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EEUU… Todo se derrumba

Por: Russell Mokhiber y Robert Weissman

Focus on the Corporation. EEUU, junio del 2005.
Traducción para La insignia: Berna Wang

Si se preguntan ustedes por qué los estadounidenses están perdiendo la guerra contra el cáncer, las enfermedades del corazón y la diabetes, echen una ojeada a las fuentes de financiación de las principales asociaciones de salud pública.

Las grandes empresas las inundan de dinero. Y muy pronto, las asociaciones empiezan a adoptar la postura de las grandes empresas.

Un buen ejemplo es la American Diabetes Association (ADA; Asociación Estadounidense contra la Diabetes). A principios de mes, la ADA llegó a un acuerdo con el fabricante de golosinas y refrescos Cadbury Schweppes.
El acuerdo es este: Cadbury Schweppes inyecta un par de millones de dólares a la ADA. A cambio, la empresa puede usar la etiqueta de la asociación en sus bebidas dietéticas… más la publicidad positiva que genere el acuerdo.
Cadbury fabrica Dr. Pepper y delicias tan nutritivas como el Cadbury’s Cream Egg. Hay que tener la cabeza enterrada a mucha profundidad en la arena para negar que los refrescos llenos de azúcar están fomentando la obesidad infantil; que a su vez está fomentando la diabetes tipo 2.

Esta misma semana, la Journal of Pediatrics (Revista de Pediatría) publicó un estudio que atribuye gran parte de la culpa de la diabetes infantil a los refrescos y a las bebidas azucaradas. El estudio concluía que una lata de refresco contiene una media de 165 calorías y que el adolescente típico consume aproximadamente dos latas de 12 onzas de refresco al día; lo que equivale a 20 cucharaditas de azúcar.

Cualquiera que conozca a los adolescentes sabe que esto es verdad: beben toneladas de refrescos.
El acuerdo Cadbury/ADA fue criticado inmediatamente por Gary Ruskin, de Commercial Alert, con sede en Portland, Oregón. Ruskin quiere que la ADA devuelva a Cadbury Schweppes lo que considera una «contribución corrupta».
«Puede que la Asociación Estadounidense contra la Diabetes deba ser rebautizada como Asociación Estadounidense por la Comida Basura –declaró Ruskin–. ¿Qué es lo siguiente? ¿Empezar a vender barras de golosinas para M&M/Mars?»
«Si Cadbury Schweppes quisiera realmente reducir la incidencia de la obesidad y de la diabetes, dejaría de hacer publicidad de sus productos con un contenido elevado de azúcar y los retiraría de las escuelas de nuestro país. Esto no es más que otro intento de una importante empresa de comida basura de diluir su responsabilidad en la epidemia de obesidad y diabetes de Estados Unidos.»

Llamamos a Richard Kahn, director médico de la ADA, que además trabaja como científico para la asociación, para preguntarle al respecto. Fue una larga conversación, y Kahn nos advirtió varias veces de que si sacábamos sus comentarios «fuera de contexto» nunca volverá a hablar con nosotros (la transcripción íntegra de la entrevista está en www.corporatecrimereporter.com. Juzguen ustedes mismos).

Pero en general, Kahn parecía más un defensor de la industria que un funcionario de la salud pública.
Kahn dice que el problema de la diabetes tipo 2 en Estados Unidos está impulsado por la obesidad. Y el peso no es más que una función de las calorías que entran y las que salen. No importa si las calorías son azúcar, proteínas o hidratos de carbono.

Le preguntamos a Kahn si creía adecuado lo que han hecho algunos estados y gravar los refrescos con un impuesto.
Kahn dijo que creía que no era justo criticar los refrescos. ¿Por qué no gravar los dónuts? ¿O las golosinas? ¿O a las personas con sobrepeso?

Dijo también que no había pruebas de que el azúcar o los refrescos azucarados agravasen el problema de la obesidad (la entrevista se hizo justo antes de que la Journal of Pediatrics difundiera sus conclusiones, pero según el Centro para la Ciencia en el Interés Público, varios estudios anteriores han relacionado el consumo de refrescos con el aumento de peso. Vaya.)

Le preguntamos a Kahn si creía adecuado limitar el acceso a la comida basura.Dijo que limitar el acceso a la comida basura no serviría. Le preguntamos por qué entonces la ADA apoyaba una ley propuesta por el senador Edward Kennedy (demócrata, Massachusetts) que limitaría el acceso a la comida basura por medio de máquinas expendedoras de los niños en edad escolar.

«Porque hay poco que perder y potencialmente algo que ganar limitando los alimentos que se venden en máquinas expendedoras», dijo Kahn.

¿Y qué se perdería gravando los refrescos?

Kahn defendió aceptar dinero de Cadbury –tuvimos que recordarle que era una empresa de golosinas– diciendo que Cadbury sólo tenía autorización para usar la etiqueta de la ADA en sus bebidas dietéticas. Y que el dinero se usaría para programas educativos destinados a animar a la gente a que hiciera más ejercicio físico.
Y no se trata sólo de Cadbury Schweppes.
La ADA recibe mucho dinero de un amplio abanico de fabricantes de fármacos y alimentos. Entre las compañías de alimentación figuran Cadbury, Kraft Foods, J.M. Smucker Company, General Mills, Inc. y H.J. Heinz Company.
Naturalmente, la ADA no es la única. Un médico amigo nuestro, el doctor Matt Hahn, que dirige un centro de salud comunitario en Hancock, Maryland, ha recibido hace poco una caja con cien muestras de cereales Smart Start de Kellogg’s.

La caja iba acompañada de una carta de Michael McBurney, que se identificaba como director de nutrición y regulación.

Pero puesto que su nombre y su firma figuraban directamente encima del nombre “American Heart Association” (AHA, Asociación Estadounidense del Corazón), el doctor Hahn pensó que McBurney trabajaba para la AHA.

En realidad, McBurney trabaja para Kellogg’s.

Lo que sorprendió al doctor Hahn fue que Kellogg’s o la AHA esperaran que regalara a sus pacientes los cereales, que contienen grasas trans. El doctor Hahn nos dijo que no pensaba hacerlo, ya que sus pacientes pueden obtener cereales sin grasas trans.

La AHA dice que está de acuerdo con el doctor Hahn en que la gente debería limitar su consumo de grasas trans. Pero dijo que había certificado los Smart Start de Kellogg’s porque cumplen lo establecido en las directrices de la asociación, que incluyen contener menos de tres gramos de grasa por ración.
«En lo que se refiere a los cereales Smart Start de Kellogg’s, la etiqueta sobre nutrición dice que contiene cero gramos de grasas trans, lo que significa que contiene menos de 0,5 gramos de grasas trans», dijo Carrie Thacker, de la AHA.

Vaya… cero es igual que menos de 0,5.
(Thacker dice que Kellogg’s no da dinero a la AHA, aunque luego supimos por el Centro para la Ciencia en el Interés Público que la AHA cobra a las empresas 7.500 dólares por producto certificado, y 4.500 dólares al año con posterioridad… más otras cantidades. Y al igual que la ADA, la AHA obtiene cuantiosos donativos de una larga lista de fabricantes de fármacos y alimentos.)

Y después, naturalmente, está la American Cancer Society (Asociación Estadounidense contra el Cáncer).
Sólo diremos que coincidimos con el doctor Samuel Epstein cuando señala que la Asociación contra el Cáncer lleva años aceptando insensatamente millones de dólares de las grandes empresas.

El problema es que los donantes están interesados en desviar la atención de las causas medioambientales del cáncer y en centrarla en los tratamientos farmacéuticos y de otro tipo.

Como dice el doctor Epstein: «Existe una obsesión por el control de daños –revisión, diagnóstico y tratamiento– junto con la indiferencia hacia la prevención, lo que agrava los ya largos conflictos de interés con un amplio abanico de industrias, unido al desprestigio sistemático de las pruebas sobre causas evitables del cáncer.» Lo mismo cabe decir de la diabetes. Lo mismo cabe decir de las enfermedades del corazón.Todo se derrumba.

Tomado de: http://www.lainsignia.org/2005/junio/int_004.htm

Imagen: https://www.google.com/search?q=cadbury&espv=2&biw=1366&bih=667&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjL7vTI04LOAhWEVh4KHZniCMgQ_AUIBigB#imgrc=FJh-wxwWhkTxCM%3A

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De la subsunción real a la subsunción vital. Reseña de Neurocapitalismo

Giorgio Griziotti

tlaxcala-int.org

Traducido por Miguel Alonso Ortega

En los últimos treinta años, la categoría marxiana de “subsunción real” ha sido a menudo utilizada como papel de tornasol para leer de manera materialista muchos de los cambios de época ante los cuales nos puso el inicio de la revolución tecnológica y la globalización. En su riquísimo “Neurocapitalismo”, Giorgio Griziotti demuestra con gran eficacia la concretización y la superación de esa misma categoría a través de la transición de la sub- sunción real a la “subsunción vital”. Una era en la que la valorización capitalista ha conseguido extraer valor no solo de las formas del trabajo y de la cooperación social, sino de la vida misma, con su inteligencia, sus potencialidades relacionales, su variedad de deseos y expectativas e incluso su esencia desnuda.

El neurocapitalismo es la fase bio-cognitiva de la valorización: la conexión de mente, cuerpo, dispositivos y redes aparece como inextricable y define la omnipermeabilidad de la mediación tecnológica. El sujeto, sus deseos, sus potencialidades, son “puestos en valor” de manera integral dentro de la dimensión de hiperconexión global en la cual toda la humani- dad, desde la sabana hasta las metrópolis, está ya plenamente inmersa en distinta medida. Para escribir un texto de este tipo eran necesarias dos condiciones: una elevada competencia científica acerca de las revoluciones tecnológicas de los últimos treinta años y una propensión inextinguible hacia la perspectiva de la liberación anticapitalista. La biografía del autor, militante autónomo del 77 milanés y más tarde ingeniero para grandes multinacionales de las comunicaciones, reúne ambas condiciones (ojalá hubieran más “rojos expertos”, en una época en la que unos y otros escasean…).

Griziotti parte de las categorías marxianas clásicas –la “subsunción real”, el general intellect, la ciencia como fuerza productiva central y la ley del valor/trabajo como horizonte en continua alteración; por tanto, del Marx de los Grundisse y del “Fragmento sobre las máquinas” (que, como todo texto profético, se ha prestado a todo tipo de interpretaciones en 100 años)– para conectar estas macro-categorías con las mutaciones tecnológicas concretas que han articulado la hegemonía de la meta-máquina informática. Y explica (en una transición nada evidente) cómo todos estos umbrales tecnológicos marcaron los grandes eventos político-económicos a caballo entre los dos siglos: el fin del sistema de Bretton-Woods, el inicio de la revolución liberal, la hegemonía del capital financiero, la derrota obrera en Occidente y el gigantesco reasentamiento de la división internacional del trabajo que –gracias a la revolución tecnológica– permite la convivencia de la vieja producción de masa en la peri- feria del mundo (no ha habido en la historia tantos obreros como ahora) con las nuevas formas de explotación “cognitiva”, cuya moderna base de extracción de plusvalor la constituyen, en lugar de los brazos, la inteligencia, las actitudes cooperativas y el saber social con- solidado dentro de la experiencia individual de lo humano.

Bien contada, incluso para los más profanos en la materia, está la larga secuencia histórica que lleva al capitalismo cognitivo a apropiarse del movimiento del free software y de la innovación que la inteligencia socialmente extendida es capaz de producir en condiciones de libertad: una dinámica de apropiación que comienza con la epopeya de Unix, el primer gran sistema operativo (desarrollado desde abajo), y llega hasta la persistente y refinada capacidad de captación de los grandes grupos, comenzando por el de Steve Jobs, que continúan “vallando” y extrayendo valor de aquello que nació como saber común.

La historia del capitalismo, recuerda Griziotti, ha estado siempre marcada por el intento de “subsumir” saberes y calidad del trabajo vivo dentro de la Máquina, desde el tiempo de los telares a vapor; con la electrónica, en los años sesenta y setenta la transición indica un salto de calidad (simbolizado por la máquina de control numérico y por las primeras líneas automatizadas), a raíz del cual el hombre cede a la máquina parte de sus saberes y se des-plaza “al lado” del proceso productivo, pasando a adquirir una función de vigilancia y con- trol. A partir de ahí, y con el impulso del conflicto obrero, penetrará la excepcional revolución de las comunicaciones de los últimos treinta años: un gran salto adelante en la valorización de los saberes, el lenguaje, los sentidos e incluso de la esfera emocional.

La tesis del autor es que las nuevas tecnologías –con su devastadora capacidad de impacto sobre lo humano– van más allá de la dialéctica histórica máquina/trabajo vivo y definen una revolución antropológica en la que la esencia misma de la subjetividad es derribada y el bios es redefinido: la nuda vida. En esta época no solo se echa de menos la distinción tradicional entre trabajo y no trabajo, entre esfera productiva y no productiva, y no se trata únicamente de que la jornada laboral se diluya en un continuum en el cual eres perfectamente productivo incluso mientras merodeas por las redes –alimentando los colosales big data que trabajan con nuestros deseos y con cómo transformarlos en estímulos compulsivos–, sino que tiende a difuminarse la frontera entre humano y máquina: ¿dónde termina y dónde comienza nuestra mente/consciencia en el flujo de la biohiperconexión continua en el cual estamos inmersos? ¿Hay “alguien” dentro de este flujo capaz de distinguirse? Y, ¿qué es exactamente lo humano en el interior de este escenario post-humano?

Terribles preguntas. El autor trata de sustraerse al habitual alineamiento entre apocalípticos e integrados: entre los optimistas que, desde hace veinte años, ven un potencial de liberación en la revolución tecnológica (las máquinas trabajarán en nuestro lugar y nosotros desarrollaremos las facultades humanas libres del tormento del trabajo) y los que temen una dictadura digital totalizadora irreversible, ya en curso. Para el autor, el terreno de enfrenta- miento es el capitalismo cognitivo, tal y como nos es históricamente dado, e incluso en un ciberespacio y un cibertiempo continuamente modificados por el poder, no podemos sus- traernos a este terreno, de ahí la necesidad de construir continuamente nuevas “vías de fuga” en las cuales un saber cooperante y constituyente logre sustraerse al mando y a la valorización. No se aprecian grandes señales de ello por el momento, más allá de alguna potencialidad. El viejo militante de los años 70 recuerda el devastador impacto provocado por la heroína sobre los movimientos y lo compara con el efecto alienante de la permanente conexión que proporciona una ilusión de apertura global mientras en realidad aísla al individuo de la realidad y la proximidad humana, en la más brutal de las alienaciones. La última sección del libro, la más problemática, está dedicada a la organización: ¿existen recorridos y procesos reales y actuales a través de los cuales lo común y la cooperación extendida puedan reapropiarse de su autonomía?

El escenario es desolador. Nomadismos existenciales, tránsitos perennes hacia la nada, que rechazan las pertenencias (o se refugian en otras más efímeras), delinean a un individuo sin metas en la esfera biohipermediática, con los sentidos perennemente saturados, dentro de un espacio-tiempo continuamente redefinido por algoritmos y automatismos sistémicos estudiados para clasificar y valorizar miles de millones de singularidades y sus prácticas.

El autor es plenamente consciente de que, sin conflicto, las potencialidades de lo común (sobre todo en temas centrales como los de la energía y la comunicación) no se liberarán nunca, a despecho de los profetas à la Rifkin, que nos hablan de transiciones dulces y del inevitable advenimiento del nuevo mundo de la abundancia, de la economía colaborativa y del conocimiento común. Pero, ¿qué hay en la agenda del presente, cómo se organiza el trabajo asalariado hoy, mientras se mantienen sus viejas modalidades de prestación laboral? El obrero fordista asumía en su figura un ciclo completo de emancipación y hegemonizaba un amplio espec- tro de figuras: programa y composición de clase iban unidos. Pero, hoy, ¿qué sector del “proletariado cognitivo” está en condiciones de recorrer nuevamente la moderna cadena del valor, desde el botones hasta el programador? Este es el problema de todos los problemas hoy: la definición de una nueva cartografía de sujetos reales de la que “echar mano”, más allá de las macro-narraciones sistémicas.

Décadas de conricerca o “coinvestigación” –la vieja afición operaísta–, la pasión del militante y el saber acumulado “sobre el terreno”, hacen del trabajo de Griziotti algo rico, denso y útil. “Neurocapitalismo” es un libro poderoso, que abre nuevas fisuras y a la vez produce una síntesis apropiada de la que ya es una masa ilimitada de literatura sobre las derivas del capitalismo cognitivo.

Mientras media Europa se interroga sobre una posible “sumisión” à la Houellebecq (Moloch sabiamente agitado para aterrorizar a los pueblos europeos), nos preocupamos muy poco por la “sumisión real” (sinónimo de subsunción) de nuestra existencia a la mercancía y al beneficio, desplegada en todos los ámbitos de nuestra experiencia cotidiana y de nuestro espacio-tiempo. Ninguna sharia podría condicionarnos de una manera más brutal. Más que un futuro de centralidad teocrática, lo que se entrevé es un horizonte de nihilismo tecnológico muy eficaz, hiperproductivo y desesperado.

Fuente original: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=17759

Fuente de traducción: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=17838

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“Invención”: usurpación de lo ya existente

Marx Gómez

Los mismos hombres que establecen las relaciones sociales conforme a su productividad material producen también los principios, las ideas, las categorías conforme a sus relaciones sociales”
Karl Marx

El capitalismo hoy

Lo que caracteriza a cada época económica no es lo que se hace sino cómo se hace y con qué instrumentos se hace. En ese sentido, el conocimiento cobra cada vez más importancia por ser precisamente el determinante de las relaciones sociales de producción que caracterizan este contexto actual, a saber, el capitalismo global, informacional, cuya economía está sustentada, precisamente, en el conocimiento.

Entendiendo que el capitalismo se caracteriza por la concentración de los principales medios de producción en un número de manos cada vez menor; comprendiendo que dicho sistema es un sistema-mundo tal y como lo expresa Wallerstein y que en el mismo la economía-mundo se sustenta en el esquema centro-periferia, podremos visualizar la configuración de la división internacional del trabajo entre países (periféricos) que suministran materia prima y países (centrales) que desarrollan constantemente su industria y procesan el flujo de recursos provenientes de aquellos. En tal esquema podemos situar –económicamente- a los primeros países en el Sur (en vías de desarrollo) y a los últimos en el Norte (países altamente industrializados, desarrollados).

Bajo este esquema, los países centrales no solo procesan la materia prima que proviene del Sur sino que al terminar dicho proceso, sitúan las mercancías en el mercado mundial obteniendo así un segundo beneficio: un flujo neto de capitales del Sur hacia el Norte. Tal es el “negocio redondo” del capitalismo. Para mantener esa faena es necesario, pues, que los países centrales se encarguen de mantener aseguradas sus principales fuentes de recursos, tanto económicos como naturales, y por consiguiente, edificar todo un aparato jurídico-político de pretensiones globales que permitan alcanzar sin muchos contratiempos este objetivo.

Si decimos entonces que el capitalismo se configura hoy alrededor de la información y el conocimiento, es porque los mismos fungen hoy no sólo como mercancía sino como materia prima para el sistema. En el caso de la información podemos visualizar lo anteriormente explicado al observar cuáles son los principales medios de comunicación en el mundo, en manos de quienes están y a qué intereses responden. Cabe preguntarse perfectamente ¿podemos decir realmente que vivimos en una sociedad de la información cuando la mayoría de la información está privatizada?

En el caso del conocimiento, podemos formular una pregunta similar, ¿puede ser esta una sociedad del conocimiento cuando el conocimiento mismo está siendo privatizado cada vez con mayor ferocidad? Tal proceso lo podemos evidenciar en el régimen de Propiedad Intelectual que ha buscado erigirse globalmente.

Un régimen jurídico de opresión

En pocas palabras pudiera decirse que la Propiedad Intelectual supone el reconocimiento de un derecho particular en favor de un autor u otros titulares de derechos, sobre las obras del intelecto humano. Ese es el “cuento bonito” pero lo que no revela esta definición es el hecho de que los Derechos de Propiedad Intelectual protegen a quien comercializa determinado conocimiento, bien sea éste una obra literaria o una invención científica. Y si no olvidamos que los principales medios de producción están en manos de unas pocas personas, fácil podemos evidenciar que el beneficio es para pocos y las consecuencias de tal desigualdad la vivimos muchos.

¿Cómo pasan los Derechos de Propiedad Intelectual a ser un tema de prioridad global? Una estrategia de cuatro pasos permite comprender cómo se da eso. En primer lugar, es necesaria una coalición internacional alrededor de la Propiedad Intelectual conformada por la tríada Estados Unidos, Unión Europea y Japón que se materializa en la edificación de diversos organismos “multilaterales”; en segundo lugar, es imperante el que dicha coalición ejerza su influencia para situar, por medio de foros y demás eventos académicos “neutrales y objetivos”, a la Propiedad Intelectual como punto prioritario en la agenda de todos los países; en tercer lugar resulta vital para el mantenimiento de la hegemonía neoliberal que la coalición sepa contener –y esto conlleva a veces a amenazar- a aquellos países que desempeñan un rol semi-periférico y que puedan representar una posible amenaza para los intereses imperiales, asimismo deben refinar sus tácticas de persuasión para poder garantizar que los países del Sur Global sigan amarrados al régimen de Propiedad Intelectual1; por último, la coalición debe garantizar su hegemonía en el tiempo al establecer modificaciones en los Derechos de Propiedad Intelectual, extendiendo el plazo de concesión de los mismos y alargando con ello los beneficios monopólicos que reciben estos países por concepto de regalías emitidas desde los países del Sur.

Todo este régimen mundial de Propiedad Intelectual apuntala, precisamente, a asegurar que los exportadores netos (los países industrializados) continúen ampliando su control y logren frenar cualquier posible acumulación competitiva. Esto agrava aún más el profundo desequilibrio comercial existente entre el Norte y el Sur y da muestras de que un sistema global de Propiedad Intelectual –de marcado corte neoliberal- les cuesta a los países pobres mucho más de lo que los beneficia comercialmente.

Biopiratería: privatización de la vida misma

Ahora bien, visto el panorama es momento de enfocarnos en el tema que venimos a desarrollar aquí, a saber, la biopiratería como proceso de privatización de la vida misma.

Hablar de biopiratería es hablar de neocolonialismo, de nuevas formas de dominación y explotación, es hablar de cómo la biodiversidad va siendo parte del cumulo de propiedades de unos pocos y de cómo compañías trasnacionales –específicamente las del sector farmacéutico- han usurpado conocimientos milenarios para beneficiarse espantosamente a costa de la miseria y creciente pobreza de los pueblos indígenas.

Es hablar también de la supuesta “salida” que implicaría el regular el acceso a los recursos genéticos, el exigir transparencia en cuanto a la fuente de los recursos a la hora de solicitar una patente por innovación científica y del patentar el conocimiento tradicional. Todo esto no es más que un giro de tuerca que profundiza las actuales depravaciones que se viven en el marco de este sistema y, ¡peor aún!, con tales “soluciones” la biopiratería estaría legalmente permitida y se concebiría ahora como “transacciones comerciales”.

Con o sin soporte legal la biopiratería viene dándose desde 19942 cuando las principales industrias farmacéuticas del mundo lograron ejercer su influencia en la OMC para que ésta impusiera leyes de Propiedad Intelectual sobre los organismos vivos. Podemos definir entonces a la biopiratería como privatización de recursos colectivos y públicos por medio de ¡sistemas jurídicos! que impiden a todos los demás acceder a ellos. Esto es lo que no revela el concepto de patentes hasta ahora hegemonizado: protección al inventor y a su invento que, en este caso, ¡han sido producto de la usurpación del conocimiento de todo un pueblo! ¡La apropiación despiadada de un bien común!

Y es que precisamente de eso se trata: las industrias de biotecnología utilizan el conocimiento ancestral (en este caso, remedios) de los pueblos indígenas para elaborar medicamentos que luego salen al mercado a un precio altísimo y sin repartir beneficios al pueblo usurpado, ¡quien ahora tiene que resarcir económicamente por una actividad que realizaban desde un buen tiempo! El “invento” no es más que la usurpación de las técnicas ya existentes, si acaso con alguna ligera modificación.

El concepto de «biopiratería» supone, pues, que es un derecho natural la posesión de una planta, de variedades animales y de genes humanos. Este monopolio sobre la vida conlleva a tres consecuencias: el aumento desproporcionado de los precios, imposibilitando con ello el acceso por parte de las y los ciudadanos a los “nuevos” desarrollos; el freno a la producción local al recibir una gran cantidad de mercancía importada y al verse debilitada la economía nacional por motivo de la fuga de capitales bajo el concepto de regalías por el uso de estos bienes; y por último, la prohibición de actividades originarias puesto que ahora pasan a ser reconocidas como “invención” de determinada empresa y por consiguiente se rigen por el régimen de Propiedad Intelectual.

La “biopiratería” no es más que un enfoque alternativo, una “salida” digna de los revisionistas. Es la coexistencia con el capitalismo y su explotación avasallante al no oponerse tajantemente a los monopolios biológicos sino “exigir” una mayor redistribución de sus beneficios, es decir, las empresas de biotecnología que incurran en este tipo de acciones y cuyos trabajos se basen en variedades naturales, o en genes humanos descubiertos en países en vías de desarrollo o entre poblaciones indígenas, tendrían que estar obligadas a pagar regalías por ello.

La verdadera transformación, la verdadera acción revolucionaria es liberarse, precisamente, de todos los monopolios biológicos en el marco de una transformación sistémica mayor: el cambio de las actuales relaciones sociales de producción a unas donde el control de los principales medios de producción esté en manos de las y los trabajadores.

En este sentido, cobra una vital relevancia la integración regional y el internacionalismo como baluartes de un proceso de acumulación de fuerzas que permitan ofrecer una férrea resistencia y una lucha profundamente anti imperialista y anti capitalista, construyendo con ello una nueva hegemonía que, a la par de las nuevas relaciones de producción, consolide la edificación de una nueva sociedad.

Concluimos, pues, expresando que el actual régimen de Propiedad Intelectual es inviable para todos los países que se encuentran en una situación de desigualdad frente a los países del Norte industrializado. Asimismo, estas “salidas” que buscan “proteger” el conocimiento tradicional no hacen más que facilitar la transformación de los mismos en mercancías y con ello introducirlas a la “boca del lobo”, es decir, a la lógica del mercado capitalista.

Es necesario avanzar en el proceso de acumulación de fuerzas para construir, desde el Sur Global, una propuesta contra hegemónica que beneficie realmente a los países en desventaja y que, en el marco de la solidaridad entre las naciones, busque ir transformando cada ámbito de esta sociedad que subsiste con el empobrecimiento de cada vez un número mayor de personas.

¡La lucha es nacional por su forma, e internacional por su contenido!

 1 Un ejemplo de ello lo tenemos en la firma del Acuerdo de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), condición previa que establece la OMC para que los países puedan ingresar al organismo.

2 De hecho, hay un incidente anterior: el 12 de abril de 1988, la oficina de patentes de EEUU concedió a DuPont una patente sobre un ratón cuya línea había sido modificada para hacerlo susceptible al cáncer.

Fuente: http://www.aporrea.org/tecno/a126109.html

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El conocimiento: dimensión estratégica para el capitalismo cognitivo

Marx Gómez
Rebelión

Si se nos preguntara cuáles son las condiciones básicas para la existencia de cualquier sociedad, pudiera decirse que son dos: la producción de bienes y servicios, y la reproducción de la especie humana. Tanto la una como la otra están tocadas por un elemento transversal en toda la teoría marxista: el trabajo. De esto se desprende que la manera en cómo nos organizamos para producir y distribuir los bienes elaborados va configurando todo un conjunto de relaciones basadas en torno a este elemento, posibilitando al mismo tiempo el establecimiento de principios, ideas, categorías para la comprensión y aprehensión de la realidad en base a estos múltiples relacionamientos.

Cada época se define, entonces, no en función de lo que se hace en un determinado momento histórico sino en el cómo se hace y con qué instrumentos se hace. Karl Marx en Los Grundrisse (ed. 1972 [iv] ) ya nos asomaba en la parte final del Fragmento sobre las máquinas el papel del saber en la productividad: la noción del general intellect.

Allí planteaba que la naturaleza no construye por sí misma las máquinas y demás instrumentos de trabajo, a lo sumo aporta las materias primas necesarias para que la industria humana transforme las mismas, a través del cerebro humano y de la mano humana, en fuerza objetivada del conocimiento, convirtiéndose éste en una fuerza productiva inmediata. (1972; 230)

A la luz de lo anterior, resulta apropiado decir que el conocimiento cobra una importancia cada vez mayor por ser valor estratégico para organizar el orden actual del capital. La sociedad actual, basada en estas formas de relacionamiento, ha recibido múltiples denominaciones: capitalismo informacional, global, cognitivo, pero capitalismo a fin de cuentas. Su economía se sustenta, entonces, en un realismo material pero con un soporte cognitivo.

Esa “esencia” es la que muchos olvidan con o sin intención cuando hablan con tanta emoción del eufemístico término de Sociedad de la información [v] (Castells; 2000 [vi] ). Esto revela, como bien decíamos líneas arriba, la importancia del conocimiento en la productividad y en las relaciones de poder que se tejen en el marco del sistema-mundo, configurándose así una geopolítica del conocimiento sustentada en el cuarteto Estados Unidos-China-Unión Europea-Japón.

Ahora bien, si en los instrumentos de trabajo se halla objetivado el general intellect ¿qué pasa con el conocimiento que es fuerza productiva inmediata? ¿Al consumirse el capital fijo en el proceso de producción se consume también ese conocimiento objetivado en los instrumentos de trabajo?

Llegamos así a la naturaleza peculiar del conocimiento, “El que recibe una idea mía, recibe instrucción sin disminuir la mía, igual que quien enciende su vela con la mía, recibe luz sin que yo quede a oscuras.” [vii] El conocimiento no se agota en el consumo y en el intercambio reciproco entre seres humanos no hay quienes queden con más conocimientos y otros que queden con menos. Sin embargo, todo aquello que es tan celosamente protegido por el sistema capitalista en una muestra de falso altruismo proveniente de un humanismo inexistente demuestra que aquello que se encuentra en custodia constituye una fuente de riquezas exorbitantes para el mismo. El poder económico requiere, pues, de la monopolización en la difusión de los saberes para poder garantizar un dominio global del conocimiento de la humanidad.

El discurso construido para ejecutar esa protección en aras de “promover el progreso de las ciencias y de las artes” es el de la Propiedad Intelectual. Caracterizado el conocimiento por su abundancia y no por su escasez, al ser apropiado y confinado por parte de los grandes consorcios transnacionales urge crear la escasez a fin de poder dar oferta a esa demanda de conocimiento.

Esa lógica económica [viii] pone en jaque a los sectores estratégicos de todas las economías –más aún las del Sur global-: patentes sobre procesos de producción de alimentos, sobre organismos vivos, sobre medicamentos; la educación se encuentra cada vez más estrangulada por los procesos de privatización tanto exógenos como endógenos; el conocimiento producido por las investigaciones financiadas con fondos públicos es usurpada por compañías trasnacionales; el espíritu que permitió el desarrollo de Internet –la cultura hacker- es constantemente mutilado por el fortalecimiento del software privativo y la intención de prohibir todo tipo de intercambio de contenidos digitales sin costo alguno; y los bienes culturales cada vez están más lejos del dominio público debido al aumento de los plazos de protección monopólica de los mal llamados derechos de “autor” [ix] .

Las leyes erigidas en torno a este concepto –el de la Propiedad Intelectual- se hayan sustentadas en la lógica del capital y pueden considerarse como dispositivos clasificatorios coloniales (Lander; 2002 [x] ) que enuncian las practicas convalidadas y aquellas que han de ser condenadas. “Dios tiene su gloria en su expansión” (Hinkelammert; 2008:31 [xi] ) es la analogía mítica que mejor describe la [ir]racionalidad del capital en la sociedad actual.

Las políticas neoliberales aplicadas en América Latina y todo el mundo a partir de la segunda mitad del siglo pasado posibilitaron la apertura de nuevos campos para la acumulación: la salud, la educación, la vivienda…y el conocimiento. Esto es lo que David Harvey llama acumulación por desposesión, el “nuevo” rostro del imperialismo.

No es secreto para nadie que las instituciones “multilaterales” como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio [xii] y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual le han servido al neoliberalismo como brazos legales para ejecutar sus prácticas coloniales y depredadoras, no sólo de la naturaleza sino de la existencia humana.

Como un último dato – ¡y sobran muchos más!- que revela la importancia estratégica del conocimiento para el capitalismo en la actualidad, tenemos la propuesta del senador republicano Lamar Smith [xiii] de modificar la estructura organizativa de las embajadas de Estados Unidos para incluir la figura del Agregado de Propiedad Intelectual, “diplomáticos” cuyo objetivo es persuadir a los países de adoptar marcos jurídicos similares –por no decir iguales- a los existentes en el país norte americano.

Ciertamente, no existen temas más importantes que otros pero, en el caso aquí presente, urge problematizar y analizar –desde todo el conjunto de las ciencias sociales- todas las implicaciones del actual régimen de Propiedad Intelectual y su amenaza al enriquecimiento material, cognitivo y espiritual de la humanidad. Hay que dejar por sentado que el acto de compartir no es robar y desde allí iniciar todo un ejercicio teórico-práctico que nos ofrezca diferentes alternativas al orden actual del capital.

[i] Recomiendo la lectura del texto Capitalismo cognitivo. Propiedad intelectual y creación colectiva. Puede descargarse desde el siguiente enlace:

http://libros.metabiblioteca.org:8080/bitstream/001/247/8/capitalismocognitivo.pdf

[ii] Este es un breve resumen de la primera sección del segundo capítulo del Trabajo Final de Grado que presenté como requisito para optar al título de sociólogo. Lleva por nombre Una crítica contra hegemónica a la racionalidad del copyright. Puede descargarse desde el siguiente enlace: http://pinoes3coma14.blogspot.com/2012/07/una-critica-contra-hegemonica-la.html

[iii] mjgl1189@gmail.com

[iv] Siglo XXI Editores.

[v] La revolución científico-técnica, profundizada con la aparición y posterior expansión del Internet y las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación en la segunda mitad del siglo XX, ha situado en el imaginario cognitivo esta categoría y su consecuente desarrollo teórico. Al respecto es necesario continuar avanzando en las críticas a la tradición apologética de Manuel Castells que suelen seguir muchos de los estudios sobre la Sociedad del Conocimiento.

[vi] Me refiero al texto de tres tomos La era de la Información.

[vii] Falvinge, Rick (2011) Historia del Copyright. Véase Estados Unidos y las Bibliotecas Públicas en http://partido-pirata.blogspot.com/2011/04/historia-del-copyright-parte-4-por-rick.html Es una cita que hace el autor sobre Thomas Jefferson, uno de los padres de la constitución de los Estados Unidos.

[viii] Que no deja de ser una lógica civilizatoria que nos plantea, según el discurso jurídico, que el acto de producir conocimiento está motivado por el lucro; que es el beneficio económico lo que impulsa la innovación; y que el acto de compartir conocimientos libremente es uno de los mayores delitos en la sociedad actual. Si alguien no ve en esto un profundo absurdo, que me diga entonces ¿qué ve?

[ix] Recomiendo la lectura del texto Derecho de ¿autor? El debate de hoy de la abogada cubana Lillian Álvarez Navarrete. Puede descargarse en el siguiente enlace:

http://copysouth.org/imgs/derecho_de_autor_cuba.pdf

[x] Los civilizados y los barbaros. Disponible en: http://www.nuso.org/upload/articulos/3022_1.pdf

[xi] Hacia una crítica de la razón mítica. Fundación editorial El perro y la rana.

[xii] Y sus correspondientes Acuerdos sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comerció (ADPIC).

[xiii] Lea la noticia completa en http://pinoes3coma14.blogspot.com/2012/07/senador-de-estados-unidos-propone_18.html

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=154785

Fuente de la imagen: http://www.portafolio.co/sites/portafolio.co/files/imagecache/horizontal_articulo/ADMIN.jp

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Capitalismo Cognitivo, otro argumento para reinventarse o morir

Por Laura Rosillo Cascante

El fin del trabajo tal como lo conocemos: artesanos del conocimiento

Comienzo muchas de mis mañanas con la lectura de la prensa digital de la que no me interesa ni política, ni deportes y suelen caer mis ojos sobre secciones consideradas por los periodistas como secundarias: sociedad, cultura, tecnología, …

En realidad busco alimento para mi blog y para mis sesiones sobre cómo Internet nos ha cambiado la vida y la profunda revolución que se está produciendo en el mercado laboral que nos está transformando de empleados en emprendedores y dejo la actualidad para la hora de la sobremesa saltando de canal en canal de televisión, en un vano intento de encontrar información veraz, libre de peajes políticos…, pero este es otro tema.

Esta mañana, navegando, navegando, he topado con un artículo de El Confidencial, 5 razones (no económicas) que te harán perder tu empleo, de Iván Gil, cuya lectura recomiendo, en el que se habla de la muerte de la clase media y de esa profunda transformación que está sufriendo el mercado de trabajo. Según Gil, el talento ya no interesa a las empresas. Transcribo un párrafo que me ha parecido especialmente acertado:

“Los profesionales talentosos son caros, y “las empresas prefieren un ejército de trabajadores mediocres y fieles”, por supuesto mal remunerados, que una estrella con un sueldo anual desorbitado.

Como comenta el empresario norteamericano, los profesionales de recursos humanos se están especializando en “destruir las aspiraciones profesionales de sus mejores trabajadores”, para así ahorrar costes salariales y no tener que ofrecerles mayores privilegios.”

Así la fuerza transformadora, la creatividad, la innovación está saliendo de las empresas para constituir un ejército de nuevos artesanos, los knowmads, trabajadores del conocimiento y la innovación, fácilmente adaptable y que es capaz de trabajar con cualquier persona, en cualquier momento y lugar, según la definición de Cristóbal Cobo en Aprendizaje Invisible.

Si el talento sale fuera de las empresas es porque estamos inmersos en una nueva revolución industrial, lo que ha venido a llamarse el “Capitalismo Cognitivo” o Postfordismo y que según A. Gorz se inicia cuando “el conocimiento se vuelve la fuerza productiva principal, el trabajo inmediato, medible y cuantificable deja de ser la medida de la riqueza, que estará dada de manera creciente por la ciencia y la tecnología, los conocimientos sociales, el poder del cerebro y la formación permanente (Gorz, A. (2003) Lo inmaterial. Conocimiento, valor y capital).

Encuentro en Amphibia, blog del periodista Pablo Mancini un buen resumen del libro de Yann Moulier, Capitalismo Cognitivo:

Yann Moulier Boutang distingue tres configuraciones históricas del capitalismo: la primera es el capitalismo mercantil, basado en la hegemonía de los mecanismos mercantiles (desde principios del siglo XVI y hasta finales del siglo XVII).

La segunda es el capitalismo industrial, basado en la acumulación de capital físico, que tuvo como símbolo a la fábrica. La tercera configuración es la que propone y analiza en el libro: el capitalismo cognitivo, basado en la acumulación de bienes inmateriales y la diseminación del conocimiento.

Yann Moulier Boutang sostiene que el capitalismo cognitivo se basa en un nuevo modo de acumulación en el cual el objeto de acumulación es a su vez la fuente de producción de valor: el procesamiento de enormes volúmenes de información, la acumulación de conocimiento y la producción de innovación.

Lo cual redefine radicalmente lo que se entiende por materia prima, modos de producción, medios de producción, formas de acumulación y producción de valor. En síntesis, intenta el diseño de un plano que de cuenta de esta nueva forma de producción capitalista que llama capitalismo cognitivo.

El punto esencial ya no es la fuerza de trabajo, sino la fuerza de invención y de innovación.

Y como desagregado reticular, el know how que las organizaciones no pueden reducir a mecanismos ni a expresarlos en capital físico para ser acumulado, mucho menos a activos estables controlados. El punto es, entonces, el trabajo inmaterial, el trabajo “abstracto”.

Así pues, de nuevo vuelvo a cuestionarme la función de los Departamentos de Recursos Humanos que tienen que evolucionar hacia la comunicación, relación, coordinación y desarrollo de profesionales externos a la organización que prestarán sus servicios de forma temporal a la empresa y que no estarán sujetos a normas internas… por lo que el “engagement” se producirá con el proyecto, con la idea, pero no con la empresa.

Acabadas reestructuraciones, ERES y demás “ajustes”, lo difícil será para los departamentos de Recursos Humanos, captar talento externo y gestionar redes.
Y aunque ahora estemos en el centro de la vorágine, en el ojo del huracán del tránsito del capitalismo industrial al capitalismo del conocimiento, hay que ponerse manos a la obra en nuestra reconversión individual, en nuestra transformación en artesanos del conocimiento, para que esta nueva era económica nos coja armados y potentes, con la fuerza de la flexibilidad, la capacidad de adaptación, la inmersión tecnológica y en estado Beta, reinventándonos cada día y dueños de nuestro propio destino laboral.

Fuente: http://transdoc.com/articulos/recursos-humanos/Capitalismo-cognitivo-otro-argumento-para-reinventarse-o-morir/43068

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