México / 2 de junio de 2019 / Autor: Betty Zanolli / Fuente: El Sol de México
I. De 1800 a Juárez
El despertar del siglo XIX en Nueva España tuvo por marco el notable proceso transformador de las estructuras del antiguo régimen que encabeza el liberalismo gaditano expresado en los trabajos de las cortes de Cádiz. Proceso que quedó plasmado tanto en la Constitución de 1812 como en diversos ordenamientos jurídicos secundarios, en especial, el Reglamento general de instrucción pública de 1821. Todos ellos producto de las influencias ideológicas provenientes de Francia e Inglaterra y de las gestadas en el propio seno hispánico -como en el caso de Jovellanos- que, fincando el progreso y prosperidad de las naciones en la educación, ejercieron notable influencia en este sentido.
Al paso del tiempo, el avance intelectual revolucionario y el consecuente cambio de régimen político, impulsarán la conformación de las primeras sociedades de intelectuales, muchas de ellas de carácter patriótico promotoras de avances económicos, científicos y culturales, de las que derivó fundamentalmente el nuevo criterio de organización y formación de especialistas en las distintas ramas del conocimiento. Derivado de ello, tanto entre particulares como entre los órganos de gobierno, comprendidos los flamantes ayuntamientos constitucionales, comenzó a acrecentarse el interés por impulsar el modelo de academias e institutos científicos. Sin embargo, una vez consolidada la independencia nacional, la educación en el México independiente tuvo que enfrentar grandes retos. No solo resentía los avatares de una sociedad en pos de encontrar su identidad y de construir un proyecto propio de Nación.
La lucha política entre liberales y conservadores, federalistas y centralistas, radicales y moderados, laicos y clericales, habría de dominar la escena nacional durante la mayor parte del siglo XIX, haciendo de la educación un campo crucial de batalla. Al final, tras la sucesión de dos imperios, un Supremo Poder Ejecutivo, tres repúblicas federales y dos repúblicas centrales, amén de cinco constituciones diversas, será el liberalismo quien imponga finalmente su sello en la educación una vez extirpada ésta del seno eclesiástico. Su divisa es lograr una educación gratuita, obligatoria, uniforme, nacional, integral y laica. Para lograrlo tendrían que transcurrir más de treinta proyectos educativos: 12 entre 1821 y 1866 y casi una veintena entre 1867 y 1911.
Inicialmente, la educación será sistematizada conforme a una division tripartita estructurada en primera, segunda y tercera enseñanzas, cada una correspondiente -respectivamente- de los estudios elementales, secundarios o superiores y mayores o universitarios. Varias entidades federativas intentarán así fomentar la instrucción pública en sus respectivos territorios, lo mismo fundando nuevos establecimientos o restableciendo a los antiguos institutos, universidades y colegios. En la capital de la República aun subsistían el Seminario Conciliar de México y los colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán y San Gregorio, además del Colegio de Minería. En el resto del país, el Seminario Conciliar de San Ildefonso de Mérida y los colegios de Puebla y Guanajuato, pero entre 1825 y 1826 son fundados un colegio en San Luis Potosí, los institutos literarios de Oaxaca, Jalisco, Chihuahua, Estado de México y Zacatecas y una universidad en Chiapas. No obstante, todos enfrentan un grave problema: la necesidad de reglas que delimiten las facultades del gobierno sobre dichos establecimientos y la falta de recursos (San Gregorio verá suprimidas sus cátedras en 1830). Para 1833, Valentín Gómez Farías encabezará un proyecto radical de reorganización educativa en los tres niveles. Al grito de ¡Religion y Fueros!, suprime la Universidad de México y centraliza los planteles públicos de enseñanza y “depósitos de los monumentos de artes, antigüedades e historia natural”. El creciente atraso económico es evidente y de nueva cuenta el sector más afectado es el educativo.
El arribo de Juárez al poder transformará su destino. En 1857 se eleva a rango constitucional el derecho a la educación y en 1861 es promulgada una primera reforma educativa por la que se encomienda al gobierno federal la inspección de la educación primaria; se refrenda su laicidad; se establece como fondos para la instrucción pública el producto del 10% de las herencias y legados; se dispone que la Lotería Nacional asuma el sostén presupuestario de las Escuelas de Bellas Artes y Literatura y se ordena el nombreamiento de un abogado defensor para dichos fondos. La segunda reforma, derivada de la Ley Orgánica de 1867, consolidará el proyecto juarista educativo: libertad de cátedra como respuesta al dogmatismo y creación de un sistema especializado de escuelas nacionales profesionales que contarían con la Escuela Nacional Preparatoria como cimiento fundamental formativo común. Del erario público provendrán sus presupuestos, a dicho fin se destinarán nuevos impuestos y algunos cargos directivos serían honoríficos. Las bases del futuro sistema educativo nacional estaban sentadas.
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https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/tres-tiempos-de-la-educacion-mexicana-3607184.html
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https://rosalvamartinez.webnode.es/historia-de-la-educacion-en-mexico/
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