Por: Rolando Ísita Tornell
Es triste, lamentable y deleznable el clasismo, racismo y desprecio por el prójimo exultante que han desatado quienes se ven amenazados por los posibles y necesarios cambios para sacar al país en el innecesario estado en el que se encuentra, y que tienen nombres los que lo han propiciado con una visión única e inflexible del desarrollo.
Todo ello refleja varios temas a reflexionar y modificar. Uno de ellos es una verdadera reforma a la educación pública y privada en sus contenidos, no sólo en las relaciones laborales de los docentes y las instituciones, y en ambos lados de esa relación.
A partir de los conocimientos científicos más avanzados en arqueología, paleontología, biología, genética, lingüística, no existe ningún argumento que sostenga que unos humanos son mejores o más dotados que otros por el color de su piel, su devenir étnico, su lengua o por su género, porque el origen común está en África, con tres grandes migraciones que alcanzaron la mayor parte del planeta.
La genética ha echado por tierra las creencias en la “pureza”, el portador de la piel más clara y la cabellera más rubia puede tener algún gene indígena de sus ancestros, o lingüísticamente quien diga “ansina” por decir “asimismo” usa un español antiguo y originario. Usar lo contrario para descalificar denota ignorancia avanzada, el tipo de contenidos en su educación y su incapacidad para regir destinos de nadie.
La falsedad más grande que se haya diseñado por mente humana perversa, desde la perspectiva de la conservación de la energía o de su transformación indistinta materia-energía, son la “plusvalía” y “el interés simple y compuesto”, estos últimos en el papel son juego divertido que se cumple; en la vida real, humana, esos conceptos son un robo legal permitido, legislado y por lo tanto modificable.
La trasformación de los recursos naturales en materiales, productos y mercancías que impactan en los mejores niveles y calidad de vida de la sociedad, desde el Neolítico, ha sido, es y será un universo inabarcable de creatividad, del progreso de la ciencia (como dice nuestro Artículo 3° Constitucional), de tal modo que quien afirme que sólo hay un camino (éste o el desastre) está mintiendo descaradamente o, peor, es ignorante e incapacitado para conducir los destinos de una sociedad, de un país.
Las creencias son lo contrario a los conocimientos, las fobias son miedos patológicos inconsistentes con la realidad, los dogmas son revelaciones de deidades imaginarias incompatibles con la realidad, las profecías apocalípticas eran dones sobrenaturales que suponían futuros, muy arraigados en el oscurantismo medieval, que se fueron a la tumba con Nostradamus en 1566 y el Renacimiento mandó al museo junto a la rueca, prevaleciendo la ciencia. En el México de hoy, todos estos son la causa de su atraso y desastre.
Fuente: http://www.elvigia.net/columnas/2018/5/7/pensamiento-crtico-analtico-atraso-desastre-302976.html