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Libro Rebeldías en común: sobre comunales, nuevos comunes y economias colaborativas

ISBN:  978-84-946151-4-6
Coleccion del libro:  Sin Colección
Idioma:  Castellano
Número de páginas:  223

Fecha edición:01/05/2017

Materia:  Economía SOCIAL

Reseña:

Montes que se manejan de forma comunal, cofradías de pescadores/as que insisten en realizar una pesca artesanal y sostenible, programadores/as que reproducen entornos comunicativos basados en el software libre, mercados que ligan directamente a personas productoras y consumidoras, redes de semillas que trabajan para mantener la biodiversidad cultivada, cooperativas que apuestan por una energía sostenible, iniciativas de crédito colectivo o comunitario, grupos educativos o de crianza que atienden las necesidades de las/os más pequeñas/os, organizaciones asamblearias de agricultores/as que cultivan territorios y bienes naturales, grupos locales que construyen monedas sociales, aprovechamiento compartido de dehesas, experiencias de economía social con criterios de sostenibilidad y horizontalidad como base de su funcionamiento, medios de comunicación y de difusión de información que se construyen según pautas cooperativas: todo este paisaje de autoorganización social formaría parte de lo que podemos reconocer como el “paradigma de los comunes”. Evocadoras realidades que apuntan a otras formas de recrear un mundo que se nos aparece roto ambiental y socialmente, donde la economía convencional insiste en provocar desigualdades, depredar recursos, precarizar vidas y esclavizar a base de deudas externas y hogares endeudados.

Muchas de estas prácticas tienen una larga tradición en el mundo. Son y han sido formas resilientes de gestionar, de forma sostenible y democrática, bienes naturales que resultaban esenciales para la reproducción de las comunidades. Son los comunales tradicionales, que desde antaño han llegado al presente, reivindicando tanto su vigencia como su necesidad de reinventarse, para continuar desarrollando su papel en el funcionamiento de ecosistemas y economías a escala planetaria. En el Estado español, los terrenos gestionados de forma comunal ocupan más de 4 millones de hectáreas, la pesca artesanal apoyada en cofradías locales es la ocupación de miles de personas, las redes de semillas agrupan por todo el territorio a plataformas que pretenden “resembrar” e “intercambiar” la biodiversidad cultivada. Iniciativas con larga historia, como el Tribunal de las Aguas en Valencia, o más recientemente, comunidades de regantes revitalizadas desde administraciones públicas y agricultores/as, son un referente de manejo que impulsa la gestión comunitaria del riego.

Más longevos y con mayor arraigo inclusive serían los comunes entendidos desde tradiciones indígenas, campesinas o de esclavos/as rebeldes en toda América Latina y África: los ejidos mexicanos, la concepción comunitaria del territorio a lo largo de los Andes o en buena parte de los territorios del África subsahariana, las prácticas de trabajo cooperativo como las mingas en el seno de los ayllús bolivianos, los quilombos 1 en Brasil, la familia extensa que se gobierna en solidaridad (el ujamaa que acuñara posteriormente Julius Nyere como el socialismo de base africana).

Dichas formas, adaptadas a distintos contextos geográficos y culturales, ayudaban a crear sinergias entre territorios, comunidades y economías que aseguraban la disposición sostenible de ciertos recursos. No conviene forjarse visiones románticas o idealizadas: no aseguraban necesariamente una redistribución de las riquezas producidas en un territorio, garantizaban solo el acceso a estos bienes a una parte de la población, pues frecuentemente no encontraremos en ellos mujeres o jóvenes. Y sin embargo, con todas sus carencias, limitaciones y contradicciones resurgen como inspiradoras referencias, en un contexto de previsible naufragio social y de transición inaplazable hacia nuevos sistemas políticos y socioeconómicos.

Experiencias surgidas de la necesidad y perfiladas por siglos de práctica, que invitan a indagar los aprendizajes que se pueden extraer de estas iniciativas que ya tuvieron que lidiar con la conflictividad de la organización colectiva, la gestión del poder o el cuidado del territorio en clave de sostenibilidad socioambiental. Este libro surge del afán por generar un conocimiento, anclado en prácticas concretas, pero que aspire a construir nuevas instituciones económicas, que mantengan el espíritu de lo que Elinor Ostrom señalara en El gobierno de los bienes comunes: experiencias de gestión sostenible en materia política y ambiental, basadas en reglas nítidas que garantizan condiciones de acceso a bienes, respetando ciertos límites y arraigadas en unos principios culturales y políticos, que apuntan a una distribución del poder y a ciertas garantías de inclusión social. Apuntes que nos permitan sistematizar prácticas y construir economías pegadas al territorio, a la democratización desde abajo y a la satisfacción de nuestras necesidades humanas por encima de visiones de la economía depredadoras, injustas e insostenibles.

Como sabemos, bajo la modernidad se impuso un modelo de desarrollo basado en métodos “científicos”, se consolidó el capitalismo como modelo económico, se conformaron los nuevos Estados-nación, surgió la colonización y se terminó imponiendo la razón técnica, de manos de personas consideradas expertas que se encargarían de “civilizar” el mundo. Un proceso que desvertebró las economías campesinas e hizo saltar por los aires buena parte de estos manejos comunales. Territorio, comunidad y reglas para resolver conflictos, garantizar el acceso y la reproducción de bienes naturales, se fueron desacoplando.

Posteriormente, entre los años sesenta y ochenta, la Guerra Fría estableció recurrentemente una aparente dicotomía política en torno a las instituciones: ¿debía ser el Estado o el mercado el motor de un “desarrollismo” que no se ponía en duda?, ¿era el camino institucional, el llamado socialismo real de la extinta URSS, y su propuesta de centralización económica, o por el contrario era el capitalismo estadounidense montado a lomos de un individualismo consumista y de marcada desconfianza hacia los poderes públicos? Como advertía Karl Polanyi, economía y política se daban la mano: cada salto en los procesos de acumulación capitalista se sustenta en decisiones políticas orientadas a legitimar nuevas depredaciones comunitarias, la mercantilización de nuevas esferas de la vida o la elaboración de una gramática económica acorde con estos intereses.

Y contra todo pronóstico, muchas de estas iniciativas comunales resistieron y resisten a las nuevas legislaciones que impulsan la desposesión a través de ajustes estructurales del FMI o de la Unión Europea, los programas de desarrollo rural para la inserción de territorios como industrias subordinadas al capitalismo global o la regulación de determinadas administraciones locales, de manera que se garantice su servidumbre a las demandas de las grandes empresas. Los comunes tradicionales son islas en un océano de mercantilización y de enfoques estadocéntricos, capaces de reproducirse a contracorriente y de servir de inspiración para nuevas prácticas emergentes que denominamos nuevos comunes. Las islas se van interconectando y aspiran a conformar un archipiélago.

Los nuevos comunes son aquellas prácticas que intentan cerrar circuitos (políticos, energéticos, alimentarios) en un territorio dado y nos ayudan a democratizar fragmentos del mundo. Agrupaciones desde las que desarrollar formas diferenciadas de producir (economía solidaria, cooperativismo de trabajo, consumo justo, cooperativas para una transición energética, el mundo de la agroecología…); aprender (cooperativas de enseñanza, escuelas populares, comunidades de aprendizaje…); convivir (grupos de crianza, formas cooperativas de organizar los cuidados, cooperativas de vivienda, recuperación de pueblos abandonados….); cuidarse (mutualidades, cooperativas de salud, grupos de crianza…); relacionarse con las culturas y las nuevas tecnologías, de forma que sean accesibles y no se mercantilicen (software libre, cultura libre…); en definitiva, instituciones capaces de sostener y hacer deseables otros estilos de vida.

Iniciativas innovadoras que arrancan de un sustrato de cooperación social, que surgen de procesos vivos antes que de modelos estancos y de instituciones formalizadas administrativamente, asumen la gestión colectiva y la reproducción de bienes naturales (agua, bases alimentarias, montes, etc.) o bienes que nos permiten la cooperación (conocimiento, tecnologías de comunicación, mercados, espacios públicos o comunitarios, educación…) y no lo hacen de forma restringida, sino poniendo el acento en la democratización de las relaciones económicas, dentro y fuera de las propias experiencias. La importancia de los nuevos comunes se basa en las diversas iniciativas que se multiplican hoy en día, y que queremos ayudar a visibilizar con la publicación de este libro. No se trata de una nueva filosofía política, sino más bien, de una práctica que desarrolla transiciones hacia otros sistemas económicos y políticos. De esta manera, si hablamos de economías sociales en una ciudad como Barcelona, la economía en régimen cooperativo atiende a un 8% del total de lo producido y valorado monetariamente en la ciudad. Los grupos que ligan directamente producción y consumo, generalmente bajo iniciativas locales y asamblearias, suponen más de 100.000 personas dedicando tiempo en este Estado a la construcción cooperativa de sistemas agroalimentarios locales.

Comunales y nuevos comunes tienen mucho en común, aunque los separe y política se daban la mano: cada salto en los procesos de acumulación capitalista se sustenta en decisiones políticas orientadas a legitimar nuevas depredaciones comunitarias, la mercantilización de nuevas esferas de la vida o la elaboración de una gramática económica acorde con estos intereses.

Y contra todo pronóstico, muchas de estas iniciativas comunales resistieron y resisten a las nuevas legislaciones que impulsan la desposesión a través de ajustes estructurales del FMI o de la Unión Europea, los programas de desarrollo rural para la inserción de territorios como industrias subordinadas al capitalismo global o la regulación de determinadas administraciones locales, de manera que se garantice su servidumbre a las demandas de las grandes empresas. Los comunes tradicionales son islas en un océano de mercantilización y de enfoques estadocéntricos, capaces de reproducirse a contracorriente y de servir de inspiración para nuevas prácticas emergentes que denominamos nuevos comunes. Las islas se van interconectando y aspiran a conformar un archipiélago.

Los nuevos comunes son aquellas prácticas que intentan cerrar circuitos (políticos, energéticos, alimentarios) en un territorio dado y nos ayudan a democratizar fragmentos del mundo. Agrupaciones desde las que desarrollar formas diferenciadas de producir (economía solidaria, cooperativismo de trabajo, consumo justo, cooperativas para una transición energética, el mundo de la agroecología…); aprender (cooperativas de enseñanza, escuelas populares, comunidades de aprendizaje…); convivir (grupos de crianza, formas cooperativas de organizar los cuidados, cooperativas de vivienda, recuperación de pueblos abandonados….); cuidarse (mutualidades, cooperativas de salud, grupos de crianza…); relacionarse con las culturas y las nuevas tecnologías, de forma que sean accesibles y no se mercantilicen (software libre, cultura libre…); en definitiva, instituciones capaces de sostener y hacer deseables otros estilos de vida.

Iniciativas innovadoras que arrancan de un sustrato de cooperación social, que surgen de procesos vivos antes que de modelos estancos y de instituciones formalizadas administrativamente, asumen la gestión colectiva y la reproducción de bienes naturales (agua, bases alimentarias, montes, etc.) o bienes que nos permiten la cooperación (conocimiento, tecnologías de comunicación, mercados, espacios públicos o comunitarios, educación…) y no lo hacen de forma restringida, sino poniendo el acento en la democratización de las relaciones económicas, dentro y fuera de las propias experiencias. La importancia de los nuevos comunes se basa en las diversas iniciativas que se multiplican hoy en día, y que queremos ayudar a visibilizar con la publicación de este libro. No se trata de una nueva filosofía política, sino más bien, de una práctica que desarrolla transiciones hacia otros sistemas económicos y políticos. De esta manera, si hablamos de economías sociales en una ciudad como Barcelona, la economía en régimen cooperativo atiende a un 8 % del total de lo producido y valorado monetariamente en la ciudad. Los grupos que ligan directamente producción y consumo, generalmente bajo iniciativas locales y asamblearias, suponen más de 100.000 personas dedicando tiempo en este Estado a la construcción cooperativa de sistemas agroalimentarios locales.

Comunales y nuevos comunes tienen mucho en común, aunque los separe lazos sociales (expresión, afectos, identidad) a la casa donde habitamos (el hogar, el territorio, el planeta).

Lo común es un concepto, que de forma innegable, está de plena actualidad en los debates de la esfera pública sobre nuevas institucionalidades y mecanismos de gobernanza, conformando un nuevo campo de investigación académica pero, sobre todo, porque forma parte del léxico compartido entre quienes se enfrentan a la oleada de privatizaciones, la mercantilización o el acaparamiento de recursos (agua, tierra, semillas…), construyendo nuevas realidades.

Comunaria es una red de personas de toda nuestra geografía ligadas a instituciones académicas y organizaciones sociales, que desde ámbitos urbanos y rurales venimos trabajando en torno a la sistematización de experiencias y el diálogo entre comunes tradicionales y nuevos comunes. http://comunaria.net/

Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/?p=96729

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Guía “La Economía Social y Solidaria en el contexto Educativo”

La Economía Social y Solidaria en el contexto Educativo

Economistas sin Fronteras y Andecha – Participación y Trabajo Comunitario han participado en el diseño de contenidos, enfoques y elaboración de materiales y actividades de la Guía “La Economía Social y Solidaria en el contexto Educativo”Todas estas propuestas incluyen actividades y materiales adaptados a las diferentes etapas educativas (primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional) y a las diferentes franjas de edad dentro de dichas etapas.

La presente guía nace en el marco del proyecto “Villaverde Activa: Educación para un Ciudadanía Global” financiado por el Ayuntamiento de Madrid a Asamblea de Cooperación por la Paz en la convocatoria de ciudadanía global del año 2016 y de la colaboración entre la misma, REAS Madrid y la Asociación Vecinal La Unidad de Villaverde Este. Una de las apuestas de Villaverde Activa es el fomento de laEconomía Social y Solidaria. En un mundo caracterizado por injusticias y desigualdades económicas de todo tipo se hace más necesario que nunca transferir valores y principios basados en los Derechos Humanos también al ámbito económico.

La Guía, que durante la vigencia del proyecto Villaverde Activa será utilizada por más de 1.200 alumnos y alumnas de este distrito de Madrid, incluye propuestas didácticas que profundizan sobre las siguientes temáticas:

  • Principios de la Economía Social y Solidaria.
  • Agroecología y Sostenibilidad Alimentaria.
  • Acciones sostenibles.
  • Consumo Responsable y Comercio Justo.
  • Desarrollo comunitario y principios de la Economía Social y Solidaria.
Los principales objetivos que se trabajan en esta Guía que pretende ser un instrumento a través del cual se trabaje la Economía Social y Solidaria en los centros educativos, son los siguientes:
  •  Dara a conocer a la comunidad educativa, y especialmente al profesorado, un enfoque de la actividad económica que tiene en cuenta a las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible y sustentable.
  • Facilitar herramientas al profesorado para sensibilizar a la comunidad educativa, y especialmente al alumnado, sobre los principios universales que la Economía Social y Solidaria incorpora.
  • Motivar a la comunidad educativa a participar activamente en la construcción de un mundo más justo y solidario, defendiendo valores como la justicia social, la solidaridad, la libertad y la responsabilidad.

Descarga aquí la Guía “La Economía Social y Solidaria en el contexto Educativo”

Fuente: https://ecosfron.org/guia-la-economia-social-y-solidaria-en-el-contexto-educativo/

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¿La moneda virtual llegó para quedarse?

Por: Fander Falconi

Bitcoin es una moneda virtual. Su nombre viene de ‘bit’ (dígito binario) y ‘coin’ (moneda en inglés). Las bitcoins pueden comprarse con monedas reales o pueden recibirse como pago por bienes o servicios vendidos por internet. La idea es práctica, pero peligrosa. Desde su aparición en 2009, muchos han advertido las amenazas. La última alarma viene de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y ex funcionario del Banco Mundial. Stiglitz sostiene que esta moneda virtual es perfecta para fines ilícitos, como lavado de dinero o evasión fiscal (entrevista con la BBC, 2017-12-01). Asegura que si se exigiera la misma transparencia que se exige a los bancos en las operaciones con bitcoins, estas desaparecerían en poco tiempo.

Regresemos a sus raíces para entenderla. Tras la crisis bancaria de 2008, varios emprendedores estadounidenses se unieron para hacer realidad una idea descrita por algunos ‘cripto idealistas’ anteriores. Así nació la bitcoin, moneda virtual que al crearse es registrada por las Blockchains, que son los bancos virtuales. La primera Blockchain que registra la nueva emisión, gana una comisión. Ese incentivo, más el hecho de no estar relacionados esos bancos virtuales, garantiza el ‘depósito’. Así, ningún banco virtual podría cometer un robo al estilo de los bancos reales, que en 2008 saquearon la economía. Además, entre los primeros usuarios estuvieron algunos migrantes, los únicos que pudieron enviar remesas a sus familias sin pagar comisiones.

La idea inicial era buena, aunque luego se presentaron dos casos graves de abuso. El primero se llamó ‘Ruta de la seda’ y apareció en 2011. Se trataba de un mercado virtual de drogas, que se pagaban en bitcoins. Era el sueño de un revendedor y hasta de un fuerte consumidor: poder comprar cantidades de drogas, sin exponerse a la violencia de los narcotraficantes ni a ser arrestado por policías. En efecto, no hubo reportes de violencia por su utilización, lo que no impidió que el fundador de la Ruta de la Seda terminara preso y luego condenado a cadena perpetua. Mala fama para las bitcoins.

El otro caso afectó más a la moneda virtual. La casa de cambios Mt. Gox, con sede en Japón, empezó en 2010 a negociar bitcoins. En 2013 manejaba el 70% de las transacciones de moneda virtual en el mundo. En febrero de 2014 quebró y ‘desaparecieron’ con ella 850.000 bitcoins. Reaparecieron unas 200 mil, pero el resto se hizo humo. La empresa culpó a los ‘hackers’, pero la policía japonesa empezó a perseguir a los altos jefes de Mt. Gox. Pese a todo, la bitcoin no murió.

En enero de 2017, cada bitcoin equivalía a menos de US$1.000. Hoy, en vísperas del año nuevo 2018, se cotiza en más de US$12.000. Un incremento del 1.200% en menos de un año. Eso a pesar de varias iniciativas de control. Una de ellas ocurrió en el estado de Nueva York en 2015. La llamada Bitlicense estableció regulaciones para negociar monedas virtuales. Eso alejó a los comerciantes visibles de moneda virtual del gran centro financiero, Nueva York. Lo increíble es que el mentalizador de esta ley regulatoria, el superintendente Ben Lawsky, se retiró de la función pública y se hizo consultor privado para quienes necesiten hallar recovecos de la Bitlicense para burlarla. En septiembre de 2017, el Banco Popular de China prohibió el uso de bitcoins en el sistema bancario y financiero. Objetivo de la medida: la lucha contra el lavado de dinero y contra la evasión de impuestos.

El FMI y los bancos parecen odiar a la moneda virtual. El directorio de Goldman Sachs advierte que la Bitcoin no es una reserva de valor, dada su volatilidad. El presidente de JPMorgan la califica de estafa y fraude. Sin embargo, sin mucho aspaviento, los grandes bancos están empezando a usar las técnicas innovadoras de las Blockchains (bancos virtuales) en operaciones internacionales. Es decir, en menos de una década, la moneda virtual no solo ha sobrevivido, ahora sus técnicas empiezan a adoptarse en los mercados internacionales.

Una excelente explicación se da en el documental ‘Banking on Bitcoin’ que ofrece Netflix. ¿Qué ocurre en nuestro país? En junio de 2017, el Banco Central del Ecuador aclaró que la bitcoin no es un medio de pago autorizado para su uso en el país. Sin embargo, hasta esta fecha puede usted buscar en los mercados locales de internet y verá ofertas de mercaderías que aceptan bitcoins como pago.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=235216

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Claves sobre el Petro, la moneda virtual que espera poner en funcionamiento el Gobierno venezolano

Por: Oscar Javier Forero

El Presidente de la República Nicolás Maduro Moros, sin dar mayores detalles, ha anunciado la puesta en circulación de la primera moneda virtual del Gobierno venezolano que tendrá como nombre «Petro» por estar respaldada por las riquezas minerales presentes en el subsuelo nacional, es decir petroleo, diamantes, gas y oro.

Tomando en cuenta la importancia de este anuncio, te damos las claves para comprender un poco mejor la medida.

1.- Las monedas virtuales nacieron a partir de 2009.

2.- Estas monedas representan una nueva forma de comercio mundial, que escapan de agentes especuladores como Bancos Internacionales o Calificadoras de Riesgo.

3.- De igual forma las criptomonedas son una estrategia útil para comerciar por fuera de los sistemas tradicionales de la banca nacional e internacional. Para el caso venezolano son una herramienta que podrá romper con el bloqueo financiero que pretende llevar a cabo los Estados Unidos, la Unión Europea y la banca internacional que actúa como intermediaria para la cancelación de compromisos.

4.- A nivel mundial existe mucho interés sobre estas monedas, a su vez que existe mucho temor por parte de gobiernos y grandes corporaciones financieras.

5.- A la fecha existen entre 600 y 700 criptomonedas o «altcoins«.

6.- Las monedas virtuales más reconocidas y valoradas a la fecha son Bitcoin, Ethereum, Ripple, Dash, Litecoin, Omisego y Monero.

7.- El Bitcoin posee un costo actual de 11.311 dólares, en 2010 su valor era de 0,39 centavos de dólar.

8.- China, gran aliado económico de Venezuela, prohíbe e incluso pena, la comercialización con moneda virtual a sus ciudadanos.

9.- El grueso de estos «altcoins» no poseen respaldo, es decir, su valor es estrictamente especulativo.

10.- A la fecha, por lo menos 11 naciones del mundo poseen su propia moneda virtual: Islandia, España, Estados Unidos, Argentina, Perú, Francia, Escocia, Rusia, Irlanda, Estonia y Japón, no obstante los únicos gobiernos que oficialmente han decidido lanzar su propia moneda son Estonia y Japón, las demás monedas pertenecen a fundaciones o personas particulares.

11.- Japón corre el gran riesgo de emitir una moneda virtual oficial aún cuando no posee grandes reservas minerales y es el país porcentualmente más endeudado el mundo, su deuda alcanza el 400% del PIB.

12.- Si bien el Petro será una moneda virtual, sí poseerá respaldo.

13.- El Petro será, sin duda alguna, la moneda virtual con mayor respaldo del mundo.

14.- Las reservas probadas de petroleo de Venezuela son de 297.500 millones de BDP, las de oro son de 367,6 toneladas extraídas en bóvedas, las de diamantes rondan los 11.800 millones de quilates y las reservas probadas de gas son de 4,1 billones de pies cúbicos.

15.- Tamaña cantidad de reservas le otorgan al naciente Petro un respaldo de más de 58 billones de dólares americanos a precios actuales.

16.- Este monto representa 3 veces el PIB de los Estados Unidos o China y 4/5 partes del PIB mundial.

17.- El hecho de que el Petro tenga un respaldo tan alto garantizará que cuente con gran aceptación y valoración a nivel internacional.

18.- Si bien las monedas virtuales se caracterizan por la no intervención de ningún agente de la economía, en el caso de las monedas virtuales emitidas por Estonia, Japón y ahora Venezuela, si cuentan con regulación por parte de los Estados.

19.- El lanzamiento del Petro y su muy posible éxito (tomando en cuenta el inmenso respaldo con que cuenta) será una fuente permanente de divisas para el país.

20.- El Jefe de Estado venezolano aprobó la creación del Observatorio Blockchainbase como elemento jurídico, político e institucional para crear la moneda.

21.- El Observatorio en cuestión basará su funcionamiento y seguridad en las llamadas Cadenas de Bloque o Blockchain, la misma cadena con la que funciona Bitcoin y la gran mayoría de los altcoins.

22.- Las Cadenas de Bloque o Blockchain es, en palabras de Marc Andreessen , creador de Netscape y socio de uno de los fondos de Capital de Riesgo más importantes de Silicon Valley «Esencialmente solo un registro, un libro mayor de acontecimientos digitales que está `distribuido` o es compartido entre muchas partes diferentes«, lo que garantiza su confiabilidad.

23.- No todo es positivo en el caso de las monedas virtuales, su funcionamiento descentralizado puede originar grandes alteraciones del mercado, tal como ha ocurrido en reiteradas ocasiones con el Bitcoin.

24.- A ello debemos sumarle que el mercado virtual se presta para que se laven de manera simple grandes cantidades de dinero proveniente de actividades ilícitas.

25.- Otro factor a tomar en cuenta proviene de las distorsiones que podría generar en nuestra economía el ingreso de divisas provenientes del Petro, puesto que su naturaleza es esencialmente especulativa.

* Oscar Javier Forero es economista e Investigador 

@Oscar_forero83

https://economiayrebelion.blogspot.com/

Oscarjforero83@gmail.com

Fuente: Rebelion.org

 

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Economía feminista y decolonialidad, aportes para la otra economía

Por Natalia Quiroga Díaz

La mercantilización de la vida lleva a que sin ingresos o rentas una persona no se sienta incluida en la sociedad. Pero además de esto, es fundamental también el cuidado de las tareas de reproducción cotidianas. Este es un rol centralmente ocupado por mujeres y que debe ser cambiado para poder construir e institucionalizar una economía que nos cuide.

Una economía no androcentrada

La economía feminista, al contrario de lo que sugeriría el sentido común, no es el estudio de la economía y la mujer: es el estudio sobre la manera en que la economía, en su desarrollo teórico y en su práctica, está imbricada por las relaciones de género al punto de que una de sus principales instituciones, el mercado laboral, está organizado por la división sexual del trabajo. Esta corriente se pregunta por la forma en la que hombres y mujeres participan de forma diferencial en la institucionalización de la economía.

Considerar la economía feminista como una reflexión de las mujeres y para las mujeres ha sido un mecanismo eficaz para ignorar las críticas que este campo hace al núcleo teórico de la economía hegemónica y así invisibilizar la pertinencia de sus aportes en la construcción de otra economía para el desarrollo de otra sociedad.

Este campo ha surgido como una respuesta a las limitaciones conceptuales de una disciplina que asume los supuestos de universalidad y neutralidad propios del paradigma científico.

La teoría económica se ha presentado neutral al género aunque su agente prototípico, el homo economicus, ha sido dotado con valores asociados a lo masculino: autosuficiente, competitivo, egoísta, calculador, sus acciones se desarrollan en la esfera pública del mercado, mientras que en el ámbito no económico de las familias se ha supuesto la generosidad, la solidaridad, la igualdad.

Esta visión dicotómica en la teoría neoclásica es radicalizada en la perspectiva de Becker, quien explica la situación de la mujer frente a las tareas reproductivas como un problema de eficiencia y maximización de recursos. Esta perspectiva ha sido ampliamente discutida por la economía feminista evidenciando su sesgo androcéntrico y heterosexual.

El supuesto del hombre económico racional es uno de los pilares de la teoría económica neoclásica, que lo plantea como norma para el comportamiento humano y como mecanismo para asegurar el buen funcionamiento del mercado competitivo. La adopción de esta racionalidad como ideal, no reconoce los comportamientos basados en otras relaciones como las de reciprocidad, solidaridad, altruismo, amor y cuidado, entre muchos otros, los cuales, además, la cultura patriarcal en el capitalismo asocia al universo de lo femenino. Por esta vía se instaura en la teoría una separación ficcional entre las lógicas que gobiernan el comportamiento en el mercado, considerado como una esfera pública, y el hogar, relegado al ámbito de lo privado.

Esta pretensión de universalidad asignada al homo economicus y su racionalidad instrumental, como supuesto del ser humano en su relación con la economía, es otro de los aspectos discutidos, porque niega la presencia de otro tipo de comportamientos que hacen parte del mercado, tales como la solidaridad, la reciprocidad y la preocupación por los demás. Dichas conductas están presentes en muchas de las economías populares ya mencionadas. La economía feminista, al mostrar el ámbito reproductivo como inherente al proceso, ha profundizado en el análisis de las consecuencias de limitar lo económico al ámbito del mercado.

El desarrollo conceptual asociado al homo economicus y su racionalidad instrumental es una expresión acabada de la manera como la teoría económica ha interiorizado los valores del patriarcado, para considerar extraeconómica la dependencia que tienen los seres humanos del cuidado y de la protección para hacer parte de sus instituciones.

En este texto se intenta mostrar cómo la hegemonía del capitalismo en la organización de la producción, la distribución, la circulación y la reproducción, dentro y fuera de la familia, está estrechamente vinculada con la asignación de los géneros. El patriarcado ha producido una jerarquización del valor social de lo femenino y masculino. De ahí que el acceso a los recursos para la producción y reproducción esté enmarcado por el lugar que a unos y otras se les asigna dentro de la cultura patriarcal. Una expresión de ello son las diferentes actividades y remuneraciones a las que pueden acceder en el mercado de trabajo.

No se trata, por supuesto, de considerar que la desigualdad entre hombres y mujeres se encuentra reducida al determinismo económico, sino que las tendencias del mercado son procesadas socialmente, empeorando o mejorando la situación en respuesta a otras relaciones no estructuralmente económicas.

En consecuencia, uno de los aportes centrales de la economía feminista es la redefinición del concepto de trabajo, dado que la visión de “lo reproductivo” y “del cuidado”, en sus diferentes dimensiones, permite incluir dentro de “lo económico” aquellas actividades que no están dirigidas al mercado, sin las cuales la vida humana sería imposible. Por ello, un objetivo de esta corriente es visibilizar el valor que producen las actividades del cuidado por medio de la cuantificación en la generación de la riqueza. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha venido mostrando en sus informes que sin el trabajo de cuidado realizado por las mujeres, la pobreza en la región se incrementaría en aproximadamente 10 puntos, y ha estimado que el trabajo doméstico no remunerado equivaldría al 25% del PIB de la región; no obstante las mujeres enfrentan una situación de menores ingresos y acceso a la propiedad:

“El 31,6% de las mujeres en América latina no tiene ingresos propios. Solo el 10,4% de los hombres se encuentra en esa situación. O sea, casi un tercio de las mujeres de América latina no recibe remuneración por su trabajo, es decir, no participa del mercado laboral, ni de forma dependiente ni independiente, formal o informal, no cuenta con protección social (asociada al empleo formal), no recibe transferencias ni del Estado, ni de familiares, no recibe pensión alimenticia ni de ningún tipo, tampoco jubilación (ni tendrá derecho a ella), no tiene propiedades ni activos a su nombre. Casi un tercio de las mujeres de América latina son dependientes de otros, es decir, no cuentan con autonomía económica, por lo tanto, no cuentan con autonomía en general y se encuentran en posición de franca desigualdad con sus pares hombres. Esto las hace especialmente vulnerables a la pobreza. En México, el valor económico del trabajo no remunerado equivale al 21,6% del Producto Interno Bruto. De este, el 78,3% es contribución de las mujeres”.

En esta perspectiva se profundiza en el análisis de las contradictorias y complejas relaciones existentes entre el capitalismo y el trabajo reproductivo. Se pone de manifiesto que las mujeres se encargan del cuidado de la vida humana, garantizando que la producción de mercancías sea posible. Este trabajo, realizado sin remuneración, favorece que el salario que pagan los capitalistas y el gasto público del Estado evadan los costos de la reproducción de las personas y, por lo tanto, una parte de la actividad realizada en el hogar no sería el momento final del disfrute del consumo, sino el momento de producción de la fuerza de trabajo que el sistema económico requiere.

La mirada decolonial
La economía feminista en la perspectiva decolonial hace explícita la necesidad de indagar en los procesos políticos y económicos que en la región han encarado los grupos en condiciones de subalternidad, en particular releva las experiencias económicas de las mujeres indígenas, afrodescendientes, campesinas y de sectores populares para pensar desde sus economías enraizadas en saberes construidos por las situaciones de clase, etnia, raza y de origen territorial.

En estas economías la participación de hombres y mujeres es también diferencial. La teoría hegemónica ha naturalizado el lugar masculino, blanco y europeo o norteamericano desde el que se ha venido pensando, por lo que esta diversidad ha sido abordada desde las categorías de atraso, informalidad, empujando un ideal de modernización que ha subalternizado activamente estas experiencias. Así, por esta vía, ha negado su importancia y relevancia teórica en la economía.

El feminismo decolonial reconoce la subordinación de las mujeres como parte de un proceso histórico que las sitúa en una posición de desventaja en relación a los hombres, en distintas esferas e instituciones de la vida en sociedad, la teoría feminista aportó el concepto de patriarcado: una estructura de dominación que contiene relaciones de poder concretas, por lo tanto no es una formación transhistórica, transcultural o estática. Es además dinámica en el sentido en que se transforma y modifica con el paso del tiempo y con el relacionamiento con otras estructuras de dominación como el capitalismo, el colonialismo y el imperialismo.

La perspectiva decolonial en su relación con la economía es fundamental porque permite entender la manera en que los distintos grupos sociales tienen posibilidades diferenciales para solventar sus necesidades materiales y simbólicas. Un ejemplo de ello es el mercado de trabajo en el que se produce una jerarquización entre los géneros, las etnias, las razas, las clases y la edad. Esta segmentación ha sido cuantificada mostrando el impacto de las brechas salariales por género y por etnia como una de las razones que explican que América latina sea la región más desigual del planeta.

La existencia de otro tipo de economías y de lógicas de organización social por parte de grupos subalternizados nos lleva al debate sobre la idea de desarrollo y de modernidad que propone la superación de las economías comunitarias vistas en esta perspectiva desde una lógica de atraso. Más que una modernidad incompleta o mal llevada a cabo, de lo que se trata es de reconocer que existen opciones económicas distintas ya presentes y actuantes en la región, muchas de las cuales son alimentadas por las ontologías indígenas y afrodescendientes, por las prácticas de la economía social y solidaria.

En ese sentido, es con sus pueblos, sus culturas y sus nichos sociales, con quienes una economía feminista decolonial puede contribuir a pensar opciones de economías otras.

En este sentido, el reconocimiento al trabajo de cuidado es un aspecto nodal para resolver la separación artificial reforzada por el capitalismo entre producción y reproducción. El giro decolonial contribuye a preguntarse qué significa el cuidado en cada contexto y la forma en que puede garantizarse sin limitar las alternativas a las formas de institucionalización estatal ya conocidas y tampoco a las propuestas de autoorganización de los pobres vaciadas de política que fomenta el neoliberalismo.

En la economía social la interacción entre el trabajo familiar y las relaciones comunitarias apoya muchas de las actividades que se desarrollan en el mercado. Los valores de cambio producidos están orientados por una racionalidad que procura sostener los vínculos y las necesidades de grupos sociales que pugnan también por su reproducción simbólica.

La relación entre economía social y feminismo muestra que la naturalización de lo reproductivo como algo extramercado y como una responsabilidad femenina, y la separación entre producción y reproducción, generan condiciones de vulnerabilidad estructural para estas iniciativas. El reconocimiento y fortalecimiento de las condiciones para el cuidado son entonces un factor central para su sostenibilidad.

Cuando la economía se observa desde la perspectiva del cuidado y de la reproducción, se rompe con el encarcelamiento de la economía en el mercado tan propio de la teoría neoclásica y se expanden las posibilidades de acción para los actores organizados y para quienes construyen alternativas comprometidas con la vida y no con el capital.

La interacción entre la economía feminista decolonial y la economía social releva la importancia de los escenarios no mercantiles, así como la comprensión de los diferentes aportes y necesidades de las mujeres y los hombres en contextos producidos histórica, política y culturalmente. Muestra la existencia de una multiplicidad de prácticas económicas enraizadas contribuyendo a ampliar los escenarios y alternativas para el fortalecimiento de una economía que cuide la vida humana y no humana.

Fortalecimiento de los escenarios no mercantiles
La imaginación sobre el ¿qué hacer? en el campo económico ha sido capturada por la relación con el mercado. La mayor parte de las políticas desarrolladas en apoyo a la economía popular están centradas en facilitar el proceso de inserción al mercado, sin considerar la intervención sobre las condiciones de una competencia que es más aguda para quienes no tienen una posición dominante en el sistema de privilegios que produce el capital, mientras que los actores con mayor nivel de acumulación fijan las condiciones de intercambio de sus productos.

En palabras de Hinkelammert y Mora:

“El análisis del valor de uso mira el proceso económico bajo el ángulo de las condiciones de posibilidad de la vida. Formula, por tanto, la pregunta de cómo tiene que ser producido, distribuido y consumido el producto para que el ser humano pueda vivir, esto es, cómo se puede realizar el proceso de reproducción en términos de un proceso de reproducción de la vida humana. Esto no implica una reducción del ser humano al producto (“eres lo que comes”), pero sí significa que ningún valor humano puede ser realizado si no entra en esta simbiosis con los valores de uso”.

Recuperar la producción de valores de uso cuyo consumo no esté mediado por el mercado como un objetivo para el fortalecimiento de las unidades domésticas, así como del conjunto de la economía popular y de la economía social, contribuye a reconocer que en la sociedad existen capacidades de trabajo que en la actualidad no están siendo valoradas en términos monetarios, lo que implica que amplios sectores de la sociedad no pueden contribuir con su trabajo, ni cuentan con ingresos para atender sus necesidades y sin embargo pueden activarse para resolver necesidades. Una vivienda protege aunque no sea producida como mercancía, la ropa abriga aunque no sea comercializada. Los bienes pueden ser impulsados por la función social que suplen y no por la ganancia.

La mercantilización de la vida lleva a que sin ingresos o rentas no se puedan alcanzar las condiciones de vida para participar en condiciones de inclusión en la sociedad. Y el desarrollo actual del capitalismo considera excedente y no útil para el capital buena parte de las capacidades de trabajo. Por lo tanto, el bienestar no puede ser un resultado del devenir económico del mercado liberado por el neoliberalismo, sobre todo cuando de manera creciente la acumulación de ganancias es fruto de la actividad especulativa.

Por lo tanto, la producción de valores de uso para el propio consumo puede fortalecer la autonomía de los sectores considerados no blancos y en particular de las mujeres negras, indígenas, campesinas y de sectores populares sobrerrepresentadas en la población sin ingresos. En especial, porque muchas de sus economías vinculadas con circuitos territoriales en lo urbano y lo rural sufren la constante presión de las políticas de modernización capitalista asociadas a la gentrificación, especulación inmobiliaria, etc., y la violencia propia de la acumulación originaria y/o extractivista que ensancha las tasas de ganancia del capital y despoja a grupos enteros de las condiciones necesarias para su reproducción material y simbólica.

Una economía que cuida
La prevalencia de los valores del mercado sobre la vida humana y planetaria ha llevado a que el cuidado de las personas sea ubicado en la política al campo de “lo social”, considerado residual compensatorio de los efectos excluyentes y discriminadores del mercado y crecientemente focalizado en los más desfavorecidos, individualizando las intervenciones. Así, las familias y en particular las mujeres con sus recursos disponibles terminan asumiendo los problemas de reproducción como si fuesen problemas del orden privado y como gestoras de los programas de asistencia.

La tensión entre la lógica del lucro respecto del bienestar social se ha explicitado con los programas de ajuste estructural, en los que puede verse cómo la reducción de gastos estatales (en programas que no atiendan la emergencia social) ha estado correspondida con el traslado de costes a los hogares que son afrontados con el incremento del trabajo gratuito en su mayoría femenino. Esto ha llegado a sus límites, siendo evidente la insuficiencia de las acciones atomizadas para reproducir la población y cohesionar la sociedad.

Por lo tanto, la socialización de las necesidades de reproducción conlleva a que el Estado y el sector capitalista también asuman las responsabilidades que implican ciudadanos incluidos y trabajadores calificados. Se trata entonces de incorporar teórica y prácticamente una racionalidad reproductiva que integra la producción y la reproducción viendo como un todo el proceso económico. Esta racionalidad reproductiva sustituye la lógica utilitarista del homo economicus y se relaciona con las propuestas que se vienen formulando como alternativas al desarrollo vinculadas con el Buen Vivir.

La perspectiva de la Buena Vida y su racionalidad reproductiva permite formular políticas de cuidado no antropocéntricas, dado que la tierra es considerada como sujeto de reciprocidad (si la protegemos, ella nos cuida). A la vez que abre una dimensión comunitaria, de autonomía, autoorganización colectiva que amplíe las alternativas para pensar las políticas de cuidado.

En la dirección de fortalecimiento práctico de la economía popular y de la economía social, se trataría de promover espacios para la autogestión creciente de la reproducción pero con recursos sustantivos y con capacidad de decisión. Advirtiendo que en el neoliberalismo se ha llevado las responsabilidades de cuidado y de empleo a las familias y a la autoorganización de los más pobres (asociaciones de trabajadores que por esta vía son tercerizados, promoción de los circuitos de filantropía para el mejoramiento de vivienda para los pobres meritorios). Se trata de no replicar la lógica de la contraprestación o coparticipación que extrae de los procesos organizativos y en particular de las mujeres su capacidad asociativa y el poder transformador de sus iniciativas, despolitizando así la reproducción para inscribirla en la racionalidad de los proyectos que extienden la acción del mercado en detrimento de la vida.

Se trata entonces de promover una economía que reconoce la opción por la vida del otro como constitutiva de la opción por la vida propia, no solamente como un mandato de cuidado para las mujeres, sino como una alternativa para institucionalizar una economía que nos cuide. Y esto supone significativas redistribuciones de recursos y capacidades productivas, pero también potenciar los espacios de constitución de actores colectivos y con otro proyecto de economía.

Fuente: http://www.vocesenelfenix.com/content/econom%C3%ADa-feminista-y-decolonialidad-aportes-para-la-otra-econom%C3%ADa

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George Monbiot: “La restauración de lo común puede cambiar la sociedad”

Europa/ReinoUnido/

El investigador británico George Monbiot es otro que considera que el debate entre Estado y mercado es estéril, y que ambos modelos están contribuyendo al malestar y degradación de las sociedades en el mundo.

“El mercado por sí mismo no puede satisfacer nuestras necesidades, y tampoco el Estado. Ambos alimentan la alienación, la ira y la anomia (degradación o eliminación de reglas sociales), que generan extremismos. A lo largo de los últimos 200 años un elemento ha sido el principal ausente de las ideologías dominantes, algo que no es ni el mercado ni el Estado: lo Común”, afirma.

Lo común (también llamado el acervo común, o lo comunal, etc.), es un activo o conjunto de activos sobre los cuales una comunidad tiene derechos compartidos e iguales. Esto, en principio, puede incluir a recursos como el agua, la tierra, los minerales, el conocimiento, la investigación científica y el software.

Pero el investigador advierte que actualmente la mayoría de éstos están cerrados: “atrapados por intereses estatales o privados, y tratados como cualquier otra forma de capital. A través de este encierro hemos sido despojados de nuestra riqueza común”.

Algunos activos o bienes comunes todavía existen. Varían desde por ejemplo bosques comunales en Nepal y Rumania, pesquerías de langosta en Maine (EEUU), pastizales en el Este de África y en Suiza, el Internet, Wikipedia, Linux.
Otros ejemplos interesantes son la Biblioteca Pública de Ciencia (PLOS por su sigla en inglés, ver www.plos.org), y el Banco de Tiempo en Helsinki (Finlandia). PLOS es una biblioteca de acceso abierto, que implica no solo gratuidad sino también acceso irrestricto, libre y transparente, fundada ya en 2001.

En el Banco de Tiempo de Helsinki, sus miembros intercambian una diversidad de servicios por tiempo. Un Tovi (la moneda del banco) equivale a una hora de trabajo. El principio que guía el banco es que el tiempo, el trabajo y las necesidades de todos tienen el mismo valor. El banco es abierto a todos y cualquiera puede aplicar para ser miembro. Su objetivo es apoyar la colaboración mutua entre la gente y a través de ello fortalecer la cultura comunal. Claro que todas estas son excepciones a la regla general: la propiedad exclusiva.

Lo Común
El exfinancista, investigador y escritor Martin Adams, argumenta que al principio, la tierra pertenecía a todos y a nadie, pero que fue adquirida por una minoría que excluye a otros de disfrutar de ésta. Adams propone que quienes utilizan la tierra de manera exclusiva paguen una “contribución a la tierra comunitaria” como compensación.

Esto, afirma, podría parcialmente reemplazar a los impuestos sobre el ingreso y las ventas, prevenir el acaparamiento de tierras y reducir los precios de las tierras. Las recaudaciones podrían ayudar a financiar un salario básico universal. Y eventualmente su idea es avanzar hacia un sistema en el que la tierra sea propiedad de la comunidad local, la que la arrienda a quienes la utilizan.

A su vez, Monbiot piensa que se podrían utilizar principios similares para la energía. El derecho a producir carbono mediante la quema de combustibles fósiles podría ser subastado. Cada empresa que quiera emitir carbono deberá comprar en subastas estos permisos, y los ingresos generados por estas ventas financiarían servicios públicos y energías limpias. Esto hará que “la demanda por combustibles fósiles caiga, por lo que año tras año se emitirán cada vez menos permisos”.

También observa que “en vez de permitir que las corporaciones utilicen los derechos de propiedad intelectual para crear una escasez artificial del conocimiento, o  que capturen el valor generado por otras personas (como Google y Facebook), podríamos movernos hacia una ‘economía del conocimiento social’, similar a lo que promueve el gobierno de Ecuador”.

La propuesta mencionada se basa en lo que ha estado trabajando el Proyecto FLOK (Conocimiento Abierto Libre) -compuesto por un equipo internacional de investigadores- junto al gobierno ecuatoriano, en los últimos años.
El resultado ha sido un extenso y original documento (titulado “Plan de transición hacia una sociedad basada en el procomún”) enfocado en transformar la matriz productiva de Ecuador, desde una  que es “dependiente del capital extranjero y de la extracción de petróleo” hacia la “construcción de un modelo económico basado en los valores de lo común, la cooperación, y el acceso libre y abierto al conocimiento”.

Urgente restauración de lo común
“La restauración de lo común tiene gran potencial no sólo para distribuir riqueza sino también para cambiar la sociedad”, afirma Monbiot. Y es que lo común no se refiere sólo a recursos (como la tierra, bosques o software); también incluye a la comunidad de personas que gestionan, manejan y protegen estos recursos.

En este esquema, una gran ventaja es que “los miembros de lo común desarrollan conexiones mucho más profundas entre sí y con sus bienes que nosotros como consumidores pasivos de productos corporativos”.

Gestionar y manejar recursos comunes implica desarrollar reglas, valores y tradiciones: “Significa, en algunos casos, volver a incrustarnos en los lugares donde vivimos. Significa darle una nueva forma al gobierno para que satisfaga las necesidades de las comunidades, no de las corporaciones. En otras palabras, revivir lo común puede funcionar como un contrapeso frente a las fuerzas atomizantes y alienantes que actualmente generan mil formas de reacciones tóxicas”, concluye el experto.

Fuente:  http://www.elpaisonline.com/index.php/blogs/la-billetera/item/248514-la-restauracion-de-lo-comun-puede-cambiar-la-sociedad
Imagen tomada de: http://www.monbiot.com/wp-content/themes/monbiot/assets/img/logo.jpg
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