El papel del maestro en la historia

Por: Paulino Romero C.

La imagen actual del maestro está determinada por la profesión. Pero esto no ha sido siempre así. En tanto que hoy en día con el término ‘maestro’, en sentido estricto, se destina comúnmente a aquella persona que desempeña actividades en una institución educativa (en la mayoría de los casos establecida y vigilada por el Estado), empero se da, desde hace mucho tiempo, un significado de ‘maestro’ en sentido lato, y por él se entiende aquella persona que inculca habilidades, que transmite conocimientos y orientaciones los que, sin ella, no podrían ser adquiridos en absoluto, o le serían solo más lentamente.

En las sociedades arcaicas, indiferenciadas, la ‘enseñanza’ servía para transmitir concepciones religiosas, costumbres tribales, así como las obligaciones rituales y morales. Los llamados a hacerlo eran los ‘ancianos’, los hechiceros, los curanderos, los sacerdotes. Estas personas, situadas en altas posiciones, mediante la transmisión de las enseñanzas, se preocupan de que se mantengan y se pase a las nuevas generaciones el orden social. Además de los aspectos, con frecuencia muy rituales, de la ‘enseñanza’, desde siempre habrían de transmitir las normas de comportamiento cotidiano y las habilidades: el hijo aprende del padre la habilidad para cultivar, pescar y cazar, construir viviendas y, en suma, asegurar los medios de subsistencia; las hijas aprenden de la madre cómo cumplir con sus obligaciones femeninas domésticas, etcétera. La familia, el clan y la parentela constituyen, por así decirlo, los maestros de la vida diaria.

Esto experimentó transformaciones a medida que se hicieron esenciales los elementos de la enseñanza secular. Mientras que los sacerdotes en la historia de Occidente, durante muchos siglos, disfrutaron de una posición especial, en cuanto precursores y defensores de la doctrina de la Iglesia, las actividades de quienes fueron asumiendo paulatinamente determinadas funciones educativas en la sociedad preindustrial, eran subestimadas.

Así, por ejemplo, en la antigua Grecia, el maestro de gimnasia, que realizaba actividades de carácter familiar, era considerado como maestro del Estado. Los preceptores familiares eran considerados como esclavos. En el Medievo Europeo el clero era agente responsable de la educación religiosa, pero también, en sentido amplio, escolar. Es solo a partir del siglo XIX cuando los maestros se convierten en empleados públicos y, en virtud de ello, en representantes de una verdadera profesión.

Ser maestro hoy. Si dejamos de lado al maestro profesional en el sistema educativo (‘maestro’ en sentido estricto) vemos que el papel del maestro se halla en una cierta crisis, y ello por diversas razones. Hoy día no hay ninguna ‘imagen del maestro’ que se imponga. Hasta ahora no se ha logrado averiguar de manera convincente la ‘esencia del maestro’. Cada época debe determinar de nuevo y para sí misma qué necesita del maestro: profesión, formación de proselitismo y discipulado; o amistad, cercanía afectiva; o la distancia de lo racional, asociada con simple simpatía humana.

Por eso, este análisis aspira a ser finalmente una contribución a la discusión. Hay maestros en todas partes y en todos los grupos de edad. Sin embargo, nos parece difícil de recusar el que, en particular en el maestro, se destaca la imagen del adulto ante la generación siguiente, y con ello la credibilidad o incredibilidad de quienes reivindican para sí más saber y experiencia.

La humanidad en su forma social organizada, lleva ya cerca de treinta y uno siglos de vida; tiempo durante el cual hemos abundando en enseñanzas de toda índole. Para depurarse de sus vicios, para mantener sus conquistas, para alcanzar mejoras futuras, esa misma humanidad cuenta con hombres y mujeres distribuidos en millares de oficios, industrias y profesiones, y cada uno, a su manera, desenvuelve sus actividades para contribuir al perfeccionamiento de la sociedad.

Busquemos, pues, en ese enjambre de obreros al maestro y deslindemos su situación actual. Los hay de diversos tipos: los maestros-empleados, los maestros de plaza, los maestros vegetativos, pero hay algo más: ¡el maestro revolucionario! Aunque contamos muy pocos, el maestro revolucionario (no en el sangriento sentido del vocablo, sino en su más noble acepción), es lo que nosotros entendemos como el maestro de verdad, ¡como el maestro que necesita Panamá!

Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/papel-maestro-historia/23974038

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Finaliza maltrecha jornada educativa 2016

Por: Paulino Romero

En el decurso del año calendario 2016 (del mismo modo como hemos ejercido el periodismo docente desde hace muchos años), mantuvimos una comunicación permanente con nuestro pueblo, a través de la prensa escrita, sobre diversos aspectos de la actividad social, cultural y política; pero, especialmente, sobre los problemas de la educación y sus efectos en la vida nacional.

Realizamos un trabajo complejo, paciente y minucioso en obediencia a nuestro principal compromiso con la Patria, cual es: ¡Educar, educar y educar! Y lo hemos realizado más allá de las cuatro paredes del aula de clase tradicional, porque hace varios lustros, ¡solo tenemos como única aula de clase la gran sala geográfica nacional!

Apostamos desde hace décadas por una Planificación Integral de la Educación Nacional. Insistimos en señalar el porqué de nuestra invariable posición.

Durante casi un siglo la educación pública fue ubicada en tres sectores diversos: la primaria, la secundaria, la profesional. Lo relativo a las universidades, por razón de sus funciones, de edad de los estudiantes y de los requisitos cumplidos para ingresar a ella, ha sido motivo de estudio y de consideración a nivel de la educación superior.

Esa separación de los sectores de la educación pública durante mucho tiempo pudo ser beneficiosa, por cuanto permitió una perfección considerable de estas funciones. Pero hoy día esta separación tan neta y tajante no puede ya mantenerse. Representa un régimen caduco, y así deben entenderlo las autoridades educativas, los educadores y los padres de familia.

La idea de la Planificación Integral de la Educación no es nueva. Pero ha estado presente solo en la esfera de las discusiones académicas, en reuniones, seminarios y congresos de educación. Hace falta que estas ideas entren en el plano de las discusiones oficiales, públicas y legislativas. Los progresos de la técnica pedagógica y el rango actual de la educación pública en el ambiente nacional no permiten retardar por más tiempo el estudio de la adopción de las innovaciones que promueven la Planificación Integral de la Educación. ¡Estamos en la hora precisa para entrar en este fecundo y fascinante camino!

La educación no puede ser concebida como un sistema de actividades aisladas, independientes, ajenas a profundas e indisolubles vinculaciones con todo el contexto social. Los sociólogos han demostrado que vivimos en una sociedad de cambios cada vez más acelerados y hasta qué punto tocan a la educación los cambios operados en la estratificación social y en la movilidad social. Además, los cambios en la estructura de la familia entregan a la educación tareas que antes no tenía y, en el campo ocupacional, se intensifica cada vez más la demanda de especializaciones que exigen una compleja preparación.

Desde el punto de vista pedagógico, la educación debe seguir siendo fiel a las tareas del desarrollo del hombre y la mujer, atendiendo debidamente las diferencias individuales. Es necesario organizar una escuela para el niño y la niña y no al niño y la niña para la escuela. El servicio de orientación, en todas sus formas, se torna indispensable en todos los niveles del sistema.

Los economistas han demostrado que la educación y la economía van estrechamente unidas, tanto porque la primera proporciona los recursos humanos indispensables para el desarrollo económico, cuanto porque la segunda proporciona a la educación los recursos financieros indispensables para su expansión y mejoramiento. ¡Cuando la educación es provechosa, cuando la educación tiene éxito, cuando despierta y promueve las capacidades potenciales de los individuos, no son gastos perdidos, son gastos de inversión y estos gastos crecen necesariamente!

Y desde el punto de vista filosófico, es evidente la inevitabilidad de la planificación de la educación, si, en verdad, queremos pensar la vida y no vivir de cualquier modo.

La planificación es un método que debe ser aplicado inteligentemente por personas que piensan y están pensando su concreta realidad con referencia a un marco de valores que tienden a una democracia y a un humanismo integrales, humanismo que, en la enseñanza, debe empezar desde el kindergarten y llegar hasta la culminación del proceso educativo, que dura, en realidad, toda la vida: la ‘educación permanente’.

Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/finaliza-maltrecha-jornada-educativa-2016/23971825

Imagen: http://doctorsonrisal.blogspot.com/2011/06/educacion-integral.html

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La Universidad de Panamá, filosofía y pedagogía.

La escuela es el organismo destinado a procurar el encuentro entre el educador y el educando.

Centro América/Panamá/Fuente:http://laestrella.com.pa/

Por: Paulino Romero.

Causa tristeza saber que las disciplinas o materias de humanidades, han decaído grandemente en la Universidad de Panamá. La Facultad de Humanidades y la de Ciencias de la Educación pudieran desaparecer en los próximos años, por falta de alumnos matriculados en sus diversas escuelas. Se habla en forma despectiva, por ejemplo, de la filosofía y de la pedagogía. Ello nos convoca a ensayar una respuesta contentiva en el presente artículo.

Se pudiera decir que la filosofía es la forma de actividad espiritual con la que el hombre reflexiona sobre su propia existencia y sobre la realidad que lo circunda; por consiguiente, es crítica (‘juicio ‘) de nuestra experiencia inmediata y al mismo tiempo búsqueda de los principios de la realidad. Se diferencia de toda otra actividad humana en cuanto tiende continuamente a una explicación radical de toda la realidad, en cuanto se pregunta, el porqué de la existencia del hombre y del mundo.

De este modo la filosofía se distingue de la ciencia, que no trata de dar las justificaciones últimas sino de explicar el desarrollo de los fenómenos, vale decir, de formular las leyes que los rigen; y en este sentido, la ciencia se pregunta siempre por el cómo de los hechos, no por el porqué que los explica. La filosofía, que es indagación racional, se distingue además de la religión, que también responde a las supremas interrogantes del hombre, pero comunicándole verdades que le son dadas y a las que él se adhiere mediante la fe.

La pedagogía, empero, como problema filosófico, reflexiona sobre el ‘hecho educativo ‘ y busca los principios según los cuales se actualiza la educación, del mismo modo que la gnoseología estudia el conocimiento o la estética el arte. Educación es el proceso a través del cual el hombre actúa el recto e integral desarrollo de todas las facultades; mejor dicho: es la formación integral del hombre mismo y de su personalidad; por esto la educación es una obra que cada hombre realiza en sí mismo; en cuanto vive, cada uno de nosotros desarrolla su yo, lo forja conscientemente según metas e ideales con la inteligencia y la voluntad, es decir, da forma en sí mismo al hombre.

Sin embargo, en sentido específico se entiende por educación la obra con que ayudamos a los otros hombres a educarse, especialmente cuando aún no pueden por sí solo desarrollar la propia personalidad; por esto, en un sentido más estricto, la educación hace referencia sobre todo a la ayuda que prestamos a los niños, a los muchachos y a los jóvenes en su proceso educativo. Pero esto no quiere decir que la educación sea un fenómeno limitado al periodo de la infancia o de la juventud: en cualquier edad y en todo instante aprendemos a disciplinar y a desarrollar nuestro yo; la sociedad y el ambiente que nos rodea influyen siempre en cualquier circunstancia sobre la formación, en sentido positivo o negativo.

La escuela es el organismo destinado a procurar el encuentro entre el educador y el educando; en ella, el discípulo halla el clima adecuado y el maestro, enseñando, continúa formándose a sí mismo. Por otra parte, la filosofía es escuela de libertad. Si la filosofía no le diera al hombre más que el sentido de libertad respecto a todas las cosas terrestres, del culto desinteresado de la verdad, de la búsqueda no dirigida hacia fines prácticos y contingentes, esto, de suyo, ya rubricaría su grandísimo y nobilísimo magisterio educativo. Por todo esto, la enseñanza de la filosofía es, por sí misma, una escuela; o quizá la Escuela.

Da (como no puede darlo ninguna otra disciplina, si se exceptúa la religión cristiana) el sentido de la superioridad del espíritu sobre el cuerpo, de los valores espirituales sobre todo lo de cualquier otra especie; el sentido de la dignidad y de la nobleza del hombre; el señorío del espíritu, que hace que perezcan estúpidas e insignificantes las más refinadas elegancias mundanas, y despreciable toda forma de apego a los bienes contingentes, ya sean reinos o imperios, dominios y maneras o miserables caudales ganados sea como fuere.

Fuente:

http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/universidad-panama-filosofia-pedagogia/23956082

Imagen:http://laestrella.com.pa/media/news/image/260652_800x600_crop_57afdb665bf75.jpg

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