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Lecciones de la pandemia para educar a los futuros profesionales de la salud

Expertos de diversas universidades entregaron los cuatro aspectos en los que consideran deben mejorar las instituciones de educación superior en la formación de los profesionales de esta área.

La pandemia ha golpeado a las sociedades de todo el mundo y ha tenido importantes implicaciones para los sistemas de salud y para el colectivo sanitario, razón por la que desde ya muchos expertos se replantean cómo se debe reorganizar la asistencia sanitaria y también la enseñanza.

En este contexto, el clúster global de universidades del objetivo de desarrollo sostenible (ODS) 3 (salud y bienestar), liderado por el eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e impulsado por la Asociación Internacional de Universidades (IAU, por la sigla en inglés), analizó el impacto de la pandemia en el modelo sanitario y propuso algunos cambios que considera debe llevarse a cabo en la educación superior para adaptarse a los cambios sociales y tecnológicos y mejorar así la formación de los profesionales sanitarios del futuro.

“La covid-19 ha puesto sobre la mesa la importancia de la salud como derecho universal, de manera que las lecciones aprendidas de la pandemia pueden ayudar a repensar cómo enseñamos, cómo preparamos a los profesionales de la salud”, destaca Albert Barberà, director del eHealth Center de la UOC.

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“Esta pandemia ha mostrado la interrelación entre la salud humana y la económica, así como el impacto que tienen las desigualdades socioeconómicas y la inequidad en la salud. Ante esta situación, la colaboración internacional es clave para poder enfrentarse a los desafíos globales y hacer realidad la Agenda 2030», explica Pam Friedman, presidenta de la IAU e impulsora del clúster del ODS 3.

Esta interdependencia es uno de los aprendizajes de los países que en los últimos años han estado más expuestos a diferentes epidemias, como el ébola, el cólera o el VIH. En palabras de David Serwadda, profesor de la Universidad de Makerere (Uganda) y miembro del clúster, “hay que conseguir que los estudiantes sean conscientes de que las epidemias no solo son problemas locales o regionales, sino que tienen alcance internacional. Cuando nos llegan noticias sobre una epidemia en África u Oriente Medio, los futuros profesionales de la salud deben ser conscientes de que puede llegar a su comunidad. Lo que parece ser un problema lejano, en realidad nos está mirando directamente desde miles de kilómetros de distancia”.

2. Educación interdisciplinaria e interprofesional

Entender la salud como un fenómeno planetario obliga a que el currículo de los futuros profesionales de la salud se abra a otras disciplinas. “La prevención de la transmisión de virus no es solo un problema médico: también implica hacer frente al cambio climático y preservar la biodiversidad y los ecosistemas naturales. De esta manera, una formación interdisciplinaria en salud pública y ciencias ambientales es necesaria para evitar futuras crisis sanitarias y, por tanto, es clave para la formación de los estudiantes”, explica Marta Aymerich, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud y vicerrectora de Planificación Estratégica de la Universitat Oberta de Catalunya.

Además, el grupo de expertos también destaca el impacto de la evolución del sistema de salud desde una asistencia eminentemente hospitalaria a una atención basada en las personas y en la población. “Esta transformación obliga a un cambio en los planes de estudios que refuerce una formación centrada en la atención comunitaria y también un aumento de la colaboración con profesionales de otros ámbitos de la salud, como la enfermería”, resaltó Aymerich.

3. Aprender a lidiar con la incertidumbre

El Gobierno prepara el pago de una bonificación para los profesionales de la salud que estuvieron ayudando durante la pandemia.

En este entorno en el que el trabajo con la comunidad y con otros profesionales será cada vez más importante, los expertos recomiendan reforzar la enseñanza de competencias sociales, como el trabajo en equipo, las habilidades de liderazgo y de comunicación y la gestión de las emociones. “Los trabajadores sanitarios se han enfrentado a altos niveles de estrés y a decisiones complicadas durante la pandemia. Por eso más que nunca es necesario enseñar la capacidad de gestionar el estrés y enfrentarse a la incerteza. Los trabajadores de la salud deben poder adaptarse a circunstancias que cambian rápidamente”, señala Maria Niemi, profesora asociada del Instituto Karolinska (Suecia) y también miembro del clúster.

4. Más salud digital y aprendizaje en línea

El uso de la tecnología para el aprendizaje y la atención médica es otro de los aspectos que se han acelerado durante la crisis sanitaria y en el que los expertos hacen hincapié. Los profesionales de la salud tienen que formarse mucho más que antes en salud digital para saber, por ejemplo, cuáles son las aplicaciones médicas más efectivas, cómo usar las redes sociales para la promoción de la salud o cómo aplicar la ciencia de datos para tomar decisiones médicas, “se trata de un conocimiento que se aprende practicando, por lo que el aprendizaje en línea debe integrarse en la educación sanitaria”, destaca Marta Aymerich.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/lecciones-de-la-pandemia-para-educar-a-los-futuros-profesionales-de-la-salud/202054/

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La contagiosidad de los niños, una incógnita todavía por resolver

Por: Semana Educación

¿Los niños son grandes vectores de la covid-19? La ciencia todavía no aporta una respuesta categórica a esta cuestión clave a la hora de decidir el cierre o la apertura de escuelas durante la epidemia.

Al principio de la crisis, los expertos temían que los niños fueran grandes transmisores del virus SARS-CoV-2 por analogía con otras enfermedades virales, como la gripe. Pero los primeros estudios sugirieron precisamente lo contrario.

Ahora, “si se analizan los datos de la literatura (científica) no parece tan claro”, afirma a la AFP la epidemióloga Dominique Costagliola.

Muchos estudios que concluyeron que los niños contagian poco se realizaron durante “periodos de confinamiento” y por tanto con una circulación baja del virus, lo que pudo falsear los resultados, estima su colega Zoë Hyde, en un artículo publicado el mes pasado en la revista Medical Journal of Australia.

Recientemente, varios trabajos realizados en Estados Unidos, India y Corea del Sur desestimaron la idea de que los niños sean poco contagiosos.

El último, publicado el 30 de octubre por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, defendió que las infecciones en el hogar son “frecuentes, ya sea a través de los niños o de los adultos”.

Un conjunto de estudios británicos publicados el martes aportaron otras precisiones.

Basándose en datos de 9 millones de adultos, investigadores de la London School of Hygiene and Tropical Medicine y de la Universidad de Oxford estimaron que el “hecho de vivir con niños de 0 a 11 años no está asociado a un mayor riesgo de infectarse con el SARS-CoV-2”. Esa posibilidad aumenta ligeramente si se convive con un niño de entre 12 y 18 años.

¿Cómo salir de dudas con semejantes conclusiones contradictorias?

Los niños “pueden trasmitir (la covid-19), pero parece que esto sucede menos a menudo que la transmisión entre adultos”, resume una especialista de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Maria Van Kerkhove, en un video colgado en el sitio web de la institución.

Esta epidemióloga subraya que hay que diferenciar a los “niños pequeños” de los “adolescentes que parecen transmitirlo al mismo nivel que los adultos”.

“Cuando presentan síntomas, los niños excretan la misma cantidad de virus que los adultos y son tan contagiosos como estos. No sabemos hasta qué punto los niños asintomáticos pueden infectar a otras personas”, afirma por su parte el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades en un informe publicado en agosto.

La ausencia de síntomas es habitual entre los niños infectados con la covid-19. Y la única certidumbre es que enferman menos gravemente que los adultos.

El dilema de las escuelas

Determinar su contagiosidad sería, no obstante, esencial a la hora de decidir dejar abiertas o bien cerrar las escuelas.

“Todo el mundo es consciente de la importancia del colegio para los niños. No solo en términos de educación, sino también de bienestar, de salud mental y de seguridad, sin contar que para algunos es el único lugar donde pueden comer”, recuerda Van Kerkhove.

En Europa, varios países, como Francia, España y Austria, decidieron dejar las escuelas abiertas pese a la segunda ola epidémica y el decreto de nuevas medidas de confinamiento.

“El riesgo en las escuelas no es nulo”, pero el porcentaje de transmisión es “bajo comparado con el resto de la comunidad”, según Daniel Lévy-Bruhl, de la agencia sanitaria francesa Santé Publique France.

“El número de escuelas abiertas en el mundo es extremadamente elevado. En la mayoría de ellas no sucede nada”, afirma, subrayando empero que las excepciones encuentran mucho eco mediático.

Además, los expertos subrayan que el riesgo en las escuelas depende de la situación epidémica local: “Es muy importante comprender que las escuelas no funcionan de manera aislada y que forman parte de una comunidad”, según Maria Van Kerkhove.

“El riesgo en las escuelas no es nulo”, pero el porcentaje de transmisión es “bajo comparado con el resto de la comunidad”, según Daniel Lévy-Bruhl, de la agencia sanitaria francesa Santé Publique France.

“El número de escuelas abiertas en el mundo es extremadamente elevado. En la mayoría de ellas no sucede nada”, afirma, subrayando empero que las excepciones encuentran mucho eco mediático.

Además, los expertos subrayan que el riesgo en las escuelas depende de la situación epidémica local: “Es muy importante comprender que las escuelas no funcionan de manera aislada y que forman parte de una comunidad”, según Maria Van Kerkhove.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/la-contagiosidad-de-los-ninos-una-incognita-todavia-por-resolver/202038/

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“Golpes no, cariño sí”: el llamado para que el castigo físico se prohíba cuanto antes

Por: Semana Educación

El castigo físico quedó a un paso de ser prohibido, lo que preocupa a algunos padres por considerar que limita su autonomía. Ángela Rosales, directora de Aldeas Infantiles SOS Colombia, organización que apoya esta ley, explica por qué no se debe criar a ‘correazos y palmadas’.

“Si quieres ciudadanos buenos, cría niños felices”, decía el famoso escritor británico Óscar Wilde. Para que los niños y niñas sean felices, tenemos que librarlos de la violencia y el maltrato.

Un paso adelante en ese camino es la aprobación del proyecto de Ley contra del castigo físico, humillante y denigrante contra niños, niñas y adolescentes, que actualmente se debate en el Senado.

Una ley de ese tipo se vuelve tan necesaria cuando la violencia contra los niños y niñas es una situación normalizada en muchas familias. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, 2018) el 64 % de los niños y niñas menores de 15 años en América Latina experimentan regularmente algún tipo de disciplina violenta y casi 1 de cada 2 niños y niñas experimentan el castigo físico.

En Colombia, las leyes para proteger a los niños y niñas existen, pero son insuficientes. Tanto así que los indicadores de violencia infantil crecen año tras año. La Constitución en su artículo 44 establece la vida, la integridad física y la salud como derechos fundamentales de los niños, señalando que serán protegidos de toda forma de abandono y violencia física o moral. También, el Código de Infancia y Adolescencia habla de la protección de los niños y niñas, aunque no es clara la prohibición del uso de la violencia.

En concordancia, el proyecto de Ley contra el castigo físico contiene lo que se conoce como ACCIONES AFIRMATIVAS, que se utilizan en el mundo entero para lograr la igualdad y disminuir los índices de violencia contra determinados grupos poblacionales, como se hizo, por ejemplo, a través de la Ley 1257 de 2008 en favor de las mujeres.

Más allá de lo que existe en la norma, hay suficiente evidencia científica que muestra el daño que este tipo castigo hace en la vida del niño, no solo a corto, sino a largo plazo. Así, las repercusiones negativas del castigo físico no se limitan a la niñez, sino que la persona las vive aún en la adultez. El castigo físico constituye una violación de los derechos del niño y la niña, atropellando su dignidad humana e integridad física, y en muchos casos, poniendo en peligro su vida. A pesar de constituir una práctica común en muchas familias, que consideran que la educación requiere de violencia, en definitiva, los castigos físicos y humillantes producen daños emocionales, baja autoestima, resentimiento, rabia, miedo, sentimientos de tristeza, soledad y abandono, y les enseña que la violencia es la forma adecuada para resolver conflictos.

Los niños y niñas no comprenden cómo a quienes más aman es a quienes más deben temer y terminan por asociar el amor con el dolor. Por tanto, las evidencias científicas son un llamado al Estado, las familias y la sociedad civil en su corresponsabilidad, para que comprendan la necesidad de tomar medidas preventivas y legales.

Por estas y otras razones, el articulado que defendemos no es para limitar, recriminar o castigar a los padres o madres. Por el contrario, sus derechos, sus deberes y su autonomía son respetados. Lo que se busca es impulsar toda una estrategia pedagógica de transformación cultural, mediante la cual, padres, madres y cuidadores puedan contar con herramientas para la crianza sin violencia. Precisamente, una crianza positiva, a través de la cual, los padres y madres amen a sus hijos e hijas por lo que son y no por lo que hacen, y así se lo expresen. Para ello, se valen de la comunicación, la reflexión y el apoyo emocional como los principales medios educativos. Sin duda, la crianza positiva también establece normas y reglas para la convivencia familiar, mismas que son explicadas clara y sencillamente a niños y niñas, y que se cumplen de manera consistente. En muchos países hay generaciones que han sido criados sin violencia, y constituyen sociedades más pacíficas.

Ya es hora que la violencia contra los niños y niñas deje de ser normalizada en nuestro país y pasemos a formar parte de los 56 países a nivel mundial que ya han adoptado este tipo leyes, en concordancia con las obligaciones internacionales de protección de los niños y niñas. Existen formas positivas de enseñar, corregir o disciplinar a los niños, que son mejores para su desarrollo y que contribuyen a forjar unas relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo. Este tipo de leyes fortalecen el rol de la familia, y dan un lugar preponderante a las relaciones positivas entre padres e hijos. Claro, este cambio depende de que los adultos estén dispuestos a salir de sus formas aprendidas de relacionamiento con los niños, para empezar a mirarlos desde el respeto y los consideren prioritarios. Estamos ante un escenario en donde muchos que vivieron la violencia y hoy la justifican, deben hacer conciencia para dar una oportunidad a una niñez sin golpes.

Es evidente que la educación genera desarrollo, por tanto, familias más educadas en una crianza positiva serán capaces de desarrollar mejores niños y niñas y, a futuro, una mejor sociedad, respetuosa de los derechos humanos de los niños y niñas. Golpes, no. Cariño sí.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/golpes-no-carino-si-el-llamado-para-que-el-castigo-fisico-se-prohiba-cuanto-antes/202027/

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7 de cada 10 niños y niñas están aprendiendo poco o nada

Por: Semana Educación

Una encuesta realizada por Save the Children a cerca de 17 mil familias evidenció que con el cierre de las escuelas los niños se han estancado o incluso han tenido un retroceso en su aprendizaje. ¿Qué hacer?

Si para un profesor no era tarea fácil lograr captar la atención de al menos 25 estudiantes en un salón de clases, adelantar las materias mediante vías tecnológicas o incluso sin supervisión directa del docente se ha convertido en todo un desafío tanto para los colegios como para las familias durante esta pandemia.

Seis meses después del cierre de colegios queda claro que nada reemplaza al profesor y a las clases en las aulas. Así lo evidencia una encuesta realizada por Save the Children a cerca de 17 mil familias de 37 países, la cual evidenció que 7 de cada 10 niños y niñas están aprendiendo poco o nada ahora que no van a la escuela. Esto se debe en gran medida a la falta de acompañamiento: el 36 por ciento de los padres y madres indicaron que no apoyan a sus hijos con el aprendizaje en el hogar.

El 40 por ciento de los niños y las niñas de hogares en situación de pobreza dijo que necesita ayuda con los deberes, pero que no tienen quién se las provea. Esto es incluso más preocupante dado que dos tercios de los padres, madres y cuidadores manifestaron que sus niños y niñas no habían tenido ningún tipo de contacto con sus docentes desde el cierre de las escuelas.

De acuerdo con María Paula Martínez, directora ejecutiva de Save the Children Colombia, esta situación de rezago en el aprendizaje se da por diferentes factores y no solo por la falta de acompañamiento y conectividad, que es la generalidad en las familias encuestadas, sino también por la enorme crisis económica que acarrean las familias en esta coyuntura.

Según el informe, casi el 81 por ciento de los encuestados en la región informó haber perdido más de la mitad de sus ingresos desde que comenzó la pandemia y 66 por ciento perdió su trabajo. Esta situación ha llevado a que los niños, primero, no coman adecuadamente (muchos recibían su alimentación en los colegios) y se incrementen los sentimientos negativos.

La encuesta de Save the Children arroja que casi el 68 por ciento de los encuestados informaron tener barreras para acceder a carne, lácteos y otros alimentos nutritivos. Asimismo, el 67,9 por ciento de niños y niñas informaron un aumento en los sentimientos negativos y casi el 84 por ciento de los padres, madres y cuidadores informaron que su hijo o hija ha expresado sentimientos negativos.

En la encuesta, el 70 por ciento de los entrevistados manifestó haber sufrido pérdidas económicas y no haber recibido ayuda de los gobiernos.

“Necesitamos que se tomen acciones urgentes a favor de la niñez: es necesario asegurar que todos los niños y niñas regresen a la escuela y que accedan a mejores sistemas educativos (…) Los gobiernos deben crear redes de seguridad social y sistemas sólidos de salud y nutrición, especialmente para los hogares más vulnerables”, agregó Martínez.

Si bien el panorama ya es preocupante, hay que agregarle que los niños, además de no aprender, están olvidando lo que ya sabían. Un informe publicado recientemente por el Banco Mundial reveló que la interrupción de clases presenciales por 10 meses, es decir, todo el calendario escolar, puede generar un retroceso en el aprendizaje de hasta un año. Por esta razón, cada vez más expertos piden que sea una prioridad la reapertura de instituciones educativas.

¿Qué sienten los profes?

La encuesta ‘Docencia durante la crisis sanitaria: La mirada de los docentes’ buscó analizar cómo se está adelantando la educación en casa, arrojando una conclusión preocupante: los profesores sienten que los alumnos no están aprendiendo. El 49 por ciento de los encuestados consideró que debido a la pandemia no están logrando que sus estudiantes aprendan lo necesario.

En el estudio participaron 3.176 docentes de colegios públicos y privados de Chile, a quienes se les indagó cómo se están abordando las clases a distancia producto del coronavirus.

En ese sentido, uno de los hallazgos es que solo un 9 por ciento de los profesores consideran que la mayoría de sus estudiantes cuentan con hábitos para estudiar de manera autónoma y el 75 por ciento piensa que sus alumnos y alumnas no poseen las habilidades necesarias para utilizar aplicaciones para estudiar a distancia.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/7-de-cada-10-ninos-y-ninas-estan-aprendiendo-poco-o-nada/202017/

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“La pobreza no puede determinar el destino de nadie”: experta internacional en educación

Avis Glaze ha asesorado a más de 50 gobiernos en diferentes países del mundo para reformar sus sistemas educativos. En la Cumbre Líderes por la Educación habló sobre lo principal que debe tenerse en cuenta a la hora de garantizar un sistema equitativo.

La excomisionada de Educación de Ontario, Avis Glaze, quien a lo largo de su carrera ha asesorado a diferentes jurisdicciones de países como Alemania, Canadá, Escocia entre otros, considera que, para mejorar los niveles de equidad en un sistema educativo, los gobiernos deben concentrarse en unos objetivos específicos y no intentar abarcar muchos frentes, pues terminarán alcanzando malos resultados en todos.

Si el problema es de recursos, Glaze asegura que dos elementos fundamentales en los que deben concentrarse son el mejoramiento de la efectividad educativa y el desarrollo de liderazgo en los directivos de los colegios. “Los rectores son responsables de sus escuelas y saben perfectamente lo que la comunidad necesita. Ellos solo quieren aprender cómo transformar sus entornos y en eso deben invertir los gobiernos”, dice.

 

 

Además, explica que es fundamental que las escuelas trabajen en la equidad, pues no se puede alcanzar la excelencia si aún persisten las brechas sociales y económicas. Tenemos que asegurarnos de que la pobreza no condicione el destino de un niño o una niña, ni debemos nunca subestimar su potencial. Ellos solo necesitan tener acompañamiento profesional para alcanzar todo lo que se proponen, agrega la experta en educación, para quien las bajas expectativas que históricamente han tenido los entornos más pobres se deben a que no han tenido modelos a seguir ni se han rodeado de personas que los motiven a conseguir un futuro diferente.

Allí, los profesores tienen un rol determinante. Por esto, Glaze considera que la formación que se le dé a los maestros debe ser personalizada, pues cada uno tiene una necesidad diferente. Algunos requerirán conocimientos sobre cómo mejorar los niveles de disciplina de sus estudiantes, otros sobre herramientas tecnológicas u otros sobre pedagogías para enseñar a escribir, a razonar o a argumentar, por poner algunos ejemplos. “Los profesores saben lo que saben y lo que no saben. Por eso hay que escucharlos para diseñar sus programas de capacitación”, asevera.

Por último, el otro elemento trascendental para mejorar los resultados educativos es ganarse la confianza pública de los padres y las comunidades en el sistema de educación. Los padres quieren ayudar a sus hijos y si se les involucra en su educación y en sus colegios, los resultados serán ampliamente mejores. Las estrategias para alcanzar ese objetivo son múltiples. Desde escuelas de padres, hasta festivales comunitarios en los entornos educativos. El caso, concluye, es que los padres se sientan comprometidos y quieran con convicción enviar a sus hijos a las escuelas públicas.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/la-pobreza-no-puede-determinar-el-destino-de-nadie/632841/

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Covid-19 en escuelas: qué tan peligroso es y otras preguntas para volver al aula

Por: Semana Educación

Cuándo y cómo reabrir las escuelas en tiempos de covid-19 es algo que, tarde o temprano, se debe debatir e implementar. Esto es lo que la ciencia ha aprendido en estos meses de pandemia.

La reapertura de escuelas es uno de los temas más debatidos a lo largo del mundo desde que la pandemia de covid-19 dejó a miles de millones de niños y adolescentes sin clases presenciales.

Solo en abril llegó a haber 194 países con los centros educativos cerrados. Eso afectó al 91 por ciento de los estudiantes de todo el mundo, según un artículo de Unicef publicado la semana pasada.

«Esto ha ocasionado una disrupción enorme en las vidas, el aprendizaje y el bienestar de los niños a nivel mundial», detalla el organismo internacional.

Pero la decisión de cómo y cuándo reabrir las escuelas, y si enviar o no a los niños, depende de numerosos factores a nivel nacional y local, así como de la realidad de cada núcleo familiar.

En América Latina, por ejemplo, Nicaragua es el único país que en ningún momento suspendió las clases presenciales, al tiempo que Uruguay es el único que logró implementar un regreso completo a las aulas.

Dado que varios países de la región se preparan para la reapertura o debaten la medida, puede resultar útil saber qué aprendió la ciencia en estos meses de pandemia sobre los riesgos de la vuelta a clases para la salud de los estudiantes, docentes y familiares.

¿Qué tan peligroso es el coronavirus para los niños?

«Los niños, incluidos los muy pequeños, pueden desarrollar covid-19», dice la Escuela de Medicina de Harvard con información actualizada al 4 de agosto.

Sin embargo, continúa, «muchos de ellos no presentan síntomas». «Aquellos que se enferman tienden a experimentar síntomas más leves, como fiebre baja, fatiga y tos. Algunos niños han tenido complicaciones graves, pero esto ha sido menos común», agrega.

Niña enferma
Aunque los niños no suelen desarrollar los síntomas más severos de la covid-19, sí puede ocurrir. Además, eso no impide que contraigan la enfermedad y la transmitan. Foto: Getty / BBC.

De acuerdo con un estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, la tasa acumulada de hospitalización pediátrica por covid-19 en el país fue de 8,0 por 100.000 habitantes entre el 1.º de marzo y el 25 de julio.

Dicha tasa «es baja en comparación con la de los adultos», que asciende a 164,5 por 100.000 habitantes, apuntan los investigadores en el estudio publicado la semana pasada.

Por otra parte, en estos meses de pandemia se han registrado casos de niños que desarrollaron un síndrome inflamatorio similar a la enfermedad de Kawasaki, cuyos síntomas incluyen fiebre, dolor abdominal, diarrea y erupciones cutáneas.

Según aclara el hospital infantil Great Ormond Street (Gosh) de Londres, centro pediátrico líder de Reino Unido, al 22 de julio este síndrome ha demostrado afectar «solo a una pequeña cantidad de niños».

Incluso agrega: «Todavía no sabemos con certeza si este nuevo síndrome inflamatorio está directamente relacionado con la covid-19».

¿Pueden los niños transmitir el coronavirus a adultos?

Una revisión de estudios globales publicada a finales de junio por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical y el Colegio Universitario (UCL), ambos de Londres, descubrió que los niños tenían aproximadamente la mitad de probabilidades de contraer covid-19 que los adultos, lo que significa que es menos probable que lo transmitan.

Distancia social en niños pequeños.
La distancia social en las aulas es fundamental, pero cuando son niños pequeños, la creatividad puede ayudar a recordarles cómo mantenerla. Foto: EPA.

Sin embargo, como los niños también son menos propensos a presentar síntomas, todavía es difícil determinar qué tanto propagan el coronavirus o incluso si son capaces de iniciar un brote.

Según un estudio publicado el mes pasado basado en el análisis de más de 5.700 personas infectadas en Corea del Sur y sus más de 59.000 contactos, los niños de hasta 9 años transmiten la enfermedad a adultos con una frecuencia menor (5,3 por ciento) al promedio de la población (11,8 por ciento).

En cambio, aquellos con edades entre 10 y 19 años transmiten el virus por encima del promedio (18,6 por ciento).

Por otra parte, estudios recientes de brotes en grupos familiares en China y los Alpes franceses han concluido, basándose en el rastreo de contactos, que es probable que los niños no hayan sido la fuente de ninguna de las infecciones registradas.

¿Pueden las escuelas convertirse en focos de coronavirus?

La reapertura de las escuelas no solo aumenta el contacto entre niños, sino también de docentes y personal del centro, además de los padres que llevan y traen a sus hijos.

Una maestra toma medidas para separar pupitres.
Las aulas en tiempos de covid-19 pueden no parecerse a las de antes, pero igual tienen enormes beneficios para los estudiantes y la comunidad. Foto: Getty / BBC.

En este sentido, el mencionado estudio de UCL y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres sugirió que, sin un seguimiento de contactos adecuado, la reapertura de las escuelas en Reino Unido prevista para septiembre contribuiría a una segunda ola de infección más grande que la primera.

Si bien en su proyección incluyeron el dato de que los niños tienen la mitad de capacidad infecciosa que los adultos, también utilizaron modelos que incorporan cuántos padres volverán al trabajo o reanudarán otras actividades con el retorno de sus hijos a las aulas.

Otro estudio publicado la semana pasada por la revista científica «The Lancet Child & Adolescent Health» sobre la reapertura de las escuelas en Australia afirma que estas no fueron un foco importante de infección por coronavirus.

Entre el 25 de enero y el 10 de abril, de un total de 7.700 escuelas analizadas, solo 25 registraron casos, es decir, menos del 1 por ciento.

No obstante, la situación más preocupante fue la de profesores y personal del centro educativo. Aunque equivalían a solo el 10 por ciento de la población escolar, representaron el 56 por ciento de los casos de covid-19 registrados en las escuelas.

Escolar uruguaya con mascarilla y usando alcohol en gel.
Los protocolos de regreso a las aulas deben incluir normas de higiene para estudiantes y funcionarios, así como para los salones. Foto: Getty / BBC.

Los investigadores afirman: «Nuestros hallazgos proporcionan evidencia de que la transmisión de SARS-CoV-2 (nombre técnico del nuevo coronavirus) en entornos educativos puede mantenerse en un nivel bajo en el contexto de una respuesta eficaz a la epidemia«.

«En aquellos lugares donde las medidas de mitigación de la pandemia resulten en un fuerte control de la enfermedad, anticipamos que las escuelas pueden mantenerse abiertas de manera segura, para el beneficio educativo, social y económico de la comunidad mientras nos adaptamos a vivir con covid-19», agregan.

En otra investigación publicada el mes pasado por las agencias de salud pública de Suecia y Finlandia también se llega a la conclusión de que las escuelas no se convirtieron en focos de contagio de covid-19.

Suecia y Finlandia adoptaron estrategias diferentes durante la pandemia. Los primeros siempre mantuvieron abiertas las escuelas primarias, mientras que los segundos cerraron todas las instituciones educativas de marzo a mayo.

El informe asegura que, aun así, los resultados fueron similares: bajo número de contagios en personas de 1 a 19 años, escasas hospitalizaciones en cuidados intensivos y ninguna muerte.

Por el contrario, una investigación publicada el mes pasado en la «Revista de la Asociación Médica Estadounidense» sugiere que los menores desempeñan un papel importante en la propagación de enfermedades respiratorias durante las pandemias.

Adolescentes de una secundaria uruguaya.
El riesgo que supone el regreso a clases no es igual cuando se habla de niños que de adolescentes, según estudios. Foto: Getty / BBC.

«Los niños son, en general, importantes transmisores de epidemias virales como la influenza, porque pasan largos periodos cerca de otros niños en las escuelas y durante las actividades físicas», afirman los autores.

Tras el cierre de escuelas en 50 estados de EE. UU. entre marzo y mayo, en promedio hubo una caída en el número de casos del 62 por ciento y del 58 por ciento en defunciones, aseguran los investigadores, quienes aclaran que otras medidas complementarias contribuyeron a estos porcentajes.

¿Qué medidas ayudan a una reapertura segura?

Los CDC tienen guías actualizadas a finales de julio sobre qué deben hacer las escuelas para reabrir y qué han de sopesar los padres al momento de decidir si enviar o no a sus hijos a clases.

Sobre los centros educativos, se mencionan estrategias en cuatro áreas clave para reducir la propagación de la enfermedad: la conducta (distanciamiento social, lavado de manos, uso de mascarillas), los ambientes (ventilación, limpieza y desinfección de superficies), el funcionamiento institucional (horarios escalonados, grupos pequeños de alumnos) y los protocolos para cuando alguien se enferme.

Los padres o tutores, por su parte, tienen que evaluar el riesgo particular de que ese niño y su familia contraigan covid-19, dicen los CDC.

En cualquier caso, se trata de una nueva fase dentro de la pandemia en la cual, antes o después, los gobiernos tendrán que avanzar y los padres deberán decidir aunque, de nuevo, no existan recetas universales e infalibles.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/que-tan-peligrosa-es-la-covid-19-en-ninos-y-otras-preguntas-para-volver-al-aula/693430

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«Por ahora, jardín no»: las razones para retirar a los niños

Por: Semana Educación

Cuatro mamás le cuentan a SEMANA por qué decidieron no continuar la educación de sus hijos con el jardín infantil. Así desarrollan ahora en casa el aprendizaje de sus pequeños. «El zoom no funcionaba», dicen.

Cada vez que comenzaba una clase virtual, Matías, de dos años, perdía el interés. Dejó de dibujar, de colorear, de animarse. Sus clases tenían una extensión de entre 30 minutos y una hora. Sin embargo, luego de unos segundos frente a la pantalla su atención desaparecía. Al principio, la modalidad de estudio desde su casa parecía un juego, una nueva aventura. Poco a poco, comenzó a convertirse en una situación tediosa.

Para Carolina Rojas, su mamá, el cambio fue evidente. “Los primeros días yo me arreglaba y lo alistaba para las clases. Me acuerdo que él estaba emocionado, así se le veía en su primera clase por ZoomLuego todo se complicó. Ya no le gustaba asistir. Se desmotivó, hubo incluso días en los que no se quería levantar de la cama”, cuenta.

Por momentos, Matías lograba concentrarse, sobretodo en su favorita:  la clase de música. En el tiempo restante de la jornada, su mamá estaba pendiente de sus actividades. “Yo estaba presente, ponía atención a lo que le decían los profesores, lo ayudaba a prender y apagar el micrófono y así. Pero esto es difícil cuando uno también tiene que trabajar”.

Después de intentar distintas modalidades para que su hijo disfrutara de sus clases virtuales, Carolina decidió contar a su familia lo que estaba experimentando con su hijo. “Me acuerdo mucho de las palabras de mi mamá. Ella me dijo: Carolina no hay que forzarlo. Uno quiere siempre que sus hijos sean mejores que uno. Una pausa no está mal, tiene tres años, puedo ingresar de nuevo al jardín en unos meses. Mi esposo y yo veníamos contemplando esa opción, entonces decidimos no matricularlo por ahora”.

“Yo hablé con algunas mamás y me di cuenta que eran todos. No querían conectarse, ellos querían ir al jardín y jugar con sus amigos”, dice Carolina. Foto: Guillermo Torres.

Lo que vivió Carolina no es una situación atípica. Por la pandemia, los espacios físicos tuvieron que transformarse en aulas virtuales. Este cambio generó un torbellino para los padres de familia que han sopesado retirar a sus hijos de los jardines. Si para las instituciones de educación superior esta modalidad de educación ha generado discordia entre las directivas, maestros y padres de familia desde la suspensión de las clases presenciales el 16 de marzo, para los jardines infantiles supuso un reto mayúsculo, pues los más pequeños no tienen noción de la virtualidad y están acostumbrados a interactuar con sus iguales y con su entorno de forma activa.

Katherine Pimienta, mamá de Paulina, una niña de dos años, también decidió retirar a su pequeña del jardín. Para ella se trató de una decisión compleja, pues su hija aprendió en cantidad el mes que alcanzó a estar en la institución. “El jardín era calendario B. Ella ingresó la última semana de enero y, bueno, en marzo vino el sacudón que fue la pandemia. Fue poco tiempo, pero mi hija avanzó mucho en su desarrollo psicosocial”, dice.

“Yo estoy preocupada por el desarrollo de mi hija. Ella mostró un gran avance en poco tiempo. Ella está en etapa de exploración. Aunque es muy chiquita, el desarrollo psicosocial y los conocimientos que hubiera podido adquirir si hubiera continuado en el jardín, me tienen angustiada”, dice. Foto: cortesía.

Las razones, al igual que Carolina, se relacionan directamente con la interacción de su hija con la virtualidad. “Si a veces para un estudiante de bachillerato o de universidad es difícil, imagínate para un niño de dos años. Recibíamos guías y actividades, pero Paulina estaba pendiente unos diez minutos como máximo”, describe.

En el jardín, según comenta, el panorama económico no es positivo. “Muchos papás empezaron a tener situaciones económicas difíciles, más que todo los que tenían varios hijos en la institución. Se lo manifestamos al jardín. Ellos pusieron de su parte e hicieron un descuento. De hecho, con varios padres de familia intentamos llegar a un acuerdo de pago, para que tuvieran flujo de caja, con la garantía de que nos tuvieran en cuenta para el regreso. Esto fue difícil, porque como ellos nos manifestaron, ellos al igual que nosotros no pueden asegurar nada porque estamos a la incertidumbre de lo que pasará”.

Por lo pronto, Katherine utiliza la tecnología para que su hija pueda aprender algunas cosas. En su hogar, dedican algunos espacios a la lectura y la pintura. Asimismo, está intentando dialogar con algunas personas para conocer más acerca del homeschooling. “Quiero también mirar la posibilidad del acompañamiento de un profesor, de un profesional. En este momento uno estima mucho más el valor que pagaba al jardín. Dicen que la mejor herencia que le puede uno dejar a los hijos es la educación y, en estos tiempos tan inciertos, lo comprobé aún más”, cuenta.

Esta opción, en medio de la pandemia, también ha sido sopesada por María Paulina González. “A mi hijo, que estaba en transición, lo desescolarizamos y estamos buscando opciones de colegios que tengan licencias para el trabajo en línea”. Antes de la pandemia, Paulina había retirado a su hijo del jardín por un inconveniente con la institución educativa. Cuando apareció el coronavirus, la idea de la educación en el hogar empezó a interesarle.

Por problemas con la institución educativa, María Paulina retiró a su hijo del colegio. Hoy, la mejor forma de que él aprenda es a través de la educación en el hogar. Foto: Karen Salamanca.

Estos no han sido los únicos factores que han motivado a los padres de familia a retirar a sus hijos. Para Isabel Satine, mamá de Franchesco, un niño de dos años, los protocolos de seguridad para hacerle frente al virus son muy difíciles de aplicar y controlar en niños pequeños, por lo que enviarlo al jardín, que planea desarrollar una jornada semipresencial con asistencia de dos días a la semana, no es una opción. “Ellos nos dicen que todo depende de las decisiones desde el gobierno y la alcaldía. Pero la verdad a mí me da miedo. Hablan del uso del tapabocas, pero es muy difícil que ellos lo usen. Además de que ya se ha dicho que se pueden asfixiar. Nos han dicho que sus primeros años son muy importantes para su desarrollo, pero para mí realmente vale mucho más la vida de él, de nuestra familia”.

«En mis planes no estaba que entrara de forma presencial, me daba pavor», dice Isabel Satine. Foto: Karen Salamanca.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.semana.com/educacion/articulo/padres-contemplan-retirar-a-sus-hijos-de-los-jardines–colombia-coronavirus/682154

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