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Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias sino equipaje

Por: Rodrigo j. García, Gloria Palomo García e Isabel García-Cernuda.

“El alumno y la alumna no solo deben ser objetos de educación sino, ante todo, sujetos de cambio; su compromiso es imprescindible para transformar la realidad.” (La Almendrita por la Infancia Migrante)

─“Pero… ¿Por qué los inmigrantes no pueden venir en un barco normal y corriente, si se gastan tanto dinero en una patera…?

─ ¿Y si les invitáramos a nuestras casas…?»

Éstas y otras cuestiones aparecían en el debate de los grupos de trabajo de la clase de segundo curso de Primaria. Surgían, también, en los encuentros periódicos que realizaban, moderados por el alumnado y con participación de las familias.

Este tipo de preguntas hechas por chicos y chicas de siete y ocho años hacían ‘saltar por los aires’ los tópicos más habituales sobre el fenómeno migratorio. Padres y madres se sorprendían de la fundamentación de sus argumentos y del dominio de las habilidades y actitudes de escucha, moderación, toma de notas, respeto de turnos de los palabra…

Estos encuentros de alumnado, profesorado y familias propiciaban la expresión de opiniones distintas, incluso contrarias. Los familiares tomaban conciencia de la plena vigencia de los viejos conflictos… ¿Todo el mundo puede venir a nuestro país? ¿Tenemos que poner condiciones? ¿Tienen ellos tantos derechos como nosotros…? La reflexión traspasaba el debate entre el alumnado y adquiría nueva trascendencia.

Un análisis colectivo de ideas y valoraciones de estas características fue posible gracias al impulso y desarrollo de un proyecto pedagógico de Aprendizaje-Servicio (ApS), que adoptó el nombre: ‘La almendrita por la infancia migrante’.

 Isabel García-Cernuda (maestra): “En el tema de la inmigración es muy fácil que surja el debate. Esto a veces se ve como una dificultad, las familias pueden tener diferentes puntos de vista.

Sin embargo, no nos ha parecido una dificultad, aunque algunos profesores lo vean así. Nosotros queremos provocar la reflexión y que los alumnos, al familiarizarse con la diferencia, puedan ir construyendo sus propias opiniones… No se trata de conducir a una única y determinada opinión.

Algunas de las familias han tenido que comprender esto último, y ha costado que lo hagan. Eran de la idea de que estos temas son algo sobre lo que no tienen que pensar los niños.

En la entrada anterior ya tuvimos ocasión de presentar, con cierto detalle, el sentido de este proyecto de creación de una moneda social (la Almendrita), como instrumento de intercambio de servicios y recursos, con el propósito tangible de colaborar en la financiación de una intervención quirúrgica, en nuestro país, de una niña de la República de Benín. A partir de este momento, continuamos con el relato del proyecto: avances, desarrollo y finalización.

La iniciativa surgió en el curso 2017-18, en el Colegio Púbico de Educación Infantil y Primaria ‘Malala Yousafzai (El Almendral)’ de Mairena del Aljarafe(Sevilla) y estuvo dirigida por Isabel García-Cernuda y Julia Núñez, maestras tutoras de segundo curso. Por su calidad y posibilidad de generalización, recientemente, en abril de 2019, ha sido considerada una ‘Buena Práctica Educativa’ en Aprendizaje y Servicio, por la Agencia Andaluza de Evaluación Educativa de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.

El desarrollo del proyecto es una muestra más de cómo una innovación educativa, desarrollada de manera planificada, sistemáticamente evaluada y secuenciada de acuerdo a un modelo de aprendizaje por indagación, puede conseguir sus propósitos educativos.

Habíamos descrito, en el post anterior, el sentido que tuvieron fases, como la ‘Inicial’ de ‘Análisis de la realidad y primeras decisiones’. Recordamos que comenzaba desplegando una serie de actividades de sensibilización sobre la situación de las personas migrantes y un estudio colectivo de causas y consecuencias, para optar, posteriormente, por crear y poner en circulación una moneda social (‘La Almendrita’). La decisión se fundamentaba en el estudio, en clase y en casa, con las familias, del valor regulador y de justicia social de este tipo de herramientas y su capacidad para favorecer la autonomía de cualquier colectivo en la gestión y consecución de un propósito social.

Las actividades que sostuvieron esta fase inicial, entre otras, fueron: organización y montaje de una exposición en el centro sobre la trayectoria de la personas refugiadas; puesta en común y debate, en clase, de las observaciones registradas; análisis, compresión y diálogo sobre los textos de las noticias; estudio de causas y consecuencias; organización de visitas de los agentes socio-educativos de la ‘Fundación Tierra de hombres; estudio de posibilidades de creación y puesta en circulación de una moneda social; elaboración de listados de servicios, recursos y objetos de posible reconversión en unidades de intercambio (‘almendritas’); establecimiento de normas básicas de uso de la moneda social; registros contables de servicios e intercambios; difusión en tablones de anuncios y rrssactividades de entrenamiento en la confección física de monedas y billetes de ‘almendritas’…

Actividades de la Fase ‘Análisis de la realidad y primeras decisiones’ |ampliar foto
Actividades de la Fase ‘Análisis de la realidad y primeras decisiones’ | COLEGIO PÚBLICO ‘MALALA’

A la fase inicial le seguía otra, que denominaron de ‘Reflexión contrastada’, centrada en el debate sobre hechos y opiniones acerca de “las condiciones y cobertura de las que deberían disponer las personas que vienen a vivir a nuestro país”.

─ Isabel García-Cernuda: “Los debates han admitido todos los puntos de vista y, probablemente, alumnos y alumnas han sacado conclusiones diversas. Lo importante y verdaderamente transformador del proyecto es que, con diferentes opiniones, podemos ponernos de acuerdo para mejorar una situación que a todos nos parece complicada.”

Debates con las familias |ampliar foto
Debates con las familias | COLEGIO PÚBLICO ‘MALALA’

Entrevistaron a familiares y personas voluntarias, valiéndose de un listado de cuestiones acordadas previamente, e invitaron a otras organizaciones que trabajan con personas refugiadas e inmigrantes que atraviesan el Mediterráneo para llegar a nuestras costas (‘PROEM-AID. Queremos evitar más muertes en el mar’), para que expusieran y argumentaran su posición. Con toda esta información y el debate subsiguiente, definieron un escenario en el que era posible construir opiniones propias.

─ Isabel García-Cernuda: “Desde el comienzo, la sensibilización hacia la realidad de la infancia migrante fue determinante a la hora de motivar al alumnado en su investigación y posterior compromiso: los niños y las niñas se mueven y muestran curiosidad por aquello que les causa emoción. Al plantearlo desde las experiencias de chicos y chicas como ellos, la empatía surgía inmediatamente.

Con las proyecciones de los vídeos por parte de PROEM-AID y la Fundación Tierra de Hombres, los niños se sintieron próximos a situaciones de las que no eran conscientes y hacían preguntas que demostraban el sinsentido de la actuación de muchos gobiernos.”

Continuamos la secuencia investigativa, describiendo la tercera fase…

Transformación

Un momento en el que el alumnado, después de tomar conciencia de la situación de la infancia migrante, recopila la información y el debate producido hasta el momento y se dispone a asumir compromisos. Comienzan con la elaboración de un vídeo resumen de reflexiones, tareas y aprendizajes, que les sitúa en la mejor disposición para asumir compromisos individuales y de grupo.

Sobre esta fase Isabel García-Cernuda comenta:

 “Cuando llegamos a la tercera parte, estábamos acercándonos al momento en que el proyecto verdaderamente cumplía su objetivo, que es la transformación en servicio de nuestro aprendizaje. Cumplía con este objetivo, a través de los compromisos del grupo y de cada uno de los niños y niñas.

El compromiso del grupo es realmente la acción que ellos tienen que proyectar, que tienen que organizar y preparar para hacerlo de manera conjunta. Es una acción que no es aislada, es una acción que es consecuencia de una reflexión y esa reflexión, además, es consecuencia de un análisis. Es decir, que nosotros no estamos realizando solo gestos de solidaridad, sino que estamos realizando acciones transformadoras y son acciones transformadoras del entorno de nuestro alumnado y transformadoras de ellos mismos…”.

Pero escuchemos mejor sus palabras, en la siguiente grabación.

En este escenario de aprendizaje y en este momento del desarrollo del proyecto es cuando el grupo clase se propone y compromete a organizar una actuación benéfica, a la que invitaría a toda la comunidad educativa. La finalidad era recaudar fondos para la fundación “Tierra de Hombres”, una vez logrado el número de intercambios de almendritas acordado con el Ayuntamiento (valorados en 3.000 almendritas) y conseguir la cesión del teatro municipal.

La actuación consistía en una serie de ‘performances’, como un recital de poesía, con referencias a la situación de las personas refugiadas.

Actividades de la Fase ‘Transformación. La actuación benéfica’ |ampliar foto
Actividades de la Fase ‘Transformación. La actuación benéfica’ | COLEGIO PÚBLICO ‘MALALA’

Aprovecharon la celebración anual del Día de las Familias para continuar con el debate con padres y madres, a partir de un vídeo realizado por el alumnado.

Ese mismo día, se montó un mercadillo en el que se ofrecía la posibilidad de participar comprando, en este caso, almendritas a cambio de euros.

Actividades de la Fase ‘Transformación. El mercadillo’ |ampliar foto
Actividades de la Fase ‘Transformación. El mercadillo’ | COLEGIO PÚBLICO ‘MALALA’

Una vez recogido el dinero de ambas actividades, convocaron de nuevo a “Tierra de Hombres” para hacerles entrega de la donación y cerrar el proyecto.

Como una de las últimas tareas del curso 2017-2018, se hizo entrega, por el delegado de Segundo A y la delegada de Segundo B, de los 1.000 euros recaudados, a las representantes de la Fundación “Tierra de Hombres”, cerrando la colaboración de ese curso con una foto grupal.

Estudiantes de segundo curso (2017-2018) |
Estudiantes de segundo curso (2017-2018) | COLEGIO PÚBLICO ‘MALALA’

A esta altura del relato, es fácil que muchos profesionales y familias pueden estar haciéndose la siguiente pregunta: ¿Esta manera de trabajar los aprendizajes, no tiene el riesgo de abandonar el currículo oficial y las competencias y contenidos básicos de segundo curso necesarios para continuar con su evolución académica? Respondemos, a la vista del trabajo desplegado en el Colegio Público ‘Malala’, que no. El modo de planificar y organizar el currículo que despliegan es verdaderamente paradigmático.

Recordemos lo que manifestaba la directora del Colegio (Gloria Palomo): “Uno de los logros más importante que hemos conseguido en nuestro centro ha sido introducir los proyectos de ApS en el currículo del centro.”

Pero esto pueden ser solo palabras. Facilitamos, a continuación, a modo de ejemplo, una ilustración de lo que venimos afirmando. Observemos en la siguiente Unidad Integrada, el tratamiento curricular que se hace de todos los elementos: criterios e indicadores de evaluacióncontenidoscompetencias… y el seguimiento de un modelo de aprendizaje por competencias que consideramos referente e invitamos al mayor aprovechamiento.

Las familias se sintieron parte del proyecto y coincidían en valorar tanto su virtualidad educativa como su potencial para el aprendizaje más académico.

 Inmaculada Rodríguez (madre y miembro de una anterior Junta Directa del AMPA): “La relación alumno-profesor-familia es muy importante y este proyecto llegó a englobarnos a todos a la vez, fue un trabajo conjunto que resultó al final muy interesante.

Comenzó como todos los proyectos del ‘cole’, primero con una fase de investigación sobre qué es la moneda social, cómo funcionan las monedas sociales que existen actualmente pero, cuando este proyecto se desarrolló, el salto fue muy interesante, porque los niños no fueron investigando únicamente sobre cada cuestión, acerca de la moneda social, sino que llegaron a desarrollar una moneda social y lo que resulta más increíble es que la manejaron muy bien, supieron utilizarla muy bien y con mucho fundamento

A la vez que están manejando áreas del aprendizaje escolar, están manejando conceptos matemáticos de moneda, al fin y al cabo; porque la moneda se desglosa igual que los euros en céntimos, entonces ellos están manejando todas esas unidades y aprendiendo a sumarlas, a contarlas, a restar, a hacer compras, a hacer ventas, a devolver cantidades… Están usando esos conceptos para algo mayor, para un objetivo más ambicioso, para un proyecto mucho más interesante… nos ayuda a estar en sociedad, a relacionarnos, a trabajar, a jugar, a hacer deporte… a poder hacer una labor social…”.

La locución completa de consideraciones hechas por esta madre la encontramos en la siguiente grabación.

A este respecto Isabel García-Cernuda, nos comenta: “Las familias participan mucho en la vida y organización de este centro y conocen muy bien nuestra manera de trabajar. Se les explica desde el primer día…”.

Existe una última fase, que no es solo final; atraviesa todas las anteriores, si bien despliega actividades específicas que sirven, también, de colofón o cierre del proyecto. Nos referimos a la cuarta fase

Revisión y difusión.

En los últimos días del curso escolar se realiza una revisión, en clase con el alumnado, del trabajo realizado durante año (también se llevó a cabo una reunión ‘ad-hoc’ con las familias). Se confrontaron actitudes y se identificaron logros y carencias en los aprendizajes.

─ Gema (alumna): “Lo que más me ha gustado es poder ayudar a otros niños y niñas y vender y comprar con las ‘almendritas’ las cosas que mejor nos salen. Hemos sido felices y hemos hecho felices a otras personas. Yo diría que habría que hacerlo todos los años”.

En el informe final de evaluación del proyecto que fue entregado, en su día, a la Agencia Andaluza de Evaluación Educativa de la Consejería de Educación, aparecían afirmaciones…

LA REVOLUCIÓN TRANQUILA

BRUNO ESTRADA

«La felicidad del ser humano, cada vez en mayor medida, pasa a depender de la libertad de las personas para decidir sobre su propio futuro, del grado de autorrealización y autodeterminación personal logrado, de la capacidad de superar dificultades, de implicarse en algo que supere a uno mismo, de tener un entorno afectivo satisfactorio. Este segundo componente de la felicidad, vinculado a la libertad y al desarrollo de actividades mentales superiores, antes estaba vetado a la inmensa mayoría de la población.»

Bruno Estrada (2018). La revolución tranquila. Bomarzo.

“Los niños y niñas se han sentido protagonistas en todo momento, han sido ellos quienes han convocado a los agentes externos, han realizado y trasladado sus reflexiones y han hecho propuestas de actuación. Comprobar y ‘vivir’ el resultado final del proyecto, al entregar la recaudación a la fundación colaboradora, ha sido verdaderamente muy importante para ellos. (…)

Han aprendido a poner en valor las cosas materiales y los servicios y a sentirse afortunados/as. (…) han adquirido aprendizajes de verdadera calidad en diferentes competencias. Las familias se han conocido más y ha mejorado la convivencia…

La presencia de los bomberos de PROEM-AID ha sido verdaderamente emocionante, y una suerte la coincidencia con el final del juicio al que fueron sometidos tras ser apresados por un rescate en la Isla de Lesbos, lo que ha hecho que el alumnado estuviera muy pendiente de las noticias para conocer el desenlace.”

La difusión la venían realizando desde el comienzo del proyecto a través de las entradas que elaboraban para el blog del centro, el blog ‘Proyecto de paz’, y en rrssFacebook (facilitando información para el intercambio de servicios, a través del Grupo ‘La Almendrita’), YouTubeVimeoIssuu

También en la exposición del Día de las Familias, donde el alumnado de segundo curso tuvo la ocasión de explicar en qué había consistido el proyecto, y en la fiesta de fin de curso, en la que se mostraron todos los proyectos del colegio, uno por cada nivel.

Como fiesta final prepararon un baile. Alumnado y familias celebraron su complicidad con en este proyecto pedagógico: ‘La almendrita por la infancia migrante’.

Actividades de la Fase ‘Revisión y difusión, La fiesta final’ |ampliar foto
Actividades de la Fase ‘Revisión y difusión, La fiesta final’ | COLEGIO PÚBLICO ‘MALALA’

─ Isabel García-Cernuda: “En estos momentos es cuando los adultos descubrimos que los niños y las niñas no son el futuro, como solemos decir. Son un presente activo, participativo y sujeto de transformación. Si esperamos a que sean adultos, para “ser”, nos perdemos la valiosísima perspectiva de la infancia en nuestras reflexiones.”

Añadimos, para finalizar este relato, algunas valoraciones del proyecto que hace Pilar Ceballos Becerril, representante de la Fundación ‘Tierra de Hombres’, colaboradora y exponente del trabajo coordinado de colaboración entre escuela, familia y agentes socio-educativos externos.

“La labor llevada a un cabo desde el Colegio ‘Malala’ de ‘Mairena del Aljarafe’ fue la prueba fehaciente de que es posible transversalizar el currículo escolar con valores como la cooperación, la solidaridad, el respeto de los derechos fundamentales o el consumo responsable, entre otros muchos… (…)

Los chicos y chicas pudieron adquirir múltiples competencias, mientras forjaban su pensamiento crítico, practicando la solidaridad y el compañerismo mediante el intercambio de favores con ‘la almendrita’, y acercándose a la realidad de las migraciones. Reforzaron, a su vez, su autonomía decidiendo qué valores intercambiaban o qué acciones se iban a llevar a cabo para dar a conocer la problemática de la migración y la necesidad de defender los derechos fundamentales de las personas migrantes.”

Con motivo de la celebración, el pasado día 31 de enero, del Día de la Paz, han trabajado la letra de la canción ‘Movimiento’ de Jorge Drexler, colocando en la entrada del colegio murales con mapas del Mundo, España, Andalucía y Provincia de Sevilla, donde los miembros de la comunidad educativa han dibujado las líneas de sus viajes migratorios que les han traído hasta ‘Mairena del Aljarafe’.

 

El visionado de este montaje en vídeo nos ha permitido disfrutar con ellos, de la instalación que hicieron de los murales y del mensaje que querian transmitir. Gracias.

Fuente de la reseña: https://elpais.com/elpais/2019/05/28/escuelas_en_red/1559069410_885150.html

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¿Evaluamos o calificamos? Ideas para transitar desde la calificación a una cultura de evaluación

Por:

Una mirada sobre las prácticas evaluativas del sistema educativo revela que, muchas veces, se reducen a la calificación. Se proponen algunas alternativas que puede resultar superadoras y que se originan de la reflexión sobre la finalidad de la evaluación y sus vínculos con los aprendizajes de los estudiantes.

Evaluar, calificar y acreditar son tres conceptos muy diferentes, en cuanto a su alcance y su sentido en educación. Sin embargo, dentro del ámbito escolar, muchas veces, se utilizan y aplican como sinónimos.

Desde los enfoques educativos más actuales, la acción de evaluar es un proceso que se aleja sustancialmente de la asignación de números (calificar) o de la certificación de estudios cursados (acreditar). Evaluar se acerca a andamiar, apuntalar, acompañar una trayectoria educativa, ofreciendo soportes para mejorar la calidad de los aprendizajes y de las capacidades necesarias para construirlos. En este proceso, además, se debe alentar el desarrollo de estrategias metacognitivas, destinadas a que los estudiantes puedan ser cada vez más autónomos en la regulación, adquisición y reflexión de sus aprendizajes. Por lo tanto, evaluar no puede reducirse a calificar, o dicho de otra forma, un número (calificación) no es capaz de suplantar procesos tan complejos. Sin embargo, y lamentablemente, es habitual en los sistemas escolares que la evaluación se identifique con la calificación.

Calificar y acreditar, cuotas de poder

Acreditar es una acción que los sistemas educativos, legitimados por el Estado, se encargan de regular y legalizar. Esto significa que, las instituciones educativas son las responsables de certificar el tránsito y egreso de los estudiantes, dando garantías de la apropiación de ciertos conocimientos, considerados significativos para la vida de los ciudadanos. La mayoría de los mecanismos administrativos y escolares de acreditación de cursos y ciclos escolares son altamente burocráticos y estructurados, prueba de esto último es su similitud a nivel mundial, aún en contextos sociales y educativos muy diversos.

Te invitamos a unirte a nuestra red. Queremos contar con todos los educadores, científicos y cooperantes dispuestos a compartir para mejorar la capacidad de los jóvenes de América latina y la península Ibérica

Las calificaciones constituyen la forma “objetiva”, que han encontrado los sistemas educativos para concretar la acreditación. Este poder convierte, a las calificaciones, en las estrellas de la escena, llegando a ser, incluso, de mayor relevancia que los aprendizajes que pretenden medir. Son utilizadas como un sistema de premio y castigo al ajuste de las normas y estándares escolares. En este contexto, funcionan como herramienta, en forma más o menos consciente, de demostración de autoridad para quienes dirigen y enseñan en instituciones educativas.

Entonces, puede afirmarse que el sistema de acreditación descansa sobre la asignación subjetiva de números o letras (calificaciones), en los que se confía como indicadores de la cantidad y calidad de los aprendizajes que los estudiantes. Esto significa que, algo tan arbitrario como la relación entre una escala numérica o alfabética y la apropiación de ciertos conocimientos, es lo que decide el progreso o estancamiento de los niños y jóvenes en el sistema escolar y, por lo tanto, define el éxito o fracaso en sus trayectorias escolares.

Pero hay algo más, muchas de las situaciones con las que se califica a los alumnos, constituyen experiencias completamente ajenas a las dinámicas habituales del aula, donde se ponen a prueba los conocimientos en espacios temporales acotados con dispositivos que intentan examinar cuantas respuestas acertadas se han realizado. ¿Quién alguna vez no ha sentido la incertidumbre y el nerviosismo ante exámenes que definirán la aprobación de una asignatura o incluso la posibilidad de acceder a estudios superiores?

Los problemas del error

– Profe, al final en las evaluaciones lo único que interesa son los errores y no lo que sabemos e hicimos bien.

Estas son las palabras de un estudiante al observar su calificación. Reflejan claramente que el centro de la atención de la evaluación está en el error y en lo que, en apariencia, aún no se aprendió. En esta tradición evaluativa donde calificar es el objetivo primordial, se valora el desempeño de los alumnos a partir de dispositivos evaluativos con actividades, generalmente, aisladas una de otras, que ponen a prueba cuanto el alumno estudió y aprendió. Por lo tanto, es indispensable, que el error sea señalado, sancionado y corregido por el docente.

Los alumnos conocen muy bien el mecanismo. Saben que ese error, difícilmente será retomado, quedará en la hoja pintado de rojo y nadie más se ocupará de él.

Las palabras del alumno movilizan a pensar con qué criterios evaluamos las producciones y que tratamiento le estamos dando al error. El error parece funcionar como un aprendizaje deficiente o no logrado. Sin embargo, esta puede ser una lectura apresurada y poco explicativa.

Del error se aprende, es una frase trillada, sin embargo es muy significativa desde los procesos de evaluación. Evidencia una concepción del aprendizaje como construcción de conocimientos, superando a la mera acumulación. En esta concepción constructivista, el error no debe sobrevalorarse, debe ser recuperado, cuestionado, discutido. El error constituye una base para generar conflictos cognitivos y buscar respuestas y explicaciones alternativas y superadoras.

El error merece una oportunidad de defensa, y en esa defensa está, quizás, la oportunidad que ofrece para aprender.

¿Cómo transformar la práctica de calificación en cultura de evaluación?

Para responder a esta pregunta no hay soluciones mágicas ni recetas, hay ideas que surgen de la reflexión de la práctica docente. Desde esta reflexión, surgen algunos principios, a modo de cimientos, a partir de los cuáles puede comenzar a edificarse una cultura de la evaluación.

El eje central consiste en entender que la finalidad de la evaluación no es la calificación, por lo tanto, debe trascender los enfoques meramente cuantitativos hacia enfoques más cualitativos. Esto significa, que la evaluación es un proceso integral, donde se evalúa al que aprende y al que enseña y existe retroalimentación, tanto para la enseñanza y como para el aprendizaje.

El punto de partida puede estar dar valor y recuperar los conocimientos de los alumnos. Para ello, primero debemos generar las situaciones que permitan expresar lo que conocen con libertad y sin temores. Los alumnos transitan los años de su vida escolar y, muchas veces, nadie se interesa por las ideas que han construido desde sus experiencias familiares, culturales, religiosas, etc. Es necesario dar lugar a que surjan saberes, intuiciones, creencias que les permiten desenvolverse en su vida cotidiana. A partir de estos conocimientos es posible cuestionar, profundizar, explicar, discutir, considerar otros puntos de vistas, reflexionar, compartir y ampliar la experiencia personal, para seguir aprendiendo.

Otro aspecto importante, es llevar el aprendizaje al centro de la escena. Dar un papel destacado a lo que se va modificando, transformando en el pensamiento, las ideas y las acciones de los estudiantes. Significa, considerar y entender al aprendizaje como una experiencia personal, que va mucho más allá de una calificación. Esto, tiene que ver con ejercer y desarrollar la capacidad de metacognición, para valorar lo que se aprende y las estrategias cognitivas que lo permiten. El docente debe dar oportunidad a que este proceso se haga consciente, y los propios estudiantes sean capaces de apreciar sus logros y progresos e incrementen, así, su autoestima y su entusiasmo por aprender.

En relación, a los instrumentos de evaluación, hay una idea que resulta particularmente interesante. Se trata del concepto de evaluación auténtica, que propone la elaboración de situaciones menos artificiales y más cercanas a las prácticas sociales reales. Es decir, que los estudiantes se enfrenten a escenarios que pueden ocurrir en la vida diaria, en sus hogares, en su barrio o ciudad, en el mundo laboral, etc. Resolver estas situaciones implicará utilizar conocimientos, desarrollar estrategias de acción e intervención y emplear la imaginación y creatividad. Lo anterior supone superar la noción de actividades por el planteo de problemas o tareas a resolver, para los que no hay respuestas únicas. De esta manera la evaluación se transforma en un desafío, en el que los conocimientos no son un fin en sí mismo, sino herramientas para la acción.

Estar inmersos en una cultura de evaluación significa tener un marco de referencia claro, donde estudiantes, docentes y padres, reconozcan y discutan el enfoque y la modalidad de evaluación del centro educativo. Para ello, tienen que establecerse criterios de evaluación claros y compartidos. Los alumnos deben saber que se espera de ellos y deben poder expresar sus necesidades, dudas, inquietudes y miedos. De esta forma, se puede involucrar y comprometer al estudiante en una mirada reflexiva sobre sus dificultades y obstáculos, sus progresos y avances, pero también sobre lo que puede lograr y porque vale la pena el esfuerzo.

El ingrediente final y esencial en la construcción de una cultura de evaluación es la retroalimentación de los procesos de aprendizaje y reflexión de los alumnos. Los docentes tienen un rol esencial en el acompañamiento de las trayectorias escolares. De su intervención oportuna depende en gran medida que los estudiantes puedan superar la mirada especulativa sobre la evaluación para centrarla en sus propios procesos de aprendizaje.

Como conclusión, es indispensable acercar las prácticas evaluativas a una visión de la educación como un proceso que tiene trascendencia, más allá del éxito en la trayectoria escolar, de continuar estudios superiores o de conseguir un buen empleo. La evaluación debe acompañar y sostener una educación que permita descubrir y desarrollar el potencial de cada estudiante, colaborar con su integración a una sociedad, en la que debe convivir y comprometerse con otras personas, construir conocimientos para entender mejor el mundo que lo rodea y generar empatía con su entorno humano y ambiental.

Fuente de la reseña: http://formacionib.org/noticias/?Evaluamos-o-calificamos-Ideas-para-transitar-desde-la-calificacion-a-una

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«La importancia de leer» por Paulo Freire

 

En Freire, Paulo (1991), La importancia de leer y el proceso de liberación, México.

Rara ha sido la vez, a lo largo de tantos años de práctica pedagógica, y por lo tanto política, en que me he permitido la tarea de abrir, de inaugurar o de clausurar encuentros o congresos.

Acepté hacerlo ahora, pero de la manera menos formal posible. Acepté venir aquí para hablar un poco de la importancia del acto de leer.

Me parece indispensable, al tratar de hablar de esa importancia, decir algo del momento mismo en que me preparaba para estar aquí hoy; decir algo del proceso en que me inserté mientras iba escribiendo este texto que ahora leo, proceso que implicaba una comprensión crítica del acto de leer, que no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo. La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél. Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado –y hasta con gusto– a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la importancia del acto de leer se vino constituyendo en mí.

Al ir escribiendo este texto, iba yo “tomando distancia” de los diferentes momentos en que el acto de leer se fue dando en mi experiencia existencial. Primero, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en que me movía; después la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de mi escolarización, fue la lectura de la “palabramundo”.

¿Te interesa leer las Obras de Paulo Freire? Aquí puedes consultar 11 Libros  de él:

La vuelta a la infancia distante, buscando la comprensión de mi acto de “leer” el mundo particular en que me movía –y hasta donde no me está traicionando la memoria– me es absolutamente significativa. En este esfuerzo al que me voy entregando, re-creo y re-vivo, en el texto que escribo, la experiencia en el momento en que aún no leía la palabra. Me veo entonces en la casa mediana en que nací en Recife, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran gente, tal era la intimidad entre nosotros; a su sombra jugaba y en sus ramas más dóciles a mi altura me experimentaba en riesgos menores que me preparaban para riesgos y aventuras mayores. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su sótano, su terraza –el lugar de las flores de mi madre–, la amplia quinta donde se hallaba, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. En verdad, aquel mundo especial se me daba como el mundo de mi actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones mis hermanos mayores y con mis padres.

Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban en el canto de los pájaros: el del sanbaçu, el del olka-pro-caminho-quemvem, del bem-te-vi,  el del sabiá; en la danza de las copas de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos; las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban también en el silbo del viento, en las nubes del cielo, en sus colores, en sus movimientos; en el color del follaje, en la forma de las hojas, en el aroma de las hojas –de las rosas, de los jazmines–, en la densidad de los árboles, en la cáscara de las frutas. En la tonalidad diferente de colores de una misma fruta en distintos momentos: el verde del mago-espada hinchado, el amarillo verduzco del mismo mango madurando, las pintas negras del mago ya más que maduro. La relación entre esos colores, el desarrollo del fruto, su resistencia a nuestra manipulación y su sabor. Fue en esa época, posiblemente, que yo, haciendo y viendo hacer, aprendí la significación del acto de palpar.

De aquel contexto formaban parte además los animales: los gatos de la familia, su manera mañosa de enroscarse en nuestras piernas, su maullido de súplica o de rabia; Joli, el viejo perro negro de mi padre, su mal humor cada vez que uno de los gatos incautamente se aproximaba demasiado al lugar donde estaba comiendo y que era suyo; “estado de espíritu”, el de Joli en tales momentos, completamente diferente del de cuando casi deportivamente perseguía, acorralaba y mataba a uno de los zorros responsables de la desaparición de las gordas gallinas de mi abuela.

De aquel contexto –el del mi mundo inmediato– formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mi mundo inmediato y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar.

En el esfuerzo por retomar la infancia distante, a que ya he hecho referencia, buscando la comprensión de mi acto de leer el mundo particular en que me movía, permítanme repetirlo, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra. Y algo que me parece importante, en el contexto general de que vengo hablando, emerge ahora insinuando su presencia en el cuerpo general de estas reflexiones. Me refiero a mi miedo de las almas en pena cuya presencia entre nosotros era permanente objeto de las conversaciones de los mayores, en el tiempo de mi infancia. Las almas en pena necesitaban de la oscuridad o la semioscuridad para aparecer, con las formas más diversas: gimiendo el dolor de sus culpas, lanzando carcajadas burlonas, pidiendo oraciones o indicando el escondite de ollas. Con todo, posiblemente hasta mis siete años en el barrio de Recife en que nací iluminado por faroles que se perfilaban con cierta dignidad por las calles. Faroles elegantes que, al caer la noche, se “daban” a la vara mágica de quienes los encendían. Yo acostumbraba acompañar, desde el portón de mi casa, de lejos, la figura flaca del “farolero” de mi calle, que venía viniendo, andar cadencioso, vara iluminadora al hombro, de farol en farol, dando luz a la calle. Una luz precaria, más precaria que la que teníamos dentro de la casa. Una luz mucho más tomada por las sombras que iluminadora de ellas. No había mejor clima para travesuras de las almas que aquél. Me acuerdo de las noches en que, envuelto en mi propio miedo, esperaba que el tiempo pasara, que la noche se fuera, que la madrugada semiclareada fuera llegando, trayendo con ella el canto de los pajarillos “amanecedores”.

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Mis temores nocturnos terminaron por aguzarme, en las mañanas abiertas, la percepción de un sinnúmero de ruidos que se perdía en la claridad y en la algaraza de los días y resultaban misteriosamente subrayados en el silencio profundo de las noches.

Pero en la medida en que fui penetrando en la intimidad de mi mundo, en que lo percibía mejor y lo “entendía” en la lectura que de él iba haciendo, mis temores iban disminuyendo.
Pero, es importante decirlo, la “lectura” de mi mundo, que siempre fundamental para mí, no hizo de mí sino un niño anticipado en hombre, un racionalista de pantalón corto. La curiosidad del niño no se iba a distorsionar por el simple hecho de ser ejercida, en lo cual fui más ayudado que estorbado por mis padres. Y fue con ellos, precisamente, en cierto momento de esa rica experiencia de comprensión de mi mundo inmediato, sin que esa comprensión significara animadversión por lo que tenía encantadoramente misterioso, que comencé a ser introducido en la lectura de la palabra. El desciframiento de la palabra fluía naturalmente de la “lectura” del mundo particular. No era algo que se estuviera dando supuesto a él. Fui alfabetizado en el suelo de la quinta de mi casa, a la sombra de los mangos, con palabras de mi mundo y no del mundo mayor de mis padres. El suelo mi pizarrón y las ramitas fueron mi gis.

Es por eso por lo que, al llegar a la escuelita particular de Eunice Vasconcelos, cuya desaparición reciente me hirió y me dolió, y a quien rindo ahora un homenaje sentido, ya estaba alfabetizado. Eunice continúo y profundizó el trabajo de mis padres. Con ella, la lectura de la palabra, de la frase, de la oración,  jamás significó una ruptura con la “lectura” del mundo. Con ella, la lectura de la palabra fue la lectura de la “palabra-mundo”. Hace poco tiempo, con profundo emoción, visité la casa donde nací. Pisé el mismo suelo en que me erguí, anduve, corrí, hablé y aprendí a leer. El mismo mundo, el primer mundo que se dio a mi comprensión por la “lectura” que de él fui haciendo. Allí reecontré algunos de los árboles de mi infancia. Los reconocí sin dificultad. Casi abracé los gruesos troncos –aquellos jóvenes troncos de mi infancia. Entonces, una nostalgia que suelo llamar mansa o bien educada, saliendo del suelo, de los árboles, de la casa, me envolvió cuidadosamente. Dejé la casa contento, con la alegría de quien reencuentra personas queridas.

Continuando en ese esfuerzo de “releer” momentos fundamentales de experiencias de ni infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la comprensión crítica de la importancia del acto de leer se fue constituyendo en mí a través de su práctica, retomo el tiempo en que, como alumno del llamado curso secundario, me ejercité en la percepción crítica de los textos que leía en clase, con la colaboración, que hasta hoy recuerdo, de mi entonces profesor delengua portuguesa.

No eran, sin embargo, aquellos momentos puros ejercicios de los que resultase un simple darnos cuenta de la existencia de una página escrita delante de nosotros que debía ser cadenciada, mecánica y fastidiosamente “deletrada” en lugar de realmente leída. No eran aquellos momentos “lecciones de lectura” en el sentido tradicional esa expresión. Eran momentos en que los textos se ofrecían a nuestra búsqueda inquieta,
incluyendo la del entonces joven profesor José Pessoa. Algún tiempo después, como profesor también de portugués, en mis veinte años, viví intensamente la importancia del acto de leer y de escribir, en el fondo imposibles de dicotomizar, con alumnos de los  primeros años del entonces llamado curso secundario. La conjugación, la sintaxis de concordancia, el problema de la contradicción, la  enciclisis pronominal, yo no reducía nada de eso a tabletas de conocimientos que los estudiantes debían engullir. Todo eso, por el contrario, se proponía a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos, ya de autores que estudiábamos, ya de ellos mismos, como objetos a desvelar y no como algo parado cuyo perfil yo describiese. Los alumnos no tenían que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serían capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto. Creo que mucho de nuestra insistencia, en cuanto a profesores y profesoras, en que los estudiantes “lean”, en un semestre, un sinnúmero de capítulos de libros, reside en la comprensión errónea que a veces tenemos del acto de leer. En mis andanzas por el mundo, no fueron pocas las veces en que los jóvenes estudiantes me hablaron de su lucha con extensas bibliografías que eran mucho más para ser “devoradas” que para ser leídas o estudiadas. Verdaderas “lecciones de lectura” en el sentido más tradicional de esta expresión, a que se hallaban sometidos en nombre de su formación científica y de las que debían rendir cuenta a través del famoso control de lectura. En algunas ocasiones llegué incluso a ver, en relaciones bibliográficas, indicaciones sobre las¡ bpáginas de este o aquel capítulo de tal o cual libro que debían leer: “De la página 15 a la 37”.

La insistencia en la cantidad de lecturas sin el adentramiento debido en los textos a ser comprendidos, y no mecánicamente memorizados, revela una visión mágica de la palabra escrita. Visión que es urgente superar. La misma, aunque encarnada desde otro ángulo, que se encuentra, por ejemplo, en quien escribe, cuando identifica la posible calidad o falta de calidad de su trabajo con la cantidad páginas escritas. Sin embargo, uno de los documentos filosóficos más importantes que disponemos, las Tesis sobre Feuerbach de Marx, ocupan apenas dos páginas y media…

Parece importante, sin embargo, para evitar una comprensión errónea de lo que estoy afirmando, subrayar que mi crítica al hacer mágica la palabra no significa, de manera alguna, una posición poco responsable de mi parte con relación a la necesidad que tenemos educadores y educandos de leer, siempre y seriamente, de leer los clásicos en tal o cual campo del saber, de adentrarnos en los textos, de crear una disciplina intelectual, sin la cual es posible nuestra práctica en cuanto profesores o estudiantes.

Todavía dentro del momento bastante rico de mi experiencia como profesor dlengua portuguesa, recuerdo, tan vivamente como si fuese de ahora y no de un ayer ya remoto, las veces en que me demoraba en el análisis de un texto de Gilberto Freyre, de Lins do Rego, de Graciliano Ramos, de Jorge Amado. Textos que yo llevaba de mi casa y que iba leyendo con los estudiantes, subrayando aspectos de su sintaxis estrechamiento ligados, con el buen gusto de su lenguaje. A aquellos análisis añadía comentarios sobre las necesarias diferencias entre el portugués de Portugal y el portugués de Brasil.

Vengo tratando de dejar claro, en este trabajo en torno a la importancia del acto de leer –y no es demasiado repetirlo ahora–, que mi esfuerzo fundamental viene siendo el de explicar cómo, en mí, se ha venido destacando esa importancia. Es como si estuviera haciendo la “arqueología” de mi comprensión del complejo acto de leer, a lo largo de mi experiencia existencial. De ahí que haya hablado de momentos de mi infancia, de mi adolescencia, de los comienzos de mi juventud, y termine ahora reviendo, en rasgos generales, algunos de los aspectos centrales de la proposición que hice, hace algunos años en el campo de la alfabetización de adultos.

Inicialmente me parece interesante reafirmar que siempre vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador. Para mí sería imposible de comprometerme en un trabajo de memorización mecánica de ba-be-bi-bo-bu, de la-le-li lo-lu. De ahí que tampoco pudiera reducir la alfabetización a la pura enseñanza de la palabra, las sílabas o de las letras. Enseñanza en cuyo proceso el alfabetizador iría “llenando” con sus palabras las cabezas supuestamente “vacías” de los alfabetizandos. Por el contrario, en cuanto acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje. En realidad, tanto el alfabetizador como el alfabetizando, al tomar, por ejemplo, un objeto, como lo hago ahora con el que tengo entre los dedos, sienten el objeto, perciben el objeto sentido y son capaces de expresar verbalmente el objeto sentido y percibido. Como yo, el analfabeto es capaz de sentir la pluma, de percibir la pluma, de decir la pluma. Yo, sin embargo, soy capaz de no sólo sentir la pluma, sino además de escribir pluma y, en consecuencia, leer pluma. La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.

Me parece innecesario extenderme más, aquí y ahora, sobre lo que he desarrollado, en diferentes momentos, a propósito de la complejidad de este proceso. A un punto, sin embargo, aludido varias veces en este texto, me gustaría volver, por la significación que tiene para la comprensión crítica del acto de leer y, por consiguiente, para la propuesta de alfabetización a que me he consagrado. Me refiero a que la lectura     del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura de aquél. En la propuesta a que hacía referencia hace poco, este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo está siempre presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo mismo a través de la lectura que de él hacemos. De alguna manera, sin embargo, podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribirlo” o de “rescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente.

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Este movimiento dinámico es uno de los aspectos centrales, para mí, del proceso de alfabetización. De ahí que siempre haya insistido en que las palabras con que organizar el programa de alfabetización debían provenir del universo vocabular de los grupos populares, expresando su verdadero lenguaje, sus anhelos, sus inquietudes, sus reivindicaciones, sus sueños. Debían venir cargadas de la significación de su
experiencia existencial y no de la experiencia del educador. La investigación de lo que llamaba el universo vocabular nos daba así las palabras del Pueblo, grávidas de mundo. Nos llegaban a través de la lectura del mundo que hacían los grupos populares. Después volvían a ellos, insertas en lo que llamaba y llamo codificaciones, que son representaciones de la realidad.

La palabra ladrillo, por ejemplo, se insertaría en una representación pictórica, la de un grupo de albañiles, por ejemplo, construyendo una casa. Pero, antes de la devolución, en forma escrita, de la palabra oral de los grupos populares, a ellos, para el proceso de su aprehensión y no de su memorización mecánica, solíamos desafiar a los alfabetizandos con un conjunto de situaciones codificadas de cuya descodificación o “lectura” resultaba la percepción crítica de lo que es la cultura, por la comprensión de la práctica o del trabajo humano, transformador del mundo, En el fondo, ese conjunto de representaciones de situaciones concretas posibilitaba a los grupos populares una “lectura” de la “lectura” anterior del mundo, antes de la lectura de la palabra.  Esta “lectura” más crítica de la “lectura” anterior menos crítica del mundo permitía a los grupos populares, a veces en posición fatalista frente a las injusticias, una comprensión diferente de su indigencia.

Es en este sentido que la lectura crítica de la realidad, dándose en un proceso de alfabetización o no, y asociada sobre todo a ciertas prácticas claramente políticas de movilización y de organización, puede constituirse en un instrumento para lo que Gramsci llamaría acción contrahegemónica.

Concluyendo estas reflexiones en torno a la importancia del acto de leer, que implica siempre percepción crítica, interpretación y “reescritura” de lo leído, quisiera decir que, después de vacilar un poco, resolví adoptar el procedimiento que he utilizado en el tratamiento del tema, en consonancia con mi forma de ser y con lo que puedo hacer.

Finalmente, quiero felicitar a quienes idearon y organizaron este congreso. Nunca, posiblemente, hemos necesitado tanto de encuentros como éste, como ahora.

Fuente de la reseña: https://www.bloghemia.com/2019/04/la-importancia-de-leer-por-paulo-freire.html?fbclid=IwAR1RAtMqzBOlYMVeXHXE9MnhvHiSU6hxJudLBfyrHMGiEHYii4rnBtuTVH0
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Las escuelas como objetivo de guerra

Por: Michela Ranieri.

En muchos lugares del mundo, las escuelas, lejos de ser un lugar seguro para los niños y las niñas, donde aprender y desarrollar su potencial, están siendo atacadas y utilizadas por las partes en conflicto para obtener ventajas militares.

Los próximos 27 a 29 de mayo, España acoge la Tercera Conferencia Internacional sobre Escuelas Seguras. Se trata de un momento crucial para avanzar en la protección de las escuelas en conflicto. Os contaré por qué.

Escuelas y universidades son utilizadas por los diferentes bandos como cuarteles, puestos de tiro, para almacenar munición y como centros de detención y de tortura, entre otros.

Se trata en muchas ocasiones de edificios sólidos, dotados de baños, cocina, agua corriente, canchas y patios de juego, por lo que son ideales para que los soldados puedan instalarse en ellos, montar allí su campamento y desde allí llevar a cabo sus operaciones.

Esto tiene obviamente un impacto para los niños y las niñas. No solo porque cuando sus escuelas están ocupadas por militares ya no pueden acceder a ellas y ven frustrado su derecho a la educación. También porque, aunque los militares ocupen solo parcialmente un centro educativo, sus estudiantes quedan expuestos a graves peligros, entre ellos el reclutamiento por parte de grupos y fuerzas armadas, o el riesgo, especialmente -pero no solo- para las niñas, de sufrir abuso y violencia sexual por parte de los soldados.

A esto se suma el hecho que, en el momento en que una escuela es utilizada por una de las partes en conflicto para fines militares, esa escuela pierde su carácter de bien civil, convirtiéndose en un objetivo militar legítimo. Esto significa que puede ser atacada, sin que ello suponga una vulneración del derecho internacional humanitario.

Y así, una vez más, los niños y las niñas salen perdiendo, al ver sus escuelas destrozadas y su derecho a la educación aniquilado.

Existen además otras formas de atacar a la educación, más allá de las bombas que destrozan las aulas. Por ataques a la educación entendemos cualquier amenaza o uso real de la fuerza contra no solo instalaciones educativas, sino también alumnos, profesores y personal de apoyo, además de material educativo: también un ataque a un autobús escolar en su ruta hacia el colegio es un ataque a la educación, o la quema de libros y otro material necesario para impartir clase.

Los ataques pueden tener además razones de lo más diferentes: pueden producirse con el objetivo de conseguir una ventaja militar, o por razones religiosas o ideológicas, como en el caso de los actos cometidos contra la educación en Nigeria por Boko Haram, por oponerse a la educación occidental.

Y así resulta que hay muchos más ataques a la educación de lo que podamos imaginar: según el informe “Education under Attack 2018” publicado por la Coalición Global para proteger de ataques a la Educación (GCPEA) en mayo del año pasado, entre 2013 y 2017 se registraron más de 12.700 ataques a la educación en todo el mundo.

Países como Afganistán, Siria, Yemen, Ucrania, Nigeria o la República Democrática del Congo fueron los más gravemente afectados, pero otros países, como Filipinas o Colombia, también sufrieron ataques violentos contra la educación.

21.000 niños y niñas y sus profesores resultaron asesinados o heridos a causa de estos ataques. Además, según el mismo informe, las escuelas y las universidades fueron utilizadas con fines militares en al menos 29 países.

Las escuelas deberían ser lugares seguros, donde los niños y las comunidades puedan trabajar juntos para un futuro mejor. En tiempo de conflicto armado, el hecho de poder acudir a una escuela segura, da a los niños y niñas una importante sensación de normalidad, de “rutina” en medio del caos de los combates, además de ofrecerles resguardo y protección.

A largo plazo, una educación equitativa y de calidad contribuye a romper el ciclo de la violencia y a construir sociedades prósperas y basadas en la convivencia pacífica.

Es con esto en mente que, en 2015, la GCPEA publicó las Directrices para prevenir el uso militar de las escuelas y universidades en conflicto. Se trata de unas orientaciones muy prácticas, dirigidas a fuerzas y otros grupos armados, para que conozcan en todo momento cómo actuar ante la posibilidad de utilizar una instalación educativa en el ámbito de las operaciones bélicas. Ofrecen alternativas a tomar en cuenta, y medidas para limitar, en la mayor manera posible, los daños a la educación.

Las Directrices forman parte de una serie de compromisos que los Estados asumen al asumir la Declaración sobre Escuelas Seguras, un instrumento político a través del cual los países muestran su voluntad de hacer todo lo posible para proteger a la educación en conflicto.

Entre ellos está la recogida de datos sobre ataques, la atención y reparación a las víctimas, el asegurar la continuidad de la educación en zonas de guerra y el diseñar programas educativos sensibles al conflicto. Pero también se incluye el celebrar encuentros periódicos para que los Estados compartan experiencias, lecciones aprendidas, avances y discutan los retos que todavía hay que abordar en la implementación de medidas concretas para proteger a las escuelas.

En este marco, España ha querido dar un paso al frente con la celebración de la próxima Conferencia sobre Escuelas Seguras en Palma de Mallorca.

La Conferencia ofrece una oportunidad para que más Estados se sumen a la Declaración sobre Escuelas Seguras: hasta la fecha 87 países la han firmado, lo que demuestra que se ha avanzado mucho (eran 37 en 2015) pero también que queda mucho trabajo por hacer. Países como Ucrania, Filipinas o Colombia todavía no han dado ese paso que supondría una mayor protección de sus estudiantes.

Es fundamental que toda la comunidad internacional se comprometa con la protección de la educación en conflicto y que se adopten medidas concretas y efectivas con este objetivo. Solo así podremos construir el futuro en paz que todos los niños y niñas merecen, desde Afganistán hasta Zimbabue.

Fuente de la reseña: http://blogs.lavanguardia.com/planeta-solidario/2019/05/24/las-escuelas-objetivo-guerra-25451/

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La revolución humanista del aprendizaje virtual

Por: Mauricio Alarcón.

Aquí, en nuestro blog, ya hemos hablado de cómo el eLearning ha aprovechado la tecnología para cambiar la manera en la que adquirimos conocimiento, pero, nuestra visita al congreso sobre desarrollo del talento más grande del mundo, presentado por ATD, nos inspiró a ir más allá y mirar aquellas tendencias que nos presentan un nuevo enfoque para el aprendizaje virtual: el humanocentrista.

1. Ahora le enseñamos directamente al cerebro:

Antes, nos concentrábamos en presentar el contenido de la mejor manera, luego, comenzamos a entregar ese contenido pensando en el estudiante; sus labores, su perfil social, su posibilidad económica y su bagaje académico. Ahora, sumamos a esto a su actividad cerebral, y así, aparece la Neuroeducación, que tiene como objetivo formar a los estudiantes en el control de sus emociones (inteligencia emocional) para lograr el mejoramiento de sus habilidades y afrontar la posible resistencia ante los cambios y la adquisición de nuevos conocimientos.

2. El reloj corre y nuestra atención también

Sabemos que en ocasiones la cantidad de información para un proceso formativo -especialmente aquellos que son empresariales- puede llegar a ser muy alto. Teniendo en cuenta que nuestro lapso de atención es de máximo 20 minutos, en ocasiones, los contenidos de aprendizaje virtual (incluso los presenciales) pueden llegar a parecer extensos y tediosos para los estudiantes, es por esto que el Microlearning y la agilidad de estos contenidos es primordial para responder a los tiempos de concentración del estudiante y, como lo escribimos en el punto anterior a su actividad neuronal. Aun así, que sea rápido o corto no significa que carezca de contenido o que no cumpla con su razón de ser, esto nos lleva a lo siguiente:

3. “Simple no significa insuficiente”

La simplicidad no nos impone una falta de recursos o elementos para suscitar el aprendizaje, de hecho, es una herramienta por sí misma. Cuando nos concentramos en la información, en presentarla de una manera creativa que exhiba una realidad cercana para el estudiante mediante una narrativa enganchadora, comparativa, factual pero divertida nos podemos ahorrar recursos que no son necesarios para el aprendizaje, incluso, recurrir a herramientas y medios más informales como whatsapp o las redes sociales. Recordemos que lo importante para el aprendizaje es que la información sea clara y basada en la realidad.

De esta manera, mediante la construcción de un proyecto de eLearning, respondemos a la naturaleza del comportamiento humano, y nos preocupamos cada vez más por suplir las necesidades conscientes e inconscientes de la persona que adquiere el conocimiento logrando así un proceso más efectivo desde los recursos de aprendizaje y mucho más humano desde la realidad del estudiante.

Hay más tendencias de las que podríamos hablar –eventualmente lo haremos- y este definitivamente es solo el principio de este tema, así que nos gustaría saber: ¿Hacia dónde creen ustedes que se dirige el aprendizaje virtual? ¿Qué podremos esperar en el futuro? Estaremos esperando sus respuestas en los comentarios, a través de nuestras redes sociales o en el correo:experiencia@koideas.com.

 

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8 años y 8 meses: el tiempo medio que tardan las víctimas de violencia de género en expresar o denunciar malos tratos

Por: europapress.es.

8 años y 8 meses: el tiempo medio que tardan las víctimas de violencia de género en expresar o denunciar malos tratos

Las mujeres víctimas de violencia de género tardan una media de 8 años y 8 meses en verbalizar su situación y expresar la violencia que sufren, ya sea contándolo a trabajadores de los servicios que en cada comunidad autónoma existen para darles apoyo y asesoramiento, o bien interponiendo denuncia contra su agresor.

Así lo concluye un estudio de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, realizado por la fundación Igual a Igual, a partir de la entrevista a más de 1.200 víctimas. El 89% de ellas afirmó haber sufrido violencia psicológica; el 68% violencia física; el 42% violencia económica; el 25% violencia ambiental y el 23% violencia sexual. Asimismo, un 15% de ellas ha sufrido todas las violencias catalogadas.

En este análisis del tiempo medio transcurrido desde que la mujer víctima comenzó a sufrir violencia de género hasta que solicitó ayuda o denunció, también se estudian las razones que llevaron a las mujeres a pedir ayuda o denunciar. La gravedad de los daños psicológicos y físicos que sufrieron es el principal motivo, según declaró la mayor parte de las mujeres víctimas de violencia del estudio.

En concreto, en un 54% de los casos, las víctimas afirman que les impulsó el hecho de encontrarse «psicológicamente muy dañada», mientras que para un 41% fue la ‘última agresión’ –es decir, el daño sufrido en un episodio concreto– lo que les llevó a expresarse.

Otra de las razones, citada por el 30% de las mujeres entrevistadas, es la percepción de que los hijos ya se estaban dando cuenta de la violencia en el hogar. Con un porcentaje del 27%, le sigue como motivo el «apoyo de una persona del entorno de la víctima que la anima a pedir ayuda».

Por territorios, el tiempo medio para verbalizar esta violencia es mayor en la Comunidad de La Rioja, con una media de 12 años y 7 meses; seguida de Aragón, con 12 años y 6 meses, Canarias, con una media de 11 años y 9 meses, País Vasco, con 11 años y 7 meses, y Extremadura, con 11 años y 3 meses. Por su parte, las autonomías con datos menores a la media han sido Murcia, con 4 años y 5 meses, Asturias con 6 años y 3 meses, y Comunidad Valenciana con 7 años y 4 meses.

LA MITAD TARDÓ EN CONTAR SU CASO POR MIEDO AL AGRESOR

Entre las causas que impiden o retrasan que una mujer salga de la situación de violencia de género destaca «el miedo a la reacción del agresor», con un 50% de las respuestas obtenidas; así como creer que podía resolver este problema sola, respuesta contestada por un 45%.

Un 36% de las mujeres entrevistadas apuntan que ‘no se reconocían como víctimas’ y un 32% dice que se sentía culpable y responsable de la situación; y el 29% argumenta que sentía pena por el agresor. La falta de recursos económicos y la vergüenza a contar lo sucedido son los siguientes motivos, esgrimidos por un 28% de las víctimas que han participado en el estudio.

En este mismo apartado sobre los factores que influyen en la tardanza en denunciar, se concluye que existe una correlación entre la edad de la víctima y el tiempo que tarda en dar el paso para pedir ayuda ya que el estudio muestra que las mujeres de menos de 35 años son las que reaccionan antes.

La media más baja es la del grupo de víctimas comprendidas en el tramo de edad entre los 18 y los 25 años (2 años y 10 meses), seguidas de las menores de 18 años, con una media de 3 años y 5 meses, y las de 26 a 35 años, con una media de 4 años y 6 meses.

Por el contrario, las mujeres mayores de 65 años son las que más tiempo han empleado en tomar esta decisión, siendo la media obtenida de 26 años y 3 meses; seguida de 19 años y 8 meses para el tramo comprendido entre los 56 y los 65 años; y de 12 años y 8 meses para las mujeres que se sitúan entre los 46 y los 55 años.

Asimismo, se concluye que las cargas familiares están actuando como freno para salir de la relación violenta. En concreto, las mujeres con tres o más hijos tardan una media de 12 años y 2 meses; y las que tienen dos hijos una media de 10 años y 2 meses. De hecho, el menor tiempo empleado es para el grupo de mujeres que no tienen hijos, que tardan 3 años y 5 meses en contar su caso.

Tal y como se ha comprobado, las mujeres víctimas de violencia que convivían con su agresor han tardado en expresarse 10 años y 5 meses, es decir, un tiempo significativamente mayor que la media (8 años y 8 meses). El 74% de las mujeres participantes señalan que se encontraba conviviendo con él en el momento que comienzan a sufrir violencia de género, si bien hay un descenso notable cuando decide pedir ayuda o denunciar, pasando al 52%.

LAS MUJERES CASADAS TARDARON MÁS

Asimismo, en el grupo de las mujeres casadas el tiempo que se tarda en verbalizar es más largo, con una media de 12 años y 1 mes, por lo que se deduce que ese factor es otro de los que retrasa que la decisión sea tomada antes.

De igual forma, el nivel de formación de la mujer víctima de violencia de género también puede estar influyendo en el tiempo de tomar la decisión. Así, mujeres con estudios universitarios han mostrado un menor tiempo, siendo de 7 años y 1 meses.

De hecho, el 64% de las mujeres víctimas confesaban que dependían de los ingresos del agresor en el momento de comenzar a sufrir violencia y el 44% seguían en esta situación en el momento de pedir ayuda, por lo que, según el estudia, «se puede concluir que la dependencia económica» de estas mujeres «ha podido influido en el sostenimiento de la situación de violencia a lo largo del tiempo».

Por último, el desconocimiento de los recursos, del procedimiento judicial y el temor al mismo aparecen como otras de las razones que han llevado a la víctima a tardar más tiempo en denunciar. La respuesta «porque pensaba que no me podrían ayudar» representa un 15% de las razones consideradas por las mujeres participantes en el estudio, o «porque no sabía dónde dirigirme ni cómo pedir ayuda», con un 21%, o «el miedo y desconocimiento al proceso judicial» con un 19%.

En cuanto a la variable discapacidad, el tiempo es mayor a la media en las mujeres víctimas de violencia de género que afirman poseer, tanto alguna discapacidad física como alguna psíquica, siendo el tiempo empleado en verbalizar su situación de 14 años y 5 meses. En las que tienen una discapacidad física reconocida la media es de 14 años y 3 meses.

Fuente de la reseña: https://m.europapress.es/epsocial/igualdad/noticia-anos-meses-tiempo-medio-tardan-victimas-violencia-genero-expresar-denunciar-malos-tratos-20190512123308.html

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Diplomado de Programación

Por: uneweb.

100% online o presencial

El Diplomado contiene 12 cursos más el proyecto, es 100% práctico, el estudiante desarrollará:

  • Sistemas de gestión de contenidos con bases de datos
  • Aplicaciones para las páginas Web
  • Administración de Base de datos
  • Crear recursos Web

Al entregar el Proyecto se evalúa y emite un Diploma Registrado en el Ministerio de Educación.

Certificado por el Ministerio de Educación. Código Nº PR -07-017-11AC

Duración:

  • 3 meses presencial lunes a viernes.
  • 6 meses presencial sabatino.
  • 6 meses online.

Certificado:

Registrado en el Ministerio de Educación.

Laboratorios:

  • Incluye 1 computador por persona (incluye).
  • De 6 a 8 alumnos por salón.

Requisitos:

Manejo básico de office e internet

Fuente de la reseña: https://uneweb.edu.ve/diplomado-de-programacion/

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