La Batalla por Hong Kong

Por: Heinz Dieterich

  1. Mártires para progresar

El 70 aniversario de la Fundación de la República Popular de China, mañana, 1 de octubre, es un día clave en la batalla estratégica por Hong Kong, entre el capitalismo estadounidense de Donald Trump y el socialismo chino del presidente Xi. Washington organizó una “Marcha Global Anti Totalitarismo” con símbolos nazis (svásticas) contra China en decenas de países, el 29 de septiembre. Mañana instrumenta una marcha en Hong Kong, con manifestantes vestidos de negro y grupos vándalos paramilitarizados. Ambas “manifestaciones” –coordenadas globalmente por la CIA vía “telegram”, coreografeados con el discurso anti-China de Trump en la ONU (24.9. 2019) y la ratificación del Hong Kong Human Rights and Democracy Act en comités del Congreso estadounidense (25.9.)– son parte del plan de balcanización de China. Para Hong Kong, Washington espera ansiosamente que haya “mártires”, para que su máquina mediática mundial (Fox, CNN, BBC, Deutsche Welle etc.) puede “revolotear” su imagen incesantemente por los hogares del mundo. No en balde, sus manuales de guerra subversiva enfatizan que “todo movimiento necesita mártires”, para progresar.

  1. ¿Usar los tanques?

Para el Partido Comunista de China (PCC), la trampa puesta es difícil de evadir. El dilema ante la astuta maniobra de balcanización del imperialismo que, mutatis mutandis, es semejante al proyecto de balcanización de México, puede resumirse en la pregunta: ¿Cómo desactivar la subversión occidental (revolución de color) en Hong Kong, sin recurrir a la represión militar masiva de la plaza Tian An Men de 1989? Pero, al mismo tiempo ¿sin perder la guerra anti-China como la perdió el régimen de Ucrania en el EuroMaidán, en 2013?  La solución de este dilema decidirá, en buena medida, si el futuro de la humanidad será socialista o capitalista.

  1. Madre Teresa vs la Revolución de Color

Carrie Lam, la gobernadora de Hong Kong, ha manejado el peligro de la subversión Made in USA y patrocinado por George Soros, con la misma ineptitud, con que la centroizquierda latinoamericana (Lula, Rousseff, Kirchner, Correa) perdió la batalla contra la subversión oligárquica. Y, dicho sea de paso, con la misma ineptitud, con que la autoridad actúa ante los grupos de choque desestabilizadores de la derecha y ultraizquierda en la Ciudad de México.

Carrie Lam, educada en el católico-romano St. Francis’ Canossian College, cumple religiosamente con los mitos de tolerancia de la democracia liberal burguesa, que ningún presidente burgués (Donald Trump, Boris Johnson, Benjamín Netanyahu), ni ninguna persona realista, toma en serio. Lam opera con la postura de la Madre Teresa de Calcuta, cuando el momento histórico exige, que defienda la autoridad del Estado con el legítimo uso del poder del Estado —das legitime Monopol staatlicher Gewalt, en la clásica formulación de Max Weber– que se deriva del mandato electoral de las mayorías. El resultado de esta “tolerancia represiva” (H. Marcuse) ante los jóvenes robotizados del capitalismo global ha sido el crecimiento de la rebelión organizada por Washington. Si llega a correr la sangre en Hong Kong, será por que los ineptos soñadores globales de la democracia burguesa y de la tolerancia represiva no ven el bosque por los árboles. No ven, que la caritativa Madre de Calcuta fue simplemente un instrumento de los jefes de la más prolongada Monarquía Absoluta feudal y del primer Estado global de la historia: el Vaticano. Y que los programadores de las cabezas de los jóvenes hongkongeses se llaman George Soros y la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.

  1. Pésimo manejo de la desestabilización

La crítica situación en Hong Kong se debe, esencialmente, a tres factores:

4.1. La policía no está preparada para ese tipo de subversión masiva organizada; carece del equipo necesario para el control de multitudes; no tiene preparación táctica, ni psicológica para enfrentar los grupos de choque; no tiene el número de efectivos necesario para controlar simultáneamente a los vándalos, proteger objetos y controlar a las masas; tampoco existe un respaldo paramilitar, como en las democracias burguesas, por ejemplo, la Guardia Nacional en Estados Unidos o la Gendarmería en Francia.

4.2Los jueces del enclave son parte integral de la subversión. Dejan libre a los líderes de los disturbios con cantidades ridículas de libertad bajo fianza y a sabiendas, que tomarán el próximo avión a Washington o Tokio para escaparse. Los jueces de Hong Kong, como en toda sociedad de clase, son parte de la élite y protegen los intereses dominantes. Por entrenamiento, intereses personales, valores capitalistas, arrogancia primermundista, racismo, falta de ética e idolatría de la cultura británica –similar a la de las élites indias– operan a favor del decadente sistema imperial británico. Su centro de referencia valórica es Londres, no Beijing. Son el caballo de Troya de la República Popular de China.

4.3. Sería impensable que en Estados Unidos se tolerara esos riots durante tanto tiempo. A los líderes, Washington ya les hubiera aplicado el RICO Act y un programa de contrainteligencia como las que usaron para destruir a los Black Panthers y el American Indian Movement. Tampoco permitirían que los grupos de choque salgan armados y cubiertas las caras, para agredir a policías, civiles y legados históricos. En Alemania, para citar otro ejemplo de democracia occidental, está prohibido manifestarse con la cara cubierta.

  1. Debilidad estratégica propagandística

El panorama en Hong Kong –una policía incapaz de controlar a los desestabilizadores, una justicia cómplice, una gobernadora sin carisma, stamina (dureza ejecutiva) y proyección de fuerza– se agrava, por la inocua propaganda de las autoridades chinas. Su discurso, presentado de manera defensiva, con una postura de mala conciencia, en el nivel de la ideología democrática burguesa, no convence a nadie. Carrie Lam debía haber implementado desde tiempo atrás una narrativa ofensiva, basada en los grandes logros del socialismo chino y la constitucionalidad de su praxis política, derivada del principio de “un país, dos sistemas”.

  1. Big Brother, sectaristas y oportunistas

El tipo de movimiento de protesta hongkonges, organizado según los cánones de la revolución de color y de la teoría de la identidad social, se compone de tres elementos claves: a) el liderazgo científico, orquestado por la CIA y los servicios secretos británicos; b) jóvenes activistas sectarios, que confunden sus sueños y utopías con la realidad objetiva y, c) una base social manipulada. Para neutralizar este tipo de subversión, las autoridades tienen que responder de una manera diferenciada. Neutralizar a los servicios secretos occidentales es tarea de los think tanks y altos órganos estatales. La violencia de los sectaristas, sean hombres o mujeres, tiene que ser reprimida dentro de la ley, mientras que la base social debe ser concientizada sobre lo que está en juego. La idea del jefe de la policía de la Ciudad de México, de que la policía no debe reprimir, sino “proteger”, es un disparate digno de la época del flower power de Woodstock.

  1. ¿Capitalismo o Socialismo?

En Hong Kong, ese nirvana del gran capital financiero e inmobiliario parasitario, nacido de los negocios de opio y heroína de la monarquía británica hace 177 años, el futuro posible para la juventud es el modelo chino, cuyos adelantos pueden observar delante de sus narices, en Shenzhen, a 5 dólares y 27 kilómetros de su enclave isleño, en Guangzhou: una de las ciudades más hermosas y modernas del mundo. La economía de Hong Kong es del pasado británico: capital financiero, bienes raíces, turismo. El futuro lo ha estado creando el Partido Comunista de China con alta tecnología, sacando a 700 millones de personas de la pobreza, escuelas de excelencia, combate a la corrupción, altas tasas de crecimiento económico y una tasa de desempleo debajo del 4%. El error de Beijing fue, no divulgar masivamente esa hazaña de setenta años en Hong Kong –por respetar el tratado de transferencia de la soberanía con Londres–  y dejar, en consecuencia, la formación de la identidad de los jóvenes en Hong Kong en manos del sistema capitalista burgués. Por la misma razón, muchos de los jóvenes hongkongeses, angustiados por la gentrificación y plutocratización de la ciudad, cuyas reglas de mercado capitalista y de democracia burguesa no les ofrecen un futuro seguro, no saben de las reformas de “apertura y reforma” estructurales, que han convertido a China en la primera superpotencia del mundo, y que en Hong Kong nunca se han aplicado.

  1. Vencer a la agresión

Ahora, ante la criminal e ilegítima agresión por parte de Washington, China debe recuperar la autoridad del Estado en Hong Kong, usando cuatro estratagemas: el legítimo uso del poder del Estado; una clara narrativa jurídica-política del carácter de clase socialista de su muy exitoso sistema; la legalidad constitucional de su actuación en la isla y la clara advertencia a Washington, que la soberanía nacional será defendida a todo precio, incluso una guerra nuclear. Este es el único lenguaje que el imperio depredador del Norte respeta.

Fuente: https://aristeguinoticias.com/3009/opinion/la-batalla-por-hong-kong-articulo/

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