La pandemia Covid-19, además de ser un drama humano enorme, ha sido una gran oportunidad para aprender en contextos nuevos. Todos los sectores y todas las personas nos hemos enfrentado a experiencias, situaciones, acciones y decisiones difíciles de prever antes del 13 de marzo, fecha del inicio del confinamiento social y del aumento exponencial del desconfinamiento virtual. Nunca las aulas habían estado más abiertas como ahora. Se han convertido en hiperaulas.
¿Hemos pensado en todo lo que hemos aprendido durante estos meses?
Las realidades han ido cambiando de un día para otro, las adaptaciones han sido continuas, la reinvención personal ha dado paso al descubrimiento de posibilidades personales que quizá desconocíamos en nosotros mismos. Este esfuerzo común ha producido unos resultados que se deberían de poner en común por parte de todos. Desde tantos webinars, reuniones virtuales, estudios, encuestas se sigue profundizando para saber más, para interpretarlo todo y para aportar pautas de cara a futuros desconocidos. Hemos de seguir aprendiendo y reinventándonos.
Aprendizajes
La gestión de tantos conocimientos ha sido una gran oportunidad para profundizar en aquello que tiene un valor enorme en todos los ámbitos: la cultura del aprendizaje, en este caso aplicada a profesionales de la educación que han de seguir aprendiendo para enseñar. Dicho de una forma más actual, la necesidad de una nueva cultura del aprendizaje en las organizaciones de todo tipo, en especial, en aquellas que se plantean que esta cultura sea un eje estratégico para las organizaciones inteligentes. La actual pandemia ha generado un manifiesto interesante y muy necesario también en el mundo educativo: Por una nueva cultura de aprendizaje. Y qué mejor que tenerlo presente también entre quien enseña y aprende -si están de acuerdo con sus principios, lo pueden firmar en el enlace anterior, si bien lo más importante es llevarlo a la práctica-.
Contextos
Mientras tanto, alumnado, familias y profesorado hemos podido generar un nuevo sentido de comunidad educativa -o quizá no-, hemos trabajado con una posible inteligencia colectiva dentro del confinamiento social y en medio del gran desconfinamiento virtual para aprender y liberarse socialmente, hemos probado el paso urgente de la enseñanza presencial a la virtual en cuestión de horas. No quedaba más remedio. Los contextos han implicado el fomento de la responsabilidad individual y colectiva en un entorno desconocido, también para las administraciones.
Protegernos a nosotros mismos para proteger a los otros, gestión de los espacios colectivos y familiares, el nuevo concepto de ecología cívica en tiempos de pandemia, el teletrabajo como forma de superar realidades para algunos distópicas, que cambian de un día para otro. El aula y la hiperaula, con enseñanzas en tiempos sincrónicos y asincrónicos dentro de un contexto hipermedia.
Críticas
Últimamente el mundo docente, en medio de la libertad de expresión, es objeto de algunas críticas mediáticas, una práctica que también afecta a otros sectores y que se ha de encajar con deportividad y lucidez. Quizá algunos grupos sociales y de opinión en medios de comunicación y en redes sociales no valoran al colectivo docente como un auténtico servicio esencial -ahora en línea- que ha llamado a las familias o a los alumnos, que ha respondido infinidad de mensajes, ha compartido videoconferencias, documentos, correcciones, vídeos, grabado cuentos, en un ambiente personal y familiar a menudo tan difícil como en parte de la sociedad. Sin gremialismos y desde la práctica diaria en el aula: las críticas constructivas son muy necesarias para mejorar.
A partir de casos concretos que quizá no han funcionado -y que seguro que habrá- no se deben extrapolar conclusiones globales y menos desde la destrucción. Por otra parte, sobre educación todos entienden y, ante la opinión pública, muchos suelen opinar, menos el profesorado. Como en todas las profesiones, habrá de todo pero una mayoría de docentes no puede volver a clase porque nunca se ha marchado de ella. La virtualidad también es presencialidad en el siglo XXI.
Mientras, dentro del sector educativo, se cae, una vez más y en momentos de excepcionalidad, en la comparación entre centros públicos, privados y concertados -con diferencias a menudo muy reales y cuestionables- como si la educación no fuera un objetivo único común y muy importante para la sociedad a la que servimos. Se trata de aprender de todos, unir fuerzas, reducir diferencias y caminar juntos mirando el futuro.
¿Nos imaginamos las oportunidades para aprender que habría si todos los modelos de centros compartieran aún más lo que hacen, sus recursos, su potencial, los problemas y los conocimientos? Podría ser un buen aprendizaje colectivo para el postconfinamiento. Unir fuerzas para mejorar.
Compartimos
Practicar ejercicios de sinceridad en voz alta y desde la actividad de cada uno de nosotros puede aportar elementos de juicio y estrategias interesantes para el aprendizaje. Invito a todos a practicarlo en el sector laboral personal -educativo o no-, escribiendo en documentos compartidos, en las redes sociales, en los claustros, en reuniones, en las memorias de un curso atípico pero real. ¿Qué hemos aprendido? Será la base argumental para repensar durante los próximos días, sea en julio, septiembre o más allá.
Algunas pautas generales y aprendizajes personales y de mi entorno, desde la práctica diaria de la función directiva, a pie de aula:
- El poder de la re-organización: la organización educativa ha seguido funcionando con un activo desconfinamiento virtual en todos los sentidos y se ha readaptado. Las reuniones online nos han obligado a aprender nuevas herramientas y su técnica, a pautar tiempos, a ser más puntuales, a vigilar la imagen de fondo (a menudo estanterías repletas de libros), a la brevedad, a cerrar los micrófonos, a leer las imágenes entre líneas. También a las dinámicas de pregunta-respuesta en webinars o el estrés de tantas videoncoferencias seguidas -¿para qué tantas?-. Incluso se han potenciado las reuniones entre alumnos con formatos que no practicaban. O quienes han preparado sesiones para profesorado no demasiado experto en esta tecnología.
- El incremento del conocimiento sobre cómo es cada persona durante el confinamiento: si la presencia es habitual en el sistema educativo, el formato digital también transmite cómo eres: cuándo comunicas y cómo lo haces -comunicación verbal y no verbal-, cuándo compartes dudas en grupos de WhatsApp, cuándo demuestras que has leído o no informaciones enviadas, si te dejas guiar por el acto reflejo e impulsivo de preguntar obviedades o repetir preguntas, el grado de cumplimiento de las pautas marcadas, la repercusión del ambiente personal y familiar en el aprendizaje. Nuestra identidad se ha hecho aún más evidente y se ha solapado con la presencial, completando solo una y única.
- El incremento de los conocimientos de todos: descubrimiento de webs y de personas para seguir, seguimiento de propuestas de formación, impulso a la autoformación, el fomento de compartir entre iguales, sean docentes o alumnos. Paralelamente se delatan las personas que han quedado al margen.
- La importancia de la comunicación y de la intercomunicación: informaciones periódicas a docentes, familias y alumnos; canales abiertos con interactividad y colaboración, comunicación interna, externa, horizontal y vertical.
- La gestión de la confusión: hemos aprendido a no decir no sabemos cuando la administración no sabe. Nosotros sí hemos de actuar -en especial los equipos directivos- a partir de consignas abstractas, generalistas y sin implicarse: autonomía de centros y decisiones de los equipos directivos cuando a menudo nadie se atreve a decir ni concretar nada más en medio de la incertidumbre global.
- La eficacia de las responsabilidades personales y de los cargos, con mucho voluntarismo: el liderazgo de los equipos directivos, la efectividad o no de las reuniones online, los planteamientos pedagógicos, el seguimiento y atención personalizada al alumnado, incluso hasta quienes hace días que decidieron desconectarse.
- La gestión online de todos los procesos administrativos: continuos, con aplicativos uno detrás de otro: eficacia e ineficacia a la vez, aciertos y errores, llamadas sin respuestas, incógnitas para resolver dando la cara.
- La conectividad y la equidad tecnológicas: hemos descubierto el valor de que todas las personas tengan acceso a Internet cuando pensábamos que eso era evidente. Las desigualdades tecnológicas descubren auténticas brechas culturales, sociales y económicas. ¿Dónde se encuentra aquella antigua Escuela 2.0 a nivel estatal y las versiones de las comunidades autónomas? Quizá nos hemos enterado de la pobreza económica y de recursos y hemos visto la auténtica y dura realidad de algunas estadísticas en personas concretas y próximas a nuestro entorno educativo, con nombres y apellidos. O también la otra cara, entornos de riqueza y ostentación económica que no colaboran ni se preocupan.
- La importancia de la conexión interpersonal, de su cuidado y de la socialización cuando se ha de prescindir del valor más fuerte de la enseñanza presencial: el contacto.
- Nuestro impacto en el medio ambiente, la posibilidad de transformar, crear, implicarse, ver los efectos de los comportamientos: aire más puro pero exceso de plásticos por todas partes, con desechos de mascarillas, guantes y envases de geles hidroalcohólicos; o el gran consumo de pantallas.
- El aumento de otras visibilidades en Internet: dar valor al trabajo efectuado, colgarlo en espacios web y también atender a las posibilidades de herramientas cada vez más potentes entre adolescentes, como TikTok, que ya desbanca a Instagram y es una gran competidora de Youtube. Se han de crear aliados y aprovechar también dónde está el alumnado.
- El análisis crítico de los datos que hemos regalado y nos han tomado en el período de teletrabajo y desconfinamiento digital desde todos los dispositivos. No solo las consultas a Internet. También en las otras plataformas captadoras continuas de más datos como la TV en streaming: Netflix, HBO Max y similares también nos conocen muy bien. Todos hemos regalado muchos de nosotros.
- La importancia de la empatía con las familias y la transmisión real de optimismo, con la solución de problemas y dudas, siempre que se pueda. Y saber gestionar sus críticas, acertadas o no.
- El papel del alumnado y de las familias, difícil en general, con gran implicación en casa en contextos a veces no demasiado favorables para aprender. Como ejemplo, son significativas las reflexiones en público de adolescentes sobre esta situación.
Nos preguntamos
Para ayudar a reflexionar sobre qué hemos aprendido en los formatos digitales hay muchas estrategias. En esta posible catarsis colectiva comparto cinco preguntas que acabo de formular al claustro, por si pueden ayudar a completar otras propuestas y recibir el feedback de una etapa educativa nunca conocida hasta ahora. Las respuestas después se compartirán con todo el profesorado y servirán para extraer conclusiones y para que la organización educativa mejore:
- A partir del 13 de marzo, ¿con qué estrategias nos hemos adaptado a la enseñanza solo online y la hemos favorecido?
- Ahora que acaba el curso en formato online, ¿qué aspectos -y con qué propuestas de mejora- se deberían potenciar o corregir para un futuro incierto donde la educación online se cree que cada vez estará más presente?
- Ejemplos de evidencias de trabajos o actividades digitales más significativos del alumnado y del profesorado (con una propuesta pedaógica y competencial detrás), fruto del trabajo de estos meses, que estén colgados en portafolios digitales, webs, blogs o redes sociales.
- ¿Qué herramientas digitales utilizadas aconsejarías al resto del claustro por su calidad, facilidad y eficacia pedagógicas? (además de Google Meet, Moodle, Google Classroom y correo electrónico).
- Otras sugerencias constructivas a tener en cuenta para la educación del futuro, en un centro TIC y en un mundo cada vez más digital (con ventajas e inconvenientes).
El aprendizaje y el autoaprendizaje no se detienen. Situaciones como la actual han de reafirmarnos en la importancia de la educación y en el aprovechamiento de las oportunidades que se presentan. Ante el pesimismo, el optimismo constructivo con nuevas miradas ante una realidad cambiante que nos necesita cada vez más.
Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/06/16/desconfinamientos-educativos-y-oportunidades-para-aprender/