Una educación universitaria para la vida

Por: Martha Pérez De Chen/Prensa Libre 

Las instituciones de educación superior (IES) juegan un papel relevante dentro de la sociedad, ya que, por medio de sus funciones sustantivas de educación, investigación y proyección, buscan responder a las necesidades de su entorno e incidir en el desarrollo político, social, económico y cultural, mediante la formación de profesionales que aporten soluciones creativas a los retos actuales.

En las últimas tres décadas, la pertinencia y la calidad de educación superior son motivo de reflexión, por el impacto en el sistema educativo y la problemática que enfrenta: una extensa oferta académica que se brinda en ciertos países sin regulaciones y que en ocasiones no cumple con los elementos mínimos que garanticen el aprendizaje. Según Tünnerman, la percepción del deterioro de la calidad de la educación se identifica por un bajo nivel académico en los estudiantes, poca preparación de los docentes y el uso de métodos centrados en la transmisión de conocimientos y acumulación de información. A su vez Brunner señala que las IES ha sufrido una transformación sin precedentes, relacionada con su proliferación, un cuerpo docente con calidades distintas y el aumento de graduados con características heterogéneas.

La Unesco establece que la transformación de la educación superior, la mejora de su calidad y pertinencia y la resolución de sus dificultades exige la participación no solo de las IES y del gobierno, sino de todas las partes interesadas: estudiantes, familias, profesores, sectores público y privado, medios de comunicación y asociaciones profesionales, entre otras, exigiendo que las universidades asuman mayores responsabilidades con la sociedad. Para hacer posible una educación pertinente y de calidad, que brinde herramientas para la vida, se presentan los cinco rasgos de la Educación de la Compañía de Jesús, desarrollados por Kolvenbach, y Sosa, denominados las cinco “C”, que posibilitan que la aspiración última de los estudiantes sea convertirse en “hombres y mujeres para los demás”:

1. Competente: cuenta con una sólida formación académica que le permite profundizar críticamente en los avances de la ciencia y la tecnología, cuestionando la realidad para contribuir a transformarla.

2. Consciente: se conoce a sí mismo por su capacidad de interiorización y de desarrollo espiritual. A partir del discernimiento «busca modos de contribuir a generar nuevos hábitos personales, nuevas formas organizativas, buscando la plenitud para todos».

3. Compasivo: se involucra con el sufrimiento del prójimo, reconociendo su dignidad humana y el valor que posee como persona. Lo que lo conduce a la búsqueda de la justicia a nivel personal y profesional.
4. Comprometido: prioriza el compromiso con la justicia social y la ecología integral mediante el aporte de conocimientos y acciones en favor de las personas, y sus comunidades.

5. Coherente: actúa de forma lógica y consecuente con sus ideas, principios y valores, mostrando consistencia entre lo que piensa, expresa y hace.

En conclusión, las cinco “C”, los valores y principios éticos, las habilidades blandas y tecnológicas, el autoaprendizaje, el fomento de la creatividad y el pensamiento crítico permitirán a los estudiantes aplicar lo que aprenden, para enfrentar los desafíos de la vida efectivamente. La educación que es útil para la vida debe enfocarse en una enseñanza contextualizada, adaptada a las necesidades del siglo XXI, que forme a los estudiantes para un mundo cada vez más cambiante y complejo, para que tengan éxito en el ámbito laboral y contribuyan significativamente a la transformación de la sociedad.

Una educación universitaria para la vida

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España: Pedagogía contra el terrorismo

Por: www.elperiodico.com/08-09-2017

En los centros educativos se impone la necesidad de tratar el problema con naturalidad, sin excesos y sin ocultar la verdad.

El enorme impacto emocional causado por los atentados del 17 de agosto en Barcelona y Cambrils también ha afectado a niños y adolescentes, incluso con más virulencia y desamparo puesto que no disponen de los mecanismos que los adultos utilizan ante circunstancias tan trágicas. No hay que olvidar, en este sentido, la desazón que produce el hecho de que entre las víctimas se cuenten también menores de edad. Después del verano, casi un mes después de la herida terrorista, llegará el curso escolar, y  con él la socialización de los sentimientos vividos, desde la estupefacción al miedo, desde el intento de comprensión a la proximidad del dolor. En los centros educativos se van a vivir días difíciles, porque, más allá de las explicaciones que los jóvenes han recibido de sus familias, se impone la necesidad de tratar el asunto con la mayor naturalidad, sin excesos pero sin ocultar la verdad, intentando razonar sobre las causas y procurando que la presencia del docente sea un punto de encuentro que reconforte y que posibilite el diálogo y la reflexión.

Todos los especialistas consultados llegan a la conclusión de que los atentados yihadistas del 17-A deben tratarse en clase de manera proactiva. Estimulando la reacción y creando un espacio en el que puedan plantearse todos los temas sin cortapisas, con un criterio que abogue por un lenguaje sencillo y sin exceso de dramatismo y que, al mismo tiempo, incida en las directrices que se establecen en los protocolos genéricos contra el odio y la discriminación.

Hay que tener en cuenta, por supuesto, las edades y la procedencia social de los alumnos, así como la composición del aula. En los más pequeños, se trata de responder con sensibilidad a sus dudas. Los mayores deben llevar a cabo un trabajo constante de concienciación en pro de la convivencia. Y es evidente que, en función del origen y de la estructuración del centro, las dificultades de la labor pedagógica pueden aumentar. Para que una sociedad reaccione con entereza ante el terror, la labor de la escuela es capital, con el afán de no trivializar y de ofrecer, al mismo tiempo, mecanismos de defensa psicológica y con voluntad cohesionadora. Será un reto para los enseñantes. El conocido ‘No tinc por’ pasa también por asumir con racionalidad las raíces del miedo y luchar por una sociedad inclusiva y tolerante.

*Fuente: www.elperiodico.com/es/opinion/20170901/pedagogia-contra-el-terrorismo-editorial-de-el-periodico-6259503

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