El Salvador / 17 de diciembre de 2017 / Autor: Susana Joma / Fuente: Elsalvador.com
El estudio ¿Y si no termino la escuela ?, elaborado por la investigadora Carolina Rovira, de la Fundación para la Educación Superior, plantea la urgencia de enfilar baterías para llevar a cero la deserción escolar.
A pesar de que en las últimas décadas se han lanzado varios planes y programas educativos, con el discurso de incrementar la cobertura escolar y retener a los alumnos en las aulas, la realidad de la deserción escolar sigue como piedra de tropiezo para el sistema de enseñanza y por consiguiente para el desarrollo del país.
Eso es lo que pone de nuevo en evidencia el documento “¿Y si no termino la Escuela? La deserción escolar de la juventud salvadoreña entre 15 y 19 años”, el segundo cuadernillo sobre la situación educativa que produce la Fundación para la Educación Superior (FES), de la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), y que se da a conocer hoy.
La investigación, elaborada por la doctora Carolina Rovira, señala que la deserción en ese sector de la población ronda el 37.9 %. Esto implica que cuatro de cada 10 jóvenes que están en ese rango de edad han desertado de la escuela.
“Según los cálculos realizados para esta publicación, al 2016, más de 250,000 jóvenes entre 15 y 19 años, de un total de 682,932, son desertores, no terminarán el bachillerato y sumarán a la mano de obra cuya inserción laboral es precaria”, advierte la investigadora. Tal como muestra, el problema es marcado en el caso de las mujeres con una tasa de deserción que asciende al 39.4 %, comparada con la tasa de los hombres del mismo rango de edad que es de 36.5 %.
Una mirada profunda
Rovira, quien es economista y especialista en educación, explicó que para desarrollar esta investigación utilizó las estadísticas de la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples que la Digestyc hizo en 2016 y publicó en 2017, y le aplicó una metodología que propuso la Cepal, la cual permite ver qué es lo que está pasando en términos de educación en un grupo de edad, durante el año.
Esa metodología de estudio, que ha sido avalada por la Unesco, es diferente a la que mide la deserción de forma intra – anual, es decir en términos de la cifra de alumnos que ingresó al sistema educativo al inicio del año y la cifra de los que terminaron al final del año. Esta última forma de medición es la que más enfoca el Ministerio de Educación Mined (Mined) y las cifras que arroja están por debajo de las que se evidencian en el análisis por sector.
En enero de este año el viceministro de Educación, Francisco Castaneda, reportó que en 2016 la deserción rondó entre el 2.1% y 2.2 % con lo que se habrían desertado unos 35 mil estudiantes. Mientras, en octubre pasado estimó que 2017 cerraría con un 2 % y reportaba que a esa fecha ya se habían retirado 17 mil alumnos.
“Ha sido (un año) muy satisfactorio porque se está cerrando con la tasa de deserción más baja en la historia del país”, aseguró Castaneda.
Sin embargo, el estudio que Rovira elaboró, con apoyo del equipo técnico del FES, llaman a la reflexión de que la situación al enfocarla desde un segmento clave de la población no es tan favorecedora, y que como sociedad se debe dirigir acciones para superar este problema.
Las cifras del estudio de Rovira sí coinciden con lo que dicen otras estadísticas, en relación a que de cada 10 niños que entran a primaria sólo tres llegan y terminan el bachillerato.
Además, el abandono de la escuela por parte de quienes tienen entre 15 y 19 años también destaca más en la zona rural: esta tasa alcanza el 52.4 %, versus el 27.8 % en lo urbano.
¿Porqué dejan la escuela?
De los catorce departamentos los que están a la cabeza en la deserción para este rango de edad es La Unión con 52.6 %, seguido de Chalatenango con 51.2 %y Cabañas con 50.8 %.
Es así como en el estudio ¿Y si no termino la Escuela? plantea que hay variables socio demográficas que determinan mayor probabilidad de que un joven abandone el sistema educativo antes de culminar el bachillerato, entre ellas: vivir en la zona rural; que el hogar no reciba remesas; que en casa no haya presencia de adultos escolarizados, lo cual genera poca valoración de la educación; la violencia y el embarazo adolescente.
La radiografía que Rovira hizo sobre la deserción en este sector no se limitó al estudio de las cifras, sino también fue más allá con entrevistas a profundidad con escolares desertores, un ejercicio que le permitió dar una visión más integral de la problemática.
La especialista, quien fue entrevistada en vísperas de la presentación del estudio, sostiene que a pesar de las diferencias y particularidades de las historias que escucharon, concluyeron que hay dos grandes elementos escondidos detrás de esas decisiones.
El primero de esos elementos que mueve a los escolares a dejar su formación académica de lado, sobre todo a los del área rural, es que no le encuentran sentido al hecho de educarse. En parte eso se debe a que en su entorno empobrecido no se valore la educación, porque consideran que la gente igual ha salido adelante; y por otra parte, aunque tenga apoyo para educarse la oferta que tienen disponible no está acorde a sus necesidades personales, no es práctica, no responde a su realidad y entonces se decepciona.
Un segundo elemento es que en el entorno los patrones culturales pesan mucho, sobre todo para las niñas que en ciertas regiones del país tienen “una presión invisible” para que tengan familia de forma precoz, e incluso sufren de acoso por parte de hombres mucho mayores, tras lo cual también vienen los embaraces precoces, la obligación de empezar a trabajar y como consecuencia se alejan del camino educativo.
La sombra de la violencia
Rovira afirma que la violencia también ejerce una presión fuerte entre los jóvenes, desde el tercer ciclo hasta bachillerato, para interrumpir su educación. Un factor que los directores de los complejos educativos e institutos nacionales también han señalado en los últimos años.
“Los jóvenes están desertando cada vez más en secundaria y aquí el tema de la violencia y el embarazo adolescente son los temas que prevalecen como razones”, detalló la especialista.
En secundaria la deserción de los hombres es de 26.5 % y de las mujeres de un 30.9 %, indicó.
La investigadora de la FES detalló que, además, analizaron las razones que los jóvenes han expuesto en las encuestas de hogares y propósitos múltiples para abandonar los salones de clase, antes de concluir una formación que les asegure un cambio de vida. Al respecto, señala que una de las principales razones para los hombres es lo económico, y eso los lleva a dedicarse a trabajar, pero en el caso de las mujeres la razón más importante está vinculada con asumir las tareas del hogar y el cuido de hermanos.
Sin embargo, la doctora Rovira sostiene que se debe poner atención al argumento de que se van de la escuela con la justificación de que no les interesa, porque bajo ese motivo se pueden estar escondiendo problemas de aprendizaje y el temor a la violencia.
A la luz de las estadísticas y las historias sobre la deserción, Rovira subrayó que este es un indicador al que el país debería de ponerle más atención, porque el que un joven salga del sistema sin tener las competencias necesarias para aprender solo trae grandes costos en términos económicos y sociales.
Llama a tomar acción
“Nosotros queremos que el salvadoreño funcione para su vida diaria, funcione para tomar buenas decisiones, funcione como ciudadano, funcione como ser productivo, y eso requiere mucho más”, aseguró.
Rovira considera necesario generar una política social y una política económica en función de revertir ese indicador, porque según sus palabras eso nos obligaría a afinar el lápiz y apuntar en lugares en donde realmente le está apretando el zapato a la sociedad salvadoreña. Eso según indica no solo es responsabilidad del Ministerio si no de todos los sectores.
“Tiene que ser una política nacional la búsqueda de la cero deserción, porque tenemos que lograr garantizar que nuestra gente termine el bachillerato. Una persona para asegurarse no ser pobre, según las estadísticas, necesita al menos 10 años de estudio, y el país tiene 7.4 años de estudio promedio, y un 40 % de jóvenes que están dejando la escuela antes de estar en bachillerato, con lo cual muchos se están condenando a la pobreza”, dijo.
En la actualidad, según anotó en su trabajo, ninguno de los ocho ejes estratégicos del Plan Nacional de Educación, emitido por el gobierno, se postula de manera explícita la garantía de la permanencia escolar como meta. Hasta el momento sólo el Plan El Salvador Educado, emanado del Consejo Nacional de Educación (Coned), postula el desafío de garantizar los 12 años de escolaridad, así como también la Lepina.
De allí que esta economista y especialista en educación considere que, más allá de los esfuerzos de alfabetización para enseñar a leer y escribir a los adultos rezagados, y más allá de dotar de paquetes escolares a los niños, es necesario lograr que la escuela cuente con profesores que tengan buenas metodología de enseñanza (que trasciendan del dictado y el copiado al análisis), que las escuelas tengan los recursos que generen un ambiente atractivo para estar en ellas y aprender, pero que también, de forma más integral, se piense en resolver problemas de hacinamiento, de salubridad, de acceso a servicios básicos que afectan a las familias y a los escolares.
“En un país donde el acceso al agua es del 75 % hay muchos niños sin acceso al agua. Estos niños, en especial las niñas, van a pasar cinco a seis horas al día acarreando agua y lo hacen en casa y en la escuela. Este tiempo que pierden en estas tareas, por no tener acceso a servicios básicos, los van sacando despacito del trayecto educativo”, puntualizó.
Fuente de la Noticia:
http://www.elsalvador.com/noticias/nacional/428543/jovenes-salvadorenos-siguen-desertando-de-la-educacion-formal/