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Uruguay: Un trabajo de investigación estudia qué aspectos evalúan los profesores de Matemática en sus estudiantes

América del Sur/Uruguay/educacion.ladiaria.com.uy

Su autora entiende que debería haber criterios “más uniformes”, según conocimientos básicos esperados para cada grado.

“¿Cómo evalúan los aprendizajes de Matemática los docentes seleccionados de tercer año de liceos públicos de Montevideo y cómo lo perciben los estudiantes? Las prácticas de evaluación de aprendizajes, ¿son diferentes según el nivel sociocultural de los centros educativos?”. Esas fueron las principales preguntas que la profesora de Matemática Andrea Rajchman se planteó para el desarrollo de su tesis de la Maestría en Educación en la Universidad Ort. Para abordarlas, realizó una selección de diez liceos públicos de Montevideo de barrios con distintos contextos socioculturales y entrevistó a profesores y estudiantes de tercer año, además de analizar pruebas de evaluación que son utilizadas en los respectivos cursos.

Según contó Rajchman a la diaria, se encontró con tres aspectos que principalmente evalúan los docentes en los estudiantes: en primer lugar está el esfuerzo que realizan, la segunda más importante es el trabajo en clase y luego la conducta. En suma, los estudiantes entrevistados estuvieron de acuerdo en que el factor más tenido en cuenta por sus docentes para calificarlos es el esfuerzo que ponen para aprender.

Según contó la docente, que también cuenta con un diploma en evaluación de aprendizajes y trabaja en el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, en algunos aspectos encontró diferencias en las respuestas relevadas según el contexto sociocultural, pero en otros no. La forma en que los estudiantes viven la evaluación en Matemática no presentó grandes variaciones, ya que sin importar el contexto los jóvenes la viven “con ansiedad, miedo” y “la creencia de que les va a ir mal”. A partir de su experiencia como profesora de esa materia, Rajchman opinó que existen preconceptos en relación con la Matemática, como que es normal llevarse la materia a examen o que “si te va bien en Matemática sos un crack”.

En cambio, sí encontró diferencias sobre el peso que tiene el esfuerzo de los estudiantes en la evaluación según el contexto. Si bien esa dimensión tiene un fuerte peso en todos los liceos estudiados, Rajchman encontró que se le da aun más importancia en los centros que se ubican en zonas con contextos socioeconómicos menos favorecidos. De la misma forma, en esos liceos en general las pruebas escritas tienen un peso menor en la evaluación de los estudiantes en relación a los centros de otras zonas de la ciudad.

Diversidad de criterios

Según explicó Rajchman, esta situación implica que sea posible que un estudiante apruebe la materia aunque no haya adquirido los conocimientos básicos para su grado. No obstante, advirtió que no existe claridad en la educación secundaria respecto de los conocimientos básicos que cada estudiante debe incorporar en cada nivel. “En secundaria hay unos programas que te dicen que tenés que tratar determinados temas, algunos de determinada manera, pero son un poco generales. El profesor va dando esos programas y es el que decide si el alumno llega al 6, al 10 o al 12. Como profesor puedo poner un escrito mucho más fácil o mucho más difícil, o que abarque cosas más o menos parecidas a las de clase. Me da la sensación de que la toma de decisiones sobre qué evaluar y cómo queda muy librada al docente, por lo que seguro va a haber diferencias de criterios y concepciones”.

Para ilustrar esta diferencia de criterios mencionó el caso de un docente de un liceo ubicado en una zona de contexto socioeconómico desfavorable, que dijo que como sus alumnos no seguirían estudiando después del liceo no les quería “poner una traba con que sepan o no [por ejemplo] el teorema de Pitágoras”. Por lo tanto, al ver que trabajan, asisten a clase y no molestan, “eso ya es importante”, mencionó Rajchman. En cambio, hay otros profesores que si bien advierten que no evalúan sólo el esfuerzo de sus estudiantes, señalan que valoran en la calificación si hay alguien que va mejorando respecto de sí mismo. “Capaz que no es tan bueno como otro [que llega al] 6, pero para ellos es un 6”, ilustró la investigadora.

Según entendió Rajchman, este tipo de criterios son “mucho más subjetivos” que el que se puede obtener de una prueba con un criterio preestablecido. Si bien consideró que “la educación y la evaluación son subjetivas”, sostuvo que “debería haber criterios más uniformes” que permitan que los estudiantes acrediten los conocimientos correspondientes al grado en que estén cursando. A partir de esta situación, cuestionó que “si un alumno se va a otro liceo o a otro país realmente no hay algo demasiado uniforme sobre lo que sabe o no”. En suma, planteó que “el sistema educativo debería decir un poco mejor qué es lo esperable para aprobar”. “Es como que los programas están hechos para los docentes: tenés que llegar a dar estos temas con la profundidad que puedas, pero ¿de qué tiene que dar cuenta el alumno para poder pasar o para poder tener un 10?”, cuestionó. Al respecto, agregó que contar con una guía más clara sería “más justo” tanto para los docentes como para los alumnos, que podrían “saber con qué medirse o qué se espera de ellos”.

Rúbricas

Consultada sobre cómo puede tenerse en cuenta la diversidad y la singularidad de los estudiantes al mismo tiempo que se avance en criterios comunes de evaluación, Rajchman señaló que “como docente uno sabe que es importante tener a todos en cuenta y el objetivo es poder enseñarles a todos y que todos aprendan y avancen en su máximo potencial”. “Eso es lo primero que uno piensa cuando recibe un curso, pero cuando te enfrentás a la situación real tenés poco tiempo con el grupo, que con suerte viene regularmente, tenés más alumnos de los que quisieras tener. Toda esa diversidad se multiplica por la cantidad de alumnos que tengas; algunos tienen unas necesidades y otros tienen otras. Uno quiere atender a todos de la mejor manera posible, pero llega un momento en que es un poco difícil. Hay adecuaciones curriculares que deberían ser personales, pero lo que termina pasando en muchos casos es que el docente plantea la evaluación común para el grupo y a los que necesitan una adecuación curricular se les pone una prueba alternativa, pero si es la misma para todo ese grupo tampoco se atienden las particularidades”, valoró.

En este contexto, mencionó que en su práctica docente le ha funcionado muy bien la elaboración de una rúbrica de evaluación. Ese sistema implica que, por ejemplo, para evaluar el tema ecuaciones se elaboren una serie de resultados que el docente espera de sus estudiantes: “Algunos demasiado básicos o insuficientes, otros que son aceptables y otros que son más destacados o excelentes”, describió. La docente contó que les presenta a los propios estudiantes estos posibles resultados esperados y va trabajando sobre cómo pasar de un nivel al otro. En suma, contó que esta metodología implica que cada vez que se realiza una prueba de evaluación –tenga o no calificación– se vayan realizando devoluciones a los estudiantes para irles mostrando “dónde están parados”. “Es algo interesante que ayuda a los docentes a ver los progresos de los estudiantes y a los estudiantes para hacerlos responsables [de su proceso], que creo que es algo que debería buscar el liceo”, concluyó.

Otros hallazgos

Del análisis de las pruebas escritas que aplican los profesores de Matemática de tercer año de los liceos estudiados se desprende que en su gran mayoría refieren a situaciones abstractas que no tienen aplicación en el mundo real. Concretamente, la tesis muestra que sólo 7% de las pruebas refiere a contextos extramatemáticos, hallazgo “que se corresponde con las conclusiones de otras investigaciones”, situación “que no da cuenta de las sugerencias realizadas en los documentos curriculares oficiales” del Consejo de Educación Secundaria. En suma, el estudio muestra que “los resultados varían en liceos de distinto nivel sociocultural: en centros de mayor capital cultural se encontró mayor variedad de situaciones y contextos” de evaluación.
Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/8/un-trabajo-de-investigacion-estudia-que-aspectos-evaluan-los-profesores-de-matematica-en-sus-estudiantes/
Imagen tomada de: https://hips.hearstapps.com/es.h-cdn.co/quoes/images/ser-humano/son-los-profesores-de-matematicas-una-especie-en-extincion/1280438-1-esl-ES/profesores-de-matematicas-son-una-especie-en-extincion.jpg?crop=1xw:0.6975476839237057xh;center,top&resize=480:*
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Por qué España se está quedando sin profesores de Matemáticas

Por Berta González de Vega

 

Ya no hay matemáticos que quieran ser profesores. Se han quedado plazas sin cubrir y, según el CSIF, faltan 300 docentes de la materia pese a que la carrera se estudia en 34 facultades

Los cuarentones recordarán que en COU se decía que la única salida para los licenciados en Matemáticas era convertirse en profesores. Hoy, en cambio, la realidad ha cambiado radicalmente: ya no hay matemáticos que quieran dar clase. Quizás porque están demasiado ocupados ganando dinero en el sector tecnológico y gozan de pleno empleo en un país que aún lucha contra el paro.

Uno de los datos más impactantes que dejan las oposiciones a profesor en toda España es que se han quedado plazas sin cubrir. Según el sindicato CSIF, faltan 300 docentes de matemáticas, pese a que la carrera ya se estudia en 34 facultades. Así que no hay cantera para formar a los niños que, en el futuro, deberían aspirar a los grados con mejores salidas en ciencia y tecnología.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Las respuestas son complejas, pero todos los expertos coinciden en que la situación es tan preocupante como para organizar una mesa nacional con representación de los decanos de Matemáticas, los profesores de secundaria, los sindicatos, el Ministerio, la Real Sociedad Española de Matemáticas y las comunidades autónomas. Muchos de ellos, por cierto, podrían recurrir a aquello de «os lo dijimos». Porque así ha sido. Ya comparecieron en el Congreso en el fallido Pacto de Estado por la Educación y dieron la señal de alarma. Nadie les hizo caso.

Agustín Carrillo, portavoz de la Federación Española de Profesores de Matemáticas (FESPM), certifica la tendencia: «La enseñanza está siendo la última opción para muchos ingenieros o arquitectos, que ya no lo hacen por vocación». Coincide Francisco Marcellán, presidente de la Real Sociedad Matemática de España (RSME): «Dan clase de matemáticas como descarte de otras opciones».

Casi no hay rastro en las aulas de matemáticos o de físicos, dos grados que, ahora mismo, atraen a los alumnos más brillantes del Bachillerato. Ninguno quiere acabar sus días en una clase de instituto: tienen la sensación de que la docencia no está valorada por la sociedad como debería. «La empresa privada reclama matemáticos por la forma de pensar, de abordar los problemas, de razonar», cuenta Mario Fioravanti, presidente de los decanos de matemáticas de España.

Lucas Górtazar, experto en análisis de sistemas educativos, pone el acento en el sistema de oposiciones, al que tacha de «poco útil» para calibrar la competencia de razonar que sería necesaria en un aula. La empresa privada premia a los matemáticos por virtudes que no se valoran en las oposiciones, con un temario que no cambia desde hace 25 años. Por eso -explican los detractores del sistema- sería necesaria una comisión nacional para alinear los planes de los grados, los másteres, el Bachillerato y las oposiciones.

¿Cómo es posible que ingenieros, arquitectos o químicos no puedan con el temario de la oposición? «El peso de las matemáticas en estos grados ha disminuido mucho con Bolonia», explica Marcellán. Por su parte, Carrillo advierte que esos profesores, aun teniendo el máster de Aprendizaje, llegan al instituto y piden no impartir matemáticas en Bachillerato porque no están cómodos. Además, algunos a los que llaman desde las bolsas de interinos aguantan apenas unos días dando clase. «Todo está relacionado», explica Mario Gutiérrez, encargado de Enseñanza en CSIF, sindicato que también ha pedido el cambio de las oposiciones.

«Es verdad que, de entrada, los sueldos en la docencia no son malos comparados con los primeros que se reciben en el sector privado», dice Gutiérrez. «Pero en Matemáticas, ingenierías o Física, la cosa cambia con el tiempo. ¿Qué perspectivas de promoción hay en la docencia? ¿Por qué se han dejado de convocar plazas de catedrático de instituto?».

Agustín Carrillo añade otra nota pesimista: en Andalucía, se están cerrando líneas de bachilleratos tecnológicos. Sin esa materia prima, ¿qué será de la cantera que nutre al banquillo de profesores de Matemáticas?

De momento, no se han tomado medidas. El círculo vicioso sigue su curso: faltan profesores que encarrilen a los alumnos a los perfiles más demandados por el mercado. «En el Pacto Educativo ya dijimos lo que estaba pasando. Hay un déficit en el mercado laboral de perfiles tecnológicos, como ha avisado la Unión Europea», concluye.

Frente a tanto pesimismo, aún resisten veteranos como Joaquín Hernández, profesor del IES San Juan Bautista de Madrid. «Desde que tenía 12 años, supe que quería ser profesor de Matemáticas», dice. Ha entrenado a olímpicos de matemáticas. Ha animado a los que se creían incapaces de aprobar. Tras 40 años de docencia, ya se podría jubilar, pero no quiere. Cada vez quedan menos como él.

Fuente del artículo: http://www.elmundo.es/papel/futuro/2018/09/20/5ba1369022601de4198b4595.html

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