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Venezuela: «Urge un aumento salarial en los trabajadores de la educación»

Pabón dice que el sector obrero de la educación está en «quiebra»

«Señor ministro, se le olvidó lo más importante, que es el trato que se le debe dar de dignificación a la clase magisterial, a los trabajadores de la educación, al personal obrero, al personal administrativo», afirmó Julio Pabón, primer vicepresidente de COPEI Táchira, en rueda de prensa, donde manifestó la necesidad que tienen los trabajadores de la educación de un aumento de sueldo.

Dijo que el monto que reciben hasta ahora (11 dólares aproximadamente) no cubre el costo de la canasta básica, que oscila entre los 539 dólares.

«Tenemos una necesidad imperiosa del aumento salarial de los trabajadores de la educación. Hoy vemos como cada día los educadores no tienen, no les alcanza el salario para ir a trabajar, para ir a cumplir su horario. Una vez que sucedió la pandemia, se estableció un horario mosaico, el cual fue aprovechado por los docentes y los trabajadores de la educación para ir a buscar otro tipo de trabajo, para ir a buscar cómo superar esa necesidad que el Ministerio de Educación no le da cuando le cancela el salario», resaltó Pabón.

Pidió al ministro de Educación, Héctor Rodríguez, atender este tema que está afectando la calidad de vida de los docentes y que a largo plazo afectará la educación en Venezuela, ya que puede ocurrir que nadie quiera ocupar estos puestos laborales.

«Hoy también aprovechamos esta oportunidad para respaldar el manifiesto que sacó la Federación de Maestros de Venezuela, donde anuncian que ya van para tres años sin discusión de contrato colectivo. Tres años que el Ministerio de Educación no discute con estos sindicatos ni con estas federaciones lo que tienen que ver las contrataciones colectivas», sostuvo el dirigente de COPEI Táchira.

Explicó que a pesar de que se asigne 11 dólares de salario promedio más los 90 dólares del «Bono de guerra», más los 40 dólares del cesta ticket, todo llega a 141 dólares, y la canasta básica pasa los 500 dólares.

«Queremos preguntarle, señor ministro, si hoy en Venezuela con 11 dólares usted comería, usted llevaría educación a sus hijos, usted haría vivienda, usted haría vestido, usted daría salud a su familia», puntualizó. /Maryory Bustamante

«Urge un aumento salarial en los trabajadores de la educación»

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Senado de EEUU confirmó a Linda McMahon para encabezar el Departamento de Educación

El Senado votó el lunes para confirmar a la exejecutiva de lucha libre Linda McMahon al frente de la educación de Estados Unidos, un departamento que el presidente Donald Trump ha prometido desmantelar.

McMahon enfrentará la tarea de cerrar el Departamento de Educación y a la vez incrementar las labores para implementar la agenda de Trump. Ya el presidente republicano ha firmado órdenes amplias para eliminar los programas de defensa de la diversidad y las adaptaciones para estudiantes transgénero en las escuelas de Estados Unidos, y también ha solicitado la expansión de los programas para elegir escuela.

Al mismo tiempo, Trump ha prometido cerrar el departamento y ha dicho que quiere que McMahon “haga lo necesario para quedarse sin trabajo”.

El Senado votó para confirmar a McMahon con 51 votos a favor y 45 en contra.

McMahon, una multimillonaria de 76 años y exdirectora general de la empresa de lucha libre World Wrestling Entertainment (WWE), es una selección poco convencional para el cargo. Pasó un año en la junta estatal de educación de Connecticut y desde hace tiempo es fideicomisaria en la Universidad del Sagrado Corazón, pero por lo demás tiene poca experiencia en liderazgo educativo tradicional.

Los partidarios de McMahon la consideran una ejecutiva hábil que reformará un departamento que los republicanos dicen ha fracasado en mejorar la educación en Estados Unidos. Los opositores argumentan que no está calificada para el cargo, y temen que sus recortes presupuestarios repercutan sobre los estudiantes de todo el país.

Lea más en The Associated Press

Senado de EEUU confirmó a Linda McMahon para encabezar el Departamento de Educación

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El matrimonio infantil impide la educación de las niñas en el noroeste rural de Nigeria: “Cuando supe que mis padres planeaban casarme, me escapé de casa”

Esta práctica sigue siendo un problema grave en el país, especialmente en el Estado de Kano, impulsada por una mezcla de tradición, pobreza y falta de formación. Para los expertos, asistir a la escuela es clave a la hora de romper el ciclo.

Aisha Ahmadu era una niña brillante y ambiciosa que crecía en la comunidad de Zogarawa, en el Estado de Kano, ubicado al noroeste de Nigeria. Era una de las mejores alumnas de primaria de su comunidad. Aunque sus padres nunca fueron a la escuela, ella soñaba con ser médico para salvar vidas. Recuerda a menudo la alegría de ganar los concursos escolares locales y lo mucho que deseaba estudiar ciencias en el instituto. Pero cuando cumplió 17 años, pocos días después de celebrar su graduación en la escuela de primaria como la mejor de su clase, su mundo dio un vuelco. Su padre le dijo que se preparara para una pequeña ceremonia porque un pretendiente había venido a pedir su mano. Abrumada, Ahmadu se fue llorando a su habitación.

“Antes de que mi padre me dijera que me casaba, había planeado presentarme al examen de acceso a la escuela secundaria, y él había prometido apoyarme”, cuenta. “Pero aquel día, apenas unas horas después de mi cumpleaños, me casó con el hijo de su amigo”. Ahora es madre a los 21 años, y dice que el dolor de ver cómo se esfumaba su sueño de recibir una educación ha hecho mella en su salud mental.

“Estoy triste cuando me veo en casa, sin hacer nada más que cuidar de mis dos hijos”, dice. “Ahora mismo no puedo hacer otra cosa porque mi marido no apoya que vuelva a estudiar. Pero estoy decidida a que, cuando mis hijos crezcan, reciban la educación que yo no pude tener”, añade.

El matrimonio infantil sigue siendo un problema grave en el norte de Nigeria, especialmente en el Estado de Kano, impulsado por una mezcla de tradición, pobreza y falta de formación. Creencias muy arraigadas empujan a menudo a las familias a casar a sus hijas cuando son jóvenes, ya sea para preservar el honor de la familia o para conservar tradiciones culturales. “Algunas familias creen que casar a sus hijas a una edad temprana es la mejor manera de garantizar su futuro y proteger su reputación”, afirma Oluwatumininu Adedeji, experta en protección a la infancia y directora ejecutiva de la Fundación para el Desarrollo Sostenible Balm in Gilead (BIGIF, por sus siglas en inglés).

La pobreza también desempeña un papel importante. Muchas familias ven en el matrimonio una forma de reducir su carga financiera. “Cuando tienes dificultades para llegar a fin de mes, casar a tu hija parece una forma de tener una boca menos que alimentar”, explica Adedeji. Esta presión económica hace más difícil evitar los matrimonios precoces y que las niñas permanezcan en la escuela. Según la organización Girls not Brides, entre las familias más pobres de Nigeria, el 58% de las niñas se casa antes de cumplir los 18 años, mientras que únicamente el 4% de las niñas de familias más ricas corren la misma suerte. Alrededor del 71% de las mujeres sin educación formal se casaron antes de los 18 años, frente al 13% de las que completaron estudios superiores. Para muchas de estas niñas, seguir estudiando resulta casi imposible, por lo que no les queda más remedio que depender de sus maridos.

Cada año, según Unicef, 12 millones de niñas se casan en el mundo. Nigeria, como país más poblado de África, soporta la carga del mayor número de niñas casadas. Según datos de 2023 de la agencia de la ONU para la infancia, 24,38 millones de niñas y mujeres del país se casaron por primera vez o vivieron en pareja antes de los 18 años.

Cuando las niñas van a la escuela, adquieren conocimientos, confianza y opciones para su futuro. Esto es lo que puede romper el ciclo del matrimonio precoz

Oluwatumininu Adedeji, experta en protección a la infancia

En el norte de Nigeria, de acuerdo con Save the Children, el 48% de las niñas se casan antes de los 15 años y el 78% antes de los 18 años. Como consecuencia, millones de ellas acaban abandonando la escuela. Según el último informe de la organización Equality Now publicado en mayo de 2024, en 35 de los 36 Estados de Nigeria está prohibido el matrimonio infantil. Un delito que se castiga con penas de hasta cinco años de cárcel. De Kano es también Farida Salaudeen, una mujer que de pequeña soñaba con ser química. Su andadura comenzó en una pequeña escuela primaria de la comunidad de Kanwa, en la localidad de Warawa. Pero hace unos años, cuando estaba a punto de empezar cuarto de primaria, su familia puso fin bruscamente a sus estudios y la casó con 15 años.

Retrato de Farida Salahudeen en el Estado de Kano, noroeste de Nigeria, el 1 de octubre de 2024.
Retrato de Farida Salahudeen en el Estado de Kano, noroeste de Nigeria, el 1 de octubre de 2024.ABDULWAHEED SOFIULLAHI

“Cuando supe que mis padres planeaban casarme, me escapé de casa. Me buscaron durante días”, cuenta Salaudeen a EL PAÍS. “Cuando por fin me encontraron, mi madre me dijo que la escuela no era buena para mí y que podía afectar a mis creencias religiosas. No tuve más remedio que aceptar”. Los sueños de esta mujer, que ahora tiene 22 años, siguen sin cumplirse, ya que tiene que quedarse en casa cuidando de sus hijos y encargándose de las tareas domésticas.

Los expertos subrayan que el matrimonio infantil precoz interrumpe la educación y hace que los niños abandonen la escuela cuando deberían estar aprendiendo. De acuerdo con datos de Unicef de abril de 2024, un total de 18,3 millones de niños en Nigeria (10,2 millones en edad de asistir a la escuela primaria y otros 8,1 millones en edad de asistir a la escuela secundaria) no están escolarizados, predominantemente en las regiones del norte.

Matrimonios concertados que lastran la educación

Zainab Muhammadu también se enfrentó a una lucha similar. A los 13 años, sus padres se negaron a que asistiera a la escuela primaria pública de la comunidad de Warawa, a pesar de que aspiraba a convertirse en enfermera. Su pasión se veía avivada por la falta de personal y equipos sanitarios en el centro de salud local y los frecuentes problemas de salud de los residentes, que provocaban muertes maternas.

En lugar de ir a la escuela, Muhammadu pasó dos años ayudando a su madre a vender patatas fritas en la calle. No fue hasta que intervino el líder de la comunidad cuando por fin le permitieron asistir a clase. “Suplicó a mis padres que me dejaran ir a la escuela porque era mi pasión”, recuerda Zainab. Aun así, sus padres ya habían decidido que se casaría después de terminar la educación secundaria.

Zainab Muhammadu,  mujer que sufrió un matrimonio precoz con 19 años, residente en la comunidad del Estado de Kano, al noroeste de Nigeria, el 1 de octubre de 2024.
Zainab Muhammadu, mujer que sufrió un matrimonio precoz con 19 años, residente en la comunidad del Estado de Kano, al noroeste de Nigeria, el 1 de octubre de 2024.ABDULWAHEED SOFIULLAHI

Cuando Muhammadu tenía 19 años, justo después de terminar los grados inferiores, su padre concertó su matrimonio sin que ella lo supiera y le impidió seguir estudiando. “Ni siquiera supe que habían planeado mi boda hasta dos días antes de que se celebrara”, relata. “Supliqué a mis padres que me dejaran terminar los estudios, pero se negaron. Lo único que hago ahora es quedarme en casa cuidando de los niños, sin trabajo ni oportunidades”.

Adedeji, la responsable de BIGIF, subraya que la educación es fundamental para acabar con el matrimonio infantil en Nigeria. El Estado de Kano, por ejemplo, ha registrado 989.234 niños sin escolarizar, según datos de la Unesco de 2022, y se encuentra a la cabeza de Nigeria en menores que no van a la escuela, a pesar de que la educación es gratuita y obligatoria.

“Si queremos ver un cambio real, tenemos que asegurarnos de que todas las niñas tengan acceso a una educación de calidad”, señala la experta a EL PAÍS. “Cuando las niñas van a la escuela, adquieren conocimientos, confianza y opciones para su futuro. Esto es lo que puede romper el ciclo del matrimonio precoz”.

Más allá de las razones culturales y económicas, la desigualdad de género es también un grave problema. En muchas comunidades, las niñas tienen menos derechos y opciones que los niños. Esto las hace más vulnerables a la obligación de casarse a una edad temprana. “El matrimonio infantil es una cuestión de control”, asegura Adedeji. “En estas sociedades, el futuro de una niña lo deciden otros, y el matrimonio se ve como una forma de limitar sus oportunidades”, añade la experta.

Aunque la prevalencia global del matrimonio infantil ha caído del 23% al 19% en la última década, aún queda camino por recorrer para poner fin a esta práctica en 2030, la meta establecida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para intentar lograrlo, Adedeji cree que es necesario un trabajo en equipo entre los gobiernos, los líderes locales y los grupos comunitarios. “Tenemos que reforzar las leyes contra el matrimonio infantil, crear más oportunidades de trabajo para las familias y asegurarnos de que las niñas conocen sus derechos”, remacha.

https://elpais.com/planeta-futuro/2025-03-04/el-matrimonio-infantil-impide-la-educacion-de-las-ninas-en-el-noroeste-rural-de-nigeria-cuando-supe-que-mis-padres-planeaban-casarme-me-escape-de-casa.html

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La lógica capitalista de la academia o unas humanidades deshumanizadas

El sistema de generación y transmisión de conocimiento de la universidad está plenamente integrado en la forma neoliberal de producción. Esto deriva en que haya gente que estudie un asunto invisibilizado da prestigio, es rentabilizable a escala académica, y eso los sitúa en una posición de dominio.

Cuando hace un par de años expliqué una breve noción de capacitismo y cuerdismo en una clase de máster, algunas alumnas parecieron darse cuenta de golpe de algo que no habían pensado hasta entonces: todas nos podemos volver crip, nadie es la encarnación de la norma, nadie es un cuerpo completamente capaz y, a medida que pase el tiempo, todas acabaremos siendo cuerpos que, de una vez, muestren la interdependencia con otros cuerpos.

Vivir sabiendo en primera persona que la vida debería ser otra (tener otros tiempos, producir otros modos) es algo incompatible con dedicarse a la academia. Me doy cuenta ahora. No solo porque apenas hay alumnado discapacitado que llegue a la universidad (solo el 1,5 por ciento del alumnado universitario es discapacitado) y, sobre todo, porque no se encuentran personas discapacitadas entre su profesorado (solo el 0,6 por ciento del Personal Docente e Investigador tiene alguna discapacidad). Y no se trata de eso, aunque lo parezca. Sino de que ser académica significa haber aceptado un grado de disciplinamiento que resuena con individualización y autoexplotación y mercantilización de los conocimientos.

Me doy cuenta ahora, pero me di cuenta por primera vez a los seis meses de tener mi primer “contrato” en la universidad (las comillas significan que el contrato solo nos lo hicieron después de denunciar a través de una inspección de trabajo). Epifanía académica de una en la treintena: por fin estoy dentro y para seguir dentro tengo que patalear como un hámster. Si paro, la fuerza centrífuga me expulsa.

Me produce tristeza y alivio comprobar cómo en las Humanidades se empiezan a trabajar cuestiones desatendidas hasta ahora. En los últimos diez años, aunque hubiera andado siempre en los bordes de la academia, me he dado cuenta de algunos cambios: cada vez hay más congresos sobre transfeminismos, antropoceno o decolonialidad; más proyectos financiados, más clases de grado o de máster hacen palpable el desvelamiento de las jerarquías humanas, de los sujetos que habitan el margen y cuyos saberes se ignoran o se cooptan y de cómo aquellos que están en el centro han construido todas las nociones que nos son cotidianas: la ciencia, la heterosexualidad, la civilización, la economía de mercado, la objetividad.

El sistema de generación y transmisión de conocimiento de la universidad está plenamente integrado en el sistema neoliberal de producción

Y he dicho bien: me produce tristeza. La razón es que el sistema de generación y transmisión de conocimiento de la universidad está plenamente integrado en el sistema neoliberal de producción. Esto deriva, específicamente en las Humanidades y las Ciencias Sociales, en que haya gente que se preocupe por determinadas cuestiones no porque tenga un interés real por esas comunidades o incluso porque forme parte de ellas, sino porque, de pronto, estudiar ese asunto invisibilizado da prestigio, es rentabilizable a escala académica y los sitúa en una posición de dominio. Luego no nos debería sorprender que pase lo que pasa.

He visto a profes impartir lecciones maravillosas sobre justicia social, desigualdad de género, racismo e interseccionalidad, que, sin embargo, reproducen sin despeinarse los mandatos capitalistas en cuanto salen de su tarima. Que amañan, que perpetran violencias, que transigen a las injusticias, que protegen a sus candidatos porque eso les asegura su supervivencia, que defienden a la universidad como un ser desvalido frente a las demandas del frágil profesorado asociado o a la falta de perspectivas de sus jóvenes investigadores, que no conceden ni un segundo de sus reflexiones a entender los tiempos porosos, dilatados, resquebrajados, de los demás. De sus iguales.

¿Cómo puede alguien ponerse en pie en una tribuna para abogar por la diversidad humana, por incluir a sujetos silenciados en su discurso y luego ser connivente con el sistema, no dudar de él, hacer lo que le pide, sabiendo (me niego a pensar en la ignorancia aquí) que esa actitud va a dejar fuera a todos esos sujetos diversos sobre los que clama derechos y discursos nuevos?

He visto tantísima fluidez y tantísima poca contradicción entre aceptar como buenas las reglas capacitistas de la universidad y defenderlas frente a quienes las cuestionan y, al mismo tiempo, tener como biblia académica el realismo capitalista de Mark Fisher. ¿Cómo vamos a conjugar que, cada vez más, el alumnado tienda a analizar el mundo desde un prisma más encarnado, desde sus preocupaciones vitales, desde el mundo que les gustaría construir, mientras la universidad a la que aspiran a pertenecer se desvela como un lugar que promueve la inestabilidad en sus contratos laborales, la precariedad de sus vidas, la falta de apoyo mutuo, un gigantesco agujero negro para la estabilidad emocional llamado elaborar una tesis doctoral?

El sistema de méritos que se pone encima de la mesa cada vez que hay algún cambio en la normativa (el último porque se han eliminado de súbito ciertos criterios para conseguir los contratos predoctorales más prestigiosos, los programas FPU), se basa, en teoría, en una objetividad cuantitativa: quien más méritos acumule, más alto escala, más contratos consigue, más tiempo puede permanecer en la academia. Y, al concurrir por plazas de PAD (Profesorado Ayudante Doctor), el primer escalón en la carrera académica después del doctorado, el número de méritos de la primera persona de la lista se convierte en la vara de medir del resto de candidaturas. No hay, por lo tanto, un máximo con el que quedarte tranquila, sino que el techo de méritos lo dictamina quien más consiga, quien más acumule; en definitiva, quien más haga y quien más esté dispuesto a hacer. Esta competitividad no solo nos hastía, nos consume y nos enfrenta, sino que nos moldea y nos disciplina.

Este modelo que cada vez quiere más y lo quiere antes está sostenido en sus cimientos por gente agotada y autoexplotada

A mí coronar la cumbre me recuerda peligrosamente a haber comprendido muy rápido los códigos invisibles y cumplirlos a la perfección, de manera pulcra, intachable. Las universidades operan como empresas, como advertía el bueno de Fisher, por lo que sus resultados científicos deben ser vendibles y medibles. Pero, además, este modelo que cada vez quiere más y lo quiere antes está sostenido en sus cimientos por gente agotada y autoexplotada, que experimenta cómo sus posibilidades de supervivencia son incompatibles con la continuidad de sus compañeros o compañeras. Nunca entran diez personas a la vez en el mismo concurso público. Es decir, si te toca a ti, no me toca a mí. Si yo entro, tú te quedas fuera.

Esas alumnas de máster de las que hablaba arriba me dicen alarmadas que ya van tarde. Y la que se alarma soy yo. Creo que he envejecido de golpe. No quiero cumplir con los estándares normativizantes en mi trabajo, no quiero aguantar frente a esos estándares, porque la resistencia agota los cuerpos. Pero no quiero dejarlas solas. No quiero que el sistema depredador las domestique y se olviden de sus luchas, de la incomodidad que produce la estrechez de la norma, de cuál es ese mundo que podríamos de verdad construir.

No sé, quizá porque yo estoy muy conectada con mi propia vulnerabilidad y mi vida no deja de girar en torno a ella, tiendo a pensar que nadie está a gusto adaptándose al sistema, pero luego veo a tanta gente sorprendentemente cómoda con sus dinámicas, sabiéndose ganadora, pensando que lo está haciendo bien, en fin, jugando y ganando en una lógica del sálvese quien pueda, que me hace dudar.

¿Querremos seguir construyendo universidad sin ellas? ¿Se nos olvidarán sus rostros, sus luchas, sus discapacidades?

La estructura normativa y normativizante de la universidad y de las personas que la integran solo permite el paso, precisamente, a quienes sean capaces de “aguantar” y de cumplir con unos estándares cien por cien normativos. ¿No será ese querer aguantar una marca de haber entendido ya las lógicas del sistema y aceptar competir bajo sus reglas en lugar de ponerlas en cuestión? ¿Será que, por mucho que las pongamos en cuestión en nuestros círculos de confianza, hacer como que la aceptamos (es decir, participar de la illusio bourdiana) es lo que nos salva, al menos en apariencia?

Estoy empezando a sospechar que quien es plenamente funcional dentro del sistema, independiente de la negritud y la diversidad de sus discursos, es connivente con él y se beneficia de sus márgenes. Para proclamar hay que encarnar. La teoría es una práctica, lo dice bell hooks. Plantarse, ponerse límites, es decir, volvernos porosas, volvernos crip. Perderemos y yo sé que no podemos permitirnos perder. Pero ¿ganar?, ¿a cuántas dejaremos atrás si ganamos?, ¿cuánto de nosotras perdemos si ganamos? ¿Querremos seguir construyendo universidad sin ellas? ¿Se nos olvidarán sus rostros, sus luchas, sus discapacidades? ¿Haremos como que nunca existieron hasta que el tiempo o la vida misma nos coloquen delante de nuestra propia vulnerabilidad? ¿Y después qué?

Fuente de la información:  https://www.pikaramagazine.com

Fotografía: Pikara magazine

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Una demanda millonaria en EEUU amenaza con dar un golpe mortal a Greenpeace y a las protestas climáticas

Por Raúl Rejón

Comienza el juicio en el que la constructora de oleoductos Energy Transfer reclama por unas protestas en 2016 un pago de 300 millones de dólares que la organización considera una amenaza para su supervivencia y una advertencia para silenciar a otras ONG

Detrás del caso 30-2019-0V-00180 asoma una mordaza multimillonaria que se cierne sobre el activismo ecologista. Una demanda por 300 millones de dólares amenaza con hundir a Greenpeace-EEUU y succionar el movimiento de protesta ambiental. La constructora de oleoductos Energy Transfer persigue a la organización en los tribunales desde hace ocho años por unas protestas contra uno de sus proyectos en Dakota del Norte hasta haber conseguido sentarla en el banquillo. Este lunes comienza el juicio. “El resultado definirá los límites del poder corporativo y la posibilidad de la sociedad para resistirlo”, vaticinan juristas y politólogos.

“Las petroleras quieren silenciar a los que se les oponen y, como Greenpeace ha sido históricamente efectiva, quieren destruir no solo a la organización sino al movimiento de protesta”, comenta unos días antes de iniciarse las vistas la directora ejecutiva de Greenpeace-EEUU, Sushma Raman.

Durante el proceso contra Greenpeace, los argumentos de la empresa se han alineado con la ola mundial de criminalización del activismo verde. En un primer momento acusó a los ambientalistas ante un tribunal federal de violar la ley contra organizaciones criminales. En los diversos escritos presentados ante los jueces, Energy Transfer ha hablado de “situar ecoterroristas” en las protestas, de impulso de una “agenda extremista” o “diseminación de falsedades” al decir que su oleoducto –hecho para llevar combustibles fósiles– agravaría el cambio climático.

Este caso es un disparo de advertencia a todos los grupos de protesta, no solo los ecologistas. El objetivo de demandas como esta es instalar el miedo y la duda. Hacer a las organizaciones pensárselo dos veces antes de desafiar intereses muy poderosos (Nadia Ahmad — Profesora de la facultad de Derecho en la Universidad Barry)

“Este caso es un disparo de advertencia a todos los grupos de protesta, no solo los ecologistas”, analiza para elDiario.es la profesora de la facultad de Derecho en la Universidad Barry, Nadia Ahmad. Ahora el temor es que una condena así no solo afecte de manera casi fatal a Greenpeace, sino que en esa caída arrastre también al movimiento de protesta ecologista. “El objetivo de demandas como esta es instalar el miedo y la duda. Hacer a las organizaciones pensárselo dos veces antes de desafiar intereses muy poderosos”, aclara la académica.

“Energy Transfer está intentando dar ejemplo con Greenpeace. Lanzar el mensaje: si te enfrentas a las infracciones de una empresa afrontarás consecuencias graves. Se trata de un caso de libro de SLAPP”. La investigadora se refiere por su siglas en inglés (strategic lawsuit against public participation) a la denominada litigación estratégica contra la participación pública. Una estrategia a base de presentar procesos judiciales “diseñada para intimidar, agotar y mutilar financieramente a las organizaciones”, aclara Ahmad. “Este caso va de si las corporaciones pueden usar sus bolsillos para silenciar a quienes están en contra”.

El codirector de la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad de Bristol, Oscar Berglund, considera que, si bien “la táctica de demandar a los activistas no es nueva, lo que sorprende en este caso es que se apunte a una organización tan respetada como Greenpeace”. El catedrático cuenta a elDiario.es que sospecha que “el nuevo clima político en EEUU hace que Energy Transfer actúe descaradamente, que no le preocupe dar mala imagen”.

La empresa por su parte insiste en que su demanda contra Greenpeace “no trata sobre la libertad de expresión, sino sobre saltarse la ley. Cuando el derecho de protesta no se hace de acuerdo con la ley tenemos un sistema legal para solventarlo” defiende. Y considera que la ONG “busca eludir las consecuencias de sus actos ilegales”.

¿Cómo se llegó hasta el banquillo?

El juicio comienza este lunes y se prolongará unas cuatro semanas, pero el caso arrancó hace casi nueve años.

En 2016 Greenpeace apoyó las protestas que una tribu sioux llevó a cabo contra la construcción de un oleoducto denominado Dakota Access Pipe Line o DAPL en lo que consideraban parte de sus tierras. Sostenían que el tubo iba a contaminar el agua, iba a contribuir a quemar más combustibles fósiles y que invadía su reserva. La campaña derivó en un campamento multitudinario durante ocho meses en el que se congregaron miles de personas hasta ser desalojados por las fuerzas policiales en febrero de 2017.

En agosto de 2017, Energy Transfer presentó una denuncia contra Greenpeace y otros activistas en la que les acusaban, básicamente, de organización criminal. En su demanda alegaban que la organización recaudó dinero con “falsos testimonios”, que “entrenó a miles de manifestantes”, se “coordinó para situar a ecoterroristas en los campamentos” [de protesta] y que Greenpeace publicó un artículo de la activista Krystal Two Bulls que pedía unirse a las protestas o donaciones. El juez federal –al desestimar el caso el 14 de febrero de 2019– tuvo que recordar a la empresa que “publicar artículos de personas que comparten tus creencias no crea una organización criminal”.

La sede judicial, casi en medio de la nada, no está escogida al azar. Nadie presta mucha atención a lo que ocurre en ese estado. Y se trata de un pequeño juzgado en un estado minero y petrolero donde el juez es elegido por votación (Scott Wilson Badenoch — Abogado ambientalista)

Lejos de abandonar, Energy Transfer presentó una semana después una nueva demanda, esta vez ante un juez estatal de Dakota del Norte, para obtener resarcimiento económico. “La sede judicial, casi en medio de la nada, no está escogida al azar”, explica el abogado ambientalista Scott Wilson Badenoch. Badenoch, que coordina un equipo de juristas que va a supervisar el juicio, argumenta que, “por un lado, nadie presta mucha atención a lo que ocurre en ese estado. Y, por otro, se trata de un pequeño juzgado en un estado minero y petrolero donde el juez es elegido por votación, es decir, que es pro minería y pro petróleo”.

Las acusaciones son por allanamiento, difamación, interferencia ilícita [perjudicar el negocio de otro], conspiración, complicidad en allanamiento y en apropiación indebida. “Están intentando extender la responsabilidad civil de manera que destruya a Greenpeace. Les hacen responsables por cualquier acto que hagan individuos, de cualquier daño que hagan porque apoyaron esa protesta general. Esto podría matar directamente a la organización”, analiza el abogado.

Lo que pasa en Dakota no se queda en Dakota: repercusiones

Badenoch afirma que “la situación es más preocupante ahora con la nueva administración Trump. Esta Casa Blanca quiere eliminar a los manifestantes y la protesta, así que el plan es presentarlos como terroristas sin importar lo que hayan hecho. Ahora es Greenpeace, pero van a ir a por más”.

La organización defiende que se está intentado “crear precedentes legales que limitarían la capacidad del movimiento climático para organizarse, protestar y expresar disenso”.

Además, prosigue el letrado, “este caso pone en peligro el sistema de organizaciones no gubernamentales incluso en Europa, porque si una ONG con sede en Europa critica o protesta o molesta a una empresa con base en EEUU, la corporación podrá demandarles en un tribunal estadounidense y los jueces aquí están muy dispuestos a escucharles. EEUU se está convirtiendo en un refugio seguro para los contaminadores”, sostiene.

Contraataque en un juzgado europeo

Greenpeace Internacional ha contraatacado. La organización ha demandado a Energy Transfer en un tribunal de Países Bajos (sede de la ONG) acogiéndose a la directiva europea contra, precisamente, la SLAPP (la litigación estratégica contra la participación pública).

Greenpeace responde así en los tribunales a la demanda multimillonaria que la constructora de oleductos, con base en Texas, ha llevado hasta el juicio que comienza este lunes en un juzgado estatal de Dakota del Norte. “Es el momento de demostar que las prácticas de SLAPP no merecen la pena”, decía Greenpeace en un comunicado tras presentar la demanda.

Energy Transfer ha contestado que esta acción legal no tiene sentido porque “nuestra demanda no es una SLAPP sino un intento legítimo de la empresa para que Greenpeace se haga responsable de la difamación y destrucción de la propiedad que se ha inflingido a Energy Transfer”. Y dice que “se trata de una argucia que solo va a malgastar el tiempo y los recursos del sistema legal neerlandés. Ninguna ley neerlandesa o europea puede exigir responsabilidades a una empresa radicada en los EEUU”, argumentan.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/demanda-millonaria-eeuu-amenaza-dar-golpe-mortal-greenpeace-protestas-climaticas_1_12073105.html

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Defensa actualizada del derecho a la pereza. ¿Somos dueños de nuestro tiempo de ocio?

Por Lucas Aguilera *

«Los pueblos antiguos tenían esclavos para realizar sus tareas. Los pueblos modernos tienen proletarios. El destino de estos proletarios sería infinitamente más noble si, en lugar de consagrar su vida al trabajo, supieran gozar de su ocio», escribía Paul Lafargue ya en 1880 en su libro “Derecho a la Pereza”, desatando la polémica sobre la afirmación “el trabajo dignifica”, en pleno desarrollo capitalista. Y afirmaba, en el siglo XIX, que “una jornada laboral de tres horas sería suficiente para colmar todas las necesidades del lujo”, gracias a los avances de la técnica. Dos siglos después, ¿somos dueños de nuestro tiempo libre?

En la sociedad actual observamos una profunda interrelación entre el ocio, la manipulación del tiempo y la vida humana plena, constituyendo un verdadero campo de batalla. Trataremos de analizar estos elementos, las formas en que se entrelazan y se complementan.

El Ocio y la Vida Humana Plena

A los fines de nuestra reflexión, al tiempo disponible lo llamaremos también tiempo de ocio o tiempo libre. Partimos de la aclaración de que no estamos haciendo alusión a un tiempo de ocio improductivo, sino que  nos referimos a algo esencial para una vida humana plena;  no se trata simplemente de tiempo libre, sino de un espacio vital donde las personas pueden desarrollarse, expresarse y conectarse con otros y con la naturaleza, más allá de la mera satisfacción de sus necesidades materiales vitales.

El ocio habilita el crecimiento personal, la creatividad y la reflexión, aspectos fundamentales para una existencia humana significativa. Además, constituye un ámbito donde se pueden fortalecer las relaciones sociales y participar en la comunidad, contribuyendo así al bienestar colectivo. En este sentido es que el capitalismo y las élites mundiales se desviven por manipular el ocio y controlar el tiempo libre, abarrotandolo en una instantaneidad permanente, con contenidos vacuos, banales, repetitivos, monótonos o caóticos que derivan en la estupidización planificada de la sociedad y en la obturación de la capacidad de reflexión, esencialmente humana.

¿Qué es el ocio en la nueva fase capitalista?

Podríamos decir que en la sociedad capitalista, “tan planificada” alrededor de las relaciones de producción, el ocio comenzaría cuando terminan las horas de trabajo. De esta manera, en una jornada laboral de ocho horas, restarían ocho horas de sueño y ocho horas de ocio (actividad libre), que ya desde los orígenes del capital están abocadas a recuperar la fuerza de trabajo y estructuradas por sus necesidades

En esta nueva fase de digitalización y virtualización se desvirtúa al extremo esa estructura, y la clase dominante, personificada socialmente como nueva aristocracia financiera y tecnológica, logra superponer los tiempos y los espacios. O sea que, paradójicamente, cuando trabajamos, existe el ocio, y cuando existe el ocio, trabajamos. Pero ese no sería el problema central. El nudo problemático que nos ocupa es que esa superposición del tiempo y del espacio en esta nueva fase genera una tendencia a la desaparición absoluta del tiempo disponible (ocio), colonizando ese tiempo y poniéndolo a disposición de los dueños de las corporaciones tecnológicas, para, además, valorizarlo bajo las leyes del capital.

La industria del entretenimiento, del consumismo desenfrenado y,  luego de un par de décadas de desarrollo, la industria digital (en general, la llamada “industria cultural”), ha dado un salto cualitativo, transformando el tiempo libre en una extensión del trabajo alienado. Las opciones de ocio son dictadas por intereses de las corporaciones digitales, limitando la autonomía y la libertad individual y colectiva.

¿Cómo logra esta nueva fase apropiarse del tiempo de ocio, y además, valorizarlo?

Socializando los medios de producción, poniendo en la mano de cada ser humano uno o más dispositivos tecnológicos desde la más temprana edad. Logra por un lado, direccionar la atención y por otro, obtener la actividad diaria del sujeto: dicha combinación le permite transformar ese tiempo en trabajo no remunerado, valorizándolo. De esta manera, construyen a través del aparato tecnológico un “GPSocial”, donde se fijan los márgenes de la acción social, donde la capacidad de reflexión, la actividad,  la emocionalidad, y hasta la misma capacidad deseante, no encuentren la posibilidad de sobrepasar los márgenes de intereses (im)puestos por las corporaciones.

En nuestras percepciones, en el campo de la representación social elaborada rigurosamente desde los centros de poder, se impuso como núcleo central (idea fundamental en torno a la cual se articulan las subsidiarias) el relato de mayor libertad: nos hacen creer que disponemos de mayor tiempo y que somos dueños de nuestras propias decisiones, haciéndonos  por ello absolutamente responsables de manera intransferible, por nuestros fracasos. Pero la realidad es otra. La élite global ha logrado configurar un ambito privilegiado para aumentar los grados de alienación subjetiva e hiperfragmentación social, profundizando la colonizacion mental y una forma de esclavitud casi distópica, pero más actual que nunca.

Vale recordar que el sujeto se constituye en la relación con el otro, en la alteridad, es decir, en el reconocimiento de la diferencia, pero fundada en la necesidad, la dependencia, la cooperación, sin lo cual, no hay sujeto posible. La sociedad está para organizar la alteridad; el ser humano necesita de la comunidad para poder ser. Al hiper-fragmentarnos, mediarnos y relacionarnos por medio de la competencia, el capitalismo nos animaliza, nos reduce a una supervivencia biológica, carente de sentido.

Sin comunidad como espacio de sostén humano y civilizatorio, se produce una angustia automática que avasalla la conciencia y la deja al borde de un proceso de desestructuración (como un estado de locura, normalizada). Repitamos: la subjetividad es inter-corporal en un entramado de relaciones histórico-sociales; si tales relaciones se pulverizan, con ellas se pulveriza nuestra humanidad.

Los síntomas agresivos, depresivos y adictivos emergen de la frustración que genera el imperativo que comanda al sujeto en nuestra época, que es el empuje a gozar sin límites -cuando estamos marginados de casi todo- en la ilusión de obturar el desvalimiento originario que funda el deseo como motor de búsqueda. Así, los síntomas “individuales” que constituyen una pandemia mundial, no solo revelan el sufrimiento del sujeto, sino también las contradicciones de una época que promete una satisfacción imposible, mientras margina a gran parte de la población de los medios materiales y simbólicos para alcanzarla.

En este escenario, la manipulación del ocio suma consecuencias negativas para la salud mental y física. No solo porque la falta de actividades creativas y significativas puede causar insatisfacción, alienación y apatía, dando por resultados “sujetos zombies”, sino que además, promueve sistemáticamente un consumismo desenfrenado, adicto, ya no  solo al dinero, sino que se trata también de un hiper-consumo solitario de “experiencias” en las redes y plataformas. La afirmación de que el ser humano no está solo alienado en su trabajo, sino también en su tiempo de ocio, llega en la actualidad a sus límites históricos.

La batalla por despertar el Género Humano. El ocio como liberación

La lucha central de nuestra época, en tanto sujetos productores del conocimiento y  riqueza a través de nuestro trabajo humano ya no es por el salario, puesto que representa una porción insignificante. Seguiríamos discutiendo solo pobreza. Lo que se producía en ocho horas en 1970, hoy se produce en una hora y media, reduciendo a un mínimo histórico el tiempo de trabajo necesario, lo que constituye un indicador concreto de las transformaciones analizadas y una reafirmación del planteo de Lafargue.

La lucha es por el tiempo que se libera, la lucha es por la riqueza que se produce en el tiempo de ocio, la lucha por la liberación es la lucha por la apropiación de nuestro tiempo disponible, nuestro tiempo de ocio. El tiempo libre es la medida real de la riqueza y su verdadero fundamento, constituyéndose así, tanto para el sujeto como para la sociedad toda, en la mayor de las fuerzas productivas.

Reflexionar sobre la importancia del ocio en la vida humana plena y los peligros de su manipulación y colonización en la sociedad capitalista es fundamental, ya que la disputa por la apropiación del tiempo disponible se vuelve un campo de batalla central en momentos donde los avances científicos y tecnológicos han vuelto posible la reducción al mínimo del tiempo de trabajo necesario para satisfacer las necesidades meramente materiales. Dichos avances, producto del trabajo histórico de la humanidad toda, abren la posibilidad objetiva de una vida plena para cada uno de los seres humanos que habitamos el mundo. Hoy, dicha potencialidad es apropiada por unos pocos que gozan realmente del tiempo disponible que se libera, a costa de mayor sufrimiento y esclavización de millones.

Si accionamos en consecuencia de esta conciencia o esta reflexión, podremos construir una sociedad más justa y humana, donde el ocio sea realmente un espacio de desarrollo humano pleno, de libertad, creatividad y conexión, superando el proceso de reificación absoluta de nuestro tiempo de vida bajo el yugo del capital y de su “reino de la necesidad”. Donde el ser humano se realice en comunidad, superando las relaciones sociales existentes de dominación y la mercantilización absoluta de los lazos humanos, reapropiándonos de nuestro tiempo y resignificando nuestro trabajo como actividad creadora, en una relación cualitativamente distinta. Hoy es posible pensar una sociedad donde el ser humano sea el centro y su desarrollo pleno, así como el desarrollo pleno de su comunidad, sea un fin en sí mismo. Es la batalla por despertar el género humano.

*Magíster en Políticas Públicas y Director de Investigación de NODAL

Defensa actualizada del derecho a la pereza. ¿Somos dueños de nuestro tiempo de ocio? – Por Lucas Aguilera

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Los algoritmos no tienen vida propia

Por: Raúl Zibechi

La masificación del uso de la inteligencia artificial (IA) y la naturalización de sus resultados no va de la mano de una comprensión de sus mecanismos, de quiénes la promueven, con qué intereses y objetivos. Si no realizamos este ejercicio, seremos víctimas pasivas de modos que no conocemos.

En reciente entrevista el historiador y filósofo Yuval Harari sostiene que la IA permite “una vigilancia total que acaba con cualquier libertad” (https://goo.su/BndfI4R). Advierte que la capacidad de vigilancia supera ampliamente la de cualquier dictadura o régimen totalitario, ya que a través de las cámaras de vigilancia con capacidad de reconocimiento facial y de los teléfonos celulares, tiene la capacidad de controlar las más mínimas actitudes de todas las personas en todas partes adonde llegue Internet.

En lo personal, he comprobado que me envían publicidad de productos o de marcas de las cuales estoy hablando con mi familia y amigos, casi inmediatamente. Sabemos que la IA permite escuchar a través de los celulares cualquier conversación, por más íntima que sea, todo movimiento y comunicación que hagamos.

Harari dice que “la IA es diferente a cualquier tecnología previamente inventada”, porque a diferencia de las tecnologías anteriores, no está en manos de seres humanos ni es una herramienta que debe ser activada por personas, sino “un agente independiente” que tiene la capacidad de tomar decisiones propias “por sí misma”. Sostiene que en los medios de comunicación, que “integran la base de una democracia a gran escala”, ya no son los editores los que toman las decisiones editoriales, sino que “son los algoritmos los que deciden cuál debe ser la historia recomendada”.

Creo que muchos de los argumentos de Harari son interesantes y que su denuncia de la manipulación masiva de la información es muy importante. Da un paso más aún, para profundizar en las consecuencias de la IA: “Los algoritmos de las empresas han descubierto que hay que diseminar fake news y teorías que aumentan las dosis de odio, miedo y rabia en los usuarios, porque esto hace que la gente se implique, esté más tiempo en las plataformas y envíe enlaces para que sus amigos también se puedan enfadar y tengan miedo”.

Concluye que este es un modelo de negocio porque “la implicación del usuario es la base de todo”, de modo que el tiempo que cada usuario pasa en las plataformas lleva a que las empresas ganen más dinero, pues venden más anuncios y, sobre todo, “recaban datos que más adelante venderán a terceros”. Un análisis bien interesante, que remata con una frase demoledora: “La gente del sector está atrapada en una mentalidad de carrera armamentística, de competidores, y de no dejarse ganar”.

Creo, sin embargo, que faltan dos aspectos para completar el cuadro porque, de no hacerlo, se puede perder el contexto de lo que verdaderamente está sucediendo: la primera es que los algoritmos no tienen vida propia, sino que han sido creados por el sistema para mejorar sus ganancias, profundizando el control de nuestras mentes. La segunda, es que la historia del capitalismo es, precisamente, ésta.

Cuando Harari sostiene que la IA toma decisiones por sí misma, esto es sólo parcialmente cierto si miramos sólo la tecnología pero no quienes la crearon y la manejan para conocer aún los deseos más profundos de las personas.

En segundo lugar, debemos remontarnos a la historia del panóptico, del taylorismo y del fordismo para ver cómo se ha ido profundizando el control del capitalismo.

El panóptico surge en los ejércitos. Las tiendas de campaña de los soldados debían estar rigurosamente alineadas para que los oficiales detectaran el menor movimiento. Luego se trasladó a las cárceles, los hospitales, los centros de enseñanza, las fábricas; siempre para acotar la autonomía de las personas. Las cámaras que se multiplican en nuestras ciudades tienen el mismo objetivo.

En las fábricas, en el periodo de la manufactura, el obrero especializado controlaba las máquinas y sus tiempos de trabajo. Hacia fines del siglo XIX se impuso la “organización científica del trabajo” ideada por Frederick Taylor, que dividía las tareas entre quienes ejecutan movimientos y quienes planifican y dan órdenes. El objetivo era convertir al obrero en un “gorila amaestrado”, sometido a las máquinas, capaz sólo de hacer movimientos precisos y cronometrados.

Con la cadena de montaje creada en las fábricas Ford, se cierra un primer ciclo de control de los obreros, luego profundizado con el “toyotismo”, cuando los trabajadores lograron neutralizar los modo anteriores de explotación, en la década de luchas obreras de 1960.

El perfeccionamiento de las tecnologías para el control de la vida, de la naturaleza y de todo lo humano, es la seña de identidad del capitalismo. De ese modo aumenta sus ganancias, sometiendo más y más a los seres humanos. Surgirán nuevas y más sofisticadas formas de control, porque los de abajo siempre encuentran modos de resistir y burlar a los de arriba.

Desde Abajo

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