La batalla total de Malí contra la desnutrición infantil

África/Malí/28 Febrero 2019/Fuente: El país

Un estudio en el país africano de la ONG Acción contra el Hambre demuestra que el uso de agentes de salud comunitarios para dispensar el tratamiento es más eficaz que darlo en las clínicas

La ONG Acción Contra el Hambre lo califica como «una de mayores victorias en la lucha contra la desnutrición de las últimas décadas». Malí ha incluido el Plumpy’Nut, un alimento terapéutico a base de cacahuetes, en su Lista de Medicamentos Esenciales de 2019. Esto supone que se compromete a adquirirlo —de su propio presupuesto o con ayuda— para proporcionar el tratamiento en el sistema público de salud. Paralelamente, la organización ha concluido un estudio en el país con el que ha demostrado que diagnosticar este mal y tratarlo a través de agentes de salud en las comunidades es más eficaz que hacerlo en las clínicas. Una mayor eficiencia muy necesaria en un país en el que la situación nutricional de la población es crítica, con un 10% de desnutrición aguda y donde 160.000 niños están en riesgo, según las previsiones de Unicef, de sufrirla en su forma más grave en 2019, lo que incrementa nueve veces sus probabilidades de morir respecto a los pequeños bien nutridos.

«Hasta ahora, Malí dependía de la ayuda exterior para tratar la desnutrición aguda grave», explica Pilar Charle, coordinadora del estudio de campo de Acción Contra el Hambre (ACH) para el aprovechamiento de los agentes comunitarios de salud en la lucha contra este mortal mal. Las ONG eran, por tanto, las encargadas de proporcionar el tratamiento a las familias con niños afectados en una especie de «sistema paralelo» al público, detalla. Hasta ahora. «Junto con Unicef y Save the Children, hemos luchado para que se incluyera el alimento terapéutico en la lista de medicamentos porque así, aunque no haya ninguna organización en el país, en cualquier centro de salud lo tienen que tener», agrega la experta. Se trata, de momento, de un éxito de la llamada labor de incidencia política. El resultado que se obtenga en la reducción de las tasas de desnutrición aguda grave y las muertes a ella debida, se conocerá en los siguientes estudios de situación.

Hay una medida de la que sí se ha demostrado su eficacia: que sean agentes comunitarios de salud quienes provean el tratamiento a sus vecinos, y que no solo se dispense en los centros de salud. En 2014, Acción Contra el Hambre comenzó una investigación en la que 20 personas, referentes en su zona para temas médicos y que ya trataban dolencias como la diarrea, la neumonía o la malaria en las comunidades donde no hay instalaciones sanitarias, empezarían a diagnosticar también la desnutrición aguda grave y dar el alimento terapéutico a los niños afectados. Tras recibir formación para ello, durante un año atendieron a 500. Los resultados se compararon con los de otro grupo de críos a los que se había tratado en los centros médicos.

La conclusión fue que con el modelo de agentes comunitarios se pudo atender a más niños, menos dejaban el tratamiento antes de tiempo y más porcentaje de ellos se curó; un 95% frente al 88% de los que acudieron a las clínicas. «El tratamiento se prolonga hasta ocho semanas consecutivas para que un niño esté curado. Y para llevar a sus hijos con desnutrición aguda a los centros médicos, las mujeres tienen que caminar durante horas», explica Charle. El coste en tiempo y también dinero de estos desplazamientos provoca que las familias desistan de completar la terapia de sus pequeños. La probabilidad de que esto suceda cuando reciben atención en su comunidad es la mitad pues les supone la mitad de tiempo y un tercio del dinero de lo que les costaría tratar a sus pequeños en los centros de salud.

«Este modelo tiene, además, un componente de empoderamiento femenino», defiende Charles. Además del ya citado ahorro de tiempo y dinero que conlleva para las madres, los agentes comunitarios son, principalmente, mujeres. «El 80% de los que trabajan con ACH en Malí lo son», apunta la responsable del proyecto.  Una de ellas es Hawa Coulibaly, de 30 años y madre de tres hijos. Vive en Kourougue, una aldea remota del Malí rural, donde está al cargo de una clínica en la que diagnostica y trata a niños desnutridos.

Un día, Coulibaly estaba caminando por su pueblo cuando detectó que Fatumata, de dos años, tenía bajo peso y apenas se tenía en pie. Según el relato que le hizo a Lucy Shaverin, del equipo de comunicación de ACH, al ver tales señales, le pidió a la madre de la pequeña que la llevara a su centro de atención. Tras el examen, le diagnosticó desnutrición aguda grave y le recetó un ciclo de alimento terapéutico de tres semanas que la progenitora le pudo dar en casa. «Antes de Hawa, vivíamos en la oscuridad», le dijo Many Coulibaly, la madre de Fatumata, a Shaverin. «Desde que vino aquí, los niños están más sanos y las madres más felices». Ella sabe bien de lo que habla, su hijo mayor también padeció el mismo mal antes de la llegada de Coulibaly, y el tratamiento en la clínica —a 10 kilómetros de su vivienda— fue más costoso para la familia y su recuperación más lenta.

En una segunda fase de este estudio, entre 2017 y 2019, 160 agentes formados por la ONG trataron a 2.500 niños. «Con ello, demostramos al Ministerio de Salud cómo se podía poner en marcha este sistema a mayor escala. En realidad, en todo el país», especifica Charle. Lo que ha llevado al Gobierno a modificar tanto su política de atención primaria en 2016 como la de manejo de casos de la desnutrición en 2018 para incluir esta enfermedad entre las que pueden tratar estas figuras comunitarias. Ahora queda aplicar estas normas. «El año pasado el Gobierno, y nosotros estábamos de acuerdo, no autorizó a que otras ONG empezaran a usar este sistema, hasta que ACH no tuviera mayor evidencia de cómo hacer la intervención en todo el país», detalla la responsable del programa. Es decir, la investigación dijo que sí es posible, pero en la práctica les queda definir cuántos recursos humanos harían falta, cuál sería la formación más adecuada, quién supervisaría el trabajo, cómo llegaría el Plumpy’Nut hasta los pueblos…

A falta de esa etapa final en Malí, los planes de ACH pasan por hacer esta misma demostración en otros países donde la desnutrición aguda grave es un problema de primer orden —el 45% de las muertes de los niños antes de los cinco años se producen por desnutrición—, principalmente en África subsahariana y sudeste asiático. Ya lo han conseguido en Pakistán y están en proceso en Senegal, Nigeria, Mauritania, Bangladés…

La misión de estos dos logros, que se incluya el tratamiento en la lista de medicamentos esenciales y el modelo de agentes comunitarios, es conseguir que llegue el tratamiento a todas las personas que lo necesiten. «Aunque nosotros no estemos ahí, ahora estamos seguros de que van a tenerlo», zanja Charle.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/12/planeta_futuro/1549976741_004882.html

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