Libro. Socialización Escolar. Procesos, experiencias y trayectos

Socialización escolar
Procesos, experiencias y trayectos

René Unda Lara. Liliana Mayer. Daniel Llanos Erazo. [Coordinadores]
Nadia Hakim Fernández. Liliana Mayer. Verónica Millenaar. Claudia Jacinto. Sara Victoria Alvarado. María Camila Ospina Alvarado. María Cristina Sánchez León. Julián Loaiza. Héctor Fabio Ospina. Camilo Andrés Ramírez-López. Cecilia Carrión. Marcos Javier Luna. Andrea Bonvillani. Denise Laura Fridman. Pedro Núñez. María Verónica Di Caudo. Silvia Grinberg. Mercedes Machado. Sofía Dafunchio. Patricia Botero Gómez. [Autores de Capítulo]
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Colección Grupos de Trabajo.
ISBN 978-9978-10-209-1
Editorial Universitaria Abya-Yala. CLACSO.
Quito.
Febrero de 2016En los artículos que forman parte de este libro se despliega un conjunto de temas, problemas y debates que, en un primer momento, se hicieron presentes entre el equipo coordinador del libro y que luego fueron compartidos con los investigadores miembros del Grupo de Trabajo «Juventudes, Infancias: Políticas, Culturas e Instituciones Sociales» (GT) del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). En tal sentido, el propósito de la compilación consiste en aportar a la actualización de un área o campo que, desde sus inicios, fue y es pensado por las ciencias sociales: la escuela y los sistemas educativos. Sin embargo, en los últimos años, el campo de estudios sobre la escuela se ha diversificado y especializado, encontrando nuevos objetos de estudio y ampliando los ya existentes, al tiempo que los temas y problemas educativos se hablan y debaten por toda la sociedad.

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Fuente de la Reseña:
http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1079&pageNum_rs_libros=1&totalRows_rs_libros=1064&orden=
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Por un San Jorge más social

Aragondigital/Tribuna Digital/23 de abril de 2016/Por: Enrique Guillén Pardos

Hace unos días una persona a la que admiro y respeto desde hace años me preguntaba como un cariñoso reproche por qué no escribía desde hace tiempo ningún artículo. Repitió la pregunta con la misma insistencia con que detallaba cómo miraba muchos días este diario para ver si aparecía mi opinión o apelaba a mi obligación moral de tomar posición sobre lo que está pasando. Le prometí que haría pronto lo que me pedía y con estas líneas empiezo a cumplir gustosamente con él.

Precisamente por eso, me siento obligado a llamar la atención sobre el carácter nada social que tiene este año el programa con el que las instituciones aragonesas celebran el Día de la Comunidad. Sé que él estaría bastante de acuerdo con esta valoración, porque he visto siempre su compromiso con los débiles y su honesta búsqueda de la verdad. Eso le llevó en su día a formar parte de los sacerdotes que apoyaron al cura de Fabara frente al entonces arzobispo Pedro Cantero o a trabajar en la mina de mi pueblo cuando, para los poderosos, el lugar de un sacerdote era la iglesia.

Apropiándome de su mirada –le pido disculpas, aunque no dudo de que me entenderá–, he de reconocer mi sorpresa por algunas paradójicas coincidencias de este San Jorge 2016. Mientras el Gobierno y las Cortes de Aragón repiten el protocolo anual para la celebración institucional de el Día de Aragón –incluido el acto fiesta de La Aljafería–, los periódicos de estos días vomitan noticias sobre los problemas económicos de la educación o la sanidad pública aragonesa y de quienes prestan los distintos servicios sociales.

Los directores de los institutos públicos se han quejado de no recibir el dinero que debió llegar el año pasado, la Plataforma Salud Universal ha denunciado que seis mil aragoneses no tienen aún acceso a la sanidad pública y los disminuidos psíquicos representados en Adislaf se han encerrado de forma indefinida para que el Gobierno de Aragón les pague los 735.000 euros que les adeuda también desde 2015. Mientras, el presidente de la Comunidad, Javier Lambán, dedica su discurso institucional a hablar de un aragonesismo que aproveche todas las potencialidades de los aragoneses.

Para quien piense que uso interesadamente los hechos o los datos, todo lo escrito en el párrafo anterior procede de titulares periodísticos. Y si alguien aduce que precisamente por eso presenta la realidad de forma instrumentalizada, debe tener en cuenta que esas noticias son las que han oído y leído estos días los aragoneses. En otras palabras, mi sorpresa y decepción, mi posición crítica, quizá sea parecida a la que muchos de ellos han podido tomar o sentir.  Desde luego, no parece esta la mejor forma de celebrar San Jorge –las instituciones por un lado, la realidad social más acuciante por otro– ni tampoco el camino adecuado para que los aragoneses se identifiquen con quienes los gobiernan y lo que representan, la autonomía.

Sé que los datos anteriores son escasos y parciales para generalizar a partir de ellos. Sin embargo, parece bastante evidente que las carencias presupuestarias del Gobierno de Aragón las está pagando, sobre todo, la parte del estado social que gestiona la Comunidad Autónoma. Basta recordar las dificultades con las que se viene prestando todo lo relativo a la dependencia, pese a que bastantes de esos casos podían ser incluidos en lo que Podemos suele llamar emergencia social.

Repartir la pobreza siempre resulta más que complicado. Con todo, dudo que quejarse del sistema de financiación autonómica o de la escasa aportación del Gobierno de Rajoy a la prestación por dependencia –comparto ese punto de vista– sean razones suficientes para justificar que partidos de izquierda –los que gobiernan y los que le dan apoyo parlamentario en las Cortes de Aragón– apenas estén resolviendo las injusticias y carencias provocadas por los recortes del PP.

Si esos partidos preguntaran a los aragoneses sobre qué ha cambiado en Aragón en políticas sociales desde las pasadas elecciones autonómicas, dudo que obtuvieran respuestas gratificantes. Principalmente, porque la mayoría de los problemas sociales siguen ahí tan graves y amenazantes como entonces. O más. Y porque igual que ven continuidad en la forma de celebrar el Día de Aragón, también tienen la sensación de que en el Edificio Pignatelli han cambiado mucho más las personas que las políticas.

Las instituciones necesitan ser útiles a sus ciudadanos o corren un alto riesgo de perder su respaldo. La autonomía no se libra de esa exigencia. Ahora mismo, la desafección ciudadana convierte en un sueño apoyos sociales a la demanda de más autonomía o contra el trasvase como los que se han vivido en el pasado. Eso, sin duda, avisa de la debilidad actual de las instituciones aragonesas y de la propia autonomía como proyecto colectivo compartido.  Por todo esto, hacía falta una celebración menos oficial, más social, del Día de Aragón.

Fuente. http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=144035&secid=21

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