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En Honduras: Carta pública de un padre de familia: «Perdamos un periodo, pero no perdamos la universidad pública para siempre»

Ante la toma de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras por los estudiantes contra planes neoliberales de privatizarla

Por Milson Salgado
Rebelión

Soy un padre de familia que tiene dos hijas estudiando en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Una Estudia la carrera de derecho y la otra se decidió por estudiar la carrera de lenguas extranjeras. Ellas no se han podido incorporar a las acciones estudiantiles de protesta porque viven alejadas de la ciudad, pero me han dicho que prefieren perder un período académico a perder para siempre la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, que de paso se convertiría de un espacio público abierto para pobres, ricos y clase media en un lugar reservado exclusivamente para las élites, y para darle legitimidad a la cultura dominante y excluyente con la consiguiente desconstrucción del lenguaje, de los dispositivos de manipulación masiva, y de la lógica de la convivencia social y humana para justificar la segregación académica.

Para nadie es desconocido que los éxitos escolares se obtienen según la clase social de que provengan los estudiantes, y esto está dado en función del acervo cultural que éstos posean y de relación continua que tengan con la cultura dominante de las clases altas, cuyos intereses son los que al final de cuentas se siguen reproduciendo curricularmente en el mundo pretendidamente neutral de la academia. Ello sin eludir casos excepcionales de capacidades individuales, esfuerzos sociales y familiares que trascienden los estándares de marginalidad.

Las actuales normas académicas que mandan al mundo de la deserción universitaria a un gran número de estudiantes se cimentan en enfoques naturalistas, y atribuyen el éxito o el fracaso académico a desigualdades naturales y a dotes que ha concedido en forma desigual la madre naturaleza. Con esa perspectiva reduccionista se busca justificar los postulados de la igualdad formal de todos los alumnos, soslayando de manera deliberada las desigualdades sociales que son las que al final explican el éxito de los más aptos, y la adaptación cada vez más lenta de los que han tenido poco contacto con la cultura dominante, que marca el paso curricular de la academia defendida por profesionales del sofismo, quienes les confieren cualidades asépticas y procuran despojarla de enfoques interpretativos con sesgo.

A la luz de estos presupuestos, es entendible acaso que los hijos de clase social alta tengan más ventaja en la universidad, porque ellos ya están inmersos desde su entrada en ella en la cultura dominante. Al contrario los hijos de clases dominadas sufren un proceso de aculturación a una cultura distinta a la suya propia, lo que les exige un esfuerzo de adaptación y asimilación arduos que no alcanzan los plazos temporales en que se suscita su expulsión universitaria. La cultura de las élites está tan cerca de la cultura de la academia que el alumno que procede de un medio campesino u obrero no puede adquirirla sino a base de un esfuerzo continuado, mientras que a un alumno de clase culta le vienen dados por su posición social. De modo que para unos, el aprendizaje de la cultura de la élite es una verdadera conquista que se paga a un precio muy alto como el de tener que abandonar la universidad como pasa con las actuales normas académicas que al perderse tres clases tienes que abandonar la Universidad, mientras que, para otros, constituye una herencia que comporta, al mismo tiempo, la facilidad y las tentaciones de la facilidad (Bourdieu y Passeron, 2011 pág., 51). Hay una evidente afinidad entre la cultura académica y la cultura de la clase alta” (Bourdieu y Passeron, 2011 pág. 109).

Estas verdades sociológicas que han sido objetos de estudios en investigaciones cualitativas y cuantitativas y descritas en tablas y análisis estadísticos, han creado las bases de la Universidad pública en el sentido de que la institucionalidad universitaria debe estar al servicio de la adaptación de los que menos han tenido la oportunidad de adaptarse a los enfoques clasistas de una academia que no ha sabido librarse de su connatural elitismo, y por ello, los que han sabido percibir ese fenómeno social como autoridades universitarias pasadas, han dispensado espacios de tolerancia para tratar en un plano de igualdad a los desiguales. Sin embargo, la recurrencia a la calidad académica por la calidad académica misma, importando un bledo el destino de los estudiantes, clarifica la intencionalidad de crear las condiciones objetivas para transitar de la universidad pública a la Universidad privada donde se aplican criterios de competencia, y en una perspectiva darwiniana, solamente sobreviven los más aptos y se le rinde honores al éxito personal y a la mercantilización de la educación.

El ejercito de excluidos con normas académicas que castigan y criminalizan el origen social de los estudiantes, si pretenden coronar una carrera universitaria tendrán que buscar una universidad privada, y la Universidad Nacional Autónoma se convierte de facto en el olimpo de las élites peripatéticas que acortan las inversiones sociales y cumplen con las exigencias de los organismos internacionales de crédito, y de paso se abre la posibilidad para el incremento de las tarifas estudiantiles que ya fueron aprobadas sin agotar consensos democráticos. De manera pues que los planes educativos y la misma carga curricular no enseñan el funcionamiento de la sociedad misma. Sino más bien la cultura de un grupo o una clase social determinada que ocupa una posición de poder en la sociedad. Ese sistema educativo reproduce las relaciones estructurales de la sociedad, y las relaciones de fuerza entre las diferentes clases sociales.

La educación, por tanto, cumple varios cometidos, una función cultural al inculcar, transmitir y conservar la cultura dominante: hace cotidianamente aceptable la cultura universitaria, codifica, homogeneíza y sistematiza el mensaje educativo y a quien lo transmite. Tiene también una función social, al reproducir la estructura social y sus relaciones de clase. Y además posee una función ideológica, al enmascarar esa función social bajo la apariencia de ser autónoma, independiente y neutral; y cuanto mejor aparente esto la educación, mejor realiza esas funciones.Y todo ello se suscita en última instancia, de la mano del agente que es el catedrático, del cual el sistema educación se asegura de que ponga todos sus recursos y celo al servicio de su función de inculcación, al concederle la delegación de la autoridad institucional de la educación.

El catedrático ejerce sus funciones mediante sus acciones pedagógicas, pero ellas están controladas por las clases dominantes, puesto que se instrumentalizan para adoctrinar la arbitrariedad cultural; por ello, ellas son medios de dominación y de reproducción. De esta maneta poder y cultura firman un pacto para reproducirse en el tiempo y en el espacio. Por lo que toda acción pedagógica se convierte ineludiblemente en una violencia simbólica.

Ahora la reacción que se produce en la persona cuando interioriza los principios de esa arbitrariedad cultural, son hábitos, prácticas intelectuales, morales y laborales, que perpetúan el poder social. La institucionalidad secuestrada selecciona y legitima ese sistema de hábitos y prácticas sociales impuestos por una clase, y bajo el discurso manido de la academia aséptica presenta unos valores y normas culturales de clase como si éstas fueran universales.

Contra todos esta axiología de falsos valores se han enfrentado los estudiantes, y han desenmascarado los planes tenebrosos que buscan con olores de modernidad despojarlos de la educación pública y gratuita de la que siempre habían gozado, y que en la lógica de las privatizaciones del actual gobierno, el turno tocó las puertas a la educación, pero los estudiantes han plantado la cara frente a las pretendidas movidas hegemónicas, y han estado a la altura de la valentía y de la heroicidad en el mero epicentro de un sistema dictatorial y represivo, y sobre todo, han puesto en peligro sus vidas para salvar con su imaginación y su erudición precoz el futuro de millones de hondureños.

Ante este panorama desolador, comprendemos y levantamos banderas de solidaridad y admiración ante las inteligentes propuestas de dialogo que hacen los estudiantes a las autoridades universitarias, al relacionar la falta de integración estudiantil en la conformación del gobierno universitario, y en la nula y deliberada ausencia de comprensión cultural y el carácter impositivo de las normas académicas que bajo enfoques neoliberales pretenden arrebatarnos la universidad pública, y llevarla mansamente al redil bobalicón de la universidad privada, donde el debate se anula, el pensamiento se uniforma, la democracia es un grito soslayado para unos pocos ingenuos y el elitismo cultural estampa su huella para segregar la educación, y librarla de ese ejercito asqueroso de pobres que en este espacio asignado por la providencia de los que hipotecan el país entero no se les quiere dar ninguna cabida.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214084

Imagen tomada de: http://i1.wp.com/www.tn8.tv/wp-content/uploads/2016/06/uni-1-b.jpg?fit=700%2C500

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Escuelas pequeñas, escuelas del futuro

Por: Rosa Maria Torres
Es frecuente la pregunta sobre el tamaño del aula (el grupo de alumnos en el aula); mucho menos frecuente es la pregunta sobre el tamaño de la escuela. En el primer caso, se sabe – o asume – que las aulas con grupos pequeños son mejores que las aulas con grupos numerosos. El sentido común indica que si el profesor o profesora debe lidiar con grupos grandes, enseñar se vuelva tarea cuesta arriba y se reducen considerablemente las posibilidades de dar atención individual a los alumnos.

¿Cuál es el tamaño ideal de una escuela, en el campo y en la ciudad? Muchos ni siquiera se hacen la pregunta. Sigue pesando la idea del plantel – generalmente urbano – que muchos tenemos en la mente y en la propia experiencia: plantel grande, aulas alineadas a lo largo de corredores, espacios diferenciados para cada actividad, paredes dividiendo los espacios, mucho cemento …

En varios países de América Latina – Ecuador, Colombia, Perú, República Dominicana, para mencionar algunos – el plantel grande es el modelo que sigue primando en las nuevas construcciones escolares, no solo en zonas urbanas sino también semi-rurales y rurales. En el Ecuador, a la par que se construyen las llamadas Unidades Educativas del Milenio – megaplanteles adoptados como modelo escolar a nivel nacional, operando con dos turnos diarios, muchos con más de 1.500 y hasta más de 2.000 estudiantes de todas las edades – se viene cerrando las escuelas pequeñas: comunitarias, unidocentes, interculturales bilingües, alternativas.

Lo cierto es que el modelo convencional de la escuela grande está cuestionado. Crece un movimiento en favor de las escuelas pequeñas (no más de 300, 500 alumnos). La escuela del futuro, las escuelas concretas que vienen marcando tendencias innovadoras en el mundo, son más bien escuelas pequeñas.

El clima escolar, factor clave en la calidad de la enseñanza y de los aprendizajes, como viene destacando entre otros el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) en sucesivos estudios, tiene que ver no solo con el clima en el aula sino con el clima en la escuela. En dicho clima escolar ocupa un lugar central la calidad de las relaciones entre profesores y alumnos: respeto, confianza, empatía, cordialidad, afecto, interacción, colaboración, ausencia de miedo, de acoso, de castigo. Inciden también las condiciones y características (físicas, funcionales, estéticas, pedagógicas) del aula y de la escuela.

Small schools

Una escuela pequeña se parece a una comunidad real, una comunidad en la que todos se conocen o pueden llegar a conocerse cara a cara: alumnos, profesores, autoridades, padres de familia. Eso ayuda a desarrollar sentido de pertenencia, de cercanía, de confianza. Eso favorece la posibilidad de la enseñanza personalizada, que identifica idiosincracias, intereses y talentos, y pone en marcha estrategias y planes diferenciados de enseñanza y de aprendizaje.

La escuela pequeña facilita la inclusión, el control del bullying, la inserción comunitaria, la transformación de la escuela en una comunidad de aprendizaje. La escuela pequeña cercana al hogar reduce el tiempo de transporte, alivia tensiones familiares y permite mayor autonomía a los estudiantes. Estudios muestran una relación entre escuela pequeña, mejores aprendizajes y satisfacción escolar sobre todo en comunidades y sectores pobres. Muestran, asimismo, un incremento de la violencia a medida que se amplía el número de alumnos; si son de edades muy diversas, ésta es una condición favorable para que florezca el bullying, el abuso de los más chicos por parte de los más grandes. Una escuela pequeña implica costos menores que una escuela grande – de construcción, de equipamiento, de mantenimiento – y permite fáciles readecuaciones en la marcha.

La escuela pequeña ha sido una realidad histórica en las zonas rurales y es hoy una posibilidad cada vez más real y deseada en zonas urbanas.

Viene reduciéndose la necesidad de espacios específicos para cada función dentro de la escuela: el laboratorio informático, la biblioteca, la sala de juegos, el comedor. Los laboratorios informáticos van pasando de moda, a medida que avanza la tecnología y se vuelve ella también más pequeña, más accesible y portátil. Las computadoras se integran al aula; ya no se aíslan, como en el pasado, en un espacio reservado para «la hora de computación». Los libros pueden estar a mano, en cada aula, y toda la escuela pensarse como un gran espacio de lectura. La creciente flexibilidad y versatilidad del espacio interior permite integrar espacios de uso múltiple, incluyendo el espacio para leer, para jugar, para hacer actividades artísticas, para comer, para dormir. El espacio exterior – el barrio, la comunidad, un parque, un huerto, una cancha deportiva, etc. – es incorporado como extensión de la escuela, espacio para el aprendizaje, el juego, el esparcimiento.

En la educación primaria o básica, la práctica más generalizada sigue siendo un profesor o profesora para todas las materias (en algunos casos puede ser necesario contar con profesores específicos para idiomas, música, arte, educación física, computación u otros). Se recomienda – Finlandia lo hace  – mantener el mismo profesor o profesora a lo largo de toda la educación básica, a fin de preservar los lazos de confianza y conocimiento mutuo.

Dos ejemplos contemporáneos del movimiento hacia la escuela pequeña, ambos en Estados Unidos, uno recuperado del pasado y otro creándose en el presente.

AltSchool

«AltSchool prepara a los estudiantes para el futuro a través de experiencias de aprendizaje personalizado en comunidades micro-escolares».

El proyecto AltSchool arrancó en 2012 en SanFrancisco y viene extendiéndose a otras ciudades de EE.UU. Las micro-escuelas tienen entre 80 y 150 estudiantes, organizados en aulas multi-edad (diversas edades). El número de estudiantes por profesor en cada aula es muy bajo. El tamaño pequeño del aula y de la escuela, así como el uso de tecnologías y de pedagogías alternativas, confluyen en un modelo de enseñanza personalizada y flexible, adaptable a las necesidades tanto de los estudiantes como de los profesores y de los padres de familia. Las escuelas se organizan en red.

Madelry Bay Country Modern One-Room School in Cody

One-Room Schools

Las «escuelas de una sola habitación» están en los orígenes del sistema escolar en Estados Unidos y en otros países. Muchas funcionan todavía, sobre todo en zonas rurales, como escuelas multigrado (un profesor para todos los grados).

Lejos de ser considerado un modelo obsoleto, anclado en el pasado, hoy hay quienes están viendo en estas escuelas la posibilidad de reactivar, en el siglo 21 y con nuevas condiciones, virtudes de esas escuelas pequeñas, cercanas al hogar, integradoras de las familias y de la comunidad.

*Articulo tomado de: http://otra-educacion.blogspot.com/2015/08/escuelas-pequenas-escuelas-del-futuro.html

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Ideología de género

Por: Frei Betto

“Hay más cosas entre el cielo y la Tierra de lo que supone nuestra vana filosofía”, afirmó Shakespeare. En la versión brasileña del barón de Itararé: “hay muchas cosas en el aire, además de los aviones de carrera”.

Eso es aplicable a la sexualidad posmoderna. Aunque seamos todos, por nacimiento, del sexo masculino o femenino (o hermafrodita), hay más géneros sexuales que la hetero y la homosexualidad.

La homosexualidad hoy día es considerada por la mayoría de países de Occidente y aún por la Iglesia Católica una tendencia natural del ser humano. Fue sacada de la lista de las enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud en 1993 y en el Brasil del Consejo Federal de Psicología. Aunque algunos evangélicos insistan en calificarla de “diabólica” y prescriban la “sanación gay”…

Hace poco trabajé el tema con educadores de la Red Azul en São Paulo, que congrega a una decena de escuelas. Y hubo quien enumeró más de cincuenta géneros sexuales, además de transexuales, bisexuales, HSH, etc.

Cuando se habla de ideología de género se da la impresión de que ese concepto se fragua en una mente pornográfica, sin reflejar la realidad. Ciertos padres y profesores se hacen la idea de que creen en la heterosexualidad de sus jóvenes, dejándolos a la deriva en prácticas sexuales encubiertas antaño por el moralismo, el tabú o el prejuicio.

La familia y la escuela suelen guardar silencio cuando se trata de temas radicales (de raíz) de la vida, como sexo, dolor, muerte, fracaso, ruptura conyugal, carencia, etc. Y no raramente dan educación sexual como meras informaciones de higiene corporal para evitar enfermedades de transmisión sexual. Pero sin abordar lo fundamental: la constitución del amor como vínculo afectivo y efectivo.

Los nacidos en el siglo 21 se inician en la vida sexual a una edad más precoz que las generaciones del siglo 20. Y hay niñas que se acuestan con niñas, niños con niños, sin que eso necesariamente exprese una identidad sexual. “Quedar”, “follar”, rotación de parejas, a banalizar el sexo, practicado como si fuera un mero deporte agradable, sin el peso de la culpa o compromiso emocional para imponérselo como proyecto de vida en común.

Varios factores contribuyen a esa revolución sexual: la indiferencia religiosa o la espiritualidad desprovista de la noción de pecado; la erotización de la cultura hedonista y consumista del neoliberalismo (fíjese en las vallas publicitarias y en programas como Gran Hermano y Pánico en la TV); el fin de la censura (cualquier adolescente puede ver todo tipo de pornografía en internet) y la vieja moral burguesa que privatiza las buenas costumbres y publicita la degradación de la mujer (el mismo empresario que prohíbe a su hija usar ropas insinuantes patrocina el programa o el anuncio en el que la mujer es reducida a objeto de deleite machista).

¿Qué se puede hacer? ¿Permitir una libertad general, con todos los peligros de enfermedades y de embarazos indeseados? ¿Rescatar el moralismo, volver a rememorar el fuego del infierno y estimular la homofobia y el genocidio de LBGTodos?

Hay que ir al punto medular de la cuestión: formar la subjetividad. El joven que se droga clama: “No soporto esta realidad. ¡Quiero ser amado!” La joven que se acuesta con diversos hombres grita: “¡Quiero ser feliz!” Sin embargo nadie les dice que la felicidad no es el resultado de la suma de placeres. Es un estado de espíritu del cual se disfruta incluso en situaciones adversas. Y requiere algo que los jóvenes buscan intensamente sin encontrar quién se lo ofrezca: espiritualidad, como apertura a una doble relación: amorosa (una persona, una causa, un proyecto de vida) y a la transcendencia. No confundirla con la religión. Ésta es la institucionalización de la espiritualidad, como la familia lo es del amor.

Pretender evitar la promiscuidad sexual de los jóvenes sin educación de la subjetividad (y hay excelentes herramientas para ello, como películas, novelas y poesía) es esperar que alguien sea honesto sin estar impregnado de valores éticos.

*Articulo tomado de: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/03/09/ideologia-de-genero/#.V3cONdLhDcs

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Des-arma la “Tele”: Las armas con que juegan los niños las compran los adultos

Por: Fernando Buen Abad

Esto no es una meditación puramente filantrópica ni un gesto humanitario para quedar bien con los esnobismos de ocasión. Esto es una iniciativa para un movimiento político urgente empeñado en hacer visible una de las mayores amenazas contra la especie humana, en particular contra niñas y niños, que se infiltra en nuestras vidas, incluso disfrazada de “entretenimiento”. Y nos llega por la “tele”. El fetichismo de la mercancía bélica.

Se suma ésta iniciativa a las muchas que ya existen no sólo para engrosar filas sino también para engrosar debates… internos y externos. El mapa ideológico de las muy diversas luchas por el desarme, especialmente por el desarme en y desde los medios de comunicación (usados ellos mismos como armas de propaganda macabra), oscila entre moralinas burguesas para nutrir organizaciones de élite y frentes sociales en los que se entiende con perfección la monstruosidad de las industrias de la guerra (que son la actividad económica más grande del planeta) empeñadas en dominar también la subjetividad de niños y niñas. Videojuegos, pistolitas, metralletas, granadas, bombas y lanzallamas. Counter Strike, Grand Theft auto, Call of Duty.

No hay escapatoria. Eso de usar la televisión (u otros medios concomitantes) como plataforma de seducción para que nuestros hijos consuman el ilusionismo morboso de las armas y todas sus parafernalias bélicas es una monstruosidad. Aunque sea muy “divertido”. Es una monstruosidad que recorre todas las escalas delincuenciales y todas las violaciones posibles a los derechos fundamentales de los niños y las niñas (y de sus madres y padres). Es una monstruosidad que se ha naturalizado en las pantallas de televisión y en los “juegos” tanto como en los supermercados, las escuelas y los centros comerciales de todo el mundo. Monstruosidad de la violencia más irracional que se desliza con disfraces lúdicos y de aventuras heroicas tanto por su objetivación cruda en las imitaciones de armas como en las destrezas criminales para que jueguen las niñas y los niños.

Y ya que las “convenciones internacionales”, las leyes, los reglamentos y la palabrería jurídica nada pueden hacer y nada han hecho… el camino único es la militancia contra los anti-valores macabros en semejante mensaje bélico que con sus intereses mercantiles avasallan las conciencias y los gustos de niños y niñas ante la complicidad (incluso involuntaria) de familias anteras alcahuetes de la violencia en los “medios”.

El muy concreto caso (y delito) del “gusto por las armas” impuesto a niñas y niños es una aberración tan alevosa y tan antihumana que su solo señalamiento debería levantarnos de nuestras sillas para emprender una y mil batallas implacables y dignificadoras de la vida y de la infancia. A toda costa. Pero no es así, para dolor y vergüenza de todos nosotros. El capitalismo nos ha anestesiado y enceguecido ante los daños más terribles que se comenten en nuestras narices y contra nuestros hijos. En “horario con protección” al menor.

Aunque nos hemos demorado absurdamente en reconocer los “Derechos Humanos” de niñas y niños, incluso con sus imperfecciones y ambigüedades, ya tenemos una plataforma con “avales” internacionales para impulsar una corriente social más desarrollada y útil a la crítica de la cultura de masas que necesitamos y útil a la crítica de las armas -así sean juguetes- que se venden adobados con irresponsabilidad mercantil e hipocresía de mercado bélico.

No claudiquemos en las cosas más importantes. Aunque en su vorágine la industria del consumismo haga lo inimaginable para imponernos conductas, valores, “visiones del mundo” y todo tipo de contradicciones con la lógica de la vida y su defensa… sobrepongamos con las fuerza de la crítica y con la claridad de la solidaridad capaces de defender a los niños de todas las incursiones alienantes, pagadas por los comerciantes de armas, para que nos hagamos adictos a lo macabro desde las edades más tempranas. No dejemos que nos derrote la tentación ni la indiferencia, no sucumbamos al plan seductor de los juegos y los juguetes portadores de muerte mercantil y narcóticos “mediáticos”. Niñas y niños están indefensos.

No vamos a arrodillarnos ante las biblias judiciales especializadas en demorar todo malestar y toda voluntad revolucionaria. No dejaremos a las puertas de las escuelas ni de las universidades los principios ni las obligaciones políticas que tenemos ante la infancia y contra todo lo que la acribilla en todos los sentidos. Por eso esta iniciativa debe ser acción política en su sentido más pleno y más cargado de sentido transformador. “Desarmar la Tele” debe ser una tarea obligada, una corriente crítica de la cultura, si queremos un Nuevo Orden Mundial para la Información y la Comunicación con Voces Múltiples… como lo quiso -y quiere- el Informe MacBride. Entre otras muchas herramientas.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=213925

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Lo que abunda, no daña

Por Alfonso G. Nacianceno García | nacianceno@granma.cu

Lo que abunda, no daña, menos si apuntamos a un recordatorio vigente en cada minuto —durante el año entero— igual en periodo lectivo como en las esperadas vacaciones.

Cuidar la vida es sinónimo de respetar las leyes del tránsito, sin que ello se convierta en una camisa de fuerza contra la diversión y el relajamiento, especialmente en nuestro caluroso verano, cuando recesan las clases y crece el número de personas en la vía.

Disfrutar sin tener que lamentar. Esa es la máxima cuando asumen una gran responsabilidad tanto aquel conductor de un vehículo como quienes lo acompañan, pues si la amenidad de la jornada se busca en verle el fondo a una botella de ron —aunque sea en familia— no vale de nada que el chofer se mantenga alejado de la bebida si sus parientes o amigos, pasados de copas, lo distraen durante el viaje, incluso, con la impertinencia de aquel que a esa hora, sin claridad para ponerse al volante, quiere sobresalir ante los demás.

Hoy, lamentablemente, en Cuba muchas personas no conciben la diversión si mesa por medio faltan la botella de cerveza o la de cualquier otra bebida alcohólica, acompañada por algo para “picar”. La música, el relato de una anécdota interesante, la conversación placentera —en parejas, grupos o familiar— pasan a un segundo plano cuando los participantes se sumergen en esa euforia que acaba por ahogar la claridad mental y la fuerza motriz. Incluso, en un avanzado estado de descontrol, la fiesta puede coronarla un pleito de todos contra todos con inusitadas consecuencias.

No quedan exentos de estas historias aquellos transeúntes que en una actitud desafiante —montados en varias líneas de su licor preferido— zigzaguean entre los automóviles para cruzar de una acera a la otra, porque ese es su mejor escenario para lucir cuán estimulados y certeros se hallan después de darse varios “toques”, sin pena ni gloria mientras cargan la caneca en el bolsillo trasero del pantalón.

El muro del Malecón habanero, clásico espacio para soltar la imaginación, alimentar el amor y la cordialidad, se puebla a diario de personas de diferentes edades —esencialmente jóvenes— que o bien ponen la botella como centro en su rinconcito preferido o deambulan de un lado a otro de sus ocho kilómetros de extensión, disfrutando del aire puro y la mar tranquila.

En este verano nuestro, la familia se pone de acuerdo para el fin de semana hacer una incursión a la playa. Ese ha de ser un día para estrechar vínculos, descansar de los avatares diarios y no para convertirlo en una presumible tragedia traída de la mano del alcohol. He visto a mayores ebrios, con un niño en los brazos, tambalearse dentro del agua, mientras le muestran al resto sus “probadas capacidades” para resistir y enseñar a nadar al infante, osadía irresponsable muy alejada del sano disfrute en grupo.

Cualquiera de nosotros pudiera aportar una anécdota a estas líneas cuyas intenciones no van más allá de invitarnos a la reflexión, ahora que el calor en ocasiones nos colma la paciencia; ahora que veremos más niños en las calles; ahora que estamos a tiempo para evitar ser protagonistas de una nefasta historia. La cautela siempre será poca, pero, en este tema de tomar precauciones, lo que abunda, no daña.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-06-30/lo-que-abunda-no-dana-30-06-2016-19-06-07

Imagen de uso libre tomada de: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/56/Cuba.Habana.Malecon.01.jpg

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Chile: Estudiantes y elecciones

Por: Ricardio Candia Cares

Los estudiantes no solo deberían marchar y tomarse sus establecimientos. Tomando en cuenta el nuevo fracaso del sistema -ahora en las elecciones primarias del 19 de junio-, se hace necesario disponerse para dar la pelea en donde les duele a los corruptos que dirigen el país.
A los poderosos las marchas no les hacen mella. Mientras cuenten con policías militarizadas que creen que están combatiendo al enemigo más odiado cuando apalean estudiantes, mientras la presidenta no se haga cargo del legado oprobioso de su gobierno que intenta resolver lo que no puede mediante instrumentos propios de la dictadura, mientras los que hacen las leyes reciban coimas por sus cometidos legislativos, las marchas seguirán siendo estériles.
Lo que aterra a la casta política es perder sus cupos, sus sillones, sus prebendas nacidas de las elecciones en las cuales gente irresponsable los vota y lo vuelve a votar, al extremo de que hay zánganos que llevan veinticinco años en sus puestos.
Los estudiantes están corriendo el riesgo de acostumbrarse a vivir entre la brutal represión, que ya es pan de cada día, y la impotencia de ver cómo la esquizofrenia que se ha tomado el país permite que convivan mundo polares en el mismo territorio y que a mchile estudiantes 22uchos ni siquiera les importe.
Es cierto que si no fuera por los estudiantes en este país no pasaría nada. Pero debe llegar el momento en que se convenzan que mientras no se impongan junto con otros sectores sociales como fuerza política, lo masivo de sus manifestaciones solo hará que aumente el presupuesto policial de gas venenoso, agua pestilente y bonos para los ogros policiales que castigan sin escrúpulos.
Debe llegar el día en que los dirigentes estudiantiles se propongan no solo tomarse sus establecimientos, sino que abordar las instituciones desde donde son dictadas las políticas que sufren millones de chilenos desde hace veinticinco años.
Votos en vez de piedras. O mejor aún votos + piedras. Todos los medios legítimos se hacen imprescindibles para pasar a mayores niveles de lucha en las cuales ya no sean efectivos ni sus ingenios criminales ni sus lumas de última generación, ni la brutalidad estimulada por mandos criminales.
Inutilizadas las organizaciones de trabajadores, agachadas en función de los gobiernos y partidos de turno, les queda la responsabilidad a los estudiantes y a los sectores sociales más decididos encabezar la mayor gesta de rebelión del último cuarto de siglo: ir por ellos a sus propias guaridas y sacarlos con las mismas herramientas con las que se hicieron de ellas: las elecciones.
Las elecciones no muerden ni son un monstruo y solo hacen daño cuando por la irresponsabilidad de muchos, siguen siendo el mecanismo que utiliza la casta política para reiniciarse cada vez que necesita, mientras los audaces luchadores sociales miran ese ejercicio por la televisión.
ch primariasNo resulta precisamente muy revolucionario dejarles el campo libre para que el ejercicio de las elecciones los legitime una y otra vez y permita que delincuentes de cuello y corbata, corruptos, sinvergüenzas y tránsfugas sean los que hagan las leyes que al final, van a hacer mierda a los mismos de siempre. También a quienes tienen por los procesos electorales la ojeriza reservada a los vicios de la burguesía.
Si el movimiento social goza de la simpatía de la enorme mayoría de los habitantes, ¿por qué dejar que esa simpatía se diluya? ¿Es posible imaginar el efecto que tendría una Cámara de Diputados invadida por cinco, diez, quince, veinte, treinta o más honorables venidos directamente desde las calles gaseadas, desde las federaciones rebeldes, desde los colectivos de las poblaciones en lucha, desde las agrupaciones de artistas conscientes? Habría que ver cómo se las ingeniaría el sistema para meter ahora carros lanzagases, y lanza-agua a los hemiciclos.
Se les ha dado demasiada ventaja a los que han prometido este mundo y el otro y siempre han terminado dando la espalda a los ingenuos que les han creído.
Hace falta que dejemos de pedir que los que nunca ha hecho algo, lo hagan ahora. Si queremos nuevas leyes, vamos por ellas. Insistir en lo que no ha sido sino un fracaso una y otra vez, es merecerse un presente de abuso y un futuro de lástima.
El fracaso de las elecciones primarias en las que ha sido notable el desprecio de la gente por los políticos corruptos de siempre, demuestra la necesidad de nuevos actores dispuestos a disputarles sus espacios de poder.

Fuente: http://www.surysur.net/chile-estudiantes-y-elecciones/

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