Fundada en 1918, la nueva República de Checoslovaquia que surgió en el centro de Europa se encontraba en una situación muy ambivalente en lo que se refiere al sistema educativo.
Mientras que las partes históricas de Bohemia y Moravia contaban con un nivel de alfabetismo excepcional que sobrepasaba el 90% de la población, en el territorio de la actual Eslovaquia la enseñanza solo transcurría en húngaro.
Magdaléna Šustová, foto: Kateřina Ayzpurvit
Además, el nuevo país se extendía hasta las montañas que hoy pertenecen a Ucrania. Esta región representaba la parte menos industrializada del territorio nacional, donde la mayoría de la población todavía se dedicaba a la agricultura y cría de animales domésticos. En esos parajes remotos, el nivel de analfabetismo llegaba al 60%.
Magdaléna Šustová, directora del Departamento de Historia de la Educación del Museo Pedagógico Nacional, describe cómo se intentaba solucionar este problema.
“Se trataba de un solo estado, sin embargo, había varias realidades completamente distintas dentro de él. Por eso, la mayoría de las inversiones en educación fue dirigida hacia la Rutenia Subcarpática y Eslovaquia. En estas partes había que empezar a construir la red educativa. Faltaban edificios, faltaban maestros. Durante los primeros años, muchos maestros checos se fueron a Eslovaquia y a la Rutenia Subcarpática. Para muchos fue como un castigo, sin embargo, había quienes lo consideraban una misión de ayudar a edificar el nuevo país”.
Para poder empezar, primero había que unificar el sistema legal, ya que en el Imperio austrohúngaro había diferencias entre el territorio que caía bajo la administración de Viena y el que era controlado desde Budapest.
Diferían inclusivamente las cosas más básicas, como la escolaridad obligatoria. Mientras que en Bohemia y Moravia eran ocho años, en Eslovaquia solo había que cumplir seis años.
Foto: Kateřina Ayzpurvit
Otra de las dificultades era que después de la fundación de Checoslovaquia, el nuevo estado carecía de algunas instituciones específicas que solo existían en Viena, antigua capital del Imperio austrohúngaro. Ese era por ejemplo el caso de la Escuela Veterinaria.
Masaryk y Baťa, los grandes visionarios de la educación
En lo que se refiere a la percepción de la educación en la sociedad, un papel decisivo tuvo sin duda el primer presidente, Tomáš Garrigue Masaryk. Formado en las universidades en Viena y Leipzig, se habilitó como profesor y desde 1882 daba clases en la Universidad de Praga. Se dedicaba a la sociología, historia y filosofía.
Durante toda su presidencia, Masaryk acentuaba mucho la importancia de la educación en su discurso.
Sin embargo, podemos encontrar también a otros personajes que desempeñaron un papel significativo.
Ese era por ejemplo el caso del gran empresario, fabricante de zapatos y visionario Tomáš Baťa, explica Šustová.
“Baťa, además de ser un industrial, era también alcalde de la ciudad de Zlín, donde fomentaba mucho el desarrollo del sistema educativo. Este esfuerzo fue muy bien pensado, ya que así le resultaba más fácil conseguir empleados capacitados para su empresa. Algunos de ellos, muchas veces personas de familias de pocos recursos, llegaron a tener una carrera impresionante y ocuparon altos cargos en sus fábricas en el extranjero”.
Foto: Kateřina Ayzpurvit
Podemos decir que Baťa fue uno de los primeros empresarios checoslovacos que se dio cuenta de la importancia de invertir en la educación de sus empleados.
El apoyo estatal a los desfavorecidos y la cuestión de lengua
De acuerdo con el concepto de Estado o sociedad del bienestar, en la joven Checoslovaquia se impuso el modelo que proporcionaba la educación básica de ocho años a todos los niños de forma gratuita.
Es decir, la mayoría de los alumnos tenían que comprar los cuadernos, libros y plumas. Sin embargo, los que venían de familias que no disponían de los recursos suficientes podían pedir una especie de beca y recibir el equipamiento gratuito.
Una forma de apoyo para los estudiantes económicamente desfavorecidos existía incluso en las escuelas secundarias, donde habitualmente había que pagar, sigue Šustová.
“Los niños que provenían de familias pobres podían pedir un documento que certificaba que realmente no disponían de los recursos suficientes y si tenían buenos resultados en la escuela, se les permitía estudiar de manera gratuita”.
Magdaléna Šustová, foto: Kateřina Ayzpurvit
Una de las cuestiones más delicadas del sistema educativo del nuevo país era la de la lengua. Checoslovaquia contaba en el período de la Primera República con más de tres millones de alemanes que habitaban sobre todo las partes fronterizas donde formaban la mayoría de la población.
Debido a ello, la educación transcurría en alemán. Sin embargo, las grandes fábricas y las minas que se encontraban en esta zona atraían a muchas personas que hablaban checo y estos tenían derecho a la educación en checo según la Constitución.
Los alemanes se resistían de vez en cuando a la construcción de escuelas checas en sus poblados y forzaban a los trabajadores checos a mandar sus hijos a las escuelas alemanas. La tensión iba aumentando con la tendencia de incrementar el número de escuelas checas en las zonas fronterizas que apoyaba el Estado. Las discrepancias culminaron en los años 30, cuando se empezó a radicalizar la escena política en Alemania. Sin embargo, esto ya es una historia diferente.
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