Por: Pietro Ameglio
Hiroshima y Nagasaki: Genocidio y Militarización
El exterminio de población, en su forma masiva o selectiva, ha constituido siempre una forma extrema de expansión del sistema capitalista -y de anteriores sistemas también- y de “pedagogía social”, en cuanto a reproducción del gran negocio de la espiral de la guerra, el despojo, la explotación, el delito, la impunidad, el estigma y el castigo ejemplar. Es inherente, casi simbiótico, en esta etapa del desarrollo material de nuestra especie y la violencia normalizada en su orden social. Por otro lado, la pandemia actual es también una forma de exterminio para la especie, más silenciosa pero más letal.
Hay fechas que no se pueden olvidar o normalizar, su re-memoración y reflexión colectivas son una defensa ante el avance de la ignorancia e inhumanidad. La historia se convierte así en un “arma moral” de trascendencia para detener procesos similares que puedan estarse construyendo gracias al “olvido”; una encuesta pública de hace años en Japón marcaba que la mayoría de la población pensaba que la bomba atómica había sido lanzada por la URSS.
El 6 y 9 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó sobre Japón un ataque con el primer uso de armas de destrucción masiva habido en nuestra especie. En marzo de 1945 ya habían bombardeado Tokio durante 6 horas con un saldo de 100 mil muertos y un millón de heridos. En este bombardeo (300 aviones y 2 mil toneladas de bombas), según datos de Miguel Marín Bosch, murió una persona de cada diez; en el de Hiroshima (una bomba de 4400 kilos, un avión) murió el 54% de la población. Según el informe del ejército de EU, lo de Hiroshima “fue 6500 veces más eficiente”. La ONU afirma que en Hiroshima murieron 78 mil personas en el acto y luego 238 mil; en Nagasaki 27 mil en el acto. Sabemos también que hasta hoy la cantidad posterior de muertos y afectados por las radiaciones (“hibakushas”) es brutal. ¿Con qué nombre fueron bautizadas las bombas? “Niño Pequeño” y “Hombre Gordo”. No es poco lo que epistémica y moralmente hay detrás de estos nombres. Buena foto del orden social.
Está ya demostrado ampliamente que la justificación del presidente Truman sobre que esa acción era necesaria para la rendición japonesa fue totalmente falsa, pues el imperio nipón y el Eje estaban ya derrotados. Entre muchas inhumanidades, se trató de un gran experimento científico, en el primer caso con una bomba de uranio, y en el segundo de plutonio, que inauguró la era nuclear y la posibilidad cierta de la destrucción masiva de nuestra especie. Además, no sobra saber que el 8 de agosto del 45, un día antes de Nagasaki, se firmó el Acuerdo de Londres por EU, GB, URSS y Francia, donde se convertía a los crímenes de guerra y contra la humanidad en actos punibles por un tribunal internacional. Esa mayúscula hipocresía en esa fecha, lentamente ha ido tomando forma a partir de la creación del Tribunal Penal Internacional en Roma y La Haya en los 90.
Estas dos acciones de destrucción masiva nos remiten a un tema de fondo de la humanidad que es el genocidio o exeterminio. El concepto fue acuñado por el académico Rafael Lemskin después de la segunda guerra mundial, para juzgar los delitos de los nazis, y deriva de “genos”: estirpe y de “cidio”: asesinato. Se trata de la más inhumana de las acciones colectivas de la especie, pues implica aniquilar a toda una identidad humana y social (religiosa, política, étnica…) en masa, sin que necesariamente nos haya atacado directamente. Como sostiene Juan Carlos Marín, si bien se da en condiciones de guerra es un proceso distinto, pues el combate no significa el aniquilamiento del otro pero el genocidio sí; se trata además de la “acción de muchos sobre pocos”, por los diferentes grados de involucramiento y complicidad necesarios en las sociedades para que se pueda llevar a cabo. (La serie de Netflix “Black Earth Rising” es excelente para entender mejor el genocidio en Ruanda). Por lo tanto, debemos tomar permanentemente conciencia de las etapas de los procesos bélicos en los territorios donde habita nuestro cuerpo y luchar para detener cualquier acción inhumana del proceso de violencia social, para que no escale hasta extremos genocidas.
Por otro lado, Hiroshima y Nagasaki simbolizan también los nuevos procesos de victimización de las guerras contemporáneas: el blanco es la población civil. En la primera guerra mundial murieron 15% de civiles, en la segunda aumentó al 50% y en las guerras posteriores del siglo murieron 90% de civiles frente a un 10% de soldados; la famosa frase de Truman en aquel momento fue: “tenemos el monopolio de la violencia de este tipo de armas de destrucción masiva, y no nos tiembla la mano para usarlas contra la población civil”. Como escuché a un soldado de la ONU en Bosnia en 1993: “el lugar más seguro en una guerra actual es ser militar”. Cerca de Hiroshima había una base militar grande japonesa, que ni fue tocada por la bomba. El piloto Paul Tibbets del “Enola Bay”, que lanzó la primera bomba, declaró: “Nunca hemos librado una condenada guerra…sin que matáramos inocentes…Esa es su mala suerte (de los civiles) por estar ahí”. La culpa recae entonces en la víctima, algo ya casi natural en el México actual en los procesos represivos o de exterminio donde están instalados y normalizados en el poder, los medios y la sociedad civil pre-juicios o frases como: “por algo será”, “algo habrá hecho”, “quién le mandó estar ahí”, “por qué se metió en eso”, “quién sabe en qué andaba”…
Exterminio Masivo en México
En México, a pesar de intentos positivos y valiosos del nuevo gobierno por detener las dos formas de exterminio, disparadas con la muy falsamente llamada “guerra al narco”, éstas no han cesado. En las últimas cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se señala que en la última década ha habido al menos 216 mil homicidios, 1 cada 23 minutos, 68% más que en la década anterior. La gran mayoría de las organizaciones de víctimas y ddhh no hablan de menos de 300 mil asesinatos.
Dos hechos recientes ejemplifican bien esta exterminio colectivo, con masacres: en San Mateo del Mar, Tehuantepec, Oaxaca, fueron acribilladas indiscriminadamente el 21 de junio, por un grupo criminal en una asamblea opositora, 17 personas de la comunidad indígena huave (ikoots). La principal sospecha y responsabilidad recae en la propia autoridad comunitaria caciquil, a raíz de conflictos sociales y políticos fraudulentos que la población busca revertir, y hasta hoy existe total impunidad. Bien titula un importante informe al respecto de la muy comprometida organización EDUCA: “En San Mateo del Mar, hay guerra contra la Asamblea del Pueblo”.
Otro hecho reciente del exterminio masivo en México, fue la masacre de 28 jóvenes en un centro de rehabilitación de adicciones en Irapuato el 1° de julio. También hasta hoy sigue impune este asesinato en masa, perpetrado dentro de la guerra entre grupos del crimen organizado por controlar la plaza.
La otra parte del exterminio masivo la constituyen los desaparecidos: ¡México es el país del mundo con más desaparecidos! Una absoluta catástrofe nacional de magnitud e inmoralidad inimaginables. El 13 de julio pasado la SEGOB presentó un importante Informe donde apunta 73.218 personas desaparecidas desde 1964 hasta la fecha, siendo el 97% de los casos después del 2006. En el periodo de este nuevo gobierno -1° de diciembre de 2018 hasta marzo 2020- se han hallado 1027 fosas clandestinas con 1309 cuerpos, de los cuales se han entregado 311 e identificado (¡muy importante!) 483. La gran mayoría son jóvenes entre 15 y 30 años, siendo mujeres la mayoría en los menores de edad. Según declaró la Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas: “La juventud se está desapareciendo” (14-7-20). El hecho social brutal de la masacre en el albergue de Irapuato es una muy clara fotografía sobre este exterminio que algunos llaman “juvenicidio”.
Las organizaciones de víctimas hablan claramente de cifras mucho mayores. Y aún en medio de esta pandemia con el enorme riesgo que entraña para las vidas, no han cesado en todos los estados de realizar búsquedas en campo, plantones y marchas ante las distintas autoridades responsables de agilizar las búsquedas e identificaciones forenses.
Exterminio Selectivo en México
El exterminio selectivo de activistas sociales, defensores de ddhh, periodistas, miembros de la actividad política partidista o autoridades, es un hecho social recurrente en muchas partes del mundo, especialmente en las menos “desarrolladas”. Se busca con ello inhibir, aterrorizar a la población en general y con identidades similares a la víctimas, en sus protestas contra los diferentes poderes. Y dentro de ese exterminio, predomina el de los activistas ambientales; en su reciente Informe la organización Global Witness señala el asesinato de al menos 212 “defensores ambientales” en 2019 en el mundo, ocupando México el cuarto lugar con 18 casos (La Jornada, 29-7-20) y siendo América Latina la región más letal (en Colombia, Indepaz señala que ya han sido asesinados 152 líderes comunitarios en este año). Organizaciones de ddhh mexicanas, en mayo, denunciaron que durante la pandemia habían sido asesinadas “4 personas defensoras como represalia por la defensa de ddhh que realizaban…y al menos 30 defensores de ddhh y ambientalistas han sido asesinados en lo que va del sexenio” (Desinformémonos, 16-5-20).
Asimismo, la organización Consorcio Oaxaca (Yésica Sánchez) denuncia que de enero a junio de este año se han dado 266 ataques contra mujeres defensoras de ddhh (La Jornada, 15-7-20). Por su parte, en la base de datos del Serpaj (Gabriela Amor) hay registros comparativos -entre enero y abril- de 72 asesinatos de activistas sociales, periodistas y personas del ámbito político en el 2018; 36 en 2019 y 45 en 2020.
Como modo de ejemplificación, y de rescatar algunas de esas tan valiosas personas victimadas por defender causas justicieras, en tiempos recientes de México se han dado los asesinatos de: Paulina Gómez -guardiana de Wirikuta- el 19 de marzo en Zacatecas; María Elena Ferral -periodista del Diario de Xalapa- el 30 de marzo en Veracruz; Adán Vez Lira -ambientalista antiminería- en Veracruz; los ambientalistas rarámuris contra la tala de bosques Juan Zamarrón el 1° de abril, Carlos Lozano con otras 4 personas el 18 de abril, Juan Zamarripa el 22 de abril en Chihuahua; Jesús Memije -Comisión Estatal de DDHH de Guerrero- el 24 de abril junto a su hijo Uriel; Jorge Armenta -periodista de El Tiempo- el 15 de mayo en Sonora; ataques fallidos y amenazas de muerte a los periodistas Carlos Sánchez -ayuntamiento Matías Romero, Oaxaca- el 17 de junio y Luis Rodríguez -noticiero de Durango- el 18 de junio; María Martínez -rectora de la universidad Valladolid- el 29 de junio; José Trinidad -profesor CNTE- el 16 de julio en Oaxaca; Pablo Morrugares -periodista PM Noticias/Diario de Iguala- el 2 de agosto en Guerrero; balearon el Diario de Iguala el 4 de agosto; Luis Ochoa -periodista La Voz de Michoacán- el 5 de agosto en Michoacán….
En Morelos, Samir Flores Soberanes fue un gran compañero de muchos años, ejemplar en su vida, en la coherencia de su testimonio de lucha ambientalista, de los derechos humanos, y compromiso con los pueblos indígenas-campesinos, con el zapatismo y el CNI en su lucha por construir la autonomía. En los últimos años, Samir fue emblemático en su liderazgo contra el gasoducto, acueducto y termoeléctrica del Proyecto Integral Morelos. Fue asesinado por pistoleros muy temprano en la puerta de su casa en Amilcingo, el 20 de febrero del 2019, poco antes de ir a la radio comunitaria Amiltzinko, fundada por él con otros el 6 de enero del 2013. El pasado 2 de agosto hubiera cumplido 38 años, junto a su joven esposa Liliana Velázquez, sus 3 hijas y un hijo de 17, 13, 7 y 3 años. Poco días antes, se graduó la primera generación de niñas y niños de la escuela primaria dedicada a su nombre, en esa comunidad, misma que es fruto de una larga lucha de madres y padres, junto a compañerxs solidarixs, frente a grupos de poder caciquiles de la zona. El enfoque de construcción de autonomía y lucha comunitaria hacia estos niños y niñas, lo dijo bien Samir: “Enseñarles a levantar los ojos, a alzar la voz, o de lo contrario con la omisión estaríamos enseñándoles a agachar la cabeza, a parar el lomo y que nos vengan a joder en el momento que quieran”.
Ahora, un desafío muy justo donde sumarnos, es el Proyecto “Samir: en defensa de la vida y un habitar digno” (https://donadora.org/campanas/proyecto-samir), donde se busca construir colectivamente una casa para su familia en Amilcingo. Se trata de una acción de lucha para combatir el exterminio selectivo de un gran activista social indígena nahuatl, construyendo verdad, justicia, reparación y memoria, haciendo real la consigna de “La lucha sigue, sigue…y sigue”.
Fuente: https://desinformemonos.org/el-exterminio-hiroshima-y-mexico-uno-instantaneo-y-otro-en-una-decada/