Venezuela: La campaña electoral del 21N en Venezuela y la pragmática como despolitización

La campaña electoral del 21N en Venezuela y la pragmática como despolitización

Luis Bonilla-Molina

El 21 de noviembre de 2021 se realizarán en Venezuela las elecciones regionales y municipales. Vienen precedidas del inicio de diálogos entre la derecha pro norteamericana (G4) y el gobierno de Nicolas Maduro que ha significado la habilitación de candidaturas que estaban imposibilitadas de participar por haber sido objeto de sanciones administrativas. Sobre las negociaciones hemos escrito un par de artículos y preparamos un tercero. En esta oportunidad me referiré brevemente al “inédito” estilo de la campaña electoral en curso.

  1. Crisis de los precios del petróleo, sanciones norteamericanas, problemas de gestión pública y deterioro de la calidad de vida de la población

Durante los últimos años (2014-2021) la economía venezolana ha mostrado serias dificultades. Primero fue la caída de los precios del petróleo con su impacto en una economía de subsidios (tanto de los productos importados como respecto al cambio del dólar) la que generó una descontrolada inflación que algunos estiman en más de seis dígitos, desabastecimiento durante casi dos años y un brutal deterioro del salario de la clase trabajadora, empleados públicos y personal docente. Sin embargo, esto no significó una apertura de la burocracia hacia la contraloría social sino el desarrollo de métodos de trabajo que limitan la participación popular en la gestión al cumplimiento de tareas subalternas. Luego vinieron las sanciones norteamericanas contra altos funcionarios públicos y el comercio exterior venezolano que deterioraron de manera sensible los ingresos de la nación, no obstante, se aplicó la política del embudo para la distribución de los recursos, quedando lo más estrecho para quienes viven del trabajo. Los salarios de la clase trabajadora llegaron a un mínimo histórico impensable, con un salario mínimo mensual inferior al dólar, controles salariales que colocan como techo para los ingresos mensuales del más alto salario, las dos cifras de dólar (para contados trabajadores) mientras la mayoría no alcanza los 10 dólares mensuales de salario, en uno de los países con más alto costo de la vida como lo evidencia el precio de la cesta básica alimentaria mensual que alcanza los 400 dólares.

En ese contexto los servicios públicos sufrieron deterioro increíble. El acceso a la electricidad marcó una nueva diferencia entre la capital de la República y el resto del país; en estos últimos territorios pueden ocurrir apagones de 4 a 24 horas de manera constante.  En un país con las más importantes reservas de agua de la región, no existe una comunidad que cuente con el fluido de agua potable durante todos los días de la semana; el racionamiento se convirtió en normalidad y hasta una forma de relación con el poder. El transporte público está tan deteriorado que mientras las unidades autobuseras son cada vez menos, los estallidos de vagones en el metro se están convirtiendo en un hecho frecuente. La desinversión en educación y salud está haciendo surgir formas ingeniosas de neo privatización en las cuales los/las ciudadanos(as) deben asumir los costos de insumos para garantizar los procesos. No hay drama que supere el impacto de la migración venezolana que ha dejado escindida a la mayoría de familias venezolanas.

A pesar de esta situación las oposiciones venezolanas no han logrado construir un espacio de disputa real y el presidente Nicolás Maduro sigue siendo el hombre fuerte de la política nacional, con un limitado coste por el paso sin miramientos de la agenda social a la neoliberal. Las elecciones del 21N permitirán valorar el desgaste o no del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en cada uno de los territorios municipales y regionales del país, así cómo ello consolida o menoscaba el poder del Palacio de Miraflores.

  • La urgencia de lo cotidiano y la política como cuestión de poder

De la cultura rentista imperante en Venezuela desde hace casi un siglo (derivada de la apropiación de renta internacional por la venta de petróleo) se ha pasado de manera abrupta a la ley del mercado donde todo se vende y tiene un precio. La cultura de la solidaridad ha venido cediendo espacio a la competencia. “Hacer lo que sea necesario para sobrevivir” es la consigna que más se escucha en las calles y veredas de Venezuela.

En ese contexto, la política dejó de ser “el arte de hacer posible lo imposible para construir una sociedad de justicia social” para convertirse en una cuestión de poder, despreciable y ajena a la realidad del común, con la cual hay que dialogar para lograr resolver nudos problemáticos en la comunidad. La política pasó a ser considerada por el común como un sector con el cual hay que mantener distancia preventiva. La política volvió a ser una caja oscura de la cuál puede salir cualquier problema.

La pérdida de esperanza en la política se debe a la falta de proyectos societales que encarnen los más profundos deseos del ciudadano. Al no haber política con lugar de enunciación en la calle, sino subalternización de lo común, la esperanza se limita a las estrategias propias de la cotidianidad.

El desánimo ante lo político tiene que ver con una reacción defensiva para protegerse en la propia carrera por sobrevivir. Para otros, los más osados, la política paso a ser una oportunidad parecida a la ruleta rusa, que puede facilitar el acceso a mejores niveles de vida: lo político se ha convertido en una especie de

“juego de calamares”, con reglas sin ética, competitiva y donde lo colectivo es un obstáculo.

  • La pragmática

Apesar de esta percepción de lo político, un sector importante de ciudadanos(as) comunes entiende que las elecciones del 21N son una oportunidad para acercar “el mal menor” a cargos que pueden representar alguna solución a los problemas cotidianos de la sobrevivencia: agua, electricidad, transporte, seguridad, alumbrado público, pavimentación. No esperan soluciones mágicas en lo personal, por el contrario, han “aprendido” que las aspiraciones ciudadanas pueden ser resueltas por los políticos en la medida que representen una oportunidad de negocio.

Conscientes de esta situación, las candidaturas de la derecha y el partido de gobierno han abandonado los programas maximalistas de transformación. Ya la derecha casi no habla mal de Maduro ni el PSUV de socialismo, sino que todos prometen agua potable, electricidad, conexión a internet, reparación de la telefonía, gas doméstico permanente, servicios públicos reparados para las comunidades, como si estuviéramos en una modernización tardía del país.

Los spots publicitarios de los/las candidatas(os) de distinto signo son como los de promoción de espectáculos de masas, en los cuales se ofrecen las barajitas que las comunidades demandan. En tanto, las comunidades están evaluando quienes tiene más posibilidades reales de hacerlo o no son los conocidos mentirosos que no cumplen nada de lo que prometen; con base a ello votarán el 21N.

Esta campaña ha sido un adiós a las grandes metas del país, una desconcentración de las necesidades y una apuesta por la superación de cada cotidianidad.

  • ¿Cuánto tiempo durará esta situación?

Todo pareciera indicar que este fenómeno recién inicia, que esta nueva forma de hacer política puede sostenerse más allá de las elecciones del 21N, pues permite conjurar el conflicto de las élites, tranquilizar al norte imperial y seguir haciendo más rico a los ricos de ayer y hoy. Pero en política como en el amor siempre existe lo imprevisto. Ese nuevo incluido colectivo que pueda devolver la esperanza a la política no se manifiesta de manera nítida, pero comienza a expresarse en actos de desprendimiento comunitario, en relámpagos de solidaridad; ese actor popular que hoy no se expresa en la dinámica electoral, puede surgir en cualquier momento y ser determinante para que se retorne la “política de la gente”.

Fuente de la Información:  https://luisbonillamolina.wordpress.com/2021/11/18/la-campana-electoral-del-21-y-la-pragmatica-como-despolitizacion/

 

 

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