Este martes falleció a los 95 años de edad Adolfo Gilly, historiador, militante, activista, acompañante de los movimientos sociales y un referente del pensamiento de la izquierda en México.
Nacido en Argentina en 1928 y naturalizado mexicano desde 1982, Gilly fue profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y autor de libros como La revolución interrumpida, su obra más conocida, e Historias clandestinas. Como militante, acompañó la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), junto a académicos como Luis Villoro y Pablo González Casanova. Su labor lo llevó a ser preso político entre 1966 y 1972 en la cárcel de Lecumberri.
Recompartimos el borrador de Historias de las revueltas, texto que en 2010 Gilly compartió a Desinformémonos para su publicación, como un homenaje al historiador de Pancho Villa, Friedrich Katz.
Historias de las revueltas
(Borrador)
Compañeros de “Desinformémonos”:
Este escrito, homenaje inmediato a Friedrich Katz, el gran historiador de Pancho Villa que murió en la madrugada del 16 de octubre de 2010, es simplemente un borrador, un adelanto para no esperar, un esbozo aún no terminado, aunque tal vez falten sólo unos pocos retoques. Les pido que como tal lo publiquen, visto que ya llega el centenario del cual vanamente pretenden también despojarnos. AG.
El historiador no va a buscar una imagen de futuro en la idealización o en la deprecación del pasado que investiga o imagina.
Va a buscar las huellas verdaderas, la región donde se engendró el presente y, sobre todo, la región y el proceso donde se engendran los fantasmas del futuro, las imaginaciones del porvenir propio, los mitos prácticos que organizan las voluntades.
Las revoluciones, las revueltas, las irrupciones crean el subsuelo, el piso y el humus desde donde un pueblo imagina cuando de imaginar se trata, y no sólo de obedecer o de repetir la rutina de cada día. No imagina un desorden perpetuo, sino un equilibrio, un orden nuevo de justicia y libertad.
Imagina, pues, cuando la hora de crear adviene. Este crear es a partir de las condiciones y realidades presentes de sus vidas, no de una repetición del pasado o de un imposible regreso a él. Pero realidades son también experiencia y cultura material, herencias ambas de aquel pasado.
Lo que permite y nutre esa imaginación es la experiencia, incomparablemente más real, material (porque en la vida) y duradera que los planes y los programas de las clases dirigentes para ordenar y regimentar las vidas dentro de su dominación.
Explorar, investigar, sacar a luz ese humus requiere intencionalidad en la búsqueda; y en la búsqueda histórica son posibles diversas intencionalidades, no una mejor que la otra o más científica, sino diferentes (y, como suele a menudo suceder si el trabajo es bueno, esas indagaciones se cruzan y se nutren y se plantean entre si nuevas cuestiones e interrogantes).
Es imposible educar esa mirada si se considera a la División del Norte como una anomalía y no como una creación; si se la considera como un error, y no como una forma de la verdad de la vida; si se la ve como una interrupción del bien o una irrupción del mal: y no como una irrupción del bien (otro) y una interrupción del mal (otro).
Es imposible pensar la historia como la sola historia del orden (de las instituciones, de los museos, de los gobiernos, de la ciencia, del arte…) sin pensarla también como la historia de la humillación, del desorden, del sufrimiento impuesto por el orden dado en cada época y lugar.
[I, desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato / crece a treinta minutos por segundo, paso a paso – César Vallejo].
Es preciso estudiar como unidad los momentosde revelación y los momentos de rutina llena de vida: los sembradíos, las calles de las ciudades, los talleres, las plazas, las escuelas y sus aprendizajes, las cantinas, los cines y las fondas…
[Todo acto o voz genial viene del pueblo / y va hacia él, de frente o trasmitido / por incesantes briznas, por el humo rosado / de amargas contraseñas sin fortuna – César Vallejo].
En todos esos momentos vive y crea aquella parte inmensa de la especie humana que no está en los registros sino como estadística o como trabajo pasado cristalizado en obras, esa que con intermitencia irrumpe y se revela. Pero no es que despierta, sino nomás que aparece y se presenta.
Miradas: mirar allí y desde allí es una elección. Pero para hacerla y afirmarla en la vida y en la obra, no es requerido ni necesario ignorar o deprecar a quienes miran desde otros lados cuando lo hacen con rigor y con justicia. También éstos son necesarios para aquéllos.
Los personajes emblemáticos de nuestra sociedad son importantes no sólo por su trayectoria de vida misma, sino por lo que han significado para otras personas. Eleocadio Martínez Silva, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y aspirante a competir como candidato en las próximas elecciones para director de esta escuela, ha significado para mucha gente que le conocemos un referente como profesor, investigador, activista comprometido, pero sobre todo como ser humano.
Originario de San Luis Potosí pero con fuerte arraigo en Monterrey desde que era niño, Eleocadio Martínez desmitifica la idea de que para ser un profesor investigador exitoso hay que plegarse acríticamente a la institución de la cual se forma parte. Con una trayectoria impecable como investigador, graduado de posgrados de excelencia en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de su maestría y del Colegio de México (COLMEX) del doctorado, integrante del prestigioso Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en el nivel I, lo mismo escribe artículos de investigación en revistas reconocidas de México y otras partes del mundo en español o francés, y al mismo tiempo alza su voz sin regateo cuando es necesario defender las causas de los más desfavorecidos, de sus propios colegas de la Universidad, incluso. Desde sus inicios como universitario, siendo estudiante de Agronomía, confrontó al poder despótico ejercido por las más altas autoridades de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), cuando a mediados de los años 80 fue parte de un movimiento estudiantil que se oponía al establecimiento de las cuotas universitarias. En ese tiempo él y sus compañeros jamás se doblegaron ante las amenazas del poder, y el precio por su “desobediencia” fue ser expulsados de la Universidad. Años más tarde Eleo volvería a estudiar, ahora Sociología, la que se consolidó en él como su más ferviente vocación.
Eleocadio es profesor en el aula pero también fuera de ella. Dentro de su alma máter, la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UANL, y pensando a partir de su formación como sociólogo, argumenta que no se puede enseñar unas Ciencias Sociales reducidas al análisis y construcción de conceptos sobre causas abstractas o meramente nacionales, sino que el sentido crítico de lo social debe aplicarse sobre todo en el ambiente más inmediato de vida de un profesor, esto es, su propia institución. El cambio social debe comenzar afuera del salón, desde el pasillo mismo. Un pie en la academia pero otro en la acción política, en buscar la transformación de la institución, en incidir en la discusión sobre qué tipo de Universidad queremos, merecemos como sociedad (más o menos así van sus palabras cuando conversamos).
Para Eleocadio entonces la divulgación del conocimiento implica generar soluciones prácticas que atiendan problemas reales de las comunidades, como la desigualdad, la violencia, la contaminación. De ahí su crítica a la idea de tener en la Universidad una “isla bonita” (haciendo referencia a uno de sus propios maestros, Sergio Zermeño, de la UNAM). La Universidad no puede estar apartada de los problemas que aquejan a las comunidades más desprotegidas. Para Eleocadio las Ciencias Sociales están muertas si sólo quedan en el concepto y la teoría. Debe haber una vinculación del conocimiento con las necesidades más apremiantes de nuestra sociedad.
Desde siempre y no sólo en su estrategia para convertirse en candidato para ser director de Filosofía y Letras, en su ideario permanece la idea de escuchar a los demás. Por eso es común verlo saludar y departir con gente de todos los niveles ocupacionales de la Universidad, sobre todo con guardias y personal de intendencia, con quienes frecuentemente comparte la hora de los alimentos entre sus clases y su trabajo como investigador. Por ejemplo, para cimentar su plan de trabajo como candidato escuchó la voz de los estudiantes por medio de encuestas -vía Google Forms, con una respuesta masiva- tal como la han tenido sus videos de Tik Tok con los que ha buscado concientizar sobre la necesidad de trabajar por un proyecto común de Facultad y de Universidad. En esos videos le escuchamos hablar con su propia voz, directo y haciendo uso de la razón pero también de la pasión (una combinación de logos, pathos y ethos, como él diría).
Cuando platico con Eleo en los pasillos, en el patio central de la Facultad, cuando coincido con él para tomar el transporte público al salir de la Facultad, pienso en esa idea que tiene de reconstruir los espacios de socialización y de debate de ideas que tuvo alguna vez la Facultad y que ahora están normados por controles a la entrada, por rejas que dividen nuestra escuela de las facultades aledañas (Leyes, Trabajo Social, FACPyA), por un ambiente de fiscalización casi permanente. Sé que él sueña con una Facultad de Filosofía y Letras y una Universidad que representen un ágora continua, donde sea posible discutir los asuntos públicos de la institución en el aula, en el pasillo, frente a la dirección, en juntas con los demás colegas, con el Rector y demás autoridades administrativas, en escritos con firma propia, mediante mantas colgadas en la Facultad, en redes sociales, donde sea y con quien sea. No cabrían aquí las estrategias estilo Maquiavelo tan denostadas por Eleo: pronunciarse o callarse con base en un cálculo de ganancias de prebendas o de evasión de posibles castigos, que todavía hasta esta dirección actual se otorgan de manera discrecional, con base en pruebas de lealtad o deslealtad (bonos económicos y estímulos, promociones laborales, viáticos para congresos, etc.).
El ideario de Eleocadio es incesante. Es acción de vida. Lucha por que se reestablezca la democracia en la Universidad, que quizás en los años 70 todavía la hubo, época en que fue perdiéndose esa autonomía que ahora sólo forma parte del nombre Universidad “Autónoma” de Nuevo León, pero que en los hechos no se cumple. A diferencia del imaginario común regiomontano, que estigmatiza a la gente que discute los asuntos públicos de su institución abiertamente como “grillera” o problemática, para Eleocadio es motivo de orgullo decir que en los años 80 fue partícipe de ese movimiento estudiantil en defensa de la imposición de las cuotas, narrativa épica que incluso forma parte de su currículum vitae. Y sí, Eleo practica la autonomía en su propia voz. Sabe que los coordinadores y coordinadoras y las autoridades máximas de la Facultad y de la Universidad conocen lo que piensa, dice y siente porque esto está abierto siempre a los demás. No es asunto que haya que esconder. Porque emitir nuestro sentir, nuestro pensar, no es asunto que nadie debíamos esconder; al menos así debía ser en una institución que se presume de pública, de acoger todas las corrientes de pensamiento, de promover la divergencia de opiniones. Qué paradoja sería que en nuestros propios planes de estudio trabajemos por valores como la democracia plena, el diálogo y el respeto a los derechos humanos y en la práctica quede todo esto en simples bellos conceptos vacíos de realidad.
E igual que James Baldwin, escritor y activista afroamericano que en los años 60 se enfrentó al poder hegemónico de su propio país, Estados Unidos, representado por la tiranía del hombre blanco, heterosexual y educado que perpetuaba la discriminación racial, algunos como tú, Eleocadio, buscan enfrentarse con lo que parece imposible pero no lo es: esos molinos de viento que parecen gigantes y que se disfrazan de flama de la verdad y están apostados en las oficinas centrales del poder de la Universidad, donde parece decidirse todo y la suerte de todos. En el contexto de la plena lucha del movimiento por los derechos civiles en ese Estados Unidos segregacionista y desesperanzador, alguna vez uno de sus seguidores comentó a James Baldwin que en sus libros y acciones él no reflejaba la esperanza, sino que él mismo era esperanza. Y así también podemos decir de ti, Eleocadio. Has motivado la esperanza de mucha gente. Y ya has ganado no importa cuál fuese el resultado en las elecciones para renovar la dirección de la Facultad. Más bien, hemos ganado, pues tu causa la hemos hecho nuestra mucha gente, tanto colegas como estudiantes. Eres heredero de otros y otras que antes que tú también pelearon por democratizar la UANL y revolucionar la educación universitaria. Ahora, como tú siempre lo dices, quienes son nuestro referente son nuestros y nuestras estudiantes, que siempre nos inspiran para seguir adelante, para ser no sólo maestros del aula, sino sobre todo del pasillo hacia afuera. A esos y esas estudiantes nos debemos.
**Ilustración de portada: En un acto promovido por el mismo Eleocadio dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, conmemorando uno de los primeros años sin los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero. Cortesía de Eleocadio Martínez.
Es socióloga y especialista en investigación visual de la Universidad Nacional Autónoma de México. Magister en comunicación política y doctora en ciencias sociales, con especialidad en sociedad y territorio en la Universidad Autónoma metropolitana.
Como parte de su activismo en pro de los animales, desarrolló la Brigada Animal México, el tour de activismo a nivel nacional y global más grande de la historia, visitando universidades, centros comunitarios y poblaciones activistas en 32 sedes del país. Ha sido coordinadora global y asesora de campañas antiespecistas para organizaciones internacionales, latinoamericanas e hispanohablantes, presentado conferencias magistrales sobre el especismo y las crisis que genera, creado contenido divulgativo, crítico, en medios audiovisuales y académicos; además, acciones disruptivas, legislativas, artivismo y de acción directa.
FSJ: ¿Cuándo nació tu vocación por la defensa de los demás animales?
PS: A los 12 años cuando empecé en el activismo.
FSJ: ¿Hubo algún referente en tu familia sobre el respeto y cuidado de las demás especies?
PS: No, pero me fue inculcado el interés por la lucha social vinculada a los derechos de lxs campesinxs y la soberanía.
FSJ: ¿Cómo enfrentas la lucha contra el especismo en un país como México?
PS: Con valentía, ante los riesgos que implican ser mujer y hacer activismo en un país misógino, armado, corrupto y profundamente desigual que apoya poco la lucha anti especista, donde hay una relación entre la industria alimentaria especista y lxs creadores de políticas públicas dañinas.
FSJ: ¿Cómo involucras elementos como etnia, clase y género en la defensa de los demás animales?
PS: Desde el estudio y enfoque interseccional, pues ninguna violencia es aislada. El especismo es un sistema de opresión que opera a través de mecanismos de control y normalización en las esferas: cultural, económica y política.
La violencia hacia lxs demás animales convive con otras formas de opresión, que se potencian unas a otras. La lucha anti especista no puede ser efectiva sin pensar sus estrategias desde el contexto capitalista y patriarcal. Esta perspectiva se encuentra en todas mis propuestas.
FSJ: ¿Crees que el movimiento animalista, liderado especialmente desde la academia, utiliza las herramientas adecuadas, materiales y discursivas, para persuadir a la comunidad en general de la importancia de esta causa?
PS: No. Creo que hay un esfuerzo importante por la divulgación, pero también autoritarismo, poca colaboración hacia el veganismo popular y carencia de pragmatismo, así como una ausencia de urgencia y radicalidad ante las crisis planetarias de origen especista y de consecuencias terribles para el resto de lxs animales
FSJ: ¿Cómo debe abordarse, desde tu perspectiva crítica, el problema del especismo en pueblos originarios -históricamente colonizados-para acercarse a ellos respetando su concepción del mundo?
PS: sin la perspectiva colonialista y romántica de que hay quienes «no entienden» o «sus costumbres deben ser respetadas sin cambio», puesto que la mayoría de los pueblos originarios no explotaba animales para la alimentación hasta la llegada de la invasión europea a nuestro continente, así como tampoco reproducía costumbres patriótico-cristianas que imponen la explotación animal bajo pretextos de «cultura».
Las comunidades indígenas también viven las consecuencias del especismo, en términos éticos, ambientales, políticos y económicos. Por lo que no debe ser menor su consideración, tanto desde el rol que juegan como violentadores, como el rol que les vulnera al imponerles prácticas alimentarias como la dieta estándar americana y costumbres judeocristianas especistas que reproducen desde contextos de vulnerabilidad sistemática.
FSJ: ¿Es el veganismo el ideal último en la defensa de los demás animales?
PS: lo es el veganismo popular.
FSJ: ¿Si es así, qué pasa con el problema del consumo y el capitalismo detrás de la ingesta de comida vegana o de la promoción de alimentos como el aguacate y la soya, ambos monocultivos, que comprometen la pervivencia de múltiples comunidades?
PS: Esos problemas no son del veganismo ni de «la comida vegana» puesto que sus productores son empresas especistas como: Cargill (dueña de Purina, principal productora de alimento para animales de diversas especies), Nestlé y otras. La producción de alimentos y su consumismo conflictivo son problemas de la cultura capitalista no de la práctica ética y política que es el veganismo. Sus autores son las mafias empresariales o del narcotráfico (en el caso del aguacate), que reproducen prácticas especistas y contrarias a los derechos humanos, no lxs productores y consumidores veganxs.
No predomina en las personas veganas el consumo de aguacate. En promedio, solo el 10% de la población es vegana, pero no así el consumo de aguacate que es generalizado, en un país como México, por ejemplo. Por otro lado, más del 75% del cultivo de soya en el planeta corresponde a soya destinada a la alimentación de lxs animales presxs en las granjas, de manera que su producción es especista y una consecuencia de la alimentación con animales y poco tiene que ver con productores o consumidores veganxs. Incluso la producción de productos alimentarios de origen vegetal poco tiene que ver, en términos generales y estadísticos, con la «comida vegana». Se puede argumentar que la producción agrícola actual es contraria al veganismo.
No deben confundirse el problema de la agricultura capitalista y la cancelación de la soberanía alimentaria con el veganismo, pues responden a sujetos políticos distintos. La soberanía alimentaria, así como la práctica ética detrás de toda actividad laboral, incluida la agrícola, debe sostener valores de justicia integral, así como la búsqueda de un veganismo popular.
FSJ: La defensa de los derechos de los animales es una apuesta eurocéntrica y anglosajona, que está siendo ampliamente difundida por académicos y activistas latinoamericanos. ¿Qué características debería tener esta causa en el contexto de Abya yala, reconociendo el colonialismo ya existente? ¿cómo podría construirse un movimiento que tenga en cuenta la interseccionalidad y la diversidad cultural nuestra?
PS: en nuestros contextos existen abundantes colectivos, comunidades y pensadores de habla hispana, que conocen y viven el especismo en Latinoamérica. Estos son los trabajos que debemos divulgar, no las perspectivas extranjeras, que si bien son interesantes no son más valiosas que las propias ni corresponden a nuestras realidades ni valores ni tampoco son propuestas imprescindibles, sobre todo tomando en consideración que la lucha por los derechos de lxs demás animales ha estado presente desde cientos de años atrás, previo a toda interacción academicista del elitismo extranjero. Por otro lado, sí es imprescindible recordar que el especismo, como sistema de opresión, es una imposición de lxs europexs invasores y el imperialismo por demás violento del norte global. Mientras que, en nuestros contextos, las propuestas por un veganismo popular y consciente de la interseccionalidad son abundantes.
FSJ: Finalmente, en una reciente ponencia dijiste que no crees en la regulación para avanzar en la defensa de los demás animales. ¿Cuál es la ruta por seguir y cuál la radicalidad, entendida como ir al origen del problema, propones?
PS: la regulación, como vía jurídica en la lucha por los derechos de lxs demás animales, es insuficiente, y muchas veces especista; por lo tanto, contradictoria porque toda regulación implica mantener el estatus de propiedad sobre lxs demás animales.
No es suficiente regular contra el «maltrato», es imprescindible una postura radical contra la opresión, es decir, abolicionista, que impulse cambios estructurales, e integrales, en las áreas del sistema social, no solo en la normatividad. Pero, particularmente en las leyes se debe velar por la vida de lxs demás animales y no por el libre mercado como en la legislación actual.
El antiespecismo debe involucrarse en la implementación y popularización de prácticas de producción, laborales, culturales, etcétera, que sean éticas, porque aún si, en el caso hipotético, mañana fuera ilegal matar animales de cualquier especie mientras las prácticas sociales éticas (como la alimentación basada en plantas o la vestimenta de corte textil y local) no sean accesibles para todxs difícilmente habrá algún cambio estructural.
El antiespecismo no debe velar solo por los derechos de lxs demás animales, sino por una soberanía alimentaria y justicia ambiental que garanticen la reproducción del veganismo como puntero ético en todas las facetas de la vida humana. Solo una comprensión compleja, sin divisionismos, dará lugar al respeto, libertad y dignidad para todxs lxs animales sin distinción de especie.
Ninguna violencia debe ser tolerada y, si lxs activistas no practican la radicalidad desde esta óptica; entonces no estamos trabajando por la justicia, sino por mantener el statu quo desde el antropocentrismo (con todas sus opresiones), algo que, desafortunadamente, sucede mucho en el regulacionismo lo cual, en muchos casos, no construye el fin último (la liberación animal), sino por aquello que puede hacerse sin «ofender» los intereses humanos. El asunto es que ningún interés humano es más valioso que el de cualquier otro animal.
Nemonte Nenquimo, una mujer waorani de 35 años, lideró el proceso legal que suspendió la explotación petrolera que amenazaba a su comunidad. Por esa victoria, ha sido reconocida como una de las activistas por los derechos indígenas más importantes del mundo. Su lucha es difícil y su figura divide incluso a activistas y líderes indígenas. Sin embargo, su risa cautiva a todos.
Nenquimo es una de las seis ganadoras del premio Goldman 2020. En septiembre fue reconocida por TIME como una de las 100 personas más influyentes del mundo y el 24 de noviembre, la BBC la incluyó en su lista de las 100 mujeres inspiradoras e influyentes en el mundo.
Si la esperanza pudiera reírse, sonaría como la risa de Nemonte Nenquimo. Ya sea a través de la pantalla de un computador o el parlante de un teléfono celular, el fuerte sonido de su carcajada parece una invitación de amistad imposible de ignorar, así como su lucha por la Amazonía. Nemonte Nenquimo, una mujer indígena waorani de 35 años, ha encabezado la protesta de su gente para que el Estado ecuatoriano respete los territorios y los derechos de las nacionalidades indígenas amazónicas.
En 2016 creó la Alianza Ceibo para atender las necesidades de comunidades a’i kofan, siona, siekopai y waorani. En 2019 encabezó la demanda que suspendió el proyecto de explotación petrolera del bloque 22 en la provincia de Pastaza, un foco de biodiversidad, que a la vez es fuente de petróleo. Esa es la defensa territorial a la que se ha avocado Nemonte Nenquimo, nombre melódico como una sonaja. La victoria legal que obtuvo podría sentar un precedente sobre la explotación petrolera en la Amazonía ecuatoriana y ha conquistado la atención del mundo entero.
Una lideresa de renombre internacional
A Nemonte Nenquimo acaban de darle el premio Goldman: el mayor reconocimiento ambiental que se entrega a nivel mundial. Antes que ella, lo recibieron personajes como: Alberto Curamil, Luis Jorge Rivera, Berta Cáceres, Ruth Buendía y Francia Márquez.
Nemonte Nenquimo, lideresa Waorani de la Amazonía ecuatoriana, con su hija Daime. Foto: Jerónimo Zúñiga, Amazon Frontlines.
Curamil lo recibió en 2019 por dirigir a su comunidad mapuche en la detención de la construcción de dos proyectos hidroeléctricos en el sagrado río Cautín de Chile. A Márquez le fue entregado en 2018 por organizar a las mujeres afrocolombianas de La Toma y detener la extracción ilegal de oro en sus tierras ancestrales. En 2016, Rivera lo recibió por liderar una campaña para establecer una reserva natural en el Corredor Ecológico Noreste de Puerto Rico. Cáceres fue galardonada en 2015, un año antes de su asesinato, por emprender una campaña que presionó con éxito al mayor constructor de represas del mundo para que se retirara del proyecto de Agua Zarca. Y en 2014, Buendía lo recibió por unir al pueblo Asháninka en una campaña contra las represas a gran escala en Perú.
A Nemonte Nenquimo, cuyo nombre en wao tereo, su lengua materna, significa estrella, y a quien sus amigos más cercanos llaman Nemo, le entregan el Goldman de 2020 por la defensa de su territorio —específicamente por la victoria legal para evitar la explotación de los pozos petroleros en el bloque 22 de la Amazonía ecuatoriana—. “Ese premio no es para mí, es para todos porque solita no hubiera llegado”, dice Nenquimo, moviendo sus ojos inquietos, pintados con semillas de achiote, con un español fluido y a través de una pantalla —símbolo de estos tiempos pandémicos—.
Su esposo, Mitch Anderson, un estadounidense ambientalista y director de la organización Amazon Frontlines, dice que el Goldman es una oportunidad para mostrarle al planeta la lucha de los pueblos indígenas: es la tercera vez que un activista ecuatoriano lo gana. En 1994 lo recibió Luis Macas por dirigir una lucha pacífica por los derechos indígenas y en 2008 lo recibieron Pablo Fajardo y Luis Yanza por liderar, durante décadas, el caso por daños ambientales causados por la operación petrolera de Chevron-Texaco en la Amazonía Norte del Ecuador.
Nemonte Nenquimo en su comunidad. Foto: Sophie Pinchetti, Amazon Frontlines.
Este reconocimiento ha vuelto a poner a Nemonte Nenquimo en el centro de las páginas de los medios, de los feeds de las redes sociales y de los horarios estelares de los noticieros. Hace unas semanas, el actor Leonardo DiCaprio escribió en la revista Time unos breves párrafos de por qué Nenquimo es una de las 100 personas más influyentes del mundo. En ese entonces, la lideresa indígena dijo que le llamaba la atención que el reconocimiento fuese solo para ella. “Los occidentales son egoístas y siempre reconocen solo a una persona”, dice Nenquimo, mientras deja ver el pequeño espacio entre sus dientes delanteros, por encima de su quijada en punta.
El rostro de una lucha colectiva
Abre sus ojos cafés para decir que la cultura waorani privilegia el colectivismo y ella siente que ni el Goldman, ni la presencia en la prestigiosa lista de Time, se los ha ganado ella sola. “Yo represento a millones de personas indígenas que luchamos por la naturaleza. Si me reconocen a mí, nos están reconociendo a todos”, afirma mientras reconoce lo abrumador que resulta estar en la mirada del planeta entero.
Nemonte Nenquimo asegura que le cansan las cámaras, la atención, los mensajes de WhatsApp y las llamadas. Cuando siente que ya no puede con la presión, se refugia en la naturaleza y se desconecta de todo y de todos. “Me gusta ir a donde hay cascadas. El golpe de la cascada saca el malestar y los malos pensamientos. Me ayuda a aclarar la mente, me fortalece”. Para ella, esa es su terapia: ir a la selva, pensar y respirar.
Nenquimo creció en Nemonpare, una pequeña comunidad waorani donde viven no más de 10 familias grandes, y que está a dos días de caminata de Puyo, la capital de la provincia de Pastaza. Cuando nació, los funcionarios del Registro Civil, arquetipo estatal de la cultura mestiza, no quisieron inscribirla como Nemonte. Su hermano Oswaldo —a quien todos llaman Opi— dice que le pusieron Inés “para complacer a los blancos mestizos. Un nombre de cédula”. Pero en casa siempre fue Nemonte. La tía de su papá le puso ese nombre porque al verla supo que era “como una estrella y quería que llevara su sabiduría y su cultura”, dice Opi. Para él, aunque haya personas que critiquen a su hermana por el nombre de Inés, Nemonte siempre será ‘Nemo’ porque es el espejo de su esencia interior.
Nemonte Nenquimo es presidenta de la Conconawep desde diciembre de 2018. Foto: Jerónimo Zúñiga, Amazon Frontlines.
En Nemonpare, entre los onkos —casas triangulares de troncos y palmas entretejidas— y las trochas hacia la selva, Nemonte Nenquimo vivió su infancia y adolescencia. Le gustaba sentarse con los abuelos —pikenani en wao— y cantar. “No podía estar quieta”, recuerda entre risas su hermano Oswaldo. Era la tercera de diez hermanos, y la primera mujer de todos ellos. “Fui como una mamá. Aprendí a cuidar y proteger a mis hermanos, a mis animalitos y a la naturaleza”, dice la lideresa indígena.
A los 15 años se escapó. Sin el permiso de sus padres, se fue hasta la capital del país, Quito, para estudiar en una escuela misionera. “Quería aprender español. A esa edad era muy curiosa de saber el mundo occidental”, dice. Pronto se dio cuenta que ese mundo que algún día le llamó la atención no era lo que imaginaba. “El ambiente era triste. Mi corazón era de volver a mi familia”, recuerda con una voz que se pasea entre la culpa y la nostalgia. Tres años después de vivir en Quito, volvió a su casa.
Ahora que asumió su rol como lideresa waorani, Nemonte Nenquimo viaja por todo el mundo: San Francisco, Ginebra, Río de Janeiro, Nueva York. “Yo escuchaba que Nueva York era muy bonito y que los ecuatorianos se iban allá para hacer una vida mejor”, dice del otro lado de la videollamada. “Pero yo no vi nada mejor, la gente ahí no vive bien, no vive tranquila”, asegura. Por eso, siempre vuelve a casa. “Donde sea que me reconozcan como líder o donde sea que me vaya, nada me va a cambiar. Amo quien soy, una mujer waorani”, afirma. Cuando sale a recorrer el mundo para contar su lucha, es como si llevara consigo su casa.
Una constante lucha por la naturaleza
En 2010 se vinculó a un proyecto de la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (AMWAE) que buscaba detener el comercio de carne silvestre. En ese entonces, los indígenas waorani cazaban guantas, huanganas, pecarís, y chorongos dentro del Parque Nacional Yasuní para venderlos en el mercado de la comuna Pompeya, al pie del río Napo, al norte de la Amazonía. Las especies se estaban extinguiendo y, además, el comercio de carne silvestre podía ser profundamente problemático: tal como se comprobó con la aparición del COVID-19, la enfermedad causada por un nuevo coronavirus que salió de un mercado de venta de carne silvestre en China.
Nemonte Nenquimo después de una larga audiencia en el tribunal provincial en Pastaza, en la Amazonía ecuatoriana, abril 2019. Foto: Sophie Pinchetti, Amazon Frontlines.
Ana Puyol, exdirectora de la Fundación EcoCiencia, estuvo involucrada en la iniciativa que planteaba reemplazar la venta de carne silvestre por prácticas sustentables. Así conoció a Nemonte Nenquimo y cuando la recuerda, piensa en su carcajada. “Era como si tuviera la risa muy cerca de ella siempre”, dice Puyol. También recuerda que, aunque los diálogos sobre la carne silvestre eran difíciles, Nenquimo siempre encontraba una forma de transmitir esperanza y alegría.
Como si le hubiera contado una anécdota graciosa, Puyol se ríe cuando le pregunto cuál es su principal recuerdo de Nemonte Nenquimo. “Su risa es increíble, siempre que la pienso me la imagino con su gran sonrisa. Hasta en el día más duro, siempre nos hacía reír”. “Nemonte es una luz”, agrega.
La ganadora del Goldman 2020 recuerda los tiempos del proyecto junto a la AMWAE. Bajo la guía de la lideresa waorani Manuela Ima, las mujeres no solo lograron detener el comercio de carne silvestre sino que crearon un programa para hacer y vender artesanías y chocolates, y así ser más independientes. Nenquimo aprendió mucho de ellas.
Las Waorani cantan antes de entrar en la sala de audiencia para la lectura de la sentencia waorani en el tribunal provincial en Pastaza, en la Amazonía ecuatoriana (2019). Foto: Mitch Anderson, Amazon Frontlines.
Sin embargo, la lideresa produce afectos divididos: muchos waorani no la consideran una mujer waorani de verdad porque su mamá es sápara —otra de las 11 nacionalidades indígenas de la Amazonía ecuatoriana—.
Pero Nenquimo dice que nunca se ha sentido menos waorani. “Yo considero ser mujer wao como mi papá. No sé nada de la cultura de mi mamá. En lo más profundo soy mujer waorani”, asegura con determinación.
En 2013 empezó a trabajar en la construcción de un sistema de agua lluvia limpia para su comunidad y allí conoció a Mitch Anderson, que llevaba dos años trabajando en la Amazonía de Ecuador. Los dos tenían una lucha en común por la dignidad de los pueblos indígenas y trabajaban juntos en proyectos para apoyar a las familias y a los niños. Así, en algún punto —que ninguno de los dos recuerda con exactitud— se enamoraron y se casaron.
Sin embargo, para algunas personas del mundo indígena su relación es problemática. Manuela Ima dice que, en la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana, Nemonte Nenquimo nunca podrá ser lideresa porque “para serlo tendría que estar casada con un wao y no lo está”. Alicia Cahuiya, otra lideresa waorani, dice que muchos en su comunidad no están de acuerdo con que una lideresa waorani esté con un “gringo”.
“Mi pareja respeta mi cultura y mis decisiones. Es alguien que tiene mucho respeto, mucho valor, y siempre está conmigo trabajando para proteger el territorio waorani”, asegura Nenquimo. Oswaldo, su hermano, se ríe y recuerda que cuando lo conocieron, pensaron:“¿Gringo aprenderá a vivir en la selva?”. Para responder esa pregunta lo llevaron a cazar con un machete y una escopeta. Regresaron 15 horas después con varios animales y Anderson les demostró por qué ‘Nemo’ se había enamorado de él —era diferente—.
Nemonte Nenquimo en casa preparándose para ir a pescar, comunidad de Nemonpare, Pastaza, Amazonía ecuatoriana. Foto: Jerónimo Zúñiga, Amazon Frontlines.
En mayo de 2015, nació Daime Omere Anderson Nenquimo, la hija de la pareja. Daime significa arcoiris en wao tereo. Su llegada se convirtió en otra razón para que su madre insistiera en la protección de su territorio y su cultura. Quiere dejarles a sus hijos un ambiente sano, agua limpia, aire puro, y una selva como en la que ella creció: “sin petroleras y sin contaminación”.
Una victoria “histórica”
Mientras construían los sistemas de agua lluvia, en 2013, Nemonte Nenquimo y otros líderes de los pueblos a’i kofan, siona, siekopai y waorani notaron que compartían muchas cosas —resistencias, luchas y visiones—, y que juntos podían hacer más. En 2016 crearon la Alianza Ceibo, una organización que trabaja por la selva, la cultura y el bienestar de las cuatro nacionalidades indígenas. Un proyecto que también les ha traído reconocimientos y alegrías.
En junio de 2020, la alianza ganó el Premio Ecuatorial, un reconocimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que premia iniciativas innovadoras para proteger la biodiversidad y enfrentar el cambio climático. Aunque Nemonte Nenquimo lideró Alianza Ceibo hasta 2018, ese trabajo marcó el inicio de su camino como la reconocida defensora del ambiente y los pueblos indígenas que es hoy.
Nemonte Nenquimo y la comunidad waorani en una marcha. Foto: Mateo Barriga, Amazon Frontlines.
Cuando terminó su periodo dirigiendo la alianza, Nenquimo viajó desde Puyo hasta Nemonpare para visitar a su mamá. Allí, en una asamblea donde todos los candidatos eran hombres, la joven indígena se convirtió en la primera presidenta del Consejo de Coordinación de la Nacionalidad Waorani de Pastaza (Conconawep).
Desde ese puesto comenzó su lucha más importante, la cual había sido iniciada por la comunidad en 2012. En ese año, un grupo de técnicos de la entonces Secretaría de Hidrocarburos del Ecuador hizo una supuesta consulta sobre la explotación del bloque petrolero 22, que ocupa unas 200 mil hectáreas en la Amazonía ecuatoriana —cerca de la mitad de la extensión de Quito—, y es uno de los 13 proyectos de la llamada “Ronda Suroriente” que el gobierno ecuatoriano planeaba licitar a empresas nacionales e internacionales.
Según Gilberto Nenquimo, líder de la Nacionalidad Waorani del Ecuador (NAWE), la consulta de 2012 “fue una trampa”. El líder asegura que gente del gobierno llegó en helicópteros a varias comunidades waorani, les regalaron botellas de Coca-Cola y alimentos enlatados, y les dijeron que firmaran un papel que decía que el gobierno iba a trabajar para proteger la Amazonía. Los waorani firmaron, pero no sabían que el gobierno utilizó las firmas para decir que los indígenas estaban de acuerdo con la explotación petrolera.
Siete años después de la supuesta consulta, en 2019, Nemonte Nenquimo encabezó la acción legal contra el Estado ecuatoriano por ese “engaño”. La demanda decía que el Estado violentó el derecho del pueblo waorani de Pastaza a la consulta previa, libre e informada sobre el plan de explotación del bloque 22. Según la Constitución, antes de siquiera explorar la presencia de recursos no renovables en territorios indígenas, se debe hacer una consulta obligatoria y oportuna. Si la comunidad no da su consentimiento, no se puede explotar ese territorio.
Nemonte Nenquimo con miembros de su comunidad waorani. Foto: Jerónimo Zúñiga, Amazon Frontlines.
María Espinosa, una de las abogadas que apoyó el proceso legal, cuenta que preparar la demanda tomó dos años y recuerda un día en la casa de Nemonte Nenquimo en Nemonpare. “Estábamos ahí todos hablando con varias mujeres wao sobre el territorio y el valor que tiene para ellas y entonces Nemonte empezó a cantar”, dice Espinosa en una llamada telefónica. “Nos transmitió algo que sentí como un mensaje poderoso”, dice la abogada. En ese momento Espinosa supo que estaban yendo por buen camino y tenían que seguir adelante.
Andrés Tapia, comunicador de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae), recuerda a Nemonte Nenquimo con su hija siempre al lado. “Iba con ella a las marchas, a las asambleas y a las audiencias”, dice Tapia. Para Nenquimo, tener una hija pequeña nunca ha sido un impedimento para luchar. Al contrario, va con ella a todas partes porque quiere que “aprenda sobre su cultura y su lucha”. Mientras hablo con Mitch Anderson vía Zoom, Daime de cinco años, vestida de princesa, se acerca tímida a la pantalla y me saluda en inglés. Me cuenta que extraña a su mamá y dice: “I want to be like her” (quiero ser como ella).
Julio de 2019 fue el mes de la dicha waorani. La Corte Provincial de Pastaza determinó que la supuesta consulta de 2012 hecha a las comunidades no cumplió con estándares nacionales e internacionales. La decisión no solo protegió a las 200 mil hectáreas del bloque 22 sino también a las más de 4 millones de hectáreas de selva que se querían subastar con el proyecto Ronda Suroriente. Carlos Mazabanda dice que la victoria marcó un precedente para que todos los pueblos y nacionalidades indígenas del país puedan exigir que se respeten sus territorios y sus vidas.
Cuando Nemonte Nenquimo piensa en la decisión de los jueces, simplemente sonríe.
[Foto: Nemonte Nenquimo es la ganadora del Premio Goldman para Sudamérica y América Central. Jerónimo Zúñiga, Amazon Frontlines]
Europa/España/01/04/2020/Autor y fuente: tercerainformacion.es
Activista desde la juventud, Galante fue detenido en 1968 durante las protestas estudiantiles, torturado por Billy el Niño y encarcelado durante cuatro años. Junto a sus compañeros de La Comuna impulsó y participó en lo últimos años en la querella contra el agente de policía torturador.
El coronavirus ha acabado con la vida de José María ‘Chato’ Galante, militante antirrepresivo, ex miembro la Liga Comunista Revolucionaria y activista incansable hasta sus últimos días.
Encarceldo en las movilizaciones estudiantiles de 1968 cuando tan solo contaba con 20 años, Galante pasó cuatro años en las prisiones franquistas, tras un proceso en el que sufrió las torturas del tristemente célebre agente de la Brigada Político-Social Antonio González Pacheco, «Billy el Niño». Militante de la Liga Comunista Revolucionaria durante la transición y los primero años ’80, Galante participó activamente durante toda su vida en las principales campañas, movilizaciones y reivindicaciones de los movimientos sociales madrileños, siendo recordado con especial cariño en los espacios antirrepresivos y de defensa del medio ambiente.
En los últimos años fue partícipe activo de los esfuerzos legales para investigar, procesar y juzgar a antiguos represores de la dictadura, incluido «Billy el Niño», contra el cual se querelló como acusación particular en el año 2018 junto a varias víctimas de sus torturas.
Su muerte en mitad de la epidemia ha causado una especial conmoción en el ámbito activista, recibiendo mensajes de condolencias de multitud de personalidades y organizaciones políticas.
Fuente e imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/memoria-historica/2020/03/29/fallece-el-activista-antirrepresivo-chato-galante
América del Sur/Colombia/27-12-2019/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net
Villarreal formaba parte de la Fundación Cultural Indoamericanto, la cual se dedica a labores artísticas relacionadas con la danza.
El gobernador del departamento de Nariño (suroeste de Colombia), Camilo Romero confirmó este lunes el asesinato de la lideresa socialLucy Villareal, quien se desempeñaba como gestora cultural y dictaba talleres para niños.
Según el funcionario colombiano, la activista fue atacada cuándo terminaba de dictar un taller para niños en Tumaco.
Villarreal formaba parte de la Fundación Cultural Indoamericanto, la cual hace parte del Carnaval de Negros y Blancos y se dedica a labores artísticas relacionadas con la danza.
Hernán Tobar@HernanTeleSUR
El día de navidad para Colombia registra otro asesinato de líder social, se trata de Lucy Villareal, gestora cultural, asesinada en el corregimiento de Llorente, dpto de Nariño, hacía parte del colectivo indoamericanto. @teleSURtv@L_teleSUR
Diversas fuentes oficiales confirmaron que el homicidio fue cometido en el corregimiento de Llorente, jurisdicción del municipio de Tumaco, Nariño pese a que no se conocen los detalles del crimen.
La lideresa social era madre de dos niñas, y coordinaba la exposición «Mujeres sur y vida», la cual se dedica a exaltar el trabajo que realizan las líderes mujeres en el territorio en relación con la defensa de los derechos humanos.
Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/lideresa-social-narino-tumaco-colombia-muerte-20191225-0003.html
América del Sur/Colombia/10-11-2019/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net
El líder Carlos Arenas, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado el sábado, era un defensor del páramo del municipio de Santa Isabel en Tolima
El partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), que surgió de las desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, denunció que la noche del sábado fue asesinado Diego Fernando Campo, quien fuera candidato a la Asamblea del departamento de Nariño en las elecciones del 27 de octubre pasado.
En un mensaje colocado en la red social de Twitter, el partido FARC informó sobre el asesinato de Campo ocurrido el sábado en la ciudad de Corinto, en el departamento del Cauca, en el suroeste del país suramericano.
“No hay garantías para el ejercicio de la política para las y los firmantes de la paz (…) Que pare el genocidio”, afirmó en el tuit el instituto político surgido de las exrebeldes FARC.
FARC@PartidoFARC
No hay garantías para el ejercicio de la política para las y los firmantes de la paz. Asesinaron a Diego Fernando Campo en Corinto, #Cauca, excandidato a la asamblea departamental de #Nariño. Que pare el genocidio. #ParoNacional21Nov
“Paren el genocidio contra militantes de nuestro partido, firmantes de paz, líderes sociales e indígenas”, manifestó por su parte en su cuenta de Twitter Sergio Marín, de la dirección Nacional y Distrital de la FARC.
Ayer sábado se conoció también el asesinato del líder campesino Carlos Aldairo Arenas Salinas en el departamento del Tolima, en el centro de Colombia.
Katherine Ariza M @ktikariza
Me acabo de enterar.
Asesinaron a Carlos Aldairo Arenas Salinas, líder campesino del Páramo de Santa Isabel, promotor de la Ruta del Cóndor, su sueño era hacer que Santa Isabel se consolidara como una de las entradas principales al Parque de los Nevados.
El coronel Rodolfo Carrero Villamil, comandante del Departamento de Policía en Tolima, explicó que el homicidio de Arenas Salinas, un reconocido defensor del páramo de Santa Isabel y guía turístico, ocurrió en una zona rural de Totare, a diez horas de camino del casco urbano del municipio de Santa Isabel.
“Se presentó un homicidio en límites entre Tolima y Risaralda donde la persona que fue asesinada, al parecer recibió unos impactos con arma de fuego. Él se dedicaba a cuidar fincas y a prestar el servicio hacia el nevado cuando algún turista lo necesitaba”, agregó el coronel Carrero.
Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/colombia-asesinatos-militante-farc-lider-campesino-20191110-0004.html
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