Torres Santomé, J. (2017). Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas. Madrid: Morata. Pp. 274 ISBN: 9788471128218
Reseñado por Rosa Vázquez Recio Universidad de Cádiz España
En busca del telos del «bien común» y del «nosotros»: ¡Sí, sí se puede! “¿Quién decide lo que es apropiado? ¿Y si decidieran ponerse un salmón en la cabeza, lo usarías?”, decía Alicia1 con la elocuencia que la caracteriza. Una reflexión, un dilema, que nos va a ayudar a articular esta reseña, a modo de «conversación», al reciente libro publicado por el Catedrático de Universidad de Didáctica y Organización Escolar de la Universidade da Coruña Jurjo Torres Santomé, Políticas educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas (2017); y lo va a hacer porque ambas preguntas nos ponen en la dirección de lo que constituye, sin metáfora alguna pese a la existencia de la misma, sobre el eje sobre el que gravitan las principales líneas discursivas que articulan el desarrollo del libro.
De partida, se trata de unos interrogantes para los que, a priori, hay 1 Alicia referida a la novela de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas. Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 2 posibles, e incluso, múltiples respuestas, dependiendo de quién se enfrente a tales cuestiones, y en qué situación y condición se encuentre. En realidad podemos preguntarnos qué de incierto hay en ellas, de la misma manera qué certeza o veracidad encierran. De modo directo nos ponen en la tesitura de admitir un grado de incertidumbre que se incrementa o disminuye en función, igualmente, de quién se enfrenta a tales interrogantes, si bien hemos de admitir y asumir que la incertidumbre –al igual que la impredecibilidad, recordando a MacIntyre (1987)- , independientemente de su graduación, nunca llegará a ser nula o inexistente; siempre nos acompaña(rá) a pesar del miedo que pueda suscitar, no superior al que pueda provocar la certidumbre.
Pero, ¿cómo puede la certidumbre generar más miedo que la incertidumbre?, ¿estamos seguros de que las certidumbres a las que nos están acostumbrando son realmente certidumbres?, ¿no se tratarán de certidumbres prêt-à-porter con las que nos andan entreteniendo para provocar en la ciudadanía un estado de no dudar, de no cuestionar, de paralizar cualquier confrontación o discrepancia que irrumpa en la zona de confort del sistema neoliberal, conservador y neocolonialista con los efectos que esto podría reportarle?, ¿no son esas certidumbres las que nos proporcionan también una zona de confort de la que no queremos privarnos aunque se llegue a descubrir que son certidumbres impostadas?
El pensamiento hegemónico, el dominante, precisamente se maneja en el mercado de las certidumbres que el mismo proporciona para mantener controlado a ese “rebaño desconcertado” (Chomsky, 2002) que conforma el tejido social, ya un tanto fragmentado y divido que parece de difícil recomposición para poder volver a su sentido ontológico vinculado a la civitas. Entre zona de confort y certidumbre prêt-à-porter despachada a medida de los requerimientos de las élites dominantes, la duda y las dudas no tienen mucha cabida, si bien “sin interrogantes y sin dudas no tendríamos curiosidad por nada, nos limitaríamos a dar lo que hay por bueno como hacen los animales que carecen de conciencia” (Camps, 2016, p. 19). Dar lo que hay por bueno es aceptar las certezas – las verdades (mentiras)- que, mediante eufemismos, paradojas y otras estructuras lingüísticas y retóricas, se confabulan en el discurso populista y propagandístico, a modo de exhibición mediática y fortalecido por una econometría de la cotidianidad que incrementa cada vez más la deshumanización, la exclusión y las desigualdades por razón de género, sexo, cultura, etnia, etc., para imponerse, esas certezas, como visiones y creencias válidas e incuestionables, entrando a formar parte directa de esas certidumbres a las que nos están acostumbrando y que son puestas en circulación “a través de sus redes mediáticas para conformar una mentalidad, un sentido común [según es entendido por las organizaciones neoliberales, las conservadoras y neocolonialistas] en la mayoría de la población” (Torres Santomé, 2017, p.15).
Dichas certezas hacen tremendamente creíble lo que sería claramente cuestionable si nos quitásemos el velo del miedo, de la culpabilidad (impuesta), de la confusión y de la inseguridad, y si nos reconociéramos como Público –en términos deweyano- con un compromiso político y social. Porque, como señala el autor del libro, Jurjo Torres, “la dimensión de ciudadana y de ciudadano es una conquista social típica de una democracia, que coloca en primer plano atributos de equidad, justicia e igualdad de derechos. Es por este rasgo democrático, peculiaridad inconfundible, por el que no se puede permitir tolerar las desigualdades humanas, asumir que pueden existir las mismas.
Dicho esto, la detección de las desigualdades e injusticias humanas es algo que conlleva una ciudadanía educada para prevenirlas, y atenta a detectarlas y a resolverlas, y nunca dispuesta a asumirlas como irresolubles o “naturales” con un destino sujeto a los caprichos de un sistema Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 3 (neoliberal, conservador y neocolonialista) excluyente” (p. 9). Y esta obra, precisamente, se caracteriza por manejarse con unas certidumbres que ni son impostadas ni visten al estilo prêt-à-porter; son certidumbres que hablan de modo claro y directo de la trama urdida por las políticas neoliberales, conservadoras y neocolonialistas que conspiran contra un sistema construido para la consecución del bien común de un «nosotros» que aspira a un mundo mejor y que lucha por políticas de redistribución, de reconocimiento y de participación.
Con la templanza de un cirujano y con la elocuencia analítica que merece un atrevimiento como el que arroja el autor al adoptar una narrativa provocadora, haciéndolo además sin ambages, va dando testimonios sólidos de las ideologías que articulan las cosmovisiones de tales políticas neoliberales, conservadoras y neocolonialistas, y cómo estas están afectando y calando incisivamente en la vida cotidiana, en las relaciones (entre personas, entre colectivos, entre sociedades), en el imaginario colectivo, en la manera de comprender y actuar en el mundo, en el modo de vernos y reconocernos como parte de este y en relación con los “otros” y las “otras” (que pueden no estar lejos de convertirse en “enemigos” y “enemigas”), en la manera de vivenciar y sentirnos (que está generando ese culto al cuerpo y a la mente que roza lo “patológico”), y, por supuesto, en la política educativa, en el sistema educativo y en las instituciones escolares (y en todo aquello que las configuran interseccionalmente). Y esto lo hace el autor apoyándose en datos, ni mucho menos minimalistas sino reales, que hacen de las argumentaciones una lista de razones convincentes sobre la situación crítica y lamentable en la que se encuentran el mundo – y que sufre buena parte de la población, especialmente las personas y los colectivos más vulnerables y excluidos-, y la educación; razones que, rizomáticamente, eclosionan en el encadenamiento de los cuatro capítulos en los que se articula el libro, y que nos ponen en bandeja toda una serie de certezas (certidumbres) que generan incertidumbres y provocan miedo. ¿Miedo? Sí, lo provocan porque nos descubren el imperio de la brutalidad de las élites políticas, financieras y económicas y los estragos que están ocasionando en la ciudadanía, en la sociedad civil, y en la educación y en las escuelas. Esto es lo que nos debería dar miedo y no el discurso apocalíptico y despolitizado de dichas élites, que, vestido con piel de cordero, está haciendo creer a buena parte de la población que los problemas sociales son individuales y no colectivos, y, consecuentemente, las responsabilidades y las soluciones también lo son; además, del sentimiento de culpabilidad, de frustración, de fracaso, etc.
Entran en juego las tres formas de moral que identifica el autor: la moral del esfuerzo, de la promesa y de la culpa (pp. 83 y ss.) Y esta es la gran virtud de la obra, conseguir desnudar al discurso de las élites y obligar, a quienes nos enfrentamos a su lectura, a tomar conciencia y a concienciarnos de cuáles son los verdaderos artífices de los males de la sociedad y de la educación. Nos empuja de golpe, aunque sigilosamente y sin querer (pero queriendo), para que nos topemos sin intermediarios y sin interrupciones con la maquinaria oficial de las élites que opera, cual “ilusionista”, tras ese escaparate bien orquestado de mentiras, falsedades, estrategias y silencios. Nos permite descubrir que vivimos en un orden desordenado regulado por decretos y reglamentaciones que buscan el adoctrinamiento de esa parte de la ciudadanía que se muestra más displicente; en un desconcierto y desasosiego organizados gracias a los efectos de la acción de la psicopolítica más osada; en una vulnerabilidad, debilidad y fragilidad institucionalizadas que son asumidas como connaturales a nuestra existencia; en una realidad en la que se incrementa el deseo absurdo de irrealidad «business class» y de espectáculo deshumanizante a consumir a grandes dosis; en una indiferencia e Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 4 incapacidad para aprender de las diferentes interpretaciones y los diferentes puntos de vistas sobre la realidad porque sería negar nuestra «supremacía»; en un estado de «ceguera ciudadana» ante la falta de compromisos políticos, sociales y éticos, y de vínculos comunitarios (el anti-político y el anti-ciudadano de los que habla el autor); en un contexto caracterizado por la precariedad de las posibilidades de afecto, solidaridad, sensibilidad, escucha, comprensión, diálogo…; en una subordinación del conocimiento divergente y propio al conocimiento validado por la hegemonía del sistema en connivencia con el Estado; en una servidumbre cada vez más voluntaria con menos ánimo de ser insurgente o rebelde; en una cultura del emprendimiento y del empoderamiento tergiversado y escorado hacia el fundamento financiero y de mercado; en un contexto en el que la demonización de lo público forma parte de nuestro habitus; en una sociedad democrática políticamente necrotizada; en una arbitrariedad autorizada, permitida y legitimada por las élites dominantes y los poderes fácticos. Una obra que ayuda a desplazar el foco de atención hacia donde debemos dirigir la mirada, la acción y el deseo de lograr justicia para así afrontar un trabajo político desde lo político con el que denunciar, condenar y, sobre todo, provocar la ruptura de esa dependencia y supeditación que existe a los dictámenes y a los requerimientos que el sistema actual nos impone como ciudadanos y ciudadanas, y como profesionales de la educación. Lograr el escenario expuesto y configurado a partir del trasfondo epistémico y político del libro que ha sido armado con mesura, escenario que no deja de generar incertidumbre, dudas e interrogantes, no puede darse si no se cuenta con una buena parte de la ciudadanía configurada a imagen y semejanza de los antojos del sistema neoliberal, conservador y neocolonialista.
Necesita de instrumentos que permitan garantizar no solo su mantenimiento sino también una consolidación firme y robusta de sus ideologías; que sepan operar con las claves propias y genuinas para alcanzar los resultados esperados para una sociedad de mercado, competitiva y neurotizada por la cuantificación, la medición, los estándares, los resultados y los rankings. Y uno de los principales instrumentos de los que se está apropiando es de ese ser humano que participa de los restos de una ciudadanía que presume unos atributos mutados y resignificados (sucedáneo de ciudadanía, nos atrevemos a llamarla). Ese ser humano instrumentalizado que está al servicio del sistema hegemónico es del que da cuenta Jurjo Torres en su libro: ¡constrúyanse personalidades ad hoc! Y hasta el momento no hemos contado con una obra que claramente desarrollase una potente y cruel argumentación sobre las diferentes formas que adquiere ese ser humano del presente con proyección futura, estableciendo, a su vez, un retrato realista, detallado y contundente de las dimensiones que convergen en esa configuración de una clientela anti-política y anti-ciudadana: el ser humano neoliberal, el ser humano neocolonialista/colonizado y el ser humano católico conservador.
El ciudadano y la ciudadana pasan por la máquina depuradora del sistema para obtener como resultado un cliente cada vez más consumidor, narcisista, egoísta, supremacista, xenófobo, clasista,… Estas últimas consideraciones nos llevan al principio, a la primera pregunta. “¿Quién decide lo que es apropiado?”. En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a decidir menos por nosotros mismos y nosotras mismas sobre aquellas cuestiones que tienen que ver directamente con los asuntos que nos competen como ciudadanos y ciudadanas, y con los que tenemos un compromiso social y político por el hecho de pertenecer a una comunidad llamada ciudadanía. Esta merma decisoria afecta de modo directo a nuestras obligaciones morales, intelectuales y sociales que se ven no ya reducidas sino también mutadas a un tipo de obligación, la económica, ajustada a los Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 5 requerimientos de quienes se han tomado la licencia, y a ello nos están habituando, para determinar lo que es apropiado para la ciudadanía, cuando, en realidad, es lo que les interesa a quienes se han atribuido esa potestad de decidir por nosotros y nosotras; trátese de las élites financieras, políticas y empresariales, ayudadas a su manera por el propio Estado (ya del des-bienestar).
Así, y metafóricamente expuesto, la ciudadanía está experimentando, como si de un jefe de una tribu Shuar perdedora fuese, la reducción de su cabeza a la dimensión económica. Se aglutina en torno a ello, como efecto de la ideología de mercado del sistema neoliberal, la conformación de unas personalidades que responden al homo consumens y al homo economicus, “personas sin sentimientos, sin moral, sin dignidad, sin inquietudes ni compromisos interpersonales y sociales” (p. 72), como claramente expone el autor; es, también y al mismo tiempo, el homo eligens, cuyos dilemas están circundados por la pasión por el tener, y tener lo que el mercado ofrece como la última novedad (bienes materiales, bienes para la salud, bienes para «garantizar la eterna juventud», bienes para el culto al «narcismo», bienes para la medicalización, etc.), pues sin esta novedad es como sentirse y estar fuera del sistema; esto provoca el sentimiento de estar excluido, que no deja de ser una seudoexclusión, pues nunca es equiparable a la exclusión que sufren quienes se encuentran en el «estatus de excluidos» por no disfrutar de la misma capacidad adquisitiva ni la misma disponibilidad de dinero para poder, al menos, dar respuesta a las necesidades esenciales para vivir dignamente: las desigualdades existen porque existen “seres humanos desiguales en cuanto a derechos individuales y sociales” (p. 74).
No se siente ni está excluido por no tener atendidas las necesidades básicas, sino por no tener lo que resulta superfluo o innecesario para la vida; una exclusión que el homo consumens-economicuseligens (que puede llegar a estar endeudado por su obsesión por tener) se autoimpone. Porque cada vez son más las personas las que se convierten en autoempresarias que se aplican a sí mismas, llegado el caso, las sanciones correspondientes ante el incumplimiento de sus obligaciones y responsabilidades de buen cliente y consumidor; son opresores y oprimidos al mismo tiempo, algo que resulta tremendamente rentable al sistema. En este orden de configuraciones, el dilema no reside en el acto en sí de comprar (adquirir), sino en lo que se adquiere en un mercado que es cada vez más competitivo que hace posible formar parte de la fotografía del sistema neoliberal, conservador y necolonialista. Entonces, ¿quién decide lo que es apropiado? Es evidente. En esa realidad que nos describe de manera taxativa el autor, una realidad que ha venido sufriendo la despolitización y la pérdida de valores democráticos que hacen que pendan de una soga la equidad, la justicia, la racionabilidad y el sentido del bien común, no es la ciudadanía la que toma las decisiones que incumben a todos y todas con una mirada social y una acción política comprometida con lo común y con el «nosotros», sino la maquinaria del “Gran Hermano” (al estilo Orwell) neoliberal, católico, conservador y neocolonialista que, con su canto de sirenas, persuade hasta llevar a buena parte de la ciudadanía a la asunción de que es mejor que otros decidan porque son los expertos; saben lo que es más adecuado porque ostentan la supremacía epistémica (euroccidentalizada, por supuesto) que permite que sus proclamas y sus argumentaciones estén legitimadas sin más necesidad que la de disponer de una perfilada econometría puesta a su servicio.
La ciudadanía está colonizada (no homogéneamente, podríamos añadir) por el discurso propagandístico, excluyente y “cuantofrénico” del poder hegemónico e imperialista que le impide, al menos, tomar distancia y sorprenderse de la urdimbre entrópica limitante en la que se encuentra atrapada y que obstruye cualquier tentativa u opción alternativa por ser considerada peligrosa para el status quo neoliberal y conservador; una ciudadanía colonizada en Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 6 diferentes grados y formas en función de qué grupos y colectivos se traten (pensemos en la población inmigrante o en la gitana), y a la que, tomándonos la licencia de hacerlo, podríamos llamar la matrioshka ciudadana colonizada. Pero como ciudadanía colonizada no puede sino gestar, y en esto es directo el autor del libro, esa mentalidad neocolonialista requerida por la sociedad neoliberal para mantener su dominio, su control, su “imperio”, porque para ello necesita de cómplices que hablen el mismo lenguaje, que tengan un conocimiento sesgado y en muchos casos chauvinista y que justifiquen sus actuaciones desde la narrativa impuesta (neoliberal, conservadora y neocolonialista) llena de certidumbres impostadas y plagadas de mentiras disfrazadas de datos y hechos que aparentan ser fehacientes. Como decía Epicteto, “la mentira necesita siempre complicidad”, y en este arte es experta la ideología hegemónica que sagazmente busca sus cómplices (esa buena parte de la población que se hace súbdita).
En este sentido, la obra nos hace pensar cómo estas mentalidades neocolonialistas que mantienen una relación con los “otros” que los colocan en esa categoría de subalternos, no se dan cuenta de que también pertenecen a esa categoría en su relación con el pensamiento único del sistema neoliberal y conservador al quedar atrapados por las estructuras de dominación que este establece. Entonces, y retomando la segunda pregunta de Alicia, ¿Y si decidieran ponerse un salmón en la cabeza, lo usarías? Es evidente que sí, buena parte de la ciudadanía lo haría tras el hurto premeditado de su capacidad de agente político y público. Este panorama que hemos ido trazando y al que nos hemos asomado con el asombro de quien se le antoja decir “paren el mundo que me bajo”, también exige, sin gratuidad alguna y sin menoscabo de caer en simplificaciones, revelar de qué se arma el sistema que nos controla y somete a sus requerimientos y caprichos para conseguir que el mundo y sus habitantes terminen infectados por mentalidades neoliberales, conservadoras y neocolonialistas.
Desde el primer capítulo, “Intenciones en las políticas educativas oficiales”, el autor nos da a conocer con avidez, y al mismo tiempo con espanto, que el mejor mecanismo para ese logro es introducir sus zarpas en las políticas educativas para penetrar en la gestión y la articulación de los sistemas educativos, y, consecuentemente y con efecto cascada, en el resto de elementos y agentes que intervienen y que forman parte de la educación y de las instituciones escolares (profesorado, alumnado, familias, dirección, etc.). Preparar a la masa del futuro –que no multitud, en el sentido que lo apuntalan Negri y Hardt (2005), y ni mucho menos la que representaba la clase obrera otrora-, requiere de un sistema que disponga de herramientas ad hoc que puedan garantizar el ajuste idóneo a las exigencias de una sociedad configurada a merced de las ideologías hegemónicas, las cuales anteponen el mercado, la competitividad, el emprendimiento, la privatización, la supremacía, el individualismo etc., a todos los atributos que le son propios a una sociedad de facto democrática.
De nada ha de sorprendernos esta artimaña especulativa cuando atendemos a las evidencias que el autor va sacando del anonimato, una tras otras, para argumentar deliberadamente cómo las políticas educativas y los sistemas educativos oficiales han ido ajustando sus agendas para ser complacientes con el perfil de ciudadano y ciudadana que se precisa para preservar sus pertenencias y sus ganancias (se construyen personalidades en función del modelo productivo e ideológico dominante). Desde el momento que se hizo el hermanamiento entre educación y economía, los efectos han sido muchos y no todos ellos podemos considerarlos beneficiosos para la construcción de una ciudadanía comprometida con la justicia, la equidad, la dignidad y la igualdad de derechos. Más bien ha sido todo lo contrario, efectos dirigidos a la construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas. Y para llegar a este logro necesariamente hay que gestar, confeccionar y Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 7 articular un currículo que, sin duda alguna, también es a medida, dado que no podemos olvidar que no deja de ser una “selección de la cultura [para] la comprensión del pasado y del presente de nuestra comunidad y de sus lazos e interacciones con el resto de la humanidad” (p. 129).
Dicho currículo se nos dibuja con un estilo realista y nada impresionista en el tratamiento analítico que el autor hace de las distintas áreas de conocimiento presentes en el currículo oficial: Ciencias Sociales, Humanidades y Artes (capítulo dos: “Sentido y finalidades de las distintas áreas de conocimiento en el currículo”). No deja títere sin cabeza en su denuncia de los riesgos que encierra las políticas mercantilistas al permitir que, a través del currículo oculto, se esté contribuyendo al fomento de valores lejanos a un sentir democrático, a visiones eurocéntricas, patriotas, chauvinistas, xenófobas, clasistas, sexistas…, a estilos de ser y de relación que se ajustan a la ideología social del neoliberalismo, etc.; pero también al introducir la educación financiera acorde con esas políticas educativas que funcionan bajo la relación «costes-beneficios». Y en este juego de las políticas de mercado que persiguen unas personalidades específicas, resulta inevitable la necesidad de mantener e incrementar la doble red de instituciones escolares, háblese de la pública, por un lado, y privada-concertada, por otro. La campaña que en los últimos tiempos se viene ejecutando contra las escuelas públicas se entiende, como bien lo argumenta Jurjo Torres (capítulo tres: “Diferencias entre instituciones escolares públicas y privadasconcertadas”), porque no son el modelo ni el proyecto de escuela que interesa a las políticas neoliberales y conservadoras. De ahí que se estén entregando con ahínco a la tarea de desmantelarlas como proyecto y plataforma de vertebración social y política comunitaria -en tanto que persigue un mundo mejor para el «nosotros»-, pero arrojándolas al mercado educativo competitivo.
Se incrementa así las desigualdades y se fortalece un sistema segregador, excluyente, acrítico, despolitizado, carente de equidad afectiva… Pero en la construcción de esta gran empresa, hace falta ejercer un férreo control sobre las instituciones escolares y especialmente sobre el profesorado, que no puede convertirse en la mano ejecutora de las políticas neoliberales oficiales. Es necesario que el profesorado profane su liturgia (mediciones, calificaciones, rankings…) y se aplique como agente social, intelectual público, profesional crítico que es. Pero para ello se hace imprescindible que en los contextos universitarios se produzca un cambio, dado que la formación que se dispensa en los mismos también está atrapada por las redes de las políticas neoliberales, conservadoras y neocolonialistas (capítulo cuarto: “Formación del profesorado y educación como proyecto político e inclusivo”). Políticas educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas es un libro que sorprende por la contundencia del análisis político, ideológico, cultural y social que realizada sin florituras. Aunque pueda resultar la elegía sobre el mundo actual, la ciudadanía, la educación pública y lo público, se convierte en todo lo contrario.
El libro, al arrojar certezas fundadas en ese riguroso y detallado análisis, se convierte en un acto revolucionario. La obra ofrece una mirada no desde el ensimismamiento (porque sería como ir en la misma corriente del sistema dominante que tenemos), sino desde la rebeldía y el análisis crítico de hechos, situaciones, problemas, relaciones, etc., que se dan en la vida real, educativa e histórica de nuestro país y de otros lares (incluyendo a los territorios subalternos). Consigue con soltura utilizar las herramientas epistémicas oportunas, pero sin excesos y sin artificios oportunistas, para explicar con ejemplos concretos y propios la concreción y los efectos de las políticas neoliberales, conservadoras y neocolonialistas. El volumen de datos que va aportando a lo largo de los cuatro capítulos son muestra de ello, y es lo que aporta una riqueza y un valor inestimable a la obra. No es una teorización Reseña de Políticas Educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas por R.Vázquez Recio 8 sobre lo ya teorizado, esto sería de poca relevancia.
Lo relevante, y al mismo tiempo desconcertante y sobrecogedor, es que nos permite comprender el alcance y el calado de estas políticas desde la exhumación que hace de lo que nos pertenece, de lo que sabemos, de lo que construimos, de lo que aprendemos a sentir y a compartir con los “otros”…, en la sociedad y en las escuelas. Es una mirada política desde la política de lo común, del bienestar colectivo que ayuda a comprender – para actuar, o al menos, movilizar el pensamiento y las «entrañas»- nuestra realidad, nuestro mundo. Políticas educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocolonialistas se nos presenta como el ágora para esa búsqueda del telos del «bien común» y del «nosotros»: ¡Otro mundo es posible!¡Sí, sí se puede!2 .
Referencias
Camps, V. (216). Elogio De La Duda. Barcelona: Arpa.
Chomsky, N. (2002). El control de los medios de comunicación. En N. Chomsky, N., & I. Ramonet, Cómo nos venden la moto. Información, poder y concentración de medios (pp. 7-53). Barcelona:
Icaria. MacIntyre, A. (1987). Tras la virtud. Barcelona: Crítica.
Acerca de la Autora de la Reseña Rosa Vázquez Recio Profesora Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Cádiz (España). Email: rmaria.vazquez@uca.es