14 de diciembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/
Por: María Quintero
¡Ordenadores en las clases!, ¡pizarras digitales!, ¡deberes por Internet!… Detrás de estas exclamaciones entusiastas se esconden grandes interrogantes. Y entre estos, una gran pregunta: ¿para qué? En tiempos de recortes, más que nunca, invertir en recursos tiene que estar justificado. Sin embargo, la mayoría de las veces, se da por hecho que se trata de innovaciones necesarias que implican la mejora de la enseñanza y el aprendizaje.
Podemos encontrar en el panorama educativo muchas prácticas que llevan el exuberante rótulo de “innovación”. En un mundo de continuos avances tecnológicos es lógico no querer quedarnos desfasados. Pero la herramienta en sí no nos hace estar actualizados, el uso de ella es lo verdaderamente esencial. Para entendernos: más vale tener una espumadera manual anticuada, pero ganas de probar sabores y preparar comidas nutritivas, que tener una batidora de última generación sin recetas ni conocimiento sobre cómo funciona y qué posibilidades ofrece.
Ojalá tuviera una receta sobre cómo utilizar las TIC para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. No la tengo, pero puedo indicar unos cuantos ingredientes:
- Una olla resistente sobre los fuegos y chispas de estos tiempos de cambios y recortes.
- Los ingredientes y utensilios disponibles: las formas verbales, las fracciones, los ordenadores, Internet, ese proyector que no funciona, los smartphones que manejan tan bien los alumnos.
- Y lo más importante de todo: unos 25 pinches y compinches, creativos y curiosos.
Si bien es cierto que no hay receta adecuada para todos los casos, sí hay pasos necesarios que nos orientan:
- Lo que nos mueve desde el primer paso hasta el último.
Si un profesor no quiere hacer un cambio, la innovación no va a ser posible. Puedes cortar unas zanahorias sin gran interés, incluso pelar y trocear un ajo. Pero hacer una transformación de la metodología para optimizar los recursos del entorno es más complejo. Tenemos que querer dar el primer paso, y persistir en los sucesivos.
- Los pasos dependen del camino.
Utilizar los mejores ingredientes que encontremos o, en otras palabras, aprovechar la diversidad y nuestras fortalezas.
- El camino depende de los pies que lo recorren.
O, en palabras culinarias: hacer propia la receta y elaborarla al gusto de los comensales. ¿Cuánta cantidad de disciplina y cuánta de libertad?, ¿cuáles son los tiempos para que se cocine a fuego lento y para que no se nos queme?, ¿cuándo agregar otro ingrediente?… Si bien es cierto que no hay recetas, una buena idea suele ser decidir entre todos cocinar lo que más nos guste, aprovechar los conocimientos de cada uno, coordinarnos, marcarnos metas y colaborar.
En definitiva, por mucho que cambien las formas, los procesos de aprendizaje y enseñanza siguen teniendo los mismos procesos, por lo que seguir aprendiendo sobre cómo enseñar mejor es muy buena idea.
Y respecto a los pasos. Se puede innovar tanto en 3 pasos como en 167. Lo más importante es saber hacia dónde queremos ir. Los pasos son válidos cuando son dados con sentido, ya se den para desandar lo andado, para tomar un atajo o dar un rodeo. Innovación puede ser recuperar una práctica educativa que funcionaba, puede ser aplicar los nuevos descubrimientos pedagógicos en clase o puede ser experimentar con una forma de enseñar o aprender que nos apasiona.
¡Que aprovechen y disfruten del camino!
Fuente artículo: http://blog.tiching.com/la-innovacion-educativa-sin-recetas-pero-con-ingredientes/