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Doce meses seguidos con récord de calor a nivel global

De junio de 2023 a mayo de 2024, la temperatura media global ha aumentado 1,63°C por encima de la media preindustrial de 1850-1900, según el Servicio de Cambio Climático (C3S) de Copernicus.

Mayo no se sale de la tendencia, por lo que el planeta encadena doce meses seguidos de temperaturas récord, según ha publicado este miércoles el Servicio de Cambio Climático (C3S) de Copernicus, el componente de vigilancia del clima del programa espacial europeo. Se trata de una tendencia inusual, si bien en 2015/2016 tuvo lugar una racha de calor mensual similar.

El quinto mes del año ha sido globalmente más caluroso que cualquier mayo anterior del registro de datos, con una temperatura media del aire en superficie de 15,91 °C. En comparación al periodo de referencia 1850-1900 (época preindustrial), el calentamiento global en mayo ha sido de 1,52 °C.

La temperatura media mundial de los últimos 12 meses (junio 2023-mayo 2024) es la más alta registrada, con 0,75°C por encima de la media de 1991-2020 y 1,63°C por encima de la media preindustrial de 1850-1900. En cuanto a Europa, la temperatura media de mayo fue 0,88°C superior a la media de mayo de 1991-2020, siendo el tercer mayo más tórrido registrado en el continente.

En el océano, la situación es incluso más dramática. La temperatura media de la superficie del mar para mayo fue de 20,93°C, el valor más alto registrado para el mes. En total, ya son 14 meses seguidos en el que la temperatura de mar ha sido la más cálida para el mes correspondiente del año.

El objetivo de 1,5 ºC, cada vez más lejos

Este miércoles, que se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, también se han publicado dos informes más de especial relevancia para entender la actual crisis climática. Uno de ellos, señala que el calentamiento global avanza a 0,26 ºC por década, tal y como señala el estudio dirigido por la Universidad de Leeds. El otro es un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), quien alerta de que hay un 80% de probabilidades de que entre 2024 y 2028 se supere una subida global de temperaturas de 1,5 ºC, límite fijado por el Acuerdo de París en 2015. Acorde a la OMM, en al menos uno de los cinco años a estudio se producirá ese aumento promedio con respecto a las temperaturas de la era preindustrial (1850-1900).

También va en aumento, aunque todavía no es tan alta (47%), la probabilidad de que los cinco años completos superen esa subida de grado y medio, de acuerdo con el informe elaborado con datos de la UK Met Office, el servicio meteorológico del Reino Unido.

Mucho más posible, con un porcentaje de probabilidad del 86%, es que uno de los años del lustro sea el más caluroso de la historia del que se tiene registro, batiendo la marca de 2023, en el que la subida promedio de temperaturas fue de aproximadamente 1,45 ºC.

En la capital francesa los países firmantes acordaron mantener la subida de temperaturas de la superficie terrestre por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales pero también trabajar para que la subida no superara los 1,5 grados, con el fin de evitar graves efectos de fenómenos climáticos extremos en el planeta.

La probabilidad de que se superara el umbral de los 1,5 grados ha ido aumentando ininterrumpidamente en los nueve años transcurridos desde la firma del acuerdo: si entonces era cercana a cero, entre 2017 y 2021 subió al 20 por ciento y en el periodo 2023-2027 ya se elevó al 66 por ciento.

Rebasarlo un año es grave: durante décadas, catastrófico

Superar un aumento de 1,5 o 2 grados debe considerarse realmente preocupante cuando se produce en un plazo prolongado, durante décadas, y no de forma puntual. Aun así, la OMM subraya que los datos publicados este miércoles son «un cruel recordatorio» del riesgo que corre el planeta. «Estamos excediendo el límite de 1,5 grados de forma temporal con creciente frecuencia», advirtió al presentar el informe la subsecretaria general de la OMM, Ko Barrett.

«Es urgente que dediquemos más esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, o pagaremos un precio cada vez más alto, en forma de billones de dólares en costes económicos, millones de vidas afectadas por el clima extremo y masivos daños al medioambiente y la biodiversidad», agregó la experta.

Los efectos ya se sienten sin superar el umbral

Incluso en los últimos años, antes de que se rebasaran los límites de París, se comprobaron ya los efectos devastadores del calentamiento global con cada vez más frecuentes e intensas olas de calor, sequías o tormentas, acompañadas de ascensos del nivel del mar y retrocesos de los glaciares y las masas heladas polares.

Las temperaturas récord de 2023 se vieron favorecidas por la incidencia en el planeta del fenómeno climático de El Niño, asociado habitualmente a un clima más caluroso y que según indicó la propia OMM esta semana finalizará en la segunda mitad de 2024.

Se iniciará entonces el fenómeno inverso de La Niña, que suele ir acompañado de menores temperaturas, aunque en años recientes no ha bastado para contrarrestar los ascensos provocados por el efecto invernadero, producido por concentraciones récord de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

En su informe de este miércoles, la OMM también advierte que en los próximos cinco años el calentamiento del hielo ártico en el invierno boreal puede ser tres veces más intenso que en el periodo 1991-2020, con amplia fusión de masas heladas en zonas como los mares de Barents, Bering y Ojotsk

Fuente: https://climatica.coop/doce-meses-de-record-de-calor/

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Alarma en los océanos: El mundo se reúne para intentar salvar los mares

Por: Raúl Rejón

La Conferencia de la década oceánica de Barcelona que empieza el miércoles intenta hallar soluciones científicas a una lista creciente de amenazas: el cambio climático, la sobrepesca o la contaminación que tienen a los ecosistemas marinos contra las cuerdas.

El miércoles comienza en Barcelona la Conferencia de la Década de los Océanos de la ONU. Debe “establecer las prioridades” para “salvar a los océanos mediante la ciencia y la investigación”. ¿Salvarlos de qué? La lista es larga. “Si no se toman medidas, en 2050 habrá más plásticos que peces y los corales habrán desaparecido”, responde la misma ONU.

Los océanos son el soporte vital de la vida en la Tierra y regulan el clima del planeta. “Es el mayor ecosistema, que alberga casi un millón de especies”, recuerda la organización. Sin embargo, el desconocimiento es casi completo. “La profundidad media de los mares está en 3.800 metros y la mayoría de las investigaciones marinas se centran en los primeros 50”, recuerda el responsable de expediciones de Oceana, Ricardo Aguilar.

Eso hace que haya “muy mala gestión”, amplía Aguilar, y terminen por multiplicarse las agresiones. Un cóctel nefasto que se extiende desde el litoral hasta alta mar. Desde las aguas someras a las profundidades abisales.

Cambio climático

El mar se traga la mayoría del calor extra que atrapan en la Tierra los gases de efecto invernadero. Y absorbe un cuarto del CO2 que emiten los humanos. Y esto no sale gratis. “Llegará un momento en el que no puedan más”, advierte la responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace, Marta Martín-Borregón, que señala la crisis del clima como “una de las principales amenazas para el mar”.

El cambio climático está elevando sin precedentes la temperatura de los océanos. Ahora mismo, el promedio planetario está en más de 20ºC, por encima de cualquier registro conocido, según recoge el Climate Analyzer de la Universidad de Maine. Tanto el Atlántico Norte como el Mediterráneo no paran de encadenar récords con meses en situación de ola de calor marina, incluso en el invierno.

El agua más caliente ya está causando mortandades masivas de especies marinas.

Colonias de ‘Corallium rubrum’ de la reserva marina de Scandola afectadas por la subida de la temperatura/ Madrecover.

Por otro lado, el aumento del CO2 que hay en la atmósfera –su concentración está en un pico muy por encima del nivel de seguridad– redunda en que el océano se vuelva cada vez más ácido. Un 30% más desde que comenzó la era industrial. “Esto tiene impactos en la vida marina, sobre todo en grandes profundidades”, aclara la Agencia Europea del Medio Ambiente. ¿Un ejemplo muy visual? Cómo se está blanqueando, es decir, muriendo, las barreras de coral.

“Además, los impactos del cambio climático van a durar durante siglos y es complicado tomar medidas”, reflexiona Ricardo Aguilar. Y añade otro efecto de un mar cada vez más cálido: “Se están extendiendo especies invasoras que antes se veían frenadas por las temperaturas de los inviernos y ahora ya no se topan con esa barrera en su expansión”. Variedades invasoras que son una amenaza principal para la biodiversidad de los ecosistemas que coloniza.

La contaminación: plástico y más que plásticos

“Existe una evidencia indiscutible sobre un continuo, global y sin freno incremento de la basura en el mar proveniente de la tierra”, sentencia el informe de la ONU El estado de los océanos. Se trata del plástico, pero no solo de este compuesto sino que “el nitrógeno y el fósforo se han convertido en omnipresentes”.

El diagnóstico se sustenta en datos como que 17 millones de toneladas de plástico al año acaban en el mar y “se prevé que se duplique o triplique en 2040”. El cálculo es que el 85% de la basura marina está hecha de plástico. Solo el 15% de los desechos acaba reciclado, advierte la ONU.

Basura submarina en Maldivas. Anadolu / Getty

“Lo que a mi me preocupa es lo que no vemos”, asegura la investigadora de la Universidad de Cádiz, Carmen Morales Caselles. Se refiere a lo que se esconde detrás de las grandes acumulaciones de desechos: “Los seres humanos somos muy visuales, nos llama la atención una playa muy sucia, pero hay cosas que no vemos como los impactos de los microplásticos o las sustancias asociadas que tienen efectos a largo plazo. Hay unas 16.000 sustancias químicas asociadas a los plásticos, muchas sabemos que son tóxicas, pero de la gran mayoría no se sabe nada. De eso no somos muy conscientes”.

La cuestión es que la producción de plástico no se detiene (se ha multiplicado por cuatro en los últimos 40 años). Con las tasas de reciclado actuales, esto da lugar a una presencia generalizada de residuos plásticos en todos los hábitats oceánicos. Por eso la investigadora Morales incide en que “la prioridad es una gestión preventiva” –no generar la basura–. “Hay más visibilidad hacia acciones de limpieza, o el reciclado –que hay que hacerlo–, pero realmente si no se hace prevención, la basura plástica no va a decrecer, sino aumentar. Si ponemos en circulación muchos contaminantes no se nos va a solucionar el problema. La prioridad es la reducción tanto en la fabricación como de los objetos que no sean esenciales”.

Mortandad masiva de peces en el Mar Menor. Asociación de Naturalistas del Sureste

Además de los plásticos, desde tierra adentro se provoca la entrada de restos de nitrógeno y fósforo al mar por las zonas costeras. A partir de ahí, se dispara el fenómeno conocido como eutrofización del que tanto saben en el Mar Menor: una proliferación violenta de organismos como algas que terminan por agotar el oxígeno en el agua –la anoxia– “Los océanos se asfixian”, lo describe la ONU.

La sobrepesca y la pesca ilegal

“Las medidas no avanzan a la velocidad ni escala necesarias”, sintetiza el último Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La FAO calcula que, alrededor de un tercio de los recursos pesqueros mundiales están sobreexplotados y que “uno de cada cinco pescados capturados proviene de la pesca ilegal, irregular o sin declarar”.

“Aunque esta conferencia no sea de pesca, debería hacer hincapié porque esto implica a toda la biodiversidad oceánica”, subraya Marta Martín-Borregón.

Pesca de arrastre.

“Yo soy moderadamente optimista con especial preocupación sobre el océano Índico, el golfo de Guinea y África occidental”, matiza Raúl García. El responsable del programa de pesquerías de WWF explica que “la sobrepesca sigue aumentando a nivel global, pero en la Unión Europea se le ha dado la vuelta a la situación en el Atlántico y, sobre todo, en el Mediterráneo que tenía un 80% de sobrepesca y en 2023 se informó de que había descendido al 58%”. Sin embargo, apostilla, “en el Índico el panorama está empeorando”.

Si para el caso del Mediterráneo la FAO asegura que “aunque siga siendo una preocupación”, la sobrepesca “experimentó un caída récord del 15%”, para el Índico repite que “la sobrexplotación, las prácticas dañinas y la destrucción generalizada de hábitats amenazan la pesca en toda la región”. En las aguas del Índico, por ejemplo, se pesca intensivamente atunes para satisfacer un mercado global creciente.

Respecto a la pesca ilegal, Raúl García contrapone que “nadie puede dar una cifra o rango estrecho de a qué pesquerías afecta, porque engloba un concepto amplio”. España, dice, “ha blindado algunos puertos, como Vigo o Las Palmas, donde es difícil descargar pescado sin papeles, pero se están derivando a otros como Oporto o Rotterdam desde donde luego transportan a las lonjas por carretera”.

¿Nuevas agresiones? La minería profunda

“Me parece fundamental que no se permitan más industrias dañinas operando en el mar”, resume Marta Martín-Borregón ante la idea de que la minería en el fondo del mar despegue. Ricardo Aguilar coincide: “La demanda de materiales raros amenaza unos hábitats sobre los que se tiene un conocimiento escaso”.

Imagen submarina de costras de ferromanganesa y fosforitas muestreadas en el monte submarino ‘Tropic’. (IGME)

La minería del fondo del mar –que busca en el lecho marino materiales como el cobre, níquel, cobalto o manganeso a miles de metros de profundidad– está en una encrucijada. En el seno de la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISA), que dependen de la ONU, se está librando una batalla para dar empuje o ralentizar esa fiebre del oro.

Algunos países, como China, están a favor de regular la actividad y empezar las extracciones. Otros, como España, abogan por evaluar más detenidamente los posibles daños ambientales. La ISA quedó así encallada en junio de 2023. No hubo luz verde y se volverá a discutir este año.

En los últimos años se han alcanzado dos acuerdos internacionales que los responsables políticos han calificado como históricos. En 2022, los países aprobaron crear un “tratado internacional legalmente vinculante” contra la contaminación plástica. En 2023 se acordó establecer un tratado de alta mar para proteger las aguas sin jurisdicción nacional. Ambos están en desarrollo.

Sin embargo, Martín-Borregón se confiesa “no especialmente optimista” sobre si esta conferencia puede servir de punto de inflexión. Pero no quiere renunciar a la esperanza: “Ojalá lo sea”.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/alarma-oceanos-mundo-reune-salvar-mares_1_11266331.html

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Europa endurece las sanciones para los delitos ambientales

Estrasburgo (Francia), 27 feb (EFEverde).

Publicado por: Arturo Larena

El Parlamento Europeo ha aprobado nuevas normas y sanciones para los delitos ambientales con penas de hasta 10 años de cárcel en los delitos individuales y multas para las empresas de hasta el 5 % de la facturación mundial o 40 millones de euros.

La directiva fue aprobada con 499 votos a favor, 100 en contra y 23 abstenciones, según indicó el Parlamento Europeao.

La ley contiene una lista actualizada de delitos, entre los que se incluye el comercio ilegal de madera, el agotamiento de los recursos hídricos, las infracciones graves de la legislación europea sobre productos químicos y la contaminación causada por los buques.

La normativa, asimismo, contempla el denominado ‘delito cualificado’, como los incendios forestales a gran escala o la contaminación generalizada del aire, el agua y el suelo, «que conlleva la destrucción de un ecosistema y es, por tanto, equiparable al ecocidio», de acuerdo con la Eurocámara.

«Los delitos contra el medioambiente cometidos por personas y representantes de empresas se castigarían con penas de cárcel en función de la duración, la gravedad o la reversibilidad de los daños», expuso el PE.

Los delitos cualificados podrían ser castigados con ocho años de prisión, los que causen la muerte de una persona con diez años y los demás con hasta cinco años.

El Parlamento subrayó que todos los infractores estarían obligados a restablecer el entorno dañado y a ofrecer compensación, además de enfrentarse a multas.

Multas de hasta el 5% de la facturación mundial

Para las empresas, las multas alcanzarán el 3 % o el 5 % de su facturación mundial anual o, alternativamente, 24 o 40 millones de euros, según la naturaleza del delito.

«Los Estados miembros podrán decidir si persiguen delitos penales que no hayan tenido lugar en su territorio», apuntó la Eurocámara.

La institución comunitaria insistió en que las personas que denuncien delitos contra el medioambiente deben recibir apoyo y asistencia en el marco de un proceso penal.

«También garantizó que los Estados miembros impartirán una formación especializada para policías, jueces y fiscales, prepararán estrategias nacionales y organizarán campañas de sensibilización para luchar contra la delincuencia medioambiental», manifestó.

Agregó que los datos recogidos por los Gobiernos de la Unión Europea sobre delitos contra el medioambiente «deberían ayudar a abordar mejor esta cuestión y a la Comisión a actualizar periódicamente la lista».

«Ya es hora de que luchemos contra la delincuencia transfronteriza a escala europea con sanciones armonizadas y disuasorias para prevenir nuevos delitos medioambientales. En virtud de este acuerdo, quienes contaminen lo pagarán», declaró el ponente de la Eurocámara, el neerlandés del Partido Popular Europeo Antonius Manders.

Entrada en vigor

La directiva entrará en vigor a los veinte días de su publicación en el boletín oficial de la Unión Europea y los Estados miembros dispondrán de dos años para incorporar las normas a sus sistemas nacionales.

La delincuencia medioambiental es la cuarta actividad delictiva del mundo y una de las principales fuentes de ingresos de la delincuencia organizada, junto con la droga, las armas y el tráfico de seres humanos. La Comisión presentó en diciembre de 2021 una propuesta para reforzar la protección del medio ambiente en la UE mediante el Derecho penal, con el objetivo de paliar el creciente número de infracciones penales contra el medio ambiente. EFE
jug/jaf/icn

Europa endurece las sanciones para los delitos ambientales

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Crece pérdida de bosques pese a las promesas de cumbres climáticas

Por: Claudia Caruana
Fuentes: scidev.net [Imagen: Axel Fassio/CIFOR, bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC-ND 2.0)]

La pérdida de bosques tropicales primarios alrededor del mundo se incrementó en un diez por ciento desde 2021-2022.

Los bosques tropicales siguen talándose o quemándose a un ritmo alarmante a pesar de las promesas hechas en las cumbres climáticas de las Naciones Unidas que buscan eliminar el problema para 2030, sugiere un análisis mundial publicado el 26 de junio.

Las mayores pérdidas se producen en Brasil, la República Democrática del Congo (RDC) y Bolivia, donde se ubican las selvas tropicales más extensas y ecológicamente más importantes del mundo, según datos del informe “Pérdida de Cubierta Arbórea” en 2022 de la Universidad de Maryland, presentados por Global Forest Watch del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por su sigla en inglés).

Los nuevos datos muestran que en 2022 los trópicos perdieron 4,1 millones de hectáreas (10,1 millones de acres) de selva tropical primaria —aproximadamente el tamaño de Suiza— a un ritmo equivalente a 11 campos de fútbol por minuto.

Esto representa un aumento de diez por ciento con respecto a 2021 y se tradujo en 2,7 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono, equivalentes a las emisiones anuales de combustibles fósiles de la India, según el análisis.

Los bosques son el hogar de más de 80 por ciento de las especies terrestres de animales, plantas e insectos y proporcionan refugio, trabajo y seguridad a las comunidades que los habitan, afirma la ONU. Y calcula que la pérdida y el deterioro de los bosques causan alrededor del diez por ciento del calentamiento global.

En la conferencia de la ONU sobre el clima, COP26, celebrada en Glasgow en 2021, 145 países se comprometieron a detener y revertir la deforestación para 2030, mientras que en la COP27, realizada en noviembre de 2022 en Egipto, 27 países se unieron para acelerar la acción hacia estos compromisos.

Sin embargo, el WRI señala que no se alcanzarán los objetivos si continúa la trayectoria actual, porque la disminución de la pérdida de bosques no se está concretando.

“A nivel mundial, estamos muy lejos de reducir la deforestación y vamos en la dirección equivocada”, dijo Rod Taylor, director mundial para los bosques del WRI, en una rueda de prensa realizada el 21 de junio.

“Nuestro análisis muestra que la deforestación mundial en 2022 superó en más de un millón de hectáreas el nivel necesario para estar en la senda de la deforestación cero en 2030”, añadió.

“A nivel mundial, estamos muy lejos de reducir la deforestación y vamos en la dirección equivocada”. (Rod Taylor, director mundial para los bosques del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, en su sigla en inglés)

La pérdida de bosques se considera un problema clave en la lucha contra el cambio climático, porque los bosques vivos eliminan el carbono del aire y lo emiten cuando los árboles se talan o degradan.

En Brasil, la tasa de pérdida de bosques primarios aumentó 15 por ciento entre 2021 y 2022, en particular en la Amazonia. La pérdida total en ese país supuso más de 40 por ciento del total mundial.

Incendios y tala

Marcos Pedlowski, profesor asociado de la Universidad Estatal del Norte de Río de Janeiro (Brasil), explicó a SciDev.Net que la deforestación —la remoción total de árboles— es solo una parte del problema.

“Aunque las cifras puedan parecer dramáticas, no cuentan toda la historia porque hay otro elemento concurrente en el cambio de la cubierta terrestre: la degradación forestal”, explicó.

Las zonas degradadas —por incendios y talas selectivas, por ejemplo— son incluso más frecuentes que aquellas deforestadas, señaló Pedlowski.

“En consecuencia, hay muchos más motivos de preocupación en relación con el empobrecimiento de las zonas boscosas”, añadió.

En cuanto a Brasil, que alberga la mayor superficie de bosque tropical del planeta, Pedlowski indicó una combinación de factores que impulsan tanto la deforestación como la degradación.

“Algunos factores están directamente vinculados con lo que podemos llamar deforestación legal… relacionada con políticas y proyectos gubernamentales que han apoyado el crecimiento de la agricultura, la extracción selectiva de madera y la minería”, afirmó.

Pedlowski cree que estas tendencias exponen la debilidad de las conferencias e instituciones multilaterales cuando llega el momento de controlar el cambio forestal.

“A pesar de las innumerables reuniones y conferencias, la tendencia general es hacia más pérdida y no al contrario”, agregó.

 “Esta situación se complica aún más por el difícil escenario económico mundial, agravado por la pandemia de COVID y la guerra en Ucrania y su efecto en la producción de alimentos.

“A menos que los comerciantes mundiales de cereales, madera y carne se tomen en serio sus responsabilidades respecto a la trazabilidad de sus productos y eviten comprar materias primas provenientes de zonas deforestadas ilegalmente, no veo cómo lograr ningún cambio positivo”, afirmó.

Conservación de los bosques

Por el lado positivo, Indonesia ha reducido su pérdida de bosque primario más que ningún otro país en los últimos años, seguido de Malasia, según Global Forest Watch.

Las intervenciones gubernamentales y los programas empresariales y comunitarios han permitido a ambos países mantener sus tasas de pérdida de bosques primarios tropicales cerca de niveles mínimos históricos.

Los analistas atribuyen el éxito de Indonesia a políticas como la moratoria de la tala, el control de incendios y la restauración de la turba, así como a la eficacia de medidas empresariales.

M. Faiz Syuaib, ingeniero agrónomo y director de investigacióntecnología y servicios comunitarios del Ministerio de Educación, Cultura, Investigación y Tecnología de Indonesia, afirmó que el gobierno de su país lleva más de una década intentando activamente preservar los bosques.

La extracción de madera está limitada a empresas controladas por el Estado y se deben plantar nuevos árboles para reemplazar a los talados, dijo a SciDev.Net.

En las zonas vulnerables a los incendios forestales, dijo Syuaib, se están construyendo fosas de agua para detener la propagación de incendios.

Este artículo fue producido por la edición global de SciDev.Net

Fuente: https://www.scidev.net/america-latina/news/crece-perdida-de-bosques-pese-a-las-promesas-de-cumbres-climaticas/

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Chile René García: “Urge la educación ambiental, hay una desconexión muy grande con el manejo de residuos”

En 2017, la legendaria fonda de Antumapu tenía un problema. Cada año, la fiesta dieciochera terminaba con cerros de basura y desperdicios que afectaban al entorno. René García y Jorge Mac-Ginty, entre otros estudiantes, empezaron a cuestionarse ¿cómo este espacio de celebración podría volverse más sustentable? A partir de esa pregunta nació EcoMapu, un proyecto que busca una mejor gestión de los desechos y que hoy lleva 5 años de desarrollo en la Facultad de Ciencias Agronómicas de la U. de Chile.

“Era tanta la basura que quedaba posterior a la fonda que eran al menos tres semanas que seguían quedando vasos plásticos y cartones en el suelo. Como se hacía antes del receso de septiembre, las personas que trabajaban en la limpieza no daban abasto”, recuerda Jorge Mac-Ginty (26), uno de los fundadores de EcoMapu y actual jefe de la Oficina de Sustentabilidad del proyecto ubicado en la comuna de La Pintana.

“Ahí generamos el Plan Fonda”, agrega René García (25), estudiante de último año de Agronomía y otro de los fundadores de EcoMapu. “Empezamos a ver los ejes de acción: el primero era restringir plásticos de un solo uso. Lo segundo, que los stand también se tuvieran que hacer cargo de parte de sus residuos y no traer cosas empacadas en otras cosas. Y la tercera parte era la gestión del ‘ecovaso’ y gestión de residuos del espacio”, detalla.

Para poner en práctica el diseño hicieron distintas gestiones, entre ellas, conseguir basureros diferenciados para los residuos. Allí encontraron un recipiente viejo que tenía un logo que les llamó la atención: EcoMapu. Averiguando descubrieron que era una iniciativa que se había creado en 2009, pero que se había abandonado poco tiempo después. Decidieron “reciclar” el nombre y adoptarlo para este nuevo proyecto. 

En el medio de la fonda, idearon una forma de incentivar la recolección de latas con un juego. Además, coordinaron con las funcionarias a cargo del aseo para ir vaciando los basureros de manera constante y tener cero residuos en el suelo al finalizar el evento. Otra innovación fue el “ecovaso”, una idea que permitió reutilizar más de ocho mil plásticos y se instaló como tradición en los eventos futuros. “Nuestra idea era que cada uno tuviera su vaso, por ejemplo, ya los últimos dicen ‘soy de…”. Ahora si quieres tomar tecito, no vas al kiosco a pedir un vaso de plástico, sino que tienes tu ecovaso en tu mochila y lo ocupas para todo”, explica René.

Un modelo triestamental

Con el éxito total de aquel primer evento, y el apoyo de las autoridades y los centros de estudiantes, consiguieron mayor visibilidad para hacer nuevas actividades. “Se nos empezó a acercar mucha gente. Eso nos llevó a tener más personas y a motivarnos a hacer diferentes talleres dentro de la comunidad. Por ejemplo, hicimos talleres de construcción con palets: mesas, sillas y después los muebles quedaron para la comunidad”, señala Jorge.

Después de cinco años, pasaron de ser una iniciativa estudiantil a una organización triestamental con más de 30 personas dentro de la Facultad de Ciencias Agronómicas, con académicos y funcionarios que se han sumado a colaborar diariamente en el trabajo de reciclaje. Lograron implementar un punto de acopio e impulsaron un “impuesto” para los plásticos de un solo uso. Por ejemplo, si no llevabas tu vaso, el café del kiosco te costaba $150 más. Además, en 2018 participaron en la elaboración del proyecto de sustentabilidad de la Facultad, que hoy cuenta con un consejo para abordar esta materia.

“Es mucho más fácil levantar un proyecto teniendo a todos estos personajes claves, trabajamos con el director económico, el administrador del campus. Son distintas personas que pueden conversar en torno a lo que EcoMapu está trabajando. Esa lógica colaborativa es algo que se debería replicar en la Universidad de Chile”, agrega Mac-Ginty.

Una lección que han aprendido respecto a cómo generar compromiso en el cuidado del entorno de parte de la comunidad que convive diariamente en ese espacio, es incluirlos en el proceso. “Nos hemos dado cuenta de que la única manera de que las cosas se mantengan y se apliquen es que la gente genera un sentido de pertenencia con el espacio. La necesidad de vincular a la gente fue clave”, afirma René.

Próximos objetivos

Hoy, un desafío es trabajar fuera de los límites del campus con vecinos de la comuna de La Pintana. “Durante los últimos 2 años hemos postulado al Fondo Valentín Letelier para poder realizar este proyecto de educación ambiental en la comuna de La Pintana, a través de los colegios y de las distintas juntas de vecinos. Lamentablemente, no hemos tenido la posibilidad de adjudicarnos ese fondo. Ahora estamos buscando levantar distintas ideas de financiamiento, como una plataforma más consolidada”, cuenta García.

En ese sentido, tras todos estos años de trabajo en EcoMapu, creen que es necesario relevar la educación ambiental a todo nivel y esperan que en 2024 se implemente un curso obligatorio para todos los estudiantes sobre cuidados y sustentabilidad. “Es necesario concientizar a la gente, por ejemplo, sobre el uso correcto de los basureros. Urge la educación ambiental porque hay una desconexión súper grande con lo que es un manejo consciente de los residuos. Hay que generar un modelo que sea replicable por las personas en el en su espacio cotidiano”, reflexiona René.

En 2017 partió la iniciativa Ecomapu para la gestión de residuos en la Facultad de Ciencias Agronómicas..
En 2017 partió la iniciativa EcoMapu para la gestión de residuos en la Facultad de Ciencias Agronómicas de la U. de Chile.
El proyecto cuenta con la participación de académicos, funcionarios y estudiantes que trabajan de manera colaborativa
El proyecto hoy cuenta con la participación de académicos, funcionarios y estudiantes que trabajan de manera colaborativa para avanzar en una cultura del reciclaje.
René García es estudiante de Agronomía y uno de los fundadores de Ecomapu.
René García es estudiante de Agronomía y uno de los fundadores de EcoMapu.
El "ecovaso" es uno los productos que han logrado desarrollar para la eliminación de plásticos de un solo uso.
El «ecovaso» es uno los productos que han logrado desarrollar para la eliminación de plásticos de un solo uso.
Jorge Mac-Ginty es uno de los fundadores de EcoMapu y actual jefe de la Oficina de Sustentabilidad.

https://uchile.cl/noticias/205122/rene-garcia-urge-la-educacion-ambiental-sobre-el-manejo-de-residuos

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Argentina: Ley de Educación Ambiental dos años de muchas palabras y poca integración en las aulas

La norma aprobada en 2021 está lejos de ocupar la centralidad encomendada a los ministerios de Educación y Ambiente. El educador y especialista Pablo Sessano advierte que el Estado aún niega en la currícula la actual crisis ecosocial, al igual que los gremios docentes, y propone un giro en la matriz educativa para abordarla desde una perspectiva de los derechos humanos y de la naturaleza.

Por Pablo Sessano para Agencia Tierra Viva

Se cumple otro año más. El segundo desde que se sancionó la Ley de Educación Ambiental Integral. Era una buena idea que tuviera un espacio en el III Foro de Derechos Humanos, realizado entre el 20 y 24 de marzo, pero el hecho no se concretó porque su organización fue fallida a último momento (quizá estaba más pensado para la foto que para ampliar el necesario diálogo entre derechos humanos y educación ambiental).

Planteado como un encuentro interministerial para informar y exponer el estado de avance de la implementación de esa ley, el espacio en el Foro fue propuesto desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, y, como históricamente ha ocurrido, el Ministerio de Educación participaría, pero menos comprometidamente, pese a que la implementación de la educación ambiental depende de un área que trabaja los derechos humanos en esa cartera.

Más allá de la retórica desplegada por los gobiernos en sus informes oficiales, siempre condescendientes respecto de sí mismos (puede verse el informe sobre los avances de la ley presentado en 2022 al Congreso Nacional), lo que hacen ambos ministerios en términos de política educativa es todavía mucho menos que insuficiente e invisible para la sociedad.

¿Qué avances tuvo el Ministerio de Educación en la implementación de la Ley de Educación Ambiental?

El Ministerio de Educación ofrece, a través del Programa Nacional de Formación Docente, cinco cursos de capacitación, entre ellos, uno específico sobre el Riachuelo, a cargo de ACUMAR. No es poco contrastado con años anteriores, pero no es mucho si se evalúa la irrelevancia de la cuestión ambiental en el programa educativo oficial.

En tanto, la publicación aleatoria de efemérides ambientales popularmente conocidas en el Instagram oficial del Ministerio no logra poner de relevancia el tema. Es justo mencionar que el material sobre educación ambiental integrado al dossier por los 40 años de democracia, en la web del Ministerio, es, desde lo pedagógico, interesante, pero en modo alguno novedoso. Además de naturalizar la “problemática ambiental” como un hecho del presente, elude tomar posición frente a las causas, convalida la idea del subdesarrollo como estado transitorio, omite criticar en forma directa el modelo productivista y resulta ambiguo en la definición del cambio climático en tanto expresión del modelo civilizatorio. Se trata de un material bastante más neutral que los malogrados Manuales de Educación Ambiental censurados en 2011.

Por otra parte, la página oficial de la cartera educativa no refleja interés alguno por la educación ambiental y, si bien existe un Área de Educación Ambiental Integral, su importancia relativa dentro del Ministerio es nula y no responde ni de lejos al compromiso que la Ley de Educación Ambiental Integral derivó en ese Ministerio.


Todo revela que la gestión educativa no atina a darle la relevancia que ha adquirido de hecho en el presente o, en otras palabras, la crisis ecosocial no constituye para la autoridad educativa un suceso lo suficientemente significativo, en los términos de su impacto en la vida de las personas, especialmente de las que se educan, las nuevas generaciones, como para darle un tratamiento prioritario y específico dentro del programa educativo nacional.


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¿Qué avances tuvo el Ministerio de Ambiente en la implementación de la Ley de Educación Ambiental?

El Ministerio de Ambiente, por su parte, mantiene —no sin controversias internas— una cierta dignidad pública discursiva respecto al tema, algunas propuestas educativas y mejor visibilidad en su sitio web, aunque sin dejar de plantear enfoques clásicos y repetidos. Además, Ambiente sostiene la red de secretarías y ministerios homólogos provinciales que dan o deberían dar soporte y consenso a la política pública nacional. Pero se sabe que el Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA) encuentra límites, también para la educación ambiental, en las conveniencias políticas poco sustentables de las provincias, amparadas en el desacertado artículo 124 de la Constitución Nacional sobre el manejo de los recursos naturales que se encuentran en sus territorios.

Pese a que la Ley de Educación Ambiental “establece el derecho a la educación ambiental integral como una política pública nacional”, propone “construir una cultura ambiental” y “defiende la sustentabilidad como proyecto social”; lo cierto es que, a dos años de su sanción, no puede decirse que haya una política pública de educación ambiental en el país. Ello implicaría un presupuesto que la Ley reclamó, pero no existe; una organicidad institucional que apenas avanza y debería incluir equipos de personas dedicadas —hasta el momento inexistentes— y un plan de trabajo, aún en ciernes, siempre en ciernes.

No obstante, vista en perspectiva, la sanción de la Ley constituye un avance en la concepción de la interrelación entre derechos humanos, educación y ambiente. Una relacionalidad fundamental que transforma la concepción hasta ahora sostenida sobre cada uno de estos temas por separado. Una cuestión clave del proceso de constitución de nuevos derechos, nuevos sujetos de derecho y de la educación ambiental, sobre lo cual el recientemente fallecido Antonio Brailovsky supo insistir enfáticamente.

Probablemente el espacio en el Foro de DD. HH. para la educación ambiental no hubiese sido propuesto siquiera si la Ley de Educación Ambiental Integral no hubiese sido aprobada hace dos años, abriendo definitivamente un espacio dentro de la política pública. En ese sentido es que reconocemos un avance, al menos en la intención del Legislativo, pero que espera su traducción en políticas y acciones concretas y sustantivas de parte del Poder Ejecutivo.

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El problema no es la Ley de Educación Ambiental, el problema es la negación de la crisis ecosocial

El problema no es la ley en sí, sobre cuya génesis, resultados, debilidades y potencialidades he opinado en anteriores columnas y artículos. El problema, obviamente, es la debilidad de la gestión pública, el no cumplimiento de las leyes, que es sin duda un síndrome que afecta a la democracia argentina y excede nuestro particular tema, pero impacta muy sensiblemente. La minimización de la relevancia de la crisis ecosocial resulta de entenderla apenas como un tema más de las problemáticas contemporáneas (un contenido) y no como el nudo subyacente de una crisis de civilización que, de no modificar su rumbo, se encaminará a la autodestrucción, según reconoce el consenso científico mundial, diluye los compromisos que la ciudadanía ha de adoptar para contribuir a reencaminar los procesos sociales hacia escenarios reconstitutivos y no meramente resilientes. Este no reconocimiento o negación por parte de la autoridad educativa y, en general, por el mundo pedagógico y docente constituye también una de las grandes debilidades del proyecto educativo progresista —si es que hay uno más allá de la resistencia— en América Latina y en Argentina en particular.

La Ley ya tiene dos años, pero la lenta y burocrática rutina de las instituciones —tanto nacionales como provinciales, más las de la misma sociedad civil, que debe participar de la gestión de la Ley, pero se muestra boba para asumir el compromiso— se constituye como el primer obstáculo en su cumplimiento. Muchas leyes no logran superar este primer escollo organizativo y, aún cuando ya rigen por estar sancionadas y publicadas, su concreción resulta fallida o nula. Ojalá no sea el destino de la Ley 27.621.

Depende en mucho o en todo del compromiso de las organizaciones de la sociedad. Porque, como también ya señalamos en las notas citadas, buena parte de las políticas de educación ambiental que la Ley ahora respalda legalmente pudieron ser llevadas a cabo sin necesidad de norma alguna. La superficialidad del compromiso que el Estado está, realmente, dispuesto a asumir no se ha modificado. Solo el empuje de las organizaciones sociales, que han quedado representadas y legitimadas para opinar y participar en la estructura de la Ley, será la clave para habilitar el debate y las prácticas necesarias que en el campo educativo deben desplegarse en torno a la crisis ecosocial.

Otro problema es que los gremios docentes, las universidades y hasta las organizaciones de la sociedad civil —pasando por los colectivos indígenas— asumen que la transformación integral del diseño educativo es un componente estratégico e indispensable de la tarea, de la lucha, por develar la posibilidad de un otro país y mundo posible. Ni que las modificaciones menores, retóricas, adición de contenidos e incluso invitaciones a interpretaciones alternas del mismo diseño curricular no solo son insuficientes, sino que terminan siendo funcionales al maquillaje educativo del extractivismo progresista o neoliberal.

A esta altura de la crisis ecosocial y dadas las connotaciones no cuestionadas que tienen los términos desarrollo y sostenibilidad, o la denominada Educación para el Desarrollo Sostenible, que bajo el eufemismo de educación ambiental integral se invoca en la Ley, es en sí un oxímoron, es decir, una contradicción en los términos. Sostener la ilusión de que bajo el mismo régimen formativo, que es funcional al productivismo ecocida, será posible desarmar las lógicas hegemónicas, que moldean hace siglos nuestra forma de entender el mundo y la vida, es una variante del negacionismo. O una “negación implicatoria”, según la expresión de Stanley Cohen, es decir, una negación “que no niega el problema (de la crisis ambiental y el cambio climático) ni sus causas –antropogénicas–, pero niega las implicaciones de esos hechos”. O acaso una variante más sutil de “amnesia intermitente”, por la cual “miramos (esa realidad) por una fracción de segundo y luego miramos hacia otro lado (…) o miramos, pero nos convencemos de que estamos demasiado ocupados para preocuparnos por algo tan distante y abstracto”, según lo explica Naomi Klein. Y sostenerlo desde el campo educativo es decepcionante.

Bien sabemos que los criterios de selección de formas y contenidos del saber, que será transmitido en el proceso de educativo, en especial, el instituido, son pautas que llevan implícitas las relaciones sociales (relaciones de poder) en las cuales se constituyen axiomas, prejuicios, mitos o sonseras (Jauretche/Merenson), que configuran esa óptica históricamente construida que oblitera toda opción de imaginar un mundo (y una educación) por fuera del instituido. Por eso, hemos insistido tanto en la responsabilidad compartida que el constructo educativo moderno, y al servicio del modelo hegemonizador, ha tenido en la crisis civilizatoria y en la importancia de un examen autocrítico hacia dentro.

Educar para un modelo extractivo o para otro mundo posible

Cada gobierno elige la educación que quiere, por acción u omisión. Y aunque, en democracia, el campo educativo debería contar con mayor grado de autonomía para desarrollar miradas no condescendientes con el status quo social, no es factible esperar que las políticas educativas de un gobierno contradigan las bases ideológicas que lo explican y sostienen.

Así, como dijera Ivan Illich hace 50 años: “Se mantiene la ilusión de que, pese a que se posea una economía precaria, la escuela [léase educación instituida] podrá producir una amplia clase media, con virtudes análogas a las que predominan en las naciones altamente industrializadas”. Lo que traducido a la actualidad equivale a mantener vivo el mito de un desarrollo con justicia, sobre la base de un perfil exportador de commodities —monocultivos, minería, madera, agua, recursos estratégicos— que supone necesariamente métodos de extracción destructivos e injustos.

El horizonte del desarrollismo —rico o pobre, facho o progresista— se ha topado con los límites de la naturaleza. La pregunta que subyace al problema entonces es si un Estado-Gobierno progresista-extractivista puede efectivamente desplegar una educación ambiental que contradiga esa lógica depredadora y excluyente de hacer uso de los bienes comunes. Más aún, la duda se extiende a si es posible, en ese marco, una educación ambiental definida como proceso de concienciación en defensa de la vida. E, incluso, si definida como “Educación para el Desarrollo Sostenible” es realmente educación ambiental. Es por eso que la Ley por sí misma no garantiza nada y librada a la decisión y voluntad gubernamental, en un contexto de gestión pública proclive a lógicas y métodos extractivistas y contrarios a la sustentabilidad, puede incluso resultar funcional a las mismas.

De hecho, la Ley no ha molestado a nadie. De allí la estratégica importancia de la participación consciente, activa, sostenida y no condescendiente de organizaciones de la sociedad civil que quedaron representadas y autorizadas a participar en la gestión de la Ley para hacer de ella, al menos, un instrumento útil para interpelar la conciencia social, especialmente en escenarios educativos.

Lo cierto es que en el complejo Educación-DD. HH.-Ambiente, la fragmentación persiste y, pese a las evidencias relacionales, no logra constituirse conceptualmente la amalgama que, en verdad, representan. Las reivindicaciones de género, mal que bien, ya son parte constitutiva en la concepción de los derechos humanos, las ambientales no. Es que no se trata de incluir a los derechos humanos a la agenda de minorías ambientalistas, sino de comprender que el derecho al ambiente sano consagrado constitucionalmente debe entenderse, no en forma limitada como la salud o conservación del entorno humano, sino extensivamente como el derecho de la naturaleza. O sea, la red de ecosistemas para conservar sanas y salvas las condiciones que garantizan su fisiología y reproducción, condición necesaria de la vida en general y de los humanos como parte de la misma.

Este “giro” conceptual es el núcleo de la educación ecosocial en la cual derechos humanos y derechos de la naturaleza son componentes del derecho a la vida como valor primordial, y, a partir del cual, habría que reordenar (refundar) la totalidad de los valores, derechos y obligaciones. Acaso una ética de mínimos que incluya a la naturaleza como sujeto de derecho.

En lo que a políticas públicas refiere, en Argentina, tanto en el campo de los derechos humanos como en el de la educación, todavía estamos lejos de asumir y, más lejos aún de practicar, esta concepción, los sucesos cotidianos lo demuestran. Pero lo más patético es corroborar cómo, más allá del Estado, el campo específicamente educativo, inconsciente o negligente frente a los tiempos en juego, cae en la “negación implicatoria”. Pues conviene recordar que los plazos para realizar las transformaciones necesarias, que también son técnicas, pero fundamentalmente sociales, para no ingresar en un proceso de colapso irreversible (según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) no rebasan el tiempo que ocupa en educarse una sola generación. Los plazos están vencidos, el dinero del mundo rico no llegará a tiempo y, si acaso lo hiciere, no será para transformar el modelo, sino para apuntalarlo. No necesitamos una educación que colabore a este reciclado hegemónico, sino una que lo desarme.

*Por Pablo Sessano (*) para Agencia Tierra Viva / Imagen de portada: Agencia Tierra Viva.

(*) Educador ambiental. Diplomado Internacional en Transformación Educativa. Máster en Eco auditorías y Planificación Empresarial del Medio Ambiente. Especialista en Gestión Ambiental Metropolitana y políticas públicas ambientales.

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Educación ambiental para cuidar a nuestra madre tierra

Por: David Auris Villegas

 

Desde 1970, cada 22 de abril, todos tenemos el deber ecológico de reflexionar sobre nuestras acciones humanas para cuidar mejor a nuestra madre tierra y así prolongar esta convivencia bajo la educación ambiental, como dijo el activista estadounidense, Bill McKibben: «La educación es clave para cambiar la mentalidad de las personas y hacer que comprendan la importancia de cuidar nuestro planeta», pues, si no la cuidamos y continuamos maltratándola, pronto perecerá y junto a ella todos desapareceremos.

Animándonos para revertir esta situación y consciente que la tierra está afiebrada debido a nuestras acciones depredadoras y consumistas, hace más de veinte años, Paulo Freire, alertaba: «La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo», es por ello que es necesario fomentar la educación ambiental desde temprana edad, para que los niños y jóvenes del planeta, crezcan conscientes de la importancia de cuidar a nuestra mama pacha.

Mirando con pavor los reportes mundiales que dicen que Europa está viviendo la época más calurosa de su historia, la ambientalista Jane Goodall apuesta a la educación como una poderosa herramienta para cuidar al planeta y dice, «La educación es la clave para la conservación a largo plazo de la naturaleza», por lo que necesario que los programas educativos incluyan una formación en valores y prácticas sostenibles, para que los estudiantes desarrollen habilidades que promuevan la conservación del medio ambiente como estilo de vida.

En este sentido, la educación del cuidado de nuestra tierra ha de apoyarse en la ciencia para una restauración ecológica global y esta debe ser asumida como una política mundial de sostenibilidad de los gobiernos junto a la ONU, impulsando carreras y profesiones en todas las universidades dedicadas a salvar la tierra, asimismo, para afianzar la práctica ecológica ha de incrustarse como líneas de investigación en las universidades y escuelas superiores, como lo viene haciendo la Universidad de Wageningen de Holanda.

Además, la educación ambiental está obligada a fomentar en la sociedad a través de campañas ecológicas en alianza con los medios de comunicación, la cultura de sembrar árboles, consumir lo necesario, no ensuciar las aguas, cuidar la tierra, conservar los recursos naturales y promover el uso de energía renovable como parte de nuestro andar cotidiano.

En conclusión, la educación ambiental nos enseña que somos los únicos responsables del destino de nuestra madre tierra, por lo que es fundamental tratarla con amor y respeto como si tratáramos a nuestra madre carnal y es nuestro deber como seres pensantes, trabajar juntos, para crear una cultura de cuidado y protección del medio ambiente, y la educación es el primer aliado para lograr una armoniosa convivencia planetaria.

© David Auris Villegas. Escritor, columnista, pedagogo peruano y creador del ABDIV.

Fotografía: Asamblea nacional de nicaragua

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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