Las estudiantes de secundaria, las protagonistas más jóvenes de la lucha por el aborto legal en Argentina

 Reivindican, entre otras cosas, que haya una buena educación afectivo sexual. De hecho, ya han comenzado a impartirlas allá donde pueden llegar.

Meritxell Freixas Martorell

“En las escuelas no se nos incentiva a hacer preguntas y menos entonces se nos otorgan respuestas. Lo que se demanda es información. Queremos que nos enseñen que la diversidad sexual existe, que nos hablen del ejercicio del placer, que nos introduzcan al mundo de la anticoncepción, y cómo es posible que a cambio se nos ofrezca oídos sordos, miradas llenas de juicio, y órdenes que parecen ineludibles en cuanto a la maternidad”. Es parte del discurso que Ofelia Fernández, líder estudiantil de los colegios de secundaria de Argentina, ofreció ante los diputados y diputadas de este país en mayo, antes de la polémica votación del proyecto de ley de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

“¿Cuándo firmamos un contrato diciendo que sí o sí íbamos a querer ser madres? ¿Cuándo mostramos disposición a que los deseos de las instituciones sean más importantes que los nuestros deseos? […] Nos abusan a veces hasta en nuestras propias casas y lo que yo me pregunto es ¿dónde están todos estos defensores de la integridad, la vida y la moral cuando estamos en verdadero peligro?”, interpeló la joven, una de los 600 expositores en las audiencias para debatir la iniciativa en la Cámara.

El discurso de la dirigente estudiantil era la clara evidencia de que alguna cosa ha cambiado en las aulas de las escuelas e institutos de Argentina. La forma como la reivindicación ha permeado a esta generación de jóvenes no puede separarse de la perseverante campaña por el aborto legal, seguro y gratuito de las feministas del país y el auge del movimiento feminista a nivel mundial.

Interpeladas por la campaña

Las primeras manifestaciones masivas de las feministas se convocaron en 2015, bajo la consigna “Ni una menos”, a raíz del asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años embarazada que murió a manos de su novio. El movimiento contra la violencia hacia las mujeres fue tomando fuerza, junto con la campaña que desde mediados de los 2000 se lanzó a favor de la despenalización de la interrupción del embarazo.

“Dentro del movimiento estudiantil, esa demanda estaba instalada desde hacía muchos años, pero empezó a visibilizarse a finales del año pasado, cuando las escuelas llevaron a cabo una movida por la educación sexual integral y los anticonceptivos, en la que empezamos a visualizar que tal vez era posible aprobar la legalización del aborto en Argentina. Eso nos dio el impulso para transformar la reivindicación en la cuarta ola feminista”, explica Sofía Zibecchi, presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Federico García Lorca de Buenos Aires.

Zibecchi, de 18 años, dice que las estudiantes se sintieron “interpeladas directamente” por la campaña del aborto legal, sobre todo cuando vieron opciones reales de convertir el proyecto en ley.

Con un discurso en el que está totalmente normalizado el uso de la e inclusiva para todas las identidades posibles, la dirigente estudiantil subraya: “Nosotres somos les que no tenemos educación sexual integral, muches abortaron o tuvieron que acompañar a amigas a abortar y a partir de ahí entendimos que era necesario y que era una situación de vida o muerte. Nosotres éramos las que teníamos que exigirlo con más fuerza porque somos quienes estamos pegando esto”.

Por ahora, y tras el veto del Senado el pasado mes de agosto, el aborto sigue siendo ilegal en Argentina. La normativa actual se remonta a 1921 y sólo autoriza la interrupción del embarazo en caso de violación o de grave riesgo para la madre. Para el resto, está penado con hasta cuatro años de cárcel. El proyecto establecía la posibilidad de abortar hasta la semana 14 de gestación dentro del sistema público de salud de manera gratuita. Pese a la prohibición de iure, avanza la legalización de facto y la despenalización social es cada vez más un hecho.

Según el Ministerio de Salud argentino, en 2016 murieron 245 mujeres embarazadas por distintas causas. De este total, el 17,6% (43 defunciones) fueron muertes por un “embarazo terminado en aborto”. La interrupción voluntaria del embarazo continúa siendo la principal causa de mortalidad materna en más de la mitad de las provincias del país. Las complicaciones por aborto inseguro son la primera causa individual de mortalidad materna en 17 de las 24 provincias.

Pañuelos verdes en las aulas

En las mochilas, colgado del cuello, enroscado en el brazo o en la muñeca. El pañuelo verde, símbolo de la demanda por el aborto legal, se ha convertido en el nuevo uniforme escolar. Es omnipresente en todos los colegios e institutos de secundaria.

Las estudiantes han seguido los meses de debate parlamentario levantando su propia campaña al interior de los centros educativos. Intervenciones en el recreo, clases públicas sobre educación sexual, sensibilización aula por aula, entrega de pañuelos verdes, manifestaciones frente al Congreso semanalmente, “pañuelazos” en las plazas del país. Muchas acciones para explicar en muy poco tiempo por qué es importante para las mujeres la legalización del aborto: “Hicimos incluso un ‘estudiantazo’ a nivel nacional donde en las plazas de todo el país pusimos carpas para explicar para qué era la ley”, dice Zibecchi.

En una de las multitudinarias asambleas que celebró el movimiento semanas antes de la votación, se aprobó “tomar” los colegios e institutos hasta la fecha clave. En Argentina no es excepcional ocupar los centros educativos, sino una práctica que se ha repetido a lo largo de los últimos años por otras demandas educativas en diversos países de la región. En Chile, el movimiento estudiantil feminista ocupó durante casi dos meses más de 50 universidades para exigir la implementación de protocolos para enfrentar el acoso sexual en los colegios y universidades, y una educación no sexista.

Es la misma demanda que sus vecinas vienen reclamando desde 2006, cuando se aprobó la ley de Educación Sexual Integral (ESI) que nunca se implementó y que ahora las estudiantes exigen que se cumpla.

Sin embargo, ante el desinterés de las autoridades, las jóvenes decidieron desplegar ellas mismas estrategias para ofrecer a sus pares la educación sexual que no ofrecen los espacios educativos formales.

“Desde hace meses hacemos charlas de educación sexual integral en los colegios. Por ejemplo, este mes tenemos una actividad nacional que se llama ‘Educación Sexual para Decidir’, que lo haremos en el marco de un festival en mi escuela”. Lo cuenta María José Aguirre, estudiante de la Escuela de Educación Secundaria Simón Bolívar del municipio de Avellaneda, en la zona metropolitana de Buenos Aires. La joven, de 18 años, participa de la Federación de Estudiantes Secundarios a nivel nacional y asegura que “antes” no estaba “muy de acuerdo” con la legalización del aborto, “pero mis compañeras me fueron abriendo los ojos y ahora soy de las que va a impartir las charlas”.

Tanto María José como Sofía critican el rol que, en general, mantuvieron los directivos y altos cargos de los centros educativos. “En la mayoría de los colegios y universidades tuvieron un papel muy negativo. Tal vez, no desde una posición directa, pero si, por ejemplo, prohibiendo hablar el tema”, relata Sofía. María José, por su parte, cuenta que en los colegios privados “se expulsó y sancionó a chicas por llevar el pañuelo y se les decía que no hicieran política dentro del colegio, mientras ellos hacían marchar a niños de siete u ocho años con el pañuelo celeste [símbolo del movimiento antiabortista]”. Sin embargo, en su opinión, la peor parte ha sido darse cuenta del “gran prejuicio” de los adultos al pensar que “como somos adolescentes no podemos opinar”, se queja. Y sentencia: “No se acuerdan que es en la adolescencia que empezamos a tener relaciones sexuales y lo toman todo como un tabú”.

“Un punto de inflexión”

María José Aguirre pasó la noche del 8 de agosto enfrente del Congreso esperando el resultado de la votación de los senadores. El desafío era grande, pero hasta el último momento existió la esperanza de repetir lo ocurrido en junio, cuando la Cámara de Diputados dio luz verde el proyecto. Sin embargo, en esta ocasión, por 31 votos a favor y 38 en contra y dos abstenciones, la iniciativa se rechazó.

La joven fue una de las miles de mujeres que esperaron hasta las tres de la madrugada en la calle para conocer el resultado. “¡Que sea ley, que sea ley!”, gritaban las manifestantes. “Ese día logramos tener dos millones de personas en la calle. Fue histórico para el movimiento estudiantil y para el movimiento popular”, recuerda Sofía Zibecchi. Y añade: “La participación de las estudiantes fue muy masiva, también de los hombres heterosexuales y de la disidencia sexual [en referencia a la comunidad LGBTIQ]. Fue la lucha en que más hemos participado, un punto de inflexión para poder llegar a muchos espacios a los que no estábamos llegando”.

Sin embargo, la Cámara Alto hizo oídos sordos a las demandas de miles de mujeres, y decidió sepultar la ley. Cinco días después, una mujer de 34 murió por un aborto clandestino realizado con perejil. Al día siguiente falleció otra.

Las argentinas no lo lograron esta vez, pero están convencidas que la legalización del aborto más temprano que tarde será una realidad en su país. Se lo dijo también el senador Fernando Solanas la misma noche de la votación: “Que nadie se deje llevar por la cultura de la derrota. Esta causa tiene un pequeño descanso, pero en poquitas semanas todas de vuelta de pie porque si no sale hoy, el año que viene vamos a insistir y si no sale el año que viene insistiremos el otro”. Y cerró: “Será ley, habrá ley contra viento y marea”.

Conscientes del desafío que implica tumbar al conservadurismo, a la ultraderecha y a la Iglesia católica, que tanta influencia tiene en el país del Papa Francisco, las jóvenes saben que no están solas en esta pelea. María José lo expresa con cierta emoción: “Estamos en toda Latinoamérica con la misma lucha porque esto nos pasa a todas. El mundo está revolucionado con las mujeres al frente y son las pibas [chicas jóvenes] quienes están poniendo el pecho a todo esto”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/15/las-estudiantes-de-secundaria-las-protagonistas-mas-jovenes-de-la-lucha-por-el-aborto-legal-en-argentina/

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Entrevista a Juan Cruz Esquivel: “La dirigencia eclesiástica tiene un dilema”

Por Mariana Carbajal

El investigador explica el cambio de estrategia de la Iglesia después de la media sanción en Diputados y detalla la encrucijada que se le presenta entre una postura dogmática y otra de mayor apertura. La “educación para el amor” que imparten en las escuelas confesionales.

Niños y niñas de un colegio confesional de Santiago del Estero marcharon a paso militar con pañuelo celeste antiderechos. Los obispos lanzan amenazas a senadores en sus homilías y presionan también en sombras. Desde la media sanción en Diputados del proyecto de Interrupción Voluntaria de Embarazo, la Iglesia católica cambió de estrategia y redobló su cruzada contra la despenalización y legalización del aborto. ¿Qué está en juego más allá de la despenalización y legalización del aborto? En una entrevista con PáginaI12, el investigador del Conicet y presidente de la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión del Mercosur, Juan Cruz Esquivel, analizó la reacción virulenta de la jerarquía eclesiástica ante el avance del debate en Senadores, y dio detalles de la relación promiscua entre Iglesia católica y Estado y los miles de millones de pesos que recibe la institución religiosa para pagar sueldos y jubilaciones de obispos, además de enormes partidas por subsidios a sus colegios confesionales. “Después de la aprobación en Diputados, parecieran reactivarse los engranajes del catolicismo con el objetivo de conducir el espacio de resistencia a la sanción de la ley”, señaló Esquivel, que es sociólogo y profesor de la UBA. Y comparó el escenario local con procesos que se dieron en otros países de la región en el marco de debates de ampliación de derechos sexuales y reproductivos. Además, reflexionó sobre la educación sexual que propone el Episcopado, que niega la diversidad de familias, y todavía pretende adoctrinar a las y los adolescentes para que lleguen “castos” al matrimonio.

Esquivel es sociólogo y profesor de la UBA. Hace años estudia la relación entre Estado y religión, no solo en Argentina. También en otros países de Latinoamérica. Sus investigaciones fueron publicadas en los siguientes libros: Igreja, Estado e Política. Estudo comparado no Brasil e na Argentina (Editora Santuario); Cuestión de educación (sexual). Pujas y negociaciones político-religiosas en la Argentina democrática (CLACSO), y Detrás de los muros: La Iglesia Católica en tiempos de Alfonsín y Menem (1983-1999) (Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes).

–¿Le sorprende la reacción tan virulenta de la jerarquía católica después de la media sanción de Diputados del proyecto de IVE?

–Se nota un punto de inflexión en la estrategia de la jerarquía católica a partir de la media sanción en Diputados. El documento del Episcopado de febrero se caracterizó por la moderación y la prudencia, incluso con apelaciones al diálogo democrático. Estaba en sintonía con un posicionamiento que tomaba distancia de la intransigencia exteriorizada en otras oportunidades, como cuando se debatió la ley del Divorcio en 1987 o el Matrimonio Igualitario en 2010. Después de la aprobación en Diputados, parecieran reactivarse los engranajes del catolicismo con el objetivo de conducir el espacio de resistencia a la sanción de la ley en cuestión.

–¿Podrían asumir otra postura?

–Claro que se le presenta aquí un dilema a la dirigencia eclesiástica. La reafirmación de los dogmas religiosos y el refugio en su universo simbólico conforman a sus “cuadros militantes” y a sus “minorías intensas”, pero la aleja del amplio mundo de su feligresía –y de la sociedad en general– que no sintonizan con sus prescripciones doctrinarias en materia de conformación familiar, vida sexual, etc. La asunción de una postura de mayor diálogo y apertura frente a los procesos de construcción ciudadana de nuevos derechos le hace perder centralidad en ese terreno y, fundamentalmente, deja un espacio vacío que los grupos evangélicos más conservadores están dispuestos a ocupar.

–Después de la despenalización y legalización del aborto en la ciudad de México, en 2007, se impusieron cláusulas antiaborto en la mayoría de las Constituciones de los estados en ese país, como forma de blindar la posibilidad de otras reformas. ¿Qué otras reacciones se observan en la región frente al debate de la ampliación de derechos sexuales y reproductivos? 

–Los procesos de ampliación de derechos siempre generan, como reverso, acciones reactivas, sea para obturar la implementación de legislaciones, sea como freno a nuevos proyectos. Al ejemplo mexicano, me vienen a la mente dos situaciones problemáticas de países cercanos. En Brasil, ha surgido el movimiento “Escola sem partido” (Escuela sin partido). Ante políticas públicas de distribución de material educativo sobre diversidad sexual, han impulsado un anteproyecto de ley que prescribe como delito la enseñanza docente basada en lo que consideran “ideología de género”. Esa iniciativa, aun sin tratamiento en el Congreso, fue retomada por el Frente Parlamentario Evangélico, conformado por legisladores de diferentes partidos que confluyen en un espacio parlamentario a partir de la coincidencia de una agenda de valores en materia de familia, sexualidad y educación religiosa. En Perú, la organización “Padres en Acción” inició en 2017 una demanda judicial contra el Ministerio de Educación, debido a la inclusión de contenidos con perspectiva de género en las escuelas. El Poder Judicial falló en contra del Ministerio y vetó la resolución.

– Tal vez la discusión del aborto en Argentina deja muy en evidencia la relación promiscua del Estado y la Iglesia Católica. ¿Cómo se expresa ese vínculo en la actualidad?

–La relación entre el Estado y la Iglesia católica reviste formatos variados. Se plasman en el ámbito nacional e internacional con un Papa argentino, pero también a nivel provincial y municipal, en el plano de normativas legales y de políticas públicas, así como en el amplio e indefinido abanico de vínculos informales. Y según nos posicionemos en un nivel o en otro, el análisis puede variar. Los medios hablan de que la relación entre Macri y la conducción de la Iglesia están “en su peor momento”. Pero María Eugenia Vidal y Carolina Stanley estuvieron semanas atrás reunidas con el Papa en Roma. Y Horacio Rodríguez Larreta consagra su gestión al Sagrado Corazón de Jesús. Localidades se declaran provida y legislaciones en otras provincias hablan de la laicidad educativa. Múltiples ejemplos que dan cuenta de escenarios complejos. De todos modos, para no eludir la pregunta, más allá de los vaivenes históricos, ha prevalecido un vínculo de complementariedad y de mutua legitimación entre el poder político y el poder religioso. La perdurabilidad de un esquema relacional simbiótico entre el Estado y la Iglesia católica fue modelando una cultura política que, independientemente de su filiación religiosa, reconoce en la voz de la conducción de la Iglesia una opinión cardinal que influye en la toma de decisiones y en las propias prácticas políticas. Una cultura política que naturaliza la presencia de la institución católica en la sociedad política, auspicia su injerencia en la esfera pública, promueve su participación en la gestión de políticas públicas y en la discusión legislativa. Esa cultura política entra en tensión cuando desde la sociedad civil surgen iniciativas de ampliación de derechos que colisionan con el entramado normativo de la institución católica. Ahora bien, del debate en Diputados sobre el aborto surge como elemento novedoso que un número considerable de parlamentarios/as, a través de sus exposiciones y declaraciones, reflejaran signos de autonomización en torno a influencias y posiciones de los referentes religiosos, así como también marcaran una separación entre sus convicciones personales y la toma de decisiones en la función pública. En la sociología, apelamos al concepto de la laicidad para ilustrar esos procesos. Sin dudas, abre interrogantes sobre la continuidad de una cultura política hasta aquí dominante, signada, como decía anteriormente, por la permeabilidad de lo religioso. Desde ya que los procesos no son lineales y se solapan entre sí.

–¿En qué provincias todavía es obligatoria la educación religiosa en escuelas públicas? 

–En Salta, Tucumán y Catamarca se contempla la obligatoriedad de la educación religiosa en las escuelas estatales. Veremos a partir del fallo de la Corte Suprema del año pasado, cómo y si se modifica ese estado de situación en la provincia de Salta. En Santiago del Estero también se autoriza, pero de manera optativa, las clases de religión en el sistema educativo estatal, pero no se especifica el momento, es decir, si durante el horario lectivo o fuera del mismo. A su vez, Córdoba, La Pampa y San Luis establecen que la enseñanza religiosa debe impartirse con posterioridad al horario de clase. Independientemente de las prescripciones constitucionales en cada provincial, las escuelas confesionales de todas las jurisdicciones del país reciben subsidios del Estado Nacional, destinados al pago de los salarios docentes.

–Para oponerse a la despenalización y legalización del aborto, argumentan los sectores antiderechos que se debe impartir educación sexual, cuando históricamente se han opuesto al enfoque integral que fija la ley sancionada en 2006. ¿Qué es la Educación para el Amor que dicen enseñar como educación sexual en escuelas confesionales?

–La Educación para el Amor es un programa educativo elaborado por la Iglesia católica que se viene implementando en algunos colegios religiosos y que cobró notoriedad como enfoque alternativo a los contenidos curriculares definidos por el Programa de Educación Sexual Integral del Ministerio de Educación de la Nación allá por 2007-2008. Al año siguiente de sancionarse la ley de educación sexual integral, el Episcopado publica el libro Educación para el amor que compendia no solo la fundamentación y los objetivos trazados por la institución católica para garantizar una marcada presencia en el dictado de clases de educación sexual; sino también incluye los contenidos a ser tratados para cada etapa formativa de los alumnos y las directrices específicas para directivos, docentes y padres.

–¿Qué contiene ese manual?

–Se trata de un manual para toda la comunidad educativa solo equiparable con los materiales pedagógicos elaborados desde los ministerios públicos. La Educación para el Amor parte de la concepción del matrimonio entre el hombre y la mujer, la condición natural y no social del género y circunscribe el acto sexual en el marco del matrimonio y con fines procreativos. Las relaciones humanas –entre ellas, las sexuales– no son concebidas en términos de construcciones culturales, sujetas a transformaciones y reinterpretaciones históricas, sino como engranajes de un orden natural preconcebido. De allí, la condena a las perspectivas de género que plantean desnaturalizar los roles históricamente asignados al varón y a la mujer y su resignificación. La educación sexual es contemplada en términos de educación para el amor y como tal, condena las perspectivas de la sexualidad orientadas al goce y al placer. La Educación para el Amor refuerza las definiciones y los fundamentos teológicos, pastorales, filosóficos y psicológicos del magisterio del catolicismo como encuadre conceptual para la educación sexual en los colegios. Sintéticamente, se sustenta en el origen de la humanidad como designio divino; la familia como célula básica de la sociedad; la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural; el desarrollo de la sexualidad enmarcada en el amor; el método natural como modelo de planificación familiar y la condena a prácticas ‘antinaturales’ como la interrupción del embarazo, la contracepción, la eutanasia, la manipulación genética y la vida sexual fuera del matrimonio.

Fuente de la entrevista: https://www.pagina12.com.ar/128530-la-dirigencia-eclesiastica-tiene-un-dilema

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