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Entrevista: Roger Schank, “El álgebra es como una religión y no enseña a pensar”

Europa/España/26.06.18/Fuente: el pais.com.

Experto en Inteligencia Artifical y exprofesor en Yale, aboga por un cambio radical en la educación con programas abiertos

Roger Schank (Nueva York, 1946) cree que el actual sistema educativo se creó hace más de un siglo para la élite y los ricos; que se ideó para los intelectuales. Critica que en el instituto se estudie la obra de Cervantes o de Shakespeare que, en su opinión, no ayudan en nada a lo largo de la vida, y no se enseñe a saber buscar un trabajo. Su objetivo es tumbar el actual sistema educativo y construir una escuela online global con más de 500 programas académicos que permitan al alumno escoger lo que le interesa.

Sus palabras no serían tomadas en serio de no ser por los más de 30 años que dedicó a la docencia en universidades como Stanford. Considerado uno de los principales investigadores del mundo en Inteligencia Artificial, fue profesor de Ciencias de la Computación y Psicología en Yale y en los setenta se dedicó a investigar cómo educar a los ordenadores para que se comportasen como humanos. Cuando sus hijos comenzaron la escuela cambió el foco de su trabajo; se dio cuenta de que el verdadero reto era descubrir la mejor fórmula para educar a los humanos. A finales de los ochenta creó el Instituto de Ciencias de la Educación en la Universidad de Northwestern, en Chicago.

Hoy ofrece sistemas alternativos de aprendizaje basados en la enseñanza virtual desde su empresa Socratic Arts y dirige Enginees for Education, una organización sin ánimo de lucro que asesora a los estudiantes en la búsqueda de su vocación.

Pregunta. ¿Cuál es su principal crítica al sistema educativo actual?

Respuesta. La mayoría de la gente cree que las materias que se estudian en el colegio son las que hay que aprender y eso no es así. El programa académico de los institutos en Estados Unidos fue diseñado en 1892 por el entonces presidente de Harvard, Charles Eliot. Escogió biología, química, física, álgebra, trigonometría, geometría, literatura, historia y lengua extranjera. ¿Te resulta familiar? Esos eran los campos que se estudiaban en Harvard y la intención de Eliot era hacer la vida más fácil a los profesores de esa universidad, garantizando que los alumnos que entrasen lo harían con una buena base. Hoy se enseñan más de 150 programas en Harvard pero en los institutos todavía no hay asignaturas de programación o ingeniería medioambiental. ¿Cómo se explica eso?

P. ¿Cree que habría que eliminar contenidos como el álgebra?

R. El álgebra es como una religión, todo el mundo cree que tiene beneficios pero no existe evidencia científica. No te podría decir la cantidad de personas que me han dicho que el álgebra enseña a pensar mejor, cuando no existe ninguna investigación que lo demuestre. Por eso digo que es como una religión; te dicen que Jesús visitó una montaña y, aunque no hay evidencias, la gente lo cree. Una vez terminado el instituto, nadie recuerda esos temas porque son inútiles y el 99% de los adultos nunca los han utilizado. Muchos estudiantes se sienten idiotas por no entender ese tipo de contenidos, genera frustración, hace a la gente llorar e incluso abandonar la escuela.

P. ¿Qué contenidos cree que se deberían enseñar en la escuela?

R. Te tienen que enseñar cómo tener una vida mejor y ser más feliz. Sin embargo, el sistema te dicta erróneamente lo que debes saber. Por poner un ejemplo, estudiar El Quijote en el instituto es un error. No te ayuda ni un segundo en tu vida, más allá de poder mantener una conversación sobre Cervantes. Es un sistema pensado para los intelectuales, pero hoy hacen falta otras competencias, como saber programar o conseguir un trabajo. Es importante ayudar a los niños a descubrir lo que más les gusta y para ello hay que ofrecerles programas abiertos y dejarles que decidan. Si un estudiante quiere ser médico, con programas de realidad virtual se pueden simular operaciones con pacientes reales y así puede descubrir si realmente le apasiona.

P. ¿Cuál es el principal freno para la modernización de la escuela?

El 99% de los adultos no ha usado el álgebra para nada en su vida

R. Siempre digo que todos los problemas de la educación empiezan por p: políticos y padres. Una vez tuve una discusión con el ministro de Educación de Italia porque presumía de ser el único país de Europa que exigía saber latín. Yo le dije que ese era el motivo por el que estaban tan atrasados. Si hablamos de los padres, se echarían a la calle si les decimos que sus hijos ya no van a estudiar trigonometría. Evitan el cambio porque presumen que la escuela que tenemos es la correcta. Que me enseñen la evidencia de que ayuda al mejor desarrollo del cerebro.

P. Universidades como la de TexasRutgers o la de Mondragón en México ya están utilizando sus plataformas online de aprendizaje. ¿En qué se diferencian de la metodología tradicional?

R. Soy psicólogo y he estudiado el funcionamiento de la mente toda mi vida. Los humanos comunican mejor las historias reales, son las que recuerdan, por eso las clases magistrales no funcionan. En las conversaciones reales se toman turnos y cada uno de los participantes no suele hablar más de dos minutos. Eso explica por qué somos capaces de mantener la atención. He analizado cómo funciona el aprendizaje y la base es hacer preguntas, intentar hacer cosas, fallar, pedir ayuda e intentarlo otra vez. Es lo que llamamos learning by doing (aprender haciendo) y es lo que hace mi plataforma; simula experiencias que permiten a la gente practicar, identificar qué hacen mal y corregirlo. Nadie quiere ser enseñado. Los niños aprenden solos, simulan construir ciudades con bloques, imaginan cómo ser padres con muñecos y ocasionalmente piden ayuda. En nuestra plataforma se trabaja por proyectos en lo que llamamos Story Centered Curriculum -programa basado en historias-. Tenemos ya uno de análisis de datos y ahora estamos diseñando otro en ciberseguridad.

P. Critica la fórmula de las universidades y sin embargo trabaja con ellas.

R. Tengo que confesarte que ya no queremos seguir trabajando con universidades porque no quieren romper con lo establecido, quieren continuar con las clases magistrales y los exámenes. Ahora nos interesa más ofrecer los programas directamente a grandes empresas que quieren enseñar a sus empleados a hacer bien su trabajo y ponerse al día con nuevas técnicas de análisis de datos. Esta es mi forma de ganarme la vida, pero mi interés real es destruir el sistema educativo.

P. ¿Cómo casa su forma de pensar con la cantidad de años que dedicó a docencia en universidades de élite como Yale?

R. Cuando llegué a Yale, pensaba que era uno de los mejores lugares del mundo para trabajar. Con los años, renuncié como profesor porque me di cuenta de que estábamos generando un perjuicio intentando ir de algo que no éramos. Un docente de Yale es sobre todo un investigador que publica en revistas científicas y da charlas. Su misión es hacer de los estudiantes futuros investigadores y si ellos no quieren serlo, se equivocaron de universidad. Ellos no saben que están en la mejor escuela, pero de investigación.

El sistema educativo en Estados Unidos se ha arruinado por universidades como Harvard, que recomienda ser muy bueno en materias como álgebra o trigonometría para sus pruebas de admisión, basándose en el programa de 1892. Los institutos mantienen ese programa para intentar generar potenciales alumnos para Harvard. Es una fórmula que hace mucho más fácil cribar entre 30.000 solicitudes anuales, pero está desfasada.

P. ¿Qué le recomendaría a un chaval de 18 años?

R. Que se tome unos años antes de la universidad para descubrir todo lo que no le ha permitido el sistema educativo, para que entienda quién es y qué le gusta. Cuando llegan con 23 o 24 años son mejores estudiantes porque saben por qué están ahí. Mientras tanto, cualquier opción es buena: voluntariados en otro país, trabajo o prácticas. En mi país hablamos de sexo, drogas y rock & roll, eso es lo que les toca a esa edad. ¿Alguien cree que tiene sentido pagar 50.000 dólares de matrícula para hacer eso?

Fuente de la noticia: https://elpais.com/economia/2016/07/26/actualidad/1469530199_692638.html

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Ninguno de los candidatos entiende de educación: Gilberto Guevara

México / 24 de junio de 2018 / Autor: Bertha Becerra / Fuente: El Sol de Puebla

En México, la educación nunca ha sido un tema importante. Ha habido un debate educativo muy pobre, asegura

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Andrew Smart: “Los algoritmos son invenciones culturales: pueden ser más racistas que nosotros”

Entrevista a Andrew Smart

El autor de ‘El arte y la ciencia de no hacer nada’ se pregunta qué podemos entender sobre nuestra conciencia gracias al despertar de la inteligencia artificial

El 16 de abril de 1943, el químico suizo Albert Hofmann se convirtió en el primer hombre en consumir LSD aquella tarde en la que percibió “un flujo continuo de imágenes fantásticas y formas extraordinarias con un juego de colores caleidoscópico”. El 11 de mayo, el ordenador Deep Blue venció en una partida de ajedrez a Gary Kaspárov. Y el 6 de mayo de 2010, el día del “crack relámpago”, el Dow Jones cayó 600 puntos en cinco minutos a causa de un ataque informático. Son tres acontecimientos sin aparente relación que, no obstante, forman parte de la narrativa de ‘Más allá de ceros y unos‘, el último libro del científico e ingeniero Andrew Smart.

En el volumen, el colaborador de la Universidad de York se pregunta acerca del funcionamiento del cerebro humano desde una perspectiva neurológica y filosófica y sobre la posibilidad de que una inteligencia artificial pueda desarrollar una verdadera conciencia; entre nuestro cerebro y el fantasma en la máquina, el LSD se convierte en la bisagra olvidada que nos puede ayudar a entender por fin nuestra subjetividad. Una pregunta pertinente en un momento en los avances en inteligencia artificial nos hacen preguntarnos si en muy poco tiempo no podremos encontrarnos con un robot tan humano como cualquiera de nosotros. Smart no está muy seguro sobre dicha posibilidad, sugiriendo que aunque posible, quizá estemos exagerando las probabilidades.

Pero lo que de verdad interesa a Smart es comprender el funcionamiento de la conciencia humana, mucho más que el producto de un simple órgano gestor de información como la neurociencia actual parece defender. Como él mismo concluye en el libro, no cree “que sea una locura empezar a intentar diseñar ordenadores con el propósito de ofrecerles experiencias psicodélicas, pues es posible que al intentarlo logremos resolver por fin el misterio de la consciencia natural y artificial, y con ello salvar a la raza humana”. ¿De qué? Smart nos da la respuesta a través del correo electrónico.

Asusta que ni siquiera los ingenieros que construyeron esos sistemas puedan explicar cómo funcionan

PREGUNTA. Una idea que se repite en el libro es que estamos aún muy lejos de crear una verdadera inteligencia artificial, y que estamos exagerando las consecuencias negativas de que ello ocurra. Entonces, ¿quién y por qué esta interesado en que pensemos que una inteligencia artificial divina nos gobierne dentro de 30 años?

RESPUESTA. Mi sensación es que la tecnología de aprendizaje de las máquinas está acercándose a lo que los humanos hacen en determinadas áreas, como jugar al Go o reconocer una voz y mantener conversaciones aparentemente humanas. La gente se asusta porque nos estamos acercando al valle inquietante, así que atribuimos poderes mágicos a esos sistemas. Pero es importante recordar que la inteligencia artificial (o el aprendizaje de las máquinas) es una abstracción estadística de unos datos dados. No es más que utilizar una cantidad inimaginable de información con ordenadores súper rápidos y poderosos y algoritmos sofisticados para hacer predicciones cada vez mejores. Por supuesto que asusta que ni siquiera los ingenieros que construyeron esos sistemas puedan explicar cómo funcionan; por ejemplo, el aprendizaje profundo funciona muy bien en ciertas áreas, pero nadie sabe por qué.

La creencia en un Dios de la inteligencia artificial probablemente se deriva de ciertos impulsos religiosos residuales entre algunos grupos de Silicon Valley. Dios, en el sentido religioso, no existe, pero puede que ahora seamos capaces de resucitar (valga la redundancia) esa creencia en fuerzas sobrehumanas. Para mí la idea de una inteligencia artificial divina, como un oráculo que puede predecirlo todo, es ridícula. Es cuestionable si es posible, e incluso si lo es no quiero vivir en un mundo de dioses, sean ordenadores o no. En parte, hablar de dioses de la inteligencia artificial mola en términos de ciencia ficción, y hay mucha gente en Silicon Valley intentando llevar esas fantasías a la vida real.

P. Tendemos a creer a pies juntillas en la metáfora del cerebro como un ordenador. Una vez más, señala que es incorrecto. ¿A quién le conviene? ¿A compañías como Google/Alphabet, que comercian con información?

R. Es cierto que entre la gente que trabaja con la inteligencia artificial hay una visión profundamente arraigada de que el cerebro es, literalmente, un código que ejecuta algoritmos, neuronales en su caso. Intento refutar esta idea en el libro. No estoy seguro de quién puede beneficiarse económicamente de ello, pero es una conjetura popular incluso en la neurociencia –existe un campo llamado neurociencia computacional– que asume que el cerebro es un sistema de ordenador.

El autor, Andrew Smart.
El autor, Andrew Smart.

Esta idea que apenas se ha discutido ha sido reforzada por los recientes avances en inteligencia artificial que han sido inspirados por las teorías sobre el funcionamiento del cerebro. Así que la lógica es la siguiente: desarrollamos algoritmos basados en las teorías del cerebro y funcionan muy bien, así que el cerebro está hecho de algoritmos. En el libro señalo que son modelos. Buenos, pero nada más que modelos. Esto nos lleva al debate filosófico sobre el realismo, y diría que soy un realista científico, pero no entendido como información o algoritmos. Creo que son invenciones culturales: el mundo no está hecho ni de información ni de algoritmos.

P. Al final del libro, recuerda que Google es ya un poco como una inteligencia artificial maligna, al reducir la experiencia humana a algoritmos. ¿Cuál es el peligro de herramientas como esa, ahora y en el futuro?

R. Lo que más asusta es que nuestro comportamiento está influido por nuestras interacciones con los ordenadores en formas de las que no somos conscientes, por lo que los algoritmos se perfeccionan y predicen mejor lo que haremos, lo que nos lleva a hacer aquello que han predicho los algoritmos, y nos empuja a un ciclo de retroalimentación donde nuestra libertad está constreñida a ser consumidores perfectos, clicando en las cosas en las que el sistema quiere que pinchemos. Tengo miedo de que el mundo algorítmico nos haga menos conscientes de nuestras decisiones, y que seamos empujados a patrones predecibles de consumo.

P. ¿Qué piensa de gente como Ray Kurzweil, Sergey Brin, Larry Page o Elon Musk? ¿Creen realmente en lo que dicen sobre el futuro, o simplemente están sirviéndose a sí mismos vendiendo trucos de magia?

R. No creo que crean de verdad en ello; si tienes razón o no, es otra cuestión.

P. Al mismo tiempo, muestra que, al contrario de lo que Kurzweil defiende, hay un gran margen para que ocurran graves errores de funcionamiento en los ordenadores que empleamos, por ejemplo, en el ‘high speed trading‘, que puede tumbar la bolsa en cuestión de segundos. ¿Estamos ciegos ante los problemas a los que podemos enfrentarnos si estos sistemas se viniesen abajo de repente?

R. Sí, es un área de investigación muy activa. Los defensores de la inteligencia artificial piensan que esta corregirá nuestros sesgos y debilidades humanas, pero recientes investigaciones recientes han mostrado que es al revés: el aprendizaje de las máquinas de hecho amplifica nuestros prejuicios. Por ejemplo, en la política predictiva o el sistema de justicia criminal, los algoritmos son más racistas que los policías y jueces humanos. Esto se debe a que los datos que alimentan los algoritmos vienen de informes policiales sesgados, que vigilan especialmente determinados barrios, así que si utilizas dichos datos un algoritmo estadístico preverá que hay más crimen donde hay una mayor presencia policial. Y sí, en términos de sistemas complejos y seguridad, puede haber eventos catastróficos acechando de los que no somos conscientes porque damos por hecho determinadas probabilidades. A medida que somos más dependientes de estos sistemas, más frágil será la economía global.

La creencia de que la naturaleza está formada por información es ideológicamente útil

P. ¿Nos hemos convertido en neoplatónicos que consideran que todo es información? ¿Cuál es el problema con este nuevo paradigma?

R. Científicamente es importante dirigir nuestras conjeturas sobre la naturaleza de la realidad en la dirección correcta, de lo contrario nos perderemos en cuestiones absurdas, por ejemplo, buscando información en el cerebro. El otro problema que veo es que esta creencia de que la naturaleza está formada por información puede funcionar a un nivel ideológico, ya que se supone que todos somos consumidores racionales de información. Esto puede entorpecer los movimientos críticos y la organización social contra el poder del capital. También me resulta interesante la relación entre la información y el capital: nadie piensa que el universo esté formado por capital, y aun así hay una equivalencia entre el capital y la información como ideas abstractas que sin embargo tienen un impacto real en el mundo. ¿Por qué somos tan rápidos al asumir que las cosas están hechas de información, y suena absurdo decir que los átomos son capital?

P. Una de las posibilidades relacionadas con la inteligencia artificial es que terminemos creando algo muy parecido a una conciencia, que hable como una conciencia, se comporte como una conciencia e incluso piense como una conciencia… pero que para nada sea una conciencia. ¿Es imposible saber si hemos creado realmente una conciencia semejante a la humana, o siempre habrá un margen de duda?

R. Es una pregunta muy difícil de contestar pero estoy de acuerdo en que muy pronto tendremos sistemas que no será fácil diferenciarlos de los humanos. No estoy seguro de si habrá un robot humanoide así, pero mientras interactúes con un ordenador, será cada vez más difícil saber si es una persona o una inteligencia artificial. Si no estás seguro, siempre habrá preguntas que solo un humano con cierta experiencia pueda responder. Esta prueba de conciencia subjetiva es muy difícil: por ejemplo, asumimos que todos con los que interactuamos son también conscientes, pero no podemos comprobarlo más que observando un comportamiento que asumimos que el de un humano consciente. Podemos medir toda actividad cerebral relacionada con las distintas etapas de la conciencia; pero incluso en esos casos, no sabemos si “objetivamente” alguien está experimentando algo. Así que una vez los ordenadores comiencen a comportarse de formas cada vez más humanas, ¿cuál es la diferencia? No conozco la respuesta, porque por supuesto, si le preguntas al ordenador si es consciente, te dirá “sí”. Pero a menos que veamos a una persona desmayarse, no le vamos a preguntar “¿estás consciente?”

P. Mientras leía el libro, recordé su anterior trabajo, ‘El arte y la ciencia de no hacer nada‘. Me hizo pensar que quizá no hacer nada, ser un poco vago, puede jugar un papel semejante al del LSD que propone en su libro: ¿podría una inteligencia artificial decidir ser vaga, al igual que los humanos pueden hacerlo? ¿Qué demostraría?

R. Por ahora la inteligencia artificial no tiene sus propios objetivos. La arquitectura de la red neuronal está creada por humanos, así como los datos que los alimentan, y el algoritmo de aprendizaje, y las tareas… y por ahora ninguno ha aprendido a cambiar sus objetivos o su propio algoritmo, pero esto está evolucionando, y probablemente más rápido de lo que algunos creen. Pronto serán capaces de aprender a aprender: es lo conocido como “metaaprendizaje”. Pero no está fuera de nuestras posibilidades que en el futuro cercano un sistema de inteligencia artificial pueda ser capaz de entender algo sobre su proceso de aprendizaje, y entonces darse cuenta que determinadas cosas le pueden ayudar, ¡como descansar! Si esto ocurre, puede ser muy interesante.

Albert Hofmann.
Albert Hofmann.

P. En el libro defiende que el LSD es una herramienta para comprender cómo funcionan nuestra percepción y conciencia (tanto para humanos como para robots). ¿Cuál es el mito más peligroso que existe sobre el LSD?

R. El LSD, junto a la terapia de conversación, tiene un enorme potencial para ayudar a la gente adicta a otras sustancias o al alcohol. Aunque suene paradójico, hay muchas investigaciones sobre esto en los años sesenta que se han perdido a causa de la histeria que existe sobre la droga en EEUU. Así que durante 50 años podríamos haber disfrutado de un tratamiento muy efectivo para la adicción que nadie podía conseguir a causa de esta controversia sobre la droga. Albert Hoffmann terminó decepcionado por lo que ocurrió con el LSD, ya que realmente creía en su potencial terapéutico y creo que tenía razón. Afortunadamente ahora está resurgiendo esta clase de investigaciones.

P. ¿Qué cree que ocurrirá con el LSD en el futuro inmediato? ¿Volverá a ser investigado desde un punto de vista médico? ¿Se convertirá en una forma habitual de conocernos a nosotros mismos en las sociedades occidentales, quizá poniéndose de moda en Silicon Valley?

R. Sinceramente espero que las investigaciones continúen desde un punto de vista médico, y esto está ocurriendo de forma exponencial. Puede llegar a generalizarse. Sin embargo, espero que la cultura cambie para integrar la experiencia del LSD, en lugar de simplemente utilizarlo para ser más productivo como alguna gente hace con las microdosis. Incluso la gente en Silicon Valley se ha dado cuenta de que estamos en crisis y que se necesita una transformación cultural fundamental para atajar el cambio climático, la desigualdad y la fragmentación/polarización. El LSD por supuesto que podría facilitar esta clase de cambio, como empezó a hacer en los años 60, pero hay poderosos intereses que no desean que se produzca una transformación cultural a un mundo más consciente, medioambientalmente viable, igualitario y justo. Como en los 60, podría haber una especie de reacción si comienza a cambiar la cultura. Lo veo como una coproducción: la cultura debe ser receptiva a ser transformada y el LSD puede conseguirlo.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2018-06-21/andrew-smart-robots-psicodelia-conciencia_1581609/

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Venezuela: Mujeres por el #AbortoLegal ejercen derecho de palabra ante la Asamblea Nacional

Mujeres por el #AbortoLegal en Venezuela ejercen derecho de palabra ante la Asamblea Nacional Constituyente.

Habla la referente de La Araña Feminista y de ALBA Movimientos, Daniela “China” Hinojosa

Ver video en cualquiera de estos links:

https://www.pscp.tv/w/1mnxeoMAbpPGX

https://www.pscp.tv/alba_tv/1mnxeoMAbpPGX?t=

https://t.co/XboWuMcHKy

Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/06/20/venezuela/
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«Los alumnos no entienden cómo en el cine ven en 3D y en la escuela siguen usando la tiza»

Entrevista/21 Junio 2018/Autora: Magdalena Cabrera/Fuente: El observador

El consultor en innovación educativa instó a las escuelas a formar personas y no obsesionarse por los contenidos

Xavier Aragay es consultor internacional en innovación de la educación. Llegó a Uruguay invitado por los colegios salesianos, a quienes está liderando en un proceso de innovación. Además, colabora con el movimiento ciudadano Eduy21, que recientemente presentó su proyecto de reforma educativa. En 2010 impulsó en los colegios jesuitas de Barcelona el proyecto Horizonte 2020, una apuesta al cambio sistémico mediante la aplicación de un nuevo proceso de enseñanza – aprendizaje, donde la persona es el centro. En diálogo con El Observador manifestó que «la educación es el ámbito de la sociedad que más tendrá que cambiar» en los próximos años. Para eso invita a imaginar una escuela diferente.
 
¿Cuál es la principal dificultad que se presenta hoy en los sistemas educativos a nivel mundial?
El modelo de enseñar y aprender se diseñó en el siglo XIX: un profesor que se considera que tiene el conocimiento y un alumno que tiene que estar quieto, escuchando, le califican y progresa. Aquel momento era el del enciclopedismo y la industrialización. La escuela nace como una fábrica. El drama es que estamos en 2018, el mundo ha cambiado totalmente, pero el método para transmitir conocimiento no.
¿La educación no se acompasó con el resto de los cambios?
Exacto. Por qué no nos damos cuenta de que la educación es seguramente el ámbito de la sociedad que ha cambiado menos en los últimos cien años y, por tanto, es el que tendrá que cambiar más.
¿Por qué cuesta tanto cambiar la educación? En Uruguay los últimos gobiernos han hecho reformas en la salud, en el sistema tributario. En educación lo prometen, pero no lo hacen.
Es la propia sociedad la que está encasillada en ver la educación de la misma forma, entonces, quién empieza a plantear que la educación debe hacer un cambio. Se necesita un cambio de mirada, no solamente un cambio técnico. Ya no se trata solo de hacer una nueva ley. Con una ley, la educación no va a cambiar. Se necesita un cambio mucho más a fondo porque la educación es un elemento vertebral de la sociedad. Por esta razón, también está cargada de ideología.
En Uruguay en 2008 se aprobó una nueva ley de educación y todo sigue igual.
En España en 30 años se han hecho seis leyes distintas de educación y estamos igual. Es la sociedad la que debe moverse. Aquí también hay un punto de un cierto fariseísmo: decimos que la educación es muy importante, pero después delegamos en los maestros y profesores que resuelvan el tema. Es la sociedad la que debe de involucrarse y decidir qué desea de la educación. En Uruguay, el hecho de que exista Eduy21 ya es una novedad en sí misma. Tener una plataforma cívica al margen de partidos, que son capaces de ponerse de acuerdo y de hacer propuestas, es un buen síntoma porque quiere decir que estamos empezando a ser conscientes del problema que tenemos.
¿Cómo puede hacer el ciudadano común para involucrarse en esto?
En Uruguay ya empieza a haber escuelas que se están planteando cambios, construyendo proyectos pedagógicos y experimentando. Como papá y mamá también puedo ir a la escuela de mi hijo, presionar y preguntar, qué proyectos de innovación tienen. Si un grupo de familias plantea esto, tiene mucho peso. La educación la hemos de cambiar pensando en un niño o niña que este marzo con tres años haya empezado la escuela. Va a salir de la escuela en el 2033 y si va a la universidad, va a terminar en el 2038 y se pondrá a trabajar en el 2040.
¿Cómo se hace para formar para el 2040 en un mundo tan cambiante?
Una cosa muy importante es dejar de obsesionarse por los contenidos. La mitad de los contenidos que le transmitamos a los niños de tres años en los próximos 15 años van a quedar obsoletos. Los contenidos no pueden ser un fin en sí mismo. Han de ser un medio para educar a la persona. La educación del carácter es lo más importante. En la escuela nos dedicamos todo el día a enseñar contenidos y de vez en cuando, nos dedicamos a los valores. Habría que hacer al revés, dedicar los 15 años a construir una persona. Los contenidos son las palancas para llegar a eso. Esta es la verdadera crisis. El verdadero objetivo tiene que ser la persona.
Ud creó una metodología, que tiene como centro a la persona. ¿En qué consiste?
La primera clave para cambiar es imaginar una cosa distinta. No cambiaremos la escuela a base de diagnósticos solamente. El principal problema es qué escuela imaginamos sería posible tener en cinco o diez años. En 2010 junto con ocho escuelas jesuitas de Barcelona presentamos proyecto Horizonte 2020. Tiramos las paredes de las aulas, hicimos grupos grandes, varios profesores dentro, dejamos de trabajar por asignaturas y trabajamos por retos. Ese es uno de los grandes cambios: que el alumno deje de ser un sujeto pasivo y pase a ser un sujeto activo. No es verdad que los jóvenes no quieren aprender. No quieren aprender cómo nosotros queremos enseñarles. Los alumnos no entienden cómo pueden ir al cine y ver en 3D y en la escuela seguimos usando la tiza. Nosotros decidimos acabar con esto.
¿Cómo les fue?
Muy bien. Los alumnos aprenden más y además desarrollan una serie de capacidades personales que con el sistema tradicional no desarrollan. Entre otras cosas, buscamos desarrollar la creatividad. Un niño que hoy tenga tres años va a vivir como 100 años. Va a tener que reinventarse un montón de veces y debo darle herramientas para eso. Si lo formo solamente para que sea contador, dentro de cinco años la inteligencia artificial va a hacer una contabilidad mucho mejor que él.
Fuente: https://www.elobservador.com.uy/los-alumnos-no-entienden-como-el-cine-ven-3d-y-la-escuela-siguen-usando-la-tiza-n1245271
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Entrevista con Claudio Katz. “Nuestros problemas no son únicos e incontrastables, pero deben ser abordados con una mirada de tradiciones locales”

Por: Stefan Pimmer / Claudio Katz. La Haine. 20/06/2018

Claudio Katz, economista e investigador social argentino, es uno de los exponentes más destacados de la teoría marxista de la dependencia en América Latina. Próximamente va a publicar un nuevo libro en el cual reivindica una renovación del paradigma dependentista. Conversamos con él sobre este trabajo en curso, incluyendo su evaluación de los debates dependentistas de los años sesenta y setenta, su reivindicación de la figura de Ruy Mauro Marini, el estado actual del dependentismo en América Latina y el mundo, así como la necesidad de adecuar las reflexiones dependentistas a las particularidades de la fase capitalista actual.

El dependentismo ha sido caracterizado de manera variada, como teoría, escuela e incluso como paradigma. ¿Qué fue para ti ese desarrollo teórico y conceptual?

El debate sobre el estatus analítico de la teoría de la dependencia comenzó junto a la propia aparición de esa concepción. Agustín Cueva rechazó la existencia de leyes propias del capitalismo dependiente, en polémica con Ruy Mauro Marini y Theotônio Dos Santos, que atribuían a sus formulaciones esa condición. Eran dos miradas metodológicas contrapuestas. Posteriormente se tornó evidente que la primera postura era muy restrictiva y que la segunda no era satisfactoria. Entonces aparecieron criterios más flexibles. Cobró fuerza la idea de evaluar al dependentismo como un paradigma, en el sentido de un modelo aceptado por la comunidad de los cientistas sociales. Otros hablaron de una perspectiva, un enfoque, un punto de vista o un programa de investigación. Yo coincido con estas reformulaciones. Lo importante es registrar que el propósito específico del dependentismo ha sido estudiar el funcionamiento de las economías periféricas.

En su debut esa corriente incluyó internamente variantes de las tres principales expresiones del pensamiento económico latinoamericano. Todas asumieron cierta auto-denominación dependentista, aunque expresaban afinidades con el liberalismo, el desarrollismo y el marxismo. Las mismas escuelas que han confrontado en la última centuria polemizaron dentro del universo teórico de la dependencia. El clima radicalizado de esa época explica esa curiosa confluencia en un campo compartido.

La corriente marxista estuvo representada por Marini, Dos Santos y Bambirra. Retomaron ideas sugeridas por Marx en sus análisis de China, India y sobre todo Irlanda. Recogieron de Lenin, Trotski y Luxemburg explicaciones del subdesarrollo conectadas con la confiscación imperial de los recursos de los países atrasados. Y adoptaron miradas similares a Sweezy y Mandel, en la caracterización de los drenajes padecidos por la periferia.

Especialmente Marini reelaboró esos conceptos en forma muy original, combinando el legado marxista con ciertas nociones de la economía latinoamericana trabajadas por Prebisch y Furtado. Estudió detenidamente la forma en que la región reproduce su inserción subordinada en el mercado mundial y aportó un planteo muy esclarecedor de la reproducción dependiente.

¿Cuáles fueron las otras dos vertientes?

La segunda corriente estuvo liderada por Fernando Henrique Cardoso, que presentaba un enfoque en los hechos compatible con el liberalismo. Yo comparto la interpretación de varios autores brasileños, que destacan las viejas raíces de los planteos derechistas adoptados por Cardoso como primer mandatario. Ese giro no fue sólo una improvisación pragmática, del hombre que quemó todo lo escrito antes de ocupar el sillón presidencial. Hubo un elemento de continuidad en su pensamiento. Siempre fue hostil a los proyectos radicales. Coqueteaba con una especie de marxismo weberiano totalmente ecléctico y en su libro con Falleto concibió la problemática de la dependencia en simplificados términos políticos. Expuso una clasificación de regiones en modalidades de enclave o mayor autonomía, pero rechazó la contraposición básica entre dependencia y desarrollo. Postuló una idea de desenvolvimiento asociado con empresas transnacionales y posteriormente profundizó esa propuesta incorporando todos los dogmas del neoliberalismo. Su evolución guarda cierto parentesco con viejo liberalismo socialista que inauguró Juan B. Justo. Mientras que la teoría marxista de la dependencia se ubicaba en las antípodas de las tesis derechistas de la modernización, Cardoso elogiaba las inversiones extranjeras.

La tercera corriente del dependentismo mantuvo nexos con la CEPAL y expresó un momento de gran radicalización del desarrollismo. En cierta medida Osvaldo Sunkel representaba ese enfoque, que constituía una corriente de opinión con exponentes muy variados. Planteaba una combinación de dependentismo e industrialismo. No sólo promovían la intervención del estado en la regulación económica, sino que también convalidaban propuestas de reforma agraria. Fueron los antecesores de las corrientes social-desarrollistas del reciente ciclo progresista.

En síntesis, si se revisa la trayectoria de la teoría de la dependencia en sus años de gestación, puede notarse la convivencia y el choque en su interior de las tres vertientes del pensamiento económico latinoamericano. Esta reconsideración es útil para evaluar también los debates con los críticos del dependentismo. Yo creo que en los años setenta se exacerbaron las divergencias dentro del marxismo en torno a esa concepción. Por eso las fuertes polémicas de inicio se zanjaron con convergencias posteriores.

Agustín Cueva cuestionaba con razón las exageraciones exogenistas y la interpretación del subdesarrollo como un efecto exclusivo de la dependencia externa. Marini respondía objetando la unilateralidad inversa de explicaciones atadas a la dinámica de procesos internos. El trasfondo era la vieja discusión sobre las causas del retraso regional. Una mirada ponía el acento en los grandes latifundios y la otra en la extracción de recursos al exterior. Pero en los hechos ambas posiciones eran complementarias. La combinación de terratenientes y empresas extranjeras era determinante del subdesarrollo. Incidía tanto el despilfarro local como en la succión de los excedentes hacia afuera. Por eso Cueva y Marini convergieron, a medida que se clarificó la confrontación de ambos con Cardoso. Estas líneas divisorias maduraron con el tiempo, superando la inclusión o exclusión inicial en el universo del dependentismo.

Es interesante lo que dices frente a la usual contraposición de la teoría de la modernización (centrada en factores endógenos) con la teoría de la dependencia (preocupada por los factores exógenos). Pero también se afirma que el dependetismo incurrió en un determinismo económico, refutado por la industrialización de los “tigres asiáticos”.

Yo creo que es una visión muy superficial, que desconoce la matriz política de todos los razonamientos del dependentismo marxista. Esta corriente surgió en directa sintonía con la revolución cubana. Sin ese acontecimiento no habría existido en la modalidad que emergió. Lo que determinó el ascenso y descenso de la prédica dependentista fue la incidencia de esa revolución y de su proyecto de gestar el socialismo en toda América Latina. La tesis de Marini constituye una teorización de esa expectativa y de un programa socialista como solución radical al problema de la dependencia. Esa misma percepción estaba presente en Cueva, a pesar de las fuertes divergencias que tuvieron en la definición de los caminos para alcanzar esa meta. Esas diferencias alcanzaron un pico de gran intensidad durante la experiencia de la Unidad Popular chilena. En contraposición a las estrategias de alianza con la burguesía nacional, Marini auspiciaba un proceso ininterrumpido de radicalización socialista.

Como todos los debates presentaban este fuerte trasfondo político, me parece totalmente desubicado calificar al dependentismo de economicista. Los principales exponentes de esa vertiente ni siquiera se consideraban economistas. Marini, Dos Santos y Bambirra pensaban como revolucionarios. Durante la gestación de la teoría estuvieron más comprometidos con la militancia que con el dictado de clases en alguna universidad.

Por otra parte, la problemática de los tigres asiáticos apareció cuando decaían los debates sobre la dependencia. Esa discusión fue previa y signada por otras circunstancias. Además, el impetuoso surgimiento de economías asiáticas no fue previsto por nadie. La omisión achacada al dependentismo valdría también para los economistas neoclásicos y heterodoxos. En realidad quién estuvo más cerca de explicar el fenómeno fueron todos los teóricos marxistas que realzaron la problemática de explotación. El gran capital comenzó a desplazarse al Sudeste Asiático para lucrar con la baratura de una fuerza del trabajo más disciplinada. Es importante situar siempre cada debate en su momento histórico. Cuando se olvida esa contextualización aparecen todo tipo de arbitrariedades.

El desenvolvimiento del dependentismo incluye una extraña paradoja. Ha sido marginalizado en un momento de gran recrudecimiento de la dependencia ¿Cuáles fueron las razones de ese retroceso?

Esa pérdida de influencia tiene una explicación política. América Latina presenta hoy un escenario más dependiente que en los años setenta y la tesis que mejor esclarece esa situación gravita menos que en el pasado. Actualmente impera el extractivismo y la regresión industrial en todos los planos, pero el registro de este hecho es menor. Las razones del divorcio se encuentran en lo sucedido en el plano político.

Tres grandes acontecimientos cerraron el ciclo de la revolución cubana. Primero se consumó la derrota de los movimientos guerrilleros, que buscaban expandir esa transformación social al conjunto de la región. El asesinato del Che simbolizó ese cambio. Luego se registró la frustración de la Unidad Popular en Chile y el renacimiento revolucionario posterior en Nicaragua, quedó cerrado con la derrota electoral del sandinismo. Ahí comenzó a la expansión del neoliberalismo, que fue parcialmente contenido en la última década con el ciclo progresista, pero sin la fuerza suficiente para evitar la ulterior restauración conservadora. En todas las fases de las últimas décadas se verificaron momentos de resurgimiento de la tradición dependentista. Pero en ningún caso se ha revertido el contexto adverso para ese proyecto.

Es interesante que sitúas el declive en el plano político frente a la generalizada creencia en una derrota del dependentismo en el plano teórico.

Esa impresión es totalmente equivocada. ¿Cómo medimos la derrota de una teoría? ¿Por su consistencia interna? ¿Por su capacidad para formular pronósticos acertados? El primer plano se dirime en los debates conceptuales. El segundo plantea un parámetro muy controvertible. Si la teoría de la dependencia no tuvo pronósticos certeros: ¿quién los tuvo? ¿Alguien previó el despegue del Sudeste Asiático?

Estamos considerando fenómenos muy complejos cuya dimensión política es siempre imprevisible.
La caída de la Unión Soviética es otro ejemplo de esa dificultad de previsión. Hay que cuidarse de la típica evaluación retrospectiva de los sucesos del pasado con miradas del presente. La misma objeción de pronósticos fallidos que se expone contra el dependentismo cabría para cualquier otra teoría. No me parece un camino sensato de análisis.

A pesar de un cierto declive la teoría de la dependencia nunca desapareció, y su instrumental incluso ha sido utilizado por algunos economistas europeos. ¿Cuáles han sido los aportes al dependentismo en otras regiones?

Hay varios desarrollos a nivel internacional. Un curso muy fructífero se desenvolvió en el encuentro con la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein. Ese empalme fue interesante, porque no estuvo centrado en ningún caso particular. No investigó lo ocurrido en un determinado país, sino que indagó la consistencia general de nuevos conceptos, como la semiperiferia. Esa noción de formaciones intermedias fue asumida por Marini al distinguir de hecho a Brasil de Haití. Pero también hubo áreas de discrepancia entre las dos concepciones. Marini y Dos Santos eran marxistas clásicos. No razonaban con el modelo cerrado del sistema-mundo, ni con la tesis de un fin predeterminado, con fechas de eclosión del capitalismo.

No estoy muy familiarizado con la recepción del dependentismo en Europa, pero es muy evidente la existencia de problemáticas comunes. Durante la crisis de la deuda en Grecia se generalizaron las comparaciones con lo ocurrido en Argentina. Esos contrapuntos se hicieron con miradas dependentistas. Se reconoció un problema común de la deuda manejada por distintos acreedores. En vez de EEUU actuaba Alemania y en vez del FMI el ajuste era impuesto por la Comisión Europea. Pero la lógica es la misma. Algunos economistas franceses han escrito trabajos muy interesantes con ese basamento teórico, para clarificar la problemática del Euro. Plantearon muy bien cómo el Euro vincula a países con salarios diferentes, generando transferencias de valor desde la periferia al centro de Europa.

En ese caso se quita a los países periféricos la posibilidad de devaluar, generando un desequilibrio enorme. La periferia ya no tiene más válvulas de escape que disminuir el nivel de vida de los trabajadores.

Exacto. Ese mecanismo económico tiene muchas semejanzas con las tesis de Marini. Es la misma idea con otras modalidades operativas. El problema es siempre la transferencia de valor. Se puede consumar por senderos comerciales, financieros o productivos. En la periferia europea (Irlanda, Portugal, Grecia), el Euro consagra desequilibrios comerciales a favor de Alemania, que desembocan en endeudamiento y dependencia. Hay muchos estudios empíricos de esa dinámica.

Pero más allá del impacto que tuvo el dependentismo en Europa hay dos personalidades no latinoamericanas, que tuvieron gran influencia en el desenvolvimiento de esa teoría. Primero André Gunder Frank, un intelectual muy singular que inicialmente canalizó la conexión de las vertientes antiimperialistas de EEUU (asociadas con la revista Monthly Review) con el dependentismo. Desenvolvió una formulación muy popular de esa concepción con la idea de “desarrollo del subdesarrollo” y su libro fue tomado como una gran síntesis de la teoría.

Pero curiosamente Frank abandonó ese enfoque muy temprano. En 1971 quedó fascinado por la teoría del sistema mundial que él contrapuso al dependentismo, cuando Wallerstein convergía con Marini y Dos Santos. Y en una etapa posterior elaboró una exótica concepción sobre el capitalismo milenario con epicentro en China. Fue una figura muy controvertida. Si miramos lo ocurrido en forma retrospectiva, Cueva fue mucho más dependentista. Sus críticas a Frank resultaron acertadas, especialmente en el debate historiográfico sobre el origen del capitalismo en América Latina.

La otra figura ha sido Samir Amin. Es el teórico vivo más importante del dependentismo y construyó la obra más consistente. Tuvo quizás la paradójica ventaja de razonar fuera del condicionamiento latinoamericano. Trabajó desde Europa, Asia y África con una mirada distinta y un enfoque más global. Partió del problema de viejas sociedades orientales sometidas al colonialismo europeo y no de un Nuevo Continente capturado por esa dominación. Por eso su análisis de las formaciones tributarias es tan distinto de la clásica controversia sobre el feudalismo y el capitalismo colonial.

Ha combinado como pocos autores la esfera de la historia con la economía y también razonó con otras referencias políticas. Mientras que el dependentismo latinoamericano estuvo signado de la revolución cubana, Amin partió de Bandung y la convergencia del nacionalismo revolucionario con el socialismo en Asia y África. Sin lugar a dudas expresa otra vertiente muy fructífera de la teoría de la dependencia.

Y también está el caso del dependentismo en el Caribe, donde se registró una recepción bastante interesante y poco investigada.

Si. Fue distinta por su peculiar mezcla con tradiciones múltiples. Ahí aparece el problema de la negritud que no es estrictamente latinoamericano. La relación de dependencia con el indigenismo conceptualizada por varios autores andinos, adoptó en el Caribe otro tipo de conexiones, insertas en la huella de los jacobinos negros y la revolución haitiana. Pero ahí también se observa la mayor proximidad de la revolución cubana. La teoría de la dependencia articuló esa diversidad de problemáticas con la especificidad de economías muy fragmentadas. Lo que Marini pensaba para Brasil no se aplica a Jamaica, pero ambos países están conectados a la misma dinámica de la reproducción dependiente.

Quería preguntarte sobre las distintas trayectorias dentro del dependentismo latinoamericano.

Yo considero necesario estudiar con detenimiento a Marini que elaboró un razonamiento integral. Indagó el caso de Brasil que en los años sesenta era una formación intermedia en proceso de industrialización. Compartió las mismas preocupaciones de los teóricos de la CEPAL sobre Argentina y México y analizó la dinámica de esas economías. En ese abordaje introdujo categorías muy novedosas y polémicas, como la superexplotación, el ciclo dependiente y el subimperialismo. Lo que Cueva estudiaba para países como Ecuador, Bolivia o Perú –aún centrados en la problemática del campesinado y el latifundio– Marini lo indagaba para una sociedad como Brasil, ya signada por los desequilibrios de la industrialización. Eran dos escenarios distintos de la lógica de la dependencia.

Me parece importante rescatar también la figura de Theotônio dos Santos que acaba de fallecer. En los años 60-80 aportó ideas claves sobre el estado, las clases y también la estrategia socialista. Razonó de otra forma, con menos apego a la elaboración abstracta de Marini, que seguía rigurosamente las pistas de El Capital y de todas las categorías de Marx.

Es decir, pensaba el dependentismo a partir de la ley del valor.

Si. Claramente en Marini. Pero en Theotônio prevalece más bien el estudio combinado de la dimensión económica y política. Desarrolla una visión más familiar al abordaje que inauguró Lenin. No hay tanta preocupación por definir las contradicciones de un modelo de la reproducción ampliada, sino por detectar cuáles son las fuerzas sociales actuantes en cada escenario. Ahí aparece esa reflexión sobre las relaciones entre el estado, las clases dominantes y la burocracia, que en la obra posterior de Dos Santos asumieron connotaciones más controvertidas. Quizás a la hora de los homenajes conviene también recordar las interesantes clasificaciones que desarrolló Bambirra, sobre distintas economías latinoamericanas.

En mi opinión hay que revisar la originalidad y consistencia de cada aporte teórico, pero con alguna tesis ordenadora. De lo contrario, nos deslizamos hacia la simple descripción o hacia la reivindicación ritual. Mi balance subraya la síntesis entre Cueva y Marini y la consiguiente confluencia del endogenismo con el exogenismo marxista. Observo los aspectos problemáticos de ambas vertientes, pero no pierdo de vista que ese empalme define un enfoque integral y rival del pensamiento liberal o desarrollista. En ese trípode se concentran las grandes divergencias teóricas que perduran hasta la actualidad.

En los años ochenta el dependentismo experimentó un fuerte revés y partir del nuevo milenio se observa una ligera recuperación. ¿Cómo caracterizarías ese acotado resurgimiento?

Yo creo que efectivamente hay una cierta recuperación del dependentismo. Ese rebrote acompañó al ciclo progresista de la última década y sobre todo al surgimiento del chavismo. La teoría de la dependencia estuvo muy presente en el universo conceptual de Chávez y también en muchos razonamientos Evo Morales. No es la mirada de Lula, ni tampoco de Cristina Kirchner, que son tolerantes pero no afines al dependentismo. Con el mismo énfasis que postuló la actualidad del comunismo y del socialismo, Chávez reivindicó la teoría de la dependencia.

En términos más generales, todas las propuestas teóricas que aparecieron en los últimos años como el “socialismo del siglo XXI”, el “bolivarianismo” o el “buen vivir” rescatan elementos de la teoría de la dependencia. Por eso hemos visto homenajes a sus principales figuras y una interesante reedición de libros. No se repite el clima intelectual de los 70, pero resurgió el pensamiento crítico. Han aparecido además muchos núcleos de investigación especialmente en Brasil, mientras que en México continúa la elaboración de los autores que fueron discípulos de Marini. Hay muchas variantes de estos replanteos en distintos puntos de América Latina. Incluso en Argentina, dónde nunca tuvo raíces significativas.

En la actualidad se verifica también un llamativo contrapunto entre los defensores de la teoría de la dependencia tal como fue formulada por Marini, y los críticos marxistas de ese enfoque, que conforman la vertiente antidependentista. Retoman los cuestionamientos que aparecieron desde los años 80, especialmente en Inglaterra. Son planteos con cierta resonancia en el mundo académico de Argentina.

Pero también existe una corriente que reivindica una renovación de la teoría marxista de la dependencia.

Si. Yo me ubico en ese terreno de reivindicación de la teoría, señalando al mismo tiempo la necesidad de introducir importantes actualizaciones y modificaciones. En este plano hay varios temas en discusión. El primero es la superexplotación. En sus últimos trabajos Marini sostuvo que ese rasgo ya no constituía una peculiaridad de América Latina o la periferia, sino que integraba las características del capitalismo globalizado. Esa reformulación abrió un debate entre quienes ampliamos y reconsideramos la dinámica de ese principio y los autores que defienden su formato tradicional.

El segundo tema –que todavía no suscitó polémicas abiertas pero que seguramente va a derivar en intensas discusiones– es la renta. Algunos pensadores cuestionan la teoría de la dependencia por omitir esa categoría y otros responden que no tiene relevancia específica. Yo coincido con la tesis de reintegrar el concepto al dependentismo, con una caracterización peculiar de la renta agraria y petrolera a escala internacional. Este problema tiene importantes consecuencias para la evaluación de la economía argentina o venezolana.

También se ha renovado el viejo debate sobre el intercambio desigual, ya no con las referencias de los años 70 al modelo de Emmanuel, sino considerando las nuevas modalidades de la división global del trabajo. Hay investigaciones muy interesantes, sobre la forma en que la plusvalía es transferida a empresas ubicadas en la cúspide de la cadena de valor. El mismo proceso se verifica en las maquilas y en ciertas empresas transnacionales. Las ideas dependentistas son muy gravitantes en estos terrenos.

Un tercer problema en debate es la validez o alcance del concepto de subimperialismo. Hay llamativas evaluaciones de Brasil y Sudáfrica y sobre todo del papel de los BRICS. Yo creo que esa categoría rige más bien para países como Turquía o India. No es una noción meramente económica. Es un concepto geopolítico, referido a la capacidad de una potencia intermedia para actuar en el plano militar. Es lo que hace Turquía en Siria contra los kurdos. Brasil ha quedado situado en otro plano, desde que perdió capacidad de acción autónoma. Otro tema muy conectado a estos debates es la configuración actual de China. La controversia gira en torno a su clasificación dentro del denominado “Sur global”.

Y en ese caso si el comercio entre América Latina y China expresa una cooperación sur-sur o una nueva forma de dependencia.

Exacto. Hay trabajos muy recientes de autores estadounidenses sobre el tema. Abordan la globalización productiva desde la óptica dependentista, con acertadas evaluaciones de la nueva dinámica del arbitraje global del trabajo. Analizan cómo el valor generado en un punto del planeta se realiza en otro. Pero justamente ahí aparece el problema geopolítico del status de China. No creo que esa nueva potencia forme parte del “Sur global”. Es la segunda economía del mundo y actúa como un imperio en formación.

En uno de tus textos más recientes reivindicas entonces la renovación del paradigma dependentista. ¿Cómo se concretaría ese replanteo?

El punto de partida es evaluar las enormes transformaciones registradas en el capitalismo, en comparación a la época de Marini. Estamos en una etapa neoliberal completamente distinta, luego del ocaso del periodo keynesiano. Necesitamos conceptualizar el funcionamiento del capitalismo mundial de nuestro tiempo.

Ese sistema se basa en una agresión permanente contra los trabajadores, asentada en el predominio de las empresas transnacionales. Hace cuarenta años ya era un capitalismo mundial pero sin cadenas de valor. Ahora predomina la globalización productiva, que define las formas de expansión de la mundialización financiera y de los nuevos mecanismos de extracción de plusvalía. La distinción entre explotación del centro y superexplotación en la periferia ya no constituye un criterio acertado. Hay expresiones de ambos tipos en ambos polos de la economía mundial, con fuertes diferencias en el status del trabajo formal e informal.

También la estructura jerárquica mundial y las redes de transferencia de valor son diferentes. Por eso necesitamos una comprensión del nuevo capitalismo mundial, que opera con una inédita dinámica de recorte del empleo. No sólo destruye más puestos de trabajo que los generados. Consuma esa demolición a una velocidad muy superior a todo lo conocido. Theotônio dos Santos era un pensador muy abierto a estudiar estos problemas. Pero esos procesos eran desconocidos en el auge de la teoría de la dependencia. La revolución digital sólo era imaginada en la ciencia ficción.

Además el universo geopolítico actual es totalmente distinto. Desapareció la Unión Soviética, surgió China y existe una controversia irresuelta sobre el declive EEUU, en un contexto de remodelación de todos los dispositivos imperiales. El capitalismo y el imperialismo son distintos a los imperantes en los años de Marini. Sin afrontar el tipo de transnacionalización pura que conciben algunos pensadores, tampoco prevalecen las viejas configuraciones nacionales. Más bien predomina una modalidad híbrida de mundialización productiva, sin correlato equivalente en las clases sociales y los estados.

Esta mutación nos obliga a re-conceptualizar muchos problemas. Por ejemplo, el estricto paralelo entre subimperialismo y semiperiferia ya no se verifica con la misma sintonía. Hay modalidades combinadas en todas las formaciones intermedias. Una semiperiferia como Corea del Sur carece de rasgos subimperiales y difiere de Turquía, que a su vez no tiene el grado de integración global de la economía del Sudeste Asiático.

Por lo tanto hay que reacondicionar muchas categorías en la tradición teórica del dependentismo, pero sin fascinarse con un sólo pensador. Y por eso conviene observar a esa escuela como un momento de evolución de todo el marxismo, con un aporte específico en la indagación de la lógica del subdesarrollo. Quizás lo más interesante es retomar las tesis del ciclo dependiente, como mecanismo de transferencia de valor hacia economías más desarrolladas. Marini fue un buen teórico de la maquila mexicana. Pero hay otros fenómenos que en su momento exageró o que eran válidos para su época y no para la actualidad.

Y desde esa perspectiva de una renovación intervienes en los debates sobre la superexplotacion.

Si. Pero en esas discusiones deberíamos tener cuidado para no repetir los errores del pasado, cuando se extremaron contraposiciones entre partidarios de la misma concepción. Como es un debate entre defensores de la misma tradición dependentista deberíamos mensurar las divergencias en juego. Estas polémicas no pueden tener la intensidad de las controversias con nuestros enemigos del neoliberalismo o con nuestros adversarios de la heterodoxia.

En los últimos años, una de las nociones más frecuentadas en los debates sobre el desarrollo en América Latina ha sido el extractivismo, pero curiosamente emerge con grandes desencuentros con el dependentismo. ¿Por qué?

También ahí existe una dualidad de situaciones. Hay por un lado un gran espectro de convergencias entre ambas corrientes, en la denuncia de la reprimarización y en la defensa del medio ambiente. Muchos autores trabajan con razonamientos de las dos concepciones. El desencuentro se ubica con lo que podríamos denominar post-desarrollismo. Hay vertientes anti-extractivistas que objetan la idea del desarrollo, en contraposición al programa marxista de forjar otro desarrollo. Esa meta es clave en América Latina como corolario directo de la crítica al subdesarrollo. Además, existe una fuerte divergencia con las perspectivas localistas, meramente comunitarias y anti-estatales de esas corrientes. La teoría de la dependencia se inscribe en una tradición de intervención estatal radical, con la mira puesta en la gestación de una sociedad socialista. El post-desarrollismo se opone a esa perspectiva.

El fin del ciclo progresista es uno de los temas de mayor actualidad en la región. ¿Cuál sería la lectura dependentista de ese proceso?

Desde una óptica dependentista cabría señalar que el ciclo progresista se frustró por no encarar la superación del subdesarrollo. Y eso vale para Argentina, Brasil, pero también para Venezuela. No se ha logrado transformar la renta agraria o petrolera en una fuente de desarrollo inclusivo y equitativo.

Desde la misma tradición es igualmente clave distinguir el radicalismo de Chávez o Evo Morales del centroizquierdismo convencional de Lula o Kirchner. También corresponde aclarar que esos procesos no están clausurados. Debemos extraer un balance de lo ocurrido hasta ahora sabiendo que la disputa sigue en pie.

¿Y cuáles son para ti las posibilidades y los límites del nuevo auge del neoliberalismo en América Latina?

Yo soy muy cauto con cualquier pronóstico. Lo que está claro es el diagnóstico. Estamos en un momento de restauración conservadora con gobiernos neoliberales que afrontan tres grandes problemas. El primero es económico. Pretenden afianzar la primarización y el extractivismo, en un contexto internacional adverso por el estancamiento de los precios de las materias primas. Implementan una adaptación pasiva al libre-comercio, cuando Trump y Macron revisan todos los aranceles. Además, el comprador de las materias primas es China y no EEUU, y los presidentes derechistas de la región han quedado desubicados por su primitivismo ideológico pro-norteamericano.

El segundo problema es político. Son gobiernos con legitimidad reducida, basados en un esquema de constitucionalismo muy limitado. Cada día se corrobora algún nuevo rasgo regresivo de sistemas políticos autoritarios con elementos pro-dictatoriales. La consistencia de esos regímenes para implementar la reorganización neoliberal que ambicionan es muy dudosa. El tercer aspecto es la resistencia social. Todos enfrentan el rechazo en las calles. En Argentina esa oposición es fuerte y ha limitado el proyecto de Macri. En otros países es más limitada, pero todos los regímenes derechistas deben lidiar con el movimiento popular. Qué no hayan logrado destituir a Maduro es otro indicio de los límites del neoliberalismo. Bolivia, Venezuela, Cuba siguen en pie, demostrando la persistencia de los bastiones que la derecha no ha podido remover.

Por último, quisiera preguntarte sobre el alcance del dependentismo. ¿Puede trascender el contexto latinoamericano y posicionarse frente al capitalismo mundializado?

Me parece que sí. Pero ese problema remite a una vieja disyuntiva de los pensadores sociales de la región, que han buscado evitar tanto el puro singularismo como la disolución de la especificidad latinoamericana. Nuestros problemas no son únicos e incontrastables, pero deben ser abordados con una mirada de tradiciones locales. Por eso es tan fructífera la herencia de Mariátegui.

La teoría de la dependencia justamente evitó esos dos errores. Compartió las trayectorias del marxismo latinoamericano y se mantuvo alejado del exotismo regional y de la simple copia de enfoques elaborados en otros escenarios. Confluyó con pensadores de África y Europa, integró exponentes de EEUU y nunca tuvo pretensiones latinoamericanistas excluyentes. Pero al mismo tiempo evitó la mera absorción de un dogma elaborado fuera de la región.

El dependentismo construyó una teoría para explicar el subdesarrollo y por eso despertó tanto interés en otras regiones de la periferia. Brindó instrumentos para comprender las polaridades mundiales y también las bifurcaciones. Este último aspecto es clave por la relevancia actual de las semiperiferias frente a la mera contraposición entre centro y periferia. No basta con explicar las distancias que separan a EEUU de Guatemala. También debemos entender a Corea del Sur, en la pista aportada por Marini para indagar a Brasil.

Yo creo que hoy es interesante estudiar por qué ciertas economías industriales declinan, y otras avanzan. Es justamente el contrapunto entre Corea del Sur y Brasil. Ese cambio sólo se explica en la lógica de la mundialización productiva y por eso es decisivo renovar el dependentismo.

Finalmente una observación política. La actualización de la teoría de la dependencia empalma en mi opinión con el resurgimiento del antiimperialismo. Esta bandera es clave en una era signada por la agresiva brutalidad de Trump. También debería converger con tradiciones internacionalistas de acción común de los pueblos sin distinción de nacionalidades. Son dos raíces que siempre nutrieron al dependentismo. La lucha contra el imperio y la batalla contra el capitalismo. En esas dos acciones aparecerán nuevos problemas y nuevas respuestas que afianzarán la renovación de la teoría marxista de la dependencia.

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/hacia-una-renovacion-del-paradigma

Fotografía: La Haine

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