En una fecha decisiva del calendario electoral en Argentina se confirmaron las alianzas vigentes. El panperonismo cambió de nombre -quizás una forma de disimular un fracaso-, mientras se cruzan durísimas acusaciones internas, al igual que en la coalición neoliberal Juntos por el Cambio.
Subsiste en el país una superestructura política que no termina de morir, alejada de la evolución del proceso político, mientras se calcula que la inflación anual rondará el 100 por ciento, y crecen la desocupación y la inseguridad alimentaria.
Si se anualiza la inflación de un 8,1% promedio de los dos últimos meses, la suba de precios en el año alcanzaría 155%. La tasa de interés de Banco Central, referencia para los plazos fijos, está en 155% anual.Quizás el factor que defina el escenario de los próximos meses es lo que se acuerde o no con el FMI, con la esperanza de recibir dólares frescos y poder usarlos para intervenir en el mercado cambiario.
En la provincia de Jujuy, el gobierno a cargo del dirigente radical (opositor) Gerardo Morales desató una represión salvaje sobre los trabajadores y las comunidades que protestan contra una Reforma Constitucional a todas luces reaccionaria, que pretende legalizar la persecución a movimientos sociales en nombre una paz de cementerios y mantiene desde hace casi ocho años presos políticos, como es el caso de Milagro Sala.
En la Ciudad de Buenos Aires, el poder ejecutivo que comanda el candidato a presidente de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, desalojó violentamente a las mujeres de Casa Pringles, una experiencia feminista muy interesante. ¿Estos hechos anticipan los tiempos que vendrán en la Argentina?
Las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) se realizarán el 13 de agosto. Todos los partidos que se presenten a ellas deberán obtener el 1,5 por ciento de los votos “válidamente emitidos” para poder acceder a las elecciones nacionales del 22 de octubre, en las que se definirá quién será el nuevo presidente y se renovarán la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado.
Desde los medios se insiste en una derechización del escenario electoral, alentada y sobreanalizada desde los medios, que no logra que la población pierda de vista un trasfondo de crisis que no terminará con las elecciones ni el 10 de diciembre, cuando un nuevo gobierno, de cualquier signo, intente aplicar nuevos planes de ajuste.
Acorralados en sus propios mundos, el neoliberal Juntos por el Cambio y el oficialista Frente de Todos sobreviven la incertidumbre, fracturas, rompimientos y cambios de nombre de cara a los comicios generales de agosto. En pleno cierre de alianzas entre los partidos que competirán en las elecciones nacionales, el oficialismo panperonista -quizá para disimular su fracaso- dejará la denominación de Frente de Todos para llamarse Unión por la Patria.
Elegir el término “Patria” para la nueva denominación y centrar la prioridad en una nueva relación con el FMI que elimine los condicionamientos a la política económica empezaron a definir el eje programático que planteó la vicepresidenta Cristina Kirchner. Las escaramuzas para ordenar la interna panperonista eran previsibles y peligrosas para la nueva alianza que se mueve en un camino finito de crítica al gobierno (¿propio?) y de tratar al mismo tiempo de no expulsarlo y contenerlo.
Por su parte, la principal coalición opositora confirmó que sostendrá la neoliberal Juntos por el Cambio como expresión de alianza, en medio de ríspidas negociaciones y definiciones respecto a su conformación final, demostración de un cuadro perfecto de crisis del regimen político del país.
Las primeras definiciones de la flamante coalición panperonista, que en rigor tiene en su interior a las mismas fuerzas que formaron el Frente de Todos en 2019, da cuenta de uno de los objetivos del nuevo nombre: polarizar con la derecha como defensora de la dolarización, del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, y la extranjerización de los recursos estratégicos, entre otras cosas.
Los medios hegemónicos vienen repitiendo la película de una derrota peronista lineal y previsible, pero Juntos por el Cambio, que aparecía hasta hace poco como ganador casi inevitable de la elección, también atraviesa una profunda crisis.
Sus partidos están partidos: por un lado Patricia Bullrich apoyada por el expresidente Mauricio Macri y el “Grupo Malbec” del radicalismo se enfreta a Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la capital, que junto con el radical Gerardo Morales y la Coalición Cívica, emiten comunicados seriales llamando a una mayor amplitud de alianzas.
El cambio de nombre de la alianza oficialista, no es para nada inocente: trata de desligarse de la apática figura presidencial de Alberto Fernández, que ante la realidad debió abandonar el sueño de ir por su reelección. El peronismo no quiere cargar con el peso del fracaso.El primer comunicado de la nueva Unión por la Patria repitió fórmulas rituales como aquello del «crecimiento con inclusión social» pero, sobre todo el piso de participación de cada sector en las listas para las elecciones.
Mientras el kirchnerismo y el Frente Renovador del actual ministro de Economía Sergio Massa proponían que fuera del 40 por ciento, desde el sector del exvicepresidente Daniel Sioli y Alberto Fernández impusieron que fuera el 25, apelando a recurrir al “partido judicial”, el mismo que proscribió a la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, para dirimir el tema.
En medio del cierre de las candidaturas, la vicepresidenta habló desde la sureña provincia de Santa Cruz para dejar en claro que quiere gobernantes “con experiencia en la gestión pública». El más elogiado fue Axel Kicillof, a quien le reconoció que había advertido sobre el Fondo Monetario Internacional: “Kicillof lo advirtió y hoy estamos ahí, en el FMI, con una terrible deuda. Además, hay sobretasa de interés por la magnitud del préstamo acordado”.
“Cuando el FMI irrumpe en un país después de un préstamo de la magnitud que le dieron a Argentina, hay que decirle a la sociedad la verdad. Si tenés que firmar porque tenes la 45 en la cabeza, tenes que decirles que te hacen firmar. Porque, después de todo, ese préstamo no es responsabilidad de este gobierno. La sufre este gobierno y la sociedad argentina, pero creo que es hora de comenzar a hablarle con la verdad a la sociedad”, dijo.
Resta ver antes del 24 de junio qué candidatos se confirman y si esa unidad tendrá el formato de lista única, o si habrá un capítulo de disputa en las PASO antes de llegar todos con la misma boleta a octubre, como parece lo más probable. La opción de un salto nacional (a la presidencia) del exministro de Economía y hoy gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof ,volvió a cobrar fuerza.
A horas del cierre de alianzas en Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta nuevamente subieron el tono de la disputa.»Sumamos en esta nueva etapa a José Luis Espert y el GEN de Margarita Stolbizer y vamos a seguir sumando», lanzó Rodríguez Larreta y reiteró que su intención es que el gobernador cordobés Juan Schiaretti participe del armado electoral. Bullrich ratificó su plan de ajuste y salió a proteger a su potencial aliado el “libertariano” Javier Milei.
Los medios de comunicación hegemónicos son parte del desfasaje: sus coberturas políticas, dedicadas en un 99 % a reflejar y analizar las internas del peronismo, de Juntos por el Cambio y la evolución del ultraderechista Javier Milei, están a trasmano de la vida real, de los procesos políticos y de los paros, piquetes y movilizaciones de un abajo que se mueve, contra los bajos salarios, la desocupación y el hambre.
Pero la realidad que más allá del impacto mediático, a Milei no le va bien. En los procesos electorales en varias provincias hizo apuestas fuertes y le fue entre mal y peor. En el mundo politizado del periodismo e incluso de la academia se sacaron conclusiones de mínima apresuradas, en base a un solo elemento: las encuestas.
Y, se comenzó a afirmar que la sociedad giró unilateralmente a la derecha, especialmente los jóvenes, que Milei expresaba la rabia. Pero varios estudios de opinión cualitativos muestran cierta inconsistencia incluso entre los que dicen que votarían por Milei, pero defienden las empresas públicas, la salud y la educación pública, todos derechos que el programa libertariano quiere liquidar lisa y llanamente.
Como suele ocurrir ante las coyunturas electorales, y más en el escenario de insatisfacción y frustración frente a unas democracias que durante varias décadas solo han garantizado algunas libertades formales sin avanzar resueltamente hacia la justicia social, el tira y afloje entre las coaliciones en competencia han convertido a la Argentina mediática en un pandemonio. Terminado el Mundial de Fútbol hay que hablar de las elecciones.
Un régimen político que aparenta continuidad, aparece desfasado ya del proceso político real, desgarradas las coaliciones internamente y en crisis con sus propias bases electorales, continúan adelante a pesar de todo. Son la expresión de lo viejo que no termina de morir. Decía Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».
El economista Horacio Rovelli señala que el salario mínimo en EEUU es de 2.000 dólares por mes y en la Argentina de 310 dólares al tipo de cambio oficial y de 160 dólares al cambio paralelo, mientras la inflación quizá supere el 100% este año.
Algo ya parece seguro: el próximo gobierno nacerá débil y condicionado por la inmensa deuda externa, lo que adelanta nuevas crisis y convulsiones de una futura gestión que intentará continuar planes de ajuste y sumisión al FMI en la Argentina de la crisis permanente.
O del estallido que algunos agoreros vaticinan, como hace 22 años, con el entonces presidente Fernando de la Rúa huyendo en helicóptero desde la Casa Rosada. Mientras, en las plataformas se difunde el filme “Diciembre 2001”, basado en el libro «El palacio y la calle» del periodista Miguel Bonasso. Cualquier similitud no es mera coincidencia.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).