La pandemia y las medidas anticampesinas ahondan el hambre en Brasil

Por: Mario Osava
Fuentes: IPS [Foto: Un agricultor familiar entre las plantas de papaya que cultiva en su finca, donde cuenta con una presa subterránea, una de las formas de acopio de agua de lluvia en la ecorregión del Semiárido, en la región del Nordeste de Brasil. La agricultura familiar ha sido golpeada en el país por las medidas en su contra del Gobierno de Jair Bolsonaro y el impacto de la covid-19. Mario Osava / IPS]

La inseguridad alimentaria despegó con fuerza en Brasil y ya afecta a más de la mitad de la población, 59,4 o 55,2 por ciento según dos estudios. La pandemia acentuó la tendencia iniciada en 2014 y agravada por el actual gobierno de extrema derecha.

Son más de 125 millones de personas sufriendo hambre o algún riesgo de desnutrición, constató la encuesta hecha en noviembre-diciembre por el grupo “Alimento para Justicia” de la alemana Universidad Libre de Berlín, en asociación con las brasileñas Universidad de Brasilia y Universidad Federal de Minas Gerais.

Brasil tenía entonces 212 millones de habitantes. En inseguridad alimentaria grave, con privaciones, estaban 31,8 millones de brasileños o 15 por ciento del total. En un grado moderado, en que ocurre restricción de cantidad y diversidad de alimentos, vivían casi 27 millones u 12,7 por ciento de la población nacional.

Una cantidad un poco mayor, 31,7 por ciento, estaban en situación menos grave, pero aproximándose a la posibilidad de carecer der dinero para alimentarse adecuadamente.

El total en los tres grados de inseguridad alimentaria, 59,4 por ciento, más que dobla el 22,6 por ciento de 2013, el mejor resultado en las encuestas hechas desde 2004 con intervalos irregulares de tres a cinco años.

Datos ligeramente inferiores recogió la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red Penssan), en diciembre: 55,2 por ciento de los brasileños bajo algún grado de inseguridad, de los cuales nueve por ciento, o 19 millones de personas, en situación de hambre.

Ese cuadro seguramente se agravó, ya que la covid-19 volvió a propagarse con una intensidad sin precedentes en Brasil. El total de muertos en los tres primeros meses y medio de este año ya suma 166 935 y pronto alcanzará los 194 949 de todo el año pasado, ya que el promedio diario actual supera las 3000 muertes.

Además terminó en diciembre la ayuda de emergencia que el gobierno aportó a 66 millones de brasileños pobres o desempleados desde abril de 2020, por la suma mensual de 600 reales (110 dólares) en los tres primeros meses, luego reducida a la mitad.

Pese al agravamiento de la crisis sanitaria, el gobierno tardó en reanudar ese auxilio. Solo a fines de marzo aprobó una transferencia limitada a 250 reales (45 dólares) mensuales como promedio y durante solo cuatro meses. Además redujo los beneficiarios a 44 millones. Quedó excluido un tercio de los asistidos en 2020.

“En diciembre acabaron también las grandes donaciones de las empresas e instituciones” para la distribución de alimentos a los sectores más vulnerables, señaló Rodrigo Afonso, director ejecutivo de Acción de la Ciudadanía, una red de comités de solidaridad contra el hambre distribuidos en todo el país.

Pandemia y medidas anticampesinas ahondan el hambre en Brasil

Un grupo de niños almuerza en su escuela, en Itaboraí, a 50 kilómetros de Río de Janeiro, antes del cierre de los centros educativos por la covid. Los alimentos frescos para los almuerzos y meriendas en los centros de educación pública de Brasil son suministrados por productores locales, mediante el Programa Nacional de Alimentación Escolar que asegura una cuota de 30 por ciento de las compras a la agricultura familiar. Foto: Mario Osava / IPS

En 2020 esa organización sin fines de lucro obtuvo el equivalente a nueve millones de dólares en donaciones, principalmente de grandes empresas, y pudo llevar alimentos a cuatro millones de personas. Pero a fines del año pasado perdí la ilusión por el peso de la pandemia y cayó la ayuda, lamentó a IPS por teléfono desde Río de Janeiro, donde tiene sede su asociación.

La penuria de recursos se generalizó entre las numerosas organizaciones solidarias que complementaron la acción del Estado y ayudaron a evitar una tragedia social aún peor  en 2020.

Menos mal que el choque con la realidad de las consecuencias del agravamiento de la pandemia en Brasil, llevó a las empresas a reanudar sus donaciones. “Desde mediados de marzo ya recaudamos 17 millones de reales (tres millones de dólares) y la meta para este año es duplicar la suma y la cantidad de personas atendidas en 2020”, anunció Afonso.

Hay un cierto agotamiento de las empresas y otros donantes, pero “la vacunación ofrece un horizonte, alguna esperanza de mejora del cuadro”, favorece un esfuerzo de movilización final, sostuvo.

En todo caso, el desafío se ahondó para la sociedad, llamada a ampliar su papel ante el “vacío de gobierno” en la protección social y sanitaria, concluyó.

“El auxilio de emergencia de este año es mejor que nada, pero no alcanza para alimentar una familia”, criticó Adriana Galvão, asesora técnica de AS-PTA Agricultura Familiar y Agroecología en el estado de Paraíba, en la región del Nordeste de Brasil.

Pandemia y medidas anticampesinas ahondan el hambre en Brasil

Una feria popular, en Sousa, una ciudad del estado de Paraíba, en el noreste de Brasil, abastecida por agricultores familiares de las localidades rurales vecinas. En general esas ferias tienen una parte de productos orgánicos o agrocecológicos, pero no han podido celebrarse en buena parte, desde que la pandemia de covid irrumpió en el país, hace 13 meses. Foto: Mario Osava / IPS

La organización no gubernamental, conocida por las siglas de su nombre original, Asesoría y Servicios a Proyectos en Agricultura Alternativa, es una de las pioneras en promover la agroecología en Brasil, a partir de sus acciones junto a agricultores familiares.

Su presencia en el Nordeste es clave porque se trata de la región que concentra más de mitad de la agricultura familiar brasileña y es la más pobre.

La inseguridad alimentaria allí afecta a 73,1 por ciento de su población, según el estudio del grupo Alimento para Justicia. En comparación, la región en mejor situación, el Sur, registró 51,6 por ciento.

En los territorios semiáridos del Nordeste “se vive un momento de grave tensión, a la espera de lluvias para sembrar”, única forma de aliviar la crisis, ya que los agricultores familiares no son contemplados por el auxilio gubernamental y sufren el derrumbe de políticas públicas que aseguraban sus avances en este siglo, resumió Galvão.

“Empezó a llover, pero los campesinos que leen la naturaleza no esperan lluvias generosas este año”, observó la activista, graduada en biología y coordinadora de acciones de empoderamiento de las mujeres en la región de Borborema, en el centro-este de Paraíba.

La Garantía-Cosecha, un seguro para pérdidas de por lo menos mitad de la siembra, es clave para la agricultura familiar, ante la irregularidad de las lluvias, destacó.

Pero desde su llegada al poder en enero de 2019, el actual gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro está desactivando gradualmente ese y otros programas que mejoraron la producción y la vida campesina.

Pandemia y medidas anticampesinas ahondan el hambre en Brasil

Las cisternas para el acopio de agua de lluvia, con sus diferentes formas y usos, son ya parte del paisaje de la ecorregión del Semiárido de Brasil, y han permitido dejar atrás las hambrunas y mortandades del pasado cuando llegan las cíclicas sequías a la región del Nordeste. Pero el gobierno de Jair Bolsonaro ha diezmado ese y otros programas de apoyo a la pequeña agricultura. Foto: Mario Osava /IPS

La interrupción del Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), debido al cierre de las escuelas por la pandemia, amplía doblemente la inseguridad alimentaria, al dejar los niños sin la merienda diaria y al anular ventas determinantes para la agricultura familiar, explicó Galvão a IPS por teléfono desde Campina Grande, en Paraíba.

La legislación en la mayor parte del país obliga las escuelas o municipios a comprar a la pequeña agricultura local por lo menos 30 por ciento de la merienda escolar, lo que la abarata y la diversifica con productos frescos.

Con las escuelas cerradas, algunas alcaldías mantuvieron esas compras y distribuyen los alimentos en canastas a las familias de los alumnos pobres, pero son casos excepcionales.

La agricultura familiar, responsable de 70 por ciento de los alimentos consumidos en el país, “no dejó de producir durante la pandemia, pero sufrió una retracción del consumo” que amenaza la seguridad alimentaria de todos, apuntó José Francisco de Almeida, secretario de Política Agrícola de la Federación de los Trabajadores Rurales Agricultores y Agricultoras Familiares del Estado de Ceará.

La paralización del comercio y el transporte en Ceará, sorpresivo, dejó los agricultores sin acceso al mercado y cerró las ferias callejeras. “Perdimos tomates, animales listos para abate. Con las pérdidas, se redujo nuestra capacidad de invertir”, diagnosticó Almeida a IPS.

Además el gobierno de Bolsonaro dificulta el crédito a la agricultura familiar y va suprimiendo programas que fomentaron el sector en las últimas décadas, con medidas que agravan la crisis ya representada por 14 millones de desempleados y gran aumento de mendigos en las ciudades, punta del hambre que se disemina, acotó.

Además de la Garantía-Cosecha y el PNAE, el gobierno socava programas como el de Adquisición de Alimentos (PAA), que abastece instituciones asistenciales con productos de la agricultura familiar, el de cisternas de acopio de agua de lluvia para consumo y producción, y el de fomento de la productividad de “más alimentos”.

Esa política contra la pequeña agricultura agrava la crisis, al herir a un sector que, en Ceará, representa 48 por ciento del producto agrícola, genera más empleo que la agricultura industrial con menos tierra y produce la mayor parte de los alimentos, 70 por ciento de la leche, por ejemplo, arguyó Almeida por teléfono desde Redenção, en el interior de Ceará, donde cultiva 80 hectáreas de tierra.

ED: EG

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2021/04/pandemia-medidas-anticampesinas-ahondan-hambre-brasil/

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La pandemia coloca a indígenas latinoamericanos ante nuevos desafíos

América/ 15/04/2020/Autor: Mario Osava/Fuente: http://www.ipsnoticias.net/

El nuevo coronavirus llegó al extremo noroeste de Brasil, en la Amazonia profunda, sonando la alarma de su arribo a comunidades donde viven numerosos indígenas, en un temor común en los países latinoamericanos.

Por una cruel ironía el portador del coronavirus fue un médico de la Secretaría Especial de Salud Indígena, responsable en Brasil de la asistencia a los pueblos originarios en sus territorios.

“Él vino del Sur, atendió gente en Atalaia do Norte, donde contagió a un pariente marubo (pueblo indígena), luego estuvo en Santo Antonio do Içá y dejó cuatro con el virus, entre los cuales una indígena kokama. Hoy se informó que en São Paulo de Olivença, donde vivo, hay otros dos enfermos”, relató a IPS el líder indígena Francisco Guedes, desde su localidad.

Entre los siete comprobados con el nuevo coronavirus por lo menos dos son indígenas, “parientes” como los  identifica Guedes, presidente de la Federación de las Organizaciones, de los Caciques y las Comunidades Indígenas de la Tribu Ticuna del Alto Solimões, en el estado de Amazonas, en el norte del país.

“Estamos preocupados”, porque no se ve posibilidad de tratamiento para los enfermos graves, señaló Guedes, profesor de enseñanza básica en la lengua ticuna, el pueblo indígena más numeroso de Brasil, con 70 000 miembros estimados, en un país con una población de 211 millones de habitantes.

“Acá el hospital no tiene equipos siquiera para asistencia común, mucho menos para cuidados intensivos. Y Manaus, donde hay recursos, queda a tres días y medio en barco”, el único medio de transporte, acotó.

Además Manaus, la capital de Amazonas, con 2,2 millones de habitantes, tiene su red de hospitales ya en colapso, admitió el alcalde Arthur Virgilio Neto. Es una de las siete capitales cuyo índice de contagiados por el SARS-CoV-2 más preocupa al Ministerio de Salud.

Manaus es la capital del estado con mayor índice de contagios hasta ahora, y allí ha muerto uno de los dos indígenas registrados como fallecidos hasta ahora por la covid-19, ambos en la Amazonia brasileña.

En México, en la occidental península de Yucatán, donde los indígenas constituyen por lo menos la mitad de  sus 2,2 millones de habitantes, ellos enfrentan otras dificultades.

“Aún hay pocos casos (de la covid-19), por suerte, y la mayor parte en la capital Mérida, pero como no hay ningún plan del gobierno ante la pandemia, un contagio masivo provocaría muchas muertes”, teme Pedro Uc Be, miembro de la Comisión de Seguimiento de la Asamblea Maya en Yucatán.

“Lo que se necesita ahora es comida y trabajo, no tanto para los indígenas que viven en sus pueblos, que tienen la ventaja de una dinámica propia, con producción de alimentos. El problema son los que emigraron principalmente a Mérida y ahora regresan a sus pueblos sin trabajo, ni ingresos, ni comida”, destacó a IPS desde Buctzotz, un municipio de Yucatán.

El gobierno del estado de Yucatán, uno de los tres en que se divide el territorio peninsular, ofreció un bono de 2500 pesos (cerca de 102 dólares) a cada desempleado, pero en la mitad del primer día hubo más de 25 000 solicitudes y se canceló el programa.

Una reunión de la Asamblea Maya, en la península de Yucatán, en México, que lucha por la defensa de su territorio. Ahora sus líderes buscan defender a sus miembros de la propagación del coronavirus. Foto: Cortesía de AM

Una reunión de la Asamblea Maya, en la península de Yucatán, en México, que lucha por la defensa de su territorio. Ahora sus líderes buscan defender a sus miembros de la propagación del coronavirus. Foto: Cortesía de AM.

“No tenemos seguridad, pero se cree que el coronavirus llegó a los pueblos indígenas por los regresados de la capital”, observó Uc Be, campesino, profesor de literatura y escritor en lengua maya.

En México, con 130 millones de habitantes, la epidemia está creciendo y hasta ahora se trata de contenerla por un confinamiento voluntario de las personas. “La mayoría se queda en casa”, pero el éxito sigue pendiente de políticas “adecuadas y a tiempo”, sostuvo.

El gobierno local amenazó con hacer obligatorio el aislamiento social, pero no lo hizo ante críticas de las organizaciones de derechos humanos, dijo el profesor, tras explicar que la Asamblea Maya lucha en la defensa del territorio indígena contra intentos de despojo por grandes empresas, proyectos energéticos y siembras de soja transgénica.

En Ecuador, la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) también se quejó de la falta de medidas y de coordinación de los esfuerzos centrales, provinciales y locales, pero se dispuso a poner en marcha “un plan de solidaridad en apoyo a sectores del campo y la ciudad”, con aporte de productos de primera necesidad.

“Pondremos nuestro granito de arena”, declaró el presidente de la Conaie, Jaime Vargas, en una rueda de prensa digital desde Quito el martes 7.

No hubo registro de la covid-19 en las comunidades indígenas de la Amazonia Ecuatoriana, pero si en la costa, con “compañeros fallecidos”, resumió.

“No tenemos estadísticas, datos exactos” con nombres y origen de los indígenas afectados, reclamó. La prioridad debe de ser la protección de los productores campesinos, para que puedan vender sus productos, para que tengan sus ingresos y contribuyan a la seguridad alimentaria, arguyó Vargas.

La crisis de la pandemia en Ecuador repercutió internacionalmente por los muertos sin sepultura, abandonados en las calles de Guayaquil, la mayor ciudad del país andino, con 17 millones de habitantes.

Vargas divulgó también las resoluciones del Consejo Político de Conaie, reunido el lunes 6.

“Rechazar la decisión del gobierno nacional de pagar la deuda externa y no destinar esos recursos al Sistema de Salud Pública para combatir el covid-19 en el cual hasta el momento hay la escalofriante cifra de 1600 miembros del personal de salud contagiados por falta de equipos de bioseguridad”, es el tercero de los 13 puntos de la declaración.

Una escuela del pueblo juruna, en la orilla del río Xingú, en la Amazonia brasileña. Los pueblos indígenas de la ecorregión del norte del país tratan ahora de informarse y reclamar medidas para evitar los daños y la mortalidad que provoca la pandemia del nuevo coronavirus, a que son muy vulnerables por razones sociales y culturales, como el modo de vida, lejanía de los hospitales y la invasión de sus tierras. Foto: Mario Osava/IPS

Una escuela del pueblo juruna, en la orilla del río Xingú, en la Amazonia brasileña. Los pueblos indígenas de la ecorregión del norte del país tratan ahora de informarse y reclamar medidas para evitar los daños y la mortalidad que provoca la pandemia del nuevo coronavirus, a que son muy vulnerables por razones sociales y culturales, como el modo de vida, lejanía de los hospitales y la invasión de sus tierras. Foto: Mario Osava/IPS

La Conaie condena la política neoliberal, beneficios a las empresas extractivas y centrales hidroeléctricas, los despidos masivos y los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, para reclamar una elevación de 60 a 400 dólares el bono de emergencia concedido a los trabajadores informales privados de sus ingresos.

Además propone la creación de un fondo para la compra de alimentos producidos por el sector indígena y campesino, para asegurar el abastecimiento de las ciudades.

Los indígenas latinoamericanos tratan de superar el olvido a que fueron relegados en esta crisis sanitaria y también humanitaria, un efecto natural de la multiplicación de los enfermos y muertos en algunas de las grandes ciudades.

“Los pueblos indígenas no están preparados para la pandemia del coronavirus debido a la limitada oferta de servicios de salud (instalaciones y personal sanitario) en sus comunidades”, declaró el epidemiólogo Omar Trujillo, quien se ocupa de la población originaria dentro del Ministerio de Salud de Perú, otro país con alto número de comunidades nativas.

Esta vez el virus no es el arma biológica con que invasores coloniales exterminaron pueblos indígenas en las Américas. El SARS-CoV-2 golpea a todos, sin distinguir etnias o colores.

Nadie estuvo expuesto antes a ese nuevo coronavirus para desarrollar anticuerpos y evitar formas graves de la covid-19, explicó a IPS el epidemiólogo Eduardo Costa, asesor de cooperación internacional de la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSP).

Indígenas, blancos o negros están teóricamente en las mismas condiciones inmunológicas ante esa pandemia que amenaza millones de vidas humanas y los sistemas sanitarios, económicos y sociales en todo el mundo.

Pero hay otros indicadores sanitarios y sociales que recomiendan incluir los indígenas en América Latina y el mundo entre los grupos más vulnerables, sostuvo Ana Lucia Pontes, médica investigadora de la ENSP, quien coordina el Grupo de Trabajo de Salud Indígena en la Asociación Brasileña de Salud Colectiva.

Las condiciones varían entre los pueblos originarios, territorios y modos de vida, hay muchos grupos que acumulan comorbilidades por efectos de enfermedades sufridas, como malaria, dengue, gripes, sarampión, diabetes entre los adultos, anemia relacionada a problemas alimentarios, explicó.

Además de las distancias de las aldeas a los hospitales y frecuente escasez de agua potable, se presentan dificultades de comunicación y por ende de información sobre riesgos y cuidados impuestos por el coronavirus, acotó.

Aunque vivan apartadas, numerosas comunidades indígenas en Brasil y el resto de América Latina dependen de compras de alimentos afuera y esa relación frecuente con los mercados urbanos representa un riesgo de contagio peligroso, concluyó Pontes.

Ya el 13 de marzo, la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) llamó a los gobiernos de los ocho países de la ecorregión a adoptar medidas urgentes, ante la especial vulnerabilidad de los pobladores originarios.

“Son 506 pueblos indígenas que estarían en inminente riesgo, además de 76 pueblos indígenas en aislamiento, cuyo sistema inmunológico es muy débil y cualquier gripe los puede llevar a la desaparición. Una pandemia de esta magnitud para las comunidades nativas significaría una catástrofe de grandes proporciones”, planteó entonces uno de sus coordinadores, el colombiano Robinson López.

El brasileño Guedes, por su parte, comentó una realidad que se repite entre comunidades indígenas de la región.

Los ticunas, dijo, aún disponen de mucho pescado y producción agrícola para sostenerse con cierta autonomía alimentaria. Pero muchos “parientes” ya no cuentan con esa posibilidad, con tierras escasas y cercadas o invadidas por la minería y la ganadería y el pescado escaso en ríos bloqueados por embalses hidroeléctricos, se lamentó.

El SARS-CoV-2 hizo recordar que los cinco millones estimados de indígenas que vivían en Brasil cuando llegaron los portugueses, en 1500, se redujeron a 897 000 en el censo de 2010, después de haber bajado a cerca de 250 000 en los años 80. Otros virus fueron factores de muchos casos de exterminio.

ED: EG

Fuente e imagen:  http://www.ipsnoticias.net/2020/04/la-pandemia-coloca-indigenas-latinoamericanos-ante-nuevos-desafios/

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Un misterioso derrame petrolero hunde la pesca costera en Brasil

Un misterioso derrame petrolero hunde la pesca costera en Brasil

 

Mario Osava

Voluntarios, funcionarios y miembros de la Marina participan en la limpieza de una de las playas ennegrecidas por los residuos de un derrame de petróleo, procedente de alta mar y de origen desconocido, que llegó a las costas de la región del nordeste de Brasil. El Gobierno de Jair Bolsonaro ha atendido tarde y mal al mayor desastre de su tipo ocurrido en el país. Crédito: Heudes Regis/SEI-Fotos Públicas

RÍO DE JANEIRO, 25 oct 2019 (IPS) – “Nunca he visto, ni oído a mi padre o abuelo hablar de un desastre tan grande, cuyo impacto durará décadas y en que los pescadores seremos los más afectados”, lamentó Lailson Evangelista de Souza, de 55 años y “pescador desde los 11”.

Misterio y una tragedia de dimensiones aún poco comprensibles envuelven el derrame de petróleo cuyos daños ya se extienden por más de 2 000 kilómetros de la costa noreste de Brasil.

El hidrocarburo “penetró en los estuarios y en los manglares que son cunas de la fauna marítima”, hecho que agrava el envenenamiento del pescado y la reducción futura de la pesca, dijo a IPS el pescador de langostas y peces en el litoral de Pernambuco, un estado de la región del Nordeste.

De Souza es también dirigente del nacional Movimiento de Pescadores y Pescadoras, una articulación de colectivos de los 27 estados de este país de 9 198 kilómetros de costa al océano Atlántico, el 15 litoral más largo del mundo, a los que se suman las riberas de sus grandes y abundantes ríos.

“Ya la población no quiere comprar nuestro pescado y mariscos” por temor a su contaminación, se preocupó Marizelha Lopes, pescadora de camarones y cangrejos en una isla cercana a Salvador, capital de Bahia, otro estado nordestino.

Hay autoridades sanitarias recomendando que se suspenda el consumo de frutos del mar, pero sin aclarar los riesgos y los venenos identificados en los exámenes, se quejó a IPS desde su localidad.

“Vivimos una agonía, porque seguimos pescando, lo único que sabemos hacer, y no tenemos estructuras para almacenar el pescado hasta que reaparezcan compradores”, acotó.

“Además no pasamos dos días sin comer pescado, así que comemos lo que no logramos vender, es una cuestión de seguridad alimentaria”, realzó Lopes.

Reconoció, sin embargo, que ya “aparecen peces y tortugas muertas, que vienen del mar, y la contaminación del petróleo ya llegó a los manglares”.

“Las mujeres somos las más expuestas a la contaminación, pasamos horas en el agua a buscar mariscos”, ya que ellas son mayoría en actividad en los manglares, señaló esta marisquera de 49 años. “Pesco desde que me entiendo como gente”, dijo con orgullo.

En la zona costera del Nordeste hay 144.000 pescadores, según datos oficiales. Pero “para cada uno de ellos hay otros tres informales, sin registro”, estimó Severino Santos, educador social del Consejo Pastoral de los Pescadores , órgano vinculado al católico Consejo Episcopal.

“Solo Pernambuco tiene 30 000 pescadores con y sin registro”, y no se trata del estado con mayor litoral entre los nueve del Nordeste, ejemplificó a IPS desde Recife, capital del estado.

El derrame petrolero es ya el más grave registrado en Brasil, pero aún se ignora dónde y porqué empezó, ni su volumen, pese a haber transcurrido ocho semanas desde que sus primeros vestigios aparecieron el 30 de agosto en las playas del Nordeste.

  

Una capa de chapapote sofoca la vegetación de un manglar en Pernambuco, el estado del Nordeste de Brasil más afectado por la llegada a las costas atlánticas de Brasil de un enorme derrame de petróleo de origen sin identificar. El desastre se hizo visible el 30 de agosto contaminando las playas, perjudicando gravemente a los pescadores y dañando estuarios, manglares y arrecifes, cunas de fauna. Crédito: Cortesía de Clemente Coelho Junior

Los chapapotes se hicieron visibles en más de 200 playas, donde miles de voluntarios, funcionarios del sector ambiental y efectivos de la Marina recogen esos trozos del petróleo, que por su pesadez y viscosidad, suele mantenerse pastoso, en fragmentos no diluidos en el agua.

Se estima que ya recogieron por lo menos mil toneladas de esos residuos de marea negra.

“Es preocupante el riesgo para la salud de los voluntarios y pescadores que limpian las playas y manglares sin equipos de seguridad”, señaló Santos.

Pero la contaminación menos aparente y “prácticamente imposible de limpiar” penetró en manglares, estuarios de los ríos, corales y arrecifes, donde la fauna marítima se aloja y se reproduce, destacó Clemente Coelho Junior, oceanógrafo y profesor de la Universidad de Pernambuco .

“El pasivo ambiental allí persistirá por décadas. Manchas de petróleo quedan incrustadas en las rocas, arrecifes, árboles y raíces de los manglares, donde no se logra limpiar cien por ciento, siempre sobra algo”, explicó a IPS también desde Recife.

“La descomposición de ese material es lenta y libera benceno, metales pesados y otros tóxicos”, que amenazan la fauna y la salud humana, acotó.

Pernambuco, uno de los nueve estados del Nordeste brasileño, sufre el mayor aflujo del petróleo derramado, cerca de mitad del total.

Análisis de la Universidad Federal de Bahia , otro estado afectado, de la fuerza de la Marina y de la empresa petrolera estatal, Petrobras , indican que se trata de crudo venezolano, pero el gran misterio es cómo llegó a la costa brasileña.

Un estudio del Instituto de posgrado en ingeniería de la Universidad Federal de Río de Janeiro apuntó que el derrame pudo haber ocurrido entre 600 y 700 kilómetros a este de la costa, fuera del mar territorial brasileño.

“Son aguas internacionales en la principal ruta de navíos clandestinos, sin bandera y no rastreados”, observó Coelho. Y, sin confirmación al respecto, se presupone que Venezuela, bajo sanciones económicas de Estados Unidos, sea el mayor proveedor de hidrocarburos vendidos irregularmente.

Corrientes marítimas se habrían encargado de conducir el petróleo derramado al Nordeste brasileño y de dispersarlo por los 2 000 kilómetros de litoral hacia el norte y hacia el sur.

El gobierno brasileño informó el 23 de octubre que había pedido, a través de la Organización de los Estados Americanos (OEA), explicaciones a Caracas sobre ese petróleo, aunque la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) negó cualquier relación con el hecho en un comunicado del 10 de octubre.

Toneladas de petróleo estacionadas en la playa de Forte, en el estado de Bahia, en el Nordeste de Brasil, el 21 de octubre, que dan muestra del tamaño del desastre ambiental en el litoral atlántico del país. Crédito: Instituto Bioma/Fotos Públicas

Brasilia busca reaccionar a las críticas al atraso de sus medidas en relación al desastre y a su política considerada antiambientalista.

“El gobierno no es el autor del crimen, pero peca por omisión”, resumió el pescador De Souza desde la capital pernambucana.

Una de las primeras medidas del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, tras tomar posesión el 1 de enero, fue el extinguir dos comités claves del Plan Nacional de Contingencia para enfrentar accidentes con hidrocarburos en aguas nacionales, creado en 2013.

Una división del Ministerio de Medio Ambiente encargada de casos de emergencia estuvo sin responsable desde abril. Su nuevo director solo fue nombrado el 4 de octubre, 35 días después de empezar el derrame petrolero en el Nordeste.

Solo el 21 de octubre el gobierno anunció la movilización de 5 000 soldados del Ejército para ayudar en la limpieza de las playas, que se sumaron a efectivos que antes destacó la Marina.

Con este ya son tres desastres ambientales que actúan como una condena para Bolsonaro y su ministro del Medio Ambiente, Ricardo Salles, tras sus acciones tendientes a desmovilizar los organismos de control y leyes de protección a la naturaleza.

El 25 de enero se rompió la represa de residuos de la empresa minera Vale en Brumadinho, municipio del estado suroriental de Minas Gerais, en que murieron 252 personas y aún quedan 18 desaparecidos bajo el fango.

En agosto se produjo la peor ola de incendios forestales amazónicos en los siete últimos años que provocó protestas en todo el mundo y también la movilización de militares para contener las llamas y las críticas.

A los pescadores del Nordeste el gobierno prometió ahora ampliarles en dos meses el Seguro Defeso, el pago de un salario mínimo (equivalente a 250 dólares mensuales) para que no pesquen en el período de reproducción de los peces.

La medida suena a burla, ya que muchos pescadores no reciben ese seguro desde 2016, según la marisquera Lopes. Además “casi 400 000 jóvenes no tienen acceso al registro de pescador desde 2012 y más de 600 000 pescadores tuvieron suspendidos o anulados sus registros”, acusó.

En el Nordeste se limpian principalmente las playas, para defender el turismo, pero el turista “puede ir a otro lado, nosotros no, la pesca es nuestro modo de vida”, que depende de su territorio, concluyó esta mariscadora que ve amenazada su actividad de toda la vida.

Edición: Estrella Gutiérrez

Autor: Mario Osava
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Gobierno, el enemigo público de la educación en Brasil

Por: Mario Osava.

El presidente Jair Bolsonaro ha hecho méritos para convertirse en el mayor enemigo de la educación en Brasil, en lo que pudiera parecer un intento de suicidio político, aunque sea algo incompatible con el instinto del poder.

Más de un millón de personas salieron a las calles en al menos 200 ciudades del país, el miércoles 15 de mayo, para protestar contra los recortes presupuestarios impuestos a la enseñanza pública, especialmente a las universidades, única medida relevante de su gobierno en el sector desde la toma de posesión el 1 de enero.

Bolsonaro, un político y militar retirado de extrema derecha, reaccionó llamando a los manifestantes “idiotas útiles” y “masa de maniobra de una minoría de listillos”, en declaraciones a periodistas que cubrían su visita a la ciudad estadounidense de Dallas. Militantes ideológicos controlarían las universidades, adujo.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”: Maristela Crispim.

Pero, de hecho,  el Día Nacional en Defensa de la Educación, una de las más masivas protestas de este siglo en Brasil, no contó con líderes visibles ni una participación ostensible de partidos en su convocatoria y organización.

Carteles improvisados en cartones o tejidos fueron el recurso de expresión gráfica más usado, reflejando la movilización mayoritariamente espontanea de 1,5 millones de personas en todo el país, según  los organizadores de la Unión Nacional de Estudiantes, sindicatos y movimientos sociales.

Portar libros fue otra manera común de destacar la importancia de la educación.

“Bolsonaro es enemigo de la educación”, rezaba el cartel de un sindicato de profesores que sintetizó una opinión generalizada entre los manifestantes, coreada en forma diferente durante las movilizaciones.

“Elegir la educación como enemiga del país” fue la decisión del actual gobierno que provocó como respuesta esas masivas protestas, señaló Fernando Haddad, el rival de Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018 y exministro de Educación (2005-2012), en un discurso durante la manifestación en São Paulo.

Esa es una orientación peligrosa para cualquier político, que tiende a aislarlo, ante el consenso de que la enseñanza es el factor indispensable e insustituible para el desarrollo y el futuro de la sociedad brasileña.

La presencia de muchos manifestantes ajenos a las escuelas, incluso ancianas que se presentaban como “abuelas de estudiantes”, escenifico el apoyo de la sociedad en general a las inversiones en la educación pública.

En este país de 2009 millones de personas, hay 67 universidades federales estatales, con dos millones de estudiantes. A ellas se suman otras universidades públicas financiadas por los gobiernos de los estados, para alcanzar un total de ocho millones de estudiantes universitarios en centros del Estado.


Mapa teñido de movilizaciones
En 2018, Brasil tenía 48,5 millones de estudiantes en la enseñanza básica (primaria y secundaria), según el censo escolar. De ese total, 73,5 por ciento estudiaban en escuelas públicas, municipales o estadales, siendo un gran elemento de democratización y de ascensor social en el país.

En Fortaleza, capital del nororiental estado de Ceará, la movilización empezó temprano con estudiantes bloqueando avenidas.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”, definió a IPS la periodista Maristela Crispim, fundadora de la agencia Eco Nordeste, especializada en la sostenibilidad.

São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, de 12 millones de habitantes que suben a 22 millones si se suma su área metropolitana, reunió 500.000 manifestantes en su avenida Paulista, el centro financiero nacional y escenario usual de las mayores manifestaciones políticas y fiestas populares en Brasil.

En Río de Janeiro concurrieron cerca de 150.000 personas, según el Sindicato de Profesionales de la Educación.

Pero también pequeñas ciudades diseminadas por este país de dimensiones continentales tuvieron su jornada en defensa de sus escuelas y universidades públicas.

Muzambinho, una ciudad de solo 20.000 habitantes en el suroriental estado de Minas Gerais,  movilizó sus estudiantes por segunda vez en 10 días, para reclamar la estabilidad financiera de su Instituto Federal que tiene un campus con seis cursos universitarios.

“Esta vez vino menos gente”, se lamentó con IPS desde esa ciudad la estudiante de veterinaria Tereza Camargo Pezzuti. Presentaciones musicales y de danza atrajeron la población local que también puso conocer muestras de los trabajos científicos de los estudiantes.

#Antieducación ideológica

La etiqueta de “antieducación” puesta a Bolsonaro no deriva solo de los recortes presupuestarios, que el ministro de Educación y Cultura, Abraham Weintraub, trató de justificar como una necesidad financiera ante la merma de ingresos fiscales, en una audiencia en la Cámara de Diputados, en Brasilia, el mismo 15 de mayo.

Se debe a la crisis económica heredada de gobiernos anteriores, arguyó en la sesión a que fue obligado a concurrir por decisión de una amplia mayoría de los diputados.

Pero durante la campaña electoral Bolsonaro ya atacaba las escuelas, especialmente las universidades, como foco del “marxismo cultural” y de la “ideología de género”, alegadas perversiones que prometía extirpar en su presidencia.

Era el ambiente, aseguraba, que propiciaba malas costumbres y una formación para convertirse en homosexuales, en desmedro de la familia tradicional y la moral.

Al llegar al poder, nombró como ministro a Ricardo Vélez, un colombiano naturalizado brasileño, graduado en teología y filosofía, con una carrera sin brillo como profesor de universidades privadas y de una escuela para oficiales del Ejército.

En tres meses no logró siquiera componer su equipo ministerial y coleccionó desastres como el anuncio de que los libros didácticos distribuidos por el gobierno serían revisados, especialmente para modificar el dato de que hubo dictadura militar en Brasil de 1964 a 1985.

Bolsonaro y sus seguidores niegan el carácter dictatorial de los gobiernos militares que abolieron garantías legales, encarcelaron y torturaron miles de personas, suspendieron las elecciones por voto directo de la población.

La medida más autoritaria de Vélez fue instruir las escuelas, mediante una carta formal, para que filmasen los alumnos en formación militar y cantando el himno nacional, y enviasen el registro al ministerio.

Tuvo que echarse atrás de inmediato y algunas semanas después fue despedido y sustituido por el economista Weintraub, otro ministro sin conocimientos de gestión educativa, pero sí con larga experiencia en el mercado financiero.

En varias declaraciones dejó claro su aversión a las universidades, por sus malas experiencias como alumno y profesor. Informó que reducirá inversiones en los cursos de filosofía y sociología, porque no producen retornos concretos como veterinaria, ingeniería y medicina, un criterio refrendado por Bolsonaro.

El anuncio de los recortes presupuestarios sonó también idiosincrático. Empezó por decir que solo tres universidades sufrirían reducciones de 30 por ciento en el presupuesto de gastos corrientes, que no incluyen sueldos.

“Alboroto” y malos resultados serían las causas del castigo. Tras reacciones negativas, incluso con datos comprobando que las tres universidades están entre las mejores del país, el ministro anunció que el recorte se aplicaría a todos los centros superiores.

En sus críticas a las universidades públicas, Bolsonaro insiste en otra falsedad, al asegurar que casi no realizan investigaciones, cuando en realidad 90 por ciento del total que se realizan en los centros superiores las realizan las financiadas por el Estado.

Weintraub, ahora, pasó a enfatizar que el gobierno pretende dar prioridad a la enseñanza básica y preescolar, aunque también esas áreas sufrieron recortes, aunque menores.

Sus explicaciones a los diputados generaron críticas y la convicción de que no hay en ralidad una política educativa en marcha.

La pérdida de ingresos fiscales se debe en gran parte al propio gobierno actual. Las previsiones apuntaban un crecimiento económico de 2,5 por ciento este año, impulsado por la confianza de los inversionistas en la nueva gestión.

Peleas internas entre gobernantes, la vuelta atrás en muchas medidas visiblemente inadecuadas y prioridades basadas en creencias y paranoias del presidente y varios de sus ministros resultaron incertidumbres, incluso en la aprobación parlamentaria de la reforma previsional considerada clave para la recuperación económica.

Hoy nadie espera más que 1,5 por ciento y muchos economistas hablan de cerca de uno por ciento, índice similar al registrado en 2017 y 2018.

Además el gobierno desató otras batallas que movilizan opositores.

“Menos armas, más libros” y “Nuestra arma es la educación” decían carteles en las manifestaciones pro educación.

Se referían al decreto presidencial que amplió a unos 19 millones de brasileños la posibilidad de portar armas en las calles, una amenaza de más violencia y muertes en un Brasil que ya registra más de 60.000 asesinatos anuales.

Fuente del artículo: https://kaosenlared.net/gobierno-el-enemigo-publico-de-la-educacion-en-brasil/

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Brasil empuja nuevo modelo de alimentación escolar en la región

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“Vuelvo con muchas ideas a Panamá”, celebró Gilda Montenegro, una nutricionista del Ministerio de Educación, tras conocer el sistema de alimentación escolar del municipio de Vitoria, en el centro-este de Brasil.

Ella se declaró impresionada por “los altos niveles de organización”, los recursos puestos a la disposición de cada escuela y “el rol de las nutricionistas, en contacto directo con las cocinas, capacitando mejor a las cocineras en higiene y nutrición, educando a todos en una función pedagógica fundamental”.

Montenegro y otros 22 visitantes de otros países latinoamericanos y caribeños se juntaron con representantes brasileños en la ciudad de Vitoria, para un recorrido por escuelas y centros de producción y distribución de alimentos que abastecen a las escuelas municipales.

“Las familias adhieren a nuestros hábitos, aunque solo cenamos en la casa. Ahora se come más verduras en mi casa. Yo era obeso, adelgacé con deportes y alimentación menos calórica, hoy tengo la salud regularizada”: Marcos Rodrigues.

Fue una visita técnica realizada entre el 16 y 18 de mayo, promovida por el programa de Fortalecimiento de Programas de Alimentación Escolar en América Latina y el Caribe, ejecutado por la Organización de Naciones Unidas para Alimentación y Agricultura (FAO), en el ámbito de su acuerdo de cooperación firmado con el gobierno brasileño en 2008.

El objetivo era conocer como se ejecuta en Vitoria el brasileño Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), una referencia mundial por atender a los 43 millones de estudiantes de la red pública de enseñanza infantil, básica y secundaria del país, donde los dos primeros sectores están a cargo de los municipios y el tercero de los estados.

El PNAE empezó en 1955, pero su gran avance, en términos de seguridad alimentaria, nutrición y participación social, surgió gracias a una ley de 2009, que estableció que, de la suma recibida por cada escuela, de acuerdo a la cantidad de sus alumnos, al menos 30 por ciento debe destinarse a comprar alimentos producidos por la agricultura familiar.

“Esa descentralización favorece el productor local y los estudiantes ganan mejores alimentos, frescos y más baratos. Se estimulan cooperativas y la economía local, a través de la pequeña agricultura, y se reduce el tiempo de transporte beneficiando el ambiente”, resumió Najla Veloso, coordinadora del proyecto regional por la FAO.

“En la mayoría de los municipios, los proveedores son padres de alumnos”, lo que promueve un acercamiento de las familias a las escuelas y la calidad del producto. Todo eso representa una “relevante ayuda para fijar la población en el campo”, acotó Veloso a IPS.

Brasil empuja nuevo modelo de alimentación escolar en la región

Escolares durante su almuerzo en el Centro Municipal de Educación Infantil Alberto Martinelli, en la ciudad de Vitoria. Buena parte de su alimentación proviene de la agricultura familiar de los alrededores, como en el resto de las escuelas públicas de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS

Las compras locales podrían reavivar los conocimientos agrícolas milenarios de los  pueblos ngäbe y buglé, que viven en el occidente de Panamá, observó Montenegro, de 29 años. Los dos grupos étnicos comparten desde 1997 una comarca indígena de unas 155.000 personas.

“Ellos suministran 80 por ciento de la alimentación de cuatro escuelas, pero no logran ampliarlas, debido al proceso de compras por licitaciones y se limitan casi a sembrar para comer”, lamentó la nutricionista panameña. Más compras escolares podrían “rescatar sus métodos tradicionales de cosecha y conserva, sus productos típicos”, acotó.

Las visitas técnicas organizadas por la FAO “muestran experiencias en la práctica para construcción de conocimientos en otros países, estimulan innovaciones”, destacó Veloso.

Se avanza así en una nueva generación de programas de alimentación escolar en la región, donde se combinan nutrición saludable, compras públicas, agricultura familiar e integración social.

Vitoria, capital del estado brasileño de Espírito Santo, fue elegida para acoger técnicos y autoridades de 13 países por “su buena ejecución del PNAE, su equipo organizado y por haber sido pionera en el tema”, explicó la coordinadora del proyecto regional.

En 2008, antes de entrar en vigor la ley, Vitoria ya priorizaba pequeños agricultores locales y alimentos saludables, recordó Marcia Moreira Pinto, coordinadora del Sector de Alimentación y Nutrición Escolar de la Secretaria Municipal de Educación.

Además siempre superó el mínimo fijado para la agricultura familiar, acotó. En 2016 alcanzó 34 por ciento de las compras en ese sector solo reconocido en tiempos recientes como clave para la seguridad alimentaria.

Brasil empuja nuevo modelo de alimentación escolar en la región

Gilda Montenegro, nutricionista del Ministerio de Educación de Panamá, quien conoció la experiencia de la alimentación escolar en Vitoria, Brasil, junto con otros 22 representantes de 12 países latinoamericanos y caribeños, en una visita técnica promovida por la FAO. Crédito: Mario Osava/IPS

“Esa integración entre educación y agricultura familiar beneficia a toda la sociedad, es fantástica. Intentaré hacerlo en mi pueblo”, prometió Mario Chang, director de Educación del departamento de San Marcos, de Guatemala.

“La visita me brindó buenas ideas”, reconoció Rosa Cascante, directora de Programas de Equidad del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica.

Su desafío, dijo, será “adaptar la experiencia brasileña de compras locales” en su país, donde todo el abastecimiento de instituciones públicas pasa por el estatal Consejo Nacional de Producción, cuya limitada capacidad atiende a solo 20 por ciento de la alimentación escolar.

Una campaña contra el desperdicio de alimentos es una innovación creada por alumnos de la Escuela Municipal de Enseñanza Fundamental Eunice Pereira da Silveira. Inicialmente, en 2015, las pérdidas alcanzaban 50 kilos por semana. Ahora son siete a ocho kilos, según su dirección.

La escuela de educación básica tiene 322 alumnos a tiempo integral, porque permanecen en el centro de siete a 17 horas, recibiendo tres comidas.

La campaña empezó con pocos alumnos bajo orientación de profesores. Se hizo el monitoreo de pérdidas en el comedor, encuestas sobre nutrición, diálogo con estudiantes y las cocineras para adecuar las comidas a una mejor aceptación y reducir desperdicios.

Además del ahorro, una alimentación más saludable en la escuela, con más ensalada y menos grasa, mejora los hábitos familiares, sostuvo Marcos Rodrigues, de 14 años y alumno de penúltimo grado, uno de los líderes de la campaña.

Brasil empuja nuevo modelo de alimentación escolar en la región

El refrigerador de una escuela pública de educación infantil y a la vez guardería en la ciudad de Vitoria, lleno de frutas y hortalizas cultivadas en las cercanías. En Brasil, el obligatorio abastecimiento de al menos 30 por ciento de la alimentación escolar por la agricultura familiar mejora la nutrición de los estudiantes y promueve el desarrollo local. Crédito: Mario Osava/IPS

“Las familias adhieren a nuestros hábitos, aunque solo cenamos en la casa. Ahora se come más verduras en mi casa. Yo era obeso, adelgacé con deportes y alimentación menos calórica, hoy tengo la salud regularizada”, confesó el adolescente a IPS.

Pero es “en la aceptación de alimentos saludables donde faltan más esfuerzos, ante un escenario nacional de avance de los productos industrializados que ofrecen muchas facilidades”, advirtió Moreira Pinto.

La mayor parte de las verduras y frutas, en las escuelas de Vitoria, provienen de Santa Maria de Jetibá, un municipio montañoso a 90 kilómetros de distancia, poblado por los pomeranos, un grupo étnico europeo que ocupaba partes de Alemania y Polonia y se dispersó al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

La inmigración pomerana a Brasil llegó mayoritariamente concentrada a fines del siglo XIX y a Espírito Santo, donde mantuvo sus costumbres campesinas y su lengua en los municipios donde son numerosos.

“Santa Maria es el municipio más pomerano de Brasil y quizás del mundo”, según el alcalde Hilario Roepke, debido tanto a la cantidad de habitantes como al mantenimiento de una cultura que desapareció o cambió mucho incluso en su tierra de origen.

“De sus cerca de 40.000 habitantes, 72 por ciento sigue rural”, permitiéndole al municipio ocupar el primer lugar como productor agrícola del estado de Espírito Santo y el decimoprimero de Brasil, siendo el segundo mayor productor nacional de huevos, con nueve millones diarios, realzó el alcalde.

La Cooperativa de Agricultores Familiares de la Región Serrana (CAF), con 220 socios, es la gran proveedora de las escuelas.

“El programa de alimentación escolar de la región metropolitana de Vitoria es nuestro principal mercado”, reconoció Maicon Koehler, técnico agrícola de la CAF. La llamada Gran Vitoria, compuesta de siete municipios, tiene casi dos millones de habitantes.

La capital como tal cuenta con 360.000 habitantes, queda en una isla y prácticamente no tiene área rural, por lo que adquiere todos sus alimentos en municipios vecinos.

Con 102 escuelas municipales, la ciudad consume mensualmente cerca de 20 toneladas de carnes variadas y 6,3 toneladas de frijoles para alimentar sus cerca de 50.000 alumnos, estimó la coordinadora del sector, quien expicó que las cantidades de frutas y verduras, al ser estacionales, no son fijas.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2017/05/brasil-empuja-nuevo-modelo-de-alimentacion-escolar-latinoamericana/

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El Estado alimenta desigualdades en Brasil

Por: Mario Osava

La desigualdad se suele medir por la disparidad de ingresos y patrimonio, pero sus factores y dimensiones se multiplican en un país como Brasil. Reducirla es una tarea compleja y al parecer aplazada por la quiebra del poder de la izquierda.

La reforma del sistema de previsión, que el actual gobierno trata de aprobar en Brasil, es una gran muestra de ese fenómeno. Enfrenta fuertes resistencias por retrasar beneficios y por la necesidad de fijar normas uniformes a grupos muy desiguales de la población.

La propuesta de fijar 65 años como la edad mínima común para jubilaciones, por ejemplo, alimenta por lo menos dos obstáculos para la justicia social.

Para las mujeres representaría perder la compensación por la doble jornada que ellas en general cumplen durante su vida laboral. La legislación actual les permite jubilarse con cinco años menos de contribución, o de edad, que los hombres.

Pero su expectativa de vida, de 79,1 años en 2015 según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, superando en 7,2 años a la de los hombres, es un argumento a favor del cambio, ya que seguirían recibiendo los beneficios por más tiempo.

Otro obstáculo es el contraste de longevidad entre las distintas partes del país. En el estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil, la esperanza de vida es la más elevada, alcanza  78,7 años. Maranhão, en el Nordeste, con 70,3 años, ocupa el extremo más bajo.

La diferencia corresponde al nivel de vida e ingresos que contrapone las regiones pobres, del Norte y Nordeste del país, al más desarrollado centro y sur. Imponerles una misma edad de jubilación constituye un segundo castigo a los ya perdedores en la distribución del ingreso nacional, en este país de 208 millones de personas.

La desigualdad rige incluso dentro de una misma ciudad. En un barrio rico de São Paulo, Alto Pinheiros, el promedio de vida de sus habitantes supera en 25,8 años el de un barrio pobre de la misma metrópoli, Ciudad Tiradentes, reveló el “Mapa de la Desigualdad”, de la no gubernamental Red Nuestra São Paulo.

Las respectivas expectativas de vida son 79,67 y 53,85 años. Es decir, en Ciudad Tiradentes, la mayoría de sus residentes no llegaría a jubilarse con las nuevas reglas propuestas por el gobierno.

Las crisis, como la que vive Brasil tras dos años de fuerte recesión económica, hacen sufrir a la población y, además, desnudan factores de inequidades más allá de las causas económicas reiteradamente discutidas, como los altos intereses, un sistema tributario regresivo, herencias y otros mecanismos que concentran riquezas en pocas manos.

La norma en reforma establece una cotización de entre 25 y 35 años, según el tipo de trabajo, y fija la edad de jubilación de la mujer urbana en 60 años y la del varón urbano en 65 años, mientras en el área rural es de 55 y 60 años y no hay que verificar contribuciones. Además, existen las jubilaciones anticipadas, con reducción en la pensión.

La necesidad de la reforma para sostener la solvencia del Estado brasileño a largo plazo hizo más visible el uso del mismo Estado para privilegiar algunos sectores a lo largo de la historia brasileña.

La gran disparidad previsional, por ejemplo, ocurre entre los funcionarios gubernamentales, que se jubilan con el sueldo integro, y los trabajadores del sector privado, que sufren una alta reducción de sus ingresos.

La mayor remuneración que puede recibir un jubilado privado equivale a una séptima parte de la del colega público de altos sueldos, como jueces, generales y parlamentarios.

El conservador presidente Michel Temer anunció que, con la reforma, se unificará los sistemas previsionales público y privado. Es poco probable que se logre igualar sus remuneraciones, ante la resistencia de los funcionarios públicos, además privilegiados por el empleo vitalicio, que impide despidos por participar en huelgas.

El Estado alimenta desigualdades en Brasil

Senadores se congratulan tras aprobar el nombramiento del exministro de Justicia Alexandre de Moraes como nuevo miembro del Supremo Tribunal Federal, en cuyas manos está justamente el juzgar a muchos miembros del Senado acusados de corrupción, por gozar de un fuero especial. Crédito: Lula Marques / AGPT

Los militares, por ejemplo, que responden por una parte desproporcionada del déficit previsional, no serán incluidos en la reforma que actualmente avanza en el legislativo Congreso Nacional.

Los funcionarios públicos “inactivos”, denominados así para justificar el mantenimiento del mismo salario pagado a los activos, y los militares retirados suman menos de un millón, pero generan un déficit similar en el sistema previsional que todo el sector privado, con más de 30 millones de beneficiarios.

La autonomía entre poderes sirvió para que la magistratura y los parlamentarios aprobasen sucesivos aumentos de sus propios sueldos y la contratación de miles de auxiliares, de manera que hoy sus presupuestos están entre los más abultados del mundo.

Sirvió también para la adopción de un privilegio que se hizo intolerable ante los escándalos de corrupción involucrando centenares de políticos. Se trata del llamado “foro privilegiado” que asegura a parlamentarios y miembros del gobierno central ser juzgados exclusivamente por el Supremo Tribunal Federal.

Es lo que está retardando juicios e incluso investigaciones sobre senadores, diputados y ministros señalados  como beneficiarios de corrupción por la operación “Lava Jato” (autolavado de vehículos) que investiga desviación de miles de millones de dólares de la compañía petrolera estatal Petrobras, en las dos últimas décadas.

Políticos que perdieron sus mandatos, como el expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, están presos, mientras otros denunciados en varios procesos, hace meses o años, siguen en funciones de liderazgo legislativo o ejecutivo.

En gran parte de los casos anteriores, la demora de los procesos en el Supremo Tribunal condujo a la prescripción de los delitos atribuidos a autoridades políticas.

Tanto se considera una forma de buscar la impunidad que al izquierdista  expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2007) se le impidió asumir como ministro de la Casa Civil de la Presidencia en marzo de 2016, por un juez del máximo tribunal, y a la entonces mandataria Dilma Rousseff (2007-2016) se la acusó de obstruir a la justicia por ese nombramiento.

En general, a la educación se la apunta como una herramienta para reducir las desigualdades, pero en Brasil opera al revés. Las mejores universidades, públicas y totalmente gratis, son prácticamente un monopolio de los sectores más ricos.

En la enseñanza básica, las mejores escuelas son privadas y cuestan al menos 500 dólares al mes por alumno. Allí se forman, por lo tanto, los hijos de las clases media y rica que dominan las pruebas de acceso a las universidades más disputadas. El Estado subsidia la perpetuación de las mismas élites intelectuales y económicas.

Racismo y discriminación de género son también conocidos como factores de la mayor pobreza entre los afrobrasileños y la menor remuneración para las mujeres en funciones idénticas a las de los hombres.

Eso se extiende al poder político, donde las mujeres ocupan solo 10 por ciento de los puestos del Congreso legislativo y solo algo más en los gobiernos y concejos municipales. En peor situación aún están los negros.

Los desequilibrios se agravan en Brasil incluso por el llamado “combate a las sequías” del Nordeste. El gobierno construye embalses para el abastecimiento hídrico, pero lo hace en general en las grandes haciendas, cuyos propietarios, los “coroneles”, usan el agua para ampliar su poder, sometiendo a los campesinos pobres y exigiendo sus votos.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2017/03/el-estado-alimenta-desigualdades-en-brasil/

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Sube violencia contra mujer negra en Brasil, pese a mejores leyes

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Cuatro meses en el hospital y varias cirugías le salvaron la vida a la brasileña Maria da Penha Fernandes, pero los daños del disparo de escopeta dejaron parapléjica a los 37 años. Cuando volvió al hogar, el marido intentó electrocutarla en el baño.

No había dudas, el autor del primer atentado, el tiro por la espalda mientras dormía una noche de mayo de 1983, había sido también el esposo, que había buscado exculparse atribuyéndolo a unos asaltantes.

Ella dejó la casa protegida por un dictamen judicial que le aseguraba la guardia de las tres hijas que tuvo con el agresor e inició, desde su silla de ruedas, una batalla de 19 años en la justicia para que el homicidio frustrado no quedase impune.

“La Ley Maria da Penha establece que primero hay que hacer la denuncia ante la policía para llegar a los órganos judiciales y se sabe que la policía no protege la mujer negra…El obstáculo es el racismo, sin reconocerlo las políticas públicas no serán adecuadas a las necesidades de la mujer negra. Hay que enfrentar el racismo, preparar los funcionarios, sean policiales o gestores, a atendernos como seres humanos»: Jurema Werneck.

Luego de dos condenas en tribunales brasileños que los abogados del reo lograron anular, en los años 90, ella recurrió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que emitió en 2001 un fallo acusando el Estado brasileño de omisión y recomendando un juicio definitivo y medidas para eliminar violencias contra la mujer.

Finalmente en 2002 el homicida en grado de frustración fue condenado a 10 años de cárcel, pero logró la libertad luego de cumplir solo dos años.

El principal triunfo de Da Penha, una biofarmacéutica de Fortaleza, capital del estado de Ceará, en el Nordeste de Brasil, fue inspirar una ley que lleva su nombre, aprobada por el legislativo Congreso Nacional en 2006, contra la violencia de género y que castiga ejemplarmente a los agresores de mujeres.

Estas agresiones, sin embargo, siguieron aumentando en las estadísticas brasileñas, aunque en ritmo menor.

De 1980 a 2006 el número de mujeres asesinadas creció 7,6 por ciento al año, mientras de 2006 a 2013 ese índice bajó a 2,6 por ciento, según el Mapa de la Violencia, elaborado por Julio Jacobo Waiselfisz, coordinador de estudios sobre ese tema en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Brasil.

La Ley Maria da Penha, las comisarías de mujeres y otros instrumentos “sí son eficaces contra la violencia, pero sus recursos son insuficientes”, evaluó a IPS la secretaria ejecutiva de  la Red Nacional Feminista de Salud Derechos Sexuales y Reproductivos, Clair Castilhos Coelho.

Pero hay una realidad importante en este país latinoamericano de 205 millones de habitantes: los resultados dispares según el color de la piel.

“Para las mujeres negras la situación se agravó”, lamentó a IPS la médica Jurema Werneck, una de las coordinadoras de Criola, organización no gubernamental que promueve los derechos de las afrodescendientes.

En 10 años los asesinatos de mujeres negras por razones de género aumentaron 54,2 por ciento, alcanzando 2.875 en 2013, mientras las blancas se beneficiaron de una reducción de 9,8 por ciento, de un total de 1.747 en 2003 a 1.576 en 2013, según los datos recogidos por el Mapa da la Violencia.

“El racismo explica ese contraste. Los mecanismos de combate a la violencia no protegen la vida de todos de manera igual”, señaló Werneck.

“La Ley Maria da Penha establece que primero hay que hacer la denuncia ante la policía para llegar a los órganos judiciales y se sabe que la policía no protege la mujer negra”, explicó.

“El obstáculo es el racismo, sin reconocerlo las políticas públicas no serán adecuadas a las necesidades de la mujer negra. Hay que enfrentar el racismo, preparar los funcionarios, sean policiales o gestores, a atendernos como seres humanos”, acotó.

Sube violencia contra mujer negra en Brasil, pese a mejores leyes

Manifestantes piden que se aplique plenamente la Ley Maria da Penha, al cumplirse en agosto de este año 10 años de la norma contra la violencia machista en Brasil. Una de las pancartas reza: “Cuando tú te callas, la violencia habla más alto”. Crédito: Foto: Tony Winston/ Agência Brasília

Una aplicación más adecuada de la Ley Maria da Penha seria llevar las denuncias directamente al Ministerio Público (fiscalía) y a la Defensoría Pública, lo que exige más fiscales y defensores en lugar de policías, como se está haciendo en algunos barrios de la sureña ciudad de São Paulo, abogó Werneck.

Además es necesario combatir el “racismo institucional”, que contamina muchos órganos policiales, por ejemplo, y “una acción junto a la sociedad para valorizar la mujer negra”, siempre marginada en la historia de Brasil, concluyó.

Otra conquista femenina fue la aprobación, en marzo de 2015, de la ley que castiga como “crimen hediondo (repugnante)”, con agravación de las penas, el feminicidio o femicidio, definido como el asesinato de la mujer en razón de su condición sexual.

Brasil se convirtió así en el 16 país latinoamericano en contar con una ley contra el feminicidio, en un país que el Mapa de la Violencia sitúa como el séptimo en un ranking internacional y donde según cifras oficiales divulgadas al refrendarse la norma mueren en promedio unas 15 mujeres cada día por razón de género.

Pero la violencia contra las mujeres, que tiene el 25 de noviembre como el Día Internacional para su eliminación y que da paso a 16 días de activismo contra el flagelo machista, comprende otras formas de agresión que afectan a la población femenina en su vida cotidiana.

En Brasil los homicidios de varones suman cerca de 92 por ciento del un total que se va acercando a 60.000 al año, una cifra que solo tiene cifras similares en situaciones de guerra intensa.

Pero en otras violencias, como agresiones físicas,  sicológicas y económicas, violaciones sexuales y abandono, las víctimas femeninas suelen ser mayoría.

En el Sistema Único de Salud fueron atendidas en 2014 un total de 147.691 mujeres que sufrieron algún tipo de violencia, el doble de los hombres. Eso corresponde a 405 mujeres necesitando atención médica cada día, a causas de agresiones.

La última Investigación Nacional de Salud, que realizan el Ministerio de Salud y el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística cada cinco años, reveló que 2,4 millones de mujeres fueron víctimas de agresiones practicadas por alguien que conocen, contra 1,3 millones de varones.

En términos de violaciones sexuales, el Anuario Brasileño de Seguridad Pública, registró 47.646 casos en Brasil, 6,7 por ciento menos que en el año anterior. Pero la reducción, basada en registros, no indica una tendencia porque especialistas creen que dos tercios, o hasta 90 por ciento, de los casos no son denunciados.

“La violencia contra mujeres puede estarse intensificando a causa del nuevo protagonismo de las mujeres antes sumisas en el hogar, sufriendo en silencio. Roto el viejo paradigma, con las mujeres conquistando derechos, trabajando, votando y denunciando, los opresores reaccionan con más agresiones”, sostuvo Castilhos.

Hay también un incremento de las denuncias, producto de las conquistas femeninas, como las leyes Maria da Penha y del Feminicidio, e incluso de reglas que obligan a informar sobre estas violencias,  como hechos de salud pública, añadió.

En su opinión, “la mayor violencia contra una mujer en los últimos años en Brasil fue la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff (1 enero 2011-31 agosto 2016), sin la justificación de un delito comprobado, por un parlamento donde la mayoría (de sus miembros) es acusada de delitos electorales y de corrupción”.

El clima político generado por el nuevo gobierno, presidido por Michel Temer, el  vicepresidente que sustituyó a Rousseff, “abre espacio a más violencia contra mujeres, por su carácter misógino”, sin mujeres al frente de algún ministerio y con propuestas que anulan el empoderamiento anterior de las mujeres, teme Castilhos.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2016/11/sube-violencia-contra-mujer-negra-en-brasil-pese-a-mejores-leyes/

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