Redacción: El Mundo/23-01-2019
Una ‘startup’ creada por una refugiada enseña a mujeres afganas a programar aplicaciones con el objetivo de que logren oportunidades de empleo y salarios dignos
En Afganistán hay filas eternas de letras y números inexplicables que están realizando vidas. Tienen nombres crípticos: Java, PHP, C++. Para un grupo creciente de jóvenes afganas, en la remota provincia occidental de Herat, significan educación, trabajo y, sobre todo, futuro. Son códigos de programación y de edición web que, gracias al empeño de la emprendedora Fereshteh Forough y de sus compañeras, se aprenden para tener un empleo en una pequeña escuela local. El resultado está siendo sobresaliente.
«Nací como refugiada en Irán. Vivir en un lugar donde te tratan como un huésped indeseado no fue una experiencia placentera. Acceder incluso a un derecho básico como la educación era un obstáculo«, recuerda Forough, que apenas supera la treintena, a EL MUNDO. «Durante mi viaje vital en la educación hubo muchos altibajos que me llevaron a pensar en cómo mejorar el estatus de la educación de las mujeres en Afganistán, especialmente en tecnología».
La experiencia de aquellos años, en los que se graduó en Informática en la Universidad Técnica de Berlín para regresar luego a su tierra de procedencia familiar, la cristalizó en 2015 en la ‘startup’ ‘Code to Inspire’ (Código para Inspirar). «Las expectativas familiares y sociales respecto a la mujer truncan oportunidades laborales. Establecí Code to Inspire con el objetivo de educar a mujeres afganas en habilidades de programación demandadas, empoderarse y añadir un valor único a sus comunidades», dice la impulsora.
Físicamente, Code to Inspire es un centro que acoge a cerca de 90 chicas -una cifra en aumento-, comenzando en los 14 años y hasta los 28. Según explica Ehsan Ehrari, que adiestra a las alumnas en el desarrollo de videojuegos, la institución promueve y facilita el material necesario para el aprendizaje de códigos de programación a fin de crear videojuegos y de desarrollar páginas web, así como de diseñar con motores gráficos como Photoshop o Blender, un conocido programa de creación en tres dimensiones.
«El código es algo que te permite crear aquello que tienes en la mente», resume Ehrari. «Las estudiantes de clases como la de videojuegos pueden producir sus propias aplicaciones y monotorizarlas, vendiéndolas o incluyendo publicidad», dice. De un modo similar, añade, clientes interesados en abrir un sitio web, por ejemplo, pueden recurrir a la escuela y pagar por el contenido creado. Dentro de las instalaciones disponen de material para llevar a cabo sus tareas, las cuales también pueden llevarse a casa.
Este sistema, detalla el profesor, «es bueno para ellas. Todas las mujeres, incluso aquellas que, por motivos de seguridad, o porque sus familias no les permiten desplazarse lejos de la ciudad o a otra provincia, pueden seguir programando desde casa y ganar dinero«. «Les inspiramos a luchar por su independencia financiera y social», recalca Forough, en un país donde, según la ONU, sólo un 19% de mujeres trabajaba en 2016; cuya tasa de alfabetización femenina es del 17%, menor en ciertas provincias.
De esta forma, Code to Inspire consigue sortear uno de los baches para la mujer afgana, aparte de la violencia sexual y psicológica, que experimenta una mayoría: el rechazo social a una igualdad efectiva. «En Afganistán hay, ciertamente, una sociedad muy tradicional y patriarcal. En muchas familias los hombres son quienes toman las decisiones«, señala la joven emprendedora. «Sin embargo», matiza, «en nuestra escuela involucramos a la familia y a la comunidad local en el proceso educativo».
«Les mostramos el valor de invertir en ellas»
En consecuencia, prosigue Fereshteh Forough, «les mostramos el valor de invertir en ellas. Parte de nuestro trabajo consiste en proporcionar un entorno educativo seguro para que las chicas aprendan habilidades que pueden usar para generar rédito y traer ganancias económicas a sus familias. Una vez éstas ven que hay un valor en educar a estas chicas y darles recursos para respaldar a sus familias en lo económico, cambiará su perspectiva sobre la educación y el empleo de la mujer».
La temática de los videojuegos que han creado las alumnas de Code to Inspire añaden un valor adicional a su tarea: combatir las perniciosas plantaciones de opio; salvar el medio ambiente; ser una heroína afgana capaz de salvar a su familia del hechizo de una bruja. Lo han reconocido Google o la Universidad de California, que han premiado y promocionado Code to Inspire. En su web, la ‘startup’ solicita fondos para que alumnas como Jatereh Mohamadi sigan asegurándose un futuro a golpe de tecleo e ingenio.
«Cuando era niña siempre jugaba a videojuegos», rememora Mohamadi, estudiante universitaria de informática y programadora en Code to Inspire. «Este interés me ha llevado a desarrollar juegos. Ahora, afortunadamente, sé cómo plasmar mis ideas en una aplicación o en un videojuego», dice. La única mujer de seis hermanos, ha creado juegos en dos y tres dimensiones y se está especializando en realidad virtual: «Quiero aprender todo lo posible para establecer mi propia empresa» en Afganistán, asegura.
De forma similar encara el futuro su compañera, Hasina Haidari. «Las afganas tenemos talento y habilidades pero, a veces, estos quedan ocultos por falta de oportunidades», lamenta. Ahora que Code to Inspire busca material para facilitar su desarrollo, como gafas especiales, Haidari se ha centrado también en crear entornos de realidad virtual para, en sus palabras, «crear no un mero entretenimiento, sino juegos para un cambio». Su padre arquitecto, dice, le inspira: «Me ha enseñado que siempre debes aprender y esforzarte y que, hasta tu último momento de vida, tu presencia en el mundo debe ser beneficiosa».
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2019/01/07/5c17b0d1fdddffcf828b45f6.html