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México: Las políticas públicas deben desmantelar el machismo.

Hace 22 años que trabaja en México con grupos de reflexión para hombres con conductas violentas. Hay que enseñarles a los hombres a ser, pensar y actuar respetando la diversidad.

América del norte/México/24.05.2016/Autor:Javier Camara/Fuente:http://www.lavoz.com.ar/

Hace 22 años, Roberto Garda Salas, maestro en Sociología por la Universidad Nacional de México, fundó en su país la asociación civil Hombres por la Equidad, a través de la cual forma grupos de reflexión que ayudan a varones a modificar conductas violentas hacia las mujeres y hacia los hijos. Invitado por la Secretaría de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer y la Trata de Personas, Garda Salas está en Córdoba para apoyar la implementación de un centro de atención a varones agresores o en situación de violencia.

–¿Son recuperables los hombres violentos?

–En los últimos 22 años hemos desarrollado diversas metodologías y estrategias para educar y reeducar a varones para que aprendan a través de técnicas educativas a detener sus conductas de violencia y de abuso y a tratar con equidad a sus parejas. Siempre nos damos con esta pregunta: los hombres violentos, ¿cambian o no cambian? Lo primero es decir que hay una responsabilidad de los estados nacionales en crear servicios dirigidos a hombres que deseen cambiar, o para aquellos que por un mandato judicial necesitan cambiar conductas de abuso.

–¿Qué opina sobre la polémica que dice que un hombre golpeador debe recibir castigo más que educación?

–Puede haber castigos, sanción punitiva, pero también –y a mí me parece lo más importante– espacios reeducativos en donde aprendan qué es la equidad de género, cómo manejo la masculinidad, de qué manera se puede manejar el enojo sin ejercer violencia, de qué manera puedo expresar la tristeza sin victimizarme, sin manipular, y de qué manera puedo ceder ante determinados conflictos y también de qué manera puedo poner límites. Todas estas habilidades se aprenden en los grupos de reflexión. Lo que vemos en nuestros grupos es que algunos hombres cambian muchas de sus conductas violentas; otros cambian menos y entonces hay que hacer otro tipo de intervención, terapia, grupos focalizados, etcétera.

–¿Los resultados son rápidos, son efectivos?

–Todos sabemos que los procesos de reeducación son a largo plazo y no dan resultados inmediatamente. Nadie cambia de la noche a la mañana, pero lo importante es brindar esta posibilidad, porque hay muchos que quieren cambiar y asumir conductas equitativas.

–¿Cómo se puede incluir a estas personas en el diseño de políticas públicas para la prevención?

–Creo que las políticas públicas dirigidas a los hombres deben buscar generar reflexividad, políticas con perspectiva de género planteadas para los hombres, servicios que les permitan identificar ideas machistas, prácticas abusivas, usos abusivos del poder, para que puedan mejorar su paternidad, su vida de pareja, su vida sexual, para que puedan, ante los conflictos, aprender a negociar sin sentirse culpables o menos hombres. Las políticas públicas deben desmantelar el machismo y generar en los hombres una necesidad de ser, pensar y actuar respetando la diversidad de maneras de ser y de expresarse como hombre, no una nueva masculinidad.

–¿Con qué obstáculos se encuentra a la hora de tratar a un hombre violento?

–Los límites son los que los hombres ponen. Para cambiar no hay límites. Lo primero es que desee cambiar, que tenga voluntad de cambiar. El segundo aspecto es crear situaciones institucionales para que el hombre pueda construir ese cambio. Si los hombres con voluntad de cambio se suman a las políticas públicas destinadas a ellos veremos que no hay límites. Predomina en América latina esta masculinidad que intimida, el machista que construye jerarquías, el que sigue pensando que está bien tener muchas mujeres, que eso lo hace más viril. Pero no están claras las alternativas a eso.

–Para usted, ¿cuál es la alternativa de fondo?

–Construir una nueva ciudadanía para los varones en la que los hombres comprendan que la única manera de vivir en democracia es respetando la pareja, pero también como un respeto de amor propio, que lleva a decir al hombre: “Yo no puedo maltratarte porque eres una ciudadana como yo soy ciudadano, y entre ciudadanos no nos maltratamos, podemos tener conflictos, pero sobre todo respetamos nuestros derechos”.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/las-politicas-publicas-deben-desmantelar-el-machismo

Imagen: http://staticf5a.lavozdelinterior.com.ar/sites/default/files/styles/landscape_642_366/public/nota_periodistica/Garda_Salas.jpg

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Las trampas del lenguaje

Fernando Luengo

No estamos ante un asunto menor. En torno a el lenguaje se construye el discurso dominante; en realidad, todos los discursos, de ahí la importancia de ser cuidadosos y rigurosos.

¿Quién alzaría la voz en contra de la austeridad y del uso racional (razonable) de los recursos, tanto los privados como, sobre todo, los públicos? Ser austeros, evitar el despilfarro debería formar parte de nuestro código moral más íntimo, permanente e inexpugnable. Quizá por esa razón sea imposible encontrar un vocablo más usado (y también más desgastado) que el de “austeridad”.  Es en ese contexto, deliberadamente equívoco, donde se invocan, se proponen y se imponen las políticas de austeridad sobre las finanzas públicas.

El lenguaje del poder, usado y aceptado coloquial, política y mediáticamente, cargado de lógica intuitiva, nos traslada a un espacio conceptual y analítico donde la crisis económica es el resultado del despilfarro público, y donde, en justa correspondencia, la salida pasa por poner orden en las finanzas gubernamentales. No queda otra alternativa, en consecuencia, si se quiere retornar a la senda del crecimiento (icono sagrado de la economía dominante, y también de una parte de la heterodoxa), que recorrer el camino de la disciplina presupuestaria.

Con un apoyo mediático sin precedentes, se repiten una y otra vez las mismas expresiones: “todos somos culpables y, en consecuencia, todos tenemos que arrimar el hombro”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora toca apretarnos el cinturón”, “el Estado es como una familia, no puede gastar más de lo que ingresa” “la austeridad es una virtud que, si la practicamos con convicción y firmeza, nos permitirá salir de la crisis”. Tan sólo son algunos ejemplos, de uso bastante frecuente, de un discurso simple (simplista), directo y, por qué no decirlo, muy efectivo; nos entrega palabras y conceptos fácilmente manejables, que proporcionan un diagnóstico de quiénes son, o mejor dicho somos, los culpables y cuáles son las soluciones.

Según ese mismo lenguaje, ampliamente aceptado, todos somos responsables y el mayor de todos el Estado, despilfarrador por naturaleza. Por esta razón toca adelgazarlo, y de esta manera liberar (literalmente) recursos atrapados y mal utilizados por el sector público, para que la iniciativa privada, paradigma de la eficiencia, los pueda utilizar. Continuamente se invoca la autoridad de los mercados, como si estuvieran gobernados por una racionalidad indiscutible y como justificación de que no hay alternativas. Los Estados son el problema y los mercados la solución. Este es otro de los grandes iconos de la economía convencional, al que se acude con más frecuencia, y que pretende ser tan obvio que no precisa mayores comentarios o explicaciones.

Pero el lenguaje nunca es inocuo, presenta una evidente intencionalidad. Por esa razón, es imprescindible cuestionarlo desde la raíz misma, pues su aceptación y utilización ha supuesto una gran victoria cultural de las políticas neoliberales y de las elites.

Estos razonamientos y su lógica, implacables e inexorables en apariencia, nos alejan de una reflexión sobre la complejidad, sobre las causas de fondo de la crisis; causas que apuntan a la desigualdad, al triunfo de las finanzas sobre la economía social y productiva, a las divergencias productivas, sociales y territoriales que atraviesan Europa, de norte a sur y de este a oeste.. y también a una unión monetaria mal diseñada y, lo más importante, atrapada entre los intereses de la industria financiera y las grandes corporaciones. Causas que apuntan, en definitiva, a las contradicciones, insuficiencias y límites de la dinámica económica capitalista,

El lenguaje del poder oculta que, en realidad, el término “los mercados” refleja los intereses de operadores financieros, inversores institucionales, fondos de alto riesgo, empresas transnacionales y grandes fortunas que, cada vez con más desparpajo, fijan la agenda de gobiernos e instituciones. Estas son las “las manos visibles” a las que nuestros dirigentes han entregado las riendas de la actividad económica. Ese mismo lenguaje omite una cuestión clave: la operativa de los mercados ha estado gobernada por el despilfarro. Hemos asistido a una asignación ineficiente de recursos (que, como la economía convencional nos recuerda continuamente, son escasos) que ha supuesto una enorme destrucción de riqueza; no solamente cuando la crisis hizo su aparición, sino mucho antes, al penalizar la inversión productiva y social y favorecer, de este modo, el bucle financiero.

Todos estos asuntos han quedado fuera de foco. Por esa razón, urge hacer valer otro lenguaje, en realidad, otro marco conceptual e interpretativo que nos capacite para transformar el actual estado de cosas al servicio de la mayoría social.

Tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/las-trampas-del-lenguaje

Fuente de la imagen: http://i1.mdzol.com/files/image/685/685610/5742e9c155f60_565_319!.jpg?s=10154967798a9781cde412eb9e9d8d5c&d=1464003890

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Movimiento Pedagógico Latinoamericano, Cooperativismo y Emancipaciones

Pablo Imen[1]

El inicio del siglo XXI estuvo atravesado de contradicciones y batallas – como ocurre en todas las épocas- pero en el caso de América Latina insurgieron novedades impensadas apenas una década antes, cuando el neoliberal-conservadurismo se adueñaba de todo el planeta.

En 1989 un estallido popular en Venezuela – el Caracazo- ,ocurrido como protesta indignada por un paquetazo económico privatizador, de ajuste fiscal y de restricción de derechos constituyó el primer grito de rebeldía contra el modelo del llamado Consenso de Washington.

Posteriores batallas populares tuvieron como corolario un nuevo escenario regional: a partir del triunfo de Hugo Chávez Frías en 1998, los países de Nuestra América comenzaron a gestar gobiernos que, como nunca antes, se parecieron a sus pueblos: el Frente Amplio en Uruguay; Lula y su Partido de los Trabajadores en Brasil; Néstor Kirchner en Argentina; Evo Morales en Bolivia; Rafael Correa en Ecuador; Daniel Ortega en Nicaragua; Fernando Lugo en Paraguay; etc.

Venezuela y Argentina fueron desde entonces los principales (pero no exclusivos) motores para retomar el proyecto de Patria Grande defendido por nuestros primeros libertadores: Bolívar, San Martín, Belgrano, Monteagudo, Sucre, Manuelita Saenz, Bartolina Sisa, Juana Azurduy y los pueblos combatientes de Suramérica. Aquél sueño fue transitoriamente derrotado y vuelve a latir en este siglo XXI, doscientos años más tarde.

Hoy, con todas las tensiones, contradicciones y duras luchas entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer, la América Morena aparece como una de las alternativas civilizatorias al modelo de desarrollo capitalista neoliberal. Que las 85 fortunas individuales más ricas del mundo tengan una riqueza equivalente a la mitad de la Humanidad da cuenta de un orden social fundado en la injusticia. Que las potencias militares irrespeten el derecho internacional y violando los más elementales derechos invadan países, provoquen verdaderos genocidios y vuelvan a cometer una rapiña masiva de recursos naturales de los países invadidos es la expresión de la violencia que guía las relaciones internacionales.

América Latina y Caribe, declarada tierra de paz, está avanzando en una alternativa civilizatoria fundada en la expansión de los derechos humanos, en el cuidado de la naturaleza y en una creación llamada “el buen vivir” que tiene una lógica antagónica al objetivo de la acumulación a cualquier costo de ganancias siderales.

En esta lucha global sobre el sentido de la vida, la idea de Patria Grande tiene muchos desafíos por delante, y uno de ellos, el que nos involucra y nos interpela, es el de la educación. En otras palabras, ¿qué educación necesita América Latina en este arremolinado inicio del siglo XXI?

Sabemos que el neoliberal-conservadurismo tiene un proyecto pedagógico, que se descompone en varias líneas funcionales a la reproducción ampliada de las relaciones sociales aún vigentes. Por un lado, la noción tecnocrática de “calidad educativa” entendida como resultados de operativos estandarizados de evaluación. Por otro, la formación para el empleo – dotando de herramientas para la formación de un trabajador dócil y calificado- y con ello la construcción de un ciudadano conformista.  Tercero, la expansión de las fronteras de lo privado – como lo muestra el modelo chileno en su máxima expresión y masivamente rechazado en ese país por las mayorías populares.

¿Qué educación hay que pensar para una Latinoamérica libre, solidaria, igualitaria, democrática?

Una educación que forme seres humanos con “soberanía cognitiva” – capacidad de pensar con cabeza propia- y desarrollar todos los aspectos de su personalidad (el saber pensar, saber decir, saber sentir, saber hacer, saber convivir). También la formación en la cultura del trabajo liberador y de ciudadanos gobernantes.  Estos objetivos , políticos y pedagógicos, serán contribuciones fundamentales para la refundación de nuestras sociedades.

¿Cómo hacerlo? Hemos venido desplegando una serie de acciones en este sentido quienes integramos el Movimiento Pedagógico Latinoamericano, en este caso quienes provenimos del cooperativismo transformador que se expresa en el Centro Cultural de la Cooperación.

Primero (pero no por importancia), avanzamos en el estudio sistemático de los pedagogos y las pedagogías emancipadoras latinoamericanas, comenzando por Simón Rodríguez (maestro de Bolívar, entre muchas otras cosas) y José Martí (gran referente de la independencia cubana). Segundo, co-organizamos las Expediciones Pedagógicas en Argentina y Venezuela donde nos reconocimos y reconocimos a tantos maestros y maestras de Nuestra América intentando construir pedagogías liberadoras. Tercero, generamos propuestas de introducción del cooperativismo en las pedagogías realmente existentes, apuntando a realizar un aporte a la democratización de la vida en las aulas y las instituciones escolares. Impulsamos los Encuentros por una Pedagogía Emancipadora y en La Rioja fuimos protagonistas de la conformación de círculos pedagógicos, formas que asumió allí la construcción de Movimiento Pedagógico.

En suma, en este tiempo de profundas transformaciones, la educación tiene su palabra y su renovación liberadora será la obra de millones, maestros y maestras, estudiantes, comunidades, pueblos enteros que están convocados – desde la educación y desde la política-  a transitar el camino de nuestra segunda y definitiva Independencia.

 [1] Secretario de Investigaciones del CCC Flroeal Gorini, miembro del Movimiento Pedagógico Latinoamericano.

*Fuente de la imagen: http://revistaeducar.com.ar/2013/09/16/huellas-y-sentidos-en-la-construccion-del-movimiento-pedagogico-latinoamericano/

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Para imaginar un nuevo Bretton Woods

Yanis Varoufakis

El derrumbe financiero de 2008 dio lugar a varios llamamientos a un sistema financiero global que recortara los desequilibrios comerciales, moderase los flujos especulativos de capital e impidiera un contagio sistémico. Tal era, por supuesto, la meta del sistema inicial de Bretton Woods. Pero ese sistema resultaría hoy tan insostenible como indeseable. Así pues, ¿qué apariencia tendría una alternativa?

La conferencia de Bretton Woods de 1944 presentó la colisión entre dos hombres y sus respectivas visiones: Harry Dexter White, representante del presidente Franklin Roosevelt, y John Maynard Keynes, que representaba a un imperio británico desfalleciente. Como no es de sorprender, prevaleció el programa de White, fundado en el superávit del comercio de postguerra de los EE. UU., que se desplegó para dolarizar Europa y Japón a cambio de su aquiescencia al criterio pleno de la política monetaria para los EE.UU. Y el nuevo sistema de postguerra proporcionó el cimiento de la mejor hora del capitalismo…hasta que Norteamérica perdió su superávit y se vino abajo lo que  White  había dispuesto.

La pregunta que se ha formulado periódicamente durante buena parte de la pasada década es una pregunta directa: ¿habría sido más adecuado para nuestro mundo multipolar posterior a 2008 el plan que se descartó de Keynes?

Zhu Xiaochuan, gobernador del banco central de China, así lo sugirió a principios de  2009, lamentando que Bretton Woods no se hubiera adherido a la propuesta de Keynes. Dos años más tarde, a Dominique Strauss Kahn, entonces Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, se le preguntó cuál pensaba que debería ser el papel del FMI posterior a 2008. Su contestación fue: “Hace sesenta años, Keynes ya previó lo que hacía falta, pero era demasiado pronto. Ahora es el momento de realizarlo ¡y creo que estamos listos para llevar eso a cabo!”

A las pocas semanas, Strauss Kahn cayó en desgracia, sin llegar a explicar nunca qué es lo que entendía por “eso”. Pero no resulta difícil delinear qué es lo que “eso” podría ser.

Por encima de todo, el nuevo sistema reflejaría la visión de Keynes de que la estabilidad global se ve socavada por la ingénita tendencia del capitalismo a insertar una cuña entre las economías con superávit y las que tienen déficit. El hiato entre superávits y déficits se agranda hace durante los períodos de mejoría, mientras que, durante la recesión, el peso del ajuste recae de modo desproporcionado sobre los deudores. Lo que trae consigo un proceso de deuda y deflación que echa raíces en las regiones de déficit antes de que disminuya la demanda en todas partes.

A fin de contrarrestar esta tendencia, Keynes abogaba por substituir cualquier sistema en el que “el proceso de ajuste sea obligatorio para el deudor y voluntario para el acreedor” por otro en el que la fuerza del ajuste recaiga simétricamente sobre deudores y acreedores.

La solución de Keynes fue una Unión de Compensación Internacional (UCI) que subscribirían las principales economías. Aunque mantendrían su propia moneda y sus respectivos bancos centrales, sus miembros acordarían la denominación de todos los pagos en una unidad de contabilidad común –que Keynes denominó el “bancor”— y la compensación de todos los pagos internacionales por medio de la UCI.

Inicialmente, a la cuenta de reserva de cada Estado miembro con la UCI se le abonaría una suma de bancores proporcional a su participación en el comercio mundial. A partir de ahí, a cada uno se le abonarían bancores extra en proporción a sus exportaciones netas. Una vez establecida, la UCI gravaría fiscalmente de manera simétrica los superávits y déficits persistentes, a fin de anular el mecanismo de retroalimentación negativo entre flujos de capital desequilibrados, volatilidad, demanda agregada global inadecuada y desempleo innecesario distribuidos de manera desigual alrededor del mundo.

La propuesta de Keynes no carecía de problemas. Contemplaba divisas fijas, lo que requeriría sobregiros limitados para aquellos países que incurren en dáficits crónicos y entrañaría un regateo constante entre los ministros de economía para reajustar los tipos de cambio y de interés. Y los controles financieros rígidos, que dan a los burócratas un poder discrecional desorbitado sobre las transferencias de capital, equivalen a un error fatal.

Pero no hay razón por la que no se pueda diseñar una UCI con tipos de cambio variables y reglas sencillas y automatizadas que minimicen el poder discrecional de políticos y burócratas, a la vez que preservan las ventajas de la idea original de Keynes para mantener bajo control los desequilibrios globales.

Una nueva UCI o NUCI sería tal como Keynes la había contemplado. Pero, en lugar del  bancor abstracto, presentaría una divisa digital común – llamémosla Kosmos – que emitiría y regularía el FMI. El Fondo administraría Kosmos sobre la base de un libro de contabilidad distribuido, digital y transparente, y un algoritmo que ajustaría la oferta  total de una forma acordada previamente al volumen del comercio mundial, permitiendo un componente contracíclico automático que impulse la oferta en momentos de desaceleración general.

Los mercados cambiarios operarían tal como lo hacen hoy, y el tipo de cambio entre Kosmos y diversas divisas variaría del mismo modo que lo hacen los Derechos Especiales de Giro del FMI frente al dólar, el euro, el yen, la libra y el renminbi. La diferencia, por supuesto, consistiría en que, con la NUCI, los estados miembros permitirían que todos los pagos de uno a otro pasaran por la cuenta Kosmos NUCI del banco central.

Para aprovechar todo el potencial del programa para mantener los desequilibrios bajo control, se introducirían dos transferencias estabilizadoras. En primer lugar, se cargaría anualmente un gravamen al desequilibrio comercial en la cuenta de Kosmos de cada banco central, en proporción a su déficit o superávit y se pagaría a un fondo común de la NICU. En segundo lugar, las instituciones financieras privadas pagarían una tarifa al mismo fondo de la NUCI en proporción a cualquier aumento de los flujos de capital que salgan del país, lo que recuerda al aumento de precio que imponen empresas como Uber durante las horas de mayor tráfico.

El gravamen por desequilibrio comercial está destinado a motivar a los gobiernos de los países con superávit a que incrementen el gasto y la inversión internos a la vez que reducen de manera sistemática el poder adquisitivo internacional de los países con déficit. Los mercados cambiarios tomarán esto en consideración, ajustando los tipos de cambio con más rapidez como respuesta a los desequilibrios por cuenta corriente y anularán buena parte de los flujos de capital que hoy sostienen un comercio desequilibrado de manera crónica. De forma semejante, el recargo por “aumento” penalizará automáticamente las entradas y salidas de capital especulativas, como en manada, sin incrementar el poder discrecional de los burócratas o introducir controles de capital inflexibles.

De repente, el mundo habrá adquirido, sin necesidad de subscribir capital, un fondo soberano global de riqueza. Esto permitiría que la transición a un sistema energético bajo en carbono se financiara a escala global, y de modo tal, que estabilice la economía global por medio de inversiones en investigación y desarrollo consagrados a la energía verde y a tecnologías sostenibles.

Keynes era un adelantado a su tiempo: su propuesta precisaba de tecnologías digitales y de mercados de divisas extranjeras que no existían en los años 40. Pero hoy los tenemos, además de tener experiencia institucional con sistemas internacionales de compensación. Necesitamos desesperadamente la transición verde global que crearía automáticamente un Bretton Woods keynesiano. Todo lo que nos hace falta es el proceso político. Y, ciertamente un Roosevelt, convocar a las partes y catalizar el cambio.

Traducción:Lucas Antón

Publicado originalmente por sinpermiso.info

Tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/para-imaginar-un-nuevo-bretton-woods

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La guerra no tiene rostro de mujer (Opinión)

Por Alba Carosio

Para mi aporte de esta semana utilizo el título del libro de Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura de 2015. Es un libro imborrable, que relata las experiencias de mas de un millón de mujeres rusas que pelearon en el Ejercito Rojo en la II Guerra Mundial. ¿Qué pasó con estas mujeres? ¿Por qué la historia no las registró?

Sus historias no le importaron a nadie, es mas muchas de ellas al regresar fueron criticadas, fueron consideradas como “fulanas” del frente por la convivencia estrecha que tuvieron con los soldados en la trincheras. Al terminar la guerra el prejuicio pudo mas que el heroísmo de las combatientes, unas cuantas de ellas murieron solas y la gran mayoría no quería recordar la guerra.

Dicen textualmente “Nosotras, las muchachas del frente pasamos muchas penas. También después de la guerra. Terminada una, nos tocó otra guerra. Igual de terrible. Los hombres nos dejaron la espalda al descubierto. En el frente era diferente”, “…Cuando la guerra acabó, ellas quedaron muy mal paradas. … Consideran que solo fueron a la guerra para buscarse un novio, se enredaban con cualquiera.

El libro recoge las experiencias femeninas en la acción de guerra: “…He visto mas muertos que árboles… ¡Qué terrible! ¡Qué miedo pasas en un combate cuerpo a cuerpo: un hombre enfrentándose a otro con la bayoneta…”. “…Nos lanzamos al ataque, el enemigo nos recibió con el fuego de las ametralladoras. El batallón desapareció. Todos habían caído. No nos mataron a todos, había muchos heridos. Los alemanes continuaron disparando, no dieron el alto al fuego. Inesperadamente, desde la trinchera saltó una chica, luego otra, luego una tercera…Se pusieron a vendar los heridos y a sacarlos fuera. A las 10 de la noche, todas las chicas estaban heridas de gravedad, pero cada una de ella había salvado por lo menos a dos otres soldados.”

En estas experiencias está la muerte, el dolor, el frío, la oscuridad, y también la búsqueda de la salvación, la justicia, la solidaridad, y sobre todo comprensión humana.

“…La gente no quería morir…Nosotras respondimos a cada gemido y a cada grito. Una vez un herido, al sentir que se moría, me agarró así por el hombre, me abrazó y no me soltaba. El creía que si alguien estaba a su lado, si la enfermera estaba con él, la vida no se le iría. “… Mientras te podrían oír, hasta el útimo momento yo les decía que no, que de ningún modo, que no se iban a morir. Los besaba y abrazaba.”

Tomado de: http://www.correodelorinoco.gob.ve/opinion-libre/guerra-no-tiene-rostro-mujer-opinion/

Fuente de la foto: https://tintaguerrerensedotcom.files.wordpress.com/2016/02/cytwvsmvaaaimot.png?w=720

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¿De qué se trata “hackear la educación”?

  Por Patricia Carolina Saucedo Añez

Pedro Muller reflexiona acerca de la caducidad de la escuela, una institución pensada para otro contexto histórico. En este sentido, señala la importancia de dos conceptos similares, pero diferentes: “estudiar” y “educarse”:

El educar se va más allá de memorizarse un par de nombres y olvidarlos al siguiente día, consiste en aprender tener la curiosidad de preguntarse qué hay detrás de lo obvio, es adquirir habilidades, ejercitar tu pensamiento lateral un pensamiento divergente o como muchos dicen “fuera de la caja”, educarse también es crear y hacer convertir nada en algo, innovar.

Nosotros aprendemos mejor en grupo es parte de nuestra naturaleza, discutir, pensar y reflexionar sobre un tema en específico sacar conclusiones, como muchos dicen la mejor manera de educarse es aprender.

Para concluir, Pedro nos invita a ver el siguiente video, en el que Logan LaPlante da una charla sobre la importancia de la creatividad y la idea de “hackear la educación” o “hackschooling”, referida a una concepción del aprendizaje como una experiencia grupal, basada en la experiencia del ensayo y error y, por sobre todo, la creatividad:

Puedes continuar leyendo el post de Pedro aquí y seguirlo en Twitter.

El artículo reseñado participó en la cuadragésimo sexta edición de#LunesDeBlogsGV el 23 de marzo de 2015.
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Carolina del Olmo: «Familia y tribu no son conceptos contrapuestos»

Por João França / El diario.es

Entrevista a Carolina del Olmo

Poco se debía imaginar la diputada de la CUP Anna Gabriel que abriría la caja de los truenos del debate sobre el modelo de familia cuando hizo unas declaraciones a Catalunya Radio en las que decía que le gustaría tener hijos en comunidad. Gabriel planteó que en otras culturas «la concepción de la maternidad o la paternidad no está tan individualizada, la concepción es que quien educa es la tribu». Mientras tanto, Carolina del Olmo se mira con sorpresa las críticas a la diputada. Esta gestora cultural, licenciada en filosofía, publicó en 2013 un libro que se titulaba precisamente ¿Dónde está mi tribu?, fruto de la desazón de una madre que se encuentra que, en vez de una tribu, con lo que cuenta para criar sus hijos es con un puñado de libros de expertos que se contradicen.

Por la polémica que hemos tenido estos días, parece que nuestra sociedad está poco dispuesta a cuestionar el modelo tradicional de familia.

Me ha dejado fascinada la sensación de que todo el mundo finge que todo va bien. Cualquiera sabe que esto es un desastre. ¿Por qué estamos tan cerrados a una posibilidad diferente, que ni siquiera es nueva? La gente se escandaliza y dice que le quieren quitar a sus hijos cuando en realidad los padres vemos a los niños dos horas al día, más o menos. Mis hijos duermen casi doce horas y se tiran tropecientas en el colegio. Un padre de su escuela, que creció en un kibutz en Israel, contaba en una entrevista que pasaban el día en la casa de niños y una hora al día con sus padres. A la gente le pareció súper escandaloso. Pregúntale a los niños que recoge el abuelo o el cuidador remunerado a qué hora llegan sus padres a casa y cuánto rato los ven. Mientras sea que cuando tú no estás lo está cuidando el colegio o una empleada dominicana, parece que son pequeñas muletas que no cuentan, como si la crianza de verdad la estuvieras haciendo tú. Eso es una ficción completamente insostenible.

¿Qué entendemos hoy en día por familia?

Según la antropología hay seis o siete grandes tipos de familia, pero luego está la noción de familia estrecha que tenemos hoy en día, que es una innovación histórica. Es lo que se conoce como la familia nuclear moderna: padre, madre e hijos conviviendo en un mismo hogar. Otras relaciones familiares ya no son de convivencia como solía haber en otras épocas o hay en otras culturas. Que los padres críen a los hijos solos no es ni mucho menos lo que se ha hecho toda la vida. Familia y tribu no son conceptos contrapuestos, sino que lo habitual siempre ha sido una familia-tribu o una familia insertada en una tribu. Lo que sí son ideas contrapuestas es la crianza cooperativa, en un marco más amplio, y la familia nuclear moderna, todos agobiados en un apartamento pequeño.

¿Cómo surge ese modelo de familia nuclear moderna?

Con la industrialización se va imponiendo el paso de lo rural a lo urbano, y también unos ritmos y una organización del trabajo que sacan del hogar lo que tenía que ver con la producción. Los hogares antiguos eran sitios donde la gente no solo dormía, charlaba o educaba, sino que también se producía ropa, alimento, de hecho casi todos los útiles diarios. La producción estaba totalmente imbricada en en el trabajo de reproducción. Pero esto desaparece con la modernización, el tamaño de los hogares se reduce y la dependencia de producción ajena para sobrevivir o emplearse hace que las cosas sean menos estables. Todo esto va erosionando las estructuras amplias de solidaridad, ya fuera la familia extensa, o los pueblos y barrios bien cohesionados. Lo que queda es un núcleo familiar mínimo, muy pequeñito. Y ese proceso sigue en marcha. Las familias siguen teniendo cada vez menos hijos y el número de hogares unipersonales es el que más crece, cuando hace cien años un hogar de una sola persona era una cosa muy exótica. Por otro lado también es verdad que aparecen modelos nuevos y nuevas formas de hacer comunidad que funcionan, pero la tendencia general evidente es individualizarse y deshacer los pegamentos sociales, y va ganando preponderancia la familia pequeñita, la unidad mínima.

Se impone esta unidad mínima pero hay otros elementos, como la escuela, que siguen interviniendo en la crianza. ¿No es un mito, este modelo?

Esa unidad es una unidad de convivencia, pero hay una gran mitología sobre lo que sucede ahí dentro. Primero desapareció la producción de los hogares, pero luego también desapareció casi todo lo importante del trabajo reproductivo: ya no se muere ni se nace en casa, sino en un hospital, la educación no es preponderantemente en casa, sino en la escuela, a los enfermos tampoco se les atiende en casa, … Cada vez más procesos relacionados con la reproducción de la vida suceden fuera del hogar, y los que suceden dentro están fuertemente tutelados por un lado por el Estado y por el otro por los expertos. Cada vez hay más expertos en la vida personal: pedagogos, psicólogos, pediatras, psiquiatras, que dan indicaciones de como vivir la vida. Y luego el Estado extiende sus redes de control, con asistentes sociales, por ejemplo, para controlar lo que pasa en los hogares. Las familias pierden capacidad de organización autónoma. Esto es positivo en algunos casos y negativo en otros, pero en cualquier caso tienen muchas menos responsabilidades que antes. Sin embargo, vivimos obsesionados y convencidos que lo importante en la educación del niño es lo que le hacen los padres.

¿Y no lo es?

Me interesa mucho un libro de Judith Rich Harris que en España se llama El mito de la educación y en el que demuestra hasta qué punto hemos exagerado el papel de los padres en la crianza y el peso que le damos en la conformación de la identidad adulta. Ves una persona alcohólica y violenta y piensas: «¿cómo lo educaría su madre?», porque se aplica sobre todo a las madres. La autora habla de la importancia de los pares para la socialización. A los niños les afecta una barbaridad, muchísimo más de lo que estamos dispuestos a aceptar, lo que les pasa con otros niños que lo que les pasa con los padres. Un ejemplo clarísimo de esto es el acoso escolar y los casos de suicidio.

¿A qué se debe la proliferación de expertos en asuntos de la vida cotidiana?

Los expertos son reclamados por la gente. Tú tienes un bebé y estás en tu casa, en un apartamento urbano, no se acerca nadie, sin internet o el libro o la revista de turno estás aún más perdido.

¿Entonces la gente reclama a los expertos como consecuencia del modelo de familia que se ha impuesto?

Claro, y por la pérdida de cauces de transmisión de saberes, que se transmitían por cauces informales, que tienen que ver con el roce y el cariño. La gente está muy desarmada y requiere a los expertos. Por otro lado, los expertos tampoco son totalmente inocentes. En la historia de la medicina, se sacó por ejemplo el parto de las casas. Se arrancaron cosas como esa de las manos sobretodo de mujeres, que sabían bastante bien lo que hacían, para recluirlas en el reino del experto. Eso tiene mucho de violencia y privatización de saberes.

El sociólogo Lucas Platero nos decía en una entrevista que «los padres tienen que entender que no son ellos los que tienen hijos, sino que son los hijos los que tienen padres». ¿Hay un sentimiento de propiedad sobre los hijos?

Sí. En cierto modo es inevitable. Estás encerrado con ellos y eres responsable en un nivel muy alto de lo que les pase, hay muy poco apoyo social, uno está muy solo frente a sus hijos. Eso propicia la idea de que los hijos son tuyos y es tu responsabilidad criarlos. Y además vivimos en una sociedad bastante individualista, consumista, y dada a ser propietaria de todo. No llevamos muy bien que las cosas no sean exactamente de nadie. También tiene mucho que ver que todo el mundo busque en los rasgos de cualquier individuo huellas de la crianza que ha recibido de sus padres, cuando a veces casi no queda. Siempre pensamos que la causalidad va de padres a hijos y no tiene porque. También los hijos generan un tipo de padres. Los que tienen hijos tranquilos parece que educan a sus hijos con gran serenidad, y la gente piensa qué bien lo están haciendo, pero es bastante fácil que la cosa vaya al revés. Si tienes un hijo muy activo de estos que se tiran de cabeza por todos lados te conviertes en un loco histérico de esos que van gritando «¡No! ¡Cuidado! ¡Para!», muy desmelenado y muy poco fino [ ríe].

Hay quien dice que la función de la escuela es quitarles los niños a sus padres.

La sociología crítica siempre ha resaltado la tarea de las escuelas, los asistentes sociales, los pediatras y un montón de expertos que tutelan la vida de las personas. Son lo que Foucault llama los biopoderes y la biopolítica, que se meten en tu vida, en tu dormitorio, en todas partes, con el objeto de ejercer control y que los niños no salgan de las familias sino que sean leales al Estado. Lo que pasa es que las familias también son unos entornos peculiares, y yo en este tema cambio de idea con mucha facilidad. En principio soy más de pensar que el Estado está intentando tutelar nuestras vidas y esto es intolerable, pero luego por otro lado hablas con algún asistente social que dice que las familias son reinos inexpugnables, que pueden estar destrozándole la vida a un niño y no hay manera de incidir. También es verdad. Pero en general la tutela experta me resulta bastante desagradable. Me fastidia mucho como la escuela te intenta reglamentar la vida, con los deberes, por ejemplo, o con las manualidades para hacer en casa. En la familia nos organizamos como nos dé la gana, tienen a los niños ahí un montón de horas.

María Jesús Izquierdo, también socióloga, nos hablaba de opresiones en las relaciones de cuidados. ¿El modelo actual de familia genera violencia?

Esta manera de criar por fuerza tiene que disparar la violencia de madres desesperadas que hacen alguna barbaridad con sus hijos. La autora feminista Adrienne Rich cuenta que en una tertulia de noticias alguien comentó que una mujer de un suburbio americano, deprimida y en situación de pobreza, mató a sus hijos, y que lo sorprendente fue que todas las mujeres presentes lo comprendieron. Es espantoso, el peor crimen del mundo, pero a la vez no es nada ajeno, decía. No es una cosa patológica ni monstruosa que no se pueda pensar, sino al revés: casi todas las mujeres que han tenido hijos en soledad han sentido en algún momento de su vida cierta atracción por la violencia, o por lo menos han comprendido lo desesperada que puedes llegar a estar, y lo que se te puede ir la cabeza con algo así. Me imagino que con una crianza respaldada, apoyada y bien organizada será mucho más difícil que te pase esto.

¿El modelo imperante es esclavizador para las madres?

Lo que esclaviza no es la crianza, es el trabajo. Se habla de las cargas familiares y cómo conseguir que las mujeres no lleven todo el peso, y es verdad que hay que repartir la responsabilidad, pero se habla poco de la carga laboral. La crianza, incluso en soledad, en una familia monomarental, no tiene nada que ver con una jornada laboral de 20 horas o con una de 40 horas. Pero sí que hay cierta esclavización, hiperresponsabilización y culpabilización de la madre. Si un niño muerde a otro en la guardería, todo el mundo mira a la madre con cara de «a ver qué estará haciendo».

¿Y qué soluciones hay para estas cargas laborales?

La herramienta fundamental para una mejor crianza sería una reducción general de la jornada laboral. Llevamos muchísimos años con la jornada de 40 horas, que fue una revolución y un éxito sin precedentes del movimiento obrero, pero fue hace muchísimo. Hemos tecnologizado nuestra sociedad una barbaridad, hemos avanzado en todos los sentidos y tenemos unos niveles completamente desaforados de paro. Sólo cabe en la cabeza de algunos economistas, que son los que mandan en nuestra sociedad, que estas jornadas laborales tan estúpidamente largas tengan sentido. Hay que repartir el trabajo, tocarían a 20 horas a la semana como mucho y esto nos permitiría también repartir el trabajo de cuidados, el ocio, todo.

Fuente: http://www.eldiario.es/catalunya/educacion/Carolina-Olmo-Familia-conceptos-contrapuestos_0_517599164.html

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