Feminismo y generismo

Por: Victoria Sendón de León

Es una buena noticia que el Feminismo se encuentre en la cresta de la ola del debate, porque toda polémica nos obliga a esclarecer y conceptualizar muchas de las contradicciones ocultas tras postulados aparentemente lógicos, pero que no lo son, lo cual nos obliga a poner al descubierto sus falacias. Es curioso que un fenómeno reciente, que se ha incrustado en el movimiento feminista como si fuera algo propio, está a punto de conseguir que IU expulse al Partido Feminista de España de su coalición, un referente para el movimiento feminista desde los años 80. Me refiero a la plataforma “trans” dentro de las siglas LGTBIQ+ (de momento) Y no digo que el transformismo sea reciente, pero sí como movimiento reivindicativo. Me parece muy justo que se hayan organizado y luchen por sus derechos, tanto como por salir a la luz con dignidad y sin tener que esconderse en las cloacas de una sociedad bienpensante.

Dicho esto, aclaro que si el concepto de género nos sirvió para analizar los roles que mujeres y hombres adoptamos según el tipo de sociedad que nos culturiza, ha terminado por retorcerse hasta constituir el concepto central en la teoría feminista de la pasada “tercera ola”. Usurpó un lugar que no le correspondía, desplazando al sexo, que pasó a formar una entelequia performativa sin existencia alguna fuera del lenguaje. Si el sexo no existe, tampoco existen hombres ni mujeres, sólo género, géneros infinitos según los deseos de cada quien.

En esta situación hay que empezar a deslindar conceptos y derivaciones de ellos. El feminismo es un movimiento político de emancipación colectiva de las mujeres, originado por su situación de opresión y subordinación a lo largo de la historia. Hemos tomado conciencia de esta injusticia y ello ha generado una lucha que afecta a todas las mujeres, mientras que el generismo es una cuestión particular y privada, por el que ciertas personas se consideran nacidas en un cuerpo equivocado o que son “no binarias”, es decir, que no se adaptan a la imposición de tener que pertenecer a un sexo/género o a otro, decidiendo sobre la marcha qué son, de acuerdo con “lo que se sienten”. Pero lo que sienten no es una categoría política ni universal. Si quieren ser queer y cambiar de género como de camisa… está bien, pero ¿qué tiene que ver eso con el feminismo? Este último es un asunto político y lo primero, particular, psicológico si se quiere. Cuando Kate Millet apuntó muy acertadamente que “lo personal es político”, se refería a las reivindicaciones feministas que habían sido definidas como privadas cuando se trataba de temas generales que afectaban a las mujeres y, por tanto, temas políticos. No se puede legislar para casos privados ni para sentimientos.

Identificarse con un tipo de personalidad o con otro ya lo definió Jung como resultado de la influencia de los arquetipos, aunque se trataba de una identificación psicológica hasta llegar al self, el sí-mismo más profundo. Ya lo dijo Nietzsche: “Sé quien eres”, y escribió todo un libro, Ecce homo, para explicar cómo se llega a ser quien uno es. Es un camino largo y arduo, lleno de laberintos, recovecos, noches oscuras y fastuosos amaneceres. Pero díganme si una criaturita de ocho años, a la que no se le han desarrollado ni de lejos los lóbulos frontales, que dan un cariz de racionalidad a nuestros juicios y constituyen el centro ejecutivo de la personalidad, y que no llegarán a su cenit hasta los 25 años, puede tomar ya una decisión a futuro tan definitiva que le llevará a tener que hormonarse de por vida e inhibir su sexo de niño para ser algo que ni siquiera sabe qué es y nunca lo sabrá. Y esto sin asesoramiento psicológico, y esto con el beneplácito de los padres, y esto aplaudido por un Parlamento como si fuera la revelación de un mundo nuevo. Y esto como ejemplo y soporte para una ley “trans”, que preparan partidos que se creen muy progres y que mezclan churras con merinas -como feminismo y LGTBIQ- sin darse cuenta de que con la “proliferación de los géneros” se despeja a corner el sexo mujer, se afianzan los estereotipos que nos hemos empeñado en desterrar (los trans suelen ser más femeninos que cualquier fémina) y se invade el campo propio del feminismo despojándolo de sentido.      

con la “proliferación de los géneros” se despeja a corner el sexo mujer, se afianzan los estereotipos que nos hemos empeñado en desterrar (los trans suelen ser más femeninos que cualquier fémina) y se invade el campo propio del feminismo despojándolo de sentido.      

El error original es que un feminismo oficialista y académico ha empleado la palabra “género” para todo: violencia de género, perspectiva de género, leyes de género, experta en género, etc. convirtiendo a la mujer en un concepto vacío. Y al feminismo en la mera consecución de una igualdad formal sin cuestionar el modelo. Pero lo más absurdo es que parte del feminismo haya acogido a todo el LGTBIQ+ como su hijo bienamado, cuando a ellos las feministas les importamos un bledo. El argumento, muy femenino y maternal, que me dio una de ellas era que “ellos han sufrido mucho”. Vale: incorporemos a todo el mundo sufriente. No íbamos a caber. Si algún o alguna “trans” quieren pertenecer al movimiento feminista, estupendo, pero no porque su transexualidad sea un tema feminista en sí. Últimamente su “asunto” acapara todos los debates. Y, claro, estamos perdiendo un tiempo precioso en tratarnos de defender de acusaciones de transfobia cuando, sin complejos, como Lidia Falcón, intentamos, honestamente, aclarar conceptos. O, simplemente, decir lo que pensamos.

Todos y todas nacemos de mujer, de una mujer que es madre.

Cada persona es única e irrepetible y, por tanto, no hay que coaccionarla en un sentido u otro. No haría falta ser “trans” para sentirse bien en la propia piel. Es lo que afirmaba Miquel Missé (una mujer trans hacia hombre) que si no hubiéramos tenido ausencia de referentes de mujeres masculinas, tal vez ella no hubiera tenido que transformarse en él. Memoria histórica feminista es lo que hace falta. Hubo cantidad de mujeres guerreras, filósofas, exploradoras, científicas o escritoras enterradas en un olvido culpable. Y para los niños igual. Muchos artistas han sido homosexuales o se vestían de mujer sin tener que renunciar a su sexo. Hay que conseguir que las niñas más masculinas y los niños más femeninos puedan encontrar referentes valiosos en su historia y en su cultura y puedan ser ellas y ellos mismos sin que tengan que sufrir bullying en el colegio, pudiendo además ser llamados como gusten. De todos modos, hablar de niñas masculinas y niños femeninos es un equívoco, pues son simplemente modos diversos de ser niño y modos diversos de ser niña sin tener que cambiar de sexo. En esos modos radica la diversidad.

hablar de niñas masculinas y niños femeninos es un equívoco, pues son simplemente modos diversos de ser niño y modos diversos de ser niña sin tener que cambiar de sexo. En esos modos radica la diversidad.

Lo que está sucediendo en torno a este tema es todo un despropósito que sólo se explica cuando intereses muy poderosos están detrás mientras hacen caja, claro. Lo que no me acaba de cuadrar es que partidos de izquierda y algunas feministas estén tan desorientados. Se olvidan de que el género es lo que deseamos desterrar definitivamente y conseguir así la libertad de las mujeres en su propia realización. Y, sin embargo, el o la “trans” inciden tanto en reproducir un “género”, que están dispuestos a cambiar de sexo incluso. Las feministas liberándonos del género y los trans empeñados tanto en él que pueden pasar su vida hormonándose. ¿Cómo van a converger estos dos movimientos? Ambos muy respetables, pero cada uno debe ir por su camino. Incluso es posible que nos tengamos que enfrentar si se da la opción de ser “madres” comprando vientres de mujeres explotadas. O si son madres auténticas, pero designadas como “progenitor gestante”, negando de nuevo el sexo mujer y la realidad de que todos y todas nacemos de mujer, de una mujer que es madre.

Me parece una total injusticia y falta de perspectiva de IU el querer demonizar al Partido Feminista, pero yo le diría a Lidia Falcón que no se preocupe, que ahora sí tendríamos a quien votar muchas feministas, separada ya de estructuras tan patriarcales. Sería una buena lección y un buen aprendizaje político. Si te “botan”, te “votamos”.

Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2019/12/feminismo-y-generismo/

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