Mirta Lobato: “las mujeres trabajadoras tuvieron que lidiar históricamente con el acoso sexual y la diferencia salarial”

Redacción: La Izquierda Diario

Investigadoras y especialistas en estudios de género responden acerca de la historia del feminismo en nuestro país y la actualidad de su movimiento.

¿Cómo explicarías a alguien que no es del ambiente académico qué son los estudios de género?

En las instituciones educativas y de investigación (universidades por ejemplo) cuando se habla de género se está aludiendo principalmente a las desigualdades en el acceso a la educación, al trabajo, a los cargos de dirección, a los cargos políticos y a derechos basados en la diferencia sexual. Estudios de género, historias feministas e historia de las mujeres tienen un mismo origen que es la reflexión crítica sobre las desigualdades. Inicialmente fueron las mujeres las que pusieron en cuestión la dominación patriarcal pero hacia la década de 1980 se fue consolidando el uso de la palabra género para DESNATURALIZAR las diferencias, para separarlas de la BIOLOGÍA y para enfatizar que ellas son el resultado de construcciones CULTURALES. Además abrió aún más el camino para incluir en el debate a otras identidades sexuales. Esos estudios hoy se llaman QUEER o LGTB+.

Los estudios de género están atentos a las diferencias de clases, étnicas y raciales aunque siempre en el contexto de diferenciaciones y debates. De modo que se podría afirmar que los estudios de género se interrogan por la diferencias en el acceso al poder, a la cultura, a la economía y a derechos basados en la diferencia sexual no como resultado de la naturaleza sino de la cultura. Son valoraciones que crean desigualdades.

¿Qué rol cumplieron las mujeres en la historia de nuestro país?

Esta pregunta podría responderse con una sola palabra: importante. Pero ella no explica cuál fue y es el lugar de las mujeres en procesos históricos de larga duración. Además, la historia de nuestro país implicó la formación de lo que hoy llamamos Argentina. Significó definir autoridades, territorio e integrar económica y culturalmente a la población. Ello significó por otra parte la definición de criterios para resolver cada una de las cuestiones problemáticas que se presentaban. A lo largo de un siglo, podríamos decir arbitrariamente que entre la Revolución de Mayo y su Centenario se construyó la idea de un país moderno, que progresaba de manera sostenida, que se integraba con Europa y que estaba abierto a la inmigración extranjera. Esta mirada que puede leerse de manera edulcorada estaba cruzada por numerosos conflictos y los relacionados con el lugar de las mujeres son sólo una parte. Desde mi punto de vista es muy importante preguntarse sobre ¿Qué hicieron las mujeres en los conflictos políticos del siglo XIX? ¿Cómo se organizaron las relaciones de género en esa sociedad atravesada por luchas y guerras intestinas? ¿Dónde y cómo trabajaban las mujeres? ¿Compartían espacios con los varones? ¿Cómo impactó la construcción del orden y la integración al mercado internacional en las situaciones laborales femeninas? ¿Qué ideas circulaban sobre el trabajo femenino? ¿Quiénes las delineaban y las hacían circular? ¿Cuál fue el rol del estado en el diagnóstico y solución de las desigualdades en la adquisición de derechos civiles, políticos y sociales? ¿Cuál fue la educación que recibían? ¿De qué manera reaccionaron las mujeres ante las situaciones de injusticia? ¿Protestaban? ¿De qué manera? ¿Se organizaban? ¿De qué modo? Además de las interrogaciones sobre cuál es el origen étnico y racial de las mujeres y cómo ello influía en sus experiencias vitales. Y así podría seguir planteando preguntas que las investigaciones que se vienen desarrollando desde hace décadas han ido respondiendo de diferente manera y es imposible resumirlas para una nota de este tipo.

No obstante quisiera afirmar que en el plano laboral, entre el siglo XIX y el siglo XX los espacios de trabajo fueron transformándose y una descripción minuciosa nos llevaría del servicio doméstico a las actividades comerciales, de las tareas del hogar a la esquila con la expansión de la ganadería del lanar, del lavado y el planchado a la costura, de la escritora romántica a la profesional, de la persona que cuida a las profesiones de cuidado. Pero el pasaje fundamental que se produce a fines del siglo XIX es el de las profesiones, como tareas efectivamente realizadas, al de trabajo asalariado en fábricas y talleres condensado en la figura de la obrera.

Lo importante es analizar qué se considera como trabajo pues la relevancia que se dio al trabajo asalariado llevó a la desaparición de una enorme cantidad de trabajos realizados por mujeres, a su no consideración como tales. Hoy sabemos que ellas estaban en numerosos lugares desplegando un sinfín de actividades pero el sesgo del número – la cuantificación estadística – las ocultaba. Mientras que la palabra profesiones de mujeres revela una enorme actividad económica femenina en el censo de 1869, en 1895 desciende notablemente su participación ya que se decide considerar como sin profesión a las mujeres que realizan trabajos en los ámbitos domésticos. Este cambio de perspectiva consolidó la figura de la mujer como «ángel y reina del hogar”. Sin embargo, a pesar del sesgo de la mirada cuantitativa, el censo de 1914 registró que el 30 % de las personas que participaban de la vida económica del país eran mujeres y estaban concentradas mayoritariamente en la industria del vestido, del tabaco, en los frigoríficos e hilanderías y tejedurías. Porcentajes que se mantuvo, más allá de la aparición y desarrollo de múltiples actividades, a lo largo de más de un siglo.

Quisiera destacar además que entre fines del siglo XIX y principios del XX se delinearon con fuerza los ideales de domesticidad femenina y de producción y poder masculino lo que influyó decididamente en la configuración de las ideas de complementariedad (el trabajo femenino es secundario y el del varón el principal y como consecuencia perciben salarios diferentes por la misma tarea) y participación y representación subordinada. Por eso el proceso de movilización y demanda por derechos fue relevante a lo largo del siglo XX. Organizaciones y asociaciones de mujeres de diverso tipo fueron creadas, a veces tuvieron vida efímera, pero impulsaron una reflexión crítica sobre el lugar de las mujeres en la sociedad.

¿Qué opinás de la relación entre género y clase que representa un debate importante en la historia del feminismo?

La relación entre las feministas y las organizaciones clasistas sean ellas anarquistas, socialistas o comunistas, incluso en el caso de la Argentina las organizaciones peronistas, ha sido siempre un territorio fértil para los conflictos. Si bien es cierto que podemos reconocer varones de diferentes organizaciones que fueron grandes defensores de los derechos de las mujeres, la mayoría de las organizaciones sean ellas políticas, sindicales o culturales se alimentaban de los sesgos machistas de la sociedad. Las mujeres trabajadoras tuvieron que lidiar históricamente con dos temas importantes: el acoso sexual y la diferencia salarial. Y ellas se mantienen casi sin alteraciones hasta hoy. Los medios de comunicación masiva deberían involucrarse más en el análisis de estos temas pero muchas veces caen en la espectacularidad de algunos reclamos. Acoso sexual y diferencia salarial tienen raíces históricas que requieren de un amplio debate e involucramiento de la sociedad para modificar esa situación.

¿Cómo ve hoy al movimiento de mujeres?

Hoy el movimiento de mujeres parece vigoroso. La realización de Encuentros nacionales desde 1986 es un dato importante del empoderamiento de las mujeres como colectivo que impulsa numerosos debates. Los Encuentros son democráticos y horizontales. Forman parte de la intensa movilización de personas de diferentes generaciones, ideologías y perspectivas. Los Encuentros Nacionales de Mujeres promovieron el debates sobre derechos femeninos incluidas las leyes de cupo femenino y sindical, la difícil problemática de la violencia de género y específicamente la violencia contra las mujeres, las cuestiones de salud reproductiva y el derecho al aborto seguro y gratuito, que puede englobarse en otro más amplio que es el derecho a decidir.

¿Quiere agregar algo más?

Quisiera agregar tres cuestiones. La primera está relacionada con el punto anterior y se vincula con la pregunta sobre cómo unir las experiencias pasadas y presentes de los movimientos de mujeres. Una historia de la presencia de las mujeres en las luchas por derechos tal vez debería incluir el análisis de las genealogías dentro del movimiento feminista, de las relaciones entre generaciones y de las políticas de memoria. En segundo lugar, reflexionar sobre las continuidades y rupturas de las formas de la acción colectiva y de organización de las mujeres, pues ellas estuvieron activas en las protestas junto a sus compañeros varones, en las que enfatizaban la defensa del hogar y en las que se concentraban en cuestiones específicas relacionadas con su condición de mujeres. Reitero, el acoso sexual y la desigualdad salarial es el núcleo duro que permanece. Y finalmente, la reflexión crítica sobre la educación en todos sus niveles que permita repensar, cuestionar y modificar los criterios que refuerzan desigualdades en nuestra sociedad.

«Hoy el movimiento de mujeres parece vigoroso. La realización de Encuentros nacionales desde 1986 es un dato importante del empoderamiento de las mujeres como colectivo que impulsa numerosos debates»

Acerca de la entrevistada

Mirta Zaida Lobato es doctora en Historia, profesora e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Su área de investigación es el mundo del trabajo (cultura, relaciones de género e instituciones estatales laborales). Es fundadora y miembro del Consejo de Dirección de Mora (Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género). Ha sido investigadora visitante en universidades del país y en el extranjero y ha recibido varios premios y becas de investigación de instituciones de prestigio. En 2006 recibió la beca Guggenheim. Ha publicado numerosos artículos en el país y en el extranjero. Entre sus libros se pueden mencionar: Infancias Argentinas (Edhasa, 2019) La prensa obrera (Edhasa 2009), Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960 (Edhasa, 2007), ¿Tienen derechos las mujeres? Política y ciudadanía en la Argentina del siglo XX (Capital intelectual, 2008) La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970) (Prometeo, 2001 y 2004), La protesta social en la Argentina (FCE, 2003), Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX (Biblos, 2011), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX (Biblos, 2005).

Fuente: http://laizquierdadiario.com/Mirta-Lobato-Las-mujeres-trabajadoras-tuvieron-que-lidiar-historicamente-con-el-acoso-sexual-y-la

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Las feministas irlandesas atacan la cláusula constitucional que relega a la mujer a labores del hogar

Irlanda/09 de Junio de 2018/Rebelión

 

Tras su victoria sobre el aborto, activistas y políticos ponen el foco en la cláusula de la Constitución conocida como la ‘mujer en el hogar’

– Su lenguaje arcaico y machista pone a las mujeres en una situación de inferioridad al establecer como prioridad para las mujeres el trabajo en el hogar

Alentadas por la victoria en el referéndum sobre el aborto, las feministas irlandesas han abierto un nuevo frente de batalla para eliminar una cláusula de la Constitución que define el papel de la mujer en el hogar. Aunque no tiene implicaciones legales directas en la Irlanda contemporánea, políticos y activistas llevan tiempo argumentando que su lenguaje arcaico y machista pone a las mujeres en una situación de inferioridad.

Es conocida popularmente como la cláusula de la ‘mujer en el hogar’ y, como dijo en 2015 la líder del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, su existencia «relega constitucionalmente a las mujeres a una ciudadanía de segunda clase».

El artículo 41.2 de la Constitución dice que el Estado irlandés «reconoce que gracias a su vida en el hogar, la mujer da al Estado un apoyo sin el cual no se puede lograr el bien común. Por lo tanto, el Estado se esforzará por garantizar que las madres no se vean obligadas a trabajar por necesidad económica si eso menoscaba sus deberes en el hogar».

Una conferencia constitucional de 2013 recomendó un cambio y en 2017 Leo Varadkar, el primer ministro irlandés, prometió al asumir el cargo que lo consultaría con los ciudadanos en un referéndum. La votación podría ocurrir en octubre, cuando también se celebran las elecciones presidenciales. Las opciones van desde eliminar la cláusula por completo hasta reemplazarla por otra con una mención a los cuidados que no haga referencia únicamente a las mujeres.

Aunque es probable que no haya grandes resistencias al cambio, muchos esperan que el debate en torno a la eliminación de la cláusula sirva de oportunidad para hablar de cuestiones más amplias sobre la condición de la mujer y la desigualdad entre los géneros. Como señala Niamh Egleston, estudiante de Derecho en Dublín, que «(la cláusula) haya existido hasta hoy, incluso como letra muerta de la Constitución, es un símbolo del machismo latente que no nos gusta admitir y que todavía da forma a nuestra sociedad».

Hay quienes argumentan que la votación sobre la cláusula sólo debería ocurrir después de completar la batalla por el derecho al aborto con la promulgación de la ley cuyos principios fueron aprobados la semana pasada. «Por supuesto (la cláusula) debe ser revocada, ya que es un retroceso arcaico», afirma Bríd Smith, diputado del partido People Before Profit. «Pero sería un error convocar otro referéndum antes de que hayamos terminado el trabajo necesario para asegurarnos de que las mujeres no tienen que viajar al extranjero o comprar píldoras [abortivas] de forma ilegal».

Como una clara referencia a la igualdad de género, la Proclamación de la República, leída durante la rebelión de 1916, estaba dirigida a «irlandeses e irlandesas». En 1922 las mujeres irlandesas obtuvieron el pleno derecho de voto. La primera mujer elegida diputada en la Cámara de los Comunes de Westminster (Londres) fue la revolucionaria irlandesa Constance Georgine Markievicz, en 1918. Como integrante del Sinn Féin, Markievicz se negó a ocupar su escaño.

En las décadas que siguieron, las leyes y tradiciones restringieron los derechos de las mujeres, tanto laborales como sociales. Muchos consideraban que el matrimonio y la maternidad eran incompatibles con la carrera profesional.

Durante la redacción de la Constitución de 1937 bajo la dirección de Éamon de Valera, que luego sería primer ministro, las feministas le acusaron de tratar de erosionar los logros políticos y sociales de las mujeres irlandesas. «El señor de Valera siempre ha sido un reaccionario en lo referido a las mujeres», escribió en 1937 la periodista de The Irish Independent Gertrude Gaffney. «Le desagradamos, desconfía de nosotras como sexo, y su objetivo desde que asumió ha sido ponernos en lo que él considera nuestro lugar y mantenernos allí».

Entre las restricciones figuraba la imposibilidad de trabajar en el sector público para las mujeres casadas, una medida que no se suprimió hasta 1973. Otra discriminación es la que otorgaba el derecho a un hombre casado de hipotecar o vender la vivienda familiar sin el conocimiento ni el consentimiento de su esposa.

Más de la mitad de las mujeres adultas en Irlanda trabajaba en 2016, pero la diferencia salarial entre los dos sexos sigue estando en torno al 15%. En los consejos de administración de las empresas que cotizan en Bolsa sólo hay un 10% de mujeres.

Desde que se celebró el referéndum sobre el aborto y con el objetivo de seguir mejorando la igualdad de género, los activistas se están centrando en temas como la diferencia salarial entre hombres y mujeres, la deficiente educación sexual y el coste de los anticonceptivos.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=242607

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