Y la clásica forma de impartir justicia: selectiva y sesgada. Apresar maestros por presuntos manejos irregulares en los descuentos de préstamos, cuestión a probar, pero no tocar, ni por asomo, a presuntos delincuentes como el diputado del PANAL, Quezada, quien, con una inversión proveniente de sus honrados ahorros, compró, era una ganga, departamentos de lujo en Miami: 7.4 millones de dólares. Y vade retro satanás: ningún gobernador cómplice, para nada un dirigente del SNTE, tan sospechoso de lo mismo pero aliado al Ogro Educativo, y cuantimenos a mandatarios con casas ilegales, presas, bancos o trapacerías mayores. Cuando la justicia es desigual, si se orienta el poder judicial por instrucciones del ejecutivo, no solo advertimos la falta de división de poderes, sino la ausencia ética más rotunda desde la que una reforma educativa, insisto, carece de legitimidad. A los aliados, complacencia en sus delitos y privilegios. Con los enemigos o adversarios, el uso oportunista de acusaciones y sentencias previas.

Así como el lío ambiental es complejo, pues interviene la calidad de los combustibles, la corrupción, las industrias y otras fuentes de contaminación, derivado de un modelo urbano que privilegió al transporte privado, el problema educativo requiere una mirada a los planes y programas, las condiciones desiguales de las escuelas y alumnos, el desajuste entre formación inicial y práctica cotidiana y otros factores, pero, sobre todo, contar con un proyecto de formación de ciudadanos cultos que oriente, de forma integral, una reforma tan necesaria. No lo hay. No lo necesitan: el nombre del juego es sojuzgar y controlar a partir de la afrenta. Propaganda: los IMECAS en el aprendizaje es lo de menos.

 

 

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Paradojas de la Evaluación

Manuel Gil Antón*

Cuando un medio se convierte en fin, se pone fin a la utilidad del medio. Medios y fines. Tema recurrente. Así como una reforma educativa se pone en marcha como instrumento para mejorar el aprendizaje en el país, la evaluación al personal docente, si se le entiende y lleva a cabo bien, es un recurso orientado a mejorar la práctica cotidiana del oficio. Ambas son herramientas para conseguir objetivos. El termómetro es muy útil para indicar fiebre, pero de haberla, la idea es averiguar la causa que la produce. Nadie se cura si se toma la temperatura cada cuarto de hora.

En el momento en que la reforma o la evaluación se confunden, y sus promotores pierden de vista que son medios para algo, y no fines en sí, tanto el intento de transformación de las condiciones para aprender, como la estrategia que procura que se haga de manera más interesante y creativo el trabajo en el aula, pierden sentido. Se vacían y, huecas, ya no median para resolver un problema: son elementos del discurso oficial, estadísticas lucidoras y, sobre todo, fuente de confusión.

Los impulsores machacarán su relevancia: adoran y presumen un (su) martillo no como elemento en la fabricación de una silla por ser idóneo para clavar, sino por el simple hecho de ser martillo y punto. Incluso, extraviadas la evaluación o la reforma de su lugar como mediadores en aras de un cambio necesario, se transforman en armas: los aprendices de brujo, por aferrarse al dogma, a todo le ven cabeza de clavo y arremeten con lo único que tienen. Pegan, rompen huesos y ventanas. Destruyen cuando dicen construir.

¿Y no será que, poco a poco, la evaluación sí va a mejorar la educación en el salón de clase? ¿No es cuestión de tiempo? Eso depende, en buena lógica, de una condición indispensable: que la evaluación tenga que ver, de veras, con lo que ocurre en las aulas. Si los procesos para conocer los alcances y límites del trabajo docente para avanzar (tarea de una evaluación adecuada) están desligados del acontecer pedagógico que efectivamente se realiza, sucederán, sin remedio, dos cosas. Por una parte, la evaluación se convertirá en un requisito laboral. Será, presentarla, el mecanismo para conservar el empleo ante la amenaza tronante de la autoridad y la ley. Y cada cuatro años. Por la otra, con la finalidad de lograr la distinción de los nuevos estratos de calidad en el magisterio, o ganar más dinero, no ocurrirán, en general, esfuerzos formativos a fondo. Dadas las condiciones, no tiene sentido: se “estudiará” para “pasar” los exámenes, y se ajustará a lo que se solicite en ella, sin que implique modificar nada en el espacio del aula. La vida escolar y el proceso de evaluación tienen poco o nada que ver. El medio, evaluar, convertido en fin de alto impacto: contar con, o permanecer en el trabajo, se convertirá en la guía, el manual. Ayuna de sentido transformador, la evaluación genera un comportamiento en serie indiferenciado, vacuo: repetir lo que sea necesario para aprobar a toda costa, y qué mejor con hartos puntos para ser destacado o excelente.

¿Y el aprendizaje? Perdón, no entiendo su pregunta… ¿a qué se refiere? Pues a que los alumnos sepan y disfruten leer, hagan preguntas interesantes y se abran a la maravilla de dudar. No, mire: eso es de larguísimo plazo. Lo que importa es que cada año se evalúen cientos de miles, muchas maestras y maestros. Eso es lo necesario. Basta y sobra.

Convertida en fin, la consecuencia de la examinación a mansalva descansa en un prejuicio perverso: la evaluación, por aplicarse profusamente, produce calidad. La simple acumulación de docentes destacados hace mejor a una escuela. Vaya paradoja: siendo tan importante, valorar el trabajo disminuido a requisito laboral ni apoya al aprendizaje ni fortalecerá al magisterio. Es pasar de la paradoja a la parajoda

 

* Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México

mgil@colmex.mx

@manuelgilanton

 

Fuente de la Imagen:

http://www.posta.com.mx/nacional/publican-calendario-de-evaluaciones-escolares-para-2016

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La reforma educativa: el fin de un prejuicio

La reforma tuvo, como eje fundamental en su diseño, un supuesto: la fuente, si no única, sí la más importante de los problemas educativos en México, era el magisterio. Al ser concebidos como causa, la acusación simplificadora fue inmediata: los profesores y las maestras en el país, desde preescolar al nivel medio superior, estaban mal preparados. Inculpados sin miramientos, ni matiz, como un gremio repleto de flojos, violentos, ignorantes y desobligados, el (también) único remedio era evaluarlos: “el corazón de la reforma es la evaluación”. Ha sido de tal manera central este prejuicio, que ha generado lo propio e inevitable: perjuicios. Sobre todo, la estigmatización de las y los docentes y, derivado de ello, su ubicación en el proceso como objetos, cosas a reformar, y no como sujetos, socios indispensables, en la transformación que sin duda requiere el acceso al conocimiento en el país.

Dado que el cimiento de la reforma era la evaluación, su aplicación mostraría que la premisa mayor – la falta de idoneidad e incapacidad del magisterio – quedaría a la luz, y los demás elementos del complejo proceso educativo, tales como una visión renovada de la educación, los planes y programas de estudio, materiales, condiciones escolares, la desigualdad social y el contexto de pobreza en que vive la mayoría de los alumnos, serían aspectos a considerar, sí, pero después: complementarios, no sustanciales. El problema era que “esos”, a través de una propaganda intensa y prolongada, eran unos rufianes iletrados, y las maestras orientaban su trabajo por el estímulo de heredar su plaza y faltar a clases sin consecuencias. Hay harta evidencia de esta percepción, muchas veces racista, casi siempre clasista y siempre descalificadora.

Suponiendo, sin conceder, que así fuera; esto es, de acuerdo a su propia lógica, los resultados dados a conocer ayer por las autoridades quiebran el prejuicio, rompen el eje y ponen en cuestión, cimbran a fondo, la orientación de la reforma educativa “histórica” que tanto se presume. Al establecer, como diagnóstico, que la relación entre capacidad docente y calidad educativa era obvia, y directamente proporcional, la prueba del ácido sería que la medición de los conocimientos y las destrezas pedagógicas fuese muy negativa: a malos maestros, malos resultados. Se requería que los maestros calificados como incapaces fueran la mayoría, para probar la fuerza de su concepción.

En su propia (in)coherencia, los resultados desmienten la expectativa: en términos generales, con ligeros cambios por nivel, solo 15 de cada 100 obtuvieron resultados insuficientes. Fueron ubicados como buenos 42%, y 8% destacados. El resto, un poco más de un tercio, registraron en los exámenes aplicados condiciones suficientes – que son bastantes para ser capaces y aptos, dice el diccionario – al desempeñar su labor.

niños_examenEntonces, si en la prueba PLANEA, o en PISA, son muy pocos los alumnos que consiguen los aprendizajes esperados al final de la formación básica o media, la evaluación aplicada muestra que la falencia en la formación registrada no se origina, no es resultado directo, como se afirmó tantas veces, de la capacidad de los docentes.

Esta crítica a los fundamentos de la reforma, deriva de su propia lógica. Lo propuesto resultó falso de acuerdo a lo que plantean sus promotores. Es una contradicción en los propios términos que la constituyen. El cuestionamiento más fuerte que se le puede hacer a una propuesta es ser falseada en sus propios términos. El prejuicio se muestra como lo que es: ignorancia ignorada, pero sesgada. El pez por su boca muere.

Si se quieren evitar más perjuicios a la educación es menester cambiar el rumbo. Y pronto, pues hay más rasgos en esta política, legales, laborales y administrativos, inaceptables. Varios de ellos, éticos. No más.

*Articulo tomado de: http://www.educacionfutura.org/la-reforma-educativa-el-fin-de-un-prejuicio/

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Escarnio

Por 

Opinión 6 junio, 2016

 agresion-maestros-chiapasFrente a lo que vimos, ante la cara de pavor resignado cuando el ultraje sucedía, nuestro idioma tiene una palabra breve y poderosa: no. Es preciso decirlo con toda la fuerza que implica rechazar lo que esos hechos significan: no, de ninguna manera. Hacer escarnio de las y los profesores en Comitán, arrancándoles con el cabello su integridad, imponiendo el castigo de hacerlos andar descalzos, lastimando sus pies, y marcarlos con leyendas amarradas a sus cuerpos es, sin más, inaceptable. Se impone repetir cuantas veces sea necesario: no, así no y nunca. Escarnio significa “burla cruel cuya [nalidad es humillar o despreciar a alguien”. Otra acepción es “mofa cruel y humillante”. Rechazar que ocurra y advertir el pozo de oprobio del que abreva, y el signo que implica, se impone porque sí, como imperativo: no, a nadie y jamás.

La raíz de la crítica argumentada, de la oposición dentro del marco legal y democrático a una política pública, para ser legítima tiene, como condición inescapable, fincarse en una perspectiva ética que rechace la violencia.

En el caso de la reforma educativa en curso, este compromiso de adhesión a los valores ciudadanos y el respeto por los otros es, si acaso cabe, incluso más necesario, porque la piedra angular que la generó, y sostiene su lógica de fondo, ha sido y es la afrenta: se trata de una política cimentada en el prejuicio generalizado sobre el magisterio y la simplificación del problema educativo.

Al recurrir de nuevo al diccionario, por afrenta se entiende “al hecho o insulto que ofende grandemente a una persona por atentar contra su dignidad, su honor y su credibilidad”. Ese fue el sustrato del que derivaron tanto la orientación como las acciones de la reforma en curso. Se partió de la sospecha y no fue extraño escuchar el despropósito que la evaluación era el corazón de la reforma, no la educación. Con base en la constante erosión de la credibilidad de todo el magisterio, y la reducción de las falencias educativas a su exclusiva o principal responsabilidad, estigmatizados, fueron concebidos como cosas, operadores sin palabra, mudos, carentes de parecer sobre su oficio a los que había que transformar: insumos. Trancazo directo a la dignidad y el honor de más de 1 millón de personas.

enfrentamiento_maestros_Chiapas-evaluacion_maestros_Chiapas-choque_Chiapas_MILIMA20151208_0272_11De ninguna manera, por ello, se sigue la menor justificación de lo ocurrido en Comitán. Al contrario: en rechazo radical a la relación simétrica y estéril de la afrenta y el escarnio, en la lógica polarizada que impide el diálogo, es menester la denuncia a la arbitrariedad y los errores en las leyes impuestas, reclamar el vacío de cualquier propuesta educativa seria, o criticar el recurso a la amenaza para conseguir que miles se sometan a la evaluación, entre otras cosas, se lleve a cabo desde otra catadura ética: la de la discusión fundada aunque sea ríspida, la discrepancia ruda si se quiere, pero no el descalabro ni el desprecio.

Desde la terraza de la Casa Blanca. Sin parar mientes en la elección de un fiscal a modo para el caso. A partir de un sistema de desfalco a la nación sin precedentes. Al ignorar el reclamo de participación del magisterio en la reforma necesaria y declarar que “no hay más ruta que la nuestra” no se cuenta, ni de lejos, con lo indispensable para promover ni conducir una reforma educativa.

Por eso importa rechazar tanto el escarnio en Comitán, sin prejuzgar quién lo cometió (tarea de la autoridad), como el recurso a la fuerza pública y el miedo con el objetivo de simular una victoria hueca sin impacto en el aula. Con base en el valor y el poder de los argumentos hay que abrirnos al diálogo, a la defensa de lo que creemos sin cancelar la posibilidad de que otro punto de vista nos confronte. Eso es el proyecto central de un país educado: el horizonte ausente en la reforma actual. No más.

Twitter: @manuelgilantón

Fuente de la imagen: http://noticias.starmedia.com/imagenes/2016/06/comitand.jpg

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