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Mudos e invisibles

Manuel Gil Antón

Las profesoras y los maestros mexicanos han sido concebidos, en la reforma educativa, como infantes. No es baladí: infancia proviene del latín, infans, que por su etimología significa “el que no habla”. Infantia equivale a  la incapacidad de hablar. Los que de esto saben aclaran que no solo se alude a la carencia de elementos para enunciar palabras: implica que no se cuenta con las condiciones para expresarse de una manera inteligible para otros. Es quien no sabe hablar.

Para los antiguos romanos el sentido del término rebasa la referencia literal. Indicaba a los que “no podían expresarse por mandato jurídico”. Dada su precaria condición intelectual, era menester un apoderado: quien ejerciera la patria potestad. Padre o tutor. La ley no daba valor a sus palabras: otros deberían hacerlo en su nombre. Mudos o sin habilidad alguna para que su voz fuera socialmente válida. Sin palabra, o arrebatada su voz: silenciados.

El Ogro Educativo, dueño de la pretendida reforma, decidió que los docentes no sólo fueran apreciados como cosas a transformar (objetos, no sujetos; marionetas, no actores) sino algo más radical si acaso: incapaces de decir algo inteligible. Carentes no de años, pero sí de entendederas. Infantes plenos. Sin ideas propias, mucho menos palabras confiables sobre los entresijos de su quehacer cotidiano, son desvalidos a validar desde las alturas. El Ogro se otorga la potestad de hablar por ellos porque detenta el poder, porque construyó a sabiendas la leyenda del docente como un pequeño torpe a tutelar, ayuno de expresión propia y por ende peligroso. Son infantería: obedecen sin chistar.  Y si opinan, van al calabozo: para eso hay mandos. Los soldados rasos acatan, no deliberan.

Leviatán dizque ilustrado, conformó un berenjenal de normas e instituciones orientadas a la construcción simbólica de los que sí saben de lo que hablan, porque hablan desde el poder sordo  y se apoyan en los que tienen el monopolio del saber que se admira y certifica a sí mismo: son mayores de edad. Adultos, padres y tutores de esos incapaces de articular palabra. Mudos o a enmudecer porque son ignorantes, no saben nada, ni pizca, como se piensa, desde el mundo adulterado por la edad y la soberbia, de los niños. A callar, o bien a hablar en la forma en que las visitas esperan que un niño recite o una niña toque el piano: cual merolico y pianola.

Hurtada la palabra, hablar en su nombre fue preciso. Y el parlamento esgrimido desde arriba, por el poder, el saber y el hacer y deshacer legalizados, se estableció como verdad educativa. Evaluar ha sido eso: sojuzgar al que se le quitó la posibilidad de decir lo que sabe, porque se determinó que ignora. Es más: no sabe ni decir. No tiene voz: entonces que repita y, según lo haga, hará sentir bien al Ogro y sus tentáculos si es satisfactorio, bueno o destacado en el arte de repetir, memorioso,  como eco  lo que señala el Altísimo. De no salir bien librado, si, y solo si se allana y acepta que no tiene nada que decir porque es infante y carece de palabra y de palabras, será salvado. En caso de rebeldía, si desobedece, queda fuera de la paternal relación del Ogro y el infante: con sus bártulos irá a otro lado, al sin sitio. La Patria (potestad) Educativa está en riesgo si el mudo resulta hablante y descubre al monstruo sin oídos.

Si los docentes carecen de voz, hay otros actores, cruciales, que ni siquiera son visto: los alumnos. ¿No tienen nada que decir, desde prescolar hasta la media superior, sobre su experiencia educativa? Si los docentes son acallados, las y los alumnos desaparecen: sin voz ni cuerpo: números para la estadística.

Así, el Ogro va solo acompañado por los sabios. No llegarán lejos. Los profes y alumnos tienen voz: los otros no tienen oídos, se escuchan a sí mismos. Soliloquio altivo, estéril.

 

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¿Dar clases?

Una reforma educativa es tan seria como su comprensión de la complejidad de factores que intervienen en el milagro de aprender a pensar y preguntar con fundamento, y da muestra de la solidez de su proyecto en relación directa con la concepción que tenga del quehacer docente. La emprendida en esta administración, si atendemos a estos dos criterios, reprueba: lejos de la complejidad, simplificó las cosas y endilgó todos los males educativos a un solo actor: el magisterio. Además, percibe a la docencia como el proceso que arranca y termina en una frase que es la antítesis del trabajo educativo: “dar clases”. Te toca tercero B… a ti matemáticas en segundo: a darle.

Los gestores de la reorganización laboral, administrativa y política del sistema escolar en el país tienen discursos largos pero miras cortas: consideran que lo crucial es que ningún niño se quede sin clases, como sean, y quien acceda a una plaza docente a eso se dedique: a impartirlas. ¿Quién no puede dar clases? Es fácil: repartir, repetir, recordar, repasar y reiterar lo que se sabe, y reprender o reprobar al que no atine a reconocerlo y rellenar el ovalito correcto del reactivo. Erre con erre, cigarro…

Esa profesión, oficio en el mejor sentido de la palabra, es lo más remoto al verbo repartir. Enseñar es la forma más alta del conocimiento, porque hay que saber, pero, a su vez, saber cómo propiciar en otros el hambre y la pasión por pensar las razones en las que se funda lo que se conoce. Por eso, ha habido en la historia instituciones dedicadas a la preparación del magisterio. Son escuelas, en nuestro caso las Normales, especializadas en la formación de lo que diferencia al que es erudito en un campo del conocimiento, del que sabe del mismo, sin duda, pero cuenta en su haber, además, con la sapiencia para ejercer el domino pedagógico del contenido a enseñar. Los distingue la perspectiva pedagógica y la capacidad para producir, de manera creativa, diversas  modalidades didácticas orientadas al aprendizaje. ¿Dar? Que den misa los curas y discursos los funcionarios. Las maestras y los profesores producen ambientes de aprendizaje en relación con sus alumnos y colegas.

Hay un programa de estudio inicial para ello, específico, que incluye prácticas docentes dirigidas y, como en las demás profesiones, en el ejercicio cotidiano y los retos que se presentan, ocurre la habilitación más profunda: no es nada más experiencia. Es experiencia reflexionada y discutida. Es lo que sabemos apreciar en la vida diaria cuando decimos: ese señor sabe bien su oficio. El que sea.

No va en este sentido considerar que, con base en la ley, a partir de este año “cualquier persona con un título universitario que obtenga el puntaje adecuado podrá acceder a una plaza docente en Educación Básica” Esta expresión relaciona un diploma y un examen, suponiendo que el diploma avala que se sabe, y el examen mide si se tienen las condiciones para ser docente. No hace referencia a la necesidad ineludible de una especialización en la labor pedagógica.

¿Tiene título y le falta trabajo? No se angustie: con la licenciatura y buen puntaje puede dar clases. ¿Y el examen? Calma: abundan negocios en que le enseñan, en un par de fines de semana, cómo sacar nota de idóneo. Garantizado. ¿Cobran? Sí: nada es gratis. Es una inversión…con lo escaso que está el empleo.

Fortalecer a las Normales y otras modalidades de formación de profesores es crucial. Urge. Suponer que la llegada de “cualquier” persona con algún título mejorará la educación ignora que la evaluación oficial reportó que el 85% de los examinados resultó satisfactorio, bueno o destacado: egresaron de Escuelas Normales. No cualquiera es capaz de llevar a cabo el oficio, salvo que dar clases sea el rumbo y objetivo. Así, la educación no avanzará pues no es idóneo el camino.

 

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¿Lo que parece, es?

Se dice que en política “lo que aparenta ser, es lo que es”, con independencia de lo que sucede. Podrá ser ley en ese campo, no lo sé, pero en educación no vale: ahí lo que pretende ser, sin ser, no es, aunque luzca. La forma, sin fondo, deforma a fondo.

Ha visto usted imágenes en que miles de profesores, hacinados en galerones, con menos espacio entre sí que los ocupantes de un microbús repleto, están ocho horas respondiendo un examen de opción múltiple – la mitad del lapso – y la otra realizando la planeación argumentada de una sesión de clases. Antes “subieron” a una plataforma virtual evidencias de su trabajo, explicando su participación tanto en las exitosas como en las fallidas. Eso parece, sin ser, una evaluación. ¿Sirve para dilucidar si una profesora, con 20 años de trabajo, ha tenido un desempeño insatisfactorio, satisfactorio, bueno o destacado? No: simple apariencia, aunque las autoridades lo celebren como hecho histórico. Así no se valora la trayectoria de ningún profesional, y menos cuando la premura condujo a improvisar revisores y los instrumentos no fueron validados con anterioridad a su aplicación. Aunque las fotos sugieran lo contrario, la evaluación no ha ocurrido. No obstante, el lunes próximo se darán a conocer los resultados de este atropello y tendrá consecuencias no menores. Sin ser, luce. Aluza al Jefe.

Cada lunes, Aurelio Nuño asiste a una escuela. No quiere ser “un funcionario que esté nada más en su despacho”. Lo vemos hablar con profesores y directivos. Al parecer, dialoga, pero previamente ha sido acondicionado el plantel y aseguradas las condiciones para que parezca que, en efecto, le interesa estar cerca de los estudiantes – ¿hicieron la tarea? –  y mostrar apertura a los comentarios, dudas y críticas de los maestros y padres luego de un discurso siempre elogioso de la Reforma… parece un interés genuino, pero se queda en la ficción añeja del partido al que pertenece. Ignora que “elogio en boca propia es vituperio”.

El caso extremo fue su reciente visita a una escuela en Oaxaca, cuyos integrantes pertenecen a la Sección 22: la preparación fue secreta, con Plan B por si no se lograba, y fue posible gracias a la participación del aparato de espionaje para la seguridad nacional: el CISEN. Estrategia policiaca para simular lo que no fue, de ninguna manera, un encuentro con opositores a las acciones emprendidas.

Hubo grandes desaciertos en la evaluación, que, por forma y fondo, conducirían a la anulación del proceso. A los errores se les llamó “ventanas de oportunidad”. Eufemismo puro. Y para “aprovecharlas”, la evaluación de más de 100 mil docentes programada para los meses previos a las elecciones, se posterga al segundo semestre del año, incumpliendo los calendarios que derivan de las reformas legislativas.

El Secretario afirma que, en efecto, la reforma educativa es administrativa, laboral y política, pero “enteramente educativa”. En este caso, ya rebasamos el hacer de cuenta que lo que parece ser ocurre: lo dicho es una incoherencia lógica sin ambages. No hay propuesta educativa, de tal manera que ni entera, ni parcialmente, lo es.

El Presidente va a Iguala. Tarde y mal. ¿Asume su responsabilidad? Para nada. Aparenta apoyo: “Iguala no debe quedar marcada por esa tragedia”. Pero su gobierno sí: no hay vuelta de hoja. La corrupción material y discursiva abunda. Se desmorona la Verdad Histórica.  El espejismo del cambio educativo esconde la realidad: una reorganización política para controlar el contubernio con socios impresentables como antaño. Se colapsará, también, la Reforma Educativa Histórica: sus cimientos son aparentes: no tiene. Se finca en la ambición y el engaño. La ignorancia, preñada de prejuicios y con iniciativa, no es apariencia: es, y tiene solo un camino: el de la amenaza altiva y torpe.

Artículo publicado en el Universal d México http://www.eluniversal.com.mx/

Caricatura: El Roto, España

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México

@ManuelGilAnton

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México: País imaginario

Escenografía. Desde muy temprano en la vida, quien esto escribe supo de tal oficio en el teatro. Uno de nuestros mayores – en todos los sentidos de la palabra – lo ha ejercido a lo largo de sus años. Cuando ya tuvimos hijos, le pidieron a David que los llevara a una función para saber cómo era su trabajo. El puñado de niños y nosotros ocupamos casi toda la cuarta fila. Al terminar la obra, nos llevó al escenario para que vieran de cerca su quehacer. El más pequeño, desconcertado, dijo: oigan, no son libros de verdad. Tocaba los lomos de los aparentes volúmenes en la también falsa estantería del salón en el que transcurrió la última escena. Son de cartón duro, nada más están pintados. Parecían tan ciertos, remató. Con paciencia, le explicó al pequeño, y a todos, cómo se hacían esas piezas y los llevó a la parte posterior del proscenio donde estaban otros artilugios empleados esa noche. El caso es que parezcan ser lo que tus ojos miran, decía sonriendo, y veas una biblioteca, o una calle, según se necesite para que ocurra la historia. A eso me dedico.

Lo que en el teatro es un arte, parte sustancial de su existencia, suele imitarse para pésimas artes en la política: simular, fingir y engañar. Es muy claro con la visita de Francisco. Valga, como ejemplo sublime, la foto del gobernador Duarte, de Chihuahua, en el penal de Ciudad Juárez. Su abultada presencia en primer plano no oculta lo que quiere mostrar como realidad sin serlo: instalaciones que poco piden a un hotel con muros altos, recién pintados. Hay, al fondo, una torre de vigilancia, es cierto, pero sobresale en la imagen un campanario moderno pues, afirma, la cárcel tiene una capilla donde los reclusos oran a diario, luego de haber pasado su jornada en los talleres impecables de la prisión. Esperamos al Papa con gran esperanza, declara. ¿De veras son así las prisiones del país? ¿Permanecerá así cuando el visitante se retire? La ficción pretensiosa es aberrante, y no el escenógrafo, sino el demagogo, celebra su mentira. Sonríe. El mismo que inició su gobierno de un modo, y lo terminará como próspero banquero.

Durante décadas, en el siglo pasado, cada informe de gobierno en Chiapas daba cuenta de haber asfaltado la carretera que une a San Cristóbal con Palenque, vía Ocosingo. Y claro, de su costo. Al llegar a la desviación para tomar esa vía, los letreros eran nuevos y, hasta donde alcanzaba a verse el camino,  la obra relucía. En realidad, pasada la curva, se terminaba el simulacro: bienvenido a la terracería con más baches y socavones que metros planos. En esos ayeres, llegaba en helicóptero a una comunidad un grupo que montaba la pequeña clínica, prefabricada. Se amueblaba y luego de la inauguración por parte de alguna autoridad, con la misma celeridad la desmontaban para emplearla en otro sitio.

Hace unas semanas, las profesoras de un prescolar en el norte del país escribieron: fíjense que iba a venir el Secretario de Educación a nuestra escuela. No nos avisaron con tiempo, pero alcanzó para organizarnos y protestar por la evaluación tan mala, y a la mala, que están imponiendo. Seguro se habrá enterado porque siempre no vino. ¿Y saben qué? Luego de más de 10 años pide y pide que pavimentaran la calle de la escuela, en la mañana del día que iba a venir estaba reluciente, con chapopote fresco, y árboles en la banqueta. Les alcanzó con el fin de semana. ¿Cómo la ven?

El Papa verá un penal de relumbrón. Hay carreteras concluidas en el papel y clínicas abandonadas. La tele retrata al secretario de educación en escuelas atildadas con premura, o lucidoras: propaganda.

Millones vivimos en otro país que el de la simulación y el oportunismo. Desde ese lugar, sin maquillaje y además laico, sabemos bien que su México no es tal: es una vil mascarada, remedo del tamaño de su cinismo.

Publicado originalmente en  http://www.eluniversal.com.mx/

Se reproduce con autorización del autor y el periódico

 

 

 

 

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¿SECRETARÍA DE AVIACIÓN PÚBLICA?

Manuel Gil Antón

En memoria del Maestro Manuel Meda Vidal

 

El lunes 25 de enero, el Secretario de Educación dio a conocer el Plan Escuela al Centro. Gran cobertura, en el contexto de la Confederación Nacional de Gobernadores (CONAGO) y la Biblioteca de la escuela Benito Juárez, ámbito excepcional por sus instalaciones, preparada, siempre, para la foto.

Hay preguntas ineludibles ante este programa que, a juicio de las autoridades, inicia, por fin, el “aterrizaje” de la reforma educativa en el aula. Consideremos la primera de las seis acciones que contiene: reorganizar la gestión escolar.

1.- Para reducir los trámites que impiden a los directores de las escuelas llevar a cabo bien su trabajo, se incorporarán a la estructura de la escuela dos subdirectores: uno dedicado a los procesos técnicos de la gestión y otro a los temas académicos. Es paradójica esta iniciativa, pues con el pretexto de quitar estorbos burocráticos, ¡se incrementa la burocracia en cada plantel! La SEP lo enuncia así: “Una nueva organización de la escuela con menos burocracia”. No es el caso: la organización escolar, lejos de los propósitos expresos, incrementa sus cuadros administrativos. Y no sólo en ese nivel: los supervisores contarán con un asistente para el apoyo técnico-pedagógico, y otro concentrado en la gestión. Muchos profesores han denunciado que la cantidad de formatos que tienen que repletar (y no sirven para nada) merman su dedicación a la enseñanza. En lugar de eliminar estas labores huecas, se decide incrementar los puestos superiores de gestión. ¿Desburocratizar burocratizando?

2.- Días antes, el secretario Nuño dio a conocer que los comisionados sindicales – que durante 40 años fueron pagados por la SEP – dejarían de obtener sus recursos por esta vía, y serán ahora remunerados por el sindicato con sus propios recursos, resultantes de las cuotas y otros ingresos como las partidas especiales que la SEP otorga, por usos y costumbres, al SNTE. Sobre este punto hay división de opiniones, pero no cabe duda que era así como resultado de la negociación de las condiciones generales de trabajo, y es, por cierto, práctica generalizada en la mayoría de los sindicatos de empresas o instituciones públicas. Añadió que también se acabaría con los “aviadores”. Es crucial distinguir entre el tema de los comisionados y el de los que cobran sin trabajar. No es lo mismo. En el caso de los que percibían sueldo sin devengarlo, ni en tareas sindicales, quehaceres docentes o de administración educativa, hay mar de fondo: el aeronauta cobraba, es cierto, sin merecerlo, pero la pista, el avión y la torre de control estaba, en muchos casos, a cargo de la propia SEP o sus clones estatales, y siempre con su consentimiento u omisión injustificada. Se trata de una aberración que debe tener, como consecuencias, al menos dos: el despido inmediato del que cobró a sabiendas que no laboraba, y la sanción correspondiente (inhabilitar) a quien, a cambio de algo, usó sus facultades para que ocurriera. Es un delito y debe indagarse. ¿Cuándo iniciará este proceso? Sería un avance en transparencia, pero sobre todo en rendición de cuentas, porque la claridad de un fraude, sin consecuencias, es demagogia.

3.- Lo inaudito es que, sin empacho, se haya anunciado que no sólo no serán despedidos los beneficiarios de la estafa, sino que, como castigo, ocuparán funciones de mando en las escuelas: subdirectores o supervisores. Imaginemos el anuncio: “Se solicita subdirector académico. Indispensable certificar larga experiencia como aviador, de preferencia “idóneo” o “destacado”. Ambos sexos, prestaciones de ley y ausencia total de vergüenza”. Esto no es una paradoja, sino lo que sigue: una parajoda.

Así las cosas, es verdad: aterrizará en las aulas, muy pronto, no la ausente reforma educativa, sino la impunidad. Y se quedará, ahí, en el mero centro.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México.

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

 

Publicado originalmente en El Universal de México

http://www.eluniversal.com.mx/

 

 

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Usted perdone: Estamos aprendiendo

Manuel Gil Antón

En educación, 2016 será intenso: la SEP anunció iniciativas que merecen atención de todos, especialmente del magisterio, el actor ausente, a tres años aún, del diseño y ejecución de los cambios. Han sido concebidos como materia inerte, y moldeable, sobre la que las autoridades experimentan sin evidencia que asegure la idoneidad educativa de sus acciones. No ha prevalecido la racionalidad técnica y sus tiempos de maduración, sino la premura derivada de un conjunto de leyes mal elaboradas.

Se espera alguna iniciativa en torno a la Ley General de Educación, orientada por la idea de poner a la “escuela en el centro”. Ya van más de tres años en que esta reforma ha tenido, como punto central, a la evaluación como sea: un proceso que debería ser muy cuidado porque sus consecuencias son profundas, se ha usado para hacer variar a fondo la administración del sistema, mediante la modificación de las condiciones laborales de los y las profesoras: son, ya, empleados en condiciones de precariedad laboral, bajo amenaza constante, luego de ser desprestigiados sin medida.

Se anuncia también la propuesta del nuevo modelo educativo, hurtando de la crítica la noción de comunidades de aprendizaje, pues han operado bajo la idea que las escuelas serán “de calidad” merced a la adición simple de profesores idóneos al ingreso y satisfactorios en su desempeño. La propuesta del avance en el conocimiento, como producto de ambientes de aprendizaje complejos, no ha sido su horizonte: de haberlo sido, la valoración de las condiciones escolares para aprender sería otra.

A esta reforma se aferra el gobierno federal como clavo ardiente pues – al menos en apariencia – será la que tendrá mejores indicadores de “éxito” de todas las que derivaron del Pacto. Tiene la coartada que habrá de mostrar, si acaso, resultados a largo plazo (cuando ya no estén sus impulsores), de lo que deriva que festinen los medios empleados, sobre todo el sometimiento a la evaluación como mecanismo de control, ¡misión cumplida!, sin que haya posibilidad temporal de considerar, en efecto, su impacto en mejorar la educación.

Uno de los puntos cruciales del año será la publicación de los resultados de la evaluación para la permanencia en el servicio. Si se tratara de una evaluación diagnóstica para orientar las líneas de mejora del magisterio, estaríamos en un escenario interesante y prometedor. No obstante, y pese a que ese es el discurso oficial, los datos del proceso rebasan el diagnóstico: implican clasificar a los docentes, imputando a sus personas, no al resultado de la examinación, un adjetivo con gran carga simbólica: eres satisfactorio o no, y si lo eres, puedes ser bueno o destacado. De no serlo, el epíteto es rudo: no sirves. Además, de hacer pública la ubicación, de cada quien, en esas categorías, la distorsión en la comunidad escolar, así estratificada, y el reclamo de los padres para que atiendan a sus retoños los destacados, generará problemas.

Hay un factor adicional: la evaluación del desempeño a través de tres dimensiones (evidencias de trabajo, conocimientos y planeación argumentada) aplicada por la SEP, y aprobada por el INEE, no contó con los procesos previos indispensables para ser válida y confiable. Es un instrumento inseguro del que derivan consecuencias no triviales. Si va usted a recoger el resultado de un estudio de laboratorio, confía en que los sistemas y aparatos funcionen bien, de tal manera que lo que determine hacer el médico cuente con bases sólidas. Si el instrumental para el diagnóstico no se ha sometido a prueba, pero de todos modos se decide intervenir y hacer, por ejemplo, una cirugía, al revisarlo puede resultar fallido. Ya (mal) operado, ¿se conformaría con el clásico: usted perdone? ¿Le bastaría saber que así es porque “estamos aprendiendo”? No lo creo.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

Publicado originalmente en El Universal de México

http://www.eluniversal.com.mx/

Fotografía publicada originalmente en Quadratin

 

 

 

 

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