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Mal si sí, peor si no

Manuel Gil Antón

Como decía Cantinflas, “vamos, por ejemplo, supongando y, claro, desde luego, puestos en el caso”, que la reforma educativa se lleve a cabo, sin falla, de acuerdo a su propia lógica. Hacerlo así permite advertir desaguisados ocultos tras las recurrentes, y ocurrentes, frases con las que la impulsan artífices y asociados a la madre de todas las reformas. El corazón de la reforma, dicen, es la asignación de los puestos para el trabajo docente con base, exclusivamente, en el mérito.

¿Cómo se advierte el mérito y su distribución diferencial? Fácil: a través de la evaluación, tanto para el ingreso como para la permanencia. Debido a que el mérito es variable, los sustentantes de los diversos procesos de medición de ese rasgo pueden ser ordenados de mayor a menor puntaje, dado que la prelación en cuanto a la calificación asignada se relaciona, de manera certera, con la capacidad de ser docente. Se hace la lista del mejor al no tan mejor, y de ahí al peor.

Con base en ello, los conocedores y técnicos en la materia definen agrupaciones que diferencian a los destacados de los buenos; a los satisfactorios de los insatisfactorios, y a los idóneos de quienes carecen de idoneidad. Incluso, detectan a los excelentes. Si todo es así, y se realiza de modo impecable (recordemos que operamos bajo una serie de supongandos), el listado con base en el mérito queda listo. De manera semejante, se ordenan las plazas de la mejor a la no tan mejor, y de ahí a la peor.

No está claro, para quien esto escribe, el criterio de ordenamiento de los puestos disponibles, pero se puede postular que tal vez tendrán una secuencia de acuerdo a ciertas ventajas, por ejemplo, geográficas: serán colocados, primero, los más cercanos a los sitios urbanos, luego los ubicados en las orillas no pobres de las ciudades, posteriormente los rurales en escuelas “completas” (todos los grados y al menos un profesor por cada uno) y, al  final, los más lejanos, empezando por los que no están lejos en distancia, pero sí en condiciones socioeconómicas en las ciudades y, en orden descendente, los que implican largo trayecto pero tienen carretera, después brecha, vereda y, al  final, a los que están atrás de loslinderos de lo lejano y pobre. Conforme se desciende en la lista, la frecuencia de planteles “multigrado” se acrecienta.

Veamos el resultado ineludible de la reforma basada en el mérito medido por la evaluación: los más destacados irán a las escuelas donde están los puestos más apreciados y, de esta forma, asociado el impecable valor del mérito al ordenamiento de las características de las plazas de más a menos prestigio y condiciones para el trabajo, tendremos una asignación regresiva en sus efectos en cuanto a la equidad: a los que más requieren “mejores” docentes, irán los “peores”, y donde se colocarán los “más meritorios” será en los sitios en que las condiciones socioeconómicas y culturales son favorables o menos adversas, mismas que impactan, mucho y a la alza, los resultados educativos. Ergo, el círculo se cierra por obvio: donde están los primeros lugares de los evaluados, habrá mejores resultados en el aprendizaje.

Reforma tenemos, sin duda, pero desigualdad acrecentada también. Si la reforma es exitosa de acuerdo a su lógica, aceptando sin conceder los supuestos en que descansa y se de ende, tendremos un sistema educativo crecientemente desigual. De todos los supongandos, dudemos de uno: que la prelación está sesgada: la académica corresponda al INEE, y el orden de las plazas a las autoridades y al SNTE. Al mejor “medido”, sin vínculos clientelares, le asignan la plaza 87, y al lugar 54, pariente o socio, le ofrecen la “mejor”: mérito incluido y pacto político reconstruido. Mal sí así es: corrupción. Y peor si no, pues profundiza la desigualdad. Son supongandos, nada más.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/mal-si-si-peor-si-no/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2013/10/Reforma-educativa-y-corrupcion.jpg

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Maestros improvisados

Manuel Gil Antón

Al parecer, echando a perder se aprende. “Le toca ‘dar clases’ los lunes, miércoles y viernes en el salón 508 del edificio H. Aquí tiene el programa, un par de gises y el borrador. Que le vaya bien, colega. Suerte”.

Durante años, y no pocos, en realidad muchas décadas, el proceso de ingreso a un puesto como profesor universitario en nuestro país no ha tenido como requisito mostrar capacidad certificada para desempeñar la función docente. Basta con la tenencia de documentos que acrediten el nivel de estudios estipulado en la convocatoria.

En algún tiempo con la licenciatura fue suficiente, y lo es todavía en ciertas áreas del conocimiento o instituciones. En otras, ya es indispensable haber realizado estudios de posgrado. La condición imprescindible y suficiente para acceder a la enseñanza, en este nivel del sistema educativo, es un diploma que da fe que quien lo obtiene, sabe. Algunos procedimientos de ingreso solicitan a los candidatos que elaboren un programa de estudios: los temas de una asignatura y la bibliografía adecuada; en otros, se pide la representación de una clase ante un grupo, y los sinodales observan si es claro al exponer y domina el conocimiento del segmento seleccionado.

Esta modalidad tiene como propósito calibrar el desempeño del aspirante al explicar el contenido y no pasa por averiguar si, luego del ejercicio, los estudiantes hicieron propio —aprendieron— lo enseñado. Hay una ausencia clara: la constancia de haber estudiado y ser capaz de conducir un proceso en el que la pedagogía y el repertorio didáctico son inexcusables.

Para ser contratado como académico con responsabilidades docentes en el futuro, al certificado de estudios se le debería acompañar con un documento, igualmente oficial, en que conste la destreza en la tarea de generar ambientes de aprendizaje. Esta certificación, obtenida en una institución de educación superior dedicada a esta formación de ninguna manera trivial —no por saber se sabe enseñar—, está ausente en los requisitos obligatorios para concursar por un puesto en que la tarea docente será central. No hay, en síntesis, una preparación centrada en la capacidad pedagógica que, sin dejar de lado el dominio del contenido de una materia, como decía Andoni Garritz, mire con detenimiento si se cuenta con el dominio pedagógico del contenido a enseñar. Eso es lo que caracteriza a un maestro y lo distingue de un conocedor.

Carecemos, pues, de un proceso de habilitación para la docencia como maestros, aunque la mayoría del tiempo, y la mayor cantidad de académicos en esta tarea concentren su trabajo. Somos profesores improvisados. Así como los choferes de un micro aprendieron tantas veces a manejar con el vehículo repleto, los profesores universitarios aprendimos —es un decir— a “dar clases” con el salón lleno.

Los primeros, al chocar, hacen ostensible su daño a la sociedad; los segundos afectan el talento de sus discípulos, sin duda, pero no se nota: si no repites lo que digo, repruebas. El pasajero del aula suele ser el responsable de los errores del mentor amateur. Al pensar en un modelo educativo, sería crucial modificar tal proceder. Se puede organizar un proceso en el que al terminar sus estudios, o en paralelo, sea requisito asistir a una institución de educación superior especializada en el aprendizaje pedagógico: las normales. Una vez lograda la preparación debida, habría condiciones para ser candidato al trabajo en las universidades.

La tarea de estas instituciones, de este modo, cobraría un sentido más profundo y relevante: ser el sistema que otorga la habilitación para la enseñanza en todos los niveles. No es una propuesta vacua. Es indispensable para profesionalizar la actividad docente, tan menospreciada: ¿cualquier egresado de una universidad puede enseñar? No. Es falso.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/maestros-improvisados/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/05/regreso-clases-voca9-e1462557461865.jpg

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La nostalgia hueca

Manuel Gil Antón

Sabina, con lucidez, advierte: “No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Y eso pasa ya, y ocurrirá después, con la reforma educativa, una de las transformaciones de gran calado, la más grande, que anunció en sus albores la administración federal que hoy ostenta el poder. A pesar de la evidencia en contra, insiste en mostrar, todos los días, aturdiendo con las mismas frases, que la ha conseguido. Espejismo y clavo ardiente para una gestión rota por la corrupción, la impunidad y el desacierto. Porque se  fincó en un prejuicio, en la sospecha derivada del desprecio clasista y la ignorancia: las fracturas en la educación proceden, sólo, del magisterio irresponsable.

Porque escatimó la complicidad del gobierno, por decenios, con la estructura del control antidemocrático sindical, acusando como “secuestro de las decisiones educativas” lo que fue un contubernio corrupto favorable a ambas partes: lejos de asumir su adeudo con el país por pactos impresentables, postuló como horizonte recuperar la rectoría estatal de la educación. Nunca la perdió o le fue sustraída: la compartió a sabiendas de las prebendas políticas que le aportaba.

Trasmutó a sus aliados en enemigos cuando no le fueron rentables, y los volvió compañeros de ruta en cuanto fueron necesarios. Porque propuso, y organizó, como mágica solución al berenjenal en esa esfera crucial de la vida pública, una receta infalible: la evaluación con consecuencias y a rajatabla. Un fetiche. Porque tal valoración del trabajo docente, sin relación con la vida cotidiana en las aulas, absolutamente inadecuada para advertir el valor de la trayectoria durante años, se desnudó como sistema de control: la amenaza de perder el empleo, o quedar clasificado como inepto, se concibió como el resorte para impulsar la calidad.

A trabajo precario, cumplimiento. Nada más falso: el miedo, en su caso, implica someterse a un requisito administrativo, pero es incapaz de generar un nuevo proyecto educativo en el país. Porque con altanería decidió profesionalizar —como si fuese posible— desde oficinas burocráticas a más de un millón de personas, dejando fuera a los que, por su saber experto, podrían haber diseñado formas, procederes y periodos en el ejercicio de uno de los oficios más complejos que existen: generar ambientes para el aprendizaje desde las condiciones específicas en que se encuentran.

Porque enuncia, simple botón de muestra, en el Modelo Educativo 2016, página 55, que “… a lo largo de su trayectoria laboral, los maestros que acrediten un buen desempeño serán beneficiarios de promociones y reconocimientos que estimulen su desarrollo profesional.” ¿Beneficiarios los profesionales por decreto? Menuda incoherencia. Clara estrategia en la construcción añeja de clientelas. No titulares de derechos, sino sujetos de la generosidad del Ogro Pedagógico. Porque la evaluación es punitiva no sólo por la posible separación del cargo sin responsabilidad alguna por parte de la autoridad, o debido a la imposibilidad de obtener, algún día, seguridad en el empleo luego de mostrar verdadera idoneidad, sino porque clasifica y divide al profesorado: eres insatisfactorio, retírate; por resultar destacado, te damos dinero para tu vivienda.

Porque en 2014  finge una consulta, y en 2016 propone, a toda prisa, que los Consejos Técnicos Escolares den su aval a generalidades a través de un formato sesgado. Porque, sin recato, llama error (¿metodológico?) al empleo, en el nuevo Modelo, de párrafos ajenos como propios: seguro se cayeron las comillas en la imprenta, o sostienen que si se traduce lo ajeno, es válido parafrasear sin la correspondiente cita y referencia. Mentira.

¿Reforma Educativa? No. ¿Cambios que afectan la posibilidad de conseguirla? Sí. ¿Autoelogio? Abundará. Nada más: no sucedió. Fin.

Fuente del articulo:http://www.educacionfutura.org/la-nostalgia-hueca/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2014/04/Foros-regionales-para-la-consulta-educativa-insuficientes.jpg

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Árbol que crece torcido

Por: Manuel Gil Antón

Hoy, en México, el plagio tiene permiso. Carece de consecuencias. La analogía con el título del cuento de Edmundo Valadés, “La muerte tiene permiso”, vale. El “tumbaburros” dice: plagio es “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias” Así entendido (RAE), consiste en “usar el trabajo, las ideas o las palabras de otra persona como si fueran propias, sin acreditar, de manera explícita, de dónde provienen”. Las comillas que se ponen al inicio y al final de lo que dijo o escribió otra persona, e informar de quién se trata, es indispensable en el quehacer intelectual ético.

“Desde el principio se hicieron mal las cosas; (se definió) a la carrera perfiles, parámetros, indicadores de medición”. Ni la SEP ni el SNTE hicieron bien las cosas. Cuando crearon el INEE, hubo presión para echar a andar las cosas ya: “se obligó a salir muy rápido, no se informó apropiadamente, se creó una estructura sobre la marcha y muy absurda, para evaluar; además, para dirigir el proyecto más importante de la reforma educativa, se puso al frente a un administrador que es muy bueno para ver números, mover plazas, pero nada más”. Se contrató al Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval) para que hiciera los exámenes, sin experiencia alguna en evaluación de Educación Básica: “Se les encargó y lo hicieron mal, a la carrera, urgente, mal”. En la evaluación del desempeño, “hubo muchos errores, pifias, en los procesos, en el trato humano hacia los profesores, hubo educadores que exageraron y trataron mal a los maestros. Hubo problemas de logística graves”.

Esto no lo dijo un opositor a, o crítico de la reforma: a quien se cita es a Gilberto Guevara Niebla, integrante de la Junta de Gobierno del INEE (ver: Gerardo González Acosta, La Crónica de Hoy, 17/07/ 2016). A confesión de parte, relevo de pruebas. ¿Se puede sostener que la evaluación, a la que se ha sometido a miles de docentes, es adecuada? ¿Está orientada a que mejoren sus labores cotidianas en el aula? No. Es una imposición para conservar el empleo. Es falaz que sean detalles “de implementación” que no invalidan los resultados.
Además de plagiar, en el sentido de secuestrar la voz y la palabra al magisterio, tratándolo como objeto, no sujeto activo en el proceso de transformación educativa. Profesionalizado (sic) desde la soberbia del poder, lo que contradice el rasgo central de una profesión: se regula por los especialistas en un campo del saber. Anuladas su diversidad, y talento, en la generalización absurda, clasista y racista, de ignorantes. Acusados por las élites de ser culpables de todos los problemas educativos, cuya cura es la evaluación a la trompa talega, hay otro problema serio.cnte sep

En las páginas 43 y 44 de El Modelo Educativo 2016: el planteamiento pedagógico de la Reforma Educativa, firmado por la SEP, se copia, con ligeras variaciones, el párrafo entero de un documento de la OCDE sin entrecomillar, ni referir —siquiera— al trabajo y sus autores. Aparece como texto original sin serlo. “Es sólo un párrafo”. “Un error”. “En otro documento sí se hace la debida referencia” ¿Sin comillas? “No se requieren: si es una traducción se puede parafrasear sin ellas”. Falso. En esos casos se entrecomilla el texto o se cambia la tipografía, se da la fuente y se indica que la traducción es propia o de una versión en castellano. No es un problema “metodológico”. ¿Se cayeron las comillas en la imprenta? Es una falta de honradez intelectual en el documento orientador de la educación del nuevo siglo. “No juzgues al todo por una parte”. Un delito es tal no por su tamaño, sino por su naturaleza.

Varios tipos de plagio, a cual más grave. Al nacer torcida la reforma, no hay modo de enderezarla. Se necesita, pronto, otra, no fincada en la arena del plagio, la mentira y el desprecio.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/arbol-que-crece-torcido/

Imagen: mx.globedia.com/imagenes/noticias/2014/3/17/cortinas-humo-dejan-vislumbrar-futuro-reforma-educativa_2_2016673.jpg

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La plaga y el plagio.

América del Norte/México/Fuente: http://www.educacionfutura.org/

Por: Manuel Gil Anton.

El golpe a la educación en México es severo. La herida que frente al hecho nos deja maltrechos, va más allá de la denuncia del empleo de textos ajenos, como propios, en la tesis que presentó Enrique Peña Nieto para ejercer como abogado con licencia académica y cédula profesional. Es en el amplio espacio del hurto y los fraudes, concebidos como “naturales”, donde podemos, sin olvidar esa trampa, transitar del síntoma a la causa, escapar del mero espectáculo para mirarnos en el espejo.

Comparto rasgos de lo que me ha sido posible atisbar. Calan.

1) “No es para tanto”: no fue escaso el sector social que, una vez enterado del entuerto, se sintió defraudado. “Yo pensé que era algo serio, como el robo de millones”. El delito ocurre, o es grave y merece atención, según la materia de la que se trate y su monto, no por quebrar la norma.

2) “Se trata de errores de estilo en la redacción del texto” explicó la oficina del mandatario, y “sucedió hace mucho tiempo”: la desfachatez transmutada en impericia al redactar. La distancia temporal de lo sucedido se esgrime como coartada para no asumir el atropello, en procura de dirigir la mirada a los motivos de quien desvela la tropelía. La culpa se endosa a quien descubre el timo. La víctima es quien estafó pues lo quieren desprestigiar.

3) “Mira, no sé, este… algo oí anoche… estoy seguro que no es nada serio… lo que sí te digo es que no hay que distraernos de las cosas verdaderamente importantes y trascendentes”: la fuga de quien sabe bien lo sucedido y su gravedad, y no puede ni quiere declarar algo pues impulsa una reforma sin precedentes que sí es crucial. Huye trivializando lo que  finge ignorar, porque, está convencido, lo descubierto tiene la intención de dañar el empeño estructural de gran calado. Por eso no se vale criticar lo que ocurrió: la querella busca perjudicar el futuro de la patria.

4) “No exageres. En todos lados ocurre. ¿Quién no lo ha hecho?”: en la escuela te enseñan a hacer eso, y a rellenar ovalitos de confusión múltiple. ¿A poco no pasa hasta en las mejores universidades? Se diluye la gravedad de lo sucedido porque es lo normal. Lo anormal, rayando en lo estúpido, es no hacerlo. Despierta iluso: estamos en México.

5) “Se cayeron las comillas en la imprenta”: sin comentarios. Sobran.

6) El ruidoso silencio. Pocos medios de comunicación nacionales atienden el asunto. De lo que no se habla no existe. En otros países es concebido como un escándalo y se difunde. Acá no.

Lo que sucedió es parte, una muestra no más, de la plaga: “Calamidad grande que aflige a un pueblo” (RAE). ¿Cuál? La inmensa tolerancia a la impunidad. La convicción de lo irremediable de la transa, el delito, el desfalco, la mentira, la transgresión a las normas y la carencia, e inutilidad, de los más elementales principios éticos si se quiere progresar. Convivimos con dosis de violencia y crueldad crecientes, que van siendo lo cotidiano: ¿cuántos muertos hoy? No tantos. ¿Va a llover?epn_donacion_escuelas-web

Del mismo modo en que ya no nos avergüenzan o indignan la desigualdad y la pobreza, hemos asumido que la corrupción es cultural e inexorable, que la justicia es más improbable que ganar un mundial y, por tanto, ¿qué importancia tiene hurtar palabras a otros y hacerlas mías? Ninguna. La calamidad social que hace intrascendente al plagio, al robo, el hambre, la violencia y tantas fosas, tantos huesos, es directamente proporcional al quebranto de las instituciones. Desampara la honradez. Es ese el problema. Sería el trancazo más fuerte a la reforma educativa, si fuera tal, y tuviera como eje consolidar la moral laica.

No es así. En medio del fango, los que plagian tesis o partes del modelo educativo sin recato alguno, avanzan en lo importante: sus intereses, plagados de miseria humana. ¿Rompemos el espejo o nos miramos? Ahí reside el dilema.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-plaga-y-el-plagio/

Imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2015/01/Refroma-educativa-EPN-300×179.jpg

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La plaga y el plagio

Por: Manuel Gil Antón

El golpe a la educación en México es severo. La herida que frente al hecho nos deja maltrechos, va más allá de la denuncia del empleo de textos ajenos, como propios, en la tesis que presentó Enrique Peña Nieto para ejercer como abogado con licencia académica y cédula profesional. Es en el amplio espacio del hurto y los fraudes, concebidos como “naturales”, donde podemos, sin olvidar esa trampa, transitar del síntoma a la causa, escapar del mero espectáculo para mirarnos en el espejo.

Comparto rasgos de lo que me ha sido posible atisbar. Calan.

1) “No es para tanto”: no fue escaso el sector social que, una vez enterado del entuerto, se sintió defraudado. “Yo pensé que era algo serio, como el robo de millones”. El delito ocurre, o es grave y merece atención, según la materia de la que se trate y su monto, no por quebrar la norma.

2) “Se trata de errores de estilo en la redacción del texto” explicó la o cina del mandatario, y “sucedió hace mucho tiempo”: la desfachatez transmutada en impericia al redactar. La distancia temporal de lo sucedido se esgrime como coartada para no asumir el atropello, en procura de dirigir la mirada a los motivos de quien desvela la tropelía. La culpa se endosa a quien descubre el timo. La víctima es quien estafó pues lo quieren desprestigiar.

3) “Mira, no sé, este… algo oí anoche… estoy seguro que no es nada serio… lo que sí te digo es que no hay que distraernos de las cosas verdaderamente importantes y trascendentes”: la fuga de quien sabe bien lo sucedido y su gravedad, y no puede ni quiere declarar algo pues impulsa una reforma sin precedentes que sí es crucial. Huye trivializando lo que  nge ignorar, porque, está convencido, lo descubierto tiene la intención de dañar el empeño estructural de gran calado. Por eso no se vale criticar lo que ocurrió: la querella busca perjudicar el futuro de la patria.

4) “No exageres. En todos lados ocurre. ¿Quién no lo ha hecho?”: en la escuela te enseñan a hacer eso, y a rellenar ovalitos de confusión múltiple. ¿A poco no pasa hasta en las mejores universidades? Se diluye la gravedad de lo sucedido porque es lo normal. Lo anormal, rayando en lo estúpido, es no hacerlo. Despierta iluso: estamos en México.

5) “Se cayeron las comillas en la imprenta”: sin comentarios. Sobran.

6) El ruidoso silencio. Pocos medios de comunicación nacionales atienden el asunto. De lo que no se habla no existe. En otros países es concebido como un escándalo y se difunde. Acá no.

Lo que sucedió es parte, una muestra no más, de la plaga: “Calamidad grande que aflige a un pueblo” (RAE). ¿Cuál? La inmensa tolerancia a la impunidad. La convicción de lo irremediable de la transa, el delito, el desfalco, la mentira, la transgresión a las normas y la carencia, e inutilidad, de los más elementales principios éticos si se quiere progresar. Convivimos con dosis de violencia y crueldad crecientes, que van siendo lo cotidiano: ¿cuántos muertos hoy? No tantos. ¿Va a llover?

Del mismo modo en que ya no nos avergüenzan o indignan la desigualdad y la pobreza, hemos asumido que la corrupción es cultural e inexorable, que la justicia es más improbable que ganar un mundial y, por tanto, ¿qué importancia tiene hurtar palabras a otros y hacerlas mías? Ninguna. La calamidad social que hace intrascendente al plagio, al robo, el hambre, la violencia y tantas fosas, tantos huesos, es directamente proporcional al quebranto de las instituciones. Desampara la honradez. Es ese el problema. Sería el trancazo más fuerte a la reforma educativa, si fuera tal, y tuviera como eje consolidar la moral laica.

No es así. En medio del fango, los que plagian tesis o partes del modelo educativo sin recato alguno, avanzan en lo importante: sus intereses, plagados de miseria humana. ¿Rompemos el espejo o nos miramos? Ahí reside el dilema.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. @ManuelGilAnton mgil@colmex.mx

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-plaga-y-el-plagio/

Imagen: ww.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2013/11/epn_donacion_escuelas-web.jpg

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Reforma cardiaca

Por: Manuel Gil Antón

Los gerentes de la reorganización administrativa del sistema escolar mexicano, cuyo eje ha sido el establecimiento de diversos dispositivos de control y vigilancia de los actores, procesos y estructuras del sistema escolar mexicano (restauración renovada del proceder autoritario añejo) a la que han llamado reforma educativa, se han lanzado, con arrojo, a terrenos realmente asombrosos: incursionan, ahora, en el ámbito de la cirugía mayor y se adentran en la Teología.

conferencia-nuño-junioNo estamos frente a una intervención quirúrgica de poca monta: se trata de un trasplante de corazón, procedimiento muy complejo y complicado que, para mayor sorpresa incluye, ahora, otra capacidad: insuflar el alma a su acción política, como dicen que hizo Dios cuando creó al hombre.

A partir de la propuesta de reforma diseñada en los salones del Pacto por México, durante la aprobación constitucional al vapor, y en el diseño sin aseo y puesta en práctica apresurada de las leyes secundarias, se escuchó hasta el cansancio, y por todos los medios, el ritornello oficial y oficioso que a la sazón decía: “la evaluación es el corazón de la reforma educativa”. De tal consigna no se movió el gobierno ni sus aliados hasta hace pocos días: la sístole y diástole del cambio en la educación en el país sería obra, sin duda e inmediata, de la evaluación. Y mandaban al sector de los herejes a los que lo ponían en duda.

De repente, todo cambió. En una operación urgente, de emergencia, merced a la situación crítica por la que atravesaba la reforma, se impuso el trasplante y la mediación divina. Prueba de ello es que el señor secretario Nuño, al comparecer ante la comisión de educación de la Cámara de Diputados hace unos días, modificó el mantra: “El modelo educativo es el alma y corazón de la reforma educativa”. Si se emplea la metáfora del corazón como referencia a la parte sustancial que conducirá a la calidad educativa, la analogía que aquí se hace con el trasplante de este órgano vital echa luz a la incoherencia del modo de hacer las cosas.

La evaluación, se ha argumentado con razón, es un medio, no un fin; el modelo educativo (si es que lo que se presentó como tal lo fuera) ocupa el sitio de un fin, de un objetivo: la prefiguración de un proyecto. Usar a mansalva un martillo, adorarlo y aclamarlo como “el” logro fundamental durante varios años para construir quién sabe qué, y luego detener los carros para enunciar y poner a consulta lo que se quiere construir, muestra que nunca la evaluación fue concebida como el corazón de un proceso educativo de cambio, sino como instrumento de reacomodo político y corazón del mecanismo de control del magisterio, vía la amenaza, bajo el supuesto de que el miedo a perder el trabajo produciría, por pura añadidura, harta calidad.

Ahora resulta que el verdadero corazón y, para no quedarse corto, la mismísima alma inmortal de la reforma es el modelo educativo. Consta el trasplante, pero de inmediato la pregunta brota: sí, como se afirma, aún no se cuenta con él, dado que habrá que consultarlo con todos los interesados en estas semanas para conseguirlo, ¿cuál ha sido la orientación educativa del proceso? Ya no puede ser postulada la evaluación, y el otro motor crucial está construyéndose. Tiene asidero, entonces, la crítica a la carencia de lo educativo en la que es, según su dicho, la transformación de gran calado más importante del actual gobierno.

De este callejón lógico, expuesto en sus propias palabras, no hay salida. Lo bueno es que el viejo modelo, dicen los documentos, era centralista y autoritario, y el nuevo no lo será, sino que se basará en la consulta y el diálogo. Nadie da lo que no tiene, aunque pueda meter el alma a sus prejuicios: durante estos años, han hecho sin falta lo que dicen que no hay que hacer. Sin corazón, ni infarto puede haber.

  • Articulo tomado de: http://www.educacionfutura.org/reforma-cardiaca/
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