Costa Rica/Enero de 2018/Autor: Carlos Monge/Fuente: El Independiente
En las últimas semanas, se ha despertado un vivo interés de muchos sectores por el tema de la educación para la afectividad y sexualidad integral, un programa de estudios que se ha implementado desde el 2012 y que hasta ahora –casualmente en plena campaña electoral- ha despertado verdadera inquietud en unos y otros y ha motivado gran cantidad de publicaciones adversando o apoyando una iniciativa que se ha discutido mediante los medios oficiales y cuyo proceso de implementación ha estado al alcance del público interesado.
Los padres de familia
Algunos de los adversarios al plan de estudios han dicho que la educación sexual es competencia de los padres de familia y que el Ministerio de Educación Pública no tiene porqué meterse en temas que no le corresponden. Han afirmado que el programa de estudios (al que erróneamente denominan como “guías sexuales”) constituye una invasión en un espacio que nada más toca a la familia.
Sobre este reclamo hay que hacer varias observaciones que nos ayuden a ser más precisos. La educación –junto con la guarda y la crianza- es atributo irrenunciable e intransferible de la patria potestad. Esta última a la que podemos denominar también como “autoridad parental” no implica un derecho absoluto, sino un poder rector del que no se puede abusar y cuya finalidad es el beneficio del menor de edad.
Sin embargo, el Estado tienen obligaciones ineludibles que cumplir. Vemos que la Ley Fundamental de Educación (creada en 1957, mucho antes que alguien pensase en invocar el fantasma de la “ideología de género”) establece entre los fines del sistema educativo costarricense el de contribuir al desenvolvimiento pleno de la personalidad humana, resultando obvio que parte de esa personalidad corresponde al ejercicio seguro y responsable de la sexualidad humana.
La educación costarricense y los deberes ciudadanos
Otro de los fines de la educación costarricense es el de la formación de ciudadanos conscientes de sus deberes, de sus derechos y de sus libertades fundamentales, con profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana. Aquí queda subrayar el hecho de que esos deberes y derechos incluyen los que están relacionados con el ejercicio de la sexualidad pues trascienden a todos los espacios de la convivencia humana en que se desarrollan las relaciones de compañeros, novios, amigos, esposos y otros. En los últimos años ha crecido la preocupación por fenómenos como el acoso callejero, el hostigamiento sexual en el trabajo y el estudio, las relaciones impropias y otras situaciones que se entienden desde formas tóxicas de construcción de las identidades de género que perpetúan formas de discriminación y violencia que no pueden ser toleradas.
Otros artículos de diferentes normas pueden ser invocadas. Podemos anotar el Código de Niñez y Adolescencia, la Constitución Política o la Convención de los Derechos del Niño, pero acabaré esta parte citando el artículo 3, inciso A de la misma Ley Fundamental de Educación que señala que la escuela costarricense procurará, el mejoramiento de la salud mental, moral y física del hombre y de la colectividad.
Conceptos que no provienen de la biología
Hay quienes también demuestran alguna inquietud por el empleo de conceptos como “género” o “identidades de género” que –según aseguran- no corresponden a términos propios de la Biología. A estas observaciones observo que es evidente que un programa de afectividad y sexualidad integral DEBE incluir conceptos que no provienen de la biología. El ejercicio de la sexualidad, la pareja, el noviazgo y la afectividad son procesos que incluyen componentes culturales, sociales y espirituales y no puede reducirse a una explicación sobre los órganos sexuales de la mujer y del hombre o de procesos como la fecundación o el desarrollo de los embriones.
La afectividad y la sexualidad incluyen el contexto y son históricas pues asumen diferentes formas en cada lugar y época; vemos que el noviazgo no se lleva igual en Costa Rica como en la India o en Suecia. La sexualidad es una cuestión social puesto que implica interacción entre personas que se involucran dentro de un determinado contexto social, a veces en el marco de familias que reproducen patrones de violencia de género y sexismo. Y la sexualidad también es un tema de derechos donde es necesario recalcar aspectos fundamentales como la autodeterminación y responsabilidades de cada persona.
Creo que es necesario recordar que estos programas no son obligatorios y que el padre de familia que lo considere conveniente puede pedir al centro educativo que su hijo o hija no reciba esta asignatura. Sin embargo, espero que esta respetable decisión de un ciudadano que busca hacer un ejercicio responsable de su autoridad paterna no se base en mitos y generalizaciones. Todos los costarricenses estamos llamados a buscar las fuentes de información primarias y emitir posición de manera informada.
Fuente: https://www.elindependiente.co.cr/2018/01/4554/