La vía ecosocialista o cómo construir una alternativa para evitar la catástrofe climática
La editorial Sylone – viento sur publica “Como si hubiera un mañana”, un compendio de ensayos para una transición ecosocialista. Desde el feminismo, el sindicalismo o la perspectiva agroalimentaria, el libro plantea la necesidad de desmaterializar la idea de progreso para dibujar un futuro diferente y alejado de la distopía climática.
La crisis climática ha puesto sobre la mesa la inconsistencia de un sistema económico que parece haberle declarado la guerra a la vida. La premisa del crecimiento material sobre la que se asienta el neoliberalismo parece estar más en tela de juicio que nunca y las propias élites empiezan a asumir que el barco hace aguas. El futuro, plagado de incertidumbres, sólo se subroga a las certezas de la ciencia: el clima se está transformando a marchas forzadas por la inacción del ser humano y sus consecuencias cambiarán por completo la forma en la que se han articulado las civilizaciones. En ese punto nace el deseo de transformar las sociedades hacia un horizonte alternativo y vinculado a las premisas de sostenibilidad. Esa es la idea central del libro “Cómo si hubiera un mañana”, un conjunto de ensayos sobre la transición ecosocialista en el que participan voces como Yayo Herrero, Jorge Riechmann, Esther Vivas, Manuel Gari y Marta Pascual, entre otros.
“No se trata de preservar a toda costa el modelo de crecimiento que lleva aparejado necesariamente pérdida de biodiversidad, sino replantearse de verdad que producir para quién producir y cómo hacerlo”, explica a Público Manuel Gari, coordinador de la publicación. “Por más que se intente paliar, por más que se intenten controlar las emisiones con la compraventa de derechos de contaminación, el crecimiento económico va contra los límites biofísicos de la Tierra”, agrega, en referencia a la visión neoliberal del Green New Deal que se impulsa desde la Unión Europea, que representa, a su juicio, una falsa salida de la crisis sistémica que vive la humanidad, con la que no se cuestionan los elementos más dañinos para el medio ambiente y las clases desfavorecidas.
En ese sentido, este compendio de ensayos ecosociales dibuja un futuro más justo y sostenible donde la descarbonización de la economía no sea un escollo sino una oportunidad. El modelo de crecimiento actual, articulado en torno al consumo, hace que bienes superfluos se conviertan en bienes necesarios. Esta es la idea que, según Garí, se debe revertir, poniendo por delante las necesidades de las mayorías y los límites biológicos del planeta. “Hay que cambiar la óptica de justicia social y redistribución de la riqueza, pero también eliminar las formas de producción contaminantes”.
La periodista Esther Vivas aborda en el libro la necesidad de cambiar las dinámicas capitalistas que desde la segunda mitad del siglo XX llegaron a los huertos del mundo. Las transformaciones agrarias han sido, a lo largo de la historia contemporánea, los grandes ejes vertebradores de proyectos revolucionarios. Quizá, porque no hay nada más emancipador que la soberanía alimentaria. “La lógica del sistema capitalista viene a convertir necesidades y derechos en objeto de negocio. Ante esta realidad es fundamental tomar conciencia de que la alimentación está sometida a los intereses socioeconómicos que hacen que no se cultive para generar alimentos sino para ganar dinero”, denuncia la experta.
Frente a los monocultivos industrializados y la intensificación del campo, Vivas dibuja una alternativa agroecológica, donde las comunidades se articulen en torno al ideal de consumo de proximidad de carácter extensivo. “Lo que estamos viendo es que una alimentación ecológica y de kilómetro cero está calando en amplios sectores de la población. El reto actual pasa por disputar esa idea al capitalismo, que considera que con una etiqueta bio o km 0 puede mercantilizar una idea justa. Lo que se plantea es alcanzar un modelo agroalimentario basado en la producción ecológica, local y campesina. Si esto se consigue, va a ser difícil que la industria coopte las alternativas y las vacíe de contenido como suele hacer con todo, produciendo alimentos de proximidad, pero con transgénicos, o ecológicos, pero cultivados en la otra punta del mundo y con una gran huella de carbono”.
La transición ecológica planteada en el libro no se queda en el campo, sino que llega a todos los sectores de la sociedad, con el objetivo final de desmaterializar, en la medida de lo posible, la idea de progreso. Para ello, las clases trabajadoras y los sindicatos se prestan como ejes vertebradores del cambio. “Sin la clase trabajadora y sin la entidad consciente de sus organizaciones más representativas, el cambio de modelo productivo y energético se ve muy dificultado”, advierte Gari. “Esa clase trabajadora, que es heterogénea en todos sus aspectos, articula una mayoría social en los procesos productivos que puede permitir inclinar la balanza en un sentido u otro“.
Los cambios que se persiguen o se plantean en esta publicación, abordados desde la transversalidad existente en las clases trabajadoras, van encaminados, no solo a poner fin a un modelo industrial y energético contaminante, sino a conseguir nuevos derechos laborales que contribuyan a esa descarbonización. La reducción de la jornada laboral, un debate cada vez más ineludible, podría permitir que se redistribuya el empleo y que la sociedad pueda tener más tiempo libre, no para consumir, sino para descansar, para formarse y para poder participar democráticamente en las transformaciones ecosociales que se tejen.
Desde el punto social, Gari recalca que esta nueva configuración ideológica que ya está cogiendo fuerza en las clases trabajadoras viene de la mano de sectores concretos como el campesinado mundial, que “ha reaparecido en la escena” con la legitimidad de estar experimentando cómo la tierra es cada vez menos fértil y menos accesible. Pero también de la mano de la juventud mundial. “El fenómeno de Greta Thunberg es importante no sólo por lo que pueda decir, sino porque ha puesto sobre la mesa un reclamo que estaba dormido. Si la hija de un obrero metalúrgico tiene conciencia ecológica, es posible que la lleve a casa y su padre la acabe teniendo. La incorporación de los jóvenes a esta lucha es imprescindible“.
Junto a ello, los ecofeminismos se prestan como uno de los factores más determinantes para trazar en el horizonte un futuro esperanzador. Así lo entiende Marta Pascual, otra de las autoras del ensayo en cuestión, que plantea la necesidad de que los cambios pasen por“todas las personas no hegemónicas” que no han sido representadas en el poder a lo largo de la historia. “El futuro que se abre requiere de mucha de la sabiduría que se ha construido a través de la práctica del cuidado, que tradicionalmente ha estado en manos de las mujeres”, arguye.
En cierta medida la perspectiva feminista agrega al proyecto de transición la conciencia de que el ser humano es ecodependiente, es decir, un ser que requiere de los cuidados de otros miembros de su especie y que depende de la naturaleza para poder sobrevivir. “En la cultura actual esta interdependencia ha desaparecido”, recalca Pascual. “Hemos visto durante la crisis de la covid que somos muy vulnerables y que necesitamos de los cuidados para salir adelante“.
De algún modo, la interrelación de los ecofeminismos con el empoderamiento agroecológico y la perspectiva de clase sirve de punto de partida para imaginar futuros alternativos y utópicos donde la vida se ponga en el centro. Se trata de progresar hacia una sociedad dónde los individuos no sean opresores ni agresivos con su entorno natural. Tal y como zanja el filosofo Jorge Riechmann, el reto es tan mayúsculo, que la transformación económica y cultural requiere también de una suerte de “conversión” individual, con la que los propios ciudadanos adquieran una conciencia global del problema y dejen atrás esas formas de consumo que atentan contra el planeta.
Fuente de la Información: https://vientosur.info/59093-2/