Enseñar a pensar: el aprendizaje del futuro

16 de noviembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: Rosa Vásquez

Probablemente, todos los educadores coincidiríamos en el hecho que los contenidos que transmitimos con afán a nuestros alumnos son cada vez más inciertos. Nos enfrentamos a un cambio económico, tecnológico y, por supuesto, social. Las profesiones y oficios de antaño desaparecen eclipsados por nuevos perfiles profesionales que no podíamos ni soñar. En este contexto debemos preguntarnos: ¿qué tenemos que enseñar?, ¿qué necesita saber un alumno para incorporarse con éxito a la sociedad?

Nuestro fin debería ser formar personas competentes, capaces de movilizar conjuntamente“habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento” (OCDE, 2000). Un reto formidable. Podemos observar que los conocimientos solo son una pequeña porción de este objetivo, por tanto, debemos de fijarnos unas metas encaminadas a consolidar facultades como la atención, la memoria o la concentración, es decir, proporcionar estrategias facilitadoras del estudio.

El aprendizaje fundamental debe ser enseñar a aprender, es decir, enseñar a pensar de forma estructurada: qué tenemos que aprender, cómo tenemos que hacerlo y en qué fase de este proceso nos encontramos. Quizás alguno de nuestros lectores puede estar preguntándose: ¿enseñar a pensar? ¿Pensar no es una actividad natural? Les propongo que resuelvan este sencillo problema: Un bate de beisbol y una pelota  valen 1,10 euros. Si el bate cuesta un euro más que la pelota, ¿cuál es el precio de la pelota? Un 50% de los alumnos de Harvard fallaron la respuesta. ¿Y ustedes? Les sugiero que se aseguren en este enlace.

Habrán observado que el pensamiento automático no es siempre el más eficaz. Por tanto, es un valor de futuro enseñar a pensar de forma estructurada, instruir en la importancia de la  autoregulación para conseguir un aprendizaje más eficaz y duradero.

Vamos a detallar algunas sencillas estrategias:

  1. Fomentar la autoestima del alumnado: solo si el alumno cree que puede desarrollarse académicamente y alcanzar los objetivos marcados, será capaz de enfrentarse al aprendizaje con garantías de éxito.
  2. La motivación (a poder ser intrínseca): los alumnos tienen que desear aprender, tienen que estar dispuestos a esforzarse para conseguir un objetivo.
  3. La emoción: solo si hay emoción puede haber aprendizaje, según nos demuestran los últimos avances de la neurociencia.
  4. La clarificación terminológica: asegurarnos que las palabras que usamos en clase tienen para los alumnos el mismo significado que para nosotros.
  5. La metacognición: es la reflexión sobre el proceso de aprendizaje y la mejor forma de aprender. Se basa en la capacidad de reconocer el objetivo (qué aprender), planificar el método necesario (como hacerlo), aplicarlo, comprobar su eficacia, y validarlo como estrategia útil. Algunos métodos para desarrollar esta competencia pueden ser:
    1. Bases de orientación: resumen de los pasos que tenemos que seguir para resolver un problema o actividad.
    2. Rúbrica: tabla con doble entrada que permite pautar la tarea a resolver y, por otra parte, graduar el nivel de aprendizaje. Podemos acceder fácilmente a bancos o  a generadores de rúbricas, como Rubistar.
    3. La autoevaluación y coevaluación, mediante las cuales los alumnos toman conciencia de sus aciertos y de sus errores.

Construir un sólido esquema cognitivo es la mejor destreza que podemos proporcionar a nuestros alumnos. El conocimiento no tiene fin, debemos entrenarles para que no desfallezcan en este largo trayecto.

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/ensenar-a-pensar-el-aprendizaje-del-futuro/

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¿Somos competentes?

19 de octubre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: Rosa Vázquez

Desde hace ya algún tiempo, cada vez más, se promueve un aprendizaje basado en las competencias. Por desgracia, estas competencias se han venido a llamar básicas, lo que ha suscitado un cierto desdén en algunos sectores de la comunidad educativa ya que el concepto “básicas” está muy alejado del “nivel” que algunos docentes desean impartir a su alumnado. Alumnado que es capaz de memorizar, resolver ejercicios de forma mecánica y aprobar exámenes, ahora bien ¿Estamos seguros que estos mismos alumnos/as saben qué hacer con este conocimiento? ¿Son capaces de movilizarlo cuando es necesario para que sea útil? Yo creo que no, pero esta es una opinión muy personal que alguno de ustedes puede poner en duda. Les pondré un ejemplo: .

En el fondo, enseñar a ser competentes no es tan complicado como podría parecer, se trata de incorporar algunos cambios a la forma tradicional de enseñar. En primer lugar, deberíamos asegurarnos que se trata de un aprendizaje funcional, de esta forma potenciamos su capacidad de resolver problemas reales en contextos diversos, es decir, les mostramos cómo pensar de forma integrada. Debemos pautarles el proceso: planificar cualquier actividad antes de empezar, valorar la eficacia de este planteamiento y comprobar si los resultados son satisfactorios…, para lo cual tenemos diferentes estrategias a nuestro servicio: las bases de orientación, las rutinas de pensamiento, las rúbricas…

A nivel metodológico, tendríamos que modificar el tipo de actividades que planteamos a nuestros alumnos, priorizando las tareas productivas frente a las más habituales reproductivas. No se trata de enseñar a repetir, muchas veces mecánicamente, la respuesta adecuada, si no de dar espacio a la creatividad y consciencia del aprendizaje con actividades abiertasque, a ser posible, permitan más de un tipo de respuesta o, por lo menos, de formas de llegar a ella. Por último, en nuestra labor docente tenemos que esforzarnos en fomentar el aprendizaje inductivo que genere conflicto cognitivo movilizando la atención y actividad mental de nuestros pupilos.

Resumiendo, se trata de:

  1. Plantear situaciones cercanas al alumno, significativas y funcionales, que faciliten la implicación y, por tanto, la motivación.
  2. Buscar actividades que no impliquen reproducir conceptos, sino que faciliten la aplicación a nuevos contextos.
  3. Fomentar la incorporación de conocimientos provenientes de diferentes áreas de aprendizaje.
  4. Formular preguntas que permitan diferentes tipos de respuesta y que se correspondan con el nivel evolutivo del alumnado. E incluso mejor, proporcionar la respuesta y pedir que sea el alumno el que elabore la pregunta: actividad cognitivamente mucho más compleja.
  5. Potenciar el método inductivo como estrategia de aprendizaje. Elaborar buenas preguntas más que proporcionar mucha información.
  6. Entender cómo razona el alumno, cuáles son sus estrategias de aprendizaje, para poder identificar la causa que subyace en sus dificultades.
  7. Priorizar la reflexión, el espíritu crítico, para que el alumno sea consciente de su aprendizaje y sepa cómo utilizarlo cuando lo necesite en su vida cotidiana.  Lo que implica autonomía y capacidad de autorregulación.

Como hemos estado viendo, se trata de conseguir una pericia dúctil, es decir, que sean capaces de utilizar los conocimientos aprendidos en contextos cotidianos de forma pragmática. No se trata pues de repetir la información aprendida en las aulas, sino de conseguir la transferencia del aprendizaje. Que este saber no se deposite en compartimientos estancos delimitados por las áreas de aprendizaje, sino que se mezcle, se interrelacione, sea útil para vivir y generar nuevo conocimiento.

Y como docentes podremos sentirnos satisfechos al pensar que ninguno de nuestros alumnos podría formar parte jamás del equipo de construcción del puente sobre el rio Cau Cau.

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/somos-competentes/

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