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Mundo: El VIH infectó a un nuevo niño o adolescente cada 100 segundos en 2019

 A pesar de los esfuerzos de prevención y tratamiento, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) infectó cada cien segundos a un nuevo niño o adolescente menor de 20 años en 2019, según un informe presentado este miércoles por Unicef en Johannesburgo

«A los niños se los está dejando atrás», advirtió el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) al divulgar este estudio, que se difunde anualmente en la antesala de la celebración del Día Mundial de la Lucha contra el Sida (1 de diciembre) y que en esta ocasión se tituló «Reimaginando una respuesta resiliente contra el VIH para los niños, adolescentes y embarazadas que conviven con el VIH».

 

De acuerdo a los datos recopilados por Unicef, unos 110.000 niños y adolescentes murieron en 2019 por causas relacionadas con el sida (Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida), enfermedad de la que es precursor el VIH.

De ellos, unos 79.000 tenían edades comprendidas entre los cero y los nueve años y 34.000 pertenecían a la franja de entre los 10 y los 19 años de edad.

Estos datos de mortandad relacionada con el sida son algo mejores que los de 2018, pero aún así arrojan una media de más de 300 fallecimientos al día.

En el lado positivo, las opciones de supervivencia para los menores a los que se les transmitió el virus durante la gestación siguieron creciendo y, en las últimas dos décadas, la mortalidad ligada a este tipo de infecciones bajó un 53 %.

Esto es debido a mejoras en cuanto a la detección y al tratamiento, tanto para las madres como para sus bebés.

«Los niños pequeños infectados con el VIH al nacer tienen ahora más posibilidades de llegar a la adolescencia y la edad adulta. Pero incluso aunque la proporción (de fallecimientos en comparación con el número de transmisiones) ha disminuido, las muertes entre niños menores de 5 (años) todavía supone la mayoría de las muertes de los menores entre los cero y los 19 años», puntualiza Unicef.

CASI 3 MILLONES DE MENORES CONVIVEN CON EL VIH EN TODO EL MUNDO

El número de menores que convivían con el VIH en 2019 ascendió a unos 2,8 millones en todo el mundo, de los cuales 1,1 millones eran menores de 9 años.

Sólo un poco más de la mitad de la infancia afectada, sin embargo, tenía acceso a fármacos antirretrovirales.

«Los esfuerzos de prevención y tratamiento para los niños quedan entre los más bajos entre las poblaciones clave afectadas. En 2019, un poco más de la mitad de los niños tenían acceso a los tratamientos que salvan vidas, una cobertura significativamente rezagada tanto respecto a la de las madres (85 %) como de todos los adultos que viven con el VIH (62 %)», recalca Unicef.

El Fondo de la ONU para la Infancia subraya también que el impacto y el tratamiento del virus en la infancia sigue siendo muy dispar a nivel geográfico.

África subsahariana sigue siendo la región más afectada, ya que es hogar de nueve de cada diez niños y adolescentes que en 2019 convivían con el VIH.

Respecto a la disponibilidad de tratamiento, entre las zonas más afectadas por la epidemia, Oriente Medio y el Norte de África tienen los mejores niveles de cobertura pediátrica de los medicamentos antirretrovirales (81 %), seguidos del sur de Asia (76 %) y el sur de África.

Los peores datos en esta materia se registran en Latinoamérica y el Caribe (46 %) y en África occidental y central (32 %).

También hay disparidad por sexos, ya que entre las niñas y adolescentes hay más infecciones que entre los varones.

«La vulnerabilidad sigue oscilando gravemente en contra de las chicas, que suponen tres de cuatro de las nuevas infecciones entre adolescentes. La proporción es incluso mayor, cuatro de cada cinco (82 %) en África subsahariana, hogar de los países con las mayores prevalencias (de VIH) del mundo», describe la agencia de la ONU.

LA PANDEMIA DE CORONAVIRUS COMPLICA LA PANDEMIA DE VIH/SIDA

Aunque todavía no haya datos finales, para este 2020 resulta ya claro que la pandemia de covid-19 ha complicado la lucha contra esta otra gran pandemia que amenaza al mundo desde hace cuatro décadas, la de VIH/sida.

«Todavía no hay vacuna contra el VIH. Los niños todavía quedan infectados a tasas alarmantes y todavía mueren por el sida. Esto ocurría incluso antes de que la covid-19 interrumpiera tratamientos vitales contra el VIH y servicios de prevención, poniendo incontables vidas adicionales en riesgo», declaró Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef, en un comunicado sobre el estudio.

Los confinamientos y las nuevas prioridades sanitarias con recursos escasos han dificultado tanto el tratamiento como los nuevos diagnósticos y la recolección de datos.

«La covid-19 empeoró el lento progreso, exponiendo además las desigualdades en el acceso a servicios de VIH críticos para los niños, adolescentes y mujeres», expone el texto del estudio.

Con las reaperturas de los países hubo un «rebote» de las medidas, pero a fecha de hoy los renovados esfuerzos aún están lejos de llegar a los objetivos pediátricos fijados para 2020.

Este frenazo pone seriamente en peligro la meta global de erradicar el sida como amenaza pública de salud para 2030.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/vida/20201125/49691644535/el-vih-infecto-a-un-nuevo-nino-o-adolescente-cada-100-segundos-en-2019.html

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Más del 60% de los venezolanos menores de 17 años que vive en Perú no va a la escuela

Un informe de Unesco reporta que solo el 1% de jóvenes migrantes tiene acceso a educación superior en el país sudamericano.

Un informe de la Unesco revela que más del 60% de venezolanos en edad escolar no está matriculado en Perú, el país con más solicitudes de refugio de venezolanos en el mundo, cuyo Gobierno impulsó una política migratoria que facilitó el ingreso en 2017 y 2018, pero que endureció el año pasado, al imponer una visa para personas de esa nacionalidad. Tomando como cifras de 2018, el estudio Derecho a la educación bajo presiónde la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de Unesco, muestra que de los venezolanos que han conseguido ingresar, el 68% manifestó como su mayor preocupación alimentación, mientras que el acceso a la educación aparece en décimo lugar.

Un 74% de los niños de la diáspora venezolana en el país andino no asiste a educación inicial, un 54% no va a primaria y un 60% no está matriculado en secundaria. Unesco señala que aunque en Lima antes de la pandemia había 339 colegios habilitados para recibir a migrantes, el Ministerio de Educación calcula que, en la capital, 37.400 venezolanos no están cubiertos por el sistema educativo.

Sin embargo, el acceso a la educación superior es mucho más complicado. Mariana termina la secundaria este mes en Lima y su madre, una migrante venezolana con empleo formal, le ha hecho notar que el dinero no alcanza para inscribirla en una academia preuniversitaria. La adolescente no sabe aún dónde buscar una opción gratis en los próximos meses para estudiar. Ella se encuentra entre el 99% de los migrantes venezolanos de 17 a 25 años que en Perú no tienen acceso a la educación superior, un problema que se ha agravado durante la pandemia.

Según la plataforma de coordinación de migrantes y refugiados de Venezuela, hasta agosto había en Perú más de un millón de venezolanos, y 394.195 peticiones de refugio de personas de esa nacionalidad. Una encuesta de OIM, Unicef y Unesco refiere que el 63% de los venezolanos consultados en un control migratorio de la frontera norte de Perú no fue admitido. Unesco indica que una parte de ellos intenta entrar de manera ilegal.

A mayo de 2020, cuando el desempleo empezó a aumentar debido al confinamiento y la pandemia del nuevo coronavirus, había 80.541 escolares venezolanos matriculados en Perú, el 88 % en colegios públicos y el 11 % en privados. El chef Rómulo Landaeta llegó a Lima con su esposa y dos hijos en 2017. “Antes de la pandemia trabajaba como mesero en un restaurante en Lima Norte, ganaba unos 340 dólares mensuales, sumando propinas; pero el establecimiento cerró. Tengo un hijo de 15 y una de cuatro años y tuve que retirar a mi hija de un colegio inicial privado”, comenta a EL PAÍS en una avenida, mientras vende tapabocas. Landaeta encontró como solución los contenidos del sistema Aprendo en casa y él mismo revisaba las tareas de su hija.

El informe de Unesco, basado en 69 documentos y las opiniones de funcionarios del ministerio de Educación de Perú, especialistas y representantes de la sociedad civil, abarca la realidad educativa desde enero de 2017 hasta febrero de 2020, antes del impacto de la pandemia en el sector.

Estrategia diferenciada

Unesco destaca la necesidad de ampliar a otras regiones del país el programa Lima aprende, que identificó escuelas que podían recibir a escolares venezolanos —evitando las que tuvieran infraestructura inadecuada— e invirtió en ellas casi cinco millones de dólares.

Angélica Zevallos, una de las funcionarias que puso en marcha Lima Aprende, indica que en el primer año —2019— abrieron 10.000 vacantes para educación inicial y primaria de escolares venezolanos, y en 2020 hubo 16.000 vacantes adicionales, incluyendo secundaria.

Zeballos explica que el financiamiento, además del pago a los profesores y auxiliares, incluyó el personal de limpieza y guardianía, y los gastos de luz, agua y material educativo. El presupuesto cubrió también el costo de diez equipos interdisciplinarios e itinerantes de convivencia escolar, cada uno integrado por dos psicólogos, un trabajador social y un docente, anota la especialista. Con ellos trabajaban para lograr escuelas interculturales e inclusivas.

Desde 2013, el Ministerio de Educación peruano registra denuncias de acoso escolar en la web Sí se ve, que clasifica agresiones psicológicas, físicas o sexuales, precisa en qué distrito ocurrieron, quién fue el agresor y el “motivo”. En las estadísticas hasta noviembre pasado, cientos de casos de agresión tuvieron como causa “el lugar de origen del escolar”; en 49 de ellos, la violencia, humillación o discriminación ocurre “por ser de otro país”, y en muchas ocasiones, el agresor es el personal del colegio.

Lima Aprende capacitó a docentes y directores de las 120 escuelas con mayor población extranjera de la capital en prácticas de autocuidado, resolución de conflictos y prevención de la violencia y discriminación, comentó Zevallos. “Para ello se consideró la información recogida en la plataforma Sí se ve sobre casos reportados de violencia escolar”, agrega.

La funcionaria informó a Unesco que el trabajo de los equipos itinerantes de convivencia escolar en las escuelas fue muy valorado por los directores y docentes, pero no pudieron continuar en 2020, debido a recortes presupuestarios originados por la pandemia.

Unesco consultó al ministerio de Educación, como complemento al reporte, sobre las variaciones en la matrícula por causa de la crisis sanitaria y económica. Aunque el año escolar empieza en Perú en marzo, en mayo el sistema educativo público reabrió la matrícula para los niños que tuvieron que abandonar las escuelas privadas por razones económicas. Recibió entonces 110.000 nuevos escolares en el sistema público, de los cuales más de 4.000 eran de niños, niñas y adolescentes extranjeros, destaca Zevallos.

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Mateo Crossa: Honduras, un valle de lágrimas y de resistencias

El Valle de Sula, actualmente arrasado por los huracanes Eta y Iota y fuertemente afectado por la pandemia de covid-19, ha sido históricamente el corazón de la ocupación trasnacional en Honduras. También ha sido el corazón de una resistencia vigorosa. Las estructuras para resistir la explotación laboral sirven hoy para organizar la solidaridad social.

El pueblo hondureño vive actualmente acechado por la pandemia y las catástrofes ambientales que han causado cientos de muertes y enormes pérdidas en el país. Pero también vive otra pandemia: la de la violencia de un Estado que no ha funcionado más que para profundizar las desigualdades, la pobreza y la migración. Una de las regiones de Honduras más lastimadas por el covid-19 y la destrucción causada por el paso del huracán Eta y la tormenta tropical Iota en menos de dos semanas ha sido el noroccidente del país, específicamente el Valle de Sula, que se ha visto devastado por las inundaciones causadas por la crecida de los ríos Ulúa y Chamelecón.

La magnitud de la destrucción hace imposible que hasta la fecha se tenga certeza de los desoladores efectos que estos fenómenos han tenido en la región y en el país, no solo por la destrucción que han causado en el Valle de Sula sino también por la adversidad que provocaron en el departamento de Santa Bárbara y en el amplio territorio históricamente agraviado de La Mosquitia. Al menos tres millones y medio de personas resultaron afectadas por estos fenómenos, mientras que por lo menos medio millón han sido desplazados internos por la misma causa. En este contexto, se ha señalado que los daños de los huracanes duplicarán el déficit habitacional del país, lo cual equivaldría a una necesidad aproximada de 2,5 millones de hogares. Algunos economistas han calculado que el impacto del Eta y de Iota podría alcanzar hasta 40% del PIB o bien generar cinco años de retroceso, lo que podría llevar el índice de pobreza hasta 80% en 2021. A esto se suman las enfermedades que se puedan generar tras el paso de los huracanes y la vulnerabilidad de 1,5 millones de niñas y niños expuestos a los daños.

El impacto del Eta y de Iota podría alcanzar hasta 40% del PIB o bien generar cinco años de retroceso, lo que podría llevar el índice de pobreza hasta 80% en 2021

El Valle de Sula, actualmente arrasado, ha sido históricamente el corazón de la ocupación transnacional en Honduras, desde la histórica presencia de grandes extensiones de plantíos de banano controlados por la United Fruit Company y Standard Fruit Company, hasta grandes terrenos ocupados actualmente por multinacionales de la industria maquiladora.

Desde hace un siglo, esta región de poco más de 6.000 kilómetros cuadrados fue apropiada por las empresas bananeras estadounidenses que se extendieron a través de miles de hectáreas de monocultivo Rcomunicadas por vías férreas que desembocaban en muelles y puertos de la costa para exportar a Estados Unidos. Ahí se produjeron las condiciones de mayor barbarie laboral, como bien lo demuestra la pluma de Ramón Amaya Amador en la novela Prisión verde, pero también los actos populares de mayor rebeldía, tal y como ocurrió con la histórica huelga bananera de 1954, que hizo temblar el poder del dinero frente a la inmensa insurrección obrera que sacudió al país entero, con epicentro en el municipio de La Lima, que actualmente se encuentra severamente dañado.

A partir de la década de 1980, cuando Honduras se convirtió en el apéndice del dominio económico y político estadounidense en América Central, en el contexto de la Revolución Sandinista en Nicaragua y del conflicto armado en El Salvador, grandes sumas provenientes del extranjero ingresaron en el Valle de Sula para ser invertidas en la industria maquiladora de exportación, aprovechando las precarias condiciones salariales que predominan en el país, además de la ubicación estratégica que tiene el Puerto Cortes para exportar bienes manufacturados hacia la Florida. Desde aquellas fechas hasta la actualidad, con el impulso de políticas económicas neoliberales que solo han garantizado la venta del territorio nacional a las grandes empresas, el Valle de Sula pasó a convertirse en el enclave manufacturero exportador sobre el cual recae el grueso de la economía nacional.

Un corredor industrial maquilador que abarca desde Choloma hasta El Progreso se ha formado a lo largo de los años para absorber un enorme ejército de trabajadoras y trabajadores que originalmente migraron desde regiones rurales para instalarse en las líneas de producción. Estos laboran día y noche, 12 horas diarias sin parar, cosiendo prendas básicas y ensamblando arneses exportados al mercado estadounidense. 150.000 trabajadores y trabajadoras de la maquila se han instalado en las diferentes colonias populares del Valle de Sula, enfrentándose y organizándose diariamente contra la permanente vejación y violación de derechos laborales. Este histórico espacio se ha convertido así en un territorio marcado no solo por la explotación de las grandes empresas, sino por la resistencia y la rebeldía que no dejan descansar a los dueños del dinero.

Desde la década de 1990, cuando la maquila se encontraba en pleno apogeo, organizaciones obreras desarrollaron huelgas históricas a lo largo y ancho del Valle de Sula para denunciar bajos salarios, despidos, jornadas extenuantes y trabajo infantil. Desde allí se organizaron campañas globales de denuncia que han puesto en jaque a las marcas de ropa por su responsabilidad y total impunidad en la precarización del trabajo. Además, esta rebeldía también ha sido fundamental para establecer lazos de solidaridad con la organización laboral de otras actividades económicas, en la formación del movimiento sindical de la industria melonera, en el apoyo a las demandas obreras del sector del banano, en la lucha feminista contra la violencia patriarcal, en la rebelión contra los fraudes electorales y contra las políticas neoliberales de privatización de la educación y la salud pública.

Las colonias obreras devastadas por el paso de los huracanes Eta y Iota se fueron construyendo y ampliando con los años a medida que trabajadoras y trabajadores fueron erigiendo sus hogares sin la ayuda de nadie más que su fuerza de trabajo. Por más que los medios de comunicación empresariales y la clase política busquen presentar el actual desastre como una causa ajena y externa, la devastación causada por estos fenómenos meteorológicos (producidos por efectos del calentamiento global) evidencia un robo histórico e institucionalizado de riqueza que, en lugar de quedar en manos de la población que diariamente la crea con su trabajo, ha sido expoliada para quedar en las arcas de las grandes corporaciones maquiladoras y bananeras que por años han ampliado su acumulación a costa de la vida obrera. Este robo institucionalizado ha provocado una escasez generalizada que se refleja en falta de vivienda digna y de seguridad en la reproducción de la vida obrera del Valle de Sula.

El problema no radica únicamente en la fuerza de los huracanes Eta y Iota en Honduras y en el Valle de Sula, sino en las décadas de expoliación de riqueza que han dejado a la población trabajadora del campo y la ciudad al límite de la vida, sin garantías de seguridad, vivienda y trabajo digno. Esta larga historia de explotación y despojo de una economía de enclave como la hondureña es la mayor responsable de las consecuencias catastróficas que ha generado el paso de los huracanes por Honduras. La ausencia de políticas de Estado para la ciudadanía ha quedado, además, al descubierto con la pandemia. El país tiene hoy un sistema de salud público quebrado.

El Estado hondureño brilla por su ausencia a la hora de promover una seria política de prevención y emergencia que sirva para la población damnificada que ha perdido sus hogares y sus trabajos, mientras que muchas corporaciones maquiladoras obligan a su mano de obra a trabajar mientras se anuncian con bombos y platillos «ayudas» a los empleados afectados, cuando estos han dedicado sus vidas a producirles sus ganancias y sus riquezas monopólicas.

Los sindicatos de la industria maquiladora y del sector del banano organizan brigadas para monitorear, recaudar y entregar víveres a la población afectada, además de denunciar los abusos a los que están siendo sujetos por parte de las empresas

Pero Honduras y el Valle de Sula también brillan por una inmensa e incalculable solidaridad popular que se puede ver en las calles, con brigadas de limpieza, recaudación y distribución de víveres y apoyos que sí alcanzan a lapoblación damnificada. Organizaciones de pueblos originarios, así como movimientos barriales y sindicales, responden al escenario adverso, movilizándose y solidarizándose con la población lastimada. Así como han construido sus vidas en la región dañada con su propio esfuerzo colectivo, a contracorriente y con un Estado que históricamente les ha dado la espalda, hoy enfrentan el desastre causado por el paso de huracanes con un sentido de autoorganización para la supervivencia que busca poner la vida por delante.

Los sindicatos de la industria maquiladora y del sector del banano organizan brigadas para monitorear, recaudar y entregar víveres a la población afectada (no solo a los agremiados), además de denunciar los abusos a los que están siendo sujetos por parte de las empresas –muchas de ellas obligan a los trabajadores y trabajadoras a presentarse a la fábrica para trabajar pese a las condiciones adversas–. A pie, en carros y en lanchas, las mismas estructuras organizativas que se han creado en estas industrias para resistir frente a la constante vejación laboral y solidarizarse con otras luchas en el país ahora sirven como sostén de apoyo para la población damnificada.

De esta manera se demuestra, una vez más, que frente a un Estado indolente que se sostiene a punta de fraudes, corrupción y pólvora, y que da la espalda al dolor y las necesidades apremiantes, han sido la autogestión, la autodeterminación y la organización de los trabajadores y trabajadoras la mayor herramienta para enfrentar las consecuencias catastróficas generadas por los huracanes y la pandemia en Honduras, especialmente en su memorable Valle de Sula.

Fuente: https://www.cadtm.org/Honduras-un-valle-de-lagrimas-y-de-resistencias

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Clemencia Herrera: soñar con la universidad indígena para la Amazonía

  • María Clemencia Herrera Nemerayema es la fundadora de la Escuela de Formación Política para los indígenas amazónicos, espacio en el que se preparan para proteger el territorio. Su sueño es montar la universidad intercultural en el corazón de la selva.
  • Este año, la líder indígena ganó el Premio Bartolomé de las Casas por su trabajo en la defensa de los territorios, a partir de la recuperación de las culturas locales y del uso sostenible de los recursos amazónicos.
  • Lleva más de 30 años trabajando en empoderar a las mujeres amazónicas a través de la educación. María Clemencia es la fundadora de la corporación Mujer, Tejer y Saberes, donde las indígenas desplazadas, radicadas en Bogotá, Colombia, ponen sus conocimientos en práctica para generar ingresos.

María Clemencia Herrera Nemerayema no le dieron diploma cuando terminó la primaria en el internado Santa Teresita del Niño Jesús del municipio de La Chorrera, Amazonas, al sur de Colombia. En su graduación un cura le regaló una biblia y un cristo crucificado. “Esto para que algún día se convierta”, le dijo a esa niña de apenas 15 años que se negó a olvidar su lengua materna Uitoto minika y que en cada clase hacía hasta lo imposible para recordarle a sus compañeros cómo era su cultura, qué eran las chagras —los espacios de cultivo—, cómo eran las comunidades de su territorio y cuál era el papel de las mujeres indígenas amazónicas. Cuando Herrera recuerda esa frase, le causa risa y, tal vez, un poco de curiosidad. No entiende por qué los curas y monjas que llegaron a imponer la religión y la educación occidental en ese territorio indomable, insistían tanto en satanizar la cultura indígena.

Ella no fue rebelde, solo se opuso al olvido de lo propio.

— ¿Ahí empezó su liderazgo? —le pregunto.

— Yo no sabía que eso era un inicio de liderazgo —responde—. Simplemente que para mí no existía otra cosa que los pueblos indígenas que me rodeaban.

Perfil María Clemencia Herera
Una imagen de 1989 de Clemencia (a la derecha) en el colegio de Viotá, en Cundinamarca. Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Y sí, así empezó todo. En esa pequeña escuela incrustada en el corazón de la selva, María Clemencia Herrera mostró su talante, se negó al maltrato y demostró la fuerza que tienen las mujeres amazónicas.

Ahora, con 52 años, es la mente que fundó la Escuela de Formación Política de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía (OPIAC), iniciativa apoyada por la Cooperación Noruega que cada año capacita a decenas de jóvenes que se forman para proteger su territorio; un modelo pedagógico propio que refuerza sus raíces, les recuerda su misión de cuidar la madre tierra y les da las herramientas para enfrentarse ante el mundo. Un espacio donde se da la misma oportunidad a hombres y a mujeres, y que graduó a 245 jóvenes con potencial de liderazgo entre 2016 y 2019.

Clemencia Herrera, del pueblo Uitoto (Muina Murui), ha sido la voz de los indígenas ante el mundo y ha ganado numerosos reconocimientos nacionales e internacionales por su trabajo. El más reciente ocurrió el pasado 23 de julio, cuando la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores de España y la Casa América le otorgaron el Premio Bartolomé de las Casas por su labor en la defensa de los territorios, a partir de la recuperación de las culturas locales y del uso sostenible de los recursos amazónicos.

Por más halagada que se sienta, Herrera no deja que nada la desvíe de su gran sueño: crear una universidad indígena intercultural para la Amazonía. “¿Cómo lo lograré?”, se pregunta. Aún no sabe, lo único que tiene claro es que lo hará realidad, como todo lo que se ha propuesto.

Perfil María Clemencia Herrera
En el congreso de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía (OPIAC). Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Un territorio olvidado

Por más firme y segura que suene su voz, Clemencia deja entrever cierta tristeza. Hace unos meses falleció su padre Eulogio Herrera en el municipio de La Chorrera, al sur de Colombia, su territorio de origen, a la espera de los medicamentos y los aparatos médicos que podían ayudarle a combatir el COVID-19. “Mi padre murió esperando la medicina (que llegaría) en el único vuelo que aterriza en esos territorios”, acepta con un dejo de resignación.

Clemencia Herrera no se despidió de su sabedor y guía, ese hombre uitoto que fue pieza clave en la reconstrucción de La Chorrera, después de la Fiebre del Caucho; conflicto de los países amazónicos que se dio desde 1850 hasta casi mediados de 1900, en el que casi 100 000 indígenas de las etnias uitoto, bora, andoque y ocaina, fueron convertidos en esclavos y obligados a trabajar en la extracción cauchera.

“Mis bisabuelos y abuelos fueron víctimas de este conflicto”, narra Herrera, orgullosa de que su padre, líder innato, ayudara a reconstruir ese pueblo que quedó con menos de una decena de casas y en el que ahora viven más de 3800 amazónicos. “Soy la cuarta generación de los hijos de la resistencia”, afirma con satisfacción, honrada del padre que tuvo.

La líder indígena guarda silencio, está preocupada por su territorio. En el Amazonas, de acuerdo con el Ministerio de Salud, hasta el 2 de noviembre han muerto 117 personas a causa del COVID-19 y ya son más de 2900 casos confirmados con el virus. En La Chorrera —que está a hora y media en avión de Leticia, capital de ese departamento, y a un mes por río— son 14 casos confirmados y dos muertes, una es la del padre de Herrera. Para ella no es una cifra más: es el retrato del abandono en el que los tiene el Estado. Es un virus que apareció para visibilizar la pobreza del territorio por el que trabaja desde que era una niña.

Perfil María Clemencia Herrera
Imagen de 1998, cuando María Clemencia formaba parte de la directiva de la ONIC. Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Antes de cumplir los 20 años, Clemencia Herrera ya asesoraba a la Confederación del Alto Amazonas de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC); acompañó el equipo indígena que estuvo en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991; sirvió de puente de diálogo entre las comunidades y los grupos armados ilegales que llegaban a imponer su ley; y también trabajó en el ordenamiento del resguardo Predio Putumayo, territorio de casi 6 millones de hectáreas que les fue arrebatado a los pueblos amazónicos durante la época de la Fiebre del caucho y que se les devolvió en abril de 1988, cuando el entonces presidente Virgilio Barco les dijo a los indígenas: “Por fin, la tierra que es de ustedes, es de ustedes”.

Ese territorio amazónico, que tanto ha sufrido, es por el que se esfuerza Herrera. Quiere empoderar a los indígenas, así que les ha hablado de la gobernabilidad del territorio y del valor de sus orígenes.

Clemencia Herrera
Después de impulsar la escuela de formación política, Clemencia tiene como objetivo fundar la universidad intercultural. Foto: Cortesía OPIAC.

“Somos una nación indígena. En clase les enseñamos a los jóvenes que hay más de 40 artículos de la Constitución Política que tienen que ver con sus derechos y los de sus comunidades, más los que les compete como ciudadanos. Tienen una Constitución multicultural de la que se deben apropiar”, explica Mauricio Garzón, biólogo, abogado y docente de la cátedra de Pluralismo Jurídico de la Escuela de Formación Política, espacio que empezó sus clases en 2016 y en el que les brindan las herramientas para que nadie les pase por encima.

La Escuela, respaldada por la Universidad del Rosario de Bogotá, tiene cuatro líneas de formación: territorio y biodiversidad; autonomía y participación política; derecho propio y pluralismo jurídico; y comunicación audiovisual. Sea cual sea el área que escojan los futuros líderes, saben que tendrán que aplicar sus conocimientos en el territorio y proponer un proyecto de impacto. Ese es el interés de Clemencia Herrera, que se vean como sujetos políticos que formarán parte del cambio.

Perfil María Clemencia Herrera
Día de la primera reunión de la Cooperación Noruega con la OPIAC, para la creación de la Escuela de Formación Política. Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

“La mujer indígena más empoderada”

En la Escuela de Formación hay un módulo enfocado a explicar el papel de la mujer indígena en los pueblos amazónicos. Allí, tanto hombres como mujeres escuchan la clase mientras tejen. No hay excepción. La lideresa uitoto insiste en rescatar el rol de las mujeres y en darles el mismo lugar que tienen los hombres. Toda una hazaña que la ha llevado a lidiar con el machismo y la oposición de muchos.

“Las mujeres tienen un rol muy importante para preservar la cultura y mi interés es que todos aprendan a valorar el trabajo que las indígenas hacemos, que haya un sentido de pertenencia y un respeto”, expresa Herrera, mientras recuerda que desde sus 15 años se propuso la meta de empoderar a las mujeres.

Es la fundadora de la corporación Mujer, Tejer y Saberes (Mutesa), espacio creado en 2004 en el que las mujeres amazónicas desplazadas, radicadas en Bogotá, ponen sus conocimientos ancestrales en práctica para generar ingresos, reforzar los valores de los pueblos originarios y evitar ser discriminadas. “Clemencia es una abanderada del tema productivo, así que las puso a trabajar en sus propias iniciativas”, cuenta Claudia Duarte, trabajadora social, amiga y compañera de trabajo de la líder indígena.

La corporación tiene un restaurante de comidas típicas, un centro de artesanías y hasta un estudio de ropa en el que construyen diseños propios que rescatan la cultura amazónica. “Construí un espacio donde las mujeres artesanas aprenden a hacer su economía propia y a generar ingresos —explica Clemencia—. Es muy importante porque ellas tienen necesidades y no cuentan con recursos”.

Perfil María Clemencia Herrera
María Clemencia con Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz. Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Todas las iniciativas están acompañadas de la formación y la educación, la herramienta más grande para generar un cambio o, por lo menos, en eso insiste Clemencia Herrera. Esa idea se reforzó desde que trabajó con las mujeres amazónicas, en el marco del Auto 092 de 2008, medida de la Corte Constitucional para la protección de los derechos de las mujeres desplazadas. Recorrió sus pueblos y confirmó que una gran mayoría de las mujeres indígenas sentían que sus derechos colectivos e individuales estaban siendo vulnerados.

Fue entonces cuando se obstinó en luchar por garantizarles el acceso a la participación política y a la educación. Allí tomó forma en su mente lo que es hoy la Escuela de Formación Política, espacio que, si bien inicialmente estaba pensado solo para mujeres, en busca de la equidad decidieron que fuera para ambos géneros. Todas las iniciativas de Clemencia Herrera han creado espacios de reflexión con los hombres y, aunque no han faltado enfrentamientos, siempre tiene la fortuna de estar acompañada de abuelos y abuelas que reconocen —cuenta Claudia Duarte— que muchas mujeres son violentadas y maltratadas.

“La mujer indígena apenas está empezando un proceso de liderazgo, pues siempre se le da la participación al hombre. Es difícil, pero la profe Clemencia nos ha enseñado que sí se puede. Es la mujer indígena más empoderada que conozco”, dice Célida Valencia, nativa del pueblo Cubeo de Vaupés que culminó su carrera como administradora de empresas y el año pasado se formó en la Escuela de Formación Política. Para esta joven, de 25 años, el reto más difícil al que se enfrentan las indígenas es estudiar sin olvidar sus raíces. “Toca encontrar un equilibrio”, reitera.

Celebración de los 25 años de la casa de conocimiento de La Chorrera, Amazonas. (2019). Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Célida Valencia no sabía cómo hacerlo, pero Herrera le demostró que sí se podía. La convenció de capacitarse sin abandonar su rol para preservar la cultura y la vida, y sin dejar atrás el trabajo en las chagras, ese espacio diverso en el que las comunidades cultivan y tienen un intercambio espiritual en el que agradecen a la tierra. “El conocimiento de las mujeres indígenas se transmite a través de la chagra. De ahí brota todo lo que nos alimenta —dice Clemencia Herrera—. Es el centro de vida, es la imagen de una mujer o de un pueblo indígena amazónico”.

Entre las chagras y la selva, la lideresa uitoto pasó su infancia y adolescencia. Aún recuerda cómo sembrar las semillas y se jacta de ser una buena recolectora de frutas. Sabe que las prácticas son tumbar, quemar, sembrar y cosechar; pero recalca que sus comunidades siempre han hecho esto con respeto y que toda tierra es reforestada con árboles frutales del territorio para asegurar los alimentos de las futuras generaciones y de las especies de animales con las que conviven en ese pulmón del mundo.

“Los amazónicos nunca nos vamos y dejamos abandonado un espacio de tierra”, recalca con vehemencia, tirando pullas a los que están acorralando la selva. Solo entre enero y el 15 de abril de este año, la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) registró 75 031 hectáreas desforestadas en la Amazonía. Esa cifra, en tres meses, alcanzó el 76 % del total que se deforestó en esa región durante todo 2019, cuando se perdieron 98 256 hectáreas de bosque, según el último informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

Deforestación parque Tinigua. Así se ve la Amazonía colombiana luego de que se le prende fuego a lo deforestado. Foto: Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
Así se ve la Amazonía colombiana luego de que se le prende fuego a lo deforestado. Foto: Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).

En defensa de la vida

María Clemencia Herrera ha logrado rodearse de un séquito que la apoya en su lucha, como Marcelo Muñoz, profesor indígena, del pueblo Tatuyo de Vaupés, que enseña un módulo sobre los territorios de origen en la escuela de formación. “En clase hablamos de lo que nos impusieron, de cómo concibe las cosas el mundo occidental y cómo lo concebimos nosotros”, dice tajante, reiterando que el principal problema de los occidentales —refiriéndose a los no indígenas— es concebir el territorio como un espacio físico del que se pueden lucrar, y no como un ser vivo “que nos alimenta y nos nutre”.

Muñoz, docente desde hace 15 años, actualmente acompaña la formulación de un modelo educativo intercultural y rural para Guaviare, departamento de la Amazonía en el que la selva se reduce a una velocidad estrepitosa. “Allá tumban bosque para poner dos vacas y decir que son ganaderos. Ese concepto hay que cambiarlo. La Amazonía está amenazada porque no conciben el territorio como un ser vivo, creen que es un ser inerte”, insiste.

Y tiene razón, según el Ideam, Guaviare es el tercer departamento del país que concentra mayor deforestación, después de Caquetá y Meta. Por eso, se necesitan líderes que promuevan un cambio para su región, que no se perviertan y que estén dispuestos a encarar lo que les pongan al frente, “como Clemencia, que lucha por preservar el pensamiento ancestral —agrega Marcelo Muñoz—. Una maestra que busca la equidad y la preservación de la vida misma”.

La líder uitoto sabe todo lo que ha conseguido, pero aún se ruboriza al escuchar tantos elogios. Reconoce, con humildad, su influencia en muchos jóvenes egresados de la Escuela de Formación que hoy se visualizan como agentes de cambio. “Yo trabajo para que ellos dialoguen con los ancianos y que no se pierdan nuestras formas de vida ni nuestras tradiciones, para que aprendan a apropiarse de la cultura y se sientan orgullosos de sus raíces”, relata Clemencia.

Perfil María Clemencia Herrera
Con los estudiantes de la Escuela de Formación Política en 2017. Foto: OPIAC.

Uno de sus pupilos es Héctor Yucuna, que logró convocar a los egresados de 2018 y 2019 para pedir a la OPIAC la creación, por primera vez en 25 años, de una coordinación de jóvenes que quieren salvar la Amazonía. Lo consiguió, y es él quien la lidera. “Haremos pronto una asamblea para hablar de lo que piensan los jóvenes en materia de salud, educación, extractivismo, participación política y cambio climático. De ahí saldrá un cronograma y un plan de trabajo”, dice convencido, recalcando que no pueden permitir que se continúen extrayendo minerales y petróleo de sus territorios. Cree que esa es su misión: “esto nos lo enseñó la líder Clemencia, un ejemplo de resistencia y de liderazgo”.

Su preocupación está bien justificada. Un informe titulado Petróleo en la Amazonía: ¿Pueblos indígenas en peligro?, de la Asociación Ambiente y Sociedad, registra que en la cuenca ubicada entre Caquetá y Putumayo existen actualmente 51 contratos para estudio técnico del área, exploración y explotación de hidrocarburos, títulos que están a cargo de 16 empresas nacionales e internacionales. Esto sin contar las áreas disponibles para ser adjudicadas. En esta cuenca ubicada en la región Amazónica, dice el documento, se produce el 2.9 % del crudo total del país. Su potencial es enorme y la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) calcula que la reserva ronda los 3000 millones de barriles de petróleo.

La deforestación de bosque nativo y la falta de permisos ambientales en la construcción de la tubería habría causado daños ambientales y culturales a la comunidad Siona de San José de Wisuyá en la ribera del río Putumayo, entre Ecuador y Colombia. Foto: Amazon Frontlines.
En la ribera del río Putumayo, entre Ecuador y Colombia, se busca realizar explotación de hidrocarburos. Foto: Amazon Frontlines.

“Conozco las consecuencias de estos proyectos. He visto pueblos indígenas desplazados y sin territorio por la extracción de hidrocarburos. Seguiremos peleando con el Gobierno por las consultas previas”, agrega Yucuna. Está decidido a luchar, tal como aprendió en la Escuela de Formación Política; reconoce que no es fácil, sobre todo por los grupos armados que transitan en sus territorios y que llegan a imponer su ley. “Muchos que se han opuesto a ese negocio han sido asesinados”, lamenta. Tal vez ese sea el mayor temor. La misma María Clemencia lo reconoce y sabe que en un país como Colombia es toda una proeza ser líder ambiental o social.

Un reciente informe de Global Witness, registró el año pasado 212 defensores del ambiente asesinados en el mundo. El primer lugar, con el mayor número de homicidios lo obtuvo Colombia (64), seguido de Filipinas (43), Brasil (24), México (18) y Honduras (14). En el caso de Colombia, esa cifra significa más del doble del número de asesinatos registrados por esa organización en 2018.

Clemencia Herrera-perfil
“El conocimiento de las mujeres indígenas —resalta Clemencia— se transmite a través de la chagra”. Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Una universidad incrustada en la selva

Lo que más impactó a Clemencia Herrera en su paso por el internado en el que terminó la primaria, fue ver docentes que no hablaban su lengua y que obligaban a los indígenas a vivir una vida que no les pertenecía. Se rehusó a renunciar a su cultura. Esa convicción la ha mantenido, incluso después de que las religiosas la enviaran a realizar su bachillerato en el municipio de Viotá, Cundinamarca. Ni el cambio de clima, ni el cemento que reemplazó los árboles de esa selva espesa y húmeda, la hicieron olvidar del territorio en el que creció con sus cuatro hermanos. Todo lo que aprendió en el colegio lo puso en práctica con sus comunidades y se ilusionó con crear algún día una escuela que se saliera del modelo tradicional. Y lo logró.

En la Escuela de Formación Política que fundó estuvo hasta diciembre pasado, cuando en el VII congreso de la OPIAC, que se realiza cada cuatro años, decidieron cambiar a todas las directivas. “Es el golpe más duro que ha recibido, pero estoy segura que la impulsará más”, dice Claudia Duarte. Tiene razón, a Clemencia Herrea nada la frena. Hoy, con su corporación Mutesa, esta lideresa experta en Derecho de los Pueblos Indígenas de la Universidad Carlos III, de Madrid (España), acompaña a 250 mujeres amazónicas que quieren estudiar; las impulsa para validar el bachillerato y proyectarse en continuar con su formación profesional.

Ciclo de formación de 2018. Foto: Cortesía María Clemencia Herrera.

Sabe que por ahora no seguirá en la Escuela de Formación Política, así que concentrará sus energías en seguir estudiando Derecho Propio Intercultural con la Universidad Indígena del Cauca y en sumar esfuerzos para lograr montar la universidad en el corazón de la selva, un proyecto que ya está listo en el papel. Está convencida de que la educación intercultural será la mayor arma para cuidar la Amazonía y sus pueblos.

“Clemencia tiene una capacidad de incidencia muy fuerte, es una habilidad que no tienen todos los amazónicos, y con la que seguirá logrando sus metas”, dice Claudia Duarte. La lideresa uitoto no lo niega, sabe que solo necesita un par de segundos para empezar a hablar y captar la atención de todas las personas que estén a su alrededor. Con la palabra y la “berraquera” espera seguir abriendo puertas.

— La Universidad Indígena es un hijo más. Es mi vida, es mi sueño —recalca María Clemencia Herrera.

—¿Cuándo lo logrará? —pregunto.

No sabe con precisión, lo único que tiene claro es que se hará realidad. Nadie lo duda, por algo es que “persistente” y “luchadora” son las dos palabras que más se repiten en las personas que la intentan definir.

* Imagen principal: la ilustración fue elaborada por la artista visual Marlene Solorio, pueden conocer aquí su trabajo.

Fuente: https://es.mongabay.com/2020/12/clemencia-herrera-universidad-indigena-amazonia/

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El Papa lanza la misión 4.7 del Pacto Educativo Global

Papa: La educación es un acto de esperanza

En su video mensaje con motivo del Simposio que se celebra hoy y mañana en el Vaticano, para el lanzamiento de la Misión 4.7 y del Pacto Mundial sobre la Educación, organizada por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y por la ONU, el Santo Padre afirma que “en el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible está el reconocimiento de que la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestra casa común y fomentar la fraternidad humana”

Vatican News

El Papa Francisco dirigió un video mensaje con motivo del Simposio (en parte online) que se celebra hoy y mañana en la Casina Pío IV, en la Ciudad del Vaticano, para el lanzamiento de la Misión 4.7 y del Global Compact on Education (Pacto Mundial sobre la Educación), sobre el tema «La educación es un acto de esperanza». A esta reunión, patrocinada por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y por la ONU, participan líderes de movimientos juveniles de todo el mundo y expertos en la materia.

El primer día del Simposio está dedicado a la puesta en marcha de la Misión 4.7, relacionada con la aplicación del 4°objetivo de la Agenda de las Naciones Unidas 2030 para el desarrollo sostenible («Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa y promover las oportunidades de aprendizaje continuo para todos») y de su punto 7 («una educación orientada a un desarrollo y un estilo de vida sostenible, a los derechos humanos, a la igualdad entre los géneros, a la promoción de una cultura pacífica y no violenta, a la ciudadanía global y a la valoración de las diversidades culturales»), en sinergia con el Pacto Mundial sobre la Educación, puesto en marcha por el Papa Francisco.

Superar la actual globalización de la indiferencia

En su mensaje el Santo Padre Francisco afirma que “no existe la educación estática” y que la reunión de este día “es un acto de esperanza y solidaridad generacional, de esperanza y solidaridad intergeneracional”.

Los jóvenes líderes y los educadores globales se están reuniendo desde todas partes del mundo para promover un nuevo tipo de educación, que permita superar la actual globalización de la indiferencia y la cultura del descarte. Dos grandes males de nuestra cultura, la indiferencia y el descarte.

Una crisis educativa sin precedentes

Al destacar que este año se ha caracterizado por un “extraordinario” sufrimiento a causa de la pandemia de COVID-19; durante el que no ha faltado el aislamiento obligado y la exclusión, la angustia y las crisis espirituales, sin olvidar las tantas muertes, el Papa afirma que también se ha producido “una crisis educativa sin precedentes”.

“Más de mil millones de niños han enfrentado interrupciones en su educación. Cientos de millones de niños se han quedado atrás en las oportunidades de desarrollo social y cognitivo. Y en muchos lugares, las crisis biológica, psíquica y económica han empeorado mucho por las crisis políticas y sociales aparejadas”

Por esta razón el Pontífice les dice a quienes se han reunido hoy en este acto de esperanza “para que los impulsos de odio, divisiones e ignorancia puedan y sean superados a través de una nueva buena onda, digamos así, una nueva buena onda de oportunidades educativas basadas en la justicia social y en el amor mutuo, un nuevo pacto global para la educación lanzado ya en octubre con alguno de los presentes”.

“Ante todo, les agradezco por reunirse hoy para hacer crecer nuestras esperanzas y planes compartidos en una nueva educación que fomente la trascendencia de la persona humana, el desarrollo humano integral y sostenible, el diálogo intercultural y religioso, la salvaguardia del planeta, los encuentros por la paz y la apertura a Dios”

Las Naciones Unidas ofrecen una oportunidad única

El Papa afirma que “las Naciones Unidas ofrecen una oportunidad única para que los gobiernos y la sociedad civil del mundo se unan tanto en la esperanza como en la acción por una nueva educación”. Y tras citar el mensaje de reconocimiento de San Pablo VI a las Naciones Unidas, agrega textualmente:

“En nuestro tiempo, en el que el pacto educativo mundial se ha quebrado, veo con satisfacción que los gobiernos se han comprometido nuevamente a poner en práctica estas ideas mediante la adopción de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en sinergia con el pacto global sobre la educación”

“En el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible – dice también el Santo Padre – está el reconocimiento de que la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestro hogar común y fomentar la fraternidad humana”. Tal como el pacto global para la educación, así también fundamentalmente, el ODS 4 compromete a todos los gobiernos a “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, como asimismo promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, y esto para todos”.

No olvidar a los ancianos y abuelos

Y antes de agradecer por lo que hacen y de pedir que no se olviden de rezar por él, el Papa concluye recordando que en este Pacto Global para la Educación y la Misión 4.7 “trabajarán juntos por la civilización del amor”.

“Permítanme decirles que espero que ustedes sean los poetas de una nueva belleza humana, una nueva belleza fraterna y amigable, como de la salvaguardia de la tierra que pisamos. No se olviden de los ancianos y de los abuelos portadores de los valores humanos más decisivos”

Fuente: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2020-12/papa-la-educacion-es-un-acto-de-esperanza.html

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Destrucción de hábitats y pandemias: enseñanzas de 2020 sobre nuestra relación con la naturaleza

¿Hemos aprendido algo en 2020 sobre la relación que tiene la destrucción de la naturaleza y la aparición de pandemias? Puede que aún sea muy pronto para responder a esta pregunta, pero los expertos lo tienen claro: si seguimos destruyendo hábitats a la velocidad a la que lo estamos haciendo, la del Covid-19 no será la última pandemia a la que nos tendremos que enfrentar.

Tras un 2019 marcado por marchas contra el cambio climático en todo el planeta, 2020 llegó con decenas de planes y objetivos para la agenda ambiental: comenzaba la década de la ONU de Acción para el Desarrollo Sostenible y Cambio Climático; en octubre se iba a celebrar la cumbre mundial sobre biodiversidad en la ciudad china de Kunming; y en noviembre casi 200 países se tenían que reunir en Escocia durante la COP26, la cumbre sobre cambio climático de la ONU, para ratificar y aumentar sus ambiciones para conseguir el objetivo del Acuerdo de París de 2015 de mantener las temperaturas globales por debajo del 1,5 grados con respecto a la era preindustrial.

Pero la pandemia de Covid-19 supuso un frenazo en seco y todo quedó pospuesto hasta 2021. Las agendas de los gobiernos se centraron en tratar de controlar un virus que se expandía a gran velocidad por el planeta y los presupuestos se desviaron a planes de ayuda y rescate de familias y negocios, que vieron cómo sus ahorros y modos de subsistencia se desvanecían a raíz de los cierres y confinamientos impuestos.

Dos fotos de los Alpes italianos muestran el antes y el después de la contaminación del aire en Milán, Italia. La primera fue tomada el 8 de enero, antes de la pandemia, y la segunda el 17 de Abril de 2020.
Dos fotos de los Alpes italianos muestran el antes y el después de la contaminación del aire en Milán, Italia. La primera fue tomada el 8 de enero, antes de la pandemia, y la segunda el 17 de Abril de 2020. © REUTERS / Flavio Lo Scalzo

Estas restricciones obligaron a hacer una pausa y a bajar el ritmo de vida frenético, a reducir los viajes y el consumo desenfrenado a los que una parte de la población está acostumbrada, sobre todo en países industrializados. De ahí que un grupo de científicos haya denominado a esta época entre marzo y mayo de 2020 como ‘antropausa‘. Una palabra que surge de la combinación del prefijo griego antropo, que significa humano, y pausa.

Una reactivación basada en la naturaleza es necesaria para garantizar nuestra supervivencia

No sabemos si los cambios en los modos de vida a los que hemos tenido que adaptarnos durante estos meses serán duraderos, pero lo que sí está claro es que el patrón de crecimiento y desarrollo económico que la mayoría del planeta tiene como modelo es insostenible ambientalmente. Una economía basada en la quema de combustibles fósiles y en la destrucción de hábitats —ya sea por deforestación, pesca ilegal, sobreexplotación de recursos o la introducción de especies invasivas— acelerará el cambio climático, el calentamiento global y la aparición de nuevas pandemias en el futuro.

Según la ONU, dos tercios de las enfermedades e infecciones que estamos viendo, y que cada vez son más comunes, provienen de los animales silvestres, así que la protección de estos y de sus hábitats originales es esencial para que se mantengan alejados de los humanos.

La directora ejecutiva de ONU Medio Ambiente, Inger Andersen, le pide a los Gobiernos que, una vez se solucione la crisis sanitaria global, los esfuerzos para reactivar la economía se dirijan hacia inversiones «más ecológicas, limpias y sostenibles» porque, según Andersen, «la salud de las personas y la salud del planeta son una y la misma cosa y ambas pueden prosperar en igual medida».

Sin embargo, los paquetes de estímulo económico que los países están anunciando dejan mucho que desear. Según las cifras recopiladas por la consultora Vivid Economics, de 21 economías clave en el mundo, tan solo la Comisión Europea (UE), Francia, Alemania y Reino Unido tienen planes de recuperación económica que califican como «verdes».

En declaraciones a France 24, el Dr. Jeff Parrish, director global de océanos, tierra y agua para la organización The Nature Conservancy (TNC), asegura que «el costo de no hacer nada —en términos de salud para el planeta y para la economía— es mucho mayor» al de invertir dinero en planes de reconstrucción verde tras la pandemia. «De hecho, el Foro Económico Mundial revela que la mitad del PIB global depende de la naturaleza de manera moderada o alta».

Una afirmación con la que coincide Ana Hernández Salgar, presidenta de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES). La relacionista internacional colombiana afirmó que «la naturaleza en sí misma tiene múltiples valores importantes para que el ser humano pueda sobrevivir como especie y al tiempo desarrollarse (…) Los ecosistemas proveen trillones de dólares anuales para soportar los procesos industriales (…) ¿qué haríamos de la industria sin las materias primas? Si acabamos con la naturaleza, acabamos con el sustento de la economía».

Según TNC, «para revertir el declive de la biodiversidad antes de 2030, tenemos que invertir entre 722.000 y 967.000 millones de dólares por año» en actividades que beneficien a la naturaleza. En 2019 la cifra fue de unos 135.000 millones de dólares. La diferencia de presupuesto se podría reducir si se eliminan subsidios a sectores nocivos para el medio ambiente como lo son la agricultura, la pesca o la tala de madera.

De hecho, según el estudio, se podría cubrir con tan solo el 1 % del PIB mundial, o lo que es lo mismo, con el dinero que el planeta se gasta en cigarrillos o en gaseosas en un solo año. Para Parrish la clave está en hacer una «reinversión en nuestro planeta. Cuando lo logremos, la recompensa se verá plasmada en una resiliencia natural que nos beneficia a todos: alimentación sostenible, seguridad hídrica y económica, un clima más estable y un riesgo reducido de pandemias».

Será la naturaleza la que determine cuánto tiempo podremos coexistir

Según Carlos Duarte, biólogo español que forma parte del grupo de científicos que acuñó el término ‘antropausa’, el ser humano no entiende «que la ventana de oportunidad en la que la acción puede ser efectiva para revertir el impacto sobre ecosistemas y especies se está cerrando. La sensación de urgencia que tenemos con respecto al clima debería trasladarse a la pérdida de biodiversidad».

La pandemia de Covid-19 deja más claro aún el mensaje de que la salud de los ecosistemas y la salud humana están totalmente interconectadas. Y, como dice Christine K. Johnson, epidemióloga de la Universidad de California Davis, «somos la especie dominante en el planeta y hemos alterado los ecosistemas en beneficio propio durante siglos pero, al final, será la naturaleza la que determine cuánto tiempo podremos coexistir».

Con esfuerzos conjuntos en varias áreas será posible revertir la curva del descenso de la biodiversidad
Con esfuerzos conjuntos en varias áreas será posible revertir la curva del descenso de la biodiversidad © France 24

Para Ana María Hernández el gran aprendizaje de esta pandemia es que «la unión hace la fuerza y que los mejores objetivos son los que son alcanzados con acciones concretas que se logran entre todos».

2021 marca el inicio de la Década de la ONU para la Restauración de Ecosistemas. Esperemos que el cambio de año señale también un nuevo comienzo que permita hacer cambios urgentes y contundentes para mejorar nuestra relación con la naturaleza y que nos demos cuenta de que, como dice Carlos Duarte, el humano es «una especie más» de la biosfera que está «expuesta también a impactos graves».

Consecuencias ambientales directas del Covid-19

La reducción de actividad humana durante la pandemia ha tenido varios impactos en la naturaleza.

  • Descenso temporal en la contaminación del aire: cuando la pandemia estaba en su punto cumbre, en abril, las zonas con las restricciones más estrictas eran responsables del 89 % de las emisiones globales, así que los gases de efecto invernadero (GEI), que contribuyen al calentamiento global, disminuyeron considerablemente. Sin embargo estas reducciones fueron temporales: en los primeros seis meses del año el CO2 cayó en un 8,8 %, una cifra que en agosto, tras la reapertura parcial de varios países, bajaba al 6,5 % y que en octubre decrecía aún más, hasta representar el 5,5 % de reducción en las emisiones de dióxido de carbono a nivel global comparado con 2019.
Las emisiones globales de CO2 cayeron un 5,5 % con respecto a 2019 entre enero y octubre.
Las emisiones globales de CO2 cayeron un 5,5 % con respecto a 2019 entre enero y octubre. © France 24
  • Sin embargo, esta reducción no cambiará la cantidad de CO2 que se concentra en la atmósfera. La Organización Meteorológica Mundial en su último informe sobre gases de efecto invernadero, publicado en noviembre, asegura que «las estimaciones preliminares indican una disminución de las emisiones anuales mundiales de entre el 4,2 y el 7,5 %. A escala mundial, una reducción de las emisiones de esa magnitud no permitirá reducir la concentración del dióxido de carbono atmosférico. Así pues, la concentración de ese gas seguirá aumentando, aunque a un ritmo ligeramente menor».
  • Aumento de la contaminación plástica con el uso masivo de tapabocas y guantes: mientras que la contaminación del aire se redujo durante un tiempo, la terrestre aumentó con toneladas de desechos plásticos como guantes o tapabocas desechables que se han impuesto en el mundo entero como manera de prevenir los contagios. La lucha contra este material dejó de ser prioridad durante la pandemia y se sufrió un retroceso en los avances hechos hasta el momento en cuestión de leyes contra las bolsas plásticas o elementos de un solo uso.
  • El renacimiento de la bicicleta en las ciudades de Europa y América Latina: la reducción del tráfico motorizado hizo que los ciclistas pudieran volver a las calles con mayor seguridad y fluidez. La bicicleta se convirtió en la manera perfecta de movilizarse por las ciudades respetando las medidas de bioseguridad contra el coronavirus. A raíz de la pandemia, varias ciudades rediseñaron y ampliaron los kilómetros de vías disponibles para peatones y ciclistas, algo que incrementó el uso de bicicletas en todo el mundo. Según Nicolás Estupiñán, secretario de Movilidad de Bogotá, una ciudad en la que el «80% del espacio público lo ocupa el 15% de los viajes en vehículo particular», esta emergencia sanitaria «ha demostrado que es una oportunamente para redistribuir el espacio público».
El uso de la bicicleta como medio de transporte aumentó durante la pandemia de Covid-19.
El uso de la bicicleta como medio de transporte aumentó durante la pandemia de Covid-19. © France 24
  • Consecuencias mixtas para la protección de los animales salvajes: la teoría de que el virus surgió en un mercado de animales vivos en la ciudad de Wuhan llevó a países como China y Taiwán a regular o prohibir el comercio y venta de especies salvajes. Sin embargo, la falta de recursos económicos por una caída del turismo y la falta de personal por los confinamientos hicieron que hubiera menos vigilancia en parques o zonas protegidas, algo que derivó en un aumento de la caza y la pesca ilegal.

Fuente: https://www.france24.com/es/programas/medio-ambiente/20201217-medio-ambiente-pandemia-relacion-naturaleza

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