Arrebatados del saber

Por: Daliri Oropeza

 

Las personas amestizadas tienen que reflexionar que, al discriminar, racializar, invisibilizar o humillar, reproducen una imposición que les arrebató también la posibilidad de acceder a la cosmoexistencia, el territorio cognitivo y los saberes y prácticas de los pueblos indígenas, los afromexicanos  y las culturas marginalizadas

Enredado en la lengua de los abuelos
Y así comenzó
a colectar semillas
a colectar palabras
a exprimir experiencia
de los grandes tíos
Y tuvo clara su tarea
para hacer en el mundo
tendría que ser un sembrador
al rescate de la vieja lengua
Fragmento de Sembrador de palabras, TíoBad
por Majloc Demon 

En esta pandemia, escuchamos y vemos en redes sociodigitales protestas antirracistas en ciudades tan distintas como Nueva York y Guadalajara. En ellas, multitudes enardecidas derrumban estatuas de conquistadores y traficantes de esclavos. Ajustan cuentas simbólicamente con quienes los han agraviado. George Floyd, Domingo Choc y Giovanni López, los personajes asesinados que motivan esta ola de indignación, son más que víctimas. Son expresión de los privilegios que solo tienen algunos en la sociedad.

La premisa de este breve ensayo en forma de postal es que a las personas “mestizas”* también nos arrebataron el derecho a las lenguas indígenas, prohibiéndolo primeramente a las personas originarias de los territorios a donde llegaron a invadir (y a os blancos ni se diga). ¿Se imaginan hablar en náhuatl en un mercado en pleno Valle de México? Esta premisa es parte de una tesis.

Resalto el modo de ver las lenguas indígenas como las propone la lingüista Yásnaya Elena Aguilar: son un territorio cognitivo. Desde esta punto de partida se puede entender que hay todo un sistema complejo de conocimientos que se expresan a través del modo de comunicar. Un entramado de saberes, acciones y referentes. Sin embargo, todas las lenguas indígenas en México están en riesgo de desaparición.

Es bien sabido que en la actualidad la principal causa para silenciar una lengua es la discriminación. Así ha sido desde la colonización, la evangelización, el proyecto de nación, el sistema mundo con el capitalismo neoliberal. Todas son imposiciones de un modo de ser en el mundo. Todos somos, en distintos grados dependiendo del privilegio, víctimas de la racialización.

Los territorios cognitivos se ocultaron para subsistir. Las personas negaron saberlos, los prohibieron, los dejaron de transmitir… O se las ingeniaron para transmitirlos de modos que no fueran visibles. Desde rituales hasta formas  de comunicación, curación, comercio, vestimenta y organización. Esos saberes se ausentaron ante la visión hegemónica en turno. Yásnaya lo describe:

“La lucha por la vitalidad de nuestras lenguas está también en la primera línea de la lucha por nuestra existencia como pueblos, por nuestros derechos y por nuestra autonomía (…) Una parte importante del proceso racista de amestizamiento implementado por el Estado mexicano implicó arrebatarnos la lengua y luchar por ella tiene una capacidad subversiva potente. Donde el Estado ha dicho “no hables más tu lengua” nosotros podemos decir lo contrario y que cada palabra en ayuujk, en zapoteco o en zoque sea un rotundo NO a las políticas lingüicidas”.

Las personas desindigenizadas, amestizadas, blancas civilizadas, que han normalizado solo hablar español (o inglés), y aceptado que la publicidad solo muestre un fenotipo de persona, y se han acostumbrado a que no hay otro lugar para habitar más que la ciudad, dan por sentado que solo hay un modo de vivir. Una ceguera así abre más las brechas.

Pero, más allá de culpar a las personas desindigenizadas, amestizadas, blancas civilizadas, o denunciar que se esconden en sus privilegios, quisiera invitarles a meditar en las posibilidades de acceder a conocimientos, idiomas o modos de ver los mundos que se han perdido.

Conocen en parte ese mundo porque han visitado las ruinas de civilizaciones Mayas, Mexicas, Tutunacus, Yaquis. Han visto pirámides colosales. Han disfrutado las danzas, los otros calendarios. Muchos de estos vestigios los tienen en pinturas al óleo colgadas en las paredes de sus apartamentos. Se saben su signo maya o su nahual. Han visto a sus abuelas curarse con plantas.

Tiene que haber un despertar de la escucha de las lenguas indígenas, para que su vitalidad se convierta en punto de quiebre para una comprensión profunda de la existencia que compartimos. Esta escucha tiene que estar ligada con la apreciación de tradiciones, rituales, sanaciones que guardan los pueblos indígenas o afromestizos en México.

Estas inquietudes están relacionadas con la curiosidad de querer saber qué dicen quienes se expresan en esa lengua. Esto puede revertir la normalización de la monolengua-monoescucha en la que vivimos. Después de todo, a las personas mestizas también nos arrebataron el derecho a las lenguas indígenas. El estigma es del portador. Pero el saber está vivo en cada persona que hable una lengua indígena.

Para poder revertir de algún modo su desplazamiento, todas las personas estamos obligadas a aprender la lengua indígena más cercana a nuestra geografía. Hay propuestas no tan descabelladas de artistas como Antonio Gritón que proponen hacer obligatoria la materia de náhuatl en el sistema escolar de la Ciudad de México. Tal vez así comprendamos más de nosotros mismos.

Hay que dejar abierto el tema para el diálogo. Hay que activar la escucha  entre quienes deseamos dejar de ejercer el racismo, la discriminación y el clasismo. Busquemos nuevos referentes.

Fuente: https://piedepagina.mx/arrebatados-del-saber/
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Las lágrimas del Tata

Por: Daliri Oropeza

Los ocho pueblos yaquis viven un incremento de los contagios de covid-19 en su territorio. En plena emergencia, donde mueren en sus casas, llega AMLO a reunirse “con ocho gobernadores”. La Tribu Yaqui es reconocida por su capacidad para combinar su lucha por sus demandas ancestrales con la negociación.

“¿Te acuerdas, Tata, de las tierras, de los hospitales, de las escuelas que nos diste? Las tierras nos las han quitado los ricos, los hospitales se han convertido en cuarteles y las escuelas en cantinas.

Cárdenas lloró”.

En septiembre de 1940, cuando tata Lázaro Cárdenas era presidente, publicó un decreto de restitución de tierras a la Tribu Yaqui que duró menos de 20 años.

En la década de los 60, Cárdenas visitó el territorio a petición de los ocho gobernadores de los ocho pueblos yaquis. Lloró después de escuchar que esas tierras estaban (y siguen) en manos de descendientes de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, generales y políticos de Sonora.

Este pasaje, narrado por el periodista e historiador Fernando Benitez en el tercer tomo de Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana, sintetiza el pulso de los yoremes con los yoris.

No solo es un pleito por las tierras. En el decreto estipuló que el Pueblo Yaqui podría disponer durante cada año agrícola, de la mitad del caudal del Río Yaqui almacenado en la Presa “La Angostura”. Nunca se ha cumplido.  A los pocos años se construyeron dos presas más río abajo.

Tan importante es el decreto de Cárdenas, que el nombre que utilizan es “Tribu Yaqui” pues así les reconoce en el papel, asegura la historiadora Raquel Torua Padilla —aunque el término correcto sea pueblo, nación o etnia. Matiza que es incierto si se les restituyo un tercio o un quinto de su territorio original.

Qué caudaloso río alimentarían las lágrimas del Tata si se enterara de lo que sucede ahora.

El presidente Andrés Manuel López Obrador llega a territorio Yaqui este jueves en un momento de desesperación de sus habitantes. La pandemia provoca estragos. Las personas mueren diario en sus casas, sin atención médica. No hay hospitales. Solo hay tres clínicas rurales intermitentes. Los que tienen dinero contratan ambulancias para ir a los Hospitales en Obregón o Guaymas. A muchos los regresan porque no hay espacio.

López Obrador se refiere frecuentemente a Lázaro Cárdenas en sus conferencias. La semana pasada citó su decreto de restitución de tierras para anunciar su segunda visita durante su mandato. Informó que se reunirá con “los gobernadores de los ocho pueblos yaquis en Vicam”.

Esta vez arriba al territorio yoreme en un clima enrarecido, aseguran habitantes e investigadores. En un momento en el que la pandemia está desatada en los ocho pueblos: Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vicam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem.

“Desafortunadamente no llegó el virus a la par que en los demás lugares. Cuando lo anunciaron, la gente no creía. Se preparó, se confinó, y cuando nadie se contagió, dijeron ‘es mentira’; creyeron las falsas noticias. Cuando comenzaron los contagios y las muertes tuvieron miedo de ir a los hospitales. El problema empezó con la industria maquiladora. 3 mil jóvenes yaquis salen de la tribu a trabajar en 3 turnos. Es terrible. Primero dejaron de pagarles su salario completo, sin ir a trabajar les daban el 60%. Pero llegó un momento en que las empresas ya no lo soportaron y es cuando obligaron a trabajar a la gente”, asegura Lorena, habitante de Loma de Guamúchil, que prefiere mantener el anonimato porque se siente insegura en este ambiente raro.

El clima enrarecido no solo tiene que ver con la pandemia. Se deriva de varios otros factores. Para Lorena, surge del anuncio de la presidenta municipal del ayuntamiento de Hermosillo de reactivar la operación y obras del Acueducto Independencia. Esta decisión lleva a habitantes de Loma de Guamúchil a bloquear la carretera para protestar contra el acueducto y demandar el pago por el uso de las vías en su territorio. Ante esto, grupos de choque (ligados a intereses empresariales en la región) bloquearon también la carretera. Adicionalmente, resurgen en la Tribu viejas demandas de restitución de tierras.

Todos estos factores se mezclan con la elección a gobernador de Sonora el siguiente año. Esto lo resalta el investigador del INAH-Sonora, José Luis Moctezuma Zamarrón. Para enrarecer más el clima, como ha documentado, durante la pandemia la empresa IENOVA reparte despensas en 7 pueblos Yaquis donde ya construyó el gasoducto. No reparten en Loma de Bacum, donde impidieron ola construcción y por el cual no se puede poner en operación. Moctezuma resalta que es la primera vez que se frena el tránsito del tren en la región, además de la carretera. En suma, los yaquis no han dicho nada públicamente sobre esta visita de AMLO.

AMLO prometió en su conferencia de prensa visitar este pueblo en resistencia, sin embargo, no lo ha hecho ni está en la agenda de esta gira.

Lorena hace un señalamiento sobre la próxima reunión:

“La tribu, en su ejercicio de autonomía, siempre busca hablar con los más altos niveles. Eso siempre se ha hecho. Lo que está ahorita replicándose, es lo que han hecho en otros sexenios priistas y panistas. Argumentan (los politicos) que se reúnen con los 8 gobernadores, pero se reúnen a sangre y fuego con los 8 sin importar si tienen legitimidad, o si son auténticas autoridades tradicionales”.

De acuerdo con la historiadora Raquel Torua Padilla, el pueblo Yaqui ha logrado acuerdos hasta con Virreyes.

“La primera rebelión de la que se tiene registro en el Yaqui, fue en 1740. Fue por el yugo de las autoridades coloniales y jesuitas, también contra el control de sus pueblos y sus recursos naturales. Se tiene evidencia de que en esos tiempos los capitanes de guerra de apellido Usacamea, alias el Muni (de Rahum), y Basoritimea (de Huírivis), marcharon hacia la ciudad de México. Ahí, entregaron al virrey Vizarrón un pliego petitorio. La demanda más importante fue con respecto a la intromisión de los jesuitas en sus formas de gobierno. Se lograron acuerdos con el virrey”.

La antropóloga y etnohistoriadora Raquel Padilla dejó un legado importante sobre la capacidad negociadora de la Tribu Yaqui en su libro Irredentos Parias. Ahí describe “Tanto la milicia como las autoridades civiles yaquis se han caracterizado por ser grandes negociadores y por saber entablar demandas ante los distintos poderes”.

Raquel Padilla narra en este libro las negociaciones entre los yaquis y Francisco I. Madero. “Una comisión de yaquis viajó hasta el centro y sur del país para presentarle a Madero demandas relacionadas con la tierra, la guerra, y la deportación de sus hermanos yaquis a Yucatán. A cambio, se proponía paz y apoyo político. Se firmó el tratado en la ciudad de México, en Tacubaya, el 1 de septiembre de 1911. Sólo quedó en promesa”.

Moctezuma Zamarrón afirma que los Yaquis se han reunido con todos los presidentes o secretarios de Estado. Resalta la reunión con el entonces presidente Ernesto Zedillo pues de ese encuentro surgieron conflictos de tierras que se arrastran hasta la fecha.

“En 97, después de que tuvieron la reunión con Zedillo, les quitan el territorio conocido como La Cuchilla. Dijeron que los Yaquis habían aceptado la venta. Gracias a los manejos que hace (Manlio Fabio) Beltrones, entonces gobernador, crearon un fideicomiso para la compra de la cuchilla por 40 millones. Los Yaquis inmediatamente se organizan y rechazan a los gobernadores que aceptaron. Así entran en una lucha jurídica que no pasa en México, y se va a la CIDH. Aún se está viendo esta cuestión”.

Esta capacidad negociadora, se debe al modo tradicional en que los ocho pueblos yaquis toman decisiones a través de las asambleas comunitarias. Esta basada en un sistema de cargos que es parte de su cosmoexistencia.

Su gobierno tradicional tiene tres órganos para la toma de decisiones: Civil, religioso y militar. Los tres son igual de importantes, y junto con la asamblea, donde participa toda la comunidad, trazan el rumbo de las decisiones de las comunidades. Sin la figura de pueblo mayor (o consejo de ancianos), sin las autoridades religiosas, sin los habitantes, no hay decisiones.

Los gobernadores tradicionales son portavoces, son “presidentes de la asamblea” y facilitadores de las decisiones. Ellos no deciden. “Lo que no les gusta a los yaquis es que el poder se concentre en una persona”, dice Torua Padilla.

Ante la visita del presidente, “la exigencia sería en el tono de no más violencia al derecho a decidir de los pueblos. Mientras ellos (4T) continúen con la estrategia de reunir 8 pueblos a modo y desconocer al resto, eso no va a llevar nada. En la tribu las decisiones se toman por consenso”, reafirma Lorena.

Aunque AMLO quiera hacer ver que su gobierno tiene diálogo con los pueblos indígenas, porque se sienta con los ocho gobernadores yaquis en plena pandemia, no hay consideración de las demandas en defensa del territorio contra el gasoducto, el acueducto, la presa, los trenes, las industrias, tanto en el Yaqui como en el país.

Después de su primera reunión, en octubre del 2019, el gobierno federal elabora un Plan de Justicia para la Tribu Yaqui y da seguimiento a una Comisión para atender sus demandas. No toca los temas que los defensores de la vida ponen sobre la mesa.

Lejos de solucionar los problemas del pueblo Yaqui, lo que hace el presidente con esta reunión es tender una mera cortina que oculta la continuación de los atropellos de los megaproyectos voraces contra los territorios y pueblos indígenas.

Fuente e imagen: https://piedepagina.mx/las-lagrimas-del-tata/

 

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