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Populismo pedagógico

Por: José Sánchez Tortosa

El 19 de mayo de 1928, Primo de Rivera aprueba un Real Decreto-Ley de reforma universitaria que desencadena protestas estudiantiles y la oposición de sectores intelectuales, en particular contra el artículo 53, que permitía a los alumnos de centros privados (léase religiosos) ser examinados por dos profesores de su centro y un catedrático de la Universidad donde se matricularan, lo que fue considerado un privilegio. Uno de esos estudiantes, J. López-Rey, recoge uno de los manifiestos estudiantiles que circularon durante aquellas jornadas en Los estudiantes frente a la dictadura: «Los estudiantes han caído en las calles atropellados por la fuerza pública, porque querían que el día de mañana, los españoles, cuando acudan al médico, al abogado o al ingeniero, éste ostente la máxima garantía de su capacitación. La del Estado español, no la que puedan dispensar arbitrariamente unas congregaciones religiosas».

Hoy, menos de un siglo después, los estudiantes no caen atropellados sino que yacen paralizados en un sueño inerte en brazos de un sistema educativo diseñado por las congregaciones religiosas del constructivismo y de la Pedagogía oficial. Su papel como Teología de los afectos ha disfrazado de salvación laica de almas puras la nueva función de la escuela pública: contener bolsas de sujetos ociosos en edad prelaboral. La transmisión de saberes técnicos y académicos dejó de ser hace tiempo objetivo de la institución.

Y es que tras la Segunda Guerra Mundial, las sociedades europeas, afectadas por un fuerte impacto demográfico en la franja de edad más productiva, se ven abocadas por necesidades materiales a extender la enseñanza pública. Alcanzada la recuperación económica y demográfica, la masificación de la enseñanza pasó de ser la solución a ser el problema. El número de licenciados aumentó hasta constituir un excedente que provocó ciertos ajustes. Se recurrió a la alfabetización universal formal. Asegurada la producción de las elites necesarias para asumir las decisiones de la alta administración y bendecida la medida por la sofística progresista de moda, los centros de enseñanza públicos se vieron condenados a una pauperización de sus fines técnicos, reemplazados por funciones de orden público. La legitimación espectacular del modelo quedó a cargo de la Pedagogía.

En España este proceso lo culminó el modelo general de la ley de 1990, prefigurado por la ley Villar Palasí de 1970. Así, los centros de enseñanza pública se convirtieron en guetos respetables donde retener, bajo control administrativo, a masas de sujetos en edad decretada como escolar sin que la formación académica, técnica y teórica tuviera relevancia. En esa abigarrada convulsión de afectos y sentimientos en que se convirtió la escuela, asumiendo los clichés de los medios de masas y, hoy, de las redes sociales, apenas queda resquicio para la lógica o la mera sintaxis, maltratadas sin piedad. De modo que el desprestigio del conocimiento y, por extensión, del profesor que se resiste a ser mero monitor de ocio obligatorio y subvencionado y de diversión reglada, es consecuencia inexorable. Las escuelas son centros de acogida a tiempo parcial y entretenimiento. Enseñar algo, inusual rebeldía, y aprender algo, heroicidad impar de los alumnos que no se pliegan a ser sólo niños, son poco más que sospechosas extravagancias reaccionarias.

El profesor a diario ha de ser un actor y representar un papel específico con una función docente por el bien intelectual y académico de sus alumnos. De forma paralela, la política exige actuación y cierto grado de teatralidad. Pero cuando los fundamentos en los que se basa la función del profesor y la del político padecen una sacudida traumática por motivos económicos, tecnológicos o demográficos, el papel exige ser modificado. En ese estadio crítico se abre paso la sobreactuación.El populismo pedagógico resultante precede en éxito al populismo político. Y disfruta de una mejor imagen, acaso por invisible, porque impregna transversalmente casi todas las opciones electorales. El Niño al que hay que agradar es la encarnación de la Gente para el pedagogo-demagogo, parafraseando a Unamuno.

Igual que la ley, como racionalidad común e impersonal no sujeta a sentimentalización ni apropiación interesada, es la única defensa del ciudadano frente a los poderes que regulan su vida, la lógica argumentativa y el conocimiento riguroso es la única defensa del alumno frente al poder de la ignorancia y la rebeldía impostada de la servidumbre. Las víctimas de una enseñanza reducida a diversión a la carta son los alumnos en general y, en especial, los que no pueden acceder a la enseñanza privada. Una escuela pública que no selecciona provoca que sea la economía, u otros factores, la que lo haga. El populismo, cuya gestación se produce como ruptura con el obrerismo, es clasista y fatal para los menos privilegiados. En política y en enseñanza. Un ejemplo evidente es el de la Universidad, que dejó de ser selectiva por lo que era inviable sin convertirse en cara para los alumnos.

Lo que podemos llamar neopedagogía, antes nueva escuela o escuela única, comprensiva o inclusiva, es, a pesar de la propaganda y la obsesión por innovar, tan vieja como clasista, o tan intemporal como la necedad humana. Opera como pantalla superestructural, hueca y eficaz, y como justificación retórica de una escuela escuálida de contenidos y saturada de hormonas y felicidad inmediata. Es propia de sociedades opulentas dadas a un individualismo psicologista, a un narcisismo consumista y electoral, que propicia autistas absorbidos por dispositivos móviles. La escuela basura no es una disfunción o una anomalía. Es consecuencia necesaria del vaciado académico de la institución al asumir una función de acogida. Estamos, previsiblemente, ante un cambio de paradigma educativo por los reajustes geopolíticos, demográficos, económicos y tecnológicos. La escuela estatal de los Estados nación da sus últimas bocanadas a pesar de las resistencias que aún perduran. En los partidos políticos, que escenifican unas diferencias superficiales lo suficientemente llamativas como para vender como voluntad de fortalecer la enseñanza lo que es dejadez o abandono, poco interés y, acaso, poco poder hay para frenar estructuralmente esa deriva. Con una palabrería fofa y unos lemas tan angelicales que pocos osan discutir, ofreciendo un igualitarismo clasista, unas libertades ilusorias y una universalidad que sólo garantiza mediocridad, se ha consumado la degradación de la escuela. Y bajo las luces de neón de los tópicos progresistas, se ha cumplido el logro de condenar a los alumnos con menos recursos, familias desestructuradas e inmigrantes a la indigencia académica e intelectual, económica y laboral. Esta destrucción de la enseñanza se produjo con una gran inversión. A más medios económicos, más personal y mejores infraestructuras, peor enseñanza. A más libertades políticas formales más ignorancia material generalizada.

El fenómeno se antoja irreversible. Si no se desechan las bases jurídicas e ideológicas de esa devastación no se conseguirá otra cosa que enquistar su inercia. Y, mientras la negociación no discuta los postulados ideológicos de la Pedagogía triunfante y no se impongan principios puramente técnicos, será imposible detener esa caída libre. Nada permite suponer que el resultado del presunto pacto educativo sea ajeno a ideología o cálculos estratégicos. Cabe sugerir medidas técnicas que contengan la debacle, lejos de la trifulca partidista y teatral. Pero cambiar el modelo parece imposible y las puestas en escena sobre la posibilidad del pacto o sobre un MIR para docentes están condenadas a perpetuar el fondo del problema: el mando de los lugares comunes de la Pedagogía por encima de las disciplinas académicas y técnicas que dan contenido a la enseñanza, desplazadas o neutralizadas. Todo pacto que renuncie a reconstruir esa institución dotándola de su función propia perpetuará su decadencia, oculta en las pantallas por la pose televisada.

Fuente: http://www.elmundo.es/opinion/2018/02/21/5a8c0b92268e3e42148b4597.html

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Judíos ultraortodoxos: ellos rezan y ellas trabajan

Por: Lourdes Baeza

El 73% de las haredíes están ocupadas frente al 51% de los hombres ultrarreligiosos, sin embargo ellos cobran un 25% más.

Las mujeres ultraortodoxas son las que más contribuyen a estrechar la brecha laboral entre las comunidades ultra religiosas judías y el resto de la sociedad israelí. Mientras los hombres ultraortodoxos rezan, ellas trabajan y su salario es la principal fuente de ingresos de la familia, junto con las ayudas estatales que perciben por tratarse de familias numerosas.

Según la estadística hecha pública por el Instituto de la Democracia de Israel y el Instituto de Jerusalén para la Investigación Política, a pesar de que estos grupos siguen marcados por el aislacionismo cultural, en el plano laboral sí se han producido cambios significativos en los últimos años. El más evidente, la integración progresiva de las mujeres haredíes en el mercado laboral.

Existe aún una enorme brecha salarial que hace que, mientras las mujeres ultraortodoxas cobran de media mensual unos 1.400 euros, el resto percibe 2.000 euros

Los datos, revelados a finales de diciembre, pintan un panorama en el que el 73% de las ultraortodoxas trabajan, en una sociedad en la que el 82% de las mujeres, que no pertenecen a esas comunidades, forman parte activa de la fuerza laboral israelí. Una cifra que ha aumentado significativamente en la última década, a pesar de las limitaciones que, por motivos religiosos y de formación, tienen este colectivo.

La falta de formación académica las limita mucho a la hora de buscar trabajo pero cada vez son más las que apuestan por estudiar para optar a puestos mejor remunerados. El número de matriculaciones aumentó y aproximadamente, el 51% de ellas se encuentran inmersas en algún tipo de estudios superiores. El sector educativo sigue siendo su favorito para integrarse en el mercado laboral. “Tenemos un nivel educativo más alto que los hombres pero para cualquier mujer haredí la familia es lo primero y eso limita también mucho las posibilidades laborales”, reconoce a EL PAÍS Pnina Pfeuffer, una activista ultraortodoxa por los derechos de la mujer que se presentará como candidata para formar parte del Ayuntamiento de Jerusalén, en las próximas elecciones municipales.

Al mirar la radiografía de los datos arrojados por el estudio, no se puede olvidar que estas mujeres suelen tener a su cargo una media de 6 ó 7 hijos —frente a los 2 ó 3 del resto de judías—, que viven en condiciones económicas muy difíciles —un 45% de las familias ultraortodoxas vive por debajo del umbral de pobreza— y que proceden de un ámbito familiar patriarcal, donde la toma de decisiones a nivel individual apenas tiene espacio. “Eso queda también reflejado en los partidos políticos haredíes. Son monolíticos. No aceptan mujeres. Tienen su propia agenda. Las cuestiones relacionadas con nosotras no son prioritarias. No existimos”, asegura Pfeuffer.

La integración laboral de los hombres avanza a un ritmo mucho más lento. La estadística muestra que a finales del 2017, prácticamente la mitad de ellos continuaba dedicándose exclusivamente al estudio de la Torah —los textos sagrados judíos—. Por eso, los investigadores de este estudio afirman categóricamente que, a pesar de su aparente inmovilismo, la situación de las mujeres haredíes refleja que la comunidad ultraortodoxa está en continua evolución.

Brecha salarial

Aunque el porcentaje de mujeres trabajadoras ultra religiosas se acerca ya al del resto de mujeres judías, no sucede lo mismo con sus salarios. Existe aún una enorme brecha salarial que hace que, mientras las ultraortodoxas cobran de media mensual unos 5.800 shekels (unos 1.400 euros), el resto percibe 8.600 shekels (2.000 euros). “Cuando buscan trabajo, lo hacen dentro de su área porque muchas prefieren ganar menos, a exponerse al mundo secular donde su remuneración sería mayor”, explica la doctora Lee Cahaner, coautora del informe. Una diferencia salarial que se mantiene con respecto a los hombres ultraortodoxos trabajadores que, aunque son menos en porcentaje, perciben entorno al 25% más de sueldo que las mujeres.

Otro factor que explica esa brecha es que los empleadores saben que las ultra religiosas son mujeres con una gran carga familiar que les hará ausentarse a menudo del trabajo. “Aún así, lo aceptan porque hay una nueva generación que ha comprendido que ser la principal fuente de ingresos de la familia posiciona para conquistar una mayor cuota de poder. Poco a poco vamos ganando terreno en ese campo”, explica Pfeuffer.

La mayoría de las haredíes trabajadoras (un 62%) se desplaza caminando o utiliza el transporte público para llegar al centro de trabajo; entre otras razones, porque tan sólo un 29% posee licencia para conducir. Conducen menos que los hombres, pero utilizan más Internet. “En la última década el uso de Internet entre las mujeres ultraortodoxas se ha duplicado. En parte porque el Gobierno y los líderes de la comunidad, al ver que muchas ya no encontraban trabajo en la enseñanza, incluyeron la informática entre las nuevas especialidades de formación de las adolescentes haredíes”, explica Cahaner.

A pesar de los notables cambios, el encontronazo entre seculares y ultraortodoxos sigue presente en el día a día. Existe interacción pero siguen siendo un grupo bien diferenciado al que aún se considera, en muchos aspectos, al margen de la sociedad. Constantemente protagonizan protestas para mostrar su rechazo al servicio militar obligatorio y su empeño en que se respete escrupulosamente el Shabat hace temer que su influencia, cada vez mayor en la esfera política, pueda llegar a suponer una amenaza para el modo de vida de la mayoría secular en la sociedad israelí.

Fuente: https://elpais.com/internacional/2018/01/24/mundo_global/1516790082_771216.html

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Historia de las beguinas, feministas de la Edad Media

Por: Pablo Maurette

En un tiempo en el que el saber y el poder eran un tema de hombres, estas religiosas laicas propusieron un sistema de vida rebelde y contemplativo, cuya clave era educar a las mujeres.

Pocos saben que el 14 de abril de 2013 se extinguió una especie. La noticia pasó desapercibida, y esto no debería sorprendernos. Toda extinción es un proceso lento y gradual que viene de la mano del olvido. El último tigre de Tasmania murió abandonado y desnutrido en el zoológico de Hobart en 1936. La última hablante de bo, uno de los idiomas más antiguos del mundo, autóctono de las islas Andamán, murió sola y olvidada en 2010. Nunca es más fino el hilo que justo antes de romperse. Pero si, como dijo Leibniz (después lo repitió Darwin), la naturaleza no da saltos, la cultura tampoco; y tanto la evolución como la extinción se producen de manera paulatina a medida que algo entra en foco y algo sale de foco, desdibujándose, perdiéndose lentamente, fundiéndose con el trasfondo. Gracias a la materia, que es indestructible, y a la memoria, que perdura y perdura obcecada, última línea de resistencia ante la caducidad, nada nunca desaparece del todo. Y todo estuvo ahí desde siempre.

Pobreza. El 14 de abril de 2013 murió Marcella Pattyn, la última beguina. Tenía 92 años. Las beguinas eran mujeres que abandonaban sus hogares para vivir en la pobreza, dedicadas a la caridad, a la plegaria y a la contemplación. El movimiento surgió en la Baja Edad Media en Flandes, en el norte de Francia y el oeste de Alemania, proliferó durante todo el siglo XIII y, en el siglo XIV, entró en un lento declive que culminó con la muerte de Marcella Pattyn. No se trataba de una orden religiosa, las beguinas no eran monjas. Estas hijas rebeldes, en general de familias de clase media y alta, rechazaban tanto la clausura del matrimonio como la del convento, las dos únicas opciones de vida para la gran mayoría de las mujeres en aquella época. Las beguinas se negaban a vivir bajo la autoridad de un sacerdote tanto como bajo la de un marido y, en consecuencia, estaban obligadas a convertirse en parias. En el siglo XIII, al tiempo que crecían en número, empezaron a fundar comunidades independientes conocidas como “beguinajes”, donde se dedicaban a trabajar la tierra y a criar animales, a fabricar cerámicas, a la industria textil, a estudiar la Biblia, a rezar y a educar. En los beguinajes solía también haber hospitales, y no era inusual que las beguinas mandasen comitivas de asistencia a los leprosarios. Los beguinajes eran misiones no clericales, matriarcados castos y asistenciales, pequeñas comunidades aisladas, cuya independencia no tardó en alarmar a las parroquias aledañas, que los combatió sin tregua hasta reducirlos en número y limitar su expansión. En consecuencia, muchas beguinas sufrieron la persecución de la Iglesia y algunas pagaron con la vida su intransigencia anticlerical. Margarita Porete, mística y autora de El espejo de las almas simples, fue acusada de herejía y ardió en la hoguera en 1310. Un año más tarde, el papa Clemente V (a quien Dante le reserva un lugar en la fosa de los simoníacos, en el octavo círculo del Infierno) acusó a las beguinas de herejes. Sus sucesores inmediatos aumentaron la presión sobre los beguinajes y la reforma protestante les dio la estocada final. Los pocos que quedaron sobrevivieron pasando desapercibidos, en la periferia de pequeñas ciudades o en zonas rurales, aislados, silenciosos, semiolvidados.

Activas y contemplativas. En el Evangelio de Lucas se cuenta que Jesús visitó la casa de dos hermanas, Marta y María, y mientras una (Marta) iba de acá para allá haciendo las tareas del hogar, esforzándose en ser buena anfitriona, la otra, María, se sentó a los pies del invitado de honor y lo escuchó hablar. Para la tradición cristiana, Marta y María simbolizan la vida activa y la vida contemplativa. Históricamente, teólogos y comentadores han estado de acuerdo en que, de las dos, María es quien está más cerca de Dios. A comienzos del siglo XIV, sin embargo, el místico y predicador Meister Eckhart, oriundo de la tierra de las beguinas y contemporáneo de la edad de oro de los beguinajes, trastocó esta lectura al afirmar que María se sienta para aprender de Jesús e incorporar la verdad en su corazón, pero Marta, que ya ha encontrado el camino, se dedica a realizar la obra de Dios en el mundo. “En la vida está el conocimiento más noble”, dice Eckhart en uno de sus sermones, y agrega que el objetivo último es vivir “junto a las cosas y no en las cosas”. Cada beguina era Marta y María, un compás con un pie firme en la contemplación y otro activo en el mundo orbitando el centro, emulando el movimiento divino y trazando la figura que mejor lo representa, la circunferencia.

Amores y erotismo. Activas en el mundo, las beguinas eran también intelectuales versátiles con una enorme libertad para empaparse de la cultura vernácula. En el siglo XIII, una de ellas, Hadewijch de Brabante, gran conocedora de la poesía profana, escribió cartas y poemas que expresan un deseo exasperado, casi insoportable, de fundirse con lo divino en un lenguaje atravesado de referencias al amor cortés. El de Hadewijch es un misticismo hipersensorial basado en el concepto de “amor” (minne). Minne es un término que proviene del léxico del amor cortés (los Minnesänger eran los trovadores). Como sucedería unos siglos más tarde en la poesía de Santa Teresa de Avila y de San Juan de la Cruz, en la obra de Hadewijch el amor sacro y el amor profano se entrelazan y se confunden en una sugestiva danza de erotismo y espiritualidad. La beguina habla de una experiencia epifánica originaria que tuvo a la edad de 10 años y en la que se le reveló minne. Minne no es un objeto, sino una experiencia, y deja como secuela algo que Hadewijch llama orewoet, una especie de furor, el deseo desenfrenado por el otro (en este caso, Dios), que se intensifica cuando el otro simultáneamente es y no es pasible de ser poseído plenamente. Este furor, que en palabras de Hadewijch, consume el corazón y hace arder las entrañas, se apodera de la persona con tal intensidad que pone en riesgo su estabilidad emocional y su salud física. La vida se vuelve así un afán constante, y profundamente melancólico, de sentir a ese otro. Las ocasiones en que se accede a esta experiencia son rarísimas, y el místico las debe aprovechar. Hadewijch llama a esto ghebruken, el gozo en la posesión, que es efímero pero transfigurador. Ghebreken, en cambio, es el deseo de gozo, la carencia, el anhelo descarnado, similar al anhelo del amante no correspondido. La vida del místico es un constante sube y baja emocional, un eterno retorno, un bucle infinito. Muchas beguinas fueron místicas. Beatriz de Nazareth, Agnes Blannbekin, Matilde de Magdeburg y María de Oignies vivieron entregadas al rezo y a la penitencia. Sus vidas, salpicadas de raptos extáticos y violentos altibajos espirituales, quedaron registradas en cartas, visiones, poemas y testimonios de terceros.

Revolución pedagógica. La verdadera revolución de las beguinas, sin embargo, fue pedagógica. Los beguinajes eran, a fin de cuentas, centros educativos en los que se impartía conocimiento teórico y práctico. En ellos, mujeres de todas las edades aprendían a leer y escribir, y se formaban en diversos oficios. Generaciones y generaciones de mujeres alfabetizadas y autosuficientes son el legado más duradero de esta asociación laica. Cinco siglos después del auge de las beguinas, otra educadora, Mary Wollstonecraft, en su Vindicación de los derechos de la mujer (1792), sostuvo que, para que se realizase el proyecto iluminista de libertad e igualdad entre los hombres, las mujeres debían tener acceso igualitario a la educación. En muchas partes del mundo esto todavía es una quimera.

Fuente: http://www.perfil.com/elobservador/historia-de-las-beguinas-feministas-de-la-edad-media.phtml
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Revolver el aula

Por: Quimey Ramos

En un inicio de ciclo escolar, nuevamente atravesado por el recorte y el hostigamiento a lxs maestrxs, Quimey Ramos, impulsora de la primera Red Nacional de Docentes Trans-Travestis, propone pasos a seguir para una educación con perspectiva de géneros que fomente la igualdad y la libertad de ser y estar para alumnxs y maestrxs.

Martes, 27 de febrero. Siendo las 15, y a pesar de terminar mi trabajo a las 12, estoy camino a la escuela. Si no llego a tiempo, pierdo mi trabajo. Soy una de lxs tantxs docentes alcanzadas por la resolución 299 de Vidal que en caso de no demostrar que aún seguimos nuestros estudios, seremos cesados.

El final del ciclo 2017 nos dejó un saldo de avances potenciales y grandes retrocesos como desafío. Por un lado, la primera Red Nacional de Docentes Trans-travestis en el país, que tiene por único precedente en el continente al Instituto Trans Brasilero de Educación: un espacio desde el que potenciar una perspectiva trans sobre la educación, y desde el cual sumar datos sobre la realidad del colectivo trans a nivel nacional, atendiendo a qué hemos accedido y a que no lxs trans con un trabajo formalizado. Por otra parte, la Reforma Previsional atentando contra las garantías laborales en general, que incluye docentes, y sin lugar a dudas, a las personas trans que nos dedicamos a la docencia.

Es imposible no tomar esto en cuenta a la hora de repensar la realidad de los espacios pedagógicos actualmente:  Si entendemos que las posibilidades de aprender de lxs estudiantes se ve atravesada por su contexto general (a tener en cuenta si el/la estudiante come 4 veces al día o no en su casa, si tiene un hogar fijo, si vive con adultxs que le devuelven la importancia que merecen sus intereses, etc.);  y por otra parte, si entendemos que la relación docente-estudiante no debe ser unilateral, es decir que la situación de aprendizaje es compartida y ambas partes (docente y estudiantes) mutamos a partir del encuentro, concluimos que sí importa el contexto de lxs docentes a la hora de poder repensar y potenciar un espacio de aprendizaje. La realidad de hoy en día es que nuestras posibilidades de repensar estrategias educativas se ve atravesada por nuestra disputa salarial e incluso, nuestra disputa por mantener nuestro trabajo.

Si algo sabemos de las etapas de crisis capitalista, es que incrementan el sentimiento de competencia: aumenta la falta de empatía, porque aumenta el pensarse en supervivencia. Y en un contexto de supervivencia, pensar en reconocernos y respetarnos como y en diversidad es difícil, porque si de supervivencia se trata, no hay diversidad: primero estoy yo, y por otra parte, el resto. Las predicciones sindicales apuntan a que una de las próximas conquistas a disputar será el presentismo. El presentismo, no como un plus para quien asiste, si no como un castigo para quien falta, planea descuentos grandes, alcanza a quienes tomen licencia por enfermedad, ya sea propia o por familiar a cargo. Si pensamos desde una perspectiva feminista la necesidad de quitarle poder a la familia modelo nuclear (papá-mamá-hijos), este contexto no es para nada alentador: el hecho de sentir en carne la necesidad de trabajar incluso estando enfermxs para no sufrir descuentos refuerza mandatos tradicionales que nos enseñan, por ejemplo, a pensar que si yo genero el ingreso familiar, tengo derecho a decidir sobre mi hijx, y a que prime mi decisión por sobre el deseo de quien está a mi cargo.

Que hoy haya más de 40 docentes trans en red a lo largo del país, aunque no lleguemos aún a ser 10 en una sola provincia, es un paradigma posible gracias a la ley, que a pesar de las intenciones del estado de negarla lo más posible, es la herramienta con la que día a día luchamos y nos respaldamos, en el caso docente por ejemplo, para haber defendido nuestro derecho a elegir cómo ser y a sostener nuestro derecho al trabajo para el que nos hemos formado. Pensando en el colectivo trans en general, la ley ha sido un comienzo para que de a poco podamos salir de la supervivencia diaria, lo que se traduce en más tiempo para repensar nuestras perspectivas. Se abren nuevas dudas adelante: ¿Cómo conseguiremos en este contexto hermanarnos más con quienes no han accedido a nuestras mismas posibilidades en vez de ser distanciadxs por la competencia capitalista? ¿Cómo no caer en ser utilizadxs como un “ejemplo” aleccionador para el resto de nuestra comunidad? ¿Es nuestra lucha por la “igualdad” de posibilidades para el resto de nuestro colectivo? Se me aparece la advertencia de Silvia Federicci: La igualdad dentro de un sistema capitalista es en última instancia ser aparejadxs a la opresión que se le reserva al hombre (cis) asalariado. Buen comienzo de ciclo.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/98334-revolver-el-aula

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Ser mujer en la academia: ¿Cómo se produce la discriminación?

Por: Aina Gallegos

  • Las mujeres en ciencia son pocas, reciben menores salarios y financiación y son menos visibles
  • Existe discriminación en prácticamente todas las facetas de la vida académica: percepción de competencia, evaluaciones docentes y de la investigación, reclutamiento y consolidación, cartas de recomendación, citas y revisión de artículos
  • Las diferencias que encuentran muchos estudios son pequeñas o moderadas pero al ir siempre en detrimento de las mujeres, el efecto acumulativo puede ser importante.

A medio camino entre el Día Internacional de la Mujer en la Ciencia y el Día Internacional de la Mujer, esta entrada resume evidencia sobre el estatus desigual de las mujeres en ciencia y repasa las múltiples maneras en que se produce discriminación por motivo de género.

La tubería horadada: Aunque entran muchas mujeres en la universidad, incluso en estudios técnicos, se van perdiendo más mujeres que hombres a cada paso de la carrera académica. Actualmente, sólo un 21% de catedráticos son mujeres en España y el porcentaje de rectoras y de editoras de revistas científicas es todavía más reducido. En los últimos 10 años ha habido progreso pero es muy lento, lo cual sugiere que por sí sólo el reemplazo generacional tardará en reducir el problema.

Desigualdad salarial: A igual categoría profesional, y controlando por la antigüedad o la productividad científica, los hombres tienen salarios significativamente más elevados. La discriminación salarial no explicada por factores observables puede llegar al 30% en algunas disciplinas. En España estas diferencias están constreñidas porque los salarios de los profesores universitarios se fijan de forma centralizada. Sin embargo, existen otros mecanismos que generan desigualdad salarial como las tareas de consultoría y evaluación o conferencias remuneradas que se ofrecen más a hombres.

El sesgo en la financiación: Otra desigualdad bien documentada se encuentra en la dirección de proyectos financiados. Por ejemplo, menos mujeres que hombres se presentan al prestigioso programa del European Research Council y las propuestas presentadas por mujeres tienen una probabilidad algo menor de resultar elegidas. En los últimos 10 años el porcentaje de proyectos presentados por mujeres ha aumentado ligeramente, pero el de proyectos otorgados a mujeres no ha cambiado. El sesgo se amplía a medida que los proyectos aumentan de tamaño y en 2016 solo el 19% de las Advanced Grants, las más cuantiosas, fueron a mujeres.

El sesgo en la visibilidad: En las conferencias, las presentaciones dadas por hombres son más largas y éstos hablan más tiempo que las mujeres de su misma categoría profesional. Las mujeres hacen menos preguntas en seminarios científicos. Los hombres reciben más invitaciones a presentar en seminarios y conferencias y son la gran mayoría de keynote speakers. El resultado es que los hombres, a igual presencia, son más visibles en ciencia.

¿Por qué existen estas diferencias? Podría ser que a las mujeres no queramos estar en ciencia porque se nos da peor o no nos interesa. Sin embargo, la evidencia sobre la existencia de discriminación (entendida como el trato peor a las mujeres por el hecho de serlo y no por diferencias en la calidad), y sobre la multitud de formas que toma, es abundante:

Percepción de competencia: Un experimento famoso envió CVs ficticios a los laboratorios de 127 profesores. Los candidatos, que eran idénticos excepto por su género, fueron evaluados como más competentes y recibieron más ofertas para trabajar y un salario inicial más elevado que las candidatas. En otros experimentos, se pedía a profesores o alumnos que evaluasen resúmenes de artículos. El mismo abstract recibía una valoración mejor (de más calidad y con mayor impacto científico) cuando se les decía que el autor era un hombre. Evaluadores y evaluadoras discriminaron a las candidatas por igual.

Evaluaciones docentes: También está muy documentada la discriminación en la evaluación por parte de alumnos. En otro experimento los investigadores variaron aleatoriamente el sexo de varios instructores de cursos online. El mismo instructor recibía peores evaluaciones cuando el nombre que aparecía en pantalla era de mujer. El vocabulario con que se evalúa a profesores y profesoras en herramientas como RateMyProfessor revela un sexismo inquietante.

El trabajo de las mujeres se cita menos: Los artículos realizados por mujeres (como única autora, primer o última autora) reciben de media un 10% menos de citas que los trabajos realizados por hombres. El problema no es la calidad de la producción de las científicas. Por ejemplo, en ingeniería, aunque las mujeres publican como media en revistas con mayores índices de impacto (sugiriendo que la calidad es de hecho mayor), sus trabajos reciben menos citas. En relaciones internacionales, el sesgo permanece después de controlar por todo tipo de indicadores de calidad.

Estereotipos de género: Los hombres en ciencia son “brillantes” o “genios” y las mujeres somos “muy trabajadoras”. Los campos en que dominan los hombres, como las matemáticas o la filosofía, se asocian con estas cualidades masculinas. No hay evidencia sólida de que las niñas sean peores en matemáticas, pero los estereotipos empiezan a operar muy pronto y las niñas de seis años ya consideran que los “muy muy listos” suelen ser niños y empiezan a evitar actividades que se consideran propias de éstos.

Apoyo desigual: Las cartas de recomendación escritas a hombres contienen más expresiones que sugieren un apoyo fuerte al candidato (“brillante”, “uno de los mejores estudiantes que he tenido”) que las escritas a mujeres (ver 1 y 2). Estas cartas son muy importantes para acceder a puestos de doctorado, post-doctorado, becas y al primer empleo como profesor.

Dobles estándares en la consolidación (tenure): Las mujeres tienen que publicar más (controlando por la calidad de las revistas) para obtener tenure (un contrato indefinido) y lo hacen en universidades menos prestigiosas. A la hora de hacer evaluaciones de tenure, a los hombres se les cuenta por igual las publicaciones con coautores o en solitario, mientras que a las mujeres se les tiene menos en cuenta las publicaciones co-autorizadas con hombres, sugiriendo que se les atribuye el mérito a ellos.

Evaluación más dura en revistas: Los papers enviados por mujeres a revistas científicas pasan más tiempo en el proceso de evaluación, seguramente porque los editores y los revisores son más duros con ellas. Aunque esto tiene consecuencias positivas, puesto que las autoras acaban escribiendo artículos mejor redactados, su productividad se puede resentir si pasan más tiempo revisando artículos antiguos.

Demuéstralo otra vez: En general, las mujeres tienen que trabajar más para obtener el mismo reconocimiento. A los hombres se les juzga también en base a su potencial, nosotras tenemos que demostrarlo. Los éxitos de los hombres se atribuyen sobretodo a su habilidad mientras que a los éxitos de las mujeres se les quita importancia, atribuyéndolos a factores diversos, incluyendo la discriminación positiva. Los errores cometidos por mujeres se recuerdan más.

Acoso sexual: En una encuesta reciente publicada en Nature un 25% de las científicas entrevistadas afirmaron haber sido víctimas de acoso sexual en su lugar de trabajo. El acoso sexual es más frecuente en los campos más dominados por hombres y es una causa importante de abandono de la carrera académica.

Al empezar este post me propuse escribir un resumen cortito de la evidencia y aprovechar para reflexionar sobre algunas vivencias propias. Pero al ir encontrando más y más estudios sobre este tema el post se ha ido alargando, así que dejo hablar de vivencias propias y de otros temas (como la maternidad, las manera en que el entorno mina la auto-confianza, o la reacción de los hombres) para otra ocasión.

Fuente: http://www.eldiario.es/piedrasdepapel/Universidad-investigacion-Ciencia-discriminacion_de_genero-igualdad_6_744085609.html

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Un análisis educativo sobre qué es la inteligencia

Por: Lesbia González

Las notas, los números fríos de evaluaciones académicas restringen las múltiples capacidades humanas.

Una definición de inteligencia podría ser: facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad, así como la posibilidad de selección de las alternativas más convenientes para la resolución de un problema.

Al leerlo parece simple, los investigadores coinciden en que no hay una definición que abarque la misma. La razón si es simple, que a todo le queremos dar una definición, con reglas, orden y por lo demás, más grave una forma estadística que nos englobe a todos para establecer un orden lógico, congruente y un referente.

Usar la inteligencia de esa forma separa a los humanos y antes que reforzar sus capacidades, les impide crear y ser capaces. ¿Por qué lo decimos? Las medidas estadísticas estandarizadas son simples y comparan, el cociente intelectual C.I o IQ (en inglés) y sólo ha servido para dividir a los humanos con epítetos, con inteligencia superior, promedio o inferior, pero no para su desarrollo.

Las notas, los números fríos de evaluaciones académicas restringen las múltiples capacidades humanas.

Surge en los años 60 Howard Gardner y nos habla de inteligencias múltiples y a pesar de los años que hace de este concepto tan valioso, es poco su uso en el ámbito académico. Parece gustarnos mucho dichas evaluaciones, apelan al concepto antropológico de quién es mejor y por eso se queda pegado a nuestra psiquis. Pero al escudriñar más a fondo, ya que nosotros somos más que promedios, nos damos cuenta de que cada ser humano es tan brillante como se le permita ser y crear y los promedios sólo retrasa su avance.

Ojo, porque no sólo a los que promedian bajo, también a los altos, puesto que ellos creen que ya han ganado el mundo con sus notas y el mundo los arrastra a la cruel realidad.

La inteligencia es poder usar todo el potencial que el ser humano posee y la buena noticia es que si lo posee, pero si seguimos evaluando como hasta ahora, cercenamos las posibilidades que subyacen en cada individuo.

Hay que agregar también que el concepto evaluación está unido a poder, por ello es que les hace tanta gracia a muchos evaluadores tener bajo su poder a los evaluados, de ahí los semidocentes que ‘se gozan de aplazar alumnos’, que ríen cuando salen mal o disfrutan maquiavélicamente haciendo exámenes difíciles e incluso otros que dicen que ellos son la máxima calificación y nadie puede llegar a su nivel. Además, existe también la firme creencia de que ser matemáticos, físicos, científicos es sinónimo de inteligencia y que cualquier otra materia es recreacional.

Todas las personas son inteligentes, hoy día ha quedado más que probado que los portadores del síndrome de Down pueden hacer y ser mucho más que lo que antes los tenía atados a su promedio en los famosos test de inteligencia, que no son más que otros marcadores estandarizados de números insulsos y carentes de valor aplicable a la capacidad infinita de cada ser humano.

Cambiar implica mucho esfuerzo que sólo los verdaderos docentes con vocación saben que deben hacer y los alegra hacerlo, puesto que saben que si ayudan a todos a descubrir sus potenciales más allá del constructivismo -que también se puso de moda- y que cada individuo descubra cuán inteligente es a través de metodologías novedosas, que valoren y respeten a todos, que no enumeren y clasifiquen, que no estandaricen; sino al contrario, poder explotar esos potenciales que yacen en el cerebro humano, haciendo que surja la grandiosa inteligencia que todos poseemos.

Fuente: http://laestrella.com.pa/panama/politica/analisis-educativo-sobre-inteligencia/24052216

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Sarukhán y la memoria universitaria

Pedro Flores Crespo

Ser estudiante universitario es una de las cosas más gratificantes por las que atravesamos algunos. Habitar el campus nos enseña que la educación está más allá de las aulas. En esta etapa es cuando se abren ante nuestros ojos un buen cúmulo de conocimientos y experiencias, a la par de abrazar cuanta causa política y social surja. El ambiente universitario también muestra que los ratos de amistad y alegría son más constantes que el ansia de competir por un puesto, dinero o prestigio.

En paralelo a esta graciosa vida, muchas historias de poder y política se entretejen. De esto – y de varias cosas más – habla el libro Desde el sexto piso de José Sarukhán, quien fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 1988 a 1996. Fue en este mismo periodo que tuve la oportunidad de ser estudiantes de bachillerato y de licenciatura y por ello, al leer el libro del destacado ecólogo, me pregunté qué tanto de lo realizado por Sarukhán se correspondía con lo vivido como estudiante. Veamos.

Orgullo, programitis y politización

Que la universidad de uno sea dirigida por un destacado científico – ahora miembro de la Royal Society de Londres – es un orgullo que sirve, entre otras cosas, para atajar la agrias críticas hacia la escuela pública. El poder político que ejerce el rector de la UNAM no tendría la misma resonancia y significado sin la capacidad académica e intelectual de algunos de sus directivos. Quizás por esta capacidad, Sarukhán delineó una clara visión y se propuso “academizar” la universidad y esto consistía en “poner al personal académico en el centro del escenario universitario”, ofrecerle opciones de desarrollo profesional a la par de exigirle “un ejercicio de mayor calidad y responsabilidad para con sus alumnos” y evitar que las “grillas” distraigan al profesor comprometido de su “función académica”.

El resultado global de todas estas acciones deberá construirse a través de las distintas voces y fuentes que habitan el campus y no sólo por medio del mencionado libro. A mi como analista de política universitaria, me llamó mucho la atención la vigorosa creación y puesta en marcha de diversos programas para tratar de revertir los problemas estructurales de la UNAM. No obstante, parece ser que a pesar de la introducción de estas estrategias – algunos exitosos en un inicio -, los problemas permanecen. Por ejemplo, sigue habiendo una clara separación entre investigación y docencia. En los institutos, la UNAM es ejemplar, pero en los procesos de enseñanza-aprendizaje hay grandes fallas. En mis tiempos, había profesores que dictaban y, hasta donde recuerdo, no había debates en clase o se utilizaba el “método científico como base para la enseñanza y el aprendizaje”.

Asimismo, en la actualidad, parece seguir habiendo una marcada disparidad en términos de calidad educativa entre campi que ya Sarukhán observaba en sus tiempos y que, por recientes testimonios, no ha desaparecido. Estos resultados no esperados del programa de academización es una lección que hay que discutir con mayor detenimiento.

En contrapunto con el intento de academización, hubo fuertes tensiones políticas en la gestión de Sarukhán y no pocas veces el “jefe nato” de la UNAM tuvo que actuar más como político que como académico. Un pasaje muy “sabroso” del libro es el referido al proyecto del aumento de cuotas. Como quizás usted recuerda, en 1992, el grupo directivo propuso introducir un esquema de pagos diferenciados. Es decir, si un estudiante provenía de una familia económicamente pudiente, debía pagar más de colegiatura que el joven de escasos recursos. A pesar de que esta propuesta sonaba razonable, el asunto se enredó – al igual que en 1999 – al grado de llegar a las altas esferas del poder.

Aunque hay distintas versiones de cómo “persuadieron” a Sarukhán para que retirara su propuesta, el ex rector narra en su libro que, por la noche, lo citaron en la residencia de Los Pinos para sugerirle que no prosiguiera con el proyecto de la cuotas pues podía ocasionar agitación social y protestas callejeras. Todo esto, frente a las elecciones en varios estados de la República. Curiosamente, no fue el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari el que le pidió al “jefe nato” de la UNAM que reculara, sino los argumentos de Manuel Camacho, entonces jefe del Departamento del Distrito Federal. Sarukhán sugiere que Camacho, con el interés de ser candidato a la presidencia, estaba pactando con el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) la abrogación del proyecto de cuotas, cuestión que no concuerda con los hechos pues es bien sabido que algunos líderes del CEU simpatizaban con el movimiento político que encabezaba el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

El hecho es que Sarukhán se retractó y enfrentó un dilema: ante la intromisión del gobierno en las decisiones de un institución autónoma, ¿debía o no renunciar? Con base en la “teoría del sujeto indispensable”, decidió lo segundo. Según él, se perdería más si se fuera de la UNAM que si se quedaba porque su responsabilidad era “velar por el bien de la institución”. No podía arriesgar, dice el biólogo, “la estabilidad y el fortalecimiento académico” de la universidad. Ultrajados, pero firmes en el puesto.

¿Especies a extinguir?

Al leer las memorias del ex rector, también llama la atención la subestimación con que el destacado científico trata a los actores que tendían a cuestionar el programa de “academización” o el supuesto orden y estabilidad unamita. Su mirada es severa. A algunos profesores que se oponían al programa de estímulos salariales los acusa de ser demasiado “protagonistas” porque protestaron actuando como “cerillos” en un supermercado sin reparar, ahora, en la excesiva carga financiera que tiene, según algunas fuentes bien informadas, este programa para la UNAM. Además, de la simulación, clientelismo y discrecionalidad que este tipo de esquemas genera, según la literatura especializada.

Por otro lado, y aún sin ser rector, en 1986, participa en unas mesas de diálogo con estudiantes y confiesa haber sentido “tristeza” por ellos ya que “actuaban como marionetas de adultos” y el juicio va más allá: ese sector de la izquierda universitaria actuaba con un “oportunismo político chato e irritante que no debería tener cabida en una universidad”. Es muy raro que el destacado biólogo se pronuncie por querer expulsar del “ecosistema” universitario a una “especie” en formación.

Una triste memoria de mis épocas de estudiante fue cuando a pesar de querer trabajar por la “academización” de la Facultad de Contaduría y Administración (FCA), el maestro Salvador Ruiz de Chávez no fue reelegido, en 1993, por la Junta de Gobierno y aunque sus seguidores no tuvimos elementos para atribuirle a Sarukhán alguna responsabilidad en ello, sí sabíamos que la decisión no era vista, desde el sexto piso, con malos ojos pues Ruiz de Chávez había apoyado a otro aspirante en la carrera por la rectoría en 1992. En su lugar, eligieron a un personaje que, corroborando nuestra precariedad democrática, también tachábamos de “marioneta”.

Afortunadamente, las cosas han cambiado y algunos hemos evolucionado para poder reconocer que las universidades públicas mexicanas son plurales y diversas y que es un error considerarlas como simples maquinarias u órganos cuyas partes deben operar para mantener – a toda costa – una estabilidad mal entendida. La crítica y apertura al razonamiento del argumento opositor son también factores de equilibrio.

Fuente del articulo:http://www.educacionfutura.org/sarukhan-y-la-memoria-universitaria/

Fuente de la imagen:http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2014/12/jose_sarukhan-2

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