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Pedagogía del valor

Mayra Castañeda

Hablar de valor hoy en día tiene muchas implicaciones, comenzando por el mercado que manipula, coerciona, regula y hasta constriñe nuestras existencias como individuos y también como sociedad, otorgándole un valor en metálico a la vida y la muerte, al conocimiento y a la ignorancia, al amor y al desamor.

El valor que se otorga actualmente al individuo está en directa proporción con sus posesiones, cuánto más posees (objetos, títulos, persona, relaciones, acciones, etc.) más valor te es otorgado socialmente. Y es en este concepto de valor donde nos desarrollamos, nos relacionamos y también nos enfrentamos y aniquilamos.

Existen múltiples formas de aniquilación, lo vemos en ámbitos escolares formales pero también lo vemos en los medios de información masiva, en la calle, en la oficina en las fábricas (donde es más evidente), en los campos de cultivo y en el interior de los hogares, ahí donde el  individuo construye, desde que nace, su singularidad, su relacionalidad y parece adquirir un valor constitutivo.

También el concepto de valor, en el idioma español, implica contar con la fuerza interna para enfrentar las dificultades, se ha manejado como una concepción de lo positivo al pluralizarlo (los valores) y ciertamente en este punto de la civilización humana resulta una de las características preponderantes con las que debería contar todo educador. Tener el valor de asumir y dirigir un acto educativo es, en las condiciones de control mental de la globalización, requisito fundamental si es que con tamos con una mínima dosis de conciencia de la trascendencia del ser un verdadero educador.

Las ideas sobre las que se sostiene el actual sistema político-económico ha debido relegar a la educación a un instrumento utilitario ¿para qué sirve al sistema la educación? Para domesticar, amansar, alienar a los millones de seres que habitamos el planeta.

Puede sonar a paranoia o película de ficción, sin embargo si observamos, no mucho, nos podremos dar cuenta que el sistema se sostiene en una amplia pirámide de productores-consumidores.

Si no existieran esos millones de consumidores inducidos ¿qué sucedería con todos los excedentes de producción?

Durante un desayuno con un investigador colombiano me platicaba de un experimento, no intencional, que llevó a cabo con su hijo pequeño. El y su pareja, por decisión conjunta, no adquirieron un aparato televisor, sin embargo en algunos departamentos que había arrendado, existía tal aparato. Había podido observar que durante los períodos de estadía en esos lugares su hijo se había convertido en un consumidor compulsivo y violento. Esto, obviamente, no sólo le sucede a este niño, nuestra sociedad está sostenida sobre ese único pilar: el consumo.

En torno al consumo se erige una industria multimillonaria, calificada por algunos como ciencia y que inclusive ha aspirado a ser nombrada como arte, no es nueva pero tiene la gran y redituable facultad de reinventarse cotidianamente: la mercadotecnia y/ o mercadología. Llamada antiguamente propaganda puede aplicarse para vender cualquier producto. Cualquiera puede convertirse en un producto y la idea central sobre la que se ha cimentado es la originalidad. Todos, en sociedades capitalistas, pueden aspirar a ser únicos, admirados, poderosos y ricos. La máxima aspiración es la fama y la gran oferta es justamente esa: convertirse en alguien que goce de todos los beneficios del consumo y se supone que con ello experimentará placer y finalmente será feliz.

Esa es la gran promesa de la mercadotecnia, cualquiera (no todos, sino UN alguien cualquiera particular) puede ser feliz,  y todos aspiran a ser ese cualquiera pero en esa lucha se pierde todo lo que puede realmente proporcionar la felicidad. El enfrentamiento es la apuesta más común del capitalismo, mientras más comunidades, países, grupos e individuos se enfrenten mayor será la ganancia. El famoso “divide y venc(d)erás” se ha convertido en el credo de los grupos de poder que aspiran a controlar el mundo y el rumbo de miles de millones de almas.

¿Qué puede hacer la escuela en este contexto? La acción que las instituciones no han podido controlar completamente es la que ejerce el docente cuando está dentro de su aula. En ese espacio las posibilidades son infinitas, un maestro o maestra dispuest@ y comprometid@ puede transformar la vida de miles de niños y niñas que pasan por sus aulas durante su período de ejercicio profesional, pero tiene que convertirse a su vez en una persona capaz de potencializar los talentos, construir competencias de alto nivel y observarse constantemente, ahí está el reto para la docencia, no dejarse vencer, no dejarse doblegar ni manipular por intereses que no son los de la población. Por eso la educación, el ser educador en toda la extensión de la palabra, no es para cualquiera.

Fuente del articulo: http://mayracastaneda.org/blog_60931_Pedagogia-del-valor.html

Fuente de la imagen: http://mayracastaneda.org/images/14445/IMG_1287.JPG

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Método Suzuki, educar en positivo a través de la música

Por Azucena García

 

Esta pedagogía musical respeta la evolución de cada niño y desarrolla su talento de acuerdo a esta individualidad

 

El Método Suzuki es un modo de aprender a tocar un instrumento musical que, ante todo, respeta la evolución individual de cada niño e implica a los padres en el aprendizaje. Se basa en la pedagogía defendida por su autor, de quien toma el nombre, y estimula el talento de cada pequeño. Lejos de pensar que se nace con él, cree que este se puede cultivar con los estímulos necesarios. Por ello enseña música con la misma facilidad con que se aprende la lengua materna e involucra en el proceso a los progenitores. En este artículo se explica en qué consiste el Método Suzuki, el papel del niño y de los padres y dónde se puede aprender con esta pedagogía.

En qué consiste el Método Suzuki

Shinichi Suzuki fue un violinista y educador japonés convencido de que el talento no es innato, sino que se puede desarrollar. A partir de esta idea creó un método de aprendizaje musical, que hoy en día se sigue en muchas partes del mundo y que ha tomado su nombre: el Método Suzuki. Los niños que aprendían a tocar instrumentos con esta metodología asombraban por su brillantez, y la pedagogía se expandió por casi medio centenar de países reunidos en la Asociación Internacional Suzuki. En España, cuenta con la Federación Española Método Suzuki.

Se aprende a tocar un instrumento mediante la repetición de las piezas, la retención y la reproducción

Esta defiende el modo de aprendizaje del violinista japonés, según el cual, los pequeños pueden aprender a tocar un instrumento igual que aprenden a hablar su propia lengua: «escuchan las voces de sus padres, reciben estimulación temprana y continua, y corrección constructiva y con cariño», subraya Juan Carlos Navarro, vicepresidente de la Federación Española del Método Suzuki. El violinista japonés defendía que, «con el entorno y enseñanza adecuados, todos los niños pueden adquirir todas las capacidades que la gente reconoce como talento», añade Navarro. Es en este principio en el que se basa el Método Suzuki. No hay que tener una habilidad especial para aprender a hablar. Recibimos los sonidos, incluso los acentos propios de cada zona, y los reproducimos. También así podemos aprender a tocar un instrumento musical.

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Esta pedagogía cree que el talento se desarrolla y, para ello, recurre a la repetición. Del mismo modo que aprendemos a andar a base de mover un pie y luego otro, o aprendemos un idioma con constancia, los niños aprenden a tocar un instrumento mediante la repetición de las piezas. «Los niños escuchan el cd de las canciones que van a aprender, desarrollando un criterio del buen ritmo, afinación y sonido, al tiempo que aprenden la pieza de oído», detalla Navarro. Cuanto más pequeños son, mejor retienen ymemorizan. Ambos factores se aprovechan para comenzar con la reproducción de piezas cortas que poco a poco se alargan hasta conseguir que memoricen y reproduzcan piezas largas. De hecho, son capaces de dar conciertos sin recurrir a partituras.

La memoria es importante, pero tanto o más lo es la práctica. El Instituto de Investigación de Educación del Talento (T.E.R.I.), de Japón, señala que la repetición y el ensayo diario preparan al niño para pasar al siguiente nivel de habilidad, pero para ello requiere el refuerzo de la familia y sentir que este entorno le transmite seguridad.

El papel del niño y de los padres

El pequeño es central en esta metodología. Ante todo, se respeta su ritmo de aprendizaje, pero también «al niño como persona», señala la Federación Española Método Suzuki. Esta entidad apuesta por un aprendizaje natural de la música a partir de los tres años, aunque se puede empezar a cualquier edad. «El ritmo de avance viene dictado por el niño, y no por la edad u otros factores», agrega.

Además de aprender a tocar un instrumento, el niño interioriza valores como el respeto y la calidad humana

Las clases a las que se asisten son individuales y en grupo. Las primeras respetan la evolución de cada pequeño, sin compararles con sus compañeros, sin presiones para que emulen a los más aventajados, sin hacerles sentir que son los mejores ni los más retrasados, con correcciones constructivas. En las segundas, manifiesta Navarro, los «niños socializan y aprenden unos de otros desde una actitud positiva y constructiva». «El Dr. Suzuki siempre dijo que su deseo era el de fomentar la calidad humana en el niño», recalca la Asociación Internacional Suzuki.

Respecto a los padres, su implicación es fundamental. Se pide a uno de ellos que asista a todas las clases de sus hijos, señala la Federación, ya que el profesor «le enseñará a proseguir en su casa la acción emprendida durante la clase, con la misma paciencia que tuvo para enseñar a su hijo a hablar». Se les transmiten las dificultades del aprendizaje para que sean conscientes de los obstáculos a los que se enfrentarán los niños y se les anima a infundir seguridad a los pequeños. «De esta forma, el alumno pasa de tener una clase semanal con el profesor a tener siete clases, con el padre o madre en casa», apunta Navarro, quien también acentúa la oportunidad que se da a los padres para pasar más tiempo con sus hijos.

Es un triángulo en cuyo vértice se sitúan los niños. Los otros dos se reservan para el profesorado y para los progenitores. Estos no deben forzar a los niños a ensayar, ni obligarles a tocar o enfadarse porque los instrumentos no suenan como sería deseable. Solo con cariño, comprensión y refuerzo positivo conseguirán los resultados esperados. Se debe conseguir que a los pequeños les guste practicar, no que se sientan forzados a hacerlo. El fin es lograr que, de manera natural, el niño se sienta cómodo para tocar un instrumento y mejore gracias a este proceso, en el que sus padres le acompañan.

Tomado de: http://www.consumer.es/web/es/educacion/otras_formaciones/2014/01/12/219072.php

Imagen: https://www.google.com/search?q=musica+en+los+ni%C3%B1os&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjs16nSj7_NAhUDXB4KHWwmBpcQ_AUICCgB&biw=1366&bih=623#imgrc=oUySEEBRA91x0M%3A

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