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Ellas son las mujeres que pelean desde dentro por que el 8M no sea solo blanco

Gabriela Sánchez e Iciar Gutiérrez

www.eldiario.es

Natalia, Karen, Khadija, Assiatou y Katty son algunas de las integrantes de la comisión de migración, antirracismo y decolonial dentro de la asamblea que coordina los actos para el Día de la mujer.

– Perciben «pasos importantes» en la incorporación de un mensaje antirracista tras las críticas vertidas por muchas mujeres el año pasado, pero aseguran que «es el principio de una larga lucha»

– «Nosotras estamos allí y se nos está escuchando, pero aún no es una prioridad», dice Natalia, una de las participantes

El escenario de la primera acción de los ocho días de revuelta que culminan el 8M, el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE), denota que algo está cambiando en el seno del movimiento. El año pasado, mujeres racializadas y migrantes de distintos colectivos confesaron no sentirse representadas en la convocatoria de huelga. Poco después, un grupo de ellas decidió pelear desde dentro para que, además de feminista, la protesta tenga una mirada antirracista.

«Era necesario que nosotras, las migrantes y racializadas, pusiéramos sobre la mesa nuestras ideas para que verdaderamente estemos representadas en la huelga», sostiene Katty Solorzano, activista por los derechos de las mujeres migrantes. «Se vino trabajando desde el año pasado, cuando muchas compañeras no se sintieron suficientemente motivadas para participar en la huelga y la manifestación. A pesar de no estar conformes con la Coordinadora Estatal, decidieron participar en los encuentros y empezar a empujar el cambio», continúa. Val

El descontento de 2018 se tradujo en el impulso de la comisión de migración, antirracismo y decolonial dentro de la asamblea 8M. Natalia, Karen, Khadija, Assiatou y Katty son algunas de sus integrantes. Todas ellas perciben «pasos importantes» dentro del 8M en la incorporación de un mensaje donde realmente se reconocen, pero, recuerdan, «es el principio de una larga lucha». La derogación de la Ley de Extranjería o el fin de las «redadas, el acoso y la discriminación» que sufren las mujeres racializadas se encuentran entre la demandas que el 8M ha incorporado este año a su argumentario.

Sin embargo, no todas ellas se sienten representadas ni van a participar en la huelga de 24 horas convocada para el próximo viernes. «Es muy hegemónica, se centra solo en la mujer blanca», apunta Fátima, activista antirracista y musulmana. «Básicamente, nos quieren para la foto y fomentar la falsa diversidad y la supremacía blanca», critica. Aunque no secundará la huelga, Fátima acudirá a la manifestación de Madrid en un «único bloque» de personas racializadas. «Dentro de todo ese caos de feminismo blanco, queremos sentirnos arropadas y tener nuestro espacio seguro».

Desde la comisión entienden que haya mujeres que se desmarquen del 8M, tanto porque no se sientan reflejadas, como porque sus circunstancias no se lo permitan:

Natalia

 

 

 Natalia Munevar es refugiada colombiana y participa en la comisión migrante y antirracista del 8M.

 

 Natalia Munevar es refugiada colombiana y participa en la comisión migrante y antirracista del 8M. Jesús Hellín  

Natalia Munevar mamó desde niña la lucha social en Colombia. «Mi padre, quien tenía un perfil político bastante alto, desapareció. Yo vivía en situación de riesgo, pero eso no me impidió ser una militante muy activa de la juventud comunista en mi país», recuerda la activista, quien participó en la campaña electoral de Carlos Gaviria, del Polo Democrático Alternativo.

«Fue una campaña muy complicada y, cuando terminó, me ocurrió un episodio en la calle que me empujó a salir del país», sostiene Munevar, quien prefiere no dar más detalles. Su madre ya se había visto forzada migrar a España años antes. «Ella trabajaba en un colectivo de campesinas víctimas de violencia y tuvo que irse cuando recibió amenazas de los paramilitares», continúa.

Su historia explica que, ahora, Natalia esté donde está. «Llevo años en movimientos de migrantes porque las migraciones me atraviesan», relata en varias ocasiones. Por eso, dice, no entiende el feminismo sin que vaya de la mano del antirracismo. «En el 8M hay que incluir mucho más a las mujeres racializadas. Ahora noto un cambio, nosotras estamos allí y se nos está escuchando, pero es un proceso. Aún no es una prioridad», sostiene Natalia.

Si ha elegido junto a sus compañeras el CIE como escenario de la primera acción organizada por la comisión antirracista del 8M es por su carga simbólica. «Es un espacio de vulneración de derechos humanos que representa todos esos vacíos donde se asienta el racismo institucional establecido por la Ley de Extranjería», valora la activista frente al edificio azul y amarillo que encierra a personas por encontrarse en situación irregular, una falta administrativa, no un delito.

Se trata de una normativa que, apunta, «deshumaniza». Cuando lo dice, otro recuerdo la acompaña: «Huí de Colombia y, al llegar a España, estuve encerrada en las salas para solicitantes de asilo durante cinco días. Vienes de una situación de estrés, llegas allí y es una triple bomba de estrés», sostiene Natalia. Le costó «tres años» superar su proceso migratorio, «alcanzar la normalidad» y volver a aquello en lo que verdaderamente se siente ella. «El 15M para mí fue la explosión: ver que podía ser activista sin correr riesgos», dice la activista, quien en la actualidad trabaja como asesora del eurodiputado de Podemos Miguel Urbán.

Assiatou

 

 

 Assiatu forma parte de la comisión antirracista del 8M.

 

 Assiatu forma parte de la comisión antirracista del 8M. Jesús Hellín  

Assiatou atiende el teléfono entre clase y clase. No tiene mucho tiempo, por lo que asiste a las asambleas preparatorias del 8M menos de lo que le gustaría. Pero quería que los gritos que resuenen por las calles españolas el próximo viernes también hablen de ella. La joven, de 22 años, es española afrodescendiente, aunque son muchos los comentarios que le hacen sentirse «extranjera» de forma habitual.

«Aunque ponga en un papel que soy española, fuera de las instituciones no me ven como tal. Tienen un imaginario en el que todo lo negro es malo, es lo sucio, que te va a robar», sostiene la estudiante de Enfermería. «Es sentir que siempre te están comparando con ellos: ‘Si Assiatou es más española que tú o que yo. Tú ya eres blanca por dentro’. Esas frases que te tratan como distinto. Siempre eres tú con respecto a ellos», señala.

Eso es lo que trata de cambiar desde el interior del 8M: dejar de sentirse las racializadas y migrantes, frente al resto de mujeres. Si Assiatou no se sintió representada en la convocatoria de huelga feminista de 2018 no fue por lo que se decía, sino por lo que no se decía: «Muchas veces en el discurso feminista blanco no se habla de esto. En algunas charlas a las que iba, me daba la sensación de que no existe. Que hablaban como si las mujeres fuéramos una masa homogénea sin diferencias, las cuales existen y son visibles: raza, orientación sexual, identidades».

Ella forma parte del 8M, explica, para pelear contra «el silencio». Esta aquí para hablar por ella misma «de las otras violencias que nos atraviesan a las mujeres racializadas» y que «suelen estar invisibilizadas».

Karen y Katty

 

 

Karen Rodríguez, de la Red de Migradas Hondureñas, ha participado en la organización de la comisión antirracista y migrante del 8M

 

 Karen Rodríguez, de la Red de Migradas Hondureñas, ha participado en la organización de la comisión antirracista y migrante del 8M Jesús Hellín.

La experiencia de Karen Rodríguez en los movimientos sociales dibuja sus razones para participar en el 8M con el objetivo de introducir la voz de las mujeres migrantes centroamericanas en el movimiento feminista. En Honduras, Karen no veía necesario participar en protestas. «Por un lado, por temor, pero creo que también me encontraba en mi burbuja. En mi país estaba en realidad en una posición privilegiada», reconoce.

Ya en España, su proceso migratorio fue lo que la empujó a la lucha social. «Encontrarme y, de repente, ver a una persona migrante. Todas esas violencias que le atraviesan a una, verme en situación de injusticia. Es lo que me hizo pensar: esto no puede ser, tengo que salir, ver de qué forma cambiar estas situaciones», esgrime la también integrante de la Red de Hondureñas Migradas.

En diferentes colectivos de migrantes encontró la red que necesitaba para superar su proceso migratorio en España, pero también se chocó con el machismo de algunos de sus compañeros. «Nos decían que no hablásemos de feminismo, que podría espantar a la gente. Ellos siempre agarraban los micrófonos, nosotras preparábamos la comida en los actos. Ellos, delante. Nosotras siempre detrás», detalla la ingeniera y activista, quien desde entonces se dio cuenta que prefiere permanecer a «colectivos feministas».

Ya lo hace desde la red de mujeres hondureñas. Mientras estudia una oposición, trabaja por horas limpiando oficinas a través de una cooperativa de migrantes y cuida a sus hijos junto a su marido. Pero ha decidido añadir una tarea más a su rutina. «Es necesario visibilizar que no por ser mujeres, la violencia nos atraviesa de igual forma a todas. Se trata de asumir los privilegios que tienen por el hecho de ser blancas, por el hecho de ser occidentales», sostiene.

«Las centroamericanas nos sentimos que no existimos. Muchas trabajan en los cuidados, independientemente de los títulos que traemos de nuestro país. Se nota mucho la discriminación», explica la activista hondureña. «Voy a entrevistas y siempre percibo la desconfianza: ¿pero has homologado el título en España? No se terminan de creer que podemos tener estudios y títulos homologados y, por consiguiente, es muy difícil conseguir un trabajo, más allá del que nadie quiere hacer», critica Rodríguez. «En nuestro caso no se toma en cuenta la experiencia, y debemos empezar de nuevo».

 Katty Solórzano.

 

 Katty Solórzano, estudiante de doctorado en Antropología. Imagen cedida  

Desde Barcelona, su compañera Katty coincide en la misma idea, en las condiciones de precariedad a las que están expuestas muchas mujeres migrantes una vez en España. «Una vez aquí da igual la carrera. Tú aquí eres migrante, y bajo la Ley de Extranjería acabas cayendo en ámbitos laborales donde tus condiciones de trabajo son mínimas», apunta Katty, estudiante de doctorado en Antropología.

«Para las mujeres migrantes, el nicho es el trabajo del hogar, que se podría considerar un apartheid laboral de autentica semiesclavitud», sostiene. Las situaciones laborales «abusivas» en las que, dice, ha visto a sus familiares, fueron la que precisamente la empujaron al activismo. «No acababa de ver que esto era un problema de género, que estuviésemos tantas mujeres migrantes trabajando en el ámbito de los cuidados. Sientes frustración y rabia, porque cuando te ven migrante parece que tus competencias se redujeron», critica Katty, que llegó desde Ecuador hace 18 años para vivir con su madre bajo el proceso de reagrupación familiar. «Mi familia está aquí. Es un privilegio, porque muchas compañeras no tienen esa posibilidad».

Esas son solo algunas de esas «violencias específicas» que quieren incorporar a los mensajes de reivindicación del 8M. «Noto un cambio, vemos que el mensaje antirracista está presente en el argumentario. Estamos contentas, pero somos conscientes de que es el principio de una larga lucha».

Khadija

 

 

 Khadija participa en la comisión antirracista de Barcelona.
Khadija Ftah, activista feminista de la Red de Migraciones, Género y Desarrollo. Imagen cedida  
 

El año pasado, Khadija Ftah no se sentía representada en el 8M. Cuenta que muchas mujeres que, como ella, son musulmanas y llevan velo también salieron a la calle, pero para muchos ojos, fueron invisibles.

«Algunas mujeres les dijeron a otras que si llevaban velo era un símbolo de opresión. Cuando estás dentro de la manifestación, muchas no lo ven bien. Creen que está ligado a la religión, son reticentes a aceptarlo como un feminismo que puede ser posible. Tampoco tuvieron visibilidad en los medios. El resto de compañeras acaparaban la atención», asegura esta joven periodista de 22 años.

Derribar este tipo de prejuicios que, denuncia, existen en el movimiento feminista alrededor del uso del velo ha sido uno de sus principales motivos para participar este año en la asamblea del 8M en Barcelona, donde reside. Khadija insiste en que si hay un mayor empuje para que el movimiento incorpore reivindicaciones de las mujeres racializadas y migrantes, ha sido gracias a varias organizaciones como la suya, la Red de Migración, Género y Desarrollo, que bebe del feminismo descolonial.

Sin embargo, la activista considera que aún hay resistencias dentro del feminismo a la hora de acabar con determinados estereotipos ligados a las mujeres musulmanas. «Está habiendo un cambio, pero es muy difícil. Son muchos los prejuicios que hay dentro del feminismo blanco y no es fácil deconstruirlos», señala. Para ella, es una carrera de fondo. «Es una lucha dura, pero merece la pena por los resultados. Dentro del propio feminismo hay estructuras de poder donde cuesta aceptar aún compartir los espacios. Desde las organizaciones hay una lucha para reivindicar nuestro propio espacio y lograr tener un trato igualitario entre todas».

Khadija llegó a España a los cuatro años, cuando sus padres decidieron migrar desde Marruecos. Aunque explica que «no ha notado» las dificultades ligadas al proceso migratorio, sí ha sido foco de «todos los microrracismos que hay en la calle», por el hecho de ser mujer, musulmana y con hijab.

«Hay una imagen negativa de nosotras en general. Te cuesta encontrar empleo sin que te pidan que te quites el velo, a mi hermana le ha pasado. Cuando te postulas para un trabajo, con la fotografía te descartan. ¿Por qué ni siquiera me hacen una entrevista si tengo un perfil adecuado para este puesto?», indica. «Se transmite una imagen de la mujer musulmana como sumisa y no se nos reconoce como iguales», apuntala la joven activista. Ahora, desde dentro, lucha por que esta imagen sea historia y por un 8M en el que ellas también se vean reflejadas.

Fuente: https://www.eldiario.es/desalambre/mujeres-pelean-solo-movimiento-blanco_0_873163105.html

Fuente de la noticia: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253173&titular=ellas-son-las-mujeres-que-pelean-desde-dentro-por-que-el-8m-no-sea-solo-

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Cómo reorganizar el aula para impulsar el pensamiento crítico

  1. Redacción: Aptus

Según la educación tradicional, se tiende a plantear las aulas como un espacio ordenado e individual, donde toda la atención la recibe el profesor y el pizarrón o pantalla que ocupa el espacio principal.

No se trata de un mal planteamiento del espacio, solo que es muy posible que no sea el más efectivo para trabajar el contenido de algunas clases, sobre todo si el objetivo es generar el intercambio de ideas, invitar al debate y promover el pensamiento crítico.

Crear aulas que promuevan el pensamiento

Reorganizar un aula y adaptarla a las necesidades de la clase debe ser visto como una solución muy factible para cualquier profesor que quiere trabajar de un modo más conjunto y donde no es su figura la que debe tener el protagonismo, tal como publica Universia.

Las empresas más innovadoras son una importante fuente de inspiración para ver cómo crear un aula o sala en las que se generen interacciones espontáneas y los estudiantes sientan que trabajan en un espacio donde lo relevante son sus aportaciones y puesta de ideas en común.

Además, es importante que educadores y estudiantes tengan presente la relevancia del pensamiento crítico en el contexto actual y que muchas empresas buscan candidatos y profesionales que sean capaces de pensar por si mismos, aportar ideas con seguridad y defenderlas ante otras personas.

Formas de reorganizar un aula:

Espacios maker

Es la distribución más útil para trabajar en diferentes proyectos y que supone un trabajo manual o práctico.

Se trata de concebir el aula como un laboratorio o taller donde la idea es que los estudiantes se muevan libremente y tengan diferentes espacios para realizar sus tareas.

Sala Google

Este concepto defiende la idea de usar colores, texturas e iluminación para potenciar la creatividad y las diferentes formas de trabajo, ya sea de modo individual o colaborativo, pero sintiendo que se está en un espacio que invita a trabajar y crear.

Mesas en herradura

Es una distribución que ayuda que todos los estudiantes tengan contacto visual con sus compañeros y sigan el hilo de una conversación o debate.

Es una organización del aula muy útil para hacer lecturas, compartir ideas y promover la participación de todos.

Fomentar el trabajo en equipo con mesas por grupos o dividir el aula en pequeños pods, según las tareas que debe de desarrollar cada estudiante, son otras formas de dar dinamismo a una clase y aprovechar todas las posibilidades de un espacio adaptable.

Toda organización puede ser útil si responde a un objetivo claro y el docente es capaz de supervisar las tareas de los alumnos e interactuar con todos de forma sencilla y natural.

Fuente: https://www.aptus.com.ar/como-reorganizar-el-aula-para-impulsar-el-pensamiento-critico/

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Túnez: Las autoridades deben poner fin a los vergonzosos intentos de cerrar una destacada organización LGBTI

Por: Amnistía Internacional

Los intentos del gobierno tunecino de disolver Shams, asociación local que defiende los derechos de las personas LGBTI, constituyen un despreciable atentado contra los derechos humanos, ha manifestado Amnistía Internacional ante una vista judicial que va a celebrarse mañana sobre la suerte de la organización.

Las autoridades tunecinas han presentado un recurso de apelación para anular una sentencia judicial de 2016 en la que, tras anteriores intentos de cerrar la organización, se determinó que Shams no infringía la ley. Las autoridades han apelado contra la sentencia aduciendo que los objetivos declarados de Shams son contrarios a los principios religiosos y la cultura tunecinos.

“Los vergonzosos intentos de las autoridades tunecinas de disolver la organización Shams representan un golpe devastador a los derechos LGBTI en Túnez y un despreciable atentado contra el derecho de asociación y la libertad de expresión. Esta actuación pone de manifiesto las actitudes discriminatorias y homófobas del gobierno tunecino, que, profundamente arraigadas, contradicen de manera flagrante las normas internacionales de derechos humanos”, ha señalado Magdalena Mughrabi, directora adjunta de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África.

“Se ha felicitado a Túnez por ser uno de los únicos países de la región que fomentan la creación de un espacio abierto para la sociedad civil. Pero este hostigamiento judicial arroja serias dudas sobre el compromiso de Túnez de hacer valer el derecho a la libertad de asociación.

«Los vergonzosos intentos de las autoridades tunecinas de disolver la organización Shams representan un golpe devastador a los derechos LGBTI en Túnez y un despreciable atentado contra el derecho de asociación y la libertad de expresión.»

Fundada en 2015, Shams propugna la anulación del artículo 230 del Código Penal tunecino, que penaliza las relaciones homosexuales. También ha condenado los procesamientos de personas gays que comportan exámenes anales forzados y hecho campaña contra la discriminación, y presta apoyo a las personas LGBTI de Túnez.

En enero de 2016, el secretario general del gobierno presentó una denuncia contra Shams por considerar que sus objetivos infringían la Ley de Asociaciones de Túnez, y como consecuencia de ello se suspendieron las actividades de la organización durante 30 días. En febrero de 2016,el Tribunal de Primera Instancia de Túnez capital decidió que Shams no infringía la Ley y levantó la suspensión.

Tres años más tarde, en enero de 2019, el gobierno tunecino apeló contra la sentencia por medio de un recurso derivado de la denuncia del jefe del Estado en el que se afirma que “el concepto de minorías sexuales que Shams adopta es ilegal y contrario a nuestros dictados religiosos y a la cultura árabe e islámica de nuestra sociedad.” Shams recibió la apelación el 20 de febrero de 2019.

En el recurso de apelación se acusa también a la organización de haber desobedecido un decreto gubernamental al abrir una sección en la localidad de Susa sin seguir el debido procedimiento legal.

“Las autoridades tunecinas deberían estar protegiendo a las organizaciones que luchan contra todos los tipos de discriminación y defienden los derechos de las minorías, incluidas las personas LGBTI, y no intentado destruirlas”, ha añadido Magdalena Mughrabi.

“En vez de recurrir al hostigamiento judicial para silenciar a Shams, las autoridades tunecinas deberían esforzarse por revisar con urgencia las leyes discriminatorias para ajustarlas a las normas internacionales de derechos humanos. Tienen que empezar anulando el artículo 230 y despenalizando las relaciones homosexuales.”

En vez de recurrir al hostigamiento judicial para silenciar a Shams, las autoridades tunecinas deberían esforzarse por revisar con urgencia las leyes discriminatorias para ajustarlas a las normas internacionales de derechos humanos.

El artículo 230 vulnera la propia Constitución de Túnez, que garantiza el derecho a la libertad de asociación y la igualdad entre todos los ciudadanos y ciudadanas, además de incumplir las obligaciones internacionales contraídas por el país en materia de derechos humanos. Los efectos de esta ley crean también un ambiente permisivo con los crímenes de odio contra personas sospechosas de mantener relaciones homosexuales.

Aunque el año pasado se presentó al Parlamento un anteproyecto de ley para despenalizar las relaciones homosexuales, las personas LGBTI continúan siendo objeto de ataques.

En 2018, al menos115 personas fueron detenidas por su presunta orientación sexual o identidad de género, según Damj, organización tunecina que trabaja por los derechos LGBTI. Al menos 38 fueron luego acusadas formalmente y declaradas culpables en virtud del artículo 230. Detener a alguien por su orientación sexual o identidad de género constituye una violación de sus derechos humanos.

La policía sigue también sometiendo a hombres acusados de mantener relaciones homosexuales a exámenes anales forzados, violando con ello la prohibición de la tortura que establece el derecho internacional. Las personas trans continúan sufriendo hostigamiento policial y viven con el temor constante de ser detenidas en aplicación de imprecisas leyes sobre la decencia pública.

Fuente de la noticia: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2019/02/tunisia-authorities-must-end-shameful-attempts-to-shut-down-prominent-lgbti-organization/

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Entrevista: Somos marea, las luchas feministas.

Por: 

Conversamos con Natalia Martínez sobre la metáfora de las olas del feminismo en Argentina y el mundo. La doctora en ciencia política, investigadora asistente del CONICET e investigadora del área FemGeS (Feminismos, Género y Sexualidades) del Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichón de la Facultad de Filosofía y Humanidades realiza un repaso por la historia de los feminismos.

Por Redacción La tinta

Para ella, la metáfora de las olas del feminismo, si bien ordena, al mismo tiempo, hay que mantenerla siempre abierta. En la historia de los feminismos y hacia el interior del movimiento, hay límites difusos, porosos, siempre hubo tensiones, contradicciones y debates que van y vuelven como la marea.

“La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. 
Olympe de Gouges (1748-1793)

“No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”.
Mary Wollstonecraft (1759-1797)

—¿Por qué se habla de las olas del feminismo y cuáles fueron las principales demandas de cada una?

Las feministas “de la primera ola” no se reconocieron así, fueron las feministas “de la segunda ola” las que comenzaron a nombrarse como tal, como un reconocimiento al legado de las primeras. Se reconocieron a sí mismas como parte de una historia, pero, a su vez, distintas a las de la primera ola. Como referencia, se suele citar a los ’60 en Estados Unidos: un artículo, en el New York Times del año 1968, se tituló “La segunda ola feminista”, es decir, el término ya circulaba en ese momento. Hay otra referencia también, menos conocida. Una activista irlandesa, Frances Power Cobbe, a fines del siglo XIX, ya habló de las olas del movimiento de mujeres. Dijo que la articulación de las distintas luchas, al igual que las olas, comenzaban separadas, pero terminaban acoplándose unas a otras, se iban sumando y la ola se iba haciendo cada vez más grande.

Luego, con la complejidad de las demandas y las agendas de los feminismos, lamentablemente, la referencia a “las olas” en los feminismos comenzó a tomar un cariz progresivo. Es decir, se instaló la noción de que las olas sucesivas eran superadoras de las precedentes, que cada ola era mejor que la anterior. Las olas venían a mostrar un cambio que excedía los límites de la anterior. Ahora, afortunadamente, comenzaron a aparecer lecturas revisionistas sobre este sentido progresista de la metáfora, porque uniformiza períodos históricos que son re distintos y opaca los conflictos, la variedad y diversidad que hubo en cada ola. Se termina contando un cuentito que dice: “La primer ola hizo tal cosa, la segunda, tal otra…” y así, cuando, en realidad, en todas las olas hubo de todo.


A mí me gusta la referencia a las olas del feminismo, pero entiendo que las olas van y vienen, como la marea, las olas nunca se van, sino que se mezclan y una nunca sabe cuál es cuál. Por ejemplo, creo que seguimos muy enganchadas, pensando, luchando y saliendo a la calle por problemas que escribieron y dieron cuenta las feministas de la primera ola.


Y, en relación a las demandas y agendas de cada ola, se suele englobar a las sufragistas como la primera ola, pero también hay una referencia anterior que se encuentra en la Revolución Francesa con Olympe de Gouges que escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) en respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Los jacobinos la guillotinaron en 1793. En la misma época, en 1792, en Inglaterra, Mary Wollstonecraftescribió un hermoso libro llamado Vindicación de los derechos de la mujer, fue la primera publicación que realizó una reflexión sistemática sobre la opresión femenina. Ella le discute a Rousseau que el maravilloso discurso de la ciudadanía, la igualdad y la libertad se caía a pedazos cuando había que pensar en la mujer.

Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft son individualidades. A mediados del siglo XIX, se comienza a ver más lo colectivo con la Declaración de Séneca Falls (1848) en el estado de New York. Tiene 12 puntos que hacen explícitas las demandas del período: inclusión de derechos civiles, acceso a la educación, al trabajo rentado, a la salud y, como aspiración última, los derechos políticos. Esta primera ola estadounidense estuvo muy vinculada con la lucha antiesclavista.

Para la segunda ola, las limitaciones que tuvo esta primera ola pasaron por creer que se iba a encontrar la igualdad en la ley, sin llegar a reconocer la importancia de la cultura o de la propia sexualidad, sin llegar a comprender los efectos de las diferencias raciales o de clase entre las mujeres, diferencias que hacían que la opresión fuese vivida de una manera muy distinta. Por eso, la primera ola suele caracterizarse como protagonizada por mujeres de clase media alta, blancas y educadas. Aunque eso no fue del todo así. Las increíbles declaraciones de Sojourner Truth en la Convención de mujeres de Akron, Ohio, donde interpela a lxs presentes con la pregunta: “Acaso no soy yo una mujer”, es una referencia ineludible de esa primera ola también.

Las feministas de la segunda ola son las feministas de los sesenta, en particular, reconociendo a las yanquis, aunque todas estuvieron muy inspiradas en la obra de Simone de Beauvoir, referente del feminismo francés quien escribió su obra más conocida en el ’49 (El segundo sexo). La segunda ola fue enorme, con múltiples activismos y grandes obras que han terminado siendo nuestras “clásicas”, obras increíbles -pensemos en La política sexual de Kate Millet, Dialéctica del sexo de Shulamith Firestone o Enemigo Principal de Christine Delphy-. Pero, lamentablemente, las referencias que pasaron con la tercera ola, en general, terminaron simplificándolas, reconociendo, por un lado, al “feminismo de la igualdad” y englobando ahí a las radicales, liberales, socialistas y marxistas, y, por otro lado, al “feminismo de la diferencia”, también conocido como “feminismo cultural” en EE.UU. El primero (de la igualdad) aspirando a la igualdad con los varones (por vías muy diferentes entre sí) y el segundo, a la valoración social y cultural de las diferencias que serían propias de las mujeres.

Pero, si te detenés a analizar las obras y los activismos del período, te das cuenta, rápidamente, que las fronteras no son tan nítidas (entre esos dos feminismos). Las demandas, en general, las unificaban y los análisis abrían múltiples aspectos, algunos complementarios entre sí y otros contrapuestos. Por ejemplo, si se reconocía que el rol principal de las mujeres en nuestras sociedades era su identificación como “madres” y que trabajaban de forma gratuita, invisibilizadas, en condiciones precarias, explotadas. Para cambiar esta situación: ¿se pedía al Estado reconocimiento público, licencias y beneficios sociales por maternidad? ¿o una repartición equitativa de la crianza y el cuidado de hijes entre padres y madres, o guarderías públicas? Ambas propuestas salieron de la mano de esas feministas y ambas dan cuenta de los diferentes planteamientos entre feministas de la igualdad y de la diferencia. Son planteamientos contrapuestos entre sí, que parten de premisas muy diferentes, pero que, sin embargo, conviven en sus efectos, digo, en las prácticas políticas que posibilitaron.

Y la tercera ola que, a grandes rasgos, aparece a mediados de los ’80 y llega a nuestros días, comenzó a partir de las críticas que se hicieron a esos feminismos. Se plantea que la atención se focalizó demasiado en la opresión de las mujeres por sus múltiples causas, pero no vieron que, en esta equiparación de la opresión, terminaron invisibilizando las diferencias al interior de las mujeres. Las críticas las hacen, sobre todo, feministas lesbianas, negras, feministas chicanas. Y son críticas que vienen de la mano de la crítica poscolonial y posestructuralista que ya se estaba dando en gran parte del pensamiento político y filosófico del período. Una crítica centrada en la mirada esencialista que se había filtrado cuando se definía “la opresión común” de las mujeres. ¿Quiénes eran las que definían esa opresión? ¿qué experiencias, de qué mujeres era la opresión que se privilegiaba en las perspectivas feministas?

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

“La liberación de las mujeres deberá ser encarada por ellas mismas en una lucha que arrastrará todos los vestigios anacrónicos de una vida cotidiana deshumanizada y sin alicientes. La acción revolucionaria de las mujeres, su ingreso a la historia, significará la ‘humanización de la humanidad’, por eso es la revolución más profunda, auténtica y necesaria para la realización de la especie humana”. 
(Mirta Henault, Las mujeres dicen basta, 1972)

“Somos el grito de las que ya no tienen voz”. 
(Movilización Ni Una Menos)

—¿En qué contextos históricos se fueron situando las olas del feminismo en Argentina? ¿Cuáles fueron los principales debates que han generado diferencias al interior del movimiento feminista argentino?


—En la Argentina, la primera ola se suele ubicar a principios del siglo XX, aunque también se reconoce que, antes de eso, hubo producciones literarias y algunas organizaciones femeninas, no “feministas”, que tenían sus revistas como La Camelia o el Álbum de señoritas de Juana Manso. Pero la organización colectiva y la identificación con el “feminismo”, con esa palabra, se da recién en 1900.


Aunque, antes de esto, se suele englobar, dentro de nuestra primera ola, a las anarquistas que escribieron el periódico La Voz de la Mujer -entre 1896 y 1897-. Pero, en realidad, las anarquistas estaban en la vereda de en frente de las feministas porque, para ellas, el feminismo era burgués y contrario a sus objetivos. Propugnaron la emancipación de las mujeres desde una concepción anarquista más que feminista. No les interesaba el sufragio ni cualquier otro “derecho” porque la ley era un instrumento de la burguesía. De todas formas, el feminismo argentino se ha nutrido de esa tradición, en la actualidad, está muy presente en sus orgas. Por ejemplo, el lema: “Ni dios ni patrón ni marido” viene de las anarquistas. Ellas pensaban que las mujeres obreras eran “doblemente esclavas” por su explotación en las fábricas y en el hogar como madres y esposas. Muchas de ellas pasaron a la historia del feminismo, pero, en ese momento, el feminismo estaba representado, más bien, por socialistas como Elvira López. Ella formaba parte del Partido Socialista, junto a su hermana Ernestina y otras referentes como Alicia Moreau, y fueron las que participaron en el primer Consejo Nacional de la Mujer, en alianza con las matronas, mujeres de la alta sociedad que hacían caridad desde el Estado. Desde este sector, el feminismo era un movimiento que aspiraba a la “elevación de la mujer”, en particular, desde la educación. Decían que no aspiraban a la igualdad con los varones, porque eso era imposible. Había diferencias naturales, centradas en la posibilidad de gestar, sobre todo, y en el lugar “natural” de las mujeres en el cuidado del hogar, que impedían que las mujeres hicieran lo mismo que los varones en la sociedad.

Los límites -y la potencialidad- de este primer feminismo, quizás, tengan que ver con esta visión gradualista que le imprimió el propio ideario socialista. Las transformaciones más importantes llegarían de la mano de reformas graduales, muchas de las cuales fueron posibilitadas por su militancia. Lo interesante de nuestra historia es que, a la par de este ideario, las anarquistas clamaban por la destrucción del hogar y el amor libre.

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Después de esta primera ola, que podríamos decir que termina en el ’47 cuando accedemos al sufragio, los feminismos se sostienen y diversifican. El peronismo las va a unir, aunque como opositoras. Desde el socialismo, el comunismo e incluso el anarquismo, las feministas van a salir juntas en contra del peronismo. Lo vieron, y algunas lo vivieron, como una dictadura. Pensemos que algunas fueron detenidas y otras exiliadas por el gobierno peronista. En ese sentido, el feminismo de ese período fue muy gorila -recordemos a Victoria Ocampo como una de sus principales referentes-. Por otra parte, para muchas mujeres que entraron a la política de la mano del peronismo, el feminismo era oligárquico e, incluso, imperialista. Era una moda que venía de EE.UU. Esta concepción también afectó a las feministas comunistas. Les costó mucho que sus partidos apoyaran su feminismo.

Nuestra segunda ola, que se suele ubicar en los 70’s, mantuvo bastante esta tensión, de hecho, se hizo más fuerte. Aparecen agrupaciones feministas antes de la dictadura. En 1970, la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina, luego Movimiento de Liberación Feminista (MLF), se formaron con activistas de clase media alta, intelectuales que viajaban y trajeron libros del feminismo radical de EE.UU sobre todo. Los traducen, los leen acá y comienzan a organizarse. La UFA replica los grupos de “consciousness raising”, que acá se traducen como “grupos de autoconcienciación”. Se juntaban de 8 a 10 mujeres a hablar de sus problemas cotidianos, para, entre todas, visibilizar su dimensión “común”, lo común de la opresión femenina.

Otros grupos también se arman desde las izquierdas, como la editorial Nueva Mujer que viene de Palabra Obrera(publicaron el libro: Las mujeres dicen basta), y, después, otra agrupación que se llamaba Muchacha que era del Partido Socialista de los Trabajadores. Todas estas grupas tienen diferencias, discusiones y rupturas en torno a un gran debate del momento: la relación entre la política y el feminismo. Así, se habla de la “doble militancia” (las que venían de partidos políticos y también eran feministas) y del “feminismo puro”. Esta división veía, en la política, una práctica patriarcal y criticaba fuertemente la jerarquía de los partidos y su injerencia en una agenda que aspiraba a ser “puramente feminista”. De todos modos, todas están cerca y se van a acompañar en un montón de iniciativas. El terrorismo de Estado tuvo sus efectos desmovilizadores en estas agrupaciones, pero, en algunas, las reuniones se van a mantener como grupos de estudio.


Ya después, en los ochenta, reaparecen algunas grupas y se arman muchas nuevas, con demandas específicas al Estado. En un clima que veía que la democracia iba a solucionar todos nuestros problemas, las feministas irrumpieron participando en política desde una concepción muy diferente a la que se tenía en los ’70.


Se multiplican los frentes con activistas peronistas, de las izquierdas y las feministas de antes (el MLF pasa a llamarse Organización Feminista Argentina OFA). Una demanda importante fue la patria potestad compartida, se hace una comisión en 1980 y, en el ’83, se forma el Tribunal Contra la Violencia hacia la MujerLa mítica Multisectorial de la Mujer encuentra a feministas, políticas, sindicalistas, amas de casa y a las Madres de Plaza de Mayo. Luego, todas ellas son las que van a organizar el primer Encuentro Nacional de Mujeres en el ’86, inspirado a nivel internacional por los procesos que se fueron abriendo desde la primera Conferencia Internacional de la Mujer que se hizo en el ’75 y la segunda que se hizo en el ’85. También por los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe (EFLAC) que comenzaron a hacerse desde 1981. Todos estos eventos tuvieron mucha influencia en los feminismos latinoamericanos y en Argentina también.

Nuestra tercera ola empezaría a verse en los noventas, con un fuerte quiebre tras el 2001. O, quizás, el 2001 fue la precuela de nuestra cuarta ola. Todavía faltan análisis que den cuenta de cuáles fueron los ejes principales de nuestra tercera ola y si llegamos a estar ahora en presencia de una cuarta. A modo de hipótesis, algunas aproximaciones dicen que la irrupción de lo popular en los feminismos marcaría una cuarta ola, pero esto ya sucedió en el 2001.

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Recordemos que, en los 90’s, uno de los ejes del gobierno neoliberal fue recortar la gestión pública y tercerizar las políticas sociales desde las ONG’s. En ese período, se multiplicaron las ONG’s feministas con financiamiento de organismos internacionales que sostuvieron políticas públicas dirigidas a las mujeres. Esto fortaleció y amplió la agenda de los feminismos. Se organizaron un montón de redes, se financiaron muchos eventos que conectaron a los feminismos en la región. Muchas demandas llegaron al Estado, incluso, de la mano de feministas que se comprometieron en la gestión de gobierno. Pero muchas fueron críticas de este proceso. Sostuvieron la necesidad de autonomía frente al Estado y los financiamientos internacionales porque llegaron a tener mucha injerencia en las agendas feministas y en la propia militancia. Criticaron que, en las ONG’s, el activismo se transforme en un trabajo rentado y que sus “directoras” tomen la voz por todo el movimiento sin mediar instancias de representación democráticas. Este proceso se dio en toda la región y llegó a ser un eje de discusión que opuso a los feminismos entre sí y los desmovilizó bastante. En otro punto, habilitó un cierto cuidado y una llamada de atención, tanto para pensar el modo en que los feminismos se vinculaban con el Estado así como sobre los modos en que se gestionaban sus recursos y se organizaban sus activismos.


Y la crisis del 2001 fue un sismo para todo el país y para los feminismos también. En particular, en el Encuentro Nacional de Mujeres 2003, que se hizo en Rosario, se llenó de organizaciones populares, de mujeres piqueteras y se hicieron visibles las diferencias de clases y las prioridades entre los feminismos. Frente a la disputa entre autónomas e institucionalizadas de los noventa, apareció la potencia de lo que se venía nombrando como “movimiento amplio de mujeres” y la necesidad de que el feminismo abriera su agenda a los problemas estructurales que estaban afectando al país. Fue un proceso que no sólo afectó a los feminismos, sino a muchos movimientos sociales.


En este sentido, los gobiernos de Néstor y Cristina, y el modo en que se abrieron e implicaron en la agenda de los movimientos sociales, también afectó a los feminismos. En particular, desde su vínculo con el movimiento de Derechos Humanos. Desde entonces, se han producido grandes cambios, otras sensibilidades y articulaciones entre activismos -políticos, populares, barriales, sexuales, académicos, institucionales- y se ha fortalecido un montón la movilización feminista en las calles. Aunque no se puede negar la masificación increíble que se generó desde el 2015 con el #Ni Una Menos y, más recientemente, con la reactivación de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, se trata de un proceso que es necesario comprender desde sus condiciones de posibilidad.

Los feminismos tienen más de un siglo de historia en nuestro país. En este marco, hablar de una cuarta ola, quizás, tenga sentido para entender una nueva dimensión que está dada por el increíble ingreso de pibas, pibes muy jóvenes, al feminismo, un ingreso que no sólo retoma lo que ya estaba sucediendo en los feminismos, sino que le imprime una potencia y vertiginosidad muy particular. Las redes sociales son un aspecto central (quizás, también, un límite). Pero también lo es la pregnancia, la facilidad con la que se reconocen como feministas, como si ya no hubiera necesidad de recorrer todas las olas porque ya las llevan puestas y van para adelante. Y acá, aunque se me pone la piel de gallina con todo esto que está pasando, no dejo de ver que hay un riesgo, porque, por ahí, lo difícil es habitar al feminismo en toda su complejidad, reconociendo sus antecedentes, su pluralidad constitutiva y, al mismo tiempo, hacer frente a sus múltiples implicancias, que no sólo afecta a las mujeres, ni siquiera a “las mujeres, tortas, travas y trans”.

Abre un horizonte emancipatorio radical y, acá, no me refiero a la UCR ni a las feministas radicales yanquis. Digo “radical” en el sentido de una transformación de toda la sociedad, desde la raíz, en lo personal y en lo político. De eso se trata cuando se dice que: “La revolución será feminista o no será”. No es soplar y hacer botella. El feminismo nos atraviesa desde todas las fibras, a su tiempo, y requiere una atención y un cuidado especial. De ahí es que creo que está bueno prestar especial atención a todas sus olas, aprender de sus vaivenes. Si la marea feminista nos alcanzó, será momento de zambullirse y disfrutar.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Eloisa Molina para La tinta.

Fuente: https://latinta.com.ar/2019/02/somos-marea-las-luchas-feministas/

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La política en el aula. La coartada de la neutralidad

Por:  Tobia Savoca/  PRESSENZA INTERNATIONAL PRESS AGENCY  

La recepción, la religión, las revueltas de los chalecos amarillos, el uso legítimo de la violencia, la política internacional, los límites de las libertades y los de la ley son solo algunos de los temas de la corriente política que crean más dolores de cabeza para los maestros. Hablar en la clase de la actualidad es tan importante como peligroso.

El miedo a hacer proselitismo parece chocar con la misión necesaria de iluminar el camino del espíritu crítico de cada estudiante.

Discutiendo con colegas, la vergüenza de ser acusado de “hacer política” en la escuela alimenta una brecha creciente en los problemas clave de la actualidad que repercute en los estudiantes que son educados en la neutralidad y luego en la indiferencia. De generación en generación, los desinteresados en la historia y la política aumentan, con todas las esperanzas de cambio.

Un ejemplo emblemático es la forma en que se tratan las ideologías del siglo XX en la actualidad.

La ataraxia política derivada de la ideología de neutralidad es lo que tanto predica la escuela que se preocupa más por satanizar y equiparar las ideologías anti-liberales que hablar en profundidad sobre la historia política de nuestros países, tanto que se dice que los profesores enseñan sólo desde la Segunda Guerra Mundial en adelante.

Estas ideologías famosas permanecen presentes de manera latente pero ya no invierten en el debate público. Sin embargo, una de estas ideologías a través de esta neutralidad y esta indiferencia hacia todo lo que es público y, por lo tanto, político, puede realizar silenciosamente su propio proyecto.

La acusación de hacer política en la escuela, en las calles, en la televisión o en la mesa, es de hecho instrumental para el deseo de neutralidad de la teoría político-económica dominante.

El neoliberalismo desea neutralidad, linealidad, fluidez, normas estandarizadas. Cualquier construcción colectiva que pueda ser autoconsciente debe ser destruida para permitir que la fría racionalidad del mercado garantice el “bienestar”.

Esta neutralidad crea un vacío gigantesco que, llenado por la espectacularización del debate de bar llevado a cabo en los foros políticos de los programas de entrevistas o en los flujos de twitter, se convierte en divisorio y polémico. Este es el vacío que ha traído los frutos del llamado populismo que asombra durante algunos años con el Brexit, con la elección de Trump y Bolsonaro.

En este vacío, la sociedad se radicaliza, al no encontrar códigos de referencia comunes ni lugares adecuados para un debate dialéctico y constructivo: así se repiten los monólogos de las charlas e imitan los que hablan en la televisión o en las redes sociales.

Este es el vacío que separa a los pueblos de las élites, y que separa geográficamente a la América profunda de la Gran Manzana, a las ciudades, contrariamente al Brexit de la campiña (lo que la beneficia), y dentro de las ciudades, los centros de los suburbios, los barrios rehabilitados del bobo (radical-chic) de las ronds-points (rotondas) de los chalecos amarillos.

El mismo mecanismo que ocurrió con los chalecos amarillos en la política, en la Francia laica, ya había ocurrido en el frente de la religión.

En el país de la Revolución, una interpretación distorsionada del secularismo ha llevado a las comunidades educativas a abandonar la enseñanza de la religión en todas sus formas y a una actitud demasiado tímida al abordar los debates de la coexistencia. Este prurito al enfrentar audazmente la cuestión de vivir juntos, de la ciudadanía, de la presencia de signos religiosos o lugares de culto en el espacio público, proviene de la falta personal de preparación del cuerpo docente y de la ciudadanía misma.

De ahí la necesidad del Ministerio de Educación francés, a través de Rapport Debray en 2002, unos meses después del ataque a las Torres Gemelas, a afirmar la necesidad de enseñar el “hecho religioso” en la escuela laica. Debray denunció que esta “incultura religiosa” provoca una pérdida de códigos de reconocimiento, de cualquier conocimiento y discernimiento.

Por lo tanto, puede que no sea una coincidencia que la interpretación francesa del secularismo, que desea imponer neutralidad en el espacio público, haya provocado un resurgimiento de la identidad del espacio privado y las confesiones religiosas, atestiguada por las leyes que han impuesto la prohibición de usar el velo completo en el espacio público y del que prohíbe los signos ostentosos en el colegio. Así como la menor problemática de las discusiones sobre la integración llevada a cabo hasta ahora en Italia podría deberse a una versión de la laicidad suavizada por Pactos de Letrán y los Acuerdos del Palazzo Madama, así como a una menor presencia histórica de poblaciones culturalmente diferentes del antiguo monolito católico.

En resumen, décadas de neutralidad en la esfera religiosa han provocado la radicalización de algunas franjas de la sociedad francesa, y décadas de políticas liberales, mortificando las luchas sociales, están llevando a una radicalización apolítica de la sociedad que está reemplazando a las clases dominantes del pasado.

Esta incultura política se alimenta a nivel sistémico de una clase dominante y política que hace todo lo posible para hacerse odiar y a nivel mediático de una parodia formalista e hipócrita. En el campo asociativo, se defienden minúsculos segmentos de lucha y demanda, y todas esas afirmaciones socialmente relevantes se sostienen a nivel europeo sin afectar las luchas económicas.

Desilusionado con las posibilidades de un cambio a través de los viejos partidos y neutralizando su capacidad agregativa, el ciudadano francés o italiano ya no conoce su papel y se convierte en espectador de un juego jugado por despliegues binarios.

Esta incultura política coincide con una fidelidad absoluta a la adhesión a la ideología capitalista. Por lo tanto, ha transformado el voto en “like”, la militancia política en apoyo, la tarjeta del partido en la tarjeta de fidelidad, la participación en obediencia al algoritmo que hace a cada persona-avatar, la caja de resonancia de un pensamiento político del personaje seguido en Facebook o Twitter.

Durante algún tiempo, nuestras comunidades han estado predicando la ataraxia política ayudando a extinguir aparentemente los núcleos de cualquier reclamo económico, social o de identidad.

En las escuelas, en las familias, entre los amigos, hablar de política da miedo, ha sido divisivo, antiestético. En cada uno de estos entornos, se evita ensuciarse las manos con la política cuyo significado ha tomado progresivamente un significado negativo y pestilente, que corrompe las mentes de quienes se acercan a él y que se define como el arte sutil de gobernar y no como un análisis del equilibrio de poder en una sociedad.

Al menos aquellos maestros que tienen una buena consideración de su trabajo y su papel político, pero no para este partido, tratan de abordar el debate de manera discreta, tratando de contentarse con brindar herramientas de análisis a los estudiantes para que hagan sus elecciones de forma independiente. El desarrollo del sentido crítico permite razonar con la propia cabeza y comprender el mundo circundante.

Ni siquiera esto será suficiente pronto. Frente a la ecuación actual de la sana ignorancia a una experiencia inútil, la educación es un acto político y se está convirtiendo cada vez más en un acto de resistencia.

Probablemente incluso estos tipos raros de maestros tendrán que pasar a una acción didáctica mucho menos neutral y reclamar el papel de formadores de mentes, de vanguardia para una resistencia humana contra las políticas deshumanizantes del odio o del libre mercado, sin coartada.


 

Traducido del italiano por Michelle Oviedo

Fuente de la noticia: https://www.pressenza.com/es/2019/02/la-politica-en-el-aula-la-coartada-de-la-neutralidad/

Fuente de la imagen: Tobia Savoca

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Charlas con B presenta a Vladimir Acosta: Un análisis crítico de Estados Unidos desde el presente. Clacso-Venezuela/OVE. (Video)

Redacción: OVE

Las ciencias sociales en Venezuela han tenido un espectacular desarrollo en los últimos setenta años. Grandes maestros y maestras formaron a generaciones de cientistas sociales en todos los campos y áreas del conocimiento. Sin embargo, la instrumentalización de la investigación muchas veces invisibiliza la importante labor que se realiza.

En Charlas con B nos proponemos el ambicioso proyecto de abrir una ventana semanal para dar a conocer el trabajo científico que se realiza en Venezuela. No lo haremos a través de los decisores, ni de quienes gestionan los centros de investigación, sino dándole voz y rostro a los y las investigadores(as). Nace este proyecto auspiciado por CLACSO Venezuela y el portal “Otras Voces en Educación” (OVE).

 

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=MqY-8qujisw

 

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United State: The costs of academic publishing are absurd. The University of California is fighting back

Redacción: VOX

Resumen: Los costos de la publicación académica son absurdos. La Universidad de California está contraatacando.

The UC system just dropped its $10 million-a-year subscription to the world’s largest publisher of academic journals

The University of California, the largest public academic system in the US, is ending its subscription to Elsevier, the world’s biggest and most influential publisher of academic research.

This might seem like an odd move for a university — denying its students access to journals and academic papers they need for homework and research. But it’s driven by principle: The University of California doesn’t want scientific knowledge locked up behind paywalls, and thinks the costs of academic publishing have grown out of control.

“I fully support our faculty, staff, and students in breaking down paywalls that hinder the sharing of groundbreaking research,” said UC president and former Secretary of Homeland Security Janet Napolitano. “This issue does not just impact UC, but also countless scholars, researchers, and scientists across the globe — and we stand with them in their push for full, unfettered access.”

The break came, as Stat News reports, after months of failed negotiations between the California university system and the publisher.

Academics often have to pay publishers like Elsevier (which owns 2,500 journals) to print their work, and then have to pay extra to make it open access, meaning anyone in the world can read the papers for free. These fees can top thousands of dollars per journal article.

At the same time, academic institutions have to pay journal subscription costs. This setup — where academic institutions pay for both publishing and subscription — has helped make academic publishing an absurdly profitable business.

UC wanted to pay a single, reduced lump sum for open access publishing and subscriptions in Elsevier’s journals. Elsevier wasn’t willing to meet its price. So UC dropped its Elsevier subscriptions, which had cost $10 million a year.

It’s a bold move. The University of California system has 190,000 employees and 238,000 students, and it’s just one of many institutions around the world that are now demanding open access publication of science (even if it means their students might have trouble conducting research in the meantime). It also reflects a growing recognition that scientific publishing’s costs are way too high.

“Make no mistake: The prices of scientific journals now are so high that not a single university in the US — not the University of California, not Harvard, no institution — can afford to subscribe to them all,” Jeffrey MacKie-Mason, a UC librarian and economics professor, said in a press statement. It’s true: Even the very well-endowed Harvard University complained in 2012 that its $3.5 million-a-year subscriptions bill was “untenable.”

There’s a global push for open access science

If you’ve ever tried to look up an academic journal article, you’re probably familiar with this frustration: You find the study or analysis you’re after, only to learn it’ll cost you $30 to access it.

These costs are particularly prohibitive for many less wealthy scholars and institutions around the world. A 2016 article in Science described how a PhD candidate in Iran would have had to spend $1,000 a week (money he didn’t have) just to read the papers he needed for his studies. In the US, taxpayers spend $140 billion every year supporting research they can’t easily access.

Most of the world’s scientific knowledge is still locked behind expensive paywalls. Only around 15 percent of journals worldwide run on an open access model. But pressure is building — via the rise of academic paper pirating, and the increasing availability of prepublication manuscripts — for publishers to change their business model.

Recently, a group of science funding agencies from 11 European countries made a plan that by 2020, anyone who gets money from them must publish their results in a journal without a paywall. Altogether, these funders — which include UK Research and Innovation and the Research Council of Norway — spend $8.8 billion per year on grants to scientists for their research. That big financial footprint gives them some power to stipulate conditions for accepting the grant money.

Private funders, like the Bill and Melinda Gates Foundation, are ramping up pressure for more open access too: They stipulate any papers that come from their grants must be open access. The Gates Foundation funds about $4.6 billion worth of science every year. And when they introduced their open access mandate, the journal Science started an 18-month pilot program publishing open access.

Scientific communities are increasingly bypassing publishers

There are other forces at play that may pressure the publishing industry to increase access. It’s also easier than ever for students and professors (like those in the UC system) to access academic journals their libraries don’t subscribe to.

The biggest one is the rise of pirating academic papers.

In 2011, Russia-based neuroscientist Alexandra Elbakyan founded the website Sci-Hub, which has grown to host more than 50 million academic papers. Elbakyan claims this is nearly all the paywalled scientific knowledge that exists in the world. These papers are free for anyone to view and download. The service, we should note, is illegal. But it is extremely popular.

In 2016, Science conducted an analysis of Sci-Hub’s web traffic (with the cooperation of Elbakyan). It found that 3 million unique IP addresses downloaded a total of 28 million documents in a six-month period between September and March 2016. And the number of users could actually be even higher “because thousands of people on a university campus can share the same IP address,” according to Science.

Many of these users came from the United States. But a great many others came from poorer nations like Tunisia and India, where the biggest hurdle to accessing knowledge in scientific journals may be high journal costs.

Another trend: Scientists are increasingly putting prepublications of their studies online, at sites like BioRxiv. Called “preprints,” these study drafts are often nearly identical to finished, published studies. And they’re free to access.

The problem is that these study drafts have not yet been peer-reviewed. But advocates of preprints say they’re a net benefit to science. “They increase the visibility of research, and sooner,” the Center for Open Science explains. Preprints can also be debated in public and have their flaws ironed out, before they ever make it onto the record in a journal.

So the pressures are now mounting on the academic publishing industry to tear down its paywalls. The question now: Will more journals catch up to the trend?

Link: https://www.vox.com/science-and-health/2019/3/1/18245235/university-of-california-elsevier-subscription-open-access

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