Todo se trata del dominio cultural del patriarcado. Hombres y mujeres perpetuando la afrenta al derecho de las niñas.
Tres millones de niñas están en riesgo de ser mutiladas cada año.
“He visto varias pacientes. Es algo increíble. Es un tejido fibrótico que sangra por la sequedad de la zona. Mujeres con unos rostros con el dolor a flor de piel, a las que les cortan los labios mayores y menores, el clítoris y no le suturan la zona. Dejan que se cicatrice solo. A veces están meses intentando que cierre la parte cortada de la niña. Cuando se hacen grandes, las cicatrices, son inmensos queloides. Hoy, después de cuatro largos años en África, una keniana que estudió en Cuba, me confesó que su mamá se suicidó por las secuelas de la mutilación”, cuenta la doctora E. P
Ella, como millones de sobrevivientes -comenta- rompe con siglos de silencio y convierten el dolor en solidaridad, por las que están en riesgo, de cero a 15 años.
La Unicef calcula que el 91 por ciento de las egipcias han sido sometidas a la amputación total o parcial de sus genitales. De unas 140 millones de mujeres que sufren las consecuencias de esta “tradición”, más de 90 millones están en África, la mitad en Etiopía y en Egipto, donde hasta las antiguas momias, dan triste fe de que el deseo de las mujeres, lleva más de 5.000 años perseguido.
Todo se trata del dominio cultural del patriarcado. Hombres y mujeres perpetuando la afrenta al derecho de las niñas.
Los egipcios no relacionaban el clítoris con el placer sexual, y si con el deseo. La mayoría pensaba que una mujer que hubiera sufrido “un corte”, podía llevar una vida sexual satisfactoria dentro del matrimonio. Sin embargo, el doctor Mohsen Gadallah, de la Universidad Ain Shams de El Cairo, insiste en que “todavía hay resistencia a renunciar a esta tradición, especialmente en las áreas rurales del sur de Egipto. Las tasas de niñas sometidas a mutilación genital bajan, aunque muy lentamente”.
Consigna un pesquisaje en hospitales de El Cairo, con casi 700 mujeres de entre 16 y 55 años, que la mitad habían sido sometidas desde niñas a mutilación genital.
Con una muy difícil posibilidad de que las respuestas fueran todas verosímiles, fundamentalmente por cuestiones religiosas, lograron conocer que el 85 por ciento sufrieron amputación del clítoris, parcial o totalmente, por lo general a la edad de ocho años. El 15 por ciento restante también había perdido los labios menores y, en algunos casos, los mayores.
Un estudio científico dirigido por Tarek Anis, presidente de la Sociedad Panárabe de Medicina Sexual y profesor de sexología en la Universidad de El Cairo (Egipto), certificó en 2012 que la mutilación genital reduce el placer sexual de las mujeres.
Para tratar de entender, dos años antes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó a cabo un estudio en dos pueblos al sur de Egipto y en los suburbios de El Cairo, para concluir que el motivo “cultural” para cortar el clítoris de las niñas, es garantizar su virginidad y su fidelidad después del matrimonio. Entre los jóvenes encuestados, “la falta de mutilación genital conduce a las mujeres a la promiscuidad y a la sexualidad excesiva”.
Junto con el matrimonio infantil, la mutilación lastima a centenares de millones de niñas en todo el mundo.
Activistas en contra
“Tenía sólo 10 u 11 años cuando mi padre decidió circuncidarme. Sería la quinta esposa de un hombre de 70 años”. Purity Soinato Oiyie, confiesa que se lo dijo a la maestra y ella informó a la policía. No sabe aún cómo la suerte la acompañó y la policía la retiró del lugar, dos horas antes de la ceremonia de ablación. Fue la primera niña de su aldea en decir no a la mutilación genital femenina.
Cuando Jaha Dukureh tenía 15 años, viajó sola desde Gambia a Nueva York para casarse con un hombre que no había visto antes. Su matrimonio no se podía consumar hasta que fuera revertida la infibulación. En ese momento supo que cuando era una bebé, la habían sometido a la mutilación genital femenina. Le había quitado totalmente el clítoris, cosidos los labios vaginales y hasta la vagina misma. Sólo no lastimaron el orificio para orinar y menstruar.
La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos y que internacionalmente es reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.
La abominación se clasifica. Tipo I: extirpación del prepucio, con o sin extirpación de parte o de todo el clítoris. Tipo II: extirpación del clítoris con extirpación parcial o total de los labios menores. Tipo III: extirpación de parte o de todos los genitales externos y sutura/estrechamiento de la abertura vaginal (infibulación).
Magda Ahmed, líder rural, comparte uno de los logros. Ella fue capaz de cambiar la opinión de una madre acerca de la mutilación genital femenina a su hija. “Me prometió que nunca nadie la convencería de hacer daño a su hija de esa manera. Ahora me doy cuenta de que mi papel como líder rural es fundamental en la comunidad”.
“Muchas niñas huyen de sus casas con tan sólo lo que llevan puesto”, afirma Apaisaria Kiwori, matrona jefa del refugio que se construyó con la intención de acoger a 40 niñas, pero ya ha recibido a más de 300 durante la ‘temporada alta’, cuando la tribu indígena kurya lleva a cabo la mutilación genital femenina.
Son nombres reales de mujeres rebeldes ante la afrenta
Sin ir más lejos. Los buscadores de noticias refieren la muerte de bebitas y niñas como consecuencia de la ablación, desde el 2007 y 2012 en Colombia, y las últimas en Somalia, 2018 y 2020 en Etiopía. Y eso es lo que se sabe, porque la práctica ha sido callarse.
El silencio frente a las consecuencias. Mutismo ante las complicaciones de salud a corto y largo plazo. El sigilo incluye el dolor crónico -sicológico y físico- infecciones, sangrados, mayor riesgo de transmisión del VIH, ansiedad y depresión, infecundidad, complicaciones durante el parto y, en el peor de los casos, la muerte en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional. También en algunos países asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y comunidades de Latinoamérica. Asimismo, persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia, Gran Bretaña y Nueva Zelanda.
Y es que en ciertas sociedades, la mutilación genital femenina es una práctica rara vez cuestionada. Aun así, en 1989, mujeres organizadas denunciaron esta forma de violencia.
En 2012, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas levantó un llamado internacional -ONU-Mujeres, Unicef y el Fondo de Población de la ONU- al designar el 6 de febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina, y el 2030 como meta de eliminación. Se hace largo, urgente y la contienda es difícil, justamente donde es una norma social. Se continúa practicando, casi 30 países, aunque el procedimiento esté prohibido en algunas naciones, con un marco legal para ello.
Sólo empoderándose, puede una mujer librar su pensamiento, espíritu y cuerpo, para resistir la presión de la aceptación y el temor al rechazo de la comunidad.
Colombia ha abierto espacios para la reflexión. La ablación es una práctica ancestral en las comunidades emberá chamí y emberá katío de Risaralda, y de los departamentos de Chocó y Caldas.
Aracely Ocampo, defensora del Pueblo de Pueblo Rico, denunció en 2007 la muerte de una menor indígena de la etnia emberá chamí, a consecuencia de la extirpación del clítoris. El ritual de la ablación es un «procedimiento rudimentario y antiséptico», dijo, donde las familias de esa etnia someten a las adolescentes, entre 14 y 17 años, a ese proceso de mutilación.
Desde ese propio año, a partir del proyecto Embera Wera (Mujer Emberá), las comunidades indígenas, de conjunto con el Instituto Colombiano de Bienestar y Familiar, el Fondo de Población de la ONU y la Organización Indígena de Colombia -ONIC- han deliberado en torno a sus derechos y a sus vidas. Los mandatos Embera son acuerdos de las Autoridades legales y Espirituales Indígenas, en los que se comprometen con la erradicación de la práctica.
La propia ONIC explicó que «la práctica de la “clitoridectomía” de una niña de la reserva indígena Gito Docabu, del pueblo emberá chamí y que originó su deceso, los remite a casos análogos anteriores, “que tienen que ver con nuestras prácticas ancestrales y autonomía».
La cultura debe generar vida y no muerte
Existen reportes similares en grupos indígenas desde Brasil, México, Ecuador y Colombia.
«Lo hacen dizque con una tijera o con una cuchilla o lo queman con una cuchara, la ponen a calentar en el fuego, en una leña, y lo van machucando para que se vaya chamuscando el clítoris de la niña». Lo dice una Embera Chamí y asegura que también es una práctica entre indígenas Nasa de Colombia.
Hay que explicar y no cansarse de decir, que las complicaciones inmediatas pueden incluir: dolor intenso, hemorragia, inflamación de los tejidos genitales, fiebre e infecciones como el tétanos. Problemas urinarios, lesiones de los tejidos genitales vecinos, estado de choque y la muerte. De no suceder lo peor, a largo plazo, las consecuencias pueden ser: infecciones urinarias (micción dolorosa, infecciones del tracto urinario); problemas menstruales (menstruaciones dolorosas, tránsito difícil de la sangre menstrual, etc. Trastornos vaginales (leucorrea, prurito, vaginosis bacteriana y otras infecciones); tejido y queloide cicatriciales. También problemas sexuales (coito doloroso, menor satisfacción, etc.); mayor riesgo de complicaciones en el parto (parto difícil, hemorragia, cesárea, necesidad de reanimación del bebé, etc.) y de mortalidad neonatal.
No se descarta la necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas, por ejemplo cuando después de haber estrechado o sellado la abertura vaginal (tipo III) hay que practicar un corte para lograr ensanchar la abertura y posibilitar el coito, como el parto (desinfibulación). La zona genital es cosida varias veces, aún después del parto, lo que aumenta los riesgos y los trastornos psicológicos. Escasa autoestima, depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, y hasta el suicidio, como la madre de la joven keniana que se decidió a contarnos.
El corte del callo
Lo dicen las mujeres Emberá, donde dos de cada tres niñas son mutiladas.
“Me contaban mis abuelas. Porque a las niñas les crecía esa cosita y había que cortarla. También porque cuando se lo cortas, no tiene nada de arrecha -excitación- entonces y le toca tener un solo marido, hasta que se muere”.
“Eso decía mi mamá, que una niña nacía y que en la vagina tenía una cosa con pelitos encima, con unas telitas por lado y lado, y que eso lo operaban […] Y ya, ponían un poquito de alcohol y ya con eso iba sanando. Mi mamá me enseñó. Pero ya no lo hago (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)”.
“Si, en los talleres con las mayoras, nos enseñan a mutilarlas, y es para que no le crezca como un pene y para que cuando sean mujeres, no sean ‘brinconas’, sean fieles a sus maridos”.
“Mire, yo misma quería ver cómo mi mamá y mi abuela hacían la curación a la niña mía, porque yo no sabía qué era eso. Pero mi mamá me dijo que no, que yo no podía ver, y yo le dije: ‘¿pero por qué yo no puedo ver?, ¿qué es lo que ustedes van a hacer a mi hija?’, y ella me preguntó que si a mí no me daba pesar. Yo dije que no, yo quería ver cómo hacían curación a la niña mía. Yo no sabía […] Entonces empezaron, yo pensaba: ‘¿yo qué hice?’. Yo no era capaz de seguir. Ya a lo último me retiraron porque yo estaba muy mal y no dejaba (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Es el corte del callo”, así se entiende en Chamí – Emberá-Chamí es un grupo étnico indígena colombiano- se eliminan las partes sexuales expuestas de la niña, toda o casi toda”.
“Hay una compañera mía, que me contaba cómo a su hija mayor también le hicieron y a la menor no, y ella dice: ‘¿será que es cierto lo que decían los abuelos? A esa muchachita no la arreglé, la dejé así. Y esa muchacha se alborota por todo [tiene una vida sexual activa]. En cambio la grande, a la que arreglaron, anda un poquito calmadita’. Entonces yo le decía: ‘¡Ay! si usted dice eso, ahora la mía también le va a pasar lo mismo. Hasta ahora es normal, ella está en la casa, ella está viendo televisión. Hasta ahora yo veo que está juiciosa, ¿qué tal más adelante?’. Entonces yo digo: ¿será que vamos a tener que ver un problema por algo que dejamos sin arreglar?(Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“No, nosotros no sabíamos de eso, nosotros éramos inocentes de que eso existía aquí en la comunidad, pues como yo no tengo niñas, yo tampoco sabía cómo era el clítoris. […] Yo me preguntaba por qué yo no tengo eso, entonces le preguntaba a mi mamá y ella me decía que yo había nacido así. Es que los mayores eran muy ocultos con esas cosas, ellos nunca le decían a uno nada, ni los hombres sabían (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Cuando la niña nace con el clítoris largo, que sobrepasa la vulva, se arregla para que no crezca como un pene. La curación es para evitar que en el momento de tener relación sexual con el marido, no se ponga erecto como el pene, porque eso muchas veces no le gusta a los hombres (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Hay unas mujeres que las operaban. Mi mamá arreglaba a mi niña, me decía que había que arreglarla, me decía: ‘hija póngale cuidado y verá que eso lo arregla es así’. La primera vez yo no sabía, claro que me dio miedo. Primero tuve un embarazo de un niño, después fue una niña. Mi mamá dijo: ‘tienen que operar la niña’. Decía que así no se veía nada más, que ya quedaba normal la vaginita (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Eso es como un tabú que no se le cuenta a los hombres, hasta que una vez a una señora se le murió una niña de tres días de nacida. Una señora mayor llegó y le practicó ese trabajo a las nueve de la mañana y cuando el papá llegó en la tarde la niña había fallecido a las dos de la tarde. Empezó a haber chisme entre las mayoras y por eso se supo, para ellas era un secreto pero los compañeros se enteraron por los chismes y pensaron que eso era malo, que eso era delito (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Entonces ya fue uno pensando, allí mucha gente decía: ‘hombre, con unos huevos, apenas se ponen calienticos, ahí mismo sobarle allá’. Cuando la gallina coloca el huevo, ahí mismo hay que cogerle y con eso sobarle allá en la vagina. Si eso no se hace, cuando ya va creciendo la niña, cuando tenga un añito, entonces se va alborotando más, por eso no se puede dejar eso así. […] Ahora eso [ablación] no se hace pero lo del huevo sí (Testimonio de mujer emberá chamí, 2009)».
“Yo estoy en dudas y me he sentido apenada de esas tradiciones. Pero también pienso que nuestras madres han dado vida y de ahí nosotros vivimos en nuestros territorios tradicionales. Nosotros hemos venido milenariamente, pisamos la madre tierra, y en este momento yo estoy aquí parada en nombre de mi tradición y de las parteras que me dieron la vida (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Las emberá enfrentan muchas otras situaciones que menoscaban sus posibilidades de pervivencia, como mujeres y como indígenas. Son víctimas de diversas formas de violencia tanto por la acción de actores externos, como al interior de sus comunidades debido a la reproducción de prácticas de subordinación que se han incorporado a la cultura. La ausencia de condiciones de vida digna para ellas hace muy difícil su fortalecimiento y, como consecuencia de ello, limita los procesos de transformación de imaginarios patriarcales”.
“Nuestras hijas son víctimas de violencia seria en nuestro territorio (…) La mujer siempre ha sido discriminada, también entre nosotras mismas. A las mujeres no les gusta que otras vayan a fortalecerse dentro de sus comunidades, no les gusta que las niñas sean educadas. Sólo nos gusta que cuiden a los hermanitos, no más. Entre nosotros mismos los indígenas hemos utilizado el abuso verbal, el abuso físico, el abuso de confianza, por eso no nos hemos fortalecido. Hay atropello por parte de actores armados que vienen a nuestros territorios (Testimonio de mujer emberá chamí, 2010)».
“Esta práctica de la curación, es un tema de mujeres. Una niña fue llevada con una infección genital a Pueblo Rico, y muere. Se indaga con las parteras y se reconoce la práctica entre las parteras”.
“Nos tocó a las lideresas ir a cada vereda, son 36 en cada municipio, a preguntarle a las ancianas, a las más. Nadie quería hablar incluso se enojaban, es un tema muy vergonzoso para ellas. Se hicieron talleres con las mujeres, al personal de salud de la zona, con todas las mujeres”.
“Las parteras plantean que atenderán los partos, pero que eso es responsabilidad de la familia, si la niña mañana aparece con eso cortado”.
“Aquí en mi resguardo, ya no se hace. Se les ha dicho a las parteras que si a la niña le pasa algo, de pronto, ella puede ir a la cárcel. Es algo anormal para la niña, a pesar de que venga de una tradición”.
“La experiencia para el resguardo, fue difícil, pues las parteras se cerraron diciendo que eso era su práctica cultural tradicional eso de cortar el clítoris”.
“Hay una parte de la comunidad que lo entiende como un maltrato físico contra la mujer indígena. Otra, la mayoría de las veces es algo oculto, entre la mayora y la madre. No puede saberlo ni el papá”.
“Pero muchos esposos lo saben, el hombre Emberá tiene una autoridad muy fuerte en la familia, hay que fortalecer el tema con ellos. Nosotras lo entendemos, pero los hombres no lo van a entender. Los talleres deben ser para todos”.
“Eso no es cultura, por eso hablo mucho a las mayoras, entiendo que es difícil que comprendan que eso no se puede hacer. Por tanto me han tenido ciertas dificultades”.
“Desde el 2012, las autoridades estatales e indígenas, manifestaron su compromiso con la erradicación de las practicas nocivas a la salud de niñas y mujeres indígenas, comenzando por la mutilación genital femenina. Se volvió un tema común, vamos avanzando porque de eso, antes no se podía hablar”.
“Si, con los talleres, se capacitaron a muchas mujeres que perdieron el miedo a hablar del tema. Nosotras como mujeres no podemos maltratar a nuestras criaturas, a nuestras niñas que trajimos a este mundo. Nadie tiene ese derecho a eso”.
Colombia tiene 48 millones de habitantes. Unas 300.000 son indígenas Emberá. Un 49 por ciento son mujeres que se vuelven mayores entre los 10 y los 12 años, así pueden conseguir esposo y hacer una familia. La nación Emberá se encuentra entre Ecuador, Panamá y Colombia, donde están desplazados en 16 de los 32 Departamentos. Allí es común el nacimiento en casa, acompañados de sus madres, abuelas y las parteras, que por tradición, guardan la placenta de la mujer y el ombligo del recién nacido. Lo que pasa ahí dentro, ahí se queda.
«Fueron ellas quienes incitaron a que se continuara realizando», dice Dayana Domicó, coordinadora nacional de juventud de la ONIC. La mujer emberá, se refiere a las monjas católicas, quienes -dice- afirmaron esta tradición heredada de la cultura africana. Los esclavos también llegaron a Latinoamérica víctimas de una trama de colonización, violencia y sufrimiento.
Mujer emberá: “eso no es vida, es una tortura. Que así como Karaví (Dios), la Madre Tierra, nos manda a este mundo así mismo tenemos que aceptarnos».
Una de cada 20 niñas y mujeres han sufrido alguna forma de mutilación genital femenina (MGF), según cifras de Naciones Unidas (ONU).
Eso significa que 200 millones de mujeres en la actualidad han sido sometidas a algún tipo de corte, cambio o eliminación de la parte externa de sus genitales. Mujeres, esa no es una tradición, es una traición.
Fuente: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/mutilacion-genital-femenina-cultura-derechos-humanos-20200803-0034.html