Dos de cada tres maestros, en contra de adelantar contenidos al periodo no obligatorio de Educación Infantil.
Los maestros de segundo ciclo de infantil —un periodo educativo que comprende desde los tres años hasta los seis— alertan de la «pre-primarización» de esta etapa, a la que acceden muchos niños en estos días. «Se está convirtiendo en una preparatoria para la escuela primaria, hecho muy negativo que afecta al desarrollo cognitivo y socio-emocional del niño», denuncian uno de cada tres profesores en el estudio de opinión realizado por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles AMEI-WAECE.
Durante este periodo educativo, «que no es obligatorio en nuestro país», recuerdan desde esta institución, «a muchos niños de cinco años se les exige saber leer, escribir al dictado, y hacer sumas y restas, una situación bien distinta a la de los países nórdicos en los que nos miramos, donde a esa edad están todavía jugando y aprendiendo a relacionarse con los demás y no es hasta mucho más tarde cuando empiezan a tomar contacto con las letras y los números», explican.
Adelantar etapas
En España, sin embargo, prosiguen los docentes del informe, «las exigencias curriculares, así como las sociales y familiares, hace que los maestros se vean obligados a dar prioridad a unas áreas frente a otras». De hecho, según el estudio, el 83 por ciento afirman dedicar más tiempo a la lectorescritura, la lógico-matemática y el aprendizaje de un segundo idioma, cuando en realidad afirman querer (y no poder) centrarse en los aspectos emocionales y en la educación de valores.
Tendencia escolar
Las exigencias educativas, añaden desde AMEI-WAECE, «hacen que la etapa de infantil sea un adelantamiento de contenidos para llegar a primaria con unas competencias que no tienen en cuenta el ritmo ni el momento evolutivo especial de estas edades». Así lo corrobora la psicopedagoga Yolanda Cortés, colaboradora del portal Hablemos de Neurociencia, para quien existe una idea bastante extendida socialmente, de que la mejor estrategia educativa es iniciar cuanto antes determinados aprendizajes. «La tendencia escolar está orientada básicamente a prepararlos para la etapa siguiente. Pero para escribir en un papel, los niños han de ser capaces de coordinar y controlar los movimientos de sus dedos, y la corteza motora del cerebro, que controla la coordinación de las manos y los dedos, generalmente, no está desarrollada del todo, al menos hasta los cinco años de edad. De hecho, este desarrollo prosigue a lo largo de la enseñanza Primaria».
Empezar más tarde
Habrá niños, prosigue Cortés, «que no puedan seguir este ritmo acelerado, para los que tales planteamientos de “cuanto antes mejor” constituyan un flaco favor: en vez de salir fortalecidos y seguros de sí mismos, acaban la etapa con una incipiente sensación de impotencia y, probablemente, catalogados como problemáticos». Estos niños, prosigue Cortés, «necesitan más de ese empujón, pues quizá no estén listos para la comprensión lectora cuando empiezan a ir a la escuela. Tal vez su cerebro se desarrolle más lentamente. Si a estos niños se les da otra oportunidad para aprender a leer a una edad más tardía, pongamos que a los 7 años, la cosa puede funcionar».
En otros países, señala esta psicopedagoga, «como Dinamarca, o Finlandia, los niños no comienzan a ir a la escuela hasta los 7 años, lo cual facilita que los niños que aún no están preparados, lo estén y aprendan a leer sin presiones, sin tener que seguir al tran tran el ritmo de otros, con bloqueos emocionales. No hay tanta prisa. Les estamos obligando a crecer más rápido de lo que se merecen. Hay cosas que simplemente han de cocerse a fuego lento para que el resultado sea el esperado, y se convierta en un proceso hecho de forma natural y con calma». Para Pilu Hernández Dopico, esto se traduce en un «llamamiento a administraciones y familias: más lecciones de vida en esta etapa, más sentimientos, más juegos cooperativos, más arena, y más saltar en los charcos y ensuciarse. En definitiva, más niños y menos catedráticos en educación infantil, que ya tendrán tiempo de llegar donde quieran».
Respetar los ritmos del menor
Por fortuna, señala la colaboradora de Hablemos de Neurociencia, «ya hay pedagogías alternativas donde el proceso de enseñanza y aprendizaje en los niños respeta el ritmo de cada uno de ellos, tanto con el alumno que ha nacido en enero, como con el que lo ha hecho en diciembre, porque de lo que se trata es de enseñar la lecto escritura de una manera lo más cercana y natural posible». Lo más importante, concluye esta experta, «es respetar siempre la individualidad de cada menor. Si reciben respeto del adulto, ganan confianza en sí mismos, y eso es más importante que cualquier otro proceso de aprendizaje. Esto no quiere decir que no podamos llevar las letras a infantil, al contrario. Las letras y los números tienen que estar presentes en las aulas, lo que tenemos que hacer es cuidar el modo».
Fuente e imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-estan-ninos-preparados-para-leer-y-escribir-antes-6-anos-201909180157_noticia.html
Islandia vuelve a liderar el primer puesto como país que más cerca está de alcanzar la igualdad de género. Según el último índice de brecha de género global del Foro Económico Mundial, Islandia se mantiene arriba y lo lleva siendo durante 11 años consecutivos. La nación nórdica con una población de poco más de 360,000 ha cerrado casi el 88% de su brecha de género y a su vez ha aumentado si liderazgo frente a Noruega que ostenta el segundo puesto.
A un siglo de distancia
Las últimas cifras indican una dirección positiva general. La brecha global de género, que se mide en cuatro áreas clave o subíndices: salud, educación, trabajo y política, se ha reducido ligeramente al 68,6%. La brecha promedio que queda por cerrar ahora es del 31,4%, en comparación con el 32% del año pasado.
No obstante, todavía hay una espera insoportablemente larga para la igualdad de género: se necesitarán 99,5 años para lograr la plena paridad entre hombres y mujeres al ritmo actual de cambio.
Los mejores en el índice
La mayoría de los países avanzó hacia la paridad en los últimos 12 meses, algunos avanzando más rápido que otros. Los 16 países que conforman el 10% superior del índice registraron una mejora de más del 3,3% interanual.
Desde que comenzó el informe en 2006, los países nórdicos con frecuencia han monopolizado los primeros lugares en el ranking, y 2020 no es una excepción. Justo debajo de Noruega, en segundo lugar, se encuentran Finlandia y Suecia. En quinto lugar está Nicaragua, seguida de Nueva Zelanda, Irlanda, España, Ruanda y Alemania.
Los países que mejoraron más son Albania, Etiopía, Malí, México y España. Estados Unidos ocupa el puesto 53 este año, una caída de dos lugares. La segunda economía más grande del mundo, China, ha bajado de tres a 106.
En cuanto a los datos por región, Europa occidental ha hecho el mayor progreso en el cierre de la brecha de género, seguido por América del Norte, América Latina y el Caribe, Europa del Este y Asia Central, África Subsahariana, Asia del Sur y Oriente Medio y Norte África.
Progreso en política
85 de los 153 países cubiertos en la última edición nunca han tenido una jefa de gobierno. Quizás no sea coincidencia que cinco de los 10 países con mayor igualdad de género tengan mujeres a cargo. La mejora general de este año fue principalmente el resultado del progreso en la política, a medida que aumentó el número de mujeres en los parlamentos de todo el mundo. Aun así, solo el 24.7% de la brecha en el subíndice de Empoderamiento Político se ha cerrado hasta ahora.
También hubo ganancias marginales en Logro Educativo y Salud y Supervivencia, los cuales se están acercando a la paridad en 96.1% y 95.7%, respectivamente. Sin embargo, la brecha de Participación Económica y Oportunidad se agrando ligeramente, lo que significa que ahora tomará aún más tiempo para cerrar, 257 años, en comparación con la estimación anterior de 202 años.
El experto en innovación educativa desgrana su oposición a los deberes tradicionales porque los jóvenes realizan en casa los mismos ejercicios que en el colegio.
Richard Gerver (Londres, 1969) fue considerado en 2005 el mejor director de escuela de Inglaterra después de reducir en dos años el fracaso escolar en su centro gracias a su visión renovadora del modelo educativo. Sus ideas sobre la educación del siglo XXI, en el que hay que estar preparados para innovar y construir tu propio futuro, le han llevado a dar conferencias por todo el mundo. Fue además asesor de política educativa del Gobierno de Tony Blair. La semana anterior pasó por Madrid para participar en la «III Jornada de Empleabilidad», organizada por la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (Aecoc) para presentar su último libro «La educación, un manifiesto para el cambio».
¿Es más difícil educar a las nuevas generaciones?
No, lo que es más difícil es educarlas con el método antiguo.
¿Las necesidades de los alumnos han cambiado?
Han evolucionado, como los humanos. Y el mundo está más conectado a nivel global. Los niños y los jóvenes ven ahora el mundo desde otro punto de vista. No solo nuestros hijos han cambiado sino que también lo ha hecho la sociedad y debemos reflexionar sobre esos cambios.
Los profesores cuentan ahora con más herramientas. ¿Cómo encontrar el balance entre libros y tecnología?
La educación es el método para evolucionar y para ello necesitas estar al nivel más alto. Hay que pensar cómo usar de la mejor manera tanto los libros como la tecnología para apoyar el desarrollo humano.
¿Cree que los colegios e institutos están cambiando?
Sí, algunos están innovando. He visto casos en España, Latinoamérica, Asia… en todo el mundo se están haciendo cosas importantes. Pero el problema está en los políticos. Ellos son quienes deben dar oportunidad a los colegios de cambiar, darles libertad. La educación debe ser más eficiente.
¿Los políticos quieren realmente cambiar el sistema educativo?
Creo que la mayoría de los políticos quiere lo mejor para los niños pero no saben lo que es mejor para ellos. Y los gobiernos cambian cada pocos años, por lo que no hay continuidad. Los políticos piensan en números que les permitan ganar votos y en materia de educación el número se lo dan los aprobados o los suspensos. Pero se debería dejar el sistema educativo fuera del control de los políticos. Es lo que ocurre en Finlandia desde hace 20 años y sigue siendo el sistema con más éxito. Hay que encontrar un modelo en el que las escuelas sean capaces de desarrollar las cualidades que las empresas buscan en los empleados.
«Durante la crisis España vivió la experiencia de no preparar bien a los jóvenes»
¿Los alumnos tienen demasiados exámenes?
El problema está cuando el examen es el único foco en el que se centra la educación.
Los deberes, otro viejo debate…
No estoy a favor de los deberes tradicionales porque los chicos hacen en casa los mismos ejercicios que ya hicieron en el colegio. ¿Y los adultos? Cuando llegamos del trabajo podemos abrir una botella de vino, leer un libro… Solo queremos desconectar. Los niños deben explorar e investigar en casa, tener tiempo para ir a dar una vuelta, hacer deporte, dedicarse a la música, al arte…
¿Cuál es ahora el rol del profesor?
No ha cambiado, aún es el mismo. Mi profesor, con respeto y amor, me enseñó a entender quién era, cómo superar mis complejos… Los profesores deben tener la habilidad de enseñar a los niños a tomar riesgos, a equivocarse…
¿En qué consiste educar bien?
En preparar a nuestros hijos para las oportunidades del futuro. Que sean capaces de tener un trabajo que les guste, que se sepan relacionar, que no crean en utopías. Hay que dejarles vivir su vida y prepararles para afrontar sus retos.
España cuenta con un alto nivel de paro juvenil. ¿Urge cambiar el sistema educativo?
Durante la crisis España vivió la experiencia de no preparar bien a los jóvenes. Creo que al tener tanto peso el sector de la construcción muchos jóvenes buscaban esa única salida profesional. La lección que debería sacar el país es que no se debe apostar en una única dirección. Hay que preparar mejor a los jóvenes y sobre todo estar listos para cambiar rápidamente.
Presenta un nuevo libro sobre educación…
Sí, esta vez he escrito todo lo que he aprendido sobre educación fuera de la educación. En la industria, negocios, nuevas tecnologías… Hay cosas en común en todas estas áreas y existe un mensaje común para preparar a la gente que quiere ser líder.
¿Eres pobre porque eres de letras o eres de letras porque eres pobre?
“El que vale, vale, y el que no, a letras”. El prejuicioso adagio ha acompañado a millones de españoles que durante las nieblas existenciales de la adolescencia optaron por las humanidades o las ciencias sociales en el instituto. Como el que esto firma, al que sus profesores intentaron disuadir de hacerlo porque les parecía que era un desperdicio que no explotase su supuesto talento matemático. La letra pequeña del contrato, un futuro más fácil y exitoso si cursaba una carrera de ciencias.
Este tópico abstracto toma forma concreta en la edad adulta, donde los trabajos mejor remunerados suelen pertenecer al ámbito de las ciencias, como muestra el estudio ‘Inserción laboral de los egresados universitarios‘, que en su última edición sitúa en los primeros puestos medicina, varias ingenierías (aeronáutica, organización industrial, tecnologías industriales y de computadores) o desarrollo de ‘software’.
Las 10 carreras mejor pagadas
Base de cotización (en euros) de los egresados en el curso 2013/2014 (hasta 30 años de edad)
Lo que el cliché sugiere es que el criterio para la elección de los estudiantes es la mera habilidad. Una discriminación por inteligencia. Pero hay muchos más factores en juego a la hora de seleccionar un futuro educativo que condicionará el laboral. Nos encontramos ante el dilema educativo del huevo o la gallina: no solo los estudiantes de letras o humanidades suelen ganar menos en sus empleos, sino que las clases bajas suelen decantarse por carreras de letras. Lo que, como señalaba el informe ‘Vía universitaria‘, aumenta el riesgo de segregación por origen socioeconómico.
“La diferenciación horizontal por especialidad es un factor muy relevante que se traduce en una empleabilidad y trayectoria salarial muy distinta según sea la especialidad del título”, recuerda Xavier Martínez-Celorrio, profesor de Sociología de la Educación en la Universidad de Barcelona. “Por regla general, en todos los países, los titulados en humanidades y artes tienen peores salarios y trayectorias respecto a los titulados en ingenierías o empresariales. No es nada nuevo”.
Los hijos de los padres sin estudios tienen 15 veces menos probabilidades de titularse en ingenierías que los hijos con padres universitarios
La pregunta del millón, por lo tanto, es ¿por qué las clases bajas, cuando estudian, se decantan por profesiones peor remuneradas, en lugar de aquellas que en principio les permitirían ascender socialmente? Y al mismo tiempo, ¿por qué los hijos de las familias más privilegiadas, y que en teoría podrían permitirse más riesgos económicos y vocacionales, siguen decantándose por titulaciones de ciencias, empresariales e ingeniería?
Lo material: una cuestión de riesgo
Para responder la pregunta, resulta útil ampliar la imagen y recordar que, como afirmaba la OCDE, en España hay muy poca movilidad intergeneracional ascendente entre los hijos de padres con bajo nivel educativo. El dato que proporciona Martínez-Celorrio es contundente. “Los hijos de los padres sin estudios tienen 15 veces menos probabilidades de titularse en ingenierías que los hijos con padres universitarios”. Él mismo mostró en un estudio llamado ‘Crisi, trayectòries sociales i educació‘ cómo las clases obreras y populares están infrarrepresentadas en la educación terciaria, excepto en humanidades y ciencias de la educación.
Orígenes sociales y trayectorias en la educación terciaria
Según el origen de los padres
En otras palabras, las decisiones educativas de las familias con menos recursos están determinadas por la cautela, como explica Delia Langa, profesora de Sociología de la Universidad de Jaén, que ha estudiado cómo se originan las elecciones universitarias. Eso explica no solo que las clases bajas acudan en menor número a la universidad, sino que a la hora de seleccionar una carrera u otra tienen más en cuenta los costes y beneficios. “Por eso en aquellas carreras más largas o difíciles, al ser más costosas, están menos presentes que las clases más altas”, recuerda la profesora.
Es lo que ocurre con las ingenierías, las carreras en las que más tiempo se invierte, lo que genera una criba entre aquellos alumnos que, ante la posibilidad de tener que invertir un año más, prefieren decantarse por otros estudios. “Ante la dificultad de las carreras, en las que se puede suspender y perder la beca o pagar una matrícula más cara, el alumnado de orígenes populares tiende a elegir carreras con menos suspensos”, se muestra de acuerdo el sociólogo José Saturnino Martínez, de la Universidad de La Laguna. Martínez-Celorrio recuerda que, además, algunas especialidades como las ingenierías suelen alargarse artificialmente “por interés corporativo de profesionales colegiadas que prefieren una escasez de titulados para que no bajen sus tarifas de mercado”. Algo denunciado por el credencialismo de Randall Collins.
El aumento de las tasas y la caída de las becas han provocado que las familias pobres calculen más los riesgos antes de apuntarse a una carrera
La dificultad de las ciencias sí es, por lo tanto, un factor discriminador, pero no tanto por una cuestión de incapacidad como de riesgo. Como recuerda Langa, los estudiantes muy buenos suelen decantarse por carreras más difíciles, ya provengan de la clase baja o de la alta. Pero si el estudiante no es tan bueno, y si proviene de una familia con menos recursos, probablemente se lo piense dos veces antes de matricularse en una ingeniería. En las clases más altas, “las aspiraciones y expectativas no dependen tanto de la trayectoria académica previa”.
Una dinámica material agudizada desde la crisis, cuando el precio de las tasas de matriculación aumentó y las becas se redujeron, como argumenta Langa. Una situación que ha afinado el cálculo de coste-beneficio de las familias menos privilegiadas. “Esto presiona más a los que necesitan becas, a las clases populares, que ya se exigían más para venir a la universidad”. La socióloga no tiene duda que esta clase de medidas no tienen otro objetivo que reajustar el cierre social universitariocerrando las puertas a las clases populares.
Como recuerda Sergio Andrés Cabello, de la Universidad de La Rioja, los recursos materiales decisivos pueden ser tan sencillos como el acceso a clases particulares o extraescolares. “Por ejemplo, una persona con menos recursos tal vez no pueda acceder a un apoyo de Matemáticas a través de clases particulares o no puede ir a unas clases extraescolares de Robótica”, explica.
Lo vocacional: ¿y si ellos quieren?
No hay que perder de vista que frente a la motivación instrumental se encuentra la expresiva, es decir, la elección de carrera por vocación, que, por lo general, es la que se cuenta en voz alta. Si bien esto es algo común en todas las carreras, recuerda Cabello, lo es aún más en las de letras y humanidades, lo que puede llevar a pensar que más que conformismo con los estudios a los que uno ha llegado tras descartar las de ciencias, existe un auténtico deseo entre las clases bajas de elegir letras.
Es posible rastrear el origen de dicho deseo en la reputación social que la cultura tuvo en la sociedad española como reacción al elitismo universitario, especialmente durante el tardofranquismo y la primera democracia. “Las clases populares, en el pasado y vinculado a la movilidad social, podían elegir carreras de letras y humanidades por una cuestión de estatus”, recuerda Cabello. “La cultura, vinculada a la universidad, era un bien a alcanzar y podía llevarse a cabo mediante una carrera de letras que también se vinculaba al acceso a determinados puestos de trabajo, como los cuerpos docentes”
Una vez que la universidad se democratizó y ofreció la posibilidad de estudiar a más capas sociales, la situación cambió y las carreras de letras perdieron su empuje entre los sectores más pobres e la sociedad. Las razones, “la transformación del mercado de trabajo, la menor salida de estas carreras o la tecnocratización del mundo”, valora el profesor de la Universidad de La Rioja. También, “el lamentable desprestigio de las carreras de letras”. Lo que ha provocado que las carreras relacionadas con la educación como Magisterio o Educación Infantil figuren entre las que tienen una nota de corte más baja.
Algunos se decantan por Trabajo Social “por vocación de ayudar”, pero otros adoptan una visión más pragmática y optan por una FP
¿Es posible que las clases bajas se acerquen a las carreras de letras por conciencia social, como se ha planteado en alguna ocasión? El propio Cabello concede que en una de sus investigaciones más recientes se ha encontrado con estudiantes de entornos vulnerables o desfavorecidos que han estudiado Educación o Trabajo Social “por una vocación de ayudar a personas en esa situación”. Aunque también se aplica en el sentido inverso. Otros han decidido decantarse por Formaciones Profesionales de Grado Medio o Superior “con una visión más pragmática”.
“Conocemos casos a través de trabajos de investigación con docentes de Secundaria y Bachillerato, de chicos y chicas que quieren hacer una carrera de Bellas Artes, por ejemplo, y sus padres no quieren que las hagan porque no les ven salida”, prosigue. “No es algo infrecuente e imagina cómo se tiene que sentir ese chico o chica que quiere hacer una cosa y le ‘mandan’ a otra”.
El círculo del capital social
Se pone de manifiesto que ni la universidad española es tan equitativa como pretende ni la meritocracia es tal. Esta suele obviar, por ejemplo, la influencia del capital cultural que varía según la clase social a la hora de tomar una decisión. Como explica Saturnino Martínez, la alta nota de corte que se exige en carreras como Medicina provoca que “el alumnado de orígenes populares, debido a su falta de capital cultural en el hogar, obtenga notas más bajas”.
El capital cultural funciona en ambos sentidos. No solo impide que los estudiantes más pobres obtengan la nota necesaria para entrar en las carreras más solicitadas –este año, Medicina se llevó la palma en casi todas las universidades–, sino que favorece el efecto contagio entre las clases más adineradas, que terminan conformando reyes de apoyo.
“La concentración de los alumnos de clase media en los estudios de ingeniería, ciencias y empresariales provoca un efecto compañero (‘peer effect’) que acumula capital social añadido”, recuerda Martínez-Celorrio. Es un factor que inclina la balanza de las mejores familias a estudiar lo mismo que sus vecinos, porque eso les permite aprovechar “contactos y redes personales, reforzando sus ventajas de partida”. ¿Recuerdan el tópico novelístico del hijo de aristócrata díscolo que se niega a estudiar lo que sus padres le recomiendan para dedicarse a las artes ante el horror paterno?
“El que vale, vale, y el que no, a letras”. El prejuicioso adagio ha acompañado a millones de españoles que durante las nieblas existenciales de la adolescencia optaron por las humanidades o las ciencias sociales en el instituto. Como el que esto firma, al que sus profesores intentaron disuadir de hacerlo porque les parecía que era un desperdicio que no explotase su supuesto talento matemático. La letra pequeña del contrato, un futuro más fácil y exitoso si cursaba una carrera de ciencias.
Este tópico abstracto toma forma concreta en la edad adulta, donde los trabajos mejor remunerados suelen pertenecer al ámbito de las ciencias, como muestra el estudio ‘Inserción laboral de los egresados universitarios‘, que en su última edición sitúa en los primeros puestos medicina, varias ingenierías (aeronáutica, organización industrial, tecnologías industriales y de computadores) o desarrollo de ‘software’.
Lo que el cliché sugiere es que el criterio para la elección de los estudiantes es la mera habilidad. Una discriminación por inteligencia. Pero hay muchos más factores en juego a la hora de seleccionar un futuro educativo que condicionará el laboral. Nos encontramos ante el dilema educativo del huevo o la gallina: no solo los estudiantes de letras o humanidades suelen ganar menos en sus empleos, sino que las clases bajas suelen decantarse por carreras de letras. Lo que, como señalaba el informe ‘Vía universitaria‘, aumenta el riesgo de segregación por origen socioeconómico.
“La diferenciación horizontal por especialidad es un factor muy relevante que se traduce en una empleabilidad y trayectoria salarial muy distinta según sea la especialidad del título”, recuerda Xavier Martínez-Celorrio, profesor de Sociología de la Educación en la Universidad de Barcelona. “Por regla general, en todos los países, los titulados en humanidades y artes tienen peores salarios y trayectorias respecto a los titulados en ingenierías o empresariales. No es nada nuevo”.
Los hijos de los padres sin estudios tienen 15 veces menos probabilidades de titularse en ingenierías que los hijos con padres universitarios
La pregunta del millón, por lo tanto, es ¿por qué las clases bajas, cuando estudian, se decantan por profesiones peor remuneradas, en lugar de aquellas que en principio les permitirían ascender socialmente? Y al mismo tiempo, ¿por qué los hijos de las familias más privilegiadas, y que en teoría podrían permitirse más riesgos económicos y vocacionales, siguen decantándose por titulaciones de ciencias, empresariales e ingeniería?
Lo material: una cuestión de riesgo
Para responder la pregunta, resulta útil ampliar la imagen y recordar que, como afirmaba la OCDE, en España hay muy poca movilidad intergeneracional ascendente entre los hijos de padres con bajo nivel educativo. El dato que proporciona Martínez-Celorrio es contundente. “Los hijos de los padres sin estudios tienen 15 veces menos probabilidades de titularse en ingenierías que los hijos con padres universitarios”. Él mismo mostró en un estudio llamado ‘Crisi, trayectòries sociales i educació‘ cómo las clases obreras y populares están infrarrepresentadas en la educación terciaria, excepto en humanidades y ciencias de la educación.
En otras palabras, las decisiones educativas de las familias con menos recursos están determinadas por la cautela, como explica Delia Langa, profesora de Sociología de la Universidad de Jaén, que ha estudiado cómo se originan las elecciones universitarias. Eso explica no solo que las clases bajas acudan en menor número a la universidad, sino que a la hora de seleccionar una carrera u otra tienen más en cuenta los costes y beneficios. “Por eso en aquellas carreras más largas o difíciles, al ser más costosas, están menos presentes que las clases más altas”, recuerda la profesora.
Es lo que ocurre con las ingenierías, las carreras en las que más tiempo se invierte, lo que genera una criba entre aquellos alumnos que, ante la posibilidad de tener que invertir un año más, prefieren decantarse por otros estudios. “Ante la dificultad de las carreras, en las que se puede suspender y perder la beca o pagar una matrícula más cara, el alumnado de orígenes populares tiende a elegir carreras con menos suspensos”, se muestra de acuerdo el sociólogo José Saturnino Martínez, de la Universidad de La Laguna. Martínez-Celorrio recuerda que, además, algunas especialidades como las ingenierías suelen alargarse artificialmente “por interés corporativo de profesionales colegiadas que prefieren una escasez de titulados para que no bajen sus tarifas de mercado”. Algo denunciado por el credencialismo de Randall Collins.
El aumento de las tasas y la caída de las becas han provocado que las familias pobres calculen más los riesgos antes de apuntarse a una carrera
La dificultad de las ciencias sí es, por lo tanto, un factor discriminador, pero no tanto por una cuestión de incapacidad como de riesgo. Como recuerda Langa, los estudiantes muy buenos suelen decantarse por carreras más difíciles, ya provengan de la clase baja o de la alta. Pero si el estudiante no es tan bueno, y si proviene de una familia con menos recursos, probablemente se lo piense dos veces antes de matricularse en una ingeniería. En las clases más altas, “las aspiraciones y expectativas no dependen tanto de la trayectoria académica previa”.
Una dinámica material agudizada desde la crisis, cuando el precio de las tasas de matriculación aumentó y las becas se redujeron, como argumenta Langa. Una situación que ha afinado el cálculo de coste-beneficio de las familias menos privilegiadas. “Esto presiona más a los que necesitan becas, a las clases populares, que ya se exigían más para venir a la universidad”. La socióloga no tiene duda que esta clase de medidas no tienen otro objetivo que reajustar el cierre social universitariocerrando las puertas a las clases populares.
Como recuerda Sergio Andrés Cabello, de la Universidad de La Rioja, los recursos materiales decisivos pueden ser tan sencillos como el acceso a clases particulares o extraescolares. “Por ejemplo, una persona con menos recursos tal vez no pueda acceder a un apoyo de Matemáticas a través de clases particulares o no puede ir a unas clases extraescolares de Robótica”, explica.
Lo vocacional: ¿y si ellos quieren?
No hay que perder de vista que frente a la motivación instrumental se encuentra la expresiva, es decir, la elección de carrera por vocación, que, por lo general, es la que se cuenta en voz alta. Si bien esto es algo común en todas las carreras, recuerda Cabello, lo es aún más en las de letras y humanidades, lo que puede llevar a pensar que más que conformismo con los estudios a los que uno ha llegado tras descartar las de ciencias, existe un auténtico deseo entre las clases bajas de elegir letras.
Es posible rastrear el origen de dicho deseo en la reputación social que la cultura tuvo en la sociedad española como reacción al elitismo universitario, especialmente durante el tardofranquismo y la primera democracia. “Las clases populares, en el pasado y vinculado a la movilidad social, podían elegir carreras de letras y humanidades por una cuestión de estatus”, recuerda Cabello. “La cultura, vinculada a la universidad, era un bien a alcanzar y podía llevarse a cabo mediante una carrera de letras que también se vinculaba al acceso a determinados puestos de trabajo, como los cuerpos docentes”.
Una vez que la universidad se democratizó y ofreció la posibilidad de estudiar a más capas sociales, la situación cambió y las carreras de letras perdieron su empuje entre los sectores más pobres e la sociedad. Las razones, “la transformación del mercado de trabajo, la menor salida de estas carreras o la tecnocratización del mundo”, valora el profesor de la Universidad de La Rioja. También, “el lamentable desprestigio de las carreras de letras”. Lo que ha provocado que las carreras relacionadas con la educación como Magisterio o Educación Infantil figuren entre las que tienen una nota de corte más baja.
Algunos se decantan por Trabajo Social “por vocación de ayudar”, pero otros adoptan una visión más pragmática y optan por una FP
¿Es posible que las clases bajas se acerquen a las carreras de letras por conciencia social, como se ha planteado en alguna ocasión? El propio Cabello concede que en una de sus investigaciones más recientes se ha encontrado con estudiantes de entornos vulnerables o desfavorecidos que han estudiado Educación o Trabajo Social “por una vocación de ayudar a personas en esa situación”. Aunque también se aplica en el sentido inverso. Otros han decidido decantarse por Formaciones Profesionales de Grado Medio o Superior “con una visión más pragmática”.
“Conocemos casos a través de trabajos de investigación con docentes de Secundaria y Bachillerato, de chicos y chicas que quieren hacer una carrera de Bellas Artes, por ejemplo, y sus padres no quieren que las hagan porque no les ven salida”, prosigue. “No es algo infrecuente e imagina cómo se tiene que sentir ese chico o chica que quiere hacer una cosa y le ‘mandan’ a otra”.
El círculo del capital social
Se pone de manifiesto que ni la universidad española es tan equitativa como pretende ni la meritocracia es tal. Esta suele obviar, por ejemplo, la influencia del capital cultural que varía según la clase social a la hora de tomar una decisión. Como explica Saturnino Martínez, la alta nota de corte que se exige en carreras como Medicina provoca que “el alumnado de orígenes populares, debido a su falta de capital cultural en el hogar, obtenga notas más bajas”.
¿Son libres nuestras elecciones? (Reuters)
El capital cultural funciona en ambos sentidos. No solo impide que los estudiantes más pobres obtengan la nota necesaria para entrar en las carreras más solicitadas –este año, Medicina se llevó la palma en casi todas las universidades–, sino que favorece el efecto contagio entre las clases más adineradas, que terminan conformando reyes de apoyo.
“La concentración de los alumnos de clase media en los estudios de ingeniería, ciencias y empresariales provoca un efecto compañero (‘peer effect’) que acumula capital social añadido”, recuerda Martínez-Celorrio. Es un factor que inclina la balanza de las mejores familias a estudiar lo mismo que sus vecinos, porque eso les permite aprovechar “contactos y redes personales, reforzando sus ventajas de partida”. ¿Recuerdan el tópico novelístico del hijo de aristócrata díscolo que se niega a estudiar lo que sus padres le recomiendan para dedicarse a las artes ante el horror paterno?
Así que, quizá, más que el huevo y la gallina, nos encontramos ante la pescadilla que se muerde la cola. Un círculo vicioso en el que, más allá de la vocación, las familias más pobres prefieren apostar por tener una carrera, sea cual sea, por el prestigio y contrastado poder protector ante el desempleo de los estudios superiores, pero también porque en determinados ámbitos, como en empresariales, ya tienen mucho terreno perdido de antemano
Aunque hayan cursado la misma carrera, las clases medias y altas tienen ventajas añadidas por sus contactos y redes personales
Es el efecto Mateo, es decir, el rico se hace más rico y el pobre, más pobre. Trasladado al ámbito educativo, “a igualdad de titulación superior y de especialidad, los hijos de las clases medias profesionales tienen ventajas añadidas y logran mejores empleos y salarios”. Porque no solo disponen por su posición de contactos o redes personales inaccesibles para otras clases sociales, sino también “competencias sociales y ‘soft skills’ clave para saberse desenvolver y obtener un mayor rendimiento del título”.
Es imposible hablar de reproducción social sin hablar del sociólogo Pierre Bourdieu. “Hay muchas personas de un estrato social alto que no conciben que sus hijos no vayan a la universidad, y que no hagan determinadas carreras, que son generalmente las de ciencias y las más técnicas, por ser consideradas con más salidas profesionales”, explica Sergio Cabello. “En definitiva, hay unas expectativas familiares que son claras, unas expectativas en relación a los estudios que tienen que desarrollar sus hijos”. Expectativas que, como agua fina, calan en las decisiones aparentemente libres de los niños.
Un laberinto sin salida
España es uno de los países con más deberes pendientes en lo que se refiere a equidad educativa, y eso se refleja tanto en el origen social de los universitarios como en sus elecciones estudiantiles, también en cuestión de género. En nuestro país, sigue habiendo muchas titulaciones masculinizadas como las ingenierías o arquitectura, mientras que las mujeres suelen decantarse por las Ciencias de la Salud o la Educación Infantil. Esta última muestra a la perfección la diferencia social oculta entre carreras. Si un 60% de los alumnos de Medicina tiene padres universitarios, en Educación el porcentaje es tan solo del 20%.
Esto ha provocado que organismos como la OCDE se hayan referido a la “trampa intergeneracional de España” en la que los hijos suelen reproducir los comportamientos de los padres, lo que, como la institución contaba en ‘Panorama de la Educación’, es la raíz de los “altos niveles de desigualdad de ingresos dentro de país”. No se trata tan solo que los hijos de obreros y clases populares no vayan a la universidad, sino que cuando lo hacen, varios factores les expulsan de las titulaciones que les garantizarían un sueldo mayor o una posición social más alta.
¿Y qué se está haciendo? Pues no mucho, como recuerda Martínez-Celorrio. En la universidad española no se han desarrollado políticas compensatorias que apoyen a las primeras generaciones de familias modestas e inmigrantes. “Ninguna universidad española tiene planes de apoyo para acompañar y tutorizar la carrera de universitarios de primera generación”, concluye Celorrio. “Algo que sí se hace en otros países que invierten mucho más en educación y en equidad social y de género”.
La diferencia al acceso universitario entre clases sociales es una de las razones que explican la desigualdad de ingresos en España
Tampoco en los institutos, porque las políticas de orientación educativa y profesional suelen ser débiles y llevadas a cabo por “profesores muy poco conocedores del mercado de trabajo, incapaces de superar el género de las profesiones (masculinas/femeninas) y el sesgo social de optar por ciencias o letras”, como explica el profesor de la Universidad de Barcelona. Dicho de otra forma, aún son víctimas del “el que vale, vale, y el que no…”.
Fuente de la Información: https://www.elconfidencial.com/economia/2019-12-20/empleo-pobre-letras-letras-pobre_2381108/
El secreto de Polonia para convertirse en una potencia en educación en apenas 20 años
En los primeros lugares de las clasificaciones internacionales de educación, cerca de las potencias conocidas en este campo como Finlandia, Singapur y Corea del Sur, está un país que empezó a avanzar hace relativamente poco pero con una constancia y velocidad sorprendentes: Polonia.
En la edición más reciente del informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) que en 2019 evaluó a 600.000 estudiantes de 15 años en 79 países o regiones, Polonia se ubicó entre los 10 mejores del mundo en los exámenes de lectura, matemáticas y ciencia.
Para efectos comparativos, los estudiantes polacos lograron, en promedio, casi 100 puntos más que los brasileños en lectura: 512 contra 413, y alcanzaron 129 puntos más en la evaluación de matemáticas.
La prueba, realizada por la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), intenta medir las capacidades de alumnos en todo el mundo en la comprensión de textos, la captura de información clave, y el entendimiento y aplicación de conceptos matemáticos y científicos.
El éxito polaco, cuyas puntuaciones superan incluso las medidas de la propia OCDE, llama la atención porque ocurre en un país que hace sólo unas décadas era mediocre en educación. Y que además tiene un pasado reciente de devastación y pobreza.
Fuente de la Información: https://www.bbc.com/mundo/noticias-50820044
El personal comprometido está recurriendo a la desobediencia civil, diciendo que las escuelas del Reino Unido están contribuyendo a la emergencia ambiental.
Tim Jones acababa de conseguir un trabajo como profesor de ER en una escuela secundaria en Greenwich cuando tropezó con la rebelión de la extinción . No mucho antes, había estado viendo a un consejero por sentimientos de impotencia y depresión sobre el ecosistema y cómo las escuelas alimentaban los problemas del planeta. «En ese momento estaba más deprimido», dice. “Fue una ansiedad ecológica. Comencé un nuevo trabajo en una buena escuela con buenas personas, pero el sistema era desgarrador. Me sentí completamente descontento «.
Luego, en octubre del año pasado, fue a un día de entrenamiento con Extinction Rebellion (XR), el grupo activista ambiental, donde él y otros maestros aprendieron sobre los procedimientos legales y cómo ser arrestado de manera segura. Jones, que tiene 36 años, comenzó a entrar en pánico. “Pensé, ‘soy maestra y ahora me he unido a una organización donde la gente será arrestada. ¿Me despedirán?
Esto fue seguido por lo que él llama un «momento que cambia la vida». «Las consecuencias para mí de perder mi trabajo parecían tan insignificantes en comparación con las consecuencias de la inacción en el cambio climático».
Jones recuerda una conversación sobre su posible arresto con un líder de alto rango en su escuela, que comparó la preocupación de Jones por la crisis climática con una «condena religiosa». Jones respondió: «la ciencia no es controvertida», pero le dijeron: «no es así como todos la ven».
Sin embargo, le aseguraron que no lo despedirían si fuera arrestado, pero no fue suficiente. «Cuando renuncié, escribí una carta larga y sincera, explicando en detalle la ciencia en caso de que no lo supieran». Pasaron solo ocho meses pasar de maestro a tiempo completo a voluntario no remunerado.
Las escuelas , que a menudo atraen a personas conscientes que desean lograr un cambio social, ahora están siendo desafiadas por algunos maestros, y estudiantes, para dar un ejemplo sobre la emergencia climática.
Además de los viejos edificios escolares de bajo consumo de energía y el desperdicio de alimentos, dice Jones, la falta de progreso en la movilidad social es un factor en la crisis climática. Los alumnos más pobres tienen casi el doble de probabilidades de reprobar GCSE clave , y casi la mitad de probabilidades de obtener las mejores calificaciones, en comparación con sus pares más ricos. Jones dice que esto perpetúa un sistema injusto que «convierte el individualismo y la competencia en alumnos», ingredientes clave para la falta de acción sobre el cambio climático.
Jones no está solo. Tom Baxter *, de 34 años, maestro de escuela primaria en Sussex, también entregó su aviso. El mes pasado fue arrestado por la policía durante una protesta de rebelión de extinción y puesto en libertad bajo investigación. “Al principio mi directora me apoyó bastante, pero cuando mencioné que planeaba ser arrestada, se sorprendió y no entendió mi motivación. Ella me aconsejó que no hiciera eso.
Baxter planea encontrar trabajo de enseñanza de suministros y comprar una parcela de tierra. “Si obtengo antecedentes penales y una escuela no me lleva, ese será mi sistema de filtro para trabajar solo en buenas escuelas”.
Louise Stafford *, profesora de historia en una escuela secundaria de Exeter, dice que está en «términos muy difíciles» con su cabeza desde que fue acusada de bloquear una carretera pública en abril. Conoció a Jones y Baxter en la protesta de los maestros de la Rebelión de la Extinción frente al DfE en febrero. Los maestros ahora han formado un grupo, XR Educators , que tiene unos 240 miembros activos que comparten recursos y se apoyan mutuamente.
La protesta de la Rebelión de la Extinción frente al Departamento de Educación en febrero. Fotografía: Sophie May
La red es muy necesaria, dice Stafford. “Mi directora puso los estándares de los maestros frente a mí y me dijo que era un mal modelo a seguir. También sugirió que no sigo los valores británicos fundamentales. Es realmente estresante «.
Los estándares de los maestros requieren «altos estándares consistentemente altos de conducta personal y profesional» y «que las creencias personales no se expresen de manera que … puedan llevar a [los alumnos] a violar la ley». Al igual que Jones y Baxter, Stafford dice que las escuelas están demasiado centradas en los datos, y las medidas que los jefes han tomado para enfrentar la crisis climática, como el nombramiento de «campeones del cambio climático», son solo para apaciguar a los padres.
Finn Woodhill, de 32 años, profesor de geografía en el oeste de Londres, está llevando las cosas más lejos y está aplicando para comenzar una escuela gratuita de sexta forma el próximo año «enseñado a través del clima y la lente ecológica». Woodhill decidió dejar su trabajo después de que sus propuestas de que su escuela declarara una emergencia climática cayó en oídos sordos. La escuela gratuita que quiere establecer en Manchester, Bristol o Birmingham aceptaría a 45 alumnos y ofrecería siete niveles A relevantes. Para equilibrar los costos, sería dirigido por un maestro y sin un director.
Entonces, ¿qué pueden hacer las escuelas para ayudar y evitar ser vistos como parte del problema? Algunos están haciendo de la sostenibilidad un tema curricular. Otros están tomando medidas como la instalación de paneles solares; por ejemplo, la confianza de la academia Oasis Community Learning está instalando 14 paneles solares en sus escuelas.
Muchos más pronto podrían verse obligados a abordar el problema del clima. De 157 autoridades locales contactadas por The Guardian, 55 respondieron dentro del plazo, y el 85% de ellas habían declarado una emergencia climática, con la mayoría (62%) con el objetivo de ser carbono neutral para 2030. Portsmouth, Cornwall, Wirral, Birmingham y Northumberland los consejos están alentando a sus escuelas a declarar una emergencia climática, y al menos tres lo han hecho públicamente desde julio: Energy Coast UTC en Cumbria, The Chase en Worcester y Morpeth en el noreste de Londres.
Trees for Cities, uno de los cuatro grupos que apoyamos en la campaña benéfica de 2019, ayuda a las escuelas en áreas desfavorecidas a crear espacios verdes inspiradores
La directora, Clare Higgins, estaba preocupada cuando un estudiante de 10 años le dijo que «algo había salido mal» durante un almuerzo reciente. Pero se sintió aliviada al ver que la estudiante hablaba de las zanahorias que la escuela había cultivado en su asignación, que para sorpresa de todos se había vuelto púrpura.
Ha habido innumerables momentos como este desde que la organización benéfica Trees for Cities transformó un cuadrado de concreto no utilizado en la escuela primaria católica Holy Cross en Birkenhead en una hermosa asignación donde el personal y los estudiantes cultivan fresas, ruibarbo y calabazas.
Estas asignaciones, conocidas como «áreas de juego comestibles», brindan a algunos de los niños más desfavorecidos del país la oportunidad de aprender de dónde provienen sus alimentos y al mismo tiempo les proporcionan una conexión importante con la naturaleza. Árboles para ciudades, que desde 1993 ha plantado más de1 millón de árboles en todo el Reino Unido , cree que esta conexión es clave para criar niños que crecerán para ser guardianes del medio ambiente en la lucha para evitar la crisis climática.
David Elliott, director ejecutivo de Trees for Cities, dijo: “El punto de entrada es la alimentación saludable y el cultivo de alimentos, pero hay una amplia gama de beneficios que el patio de juegos comestible aporta en comportamiento, confianza y bienestar. En términos más generales, nuestra visión es trabajar desde la edad más temprana para inspirar a los niños a salir y conectarse con la naturaleza para que se conviertan en los guardianes y conservacionistas del futuro. Sin ellos, no tendremos ciudades futuras que tengan árboles y espacios verdes protegidos y vistos como vitales ”.
Esa visión ya ha florecido en la escuela primaria Bidston Village C of E, en el camino de Holy Cross. En una fría tarde de diciembre, Leila, de 11 años, dijo que la asignación la había hecho pensar más sobre su lugar en el mundo. “Te hace pensar en asegurarte de que el plástico no se meta en el suelo o que nada se interponga en el camino. Te hace un poco más consciente de lo que está sucediendo en el mundo ”, dijo. “Hace que quieras ayudar. Cuando tuve una pijamada, nos tomamos el tiempo de la mañana para recoger plásticos ”.
Trees for Cities, que es uno de los socios de la organización benéfica Guardian and Observer 2019, ha trabajado con 100 escuelas en 12 pueblos y ciudades para construir jardines comestibles a medida en los últimos 10 años. El programa proporciona a las escuelas camas elevadas de roble duraderas y espacios de cultivo verticales, asientos, semillas, plantas, un invernadero, herramientas de jardinería de una clase, un área de recolección de residuos y compostaje.
La organización benéfica trabaja específicamente con escuelas en áreas que tienen altos niveles de pobreza y obesidad pero poco acceso a espacios verdes. Los tres temas están profundamente interrelacionados, según Trees for Cities, y al lograr que los niños cultiven sus propias frutas y verduras, la organización benéfica espera fomentar una alimentación saludable y actividad física.
Los niveles de privación son altos tanto en Holy Cross como en Bidston Village, con casi uno de cada tres niños que viven en la pobreza en el área. “Algunos de los niños tienen estilos de vida tan sedentarios. Simplemente sacarlos y darse cuenta de que esto es placentero, agradable y una experiencia bastante social es importante «, dijo la subdirectora de Bidston Village, Katharine John. Ella dijo que las dos fincas y las avenidas al otro lado de la carretera principal no tenían parque de juegos. “Tenemos que intentar compensar eso tanto como sea posible. Sé que los primeros años han descubierto que el aspecto del desarrollo físico realmente ha disminuido recientemente, porque los niños no tienen la libertad de correr y escalar, y no hay ningún lugar al que puedan ir «.
Un alumno de Bidston riega las plantas. Fotografía: Christopher Thomond / The Guardian
Además de un acceso vital a la naturaleza, alimentos saludables y un lugar para jugar, los parques infantiles comestibles pueden mostrar el poder transformador de un entorno de aprendizaje al aire libre. Los maestros los usan para enseñar matemáticas, arte, ciencias e inglés.
Edwin, de nueve años, que ha tomado un papel de liderazgo en el club de jardinería después de la escuela, dijo: “Me gustan las hojas, especialmente cuando las orugas se las comen. Me gusta el ciclo de vida. Primero es la oruga y luego come hojas y se hace más y más grande que los capullos y se convierte en una mariposa ”.
Los maestros dijeron que el espacio abierto había hecho maravillas para los estudiantes con dificultades de aprendizaje, que tienden a tener dificultades en el aula. En Bidston Village, algunos maestros incluso usan el jardín para estudiantes detenidos. John dijo: «Es menos conflictivo que un aula. Sacan algo de su enojo y se sienten mucho mejor «.
La clave del programa de parques infantiles comestibles es la sostenibilidad. Trees for Cities brinda apoyo a las escuelas durante un año, pero depende de las escuelas mantener los jardines en funcionamiento, lo que ambas escuelas están ansiosas por hacer. “Simplemente ha sido un proyecto maravilloso para ser parte, y uno que claramente nos encanta llevar adelante. Estará aquí por muchos años más ”, dijo Higgins.
En cuanto a Leila, dijo que espera poder salvar el planeta y proteger el medio ambiente «una cebolla a la vez».
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