Page 1 of 455
1 2 3 455

«La salud mental es un asunto colectivo»

Aunque Rosa Montero ha publicado su más reciente libro, ‘La desconocida’ (Alfaguara), en el que se adentra con Olivier Truc en la novela negra, la mal llamada «locura» y su relación con la creación ha sido un tema que la ha obsesionado. De hecho, en ‘El peligro de estar cuerda’, encontró la forma de plasmar esa inquietud, visibilizar los trastornos mentales y la necesidad de tratamiento y atención a estas enfermedades.


El peligro de estar cuerda ya lleva más de un año publicado. ¿Qué ha pasado en este tiempo? ¿Qué más le ha sorprendido del éxito del libro?

Ha sido increíble. Llevo años publicando libros y creo que este es uno de los importantes para mí, porque le puse mucho tiempo y corazón. Nunca en toda mi vida había tenido una respuesta de los lectores tan increíble. Otro libro que tuvo muchísima respuesta fue La ridícula idea de no volver a verte. Y, de hecho, me siguen hablando de él. La gente me cuenta sus duelos. Pero en este ha sido como si le hubiese quitado un tapón a algo espumoso que ha salido incontenible. He llorado mucho con lectores y lectoras que vienen y me cuentan cosas tan emocionantes y trascendentes que han llegado hasta justificarme la vida en algunos sentidos.

¿En qué sentido?

Ha habido dos casos en concreto en los que me han dicho que el libro les ha salvado de suicidarse. Yo no sé cómo tomarlo, fueron dos mujeres. Una de ellas a través de una carta, y la otra, en persona.

En entrevistas anteriores usted compartió historias que le contaban quienes leyeron su libro, con el que se sintieron identificados. ¿Alguna nueva anécdota?

Estaba en Buenos Aires presentando y dando entrevistas sobre el libro. Estaba lista para una entrevista para televisión y el periodista se me acercó. En vez de presentarse y dar las gracias por el espacio, me dice: «Rosa, tu libro tiene toda la razón porque yo tengo un TOC con la balanza. Me peso 20 veces al día. Llego a casa y me peso con chaqueta, sin chaqueta, con zapatos, sin zapatos. Sé lo que pesa mi corbata». El libro produce eso: compartir manías. Y aunque no contó eso en la entrevista, me invitó a su programa de radio y ahí tuvo el valor de contarlo, de normalizarlo y sacarlo a la luz. Y eso creo que debemos hacer todos.

«No podemos seguir estigmatizando, alejando y hundiendo en la soledad patológica a las personas con trastornos mentales»

Usted bien dijo que la pandemia ayudó a que los trastornos salieran del clóset. Y, de hecho, la gente habla con más naturalidad del tema, pero, por otro lado, la realidad es que el acceso a tratamientos es muy precario. Hablo por Colombia. ¿Estamos teniendo una involución en el tema?

La pandemia lo que hizo fue empeorar la salud mental, hubo una crisis que saltó como una olla que está hirviendo y abrió un poquito la puerta. De hecho, todavía la gente comparte lo que le sucede, en muchos casos los famosos. Pero desde hace un año también vengo diciendo que tengo miedo de que esa puerta que hemos abierto se vuelva a cerrar. Las repercusiones de esto han sido pocas. En España, por ejemplo, el tema está en la agenda, pero seguimos teniendo menos psiquiatras. En una conversación pública reciente con una psicóloga clínica llegamos a la conclusión de que la salud mental en toda su gama (patológica y no patológica) y considerada como un bien prioritario de la sociedad debe ser un asunto colectivo y solo se puede solucionar colectivamente. Hay que acoger y aceptar la diferencia, reconocerla y visibilizarla. Lo que llaman normal es lo normativo, la horma, pero lo normal es la divergencia. No podemos seguir estigmatizando, alejando y hundiendo en la soledad patológica a las personas con trastornos mentales. Esa soledad es la que nos destruye, porque somos animales sociales y de ahí la sensación radical de enajenación total del entorno.

Habla de lo normativo, que es un término que se usa desde el feminismo para hablar de lo impuesto a las mujeres. En su caso, el patriarcalismo. ¿Qué o quién impuso lo que es ser normal y la mal llamada locura?

Desde el principio de los tiempos siempre se supo que lo que llamamos locura –no me gusta mucho esa clasificación– era una enfermedad más del cuerpo. En la época de los griegos clásicos, se pensaba, por ejemplo, que la depresión estaba producida por un exceso de bilis negra. Y voy a lanzar una teoría de lo que creo, y es que hace 200 años de repente se empezó a pensar que la locura era algo completamente abstracto, esotérico, etéreo, que no se sabía de dónde salía, era casi culpa del paciente. Y hace 200 años fue la industrialización. ¿Qué hizo la primera industrialización? Pues necesitar a la gente muy marcada en cuanto a unos horarios concretos, una mecanización repetitiva. Quitó esa libertad de diferencia que había en tiempos anteriores. Ahí lo dejo porque es algo que se me acaba de ocurrir…

Tiene mucha razón, en tanto usted menciona que los trastornos son inhabilitantes, que no permiten vivir, y sufrirlos sacan a la persona del modelo productivo…

Exacto, pero el modelo productivo moderno, porque antes estaban los artesanos y los gremios y esa era otra forma de producir. Entonces, si no puedes producir, estás fuera de la sociedad.

En el libro cita muchos autores, pero también a científicos que se han dedicado a la neurociencia, ¿el hecho de que se acerque a este tipo de literatura científica, que trata de entender las cosas desde la realidad, sabiendo, como usted dice, que es poco fiable, la ha aterrizado un poco a lo que podemos llamar como realidad?

La ciencia intenta aproximarse a la realidad de una manera sistemática, lo más rigurosamente posible, pero los propios científicos contemporáneos están en la comprensión de la irrealidad. Es el principio de incertidumbre de Heisenberg. No podemos ver la realidad, no la podemos medir. Qué más científico que eso y más claro que la realidad no es fiable. Yo siento que es un continuum.

Usted ha hablado de la soledad patológica de los que tienen trastornos. ¿Los familiares o cercanos que acompañan a estas personas también sienten esa soledad?

El dato de la OMS es muy conservador, que el 25% de la población mundial vivirá en carne propia un trastorno mental o lo vivirá de cerca con un familiar. Aquí vuelvo a repetir algo que ya dije y es que el problema de la salud mental en lo patológico y no patológico solo se puede resolver colectivamente. No es enterrándolo con la familia o con la madre, que suele ser ella la que acompaña porque los padres se abren. Relegarlos a ellos también no es pensar colectivamente. Al contrario, hay que sacarlos de esa soledad, darles trabajo, un entorno seguro habilitado a sus ritmos y no a los de la revolución industrial.

Usted habla del miedo al miedo, el miedo a que vuelva a suceder el trastorno, en su caso, los ataques de pánico que vivió por muchos años. Pero hay quienes hablan de tenerle miedo a no tener miedo, porque el miedo ayuda a reaccionar. ¿Hay que vivir con miedos?

El miedo es un arma. De hecho, hay un síndrome muy raro y que muy poca gente tiene y es el de no sentir nunca miedo. Normalmente esta gente que no tiene miedo se muere muy joven, porque no calcula, no sabe defenderse. El problema es cuando el miedo se enquista, y ya no es una herramienta. Estás con una ansiedad que no entiendes, que te sientes amenazada por algo y no logras saber por qué. Ese miedo se convierte en algo dañino porque genera una descarga hormonal de cortisol, que es una hormona tóxica, y eso te puede terminar matando. Lo del miedo al miedo puede ser una patología limitante. Luego de vivir una crisis, se puede tener una sensación de irrealidad y de que vuelva a pasar. Y te aplasta el miedo a tener miedo. Y es el miedo lo que hace imposible vivir, no la crisis.

«Una cosa a la que tiene que acostumbrarse todo el mundo es a manejar con soltura la maleta de oscuridad»

Cita a muchos inventores o autores muy exitosos, que lo fueron aun sufriendo algún tipo de trastorno. Y quizá la gente desconozca que Isaac Newton tenía delirios psicóticos, o que Marie Curie sufría de fuertes depresiones y pudo ser bipolar. ¿Qué hubiera pasado con sus vidas y descubrimientos e inventos en caso de que la humanidad sí hubiera sabido de sus trastornos?

Se les hubiera hecho la vida mucho más fácil, hubieran sido menos desgraciados. Y en los que nos deberíamos de concentrar no son los que consiguieron y salvaron una vida hábil pese al sufrimiento. Cuántos Newtons, cuántas Marie Curie sucumbieron de lo que no sabemos. Esa es la pregunta. Y creo que han sido muchísimos.

Un gran ejemplo del que habla es el de la neozelandesa Janet Frame, quien afirmó que, a pesar de todo lo que vivió, al fin de cuentas lo que tuvo fue un privilegio. ¿Ha sentido el privilegio de padecer un trastorno mental?

Es un absoluto privilegio tener este juego inmenso entre las manos, esta capacidad de viajar a los otros que es escribir una novela, es maravilloso.

¿Si no hubiese sido por eso, cree que todavía se hubiese fiado de la realidad?

No lo sé, yo no creo en la realidad como un continuum. Una cosa a la que tiene que acostumbrarse todo el mundo es a manejar con soltura la maleta de oscuridad. Todos tenemos una maleta, más grande, más pequeña. A mí me ayudó publicar por primera vez, y también fui haciendo un camino en el sentido de perder el miedo al miedo.

¿Estudió Periodismo para acercarse más a la realidad?

No, primero porque soy tremendamente empática, además es muy parecido ser novelista que periodista, porque son dos viajes al otro. Están en un ámbito humanístico parecido. Esencialmente pensé en dedicarme al periodismo por tres razones. Primero, porque escribía ficción desde muy pequeña, me gustaba mucho escribir, así que cuando pensé en buscar un trabajo pensé en el periodismo escrito porque se escribe. Por otro lado, porque soy una curiosa tremenda, y el periodismo me iba a permitir no especializarme, sino seguir aprendiendo toda la vida. Y el tercero, porque me encantaba la idea de viajar, y sabía que el periodismo me lo permitiría.

Otro de los miedos de los que ha hablado en su obra y en entrevistas es el miedo a la muerte y que por eso empezó también a escribir, para tratar de conjurar un poco ese miedo, ¿qué tanto le ayudó este libro?

Cada libro me va dando un poco más y este creo que me ha ayudado bastante. A veces me preguntan: «¿Por qué tratas tanto de la muerte en tus libros?». Y digo: «¿Es que se puede hablar de otra cosa?». Ese es el tema básico detrás de todo, pero la gente no se da cuenta. Y detrás de todo está el miedo a la muerte, el sin sentido del amor. Yo la verdad es que cada vez he ido surfeando mejor eso. No tiene ninguna gracia morirse, pero bueno, tengo evidentemente bastante menos miedo a la muerte ahora que estoy mucho más cerca que cuando era joven.

¿Ese miedo es por el mismo hecho de la finitud humana, de que no somos eternos?

Creo que hay que valorar la vida y por mí, si se puede firmar en algún lado la eternidad, yo la firmo. Por mí yo viviría toda la vida. Me encanta la vida.

¿Por eso los libros, que sí quedan para la posteridad?

Cuando tú te mueres, los libros se mueren. Es muy raro el escritor que pervive. Lo que pasa es que mientras escribes los libros tú eres eterna.

Usted cuenta que cuando ha entrevistado a autores los ha puesto en una dualidad: escoger entre ser lectores o escritores. Sigo la misma línea, apelando un poco a Virginia Woolf, que defendía una habitación propia en un contexto sin casi derechos para las mujeres. Como autora, ¿qué escoge?

Yo creo que hay que aspirarlo todo. Y que todas las mujeres tengan su habitación propia, empezando por mí.

Fuente de la información e imagen:  https://ethic.es

Fotografía: Ethic. Iván Giménez

Comparte este contenido:

El futuro de nuestro mundo, por Noam Chomsky

Noam Chomsky (95) famoso disidente y padre de la lingüística moderna, considerado uno de los principales intelectuales del mundo, se está recuperando de un derrame cerebral que sufrió a los 94 años y ahora vive con su esposa en Brasil. Según un reportaje de Democracy Now del 2 julio 2024, realizado por Amy Goodman, el pasado mes de junio el presidente brasileño Lula visitó personalmente a Chomsky, le cogió de la mano y le dijo: «Usted es una de las personas más influyentes de mi vida», atestiguó personalmente Vijay Prashad, coautor con Noam Chomsky de The Withdrawal (The New Press).

En efecto, Noam Chomsky está considerado como uno de los intelectuales más influyentes del siglo XXI.

Una entrevista en vídeo con Chomsky realizada en la Universidad de Arizona antes de la apoplejía es extraordinariamente contemporánea y perspicaz, con un poderoso mensaje: What Does the Future Hold Q & A With Noam Chomsky (Preguntas y respuestas sobre el futuro, con Noam Chomsky), presentada por Lori Poloni-Staudinger, decana de la Facultad de Ciencias del Comportamiento y profesora de la Facultad de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Arizona.

Chomsky se unió a la Escuela de Ciencias del Comportamiento en 2017, impartiendo el curso «Consecuencias del capitalismo.»

Este artículo es una sinopsis de algunas de las respuestas de Chomsky a preguntas, e incluye datos de apoyo de terceros en torno a sus afirmaciones sobre los dos mayores riesgos para la continuidad de la existencia de la humanidad.

¿Qué nos depara el futuro?

Pregunta: geopolítica, unipolar frente a multipolar

Chomsky: En primer lugar hay dos crisis que determinan si es siquiera apropiado considerar cómo será la geopolítica en el futuro: (1) la amenaza de una guerra nuclear y (2) la crisis climática.

«Si no se aborda la crisis climática en los próximos años, la sociedad humana estará esencialmente acabada. Todo lo demás es irrelevante si no se abordan estas dos crisis».

(Este párrafo no forma parte de la respuesta de Chomsky) En cuanto a la advertencia de Chomsky, varios indicadores clave de la crisis climática están parpadeando en rojo, no en verde. Por ejemplo, hace nueve años, 195 naciones acordaron en la conferencia de la ONU sobre el clima de París «15 tomar medidas para mitigar las emisiones de CO2 y mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5°C preindustriales. Sin embargo, tan solo nueve años después de ese acuerdo entre 195 países, según el Servicio de Cambio Climático Copérnico (C3S), las temperaturas globales superaron los 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales por primera vez en la historia de la humanidad durante un periodo de 12 meses, de febrero de 2023 a enero de 2024, y ahora se acercan rápidamente a las zonas de peligro. Obviamente, las naciones del mundo no siguieron sus propios dictados, y si no son ellas, ¿quién lo hará?

La paleoclimatología tiene pruebas de lo que cabe esperar si no se hace frente a la «crisis climática», como la califica Chomsky (El siguiente párrafo tampoco forma parte de la respuesta de Chomsky): «Aunque el escenario actual de cambio climático provocado por el CO2 no tiene precedentes en la historia de la humanidad, en el registro geológico se dieron circunstancias similares que nos dan una idea de lo que cabe esperar en cuanto a la subida del nivel del mar, y el proceso que nos llevará hasta ahí. Hace unos 3,2 millones de años, durante el Plioceno, los niveles de CO2 eran de unas 400 ppm (427 ppm en la actualidad) y las temperaturas se situaban entre 2 y 3º C por encima de las temperaturas «preindustriales» de 1850-1880. Al mismo tiempo, los datos indirectos indican que el nivel global del mar era unos 16 metros (dentro de un rango de 12 a 20 metros) más alto que el actual.» (Fuente: The Sleeping Giant Awakens, Climate Adaptation Center, 21 de mayo de 2024)

Tal vez por eso el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sugiere enérgicamente mantener las temperaturas idealmente por debajo de 1,5 °C y, desde luego, no por encima de los 2,0 °C preindustriales.

Chomsky sobre el poder mundial: Actualmente el centro del poder mundial, unipolar o multipolar, está muy de actualidad. Esta cuestión tiene raíces que se remontan al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos estableció un poder mundial abrumador. Pero ahora la guerra de Ucrania tiene al mundo muy dividido con la mayor parte del mundo fuera de la UE, EE.UU. y sus aliados pidiendo una solución diplomática. Sin embargo, la posición de Estados Unidos es que la guerra debe continuar para debilitar drásticamente a Rusia.

En consecuencia, Ucrania está dividiendo al mundo, y se manifiesta en el marco de lo unipolar frente a lo multipolar. Por ejemplo, la guerra ha hecho que la UE deje de ser independiente y pase a estar firmemente controlada por Estados Unidos. A su vez, la UE se encamina hacia el declive industrial debido a la ruptura de sus socios comerciales naturales. Por ejemplo, Rusia está llena de recursos naturales de los que carece la UE, lo que los economistas siempre se han referido como un «matrimonio divino», una relación comercial natural que ahora se ha roto.

(Nota a pie de página: la producción industrial de la UE ha bajado un 3,9% en los últimos 12 meses)

Y el embrollo ucraniano está cortando el acceso de la UE a los mercados de China. Por ejemplo, China ha sido un mercado enorme para los productos industriales alemanes. Mientras tanto, Estados Unidos insiste en un marco unipolar de orden mundial que quiere que no sólo la UE sino todo el mundo se incorpore a algo parecido al sistema de la OTAN. Bajo la presión de EE.UU., la OTAN ha ampliado su alcance a la región Indo-Pacífica, lo que significa que la OTAN está ahora obligada a participar en el conflicto de EE.UU. con China.

Mientras tanto, el resto del mundo intenta desarrollar un mundo multipolar con varios sectores de poder independientes. Los países BRICS -Brasil, Rusia, India, China, Indonesia, Sudáfrica- quieren una fuente de poder propia e independiente. Representan el 40% de la economía mundial, independientemente de las sanciones estadounidenses y del dólar estadounidense.

Se trata de conflictos en desarrollo sobre una cuestión candente y otra en desarrollo. Ucrania es la cuestión candente; la cuestión en desarrollo es el conflicto de Estados Unidos con China, que está desarrollando sus propios proyectos en Eurasia, África, Oriente Medio, Sudáfrica, Asia meridional y América Latina.

Estados Unidos está decidido a impedir el desarrollo económico de China en todo el mundo. La administración Biden ha «declarado prácticamente una especie de guerra a China» al exigir a los aliados occidentales que se nieguen a permitir que China siga llevando a cabo su desarrollo tecnológico.

Por ejemplo, EE.UU. insiste en que los demás no permitan a China el acceso a ninguna tecnología que contenga componentes estadounidenses. Esto incluye todo. Por ejemplo, los Países Bajos tienen una industria litográfica de talla mundial que produce piezas cruciales para los semiconductores de la moderna economía de alta tecnología. Ahora, Holanda debe determinar si va a seguir un rumbo independiente para vender a China, o no… lo mismo ocurre con Samsung, Corea del Sur y Japón.

El mundo se fragmenta a lo largo de esas líneas como marco para el futuro previsible.

Pregunta: ¿Irán ganando las multinacionales demasiado poder e influencia?

Chomsky sugiere observarlas ahora mismo… Las multinacionales con sede en Estados Unidos controlan aproximadamente la mitad de la riqueza mundial. Son primeras o segundas en todos los ámbitos, como la fabricación y el comercio minorista; nadie más se les acerca. Es un poder extraordinario. Basándonos en el PIB, Estados Unidos tiene el 20% del PIB mundial, pero si nos fijamos en las multinacionales estadounidenses es más bien el 50%. Las multinacionales tienen un poder extraordinario sobre la política nacional, tanto en Estados Unidos como en otros países capitalistas. Entonces, ¿cómo reaccionarán las multinacionales cuando se les diga que no pueden tratar con un mercado importante, como China?

¿Cómo evolucionará esto en los próximos años? La UE está entrando en un periodo de declive debido a la ruptura de relaciones en el comercio y los negocios comerciales con Oriente. Sin embargo, no es seguro que la UE siga subordinada a Estados Unidos y entre voluntariamente en declive, ¿o se unirá al resto del mundo y pasará a un mundo multipolar más complejo y se integrará con los países del Este? Esto aún está por determinarse. Por ejemplo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron (2017-), ha sido vilipendiado y condenado por decir que después de que Rusia sea expulsada de Ucrania, se debe encontrar una manera de acomodar a Rusia dentro de un sistema internacional, en lo que constituye una grieta inicial en la relación entre EE. UU. y la UE.

Pregunta sobre la amenaza de guerra nuclear: Rusia suspendió el Tratado de Armas Nucleares START con EEUU. ¿Qué importancia tiene esto para la amenaza de guerra nuclear?

Chomsky: Es muy significativo. Es el último tratado de control de armas que queda, el nuevo Tratado START, Trump estuvo a punto de cancelarlo. El tratado caducaba en febrero, cuando Biden se hizo cargo a tiempo para prorrogarlo, cosa que hizo.

Tengan en cuenta que EE.UU. fue fundamental en la creación de un régimen que mitiga un poco la amenaza de una guerra nuclear, lo que significa «guerra terminal». Hablamos demasiado a la ligera de la guerra nuclear. No puede haber una guerra nuclear. Si la hay, estamos acabados. Por eso el Reloj del Juicio Final está a 90 segundos de la medianoche, lo más cerca que ha estado.

A partir de George W. Bush, los EE.UU. comenzaron a desmantelar el control de armas. Bush desmanteló el Tratado ABM, un tratado sobre misiles que formaba parte muy significativa del sistema de control de armas y que suponía una enorme amenaza para Rusia. Así, el desmantelamiento permitió a EE.UU. establecer instalaciones justo en la frontera de Rusia. Es una grave amenaza para Rusia. Y Rusia ha reaccionado.

La administración Trump se deshizo del Tratado INF, el tratado Reagan-Gorbachov de 1987 que puso fin a los misiles de corto alcance en Europa. Esos misiles vuelven a estar ahora en las fronteras de Rusia. Trump, para dejar claro que íbamos en serio, organizó lanzamientos de misiles inmediatamente después de romper el tratado.

Trump destruyó el Tratado de Cielos Abiertos que se originó con Eisenhower, declarando que cada parte debería compartir información sobre lo que la otra parte estaba haciendo para reducir la amenaza de malentendidos.

Sólo queda el nuevo Tratado START. Y Rusia lo suspendió. El START restringe el número de armas estratégicas de cada potencia. El tratado termina en 2026, pero Rusia lo ha suspendido de todos modos. Así que, en efecto, no hay restricciones acordadas al aumento de las armas nucleares.

Ambas partes ya tienen muchas más armas nucleares de las necesarias; un submarino nuclear Trident podría destruir un par de cientos de ciudades de todo el mundo. Y ambas partes conocen la ubicación de sus respectivos misiles nucleares terrestres. Así que, si hay una amenaza, serán atacados inmediatamente. Lo que significa que si hay una amenaza, «es mejor lanzarlos, usarlos o perderlos». Obviamente es una situación muy delicada, extraordinariamente arriesgada, porque un error podría amplificarse muy rápidamente.

El nuevo Tratado START que ha sido suspendido por Rusia sí restringía el enorme exceso de armas estratégicas. Por lo tanto, deberíamos estar negociando ahora mismo para ampliarlo, restablecerlo y reinstituir los tratados que Estados Unidos ha desmantelado, el Tratado INF, el Tratado Reagan-Gorbachov, el Tratado ABM, el Tratado de las Estrellas Abiertas, todos ellos deberían ser recuperados.

Pregunta: ¿Logrará la sociedad aunar la voluntad de cambio en pro de la equidad, la prosperidad y la sostenibilidad?

Chomsky: No hay respuesta. Depende de la población enfrentarse a los problemas y decir que no vamos a marchar hacia el precipicio y caer en él. Pero es exactamente lo que nuestros dirigentes nos dicen que hagamos. Fíjense en la crisis medioambiental. Se sabe que quizá tengamos tiempo suficiente para controlar el calentamiento del medio ambiente, la destrucción del hábitat, la destrucción de los océanos, todo lo que nos va a conducir a una catástrofe total. No es que todo el mundo vaya a morir de golpe, pero vamos a alcanzar puntos de inflexión irreversibles que se convertirán en un declive constante. Para saber lo grave que es, fíjense en determinadas zonas del mundo.

La región de Oriente Medio es una de las que más rápidamente se está calentando, a un ritmo dos veces superior al del resto del mundo. Según las proyecciones, el nivel del mar en el Mediterráneo aumentará unos 3 metros a finales de siglo si se mantienen las tendencias actuales.

Mirar en un mapa dónde vive la gente es indescriptible. En el sudeste asiático y partes de la India hay campesinos que intentan sobrevivir a temperaturas de hasta 50 grados y menos del 10% de la población tiene aire acondicionado. Esto provocará enormes migraciones desde zonas del mundo donde la vida se hará invivible.

Las empresas de combustibles fósiles son tan rentables que han decidido renunciar a cualquier esfuerzo sostenible en favor de dejar que los beneficios vayan lo más rápido y lejos posible. Están abriendo nuevos yacimientos de petróleo y gas que pueden producir otros 30-40 años, pero en ese momento todos estaremos acabados.

Tenemos el mismo problema con las armas nucleares que con el medio ambiente. Si no se abordan estas dos cuestiones, en un futuro no muy lejano, todo habrá acabado. Hace falta que la población «tenga la voluntad» de pararlo.

Pregunta: ¿Cómo podemos reunir esa voluntad?

Chomsky: Hablar con los vecinos, unirse a organizaciones comunitarias, unirse a grupos de activistas, presionar al Congreso, salir a la calle si es necesario. ¿Cómo han sucedido las cosas en el pasado? Por ejemplo, en los años sesenta, pequeños grupos de mujeres se unieron y formaron grupos de concienciación, y fue en 1975 (Sex Discrimination Act) cuando se concedió a las mujeres el derecho de igualdad en la legislación nacional estadounidense; antes de eso, seguíamos en la época de los padres fundadores, cuando las mujeres eran propiedad.
Fíjense en el movimiento por los Derechos Civiles. Volvamos a la década de 1950, cuando Rosa Parks se negó a moverse de su asiento en un autobús y un grupo organizado de activistas condujo al Boicot de Autobuses de Montgomery, gran cambio… en 1960 un par de estudiantes negros en Carolina del Norte decidieron sentarse en un mostrador de almuerzo segregado. Fueron arrestados de inmediato, y al día siguiente llegó otro grupo… más tarde se organizaron como SNCC, Student Nonviolent Coordinated Committee (Comité Coordinado Estudiantil No Violento). Los jóvenes del Norte comenzaron a unirse. A continuación empezaron a circular autobuses de la libertad hacia Alabama para convencer a los granjeros negros de que votaran. El movimiento siguió consolidándose, hasta que se consiguió las leyes de derechos civiles en Washington.

¿Qué está ocurriendo ahora mismo como ejemplo de lo que la gente puede hacer? La administración Biden aprobó la Ley de Reducción de la Inflación, IRA. Es sobre todo una ley sobre el cambio climático. La única manera de conseguir que los bancos y las empresas de combustibles fósiles dejen de destruir el mundo es sobornarlos. Ese es básicamente nuestro sistema. Pero el IRA no es el programa sustancial que Biden presentó. Está diluido. El original salió de la oficina de Bernie Sanders. En cuanto a los antecedentes de eso, los jóvenes, del Movimiento Sunrise, estaban activos y organizando y se sentaron en las oficinas del Congreso. AOC (la diputada Alexandra Ocasio Cortés) se unió a ellos. Un proyecto de ley salió de esto, pero la oposición republicana recortó el proyecto de ley original en casi un 100% Ellos son un partido negacionista. Quieren destruir el mundo en interés del beneficio privado. El proyecto de ley final del IRA no es ni de lejos suficiente.

Resumen: Chomsky ve un mundo agitado que trata de decidir si es unipolar o multipolar, con la guerra de Ucrania como catalizador del cambio. Mientras tanto, la UE se lleva la peor parte de su impacto. Mientras tanto, los tratados sobre armamento nuclear se han disuelto literalmente ante la tenue situación en las fronteras entre Rusia y la UE, con misiles recién armados apuntando al corazón de Rusia. Frente a este escenario potencialmente explosivo de Rusia contra Occidente, el sistema climático mundial está siendo atacado por las excesivas emisiones de combustibles fósiles que aumentan la temperatura global más allá de lo que 195 países acordaron como zona de peligro.

Chomsky ve un mundo de alto riesgo, nervioso por las armas nucleares, flanqueado por un deterioro sin paliativos de los ecosistemas que el calentamiento global hace desaparecer, a medida que las temperaturas globales baten nuevos récords. Chomsky hace un llamamiento a los individuos para que actúen y hagan todo lo necesario para cambiar la trayectoria del armamento nuclear y el cambio climático con el fin de salvar a la sociedad. Chomsky ofrece varios ejemplos de pequeños grupos de personas que actúan juntas y, con el tiempo, se convierten en protestas serias y, en última instancia, en legislación positiva.

Este artículo cubre los primeros 34 minutos de un vídeo de 52 minutos: Noam Chomsky: About the Future of Our World (Noam Chomsky: Sobre el futuro de nuestro mundo).

«Nunca dudes de que un pequeño grupo de personas comprometidas y conscientes puede cambiar el mundo. En realidad, es lo único que lo ha hecho». (Margaret Mead, antropóloga)

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Fuente de la información e imagen:  https://www.pressenza.com

Comparte este contenido:

Entrevista a Jane Goodall: “Defender el medio ambiente con rabia es contraproducente”

Por: Noor Mahtani

La reputada primatóloga y etóloga británica reflexiona a sus 90 años sobre la fuerza de la empatía y hace un llamado a los tomadores de decisiones: “Espero que la COP 16 no sea solo hablar y hablar”

Tenía cuatro años cuando llegó de vacaciones con su madre a una granja. Era una gran finca donde vivían vacas, cerdos y caballos, todos juntos. Entonces, una pequeña Jane Goodall (Londres, 90), se obsesionó en averiguar cómo era posible que un huevo saliera de una gallina, así que se escondió en uno de los seis gallineros de la casa y esperó. Aguantó de cuclillas cuatro horas hasta que vio a la ave marrón levantar levemente las alas y dejar caer un huevo blanco sobre la paja. Ese fue, según la etóloga, el nacimiento de una pequeña científica. La paciencia y la curiosidad que acompañaron a esa menuda niña británica siguen dándole la mano a la primatóloga más reconocida del mundo a sus 90 años. Ahora, empecinada en “tocar los corazones” de quienes la escuchan, defiende el activismo ambiental con dos armas únicas: la empatía y una fuente desbordante de esperanza. “Hay aún margen de acción”, dice a EL PAÍS durante su visita a Medellín, Colombia. “Tenemos cuatro motores: el intelecto de los humanos, la resiliencia de la naturaleza, la gente joven y el espíritu indomable”.

Con menos de 30 años ya había sacudido los conceptos básicos de la ciencia, al demostrar lo parecidos que somos con los chimpancés, con los que hoy sabemos que nos une el 98,7% del ADN. Además de revolucionar la definición de ‘ser humano’ al descubrir que los primates también eran capaces de construir herramientas (y no sólo nosotros, como se creía), demostró que compartíamos emociones como la tristeza, la empatía y hasta sentido del humor. “Si los primates tuvieran un lenguaje, también nos asombraríamos con lo similar que sería al nuestro”, cuenta este jueves la mensajera de la paz para la ONU en el conversatorio ‘Razones para la esperanza’, organizado por la Caja de compensación de Antioquia (Comfama) y Elemental.

Sube al escenario con el famoso Señor H., un mono de peluche del que no se separa, y una copa de whisky. No deja que nadie la ayude con las escaleras, pero sonríe amablemente a quien lo intenta. Se sienta en silencio envuelta en un chal de colibríes que tiene hace años -no compra ropa hace dos décadas- y cuenta decenas de recuerdos con la misma pasión y ternura con la que las contó por primera vez. Dice que si cierra los ojos puede volver a vivir sus recuerdos. Regresa al coraje de su madre, con quien entró a las selvas tanzanas hace siete décadas porque no le permitían estar sola; a la primera vez que Barbagris se sentó a su lado y le mostró cómo le daba forma a un artilugio para comer termitas; o a cuando los profesores del doctorado que cursó sin ningún estudio previo le dijeron que lo había hecho todo mal. “Me decían que no podía hablar de emociones de los chimpancés, ni ponerles nombres, ni decir que tenían gestos altruistas o personalidad”, cuenta la ganadora del galardón Templeton. “Pero tuve un profesor antes que ellos que demostró que lo que decían era una absoluta tontería. Ese profesor era mi perro Rusty”.

Es difícil no hacerse la pregunta de cómo esta mujer que lleva años hablando de lo mismo -está de gira mundial 300 días al año- y usando las mismas anécdotas sea capaz de agotar las entradas de este Teatro Metropolitano de Medellín en 12 minutos. Unos segundos de charla son suficientes para entenderlo. Sus palabras son un bálsamo ante un discurso ambientalista a veces catastrofista y abrumador. “Defender el medio ambiente con rabia es contraproducente”. Y ahí es cuando Goodall vuelve a ponerlo todo patas arriba: “Hay que encontrar la historia que pueda tocarle el corazón al que no piensa como nosotros”.

Pregunta. Usted ha dicho que los animales van a terminar reclamando el territorio que les hemos robado. ¿Cómo cree que lo harán?

Respuesta. No pueden hacerlo sin nuestra ayuda. Estamos construyendo maquinaria que está destrozando la naturaleza. ¡Y eso que somos los que tenemos intelecto! Ellos no pueden hacer nada al respecto, solo tratarán de volver si colaboramos. Y vamos a estar fastidiados si no entendemos que destruir la biodiversidad y el cambio climático van de la mano y hacemos algo por evitarlo. Pero hay muchas comunidades en muchos países que saben la importancia de vivir en armonía y con la naturaleza y no son necesariamente parte del sistema educativo. Eso es lo que tiene que cambiar. La gente tiene que entender lo que estamos viviendo genuinamente y después empezarán a cambiar. Mientras a más personas les importe el futuro, más podemos garantizarlo.

P. Hay una gran parte del activismo ambiental que está profundamente enfadado. ¿Es el enfado efectivo?

R. No. Defender el medio ambiente con rabia es contraproducente. Conozco a activistas que van detrás de los empresarios o los políticos, les apuntan con el dedo y están enfadados y les dicen que tienen que cambiar porque son malos. Lo único que vas a conseguir así es que te ataquen de vuelta o que no te escuchen. Antes que atacarlos intelectualmente, es mejor intentar llegar al corazón. ¿Cómo se hace? Descubrir cómo es esa persona hasta encontrar la historia que pueda tocarle el corazón. Y tal vez en ese momento ni te enteras de que algo le cambiaste por dentro. Pero pasará.

P. ¿Está formándose una nueva generación política preocupada con la ecología?

R. Sí, absolutamente. Conocemos a muchas personas en puestos de poder que empezaron en nuestro programa de Roots and Shoots [el programa educativo de la activista presente en 70 países], en 1991. Pero tenemos un gran reto en hacer llegar este tipo de conocimiento donde hay dictaduras o Gobiernos que no quieren esta información. Es un gran desafío. Y no soy la persona que tiene que resolver esos problemas.

P. Hay estudios que hablan de la importancia de la amistad entre chimpancés machos para su reproducción. Nosotros, los humanos, ¿somos también más fuertes juntos?

R. Para mí, el chimpancé macho está inmiscuido en una fuerte competencia por la dominación y tiene tres estrategias para lograrlo. La primera es a través de la fuerza brutal. Esos machos llegan arriba pero no duran mucho ahí, porque consiguen que todos se vuelvan en su contra. Segundo, usando el intelecto. Un buen ejemplo es como cuando vi que un macho sólo se atrevería a atacar a uno superior en la jerarquía si está ahí su hermano para protegerlo. Y la tercera es la perseverancia. Vas y lo intentas una y otra y otra vez. Hasta que los demás se cansan y dicen: ¡ya no puedo más! Y te dejan ascender. Y eso puede ser algo interesante para los humanos que quieran llegar a la cima: hay que usar el intelecto, ser perseverante y no ser agresivo.

Jane Goodall
Goodall en una escena del documental ‘Jane Goodall regresa a Gombe’, que recoge imágenes de la primatóloga con los chimpancés en los años 60.National Geographic

P. ¿Qué podemos esperar de la COP16, que se celebrará en Colombia?

R. Espero que la COP 16 no sea solo hablar y hablar. Y que los políticos lleguen a la conclusión de que la afectación a la biodiversidad y el cambio climático tiene que parar. Esto tienen que entenderlo las personas en el poder. Y también que aún tenemos un espacio de tiempo para trabajar juntos. Primero, para que las personas tengamos una vida decente, para que los nietos y bisnietos tengan una oportunidad de vivir. Y segundo para darle espacio a la naturaleza a sobrevivir.

P. Después de su trayectoria, ¿qué le sigue sorprendiendo hoy en día?

R. Lo estúpidas que son algunas personas. (Risas).

P. Hasta que usted llegó a la ciencia, se decía que para ser un buen científico había que ser objetivo. ¿En qué medida influyó la frialdad de la ciencia en nuestra capacidad para empatizar?

R. Es que así era antes. Ahora ya hay cada vez más científicos que entienden que necesitamos estudiar la empatía y las emociones. Antes solo se estudiaban especies, no individuos. Y había que cambiar esa forma de hacer ciencia. Hasta que no lo entendimos no nos dimos cuenta de que los individuos son capaces de cambiar comunidades. Y pasa lo mismo con los humanos. Un ejemplo son las guerras; son individuos los que hacen que sucedan. Pasó con Hitler y Stalin y ahora con Netanyahu y Putin.

https://elpais.com/america-futura/2024-08-23/jane-goodall-defender-el-medio-ambiente-con-rabia-es-contraproductivo.html

Comparte este contenido:

Tecnología Educativa: IA y aulas: ¿quién toma la delantera?

IA y aulas: ¿quién toma la delantera?

Javeria Salman

Este texto fue escrito para The Hechinger Report, un medio de comunicación apartidista y sin fines de lucro dedicado a la educación

No hay duda de que la inteligencia artificial alterará fundamentalmente cómo operan las aulas. Pero, ¿cuánta instrucción impulsada por bots es demasiada? Conversé con Chris Berdik, colaborador de Hechinger, sobre su reciente artículo, copublicado con Wired, que explora estos temas y cómo algunas escuelas están implementando asistentes de IA en el aula.

P: ¿Por qué quisiste explorar esta cuestión de cómo y de qué manera la IA puede reemplazar a los maestros?

Desde las primeras entrevistas exploratorias que hice sobre este tema, me sorprendió saber cuán profunda es la historia de la IA tratando de enseñar. Hay tanto bombo (y pesimismo) en torno a la IA generativa actualmente -y es realmente notable y poderosa-, pero pone las cosas en perspectiva saber que la gente ha intentado utilizar la IA para enseñar durante muchas décadas, con resultados bastante limitados al final. Entonces, escuché la historia de Watson, un motor de IA que rápidamente y con facilidad derrotó a campeones de “Jeopardy!” (un popular programa de TV en Estados Unidosnota de EF), pero no pudo desempeñarse como tutor. Claramente tenía el conocimiento necesario a su disposición. ¿Qué no tenía? Si superábamos el bombo de la última IA generativa, ¿podría reunir ese componente pedagógico crítico que le faltaba a Watson? Y, finalmente, si la respuesta era no, ¿cuál era entonces su mejor uso en el aula? Esos fueron mis puntos de partida.

P: ¿Qué tan reacios o ansiosos estaban maestros como Daniel Thompson, cuya aula visitaste, de usar asistentes de IA?

Thompson era cautelosamente optimista. De hecho, tenía muchos deseos de utilizar la herramienta, precisamente porque podía hacer que las otras aplicaciones y multimedia que usaba fueran menos engorrosas, y que navegar por ellas fuera menos difícil. Pero Thompson hizo algunas pruebas rápidas de estrés del asistente, pidiéndole que respondiera preguntas sobre los equipos deportivos locales de Atlanta que no tenían nada que ver con su currículo, verificando los límites al pedirle que compusiera un mensaje falso despidiendo a un colega. El asistente rechazó esas solicitudes, demostrando una vez más que ocasionalmente lo más útil que puede hacer la IA es decirnos suavemente que hemos pedido demasiado de ella.

P: Escribiste que los estudiantes no estaban interesados en interactuar con IBM Watson. ¿Por qué no?

Como más de una fuente me explicó, el proceso de aprendizaje incluye momentos de desafío y fricción, que pueden ser tareas arduas pero que a menudo están en el corazón de lo que significa aprender, reflexionar sobre ideas, realmente crear, encontrar su propio camino hacia la comprensión. Y creo que los estudiantes (como muchos de nosotros) ven la IA como una herramienta que puede encargarse de algunas tareas tediosas, que consumen tiempo o son aburridas en nuestro nombre. Por lo tanto, se necesitará mucho más para que la IA involucre a los estudiantes cuando su trabajo sea guiarlos a través de la fricción del aprendizaje en lugar de ser solo una vía de escape de ella.

P: A medida que más de estas herramientas ingresen al aula este año escolar, ¿qué estarás observando?

Puede que tenga un interés algo esotérico en lo que sigue con la IA en las aulas. Personalmente, estoy muy interesado en cómo las escuelas manejarán la alfabetización crítica en IA, donde tanto los estudiantes como los educadores dediquen tiempo y recursos a pensar críticamente sobre qué es la IA, las cosas maravillosas que puede hacer, e, igualmente importante, lo que no puede o no debería hacer en nuestro nombre.

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/ia-y-aulas-quien-toma-la-delantera/

 

Comparte este contenido:

DOS VISIONES FILOSÓFICAS SOBRE EL PROBLEMA DE LA IA EN LA POLÍTICA

La capacidad para generar vídeos y audios falsos o deepfakes con el uso de la Inteligencia Artificial ya no es una hipótesis futurista. Esto ha aterrizado a Colombia y a América Latina como un factor nuevo en las democracias.

En Colombia, los problemas para verificar la veracidad de un video del 11 de mayo en el que aparecía Iván Márquez, comandante de la Segunda Marquetalia, apoyando las reformas del presidente Petro; o la canción “Fuera Petro”, falsamente atribuida a Karol G y que habría sido creada con IA, muestran que los desafíos de la verificación y la desinformación crecerán con el ingreso de esas tecnologías.

A finales de junio, la Universidad Javeriana organizó el simposio internacional Los límites de lo humano: tecnología y ecología integraldonde se juntaron filósofos y académicos de las ciencias sociales para pensar en los retos que supone la relación de los humanos y las máquinas. Actualmente, la pregunta sobre qué es lo que produce un ser humano y lo que puede ser simulado artificialmente ha ganado una nueva urgencia política.

Dos de los panelistas del simposio hablaron para La Silla Académica sobre estas preguntas. Pablo Manolo Rodríguez, profesor de la Universidad de Buenos Aires y autor de Las palabras en las cosas. Saber, poder y subjetivación entre algoritmos y biomoléculas (2019). Y Gustavo Chirolla, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Javeriana y uno de los editores de Umbrales críticos. Aportes a la pregunta por los límites de lo humano (2023).

La Silla Académica: Pablo, su libro Las palabras en las cosas. (2019) hace uso de los conceptos de Michel Foucault para hacer una arqueología del saber cibernético desde la segunda mitad del siglo XX. ¿Por qué es relevante pensar el problema de la emergencia de la cibernética desde la filosofía?

Pablo Manolo Rodríguez: Identifico la cibernética como el puntapié inicial de una transformación general de las ciencias y las técnicas en el siglo XX. No habría computadoras sin cibernética, no habría inteligencia artificial sin cibernética, no habría biología molecular sin cibernética. Es decir, muchas de las cosas que constituyen hoy en día la gran mayoría del panorama de la ciencia y las técnicas contemporáneas tienen que ver con la cibernética.

El de cibernética es un término que tiene que ver con la centralidad de la información como una especie de nueva entidad distinta a la materia y la energía y que tiene una vocación muy tecnológica. Es decir, que busca decididamente crear aplicaciones técnicas de sus principios.

Por ejemplo, en la década de 1940 se empiezan a estudiar los mecanismos neuronales y lo primero que piensan es si se podía hacer una red de neuronas artificiales. Cuando hoy hablamos de inteligencia artificial hablamos de una aplicación de unas discusiones que se estaban teniendo desde los 40 y que, por vía de la computación, hoy regresan pero con aplicaciones prácticas muy concretas.

La filosofía de Foucault sirve a esta comprensión de la emergencia del saber cibernético porque construyó un marco teórico que tenía tres términos: saber, poder y subjetivación. Saber corresponder a los discursos del conocimiento, sobre todo a los científicos. Poder tiene que ver con las relaciones entre el poder y la política. Y subjetivación es una idea muy original de Foucault que es pensar que la relación entre saber y poder no sólo se resuelve en el marco institucional, sino también en el modo en el que nos construimos como sujetos.

En el libro lo que yo hago es inscribir la cibernética en estos conceptos foucaultianos para mostrar cómo la episteme cibernética se manifiesta en relaciones de poder. Es decir, en cambios en las condiciones de vigilancia y la manera en la que las tecnologías de la información inciden en cómo nos constituimos como sujetos. Hoy con las redes sociales tenemos una forma muy patente de dar cuenta de cómo esa relación entre saber y poder termina siendo decidida en el marco de los procesos de subjetivación. Cuando pensamos en cómo funcionan los procesos de perfilización en cualquier plataforma, claramente estos están orientando conductas. Foucault no estudió la cibernética ni el problema de la información, yo lo que hice fue aplicar sus conceptos a ese mundo.

¿Cuáles son el tipo de subjetividades que están apareciendo en las sociedades modernas producto de la cibernética, como las redes sociales o la inteligencia artificial? 

MR: Un primer tipo de subjetividad son las máquinas mismas. Una de las cosas que significó la cibernética es el proyecto de hacer máquinas con condiciones subjetivas. Aquí hay que remitirse al experimento de la máquina de Alan Turing. Lo que él propuso es que no es seguro que una máquina no piense y que, en todo caso, tendríamos que demostrar qué es pensar. A partir de eso, muchos autores cibernéticos empezaron a decir que si una computadora puede pensar, también podría percibir y que, si hace ambas, podría eventualmente sentir.

Es decir, la cibernética como proyecto propuso la idea de generar máquinas que, a diferencia de las máquinas de la revolución industrial y de cualquier otra máquina en la historia de la humanidad, intenten reproducir las condiciones subjetivas de un ser humano. Si esto lo logró o no es algo que podríamos discutir.

El segundo punto son las transformaciones de la subjetividad que no necesariamente tienen que ver con la máquina y que se podrían llamar antropológicas, en el sentido de las maneras de construir una forma de ser humano. Un ejemplo de esto es cómo ha evolucionado la distinción entre privacidad e intimidad y su relación con la publicidad. En las concepciones de sujeto liberales, como las concepciones más de izquierda e incluso marxistas, está la idea de que los sujetos en la vida social tienen una esfera íntima, una esfera privada y una esfera pública. Tengo una imagen pública, una vida en mi hogar y una esfera íntima de mi historia personal. Con las redes sociales esto ya no es tan claro.

Hoy la privacidad y la intimidad no son un bien preciado. Si se desplazan los dos primeros términos, la publicidad también se va a desplazar. Entonces, hoy en día la publicidad consiste en la exhibición de las zonas privadas e incluso íntimas de los sujetos. Es decir, dejan de ser íntimas.

El tercer punto tiene que ver con la inteligencia artificial y es dónde se unen los dos primeros ejes.

La inteligencia artificial es la proyección de lo que proponía Turing. Es decir, es inteligente si entendemos la inteligencia como procesos lógicos –que es una forma muy pobre de ver la inteligencia-. Hoy podemos decir sin problema que las infraestructuras de información y los sistemas algorítmicos hacen eso y mucho más; lo que hacen es construir patrones de conducta o de consumo.

La capacidad de reproducir condiciones subjetivas por parte de máquinas pone de presente el problema de la distinción entre lo humano y la máquina. Gustavo, usted se pregunta por esa distinción en el libro Umbrales críticos. Aportes a la pregunta por los límites de lo humano (2023). ¿Cómo empezar a abordar esa pregunta filosóficamente?

GC: Una idea de partida es no arrancar con las dicotomías entre sujeto y objeto, entre naturaleza y cultura, entre mente y cuerpo, etc. Cuando hablamos del límite de lo humano nos referimos al umbral como un lugar de tránsito. De tránsito poroso en concreto donde caben muchos procesos  de simbiosis y coexistencia. No son dos cosas distintas que de pronto se juntan, sino que como se afectan mutualmente producen algo nuevo.

Si esto tiene sentido, no es que esté por un lado el hombre y por el otro la máquina. Es pensar que no hay límites absolutos definidos entre los sujetos que se relacionan, porque esas entidades se afectan mutuamente y se constituyen en la misma afectación. Esto es, los términos no son anteriores a la relación, sino que la relación constituye a los términos. Tampoco quiere decir que los límites terminen borrándose completamente. Son porosos, pero no hay que confundir todo con todo. Hay diferencias, pero estas no son inmutables sino transitorias.

En el dominio humano, la técnica o el uso de herramientas es algo que transmitimos culturalmente y no genéticamente y que, en la medida que fuimos desarrollándolas, nos hicieron cambiar. A esto se le ha llamado antropogénesis. Nuestro cerebro evolucionó por las presiones del medio ambiente, pero también por las técnicas que inventábamos, pero el ser humano no es la única especie que tiene técnica y aprendizaje. Los animales también aprenden cosas, no todo es innato; incluso por esto se habla desde los 70 de que algunos animales tienen cultura.

Gustavo, ¿ve problemas a que se le asignen a las máquinas propiedades que normalmente eran exclusivas de los humanos, como la inteligencia o la creación?

GC: Yo prefiero pensar con los animales que con las máquinas. Antes de que apareciera la inteligencia artificial, ya le podíamos atribuir creación a otros seres de la naturaleza. Los macacos, por ejemplo, comen un alimento que viene con concha; quitar la concha era demorado y representaba un gran gasto de energía. Unos investigadores observaron que un día, por casualidad, uno de los macacos puso la concha en el agua para pelarla y resultó mucho más fácil. Este mico fue y le enseñó a los demás a hacerlo así. Entonces, aquí hubo creación porque hubo innovación de una técnica.

Yo estoy respondiendo esto hacia atrás, no hacia adelante. Si a la palabra innovación le quitas la intencionalidad –como creo que debe hacerse–, entonces puedes atribuirse a la naturaleza. Y si se puede hacer así, ¿por qué no a la inteligencia artificial? Ahora, si decides que la innovación tiene que ser intencional, solo se la puedes atribuir a los seres humanos, porque la inteligencia artificial no sabe qué hace. Es decir, no es consciente. Pero, hemos visto que no necesita ser consciente para ser inteligente. Es un tipo de tecnología que despliega una inteligencia sin conciencia.

¿De qué manera las nuevas subjetividades configuradas por los sistemas algorítmicos suponen un problema político en nuestro tiempo?

MR: Es 2024 y estas discusiones que pueden ser solamente científicas, tecnológicas o de subjetivación tienen un componente político y social mucho más importante. La escala en la que tenemos que ver el problema no es de la historia de la cibernética pura o de la inteligencia artificial, sino de entender cómo funcionan los mecanismos que emplea la inteligencia artificial en la vida social. Esto porque estamos todo el día en redes sociales y, aun si no estamos, tenemos dispositivos digitales que registran y transforman en datos todas nuestras actividades a nivel social y de investigación científica.

Hoy en día estamos cruzados por la inteligencia artificial y esta no es una máquina que esté afuera o que imite el comportamiento humano. Ese es el imaginario inicial de lo que era. Lo que es la inteligencia artificial supone es Spotify diciendo qué es lo que me gusta, lo que tengo consumir o lo que puedo consumir. Lo mismo con Netflix: me ofrece las series que “yo quiero ver”.

Pero hay ejemplos más políticos que nos vinculan con la inteligencia artificial, como confiar en sus patrones algorítmicos, como ya se ha hecho, para ver a quién se le otorga un crédito o quién tiene una opinión política peligrosa para la nación. Esto ya pasó en Estados Unidos. Tenían un sistema en la Agencia Nacional de Seguridad que asignaba niveles de nacionalidad según su presencia en redes. No es que una persona es colombiana porque nació en Colombia –que es hasta ahora como se ha resuelto el tema de la nacionalidad–, sino que se relacionaba en función de los perfiles de las redes y se asignaba un nivel de peligrosidad.

Es decir, cómo te identificamos como individuo pasa por todo un conjunto de tecnologías que son tecnologías digitales tramadas por inteligencia artificial.

Acá no hay simulación de ningún comportamiento humano individual, lo que hace la inteligencia artificial es procesar la vida social. Esto es más complicado que si una máquina piensa o no. Supone la posibilidad de orientar un proceso de opinión política, que ya ocurrió con el escándalo de Cambridge Analytica, es decir, cómo operan los algoritmos de las redes para instalar opiniones políticas, construir candidatos y armar corrientes de opinión.

¿Qué pasa si la gestión de la acción social de un Estado pasa a estar derivada de la inteligencia artificial? Ya ha habido accidentes sobre esto. De hecho, es una de las tesis que trabajamos en Tecnoceno Lab. Hace cinco años en Holanda, por ejemplo, esto pasó: le confiaron a un sistema de inteligencia artificial que determinara la ayuda social a los inmigrantes y el sistema llegó a la conclusión de que 10 mil o 15 mil personas habían defraudado al Estado de los Países Bajos y que por eso no merecían ayuda social. Aquí hay errores de sesgos en los sistemas algorítmicos, que es cuando metes un dato “neutral”, pero este dato no es neutral, sino que está atravesado por todos los prejuicios sexistas, racistas y de todo tipo que la sociedad tiene.

La solución a este problema no es de me voy al bosque y se acabó. Eso no tiene sentido. Es como si en 1880 alguien hubiera dicho: echemos para atrás la Revolución Industrial. Lo que es interesante de la infraestructura digital, a diferencia de otras infraestructuras modernas como las autopistas o los ferrocarriles, es que es más flexible y fácil de hacer transformaciones porque la estructura reticular de la red todavía existe, así esté monopolizada por Google y otras compañías. Pero es clave pensar esto porque si no van a seguir haciendo lo que están haciendo.

GC: El problema de todo esto es que la inteligencia artificial no sea un bien común. Esto es un problema social serio. La minería de datos que hacen estas organizaciones que lideran esos desarrollos tecnológicos está explotando nuestras mentes. Datifica todo y con esa información gana dinero.

Si la inteligencia artificial fuera una inteligencia colectiva y no tuviera dueños, para mí sería realmente una invención social de la inteligencia. La IA debería ser como nuestro lenguaje: colectiva y un bien común. ¿O tú le pagas a alguien para usar tus palabras? Por supuesto, esto no es posible bajo el capitalismo actual, y ese es el problema político de esas técnicas.

¿Qué se puede hacer para intervenir estos algoritmos y eliminar los sesgos o darles una capacidad de mayor discernimiento o control?

MR: Un primer plano es la regulación, es decir, un sistema algorítmico donde hay que buscar condiciones de fiabilidad, esto es, ponerlo a correr con un dataset que determine cosas y que haga un monitoreo. Este monitoreo puede ser con o sin supervisión humana.

Las estructuras algorítmicas hoy en día son tan complejas –o sea, las machine learning son tontas en comparación con lo que se puede hacer– que se puede hacer que las mismas máquinas se supervisen. Un ejemplo de esto es la moderación de contenidos en redes. Este fue un tema de hace cuatro años en el que se discutió si, por ejemplo, Twitter puede dejar que se publique lo que sea o es responsable de lo que se publica. Aunque argumentaron solo ser mediadores y no responsables, la presión hizo que pusieran moderadores de contenido. Al principio esto lo hicieron humanos, pero en este momento están medio automatizados.

Automatizar este tipo de procesos se hace incorporando criterios humanos, en este sentido es un proceso abierto y siempre se puede incorporar más. El asunto es quién está velando por el tema de los sesgos y quién se pone a pensar en si está mal diseñado el algoritmo. Este es un problema técnico que en la formulación política tradicional se ha enfrentado con la regulación. Esto es lo que está haciendo en este momento la Unión Europea y la razón por la que es la mala de la película para las corporaciones de IA: está metiendo política de privacidad, política de supervisión humana de los algoritmos, política de establecimiento de riesgo y de accidentes posibles, etc. Es decir, cuestiones para vigilar la aplicación de la IA en cada paso.

La segunda forma no viene del Estado, sino de la sociedad civil. Es la resistencia. Esto se conoce como la política de ofuscación de datos. Es que frente a la posibilidad de que una cámara te identifique con ciertos patrones o rasgos, los ocultes para que no te pueda rastrear. También está el hackeo de algoritmos.

El tercer plano, que combina un poco de los anteriores, tiene que ver con generar formas alternativas. Esto se basa en la idea de que el problema no son los datos que nosotros dejamos en las redes, sino su extracción contra de nuestra voluntad y conocimiento, y el uso que le dan las corporaciones, es decir, la política privativa. Hay algoritmos –como los de Facebook, Meta, PageRank de Google– que son abiertos, pero los que están poniendo a funcionar ahora no lo son. Aquí hay una cantidad de preguntas: qué son los datos respecto a nosotros, somos dueños de esos datos o es dueño el que los recoge, dónde están estos datos.

Hay un estudio que muestra que leer los términos y condiciones de las aplicaciones tradicionales que uno usa, que son como cinco o seis, tomo 90 mil horas. Entonces, cuando las firmamos sin leer, estamos vendiendo todo sin decir nada y sin saber mucho. Y eso es, querámoslo o no, es parte hoy nuestro ambiente.

Frente al último plano de acción de las políticas alternativas, hay gente que está hablando de cooperativismo de plataforma, es decir, de hacer plataformas de código abierto y software libre que no apunten al entrenamiento algorítmico de perfilización. Este sistema, como está dirigido por corporaciones capitalistas que quieren ganar dinero a través de los datos, lo que se llama capitalismo de plataforma, solo ve la perfilización como la única arquitectura algorítmica posible y con una preocupación muy escasa por los sesgos.

En Colombia ya empezamos a ver cómo la inteligencia artificial está empezando a crear fake news

La verificación de estos contenidos, como sucedió con un chequeo de La Silla Vacía, fue imposible con total certeza porque aún no tenemos herramientas completamente fiables para determinar si un video había sido hecho o no con IA. Esto abre todo un problema sobre con qué criterios determinar si imágenes, audios y videos son verdaderos o falsos. ¿Qué opinión le merece esa dificultad agreagada a la verificación de la información?

MR: Puede que ustedes como medio definieran el video como verdadero o falso, pero la cuestión es si para mucha gente no era falso y ya. Hasta ahora la idea de que uno podía construir un discurso falso o verdadero estaba relativamente constreñida a los medios masivos de comunicación que construían la realidad. La época de la posverdad y la fake news es un paso más allá de esto. No es que antes no hubiera deformación de la realidad, pero es muy distinto al imperio de la falsedad en el que pasamos a decir que la gente dijo cosas que nunca dijo.

Esto es un problema más político y social que tecnológico. Desde el punto de vista tecnológico, determinar que algo sea falso o verdadero es lo mismo que antes. Ahora el problema está en qué pasa si a la gente no le interesa el valor de la verdad, sino afianzar su propia creencia. Es la famosa cuestión de los filtros burbuja y de las cámaras de eco. En este sentido, el problema de las fake news es doble. El primer problema es la posibilidad de generar falsedades a gran escala en las que es difícil de discernir entre lo verdadero y lo falso y que vuelve virtualmente imposible hacer un chequeo como el que ustedes mencionan. El segundo problema, que me parece más grave, es si la gente está dispuesta a creer. El problema ahí no es técnico.

Ya no nos importa la verdad, no nos importa ninguna generación de la verdad basada en la evidencia, por lo que puedo inventar la evidencia. El desenmascaramiento deja de ser una acción suficiente porque no estás desenmascarando frente a nadie más que ante quienes seguimos creyendo en la idea de un valor de la verdad.

Lo vemos cuando en el avance de la derecha global. Yo soy de Argentina, lo vivo todos los días. Uno puede decir cualquier cosa y nada tienen consecuencias, creo que porque hay una especie de vacío sobre la noción de bien común, de que no todos los valores que pensábamos que valía la pena sostener en la Modernidad siguen existiendo. Esto, por una razón que desconozco, lo está explotando más eficientemente que otros grupos políticos, aunque la inteligencia artificial está en un momento de umbral en el que no sabemos qué cambios va a traer, pero serán enormes y sus consecuencias no pueden ser tan fácilmente instrumentalizadas por un grupo político específico.

Hay algo de esta época que me recuerda a los años 30 y 40. Hitler ascendió al poder porque tenía un Goebbels, es decir, un ministro de propaganda y los medios para distribuirla. Se ha establecido una asociación entre los medios y quién los explota primero, quién entiende primero su lógica para llevar la delantera en la iniciativa política. Estamos en el mismo momento con las redes sociales y la derecha está ganando terreno y con discursos muy parecidos. Uno puede agarrar la analítica del discurso de Milei y de Hitler y tienen muchas coincidencias.

¿Por qué en este contexto de sofisticación de la desinformación cobra relevancia la pregunta filosófica por los límites de lo humano?

GC. De entrada está el caso de Cambridge Analytica que ya se mencionó en el que con los principios básicos de lo que ahora llamamos inteligencia artificial se intervino en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, al dirigir mensajes a los votantes según sus preferencias electorales. Es decir, la inteligencia artificial ya ha funcionado al interior de las democracias y ha inclinado la balanza, porque muchas decisiones que nosotros tomamos dependen de la información que tenemos.

Entonces, la libertad es clave para tomar las decisiones razonadas desde la democracia, pero mi decisión puede ser motivada por una serie de inclinaciones. La decisión misma no es racional, sino que puede tener que ver con los hábitos mentales. Esto afecta la democracia desde hace años: no somos seres racionales y autónomos tomando decisiones, pero esto no significa que solamente seamos irracionales y así tengamos que tomar nuestras decisiones políticas.

Las máquinas seguirán produciendo simulaciones inteligentes de producciones humanas y otras innovaciones con diferentes objetivos políticos o comerciales. Defendiendo una supuesta excepcionalidad humana no vamos a solucionar los usos que se hagan de esas técnicas. Tampoco negando que la IA pueda ser o no inteligente o creadora. Sí es inteligente y puede crear innovaciones. Pero ese no es el problema: el problema es cómo hacemos para que esas innovaciones no sirvan para ahondar la explotación cognitiva que ya hacen en todas partes.

 

Fuente de la información e imagen:  https://www.lasillavacia.com

Fotografía: La silla vacía. Pablo Manolo Rodríguez, profesor de la Universidad de Buenos Aires, y Gustavo Chirolla, profesor de la Universidad Javeriana.

Comparte este contenido:

“El capitalismo no deja de revolucionar constantemente sus propias bases sociales”

Sin ningún género de duda, la nostalgia y la melancolía se han convertido en dos de las emociones más características del momento en el que vivimos. Existen nostálgicos de prácticamente todos los pelajes ideológicos y, como si la posibilidad de vislumbrar un futuro estuviese necesariamente cancelada, parece que la necesidad de ‘volver a casa’ se ha vuelto hoy más intensa que en otros períodos históricos. En este contexto, la pregunta que inevitablemente surge es la de qué hacer con estos sentimientos. ¿Deberíamos permitir, acaso, que fundamenten la base de un programa político, o deberíamos, más bien, sospechar de nosotros mismos cuando nos encontramos ‘echando de menos’ una época perdida? Leyendo la obra de Proust desde una óptica marxista y psicoanalítica, la filósofa Clara Ramas San Miguel (Madrid, 1986) ha intentado responder a estas preguntas en su último libro, El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada: una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía (Arpa, 2024).

El tiempo perdido representa una continuación al proyecto intelectual que ya viene desarrollando Ramas San Miguel en sus aportaciones más teóricas sobre marxismo. La filósofa, que ha trabajado con intelectuales como Michael Heinrich desde la perspectiva de la Neue Marx-Lektüre, ha publicado acerca de la cuestión del fetiche en Marx (Fetiche y mistificación capitalistas. La crítica de la economía política de Marx, Siglo XXI de España, 2018). Ahora, se ha propuesto usar sus herramientas analíticas para abordar el sentimiento melancólico que empapa la política contemporánea. Recientemente tuve la oportunidad de charlar con Ramas San Miguel sobre su libro, y sobre cómo evitar el error de intentar suturar las heridas del presente con recetas del pasado. A lo largo de El tiempo perdido, la filósofa no se cansa de insistir en su mensaje: la nostalgia, en política, es profundamente reaccionaria.

Su libro está planteado, desde el inicio, como un diálogo con Proust y su famosa novela En busca del tiempo perdido. ¿Por qué le parece tan importante la obra de Proust para pensar nuestra relación con el pasado?

Lo primero que me llamaba la atención de la obra de Proust, en realidad, es el título. Habla de algo perdido y creo que el punto de partida para todos es esta sensación de pérdida. Pero me gustaba que Proust parecía pensar que eso que hemos perdido no es un objeto en concreto; no dice la Francia perdida, el imperio perdido, o la familia perdida. Aunque habla de todas esas cosas en el libro, dice que lo más importante de eso que hemos perdido es el tiempo. Y, de hecho, explica, si acaso hay algo que podamos recuperar es precisamente el tiempo. Así se titula el último volumen: el Tiempo recobrado, no la “gloria recobrada”, ni la “gloria francesa recobrada”. Me parecía interesante pensar qué es eso de recuperar algo que no es una cosa, sino que simplemente es el tiempo. Lo que se recupera entonces no es algo que se tuvo alguna vez, porque el tiempo perdido propiamente no lo puedes recuperar. Lo que Proust nos deja ver es que eso que se llama la infancia, o eso que se llama Francia, o eso que se llama la familia, es algo que tú vas reescribiendo y reelaborando todo el rato. En realidad, tú mismo ni siquiera existías cuando eso estaba allí, sino que esa idea de Francia o de familia la proyectas ahora con tus miedos actuales, con tus angustias actuales o con tus anhelos actuales. O sea, que toda idea de Francia es, en realidad, una construcción igual que toda idea de familia es también una construcción. Eso, políticamente, me parecía una primera intuición interesante, que contrasta con muchos de los discursos melancólicos que escuchamos hoy en día, que quieren restaurar la grandeza de la “patria perdida” o la “familia tradicional perdida” o los “valores perdidos”.

En la obra de Proust, está claro que quien va en busca del tiempo perdido es el narrador. Desde su punto de vista, ¿quiénes van hoy en día en busca del tiempo perdido?

Toca construir colectivamente relatos que den sentido al momento en el que estamos

Creo que todos deberíamos ser esos narradores proustianos que van a la busca del tiempo perdido. En mi opinión, todo libro interesante tiene que poner tareas a los lectores. Proust nos invita a ver que la tarea de dar sentido a nuestra vida no está terminada, y que tenemos que ser autores del relato que explique nuestro momento. Los relatos heredados sobre dónde estamos han entrado en una crisis profunda. Creo que toca construir colectivamente relatos que den sentido al momento en el que estamos, que se caracteriza por una sensación de pérdida. Lo que estoy diciendo en el libro es que esos relatos no pueden consistir en reivindicar la vuelta a modelos anteriores de sociedad o a modelos de bienestar pasados. La salida a esa sensación de incertidumbre no puede ser repetir un pasado que ya ocurrió.

Muchas de las identidades políticas de quienes reivindican el regreso a una Edad Dorada parecen ser contradictorias, y hasta tienen concepciones diferentes sobre cuál es esa edad dorada. ¿Cómo se explica esto?

Es muy difícil clasificar a estos nuevos sujetos políticos porque son muy híbridos. En el libro me refiero a ellos como “centauros”, porque, en cierto sentido, tienen piernas de un sitio y cabezas de otro. Digamos que el capitalismo no deja de revolucionar constantemente sus propias bases sociales y la respuesta a ese capitalismo, que es una respuesta defensiva como argumentaba Polanyi, consiste en puzles a veces muy diferentes. Pero creo que, aunque puedan tener una tonalidad más de derechas o de izquierdas en el sentido tradicional, en estos sujetos melancólicos hay siempre una idea común: la idea de la vuelta a la edad dorada, la idea de que eso que nos falta ahora, en realidad, lo poseímos alguna vez del todo. Y esta idea, además de ser falsa, es impotente políticamente. Los retos del capitalismo actual –de crisis climática, económica y social– no pueden solucionarse con recetas de bienestar tardofranquista de los años sesenta, de casa, matrimonio y termomix. Eso pudo servir para un momento dado, pero ahora hay retos y descontentos nuevos que no pueden ser suturados replicando modelos del pasado.

En su libro, considera importante tratar la cuestión de los incel. ¿Por qué cree que vale la pena estudiar a este tipo de personajes?

Creo que los incel son algo así como la última guardia pretoriana de la fortaleza más sagrada de la identidad melancólica, porque creo que de alguna forma la construcción tradicional binaria de género y la heteronormatividad que la acompaña son algo así como la última fortaleza que ningún melancólico está dispuesto a moldear. La relación de los melancólicos con el capitalismo, con el nacionalismo o con la clase es más variable discursivamente; hay melancólicos más o menos anticapitalistas, más o menos obreristas, más o menos nacionalistas, o más o menos patriotas, pero no hay ninguno que no quiera mantener alguna forma tradicional de binarismo de género. ¿En qué sentido digo que creo que el género es la última frontera de la identidad? Esto hace referencia a una crítica que hacen algunos conservadores cuando dicen: “Esta moda de lo trans está generando muchos malestares, por ejemplo en adolescentes, que antes se canalizaban con tribus urbanas o con decisiones estéticas; ahora se canalizan como problemas de identidad y eso está dañando a los niños”. Aquí es cuando yo pienso que más bien habría que plantearlo al revés. Muchas de esas decisiones estéticas y de tribus urbanas anteriormente también tenían ya en su base malestares de género o desencajes con la norma binaria; ahora simplemente eso se ha explicitado. ¿Acaso es que alguien va a pensar que la estética gótica o que la androginia que ha habido en prácticamente todos los ídolos pop, rock o disco, no tiene que ver con romper las fronteras de género? Lo único que ocurre ahora es que eso se ha hecho explícito. Lo que sí es interesante de lo incel es que ahí se mezcla también un sentimiento de malestar que es legítimo. El neoliberalismo ha destruido muchas formas de organización social más estable –formas de familia, de matrimonio, de comunidad– que ahora están en crisis. Eso, sumado a la precariedad económica, a muchas personas las deja en situaciones de vulnerabilidad o de aislamiento. Una parte del malestar incel tiene que ver con esto, y eso es el núcleo de verdad que hay que rescatar. El problema es que creo que la manera que usan para defenderse de ese daño es absolutamente destructiva, porque al final ellos no quieren cambiar las reglas que les hacen sufrir. En realidad, ellos querrían ser ganadores en ese sistema. O sea, lo que anhelan no es acabar con el patriarcado, con la idea rígida de identidad de género y de masculinidad tradicional, o con el capitalismo. En realidad, ellos adoran homoeróticamente a estos hombres ganadores y querrían ser ellos, pero no quieren destruir la fuente de ese daño. Y ahí es donde me parece que es una respuesta no solo melancólica de un modelo de género que ya no funciona, sino una que encima es profundamente misógina y reactiva.

Cuando dice que ya no funciona, ¿sugiere que funcionó en algún momento?

Sugiero que quizás antes había consensos o había sistemas de valores con los que ya no contamos. Si tú tienes un trasfondo, por ejemplo, religioso, es más fácil mantener un determinado orden que también es de género; pero esas jerarquías y esos sistemas de valores ya no funcionan. Y luego hay transformaciones materiales que impiden que funcionen. El rol de las mujeres en el sistema productivo es un hecho tozudo, material que ningún incel puede despreciar. Si tú lees sus cuentas en Twitter, lo que dicen es: “Busca una mujer que no tenga estudios y que no quiera trabajar para que se quede en casa”. O sea, literalmente, quieren revertir la modernidad, pero es que eso no va a ocurrir: no va a haber un movimiento de masas para que las mujeres renuncien a su modernidad como ciudadanas, aunque ellos lo intenten y sostengan argumentos muy demagógicos, diciendo que muchas mujeres han descubierto que el feminismo es un timo y que lo que las hace felices es estar en casa, siendo madres y horneando pasteles. Claro, lo que hay que decirles es: no es el feminismo, sino que es el capitalismo lo que es un timo para las mujeres, y les obliga a tener jornadas laborales como las de todo el mundo y además a seguir siendo la mujer sumisa que hace pasteles para el marido. O sea, que lo que es incompatible es todo el trabajo de cuidados y todo el trabajo productivo que hacen fuera de casa. Pero eso no es un problema del feminismo; es un problema del capitalismo, que sigue, de manera oculta, explotando a las mujeres tanto en su puesto de trabajo como en casa.

Basándose en la obra de autoras como Kristeva, da al lenguaje un papel importante en su libro. ¿Por qué cree que es tan necesario tratar la cuestión del lenguaje para abordar la nostalgia y la melancolía que caracterizan nuestro presente?

No es el feminismo, sino que es el capitalismo lo que es un timo para las mujeres

Somos animales muy particulares. La definición más típica de ser humano, la que planteó alguien como Aristóteles, por ejemplo, es la de animal que tiene logos, es decir, que habla. Sin embargo, es importante entender que venimos al mundo sin saber hablar y en un estado de absoluta vulnerabilidad. El proceso por el que se aprende hablar, en realidad, es un proceso en el que se toma distancia, un proceso en el que se aprende a poner algo entre tú y el mundo para poder reflejarlo, y, en ese proceso, alejarte de él. A diferencia del ser humano, los animales están inmersos en su medio ambiente; lo reciben, digamos, por los ojos, y lo metabolizan, pero no lo cosifican de vuelta. En el momento en que tú tienes lenguaje, puedes referirte al mundo desde la distancia y desde la cosificación. Pero como no hacemos eso desde siempre, queda siempre una tentación de volver a ese estado más inocente, más originario, en el que éramos cachorrillos protegidos por nuestros papás, jugando en el parque con otros cachorrillos. La tentación de asistir a tu propio nacimiento, cuando tú todavía no eras tú, es una tentación de retorno inevitable como seres de palabra. Lo que dice Kristeva es que ese retorno se puede hacer con el mismo medio que causó la herida, que es el propio lenguaje. El lenguaje, explica, sirve para contar cómo echamos de menos volver a casa, pero no sirve para erigir un sistema político en el que estemos en casa como en nuestro suelo natal. El intento de hacer un sistema político en el que te sientas tan en casa como en un seno materno de suelo y de sangre se llama nacionalsocialismo, básicamente. La herida de perder el origen la podemos contar y narrar literariamente, pero no podemos hacer un sistema político que nos devuelva a la sangre y a la tierra de nuestros ancestros.

Desde el Génesis hasta nuestros días, pasando por la obra de Kant, Hegel o Marx, explica que la idea de que estamos viviendo una “caída”, y por tanto la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, ha sido una constante en la tradición occidental. ¿Hay algo particularmente diferente que separe las pulsiones melancólicas de la modernidad capitalista neoliberal de aquellas que siempre han caracterizado la cultura occidental?

Creo que hay una línea de continuidad, pero que el capitalismo y su dinámica de disolución y aceleración ha exacerbado esto, forzando las propias costuras antropológicas hasta un límite que antes no se había alcanzado. Creo que el grado de capitalismo turbo-neoliberal en el que estamos lleva los cuerpos al límite, lleva los recursos naturales al límite, o lleva al propio planeta al límite, es inédito en la historia de la humanidad. Nunca se ha llevado al límite la posibilidad de la supervivencia física del planeta al nivel en el que está, o la propia posibilidad de aguante físico y psíquico de los cuerpos que trabajan y producen. Esa capacidad descomunal de daño es nueva, por lo que creo que también son nuevas la angustia y la desorientación que generan. Claro que somos animales sin origen (“Dios ha muerto y no tiene sepulcro”, eso es así desde el Génesis), pero nunca había llegado el daño antropológico y biofísico al nivel en el que estamos ahora. Esa es la amenaza a la que nos enfrentamos y que ha generado unas tentaciones de retorno inéditas en la historia de la humanidad. En este contexto, la izquierda tiene la tarea de ofrecer una salida diferente a esa respuesta melancólica.

Siguiendo a Zizek, argumenta que, lejos de ser una posición antiestablishment, la melancolía es, en realidad, la forma definitiva de narcisismo y corrección política. Incluso llega a decir que los melancólicos son los “posmodernos” definitivos. ¿Podría desarrollar esta idea?

La sensación que yo tengo es que cuando los melancólicos no dejan de gritar cuánto les importa lo que ha pasado con España, o cuánto les importa lo que ha pasado con la familia, o cuánto les importa lo que ha pasado con Dios, más bien lo que les importa es cómo se sienten ellos, su propio agravio y su propia sensación de que ya no son ellos los únicos en potestad de definir qué es eso de la familia, qué es eso de la patria o qué es eso de Dios. Entonces, más que una preocupación por el objeto, más que una defensa del objeto, es más bien una herida narcisista de sentir que ellos han perdido su lugar de centralidad. Cabe decir que existe cierta izquierda que se ha volcado en posiciones absolutamente reaccionarias, simplemente porque esas personas ya no tienen el monopolio para definir ciertas cuestiones políticas, como por ejemplo qué es el feminismo, qué es España o cuál es la relación con Cataluña. Esta centralidad del yo quejica, que en realidad está en una posición de privilegio, me parece algo profundamente “posmoderno” y hasta “políticamente correcto”: que todo el mundo escuche mi agravio, porque es más importante que lo que le pase a las mujeres, a España o a Cataluña.

Entiendo la estrategia retórica de usar “posmoderno” en ese sentido, pero ¿no cree que perdemos algo entregando la etiqueta “posmoderno”, aceptando que realmente es algo negativo a lo que hay que renunciar?

La fidelidad divina, la fidelidad a los dioses, consiste en reinventarlos y matarlos siempre

Sin duda es una estrategia retórica. Sin duda creo que hay un sentido rescatable de posmodernidad, en la medida en que seamos conscientes del poder creador del lenguaje. Me interesa un sentido de posmodernidad que juega a reinventar la tradición. Por ejemplo, lo que hace Beyoncé en el último disco con toda la tradición country. A pesar de que ella viene de Texas, al ser una persona negra, cada vez que ha intentado acercarse a ese género se ha considerado que eso era patrimonio de los hombres blancos del sur. Y ella ha dicho: ¿sí?, pues voy a hacer un disco entero, siendo yo una persona afroamericana, mezclando el country con la ópera y con la música electrónica, y además invitando a Willy Nelson, a Dolly Parton y a los grandes jerarcas del género, y mostrando que el country es el pastiche que ella misma hace con el country. Esto me parece posmoderno, y esto es rendir, además, tributo a la tradición. Como explico en el libro, tradición significa transmitir al otro y, en ese proceso, traicionar el origen continuamente. El mejor homenaje a Willy Nelson o a Dolly Parton que se puede hacer es mezclarlos con música electrónicaLa manera de que los chavales de hoy, a lo mejor, se pregunten quién es ese señor, es actualizarlo con un lenguaje musical contemporáneo. Creo que este pastiche, buscado conscientemente, es una manera de mantener viva la tradición, es el verdadero respeto a la tradición. La fidelidad divina, la fidelidad a los dioses, consiste en reinventarlos y matarlos siempre. Cuando Víctor Lenore escribía de música bien y no se dedicaba a hacer locuras como ahora, era el primero que decía esto.

Si, tal y como explica en el libro, “los verdaderos paraísos son los que se han perdido”, ¿cómo debemos entender el pasado, presente y futuro de tradición revolucionaria, que en cierto sentido ha aspirado a traer el paraíso a la tierra?

Creo que lo interesante es precisamente eso, entender el paraíso en tanto que promesa de futuro que no ha ocurrido nunca y que no sabemos si ocurrirá, pero que, aun así, tiene la capacidad de movilizarnos. Tal y como explica Mark Fisher, la actual sociedad de consumo nos ha sumido a todos en un estado entre depresivo y anhedónico, que dificulta nuestra capacidad de desear. En este contexto, puede ser que la idea de paraíso quizás ya no movilice más que a los cuatro superricos verdaderamente utópicos, como Elon Musk y compañía. Me parece interesante todo lo que tenga que ver con descoyuntar el tiempo y encontrar promesas de paraísos pasados que no ocurrieron nunca, o promesas de paraísos futuros que quién sabe si ocurrirán. Me interesa toda promesa revolucionaria que descoyunte el tiempo y lo haga asomar entre las grietas del presente. Dicho de otra manera: no considero que deba aspirarse a volver a lo que fue la URSS o a realizar el plan quinquenal del que escribió no sé quién en el manuscrito de no sé dónde, sino ver cómo esa promesa sin realizar nos inspira en el presente para, por ejemplo, reconstituir la repartición del trabajo de cuidados. La respuesta a cómo llevar algo así a cabo no está en ningún plan quinquenal; hay que inventarla.

Fuente de la información:  https://ctxt.es

Fotografía: CTXT. Clara Ramas San Miguel. / José Ignacio Sánchez Domínguez

Comparte este contenido:

Descolonización, crisis climática y mejora de la educación mediática en el Pacífico

Traducido por Caro Taraborelli

Hace cinco décadas que David Robie escribe sobre el Pacífico

Global Voices entrevistó al veterano educador y escritor David Robie, que habló sobre el estado de los medios en el Pacífico, la enseñanza del periodismo y el rol de la prensa en el tratamiento de la descolonización y la crisis climática.

El profesor Robie es uno de los ganadores de la Orden del Mérito de Nueva Zelanda de 2024, y está en la lista de honor del cumpleaños del Rey por sus «servicios al periodismo y a la educación mediática en Asia y el Pacífico”

Su carrera periodística abarca cinco décadas. En 1994 fue el editor fundador de la revista Pacific Journalism Review, y en 1996 creó Pacific Media Watch, grupo observador de los derechos humanos en los medios. Fue director del departamento de periodismo de la Universidad de Papúa Nueva Guinea de 1993 a 1997, y de la Universidad del Pacífico de 1998 a 2002. Mientras enseñaba en la Universidad Tecnológica de Auckland, fundó Pacific Media Centre en 2007.

Es autor de diez libros sobre medios y política de Asia y el Pacífico. En 1985, recibió Premio de Paz de los Medios por sus informes sobre el bombardeo al buque Rainbow Warrior  y las pruebas nucleares francesas y estadounidenses. En 2015, recibió en Dubái el Premio Asiático de la Comunicación otorgado por el Centro Asiático de Información y Comunicación (AMIC, por su nombre en inglés). Global Voices lo consultó sobre las dificultades que enfrentan los periodistas en el Pacífico y sobre su ilustre carrera. Esta entrevista se ha editado en longitud y claridad.

Mong Palatino (MP): ¿Cuáles son las mayores dificultades que enfrentan los medios en la región?

David Robie (DR): Corrupción, viabilidad y credibilidad: la corrupción entre políticos y la influencia sobre periodistas, la viabilidad de modelos de negocios débiles y pequeñas empresas de comunicación y el debilitamiento de la credibilidad. Luego de que en muchos países del Pacífico, durante años se desarrollaron medios autónomos y razonables con coraje y con periodistas independientes en funciones de liderazgo, muchos grupos mediáticos se vuelven susceptibles a la creciente rivalidad geopolítica entre los jugadores poderosos de la región, especialmente China, que aumenta su influencia continuamente en los medios de la región —en particular en islas Salomón— no solo en la ayuda para el desarrollo.

Sin embargo, Estados Unidos, Australia y Francia también están reforzando sus medios en el Pacífico y las influencias en la formación periodística de la región como parte de estrategias «indo-pacíficas», que en realidad consisten en contrarrestar la incidencia de China.

Indonesia también está comenzando a influir en los medios de la región, con otros motivos. Yakarta está en el medio de una enorme estrategia de “corazones y mentes” en el Pacífico, mayormente a través de medios y diplomacia, en un intento por mitigar el extenso sentimiento popular en favor de las aspiraciones de Papúa Occidental a la autodeterminación y eventual independencia.

MP: ¿Qué debe priorizarse para mejorar la enseñanza del periodismo en la región?

DR: Las escuelas de periodismo universitarias, como la de la Universidad del Pacífico Sur en Fiyi, son las más indicadas para mejorar las habilidades y la formación periodística básica, también para fomentar el aprendizaje permanente de periodistas. Más financiamiento universitario ayudaría a que hubiera más cursos avanzados, y no solo a través de la industria de cursos cortos. Puedo afirmarlo porque he transitado los dos caminos: 50 años como periodista, desde la «escuela de los golpes duros» en muchos países, y casi 30 años dirigiendo cursos de periodismo y como pionero de varias publicaciones premiadas de estudiantes de periodismo. Sin embargo, es importante mantener la independencia de los medios sin que el financiamiento desde las ONG dictamine las políticas.

MP: ¿Cómo pueden los periodistas del Pacífico desempeñar mejor su papel como narradores de las historias de la región, particularmente el impacto de la crisis climática?

DR: La mejor estrategia es la colaboración con colegas internacionales que dispongan de recursos y conocimiento de crisis climática, como la red Earth Journalism Network, que otorga un escenario global a sus temas e inquietudes. Cuando aún dirigía el Pacific Media Centre, teníamos un proyecto destacado de periodismo climático con temas del Pacífico, el proyecto Bearing Witness (Dar testimonio), en el que los estudiantes preparaban exitosos informes en multimedia y comentarios que fueron premiados. Un ejemplo es el video de YouTube Banabans de Rabi: una historia de sobrevivencia».

MP: ¿Dónde debería estar la atención de la comunidad internacional cuando informa sobre el Pacífico?

DR: Es importante que los medios den seguimiento a las rivalidades que se dan en el Indo-Pacífico, pero sin perder perspectiva; la llamada «seguridad» no es tan importante para los países del Pacífico como lo es para sus vecinos de Occidente y China. La comunidad internacional debe mantener la mirada en los temas importantes de la región, que son «desarrollo» y «crisis climática», y las razones por las cuales China hoy tiene una ventaja sobre los demás países. Australia, y en menor medida, Nueva Zelanda habían dejado de ser jugadores importantes y hoy quieren ganar el terreno perdido, pero concentrándose más en «seguridad». Las voces del Pacífico deben ser escuchadas.

Debería haber más informes sobre las «historias ocultas» del Pacífico, tales como los asuntos no resueltos de la descolonización: los kanakos de Nueva Caledonia, ‘Polinesia Francesa (Mā’ohi Nui) ambas de Francia; y Papúa Occidental de Indonesia. Papúa Occidental, en particular, es virtualmente ignorada por los medios occidentales a pesar de las continuas y serias violaciones a los derechos humanos. Esto es inadmisible.

Fuente de la información e imagen:  https://es.globalvoices.org

Comparte este contenido:
Page 1 of 455
1 2 3 455