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La educación en Brasil (II): La protesta

Por: Jaume Carbonell

Por la defensa de la jubilación (de las pensiones) y de la escuela pública; y contra la privatización y la censura. Y por muchas más cosas.

Asisto a la jornada de protesta del 13 de agosto de Gravataí, un municipio de Rio Grande du Sul. El paro docente y las manifestaciones se extienden por medio país. En Gravataí unos 300 estudiantes de secundaria, que también han convocado esta jornada en defensa de la educación pública, marchan a primera hora de la mañana, bajo una enorme pancarta. “No mates nuestro futuro”. Gritan consignas contra la reforma de las pensiones y los recortes en la educación pública y a favor del colectivo docente: “El profesor es mi amigo, se metió con él, se metió conmigo”. Jair Bolsonaro siempre está en el foco de las críticas: “Quiero estudiar para ser inteligente, porque de burro ya basta con el presidente”

A partir de las 14 horas, empieza la concentración final en Porto Alegre, la capital gaucha, frente al palacio del gobernador. La convoca, entre otras organizaciones, CPERS, el sindicato de los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza estatal. Junto al profesorado están los estudiantes y otros sectores del funcionariado y de la clase trabajadora. Se suceden los discursos y las consignas. Hay un relato general coincidente: la educación no está en venta y merece respeto; y una exigencia muy concreta: la defensa de las pensiones públicas y la oposición a cualquier reforma.

Uno de los manifestantes me explica las razones: “Quien sale ganando con la reforma de la Seguridad Social son los bancos… La jubilación deja de ser un derecho de todos y pasa a ser un negocio lucrativo para pocos”. Una mujer se añade a la conversación: “Esto se debe a la política neoliberal de Leite [el gobernador del Estado] y de Bolsonaro, que quieren cargarse las políticas sociales que tanto habían avanzado durante los gobiernos del PT [Partido de los Trabajadores] de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Se las quieren cargar de golpe, dejando que las empresas y el gran capital entren a saco en la educación y en otros servicios sociales”.

Los discursos se prolongan durante horas, en este y en otro punto de la ciudad, mientras se aguanta estoicamente el frío invernal. Hay quien aprovecha el tiempo para repartir folletos y periódicos, mientras los vendedores ambulantes hacen su agosto. Varias personas portan la pegatina pidiendo la libertad de Lula y otras recuerdan en sus camisetas a la concejala de izquierdas de Rio de Janeiro, Marielle Franco, asesinada a golpe de metralleta cuando salía de una reunión con colectivos de mujeres negras; aún no se ha averiguado quiénes dieron la orden.

Más adelante, al cabo de casi cuatro horas, cuando ya oscurece, y la manifestación ha crecido –20.000 personas según la organización–, mi retina se fija en la leyenda de un par de pancartas: “Escola sem mordaça”; y “Escola sem censura”. Se trata de un movimiento que apuesta por el pensamiento crítico, el pluralismo y la libertad de expresión, frente a la amenaza de amordazarla por parte del nuevo gobierno de extrema derecha con el proyecto “Escola sem partido”. Una iniciativa cuyo objetivo es prohibir en las aulas la exposición o debate de cualquier tema socialmente comprometido e, incluso, de cualquier tópico social pegado a la realidad, instando a los propios estudiantes y a las familias a denunciar cualquier tipo de intervención docente que se mueva en esta dirección.

El proyecto de ley gubernamental trata de regular, precisamente, esta mordaza ideológica en los proyectos pedagógicos, contenidos, materiales didácticos y evaluaciones. La semana anterior, precisamente, un profesor fue expulsado de su centro privado donde trabajaba debido a las quejas y presiones de un sector de padres por haber proyectado y comentado un vídeo sobre los diversos sistemas de seguridad del país.

Esta ofensiva reaccionaria en educación y en el conjunto de ámbitos sociales y culturales cuenta con una sólida mayoría en la Cámara de Diputados del país. Popularmente se conoce como la bancada de las tres b. La primera es la “bala”, que integra a las fuerzas armadas, policía y milicias que actúan sin control. La segunda es “boi” –buey en portugués–, y se refiere a la bancada vinculada a los grandes ganaderos y terratenientes. Su protagonismo es bien conocido en los numerosos incendios en la Amazonía, a quienes el fuego les sirve para ocupar legal o ilegalmente territorios protegidos para la extensión de sus pastos, la extracción de minerales o la construcción de macroinfrastructuras, siempre en perjuicio de la población indígena y de la preservación del planeta. La resistencia indígena y de organizaciones medioambientales se ha cebado con diversos asesinatos en el transcurso de los últimos años. Pero ya se sabe que dentro del gobierno Bolsonaro se niega el calentamiento global y, por eso, los controles contra incendios se han flexibilizado extraordinariamente. Y la tercera b es la “Biblia”, se identifica únicamente con la religión evangélica, uno de los inventos históricos más eficaces –la cosa viene de Ronald Reagan, que puso mucho dinero– para combatir la Teología de la Liberación. Antaño triunfó en Centroamérica –sobre todo en Guatemala y El Salvador– y hoy campa a sus anchas en Brasil, con una fuerte incidencia en las clases populares, con un crecimiento de seguidores espectacular. Con grandes dosis de demagogia y una puesta en escena muy teatral y musical –con gospel a toda pastilla–, con reparto de comida, confesiones públicas y exposición de milagros, se convierte en un show espiritual –a veces llega al éxtasis– que teje fuertes vínculos y llena templos con miles de fieles. En el hotel, cuando pulsas la televisión, empiezan a aparecer canales y canales evangélicos. Actualmente, cuentan con 600 emisoras de radio y 23 televisiones. Bolsonaro antes de las elecciones se hizo evangélico.

Y, finalmente, no hay que olvidar la firme alianza que se establece con otros grupos a la hora de emprender las políticas neoliberales para adelgazar el Estado y expandir el empresariado dentro de la educación. Entro ellos, destaca la Fundación Lemann, en alusión a Jorge Paulo Lemann, el hombre más rico del país, que a través de esta fundación “sin ánimo de lucro” se propone “formar líderes para resolver problemas del desarrollo social del país.” Con frecuencia, las salidas de tono y las excentricidades de Bolsonaro ocultan el bosque, la madeja de poderosos intereses que se ocultan en su interior.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2019/09/18/la-educacion-en-brasil-ii-la-protesta/

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La educación en Brasil está bajo ataque

América del Sur/ Brasil/ 01.07.2019/ Fuente: www.clarin.com.

El presidente Jair Bolsonaro no cree en el valor del aprendizaje. 

Según el presidente Jair Bolsonaro, la educación brasileña deja mucho qué desear. “Todo se va cada vez más en picada”, dijo en mayo a periodistas durante un viaje a Dallas. “Queremos salvar la educación”.

Este parecería un comentario razonable si Bolsonaro estuviera anunciando, por ejemplo, un nuevo plan de educación o un aumento sustancial en el gasto para las escuelas públicas. Pero en lugar de ello estaba aludiendo a un “congelamiento” de 1,5 mil millones de dólares al presupuesto para educación en Brasil (el gobierno insiste en llamarlo así, en vez del recorte que es; en teoría, los fondos quedarán disponibles cuando mejore la economía). Estos recortes representan el 30 por ciento de los presupuestos discrecionales —que cubren pagos de servicios, becas, limpieza, mantenimiento y seguridad, entre otras cosas— para todas las universidades federales.

Los recortes podrían tener impactos concretos muy pronto. Una de las universidades más antiguas del país, la Universidad Federal de Paraná, tiene un plazo de sólo 100 días antes de que se vea obligada a cerrar sus puertas porque no puede pagar el agua ni la electricidad. El gobierno también suspendió todas las subvenciones futuras para investigación a nivel maestría y doctorado.

El recorte no se limita a la educación superior: el financiamiento para secundarios, educación primaria e incluso jardines de infantes también se ha visto muy afectado.

Pero la situación es más extrema para las universidades federales, que en las últimas décadas se han ganado un lugar respetable dentro de la educación brasileña al ofrecer cursos de alta calidad sin costo para más de un millón de estudiantes. En otras palabras, el primer paso en el plan de rescate de Bolsonaro es lanzar a unos cuantos sobrevivientes por la borda.

Sin embargo, ese es tan sólo un ejemplo de la lógica absurda del presidente. En la misma ocasión en Dallas, se le preguntó a Bolsonaro sobre las decenas de miles de brasileños, muchos de ellos estudiantes, que se habían reunido para protestar contra los recortes a la educación. Los llamó “imbéciles e idiotas útiles”, agregando que no tenían nada en la cabeza. “Si les preguntan cuál es la fórmula del agua, no la saben”.

Esto lo dice un hombre que alguna vez confesó nunca haber leído una novela en su vida (para ser justos, esto lo comentó en una entrevista hace veintinueve años, después de ser electo al Congreso). Este mismo hombre también declaró, después de su visita al monumento conmemorativo oficial del Holocausto en Israel, que el nazismo era un movimiento de izquierda, pues el Partido Nazi tenía la palabra “socialista” en su nombre.

Para Bolsonaro, como para muchos líderes políticos de la actualidad, un “imbécil” es cualquier pensador poco práctico. Dentro de este grupo se encuentran toda clase de idealistas —socialistas, ambientalistas, pacifistas— y también aquellas personas con ocupaciones que no producen nada tangible o rentable, como los profesores de Humanidades o los artistas.

Dicho y hecho, en abril Bolsonaro tuiteó que el gobierno estaba considerando retirar el financiamiento público a los cursos de filosofía y sociología. En cambio, iba a concentrar su gasto en áreas que crean “ganancias inmediatas para los contribuyentes”, como veterinaria, ingeniería y medicina.

Tal desdén por las humanidades es un error craso. Si alguien necesita cursos básicos de retórica y filosofía, es el presidente, quien, frente a los reporteros, parece incapaz de cumplir los más mínimos estándares de razonamiento.

A menudo, responde sus preguntas con perogrulladas sin ton ni son, de manera tan confusa como quien está leyendo un apuntador electrónico borroso y lejano. Luego, invoca un pasaje de la Biblia (“Y conocerán la verdad y la verdad os hará libres” es una de sus favoritas) o algún dato fuera de lugar que no tiene casi nada qué ver con el tema a tratar (el que el Estado de Texas no recaude impuesto sobre la renta es repetitivo). Si todo lo demás no funciona, desacredita la pregunta, al medio informativo e incluso al periodista.

Uno podría preguntarse, ¿cuál es la formación de este hombre? En 1977, Bolsonaro se graduó de la Academia Militar das Agulhas Negras, la cual ofrece una “sólida formación en ciencias exactas, con un grado de complejidad similar al de un título de Ingeniería”, de acuerdo con una página de su biografía en el sitio oficial del gobierno.

Sin embargo, el plan de estudios actual de la academia, según una tesis reciente de maestría, no incluye cursos de física ni cálculo. Lo que sí incluye son muchas horas de filosofía, sociología, derecho, geopolítica, psicología e historia militar. Cuando critica a las humanidades, el presidente socava las disciplinas integrales de su propia educación en las ciencias militares.

Jair Bolsonaro prefiere realzar la capacitación práctica que recibió en la academia por encima de esas inútiles clases de ética o todas esas tonterías del derecho penal militar. En una transmisión de Facebook Live de abril, Bolsonaro alabó un curso de reparación de heladeras y televisores que tomó como teniente del Ejército hace décadas. “Si practicara esa profesión en la actualidad, ganaría más, mucho más, que la gente con un título universitario”.

El ministro de Educación estuvo de acuerdo y agregó que la meta principal del gobierno es impartir las habilidades básicas a los niños, como lectura, escritura y aritmética.

Luego enseñarán una actividad que pueda generar ingresos para el estudiante y su familia.

Basta de filosofía, sciología, literatura y las humanidades. ¿Quién necesita el razonamiento cuando, sin él, nuestros hijos aún pueden llegar a ser los futuros presidentes de Brasil?

Fuente de la noticia: https://www.clarin.com/new-york-times-international-weekly/educacion-brasil-ataque_0_qy-q-2cjML.html

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Bolsonaro quiere “salvar la educación en Brasil” y le corta $1 500 millones

América del Sur/ Brasil/ 25.06.2019/ Fuente: www.tvyumuri.icrt.cu.

El papel, cualquiera que sea,  el de escribir, el de periódico o el sanitario,  y los soportes digitales, aguantan todo lo que  se escriba en ellos; también el audio de la radio, y el de la televisión y las webs, los portales, los sitios y los etcéteras  del mundo digital –imágenes incluidas–, que circulan en la red de redes, unas informando y otras desinformando.

Pero las personas por lo general suelen poseer inteligencia, unas más y otras menos, y en general saben distinguir cuando lo que perciben a través de  cualquier medio de difusión tiene sentido, concuerda con la lógica de las palabras, y si usted afirma que la Educación en su país es caótica y deja mucho que desear, y usted tiene el poder de hacer algo al respecto, esa lógica de destinatario de la información le dice que seguramente esta persona que opina respaldará sus palabras con hechos, y consecuentemente  reforzará las posibilidades de esa Educación para que mejore en beneficio popular…

Pero no, no siempre la lógica concuerda con las palabras y los hechos…

El asunto se refiere al señor Jair Bolsonaro,  persona que ocupa la presidencia de Brasil por arte y magia de  tramas mafiosas recién destapadas y en ebullición, que involucran a jueces, magistrados, abogados, diputados y otros complotados en sacar a Luis Inacio Lula da Silva de la competencia en los últimos comicios por la presidencia del gigante sudamericano, favoreciendo a un Bolsonaro que desde entonces se ufanaba de ser el fan  número uno de Donald Trump, y como éste, aspirante al hacha del verdugo, hasta que la consiguió.

¿Y qué tiene que ver la Educación con esto?  Pues que el señor presidente de Brasil, luego de reconocer que “la educación allí va cuesta abajo”, en vez de aportarle más fondos, ha sacado la varita mágica y con ella ha ”congelado” mil 500 millones de dólares del presupuesto educacional de su país. Lo más terrible es que el mes pasado, públicamente y sin sonrojarse, este mismo ejecutivo anunció: “Queremos salvar la educación”.

Se esperaba que Bolsonaro anunciara nuevos planes para reforzar ese sector tan importante de la sociedad como es la instrucción, la superación técnica y cultural, pero no, el recorte, apuntan expertos, significa  rebajar 30 por ciento  de  presupuestos  para pagos de  servicios,  becas, limpieza,  mantenimiento y  seguridad, entre otras cosas— para todas las universidades federales.

Observadores internacionales recuerdan que una de las universidades más antiguas del país, la Universidad Federal de Paraná, tiene tan solo cien días antes de verse obligada a cerrar sus puertas porque no puede pagar el agua ni la electricidad. El gobierno también ha suspendido todas las becas futuras para investigación en maestría y doctorado.

En la iniciativa del Presidente también salen perdiendo el  financiamiento de bachilleratos, de la educación primaria e incluso de las guarderías  infantiles. No obstante, la situación es más extrema para las universidades federales, escuelas que en las últimas décadas se han ganado un lugar respetable dentro de la educación brasileña, pues ofrecen cursos de alta calidad sin pagos de colegiatura para más de un millón de estudiantes. En otras palabras, el primer paso en el plan de rescate de Bolsonaro es lanzar a unos pocos sobrevivientes por la borda, hace notar el sitio digital El Español.

 Reacciones públicas y lógica absurda

Cuando Bolsonaro visitó recientemente Estados Unidos de América, en la ciudad de Dallas le preguntaron  sobre las decenas de miles de brasileños, muchos de ellos estudiantes, que  protestan  contra los recortes a la educación. Los llamó “imbéciles e idiotas inútiles”, y agregó que no tenían nada en la cabeza. “Si les preguntan cuál es la fórmula del agua, no la saben”.

Obviamente el antiguo oficial de la policía brasileña se autoconsidera un hombre culto, aunque sea un poquito. Sin embargo,  hace casi treinta años, en una entrevista, Bolsonaro se ufanó públicamente  de que nunca había leído una novela. Más reciente en el tiempo, durante una visita al monumento conmemorativo oficial del Holocausto, en Israel, Bolsonaro, en  alarde de sapiencia política, dijo que el nazismo era un movimiento de izquierda, pues el Partido Nazi tenía en su nombre la palabra “socialista”.

Recuerdan analistas que en abril de este año, Bolsonaro publicó en la red Twitter que estaba considerando retirar el financiamiento público de los cursos de Filosofía y Sociología, y destinaría el gasto a sectores capaces de crear “ganancias inmediatas para los contribuyentes”, como Ciencia veterinaria, Ingeniería y Medicina, con lo cual estaba descalificando a las humanidades, incluidas las artes, y también a los estudios ambientalistas y otras ramas afines.

Quienes han seguido de cerca las apreciaciones públicas de Bolsonaro, llaman la atención por la vocación de éste de citar pasajes bíblicos a manera de respuestas vagas a las preguntas que le formulan los periodistas y las personas en general, y si no se siente satisfecho con la reacción del que le cuestiona, entonces intenta desacreditarlo, al estilo ¿de quién?, ya usted sabe, es la copia en portugués del rubio despeinado que se sienta en el trono de la Casa Blanca.

Vanessa Barbara  editora del sitio web literario A Hortaliça, autora de dos novelas y dos libros de no ficción en portugués, y colaboradora de artículos de opinión, escribe en El Español: “Uno se podría preguntar, ¿cuál es la formación de este hombre? En 1977, Bolsonaro se graduó de la Academia Militar das Agulhas Negras, la cual ofrece una “sólida formación en ciencias exactas, con un grado de complejidad similar al de un título de Ingeniería”, de acuerdo con una página de su biografía en el sitio oficial del gobierno. Sin embargo, el actual currículo de la academia, según una tesis reciente de maestría, no incluye cursos de Física ni Cálculo. Lo que sí incluye son muchas horas de Filosofía, Sociología, Derecho, Geopolítica, Psicología e Historia Militar. Cuando critica a las Humanidades, el presidente socava las disciplinas integrales de su propia educación en las ciencias militares.

Bolsonaro también obtuvo un título en Educación Física de la Escuela de Educación Física del Ejército y después se convirtió en un maestro en el salto de paracaídas, como parte de la brigada de paracaidismo de Río de Janeiro. “Se ganó el primer lugar en una clase de 45 estudiantes en la Escuela de Educación Física del Ejército, así como el primer lugar en el curso autónomo de buceo que ofrece el Grupo de Búsqueda y Rescate del Departamento de Bomberos de Río de Janeiro”, dice el sitio web del gobierno.

Razonar no es una preocupación evidente para Jair Bolsonaro. Él aspira a un pragmatismo a raja tabla, que linde con lo cavernario, después de todo,  mientras más iletrados sean los votantes, más fáciles serán de seguir siendo engañados, confundidos, manipulados, agitados… cualquier parecido con el fascismo  no es pura coincidencia… (Con informaciones de fuentes citadas y archivos del redactor)

Fuente de la noticia: http://www.tvyumuri.icrt.cu/reportaje/bolsonaro-quiere-salvar-la-educacion-en-brasil-y-le-corta-1-500-millones/

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Arranca la Semana de Acción Mundial por la Educación en Brasil

América del Sur/ Brasil/ 10.06.2019/ Fuente: redclade.org.

Las actividades de la edición 2019 de esta movilización se realizarán en el país hasta el 9 de junio, con la participación de cerca de 190 mil personas

Hasta el próximo domingo (9), la sociedad civil de Brasil impulsa actividades de movilización e incidencia relacionadas al tema “¡Educación: ya tengo un plan! Necesitamos hablar sobre el PNE [Plan Nacional de Educación]”. La iniciativa tiene como objetivo debatir el (des)cumplimiento del Plan Nacional de Educación brasileño en su quinto año de vigencia.

Más de 190 mil personas, entre ellas 1200 estudiantes, educadoras, educadores, investigadoras e investigadores, recibieron los materiales de la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME) 2019. La iniciativa es coordinada en Brasil por la Campanha Nacional pelo Direito à Educação (CNDE), miembro de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE) en el país.

Los materiales ofrecen caminos para la realización de una serie de actividades de movilización: audiencias públicas, círculos de diálogos, talleres creativos, entre otras, que se refieren a las 20 metas del PNE, abordando desde la educación básica hasta la enseñanza superior, y pasando por temas como: educación inclusiva, alfabetización y Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA).

PNE en debate: lo que dicen los números

El pasado 27 de mayo, la CNDE publicó un informe que analiza el desarrollo de los artículos, metas y estrategias de la Ley 13.005/2014, que establece el Plan Nacional de Educación (PNE), con vigencia del 2014 al 2024.

Sus conclusiones expresan una realidad alarmante: la falta de cumplimiento del plan, como consecuencia de la disminución de la inversión pública en educación, y la falta de prioridad de la agenda de educación en las políticas públicas. La situación apunta a que el cumplimiento de las metas del PNE hasta el fin de 2024 es una realidad cada vez menos probable.

Fuente de la noticia  https://redclade.org/noticias/arranca-la-semana-de-accion-mundial-por-la-educacion-en-brasil/

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Gobierno, el enemigo público de la educación en Brasil

Por: Mario Osava.

El presidente Jair Bolsonaro ha hecho méritos para convertirse en el mayor enemigo de la educación en Brasil, en lo que pudiera parecer un intento de suicidio político, aunque sea algo incompatible con el instinto del poder.

Más de un millón de personas salieron a las calles en al menos 200 ciudades del país, el miércoles 15 de mayo, para protestar contra los recortes presupuestarios impuestos a la enseñanza pública, especialmente a las universidades, única medida relevante de su gobierno en el sector desde la toma de posesión el 1 de enero.

Bolsonaro, un político y militar retirado de extrema derecha, reaccionó llamando a los manifestantes “idiotas útiles” y “masa de maniobra de una minoría de listillos”, en declaraciones a periodistas que cubrían su visita a la ciudad estadounidense de Dallas. Militantes ideológicos controlarían las universidades, adujo.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”: Maristela Crispim.

Pero, de hecho,  el Día Nacional en Defensa de la Educación, una de las más masivas protestas de este siglo en Brasil, no contó con líderes visibles ni una participación ostensible de partidos en su convocatoria y organización.

Carteles improvisados en cartones o tejidos fueron el recurso de expresión gráfica más usado, reflejando la movilización mayoritariamente espontanea de 1,5 millones de personas en todo el país, según  los organizadores de la Unión Nacional de Estudiantes, sindicatos y movimientos sociales.

Portar libros fue otra manera común de destacar la importancia de la educación.

“Bolsonaro es enemigo de la educación”, rezaba el cartel de un sindicato de profesores que sintetizó una opinión generalizada entre los manifestantes, coreada en forma diferente durante las movilizaciones.

“Elegir la educación como enemiga del país” fue la decisión del actual gobierno que provocó como respuesta esas masivas protestas, señaló Fernando Haddad, el rival de Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018 y exministro de Educación (2005-2012), en un discurso durante la manifestación en São Paulo.

Esa es una orientación peligrosa para cualquier político, que tiende a aislarlo, ante el consenso de que la enseñanza es el factor indispensable e insustituible para el desarrollo y el futuro de la sociedad brasileña.

La presencia de muchos manifestantes ajenos a las escuelas, incluso ancianas que se presentaban como “abuelas de estudiantes”, escenifico el apoyo de la sociedad en general a las inversiones en la educación pública.

En este país de 2009 millones de personas, hay 67 universidades federales estatales, con dos millones de estudiantes. A ellas se suman otras universidades públicas financiadas por los gobiernos de los estados, para alcanzar un total de ocho millones de estudiantes universitarios en centros del Estado.


Mapa teñido de movilizaciones
En 2018, Brasil tenía 48,5 millones de estudiantes en la enseñanza básica (primaria y secundaria), según el censo escolar. De ese total, 73,5 por ciento estudiaban en escuelas públicas, municipales o estadales, siendo un gran elemento de democratización y de ascensor social en el país.

En Fortaleza, capital del nororiental estado de Ceará, la movilización empezó temprano con estudiantes bloqueando avenidas.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”, definió a IPS la periodista Maristela Crispim, fundadora de la agencia Eco Nordeste, especializada en la sostenibilidad.

São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, de 12 millones de habitantes que suben a 22 millones si se suma su área metropolitana, reunió 500.000 manifestantes en su avenida Paulista, el centro financiero nacional y escenario usual de las mayores manifestaciones políticas y fiestas populares en Brasil.

En Río de Janeiro concurrieron cerca de 150.000 personas, según el Sindicato de Profesionales de la Educación.

Pero también pequeñas ciudades diseminadas por este país de dimensiones continentales tuvieron su jornada en defensa de sus escuelas y universidades públicas.

Muzambinho, una ciudad de solo 20.000 habitantes en el suroriental estado de Minas Gerais,  movilizó sus estudiantes por segunda vez en 10 días, para reclamar la estabilidad financiera de su Instituto Federal que tiene un campus con seis cursos universitarios.

“Esta vez vino menos gente”, se lamentó con IPS desde esa ciudad la estudiante de veterinaria Tereza Camargo Pezzuti. Presentaciones musicales y de danza atrajeron la población local que también puso conocer muestras de los trabajos científicos de los estudiantes.

#Antieducación ideológica

La etiqueta de “antieducación” puesta a Bolsonaro no deriva solo de los recortes presupuestarios, que el ministro de Educación y Cultura, Abraham Weintraub, trató de justificar como una necesidad financiera ante la merma de ingresos fiscales, en una audiencia en la Cámara de Diputados, en Brasilia, el mismo 15 de mayo.

Se debe a la crisis económica heredada de gobiernos anteriores, arguyó en la sesión a que fue obligado a concurrir por decisión de una amplia mayoría de los diputados.

Pero durante la campaña electoral Bolsonaro ya atacaba las escuelas, especialmente las universidades, como foco del “marxismo cultural” y de la “ideología de género”, alegadas perversiones que prometía extirpar en su presidencia.

Era el ambiente, aseguraba, que propiciaba malas costumbres y una formación para convertirse en homosexuales, en desmedro de la familia tradicional y la moral.

Al llegar al poder, nombró como ministro a Ricardo Vélez, un colombiano naturalizado brasileño, graduado en teología y filosofía, con una carrera sin brillo como profesor de universidades privadas y de una escuela para oficiales del Ejército.

En tres meses no logró siquiera componer su equipo ministerial y coleccionó desastres como el anuncio de que los libros didácticos distribuidos por el gobierno serían revisados, especialmente para modificar el dato de que hubo dictadura militar en Brasil de 1964 a 1985.

Bolsonaro y sus seguidores niegan el carácter dictatorial de los gobiernos militares que abolieron garantías legales, encarcelaron y torturaron miles de personas, suspendieron las elecciones por voto directo de la población.

La medida más autoritaria de Vélez fue instruir las escuelas, mediante una carta formal, para que filmasen los alumnos en formación militar y cantando el himno nacional, y enviasen el registro al ministerio.

Tuvo que echarse atrás de inmediato y algunas semanas después fue despedido y sustituido por el economista Weintraub, otro ministro sin conocimientos de gestión educativa, pero sí con larga experiencia en el mercado financiero.

En varias declaraciones dejó claro su aversión a las universidades, por sus malas experiencias como alumno y profesor. Informó que reducirá inversiones en los cursos de filosofía y sociología, porque no producen retornos concretos como veterinaria, ingeniería y medicina, un criterio refrendado por Bolsonaro.

El anuncio de los recortes presupuestarios sonó también idiosincrático. Empezó por decir que solo tres universidades sufrirían reducciones de 30 por ciento en el presupuesto de gastos corrientes, que no incluyen sueldos.

“Alboroto” y malos resultados serían las causas del castigo. Tras reacciones negativas, incluso con datos comprobando que las tres universidades están entre las mejores del país, el ministro anunció que el recorte se aplicaría a todos los centros superiores.

En sus críticas a las universidades públicas, Bolsonaro insiste en otra falsedad, al asegurar que casi no realizan investigaciones, cuando en realidad 90 por ciento del total que se realizan en los centros superiores las realizan las financiadas por el Estado.

Weintraub, ahora, pasó a enfatizar que el gobierno pretende dar prioridad a la enseñanza básica y preescolar, aunque también esas áreas sufrieron recortes, aunque menores.

Sus explicaciones a los diputados generaron críticas y la convicción de que no hay en ralidad una política educativa en marcha.

La pérdida de ingresos fiscales se debe en gran parte al propio gobierno actual. Las previsiones apuntaban un crecimiento económico de 2,5 por ciento este año, impulsado por la confianza de los inversionistas en la nueva gestión.

Peleas internas entre gobernantes, la vuelta atrás en muchas medidas visiblemente inadecuadas y prioridades basadas en creencias y paranoias del presidente y varios de sus ministros resultaron incertidumbres, incluso en la aprobación parlamentaria de la reforma previsional considerada clave para la recuperación económica.

Hoy nadie espera más que 1,5 por ciento y muchos economistas hablan de cerca de uno por ciento, índice similar al registrado en 2017 y 2018.

Además el gobierno desató otras batallas que movilizan opositores.

“Menos armas, más libros” y “Nuestra arma es la educación” decían carteles en las manifestaciones pro educación.

Se referían al decreto presidencial que amplió a unos 19 millones de brasileños la posibilidad de portar armas en las calles, una amenaza de más violencia y muertes en un Brasil que ya registra más de 60.000 asesinatos anuales.

Fuente del artículo: https://kaosenlared.net/gobierno-el-enemigo-publico-de-la-educacion-en-brasil/

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Polémica en Brasil: El ministro de Educación quiere grabar a los estudiantes cantando el Himno Nacional

América del Sur/Brasil/ prensaRT

A través de una carta, Ricardo Vélez Rodríguez invita a los alumnos a celebrar «una educación responsable y de calidad» en «el Brasil de los nuevos tiempos».

En Brasil se ha desatado una nueva polémica, después de que el ministro de Educación, Ricardo Vélez Rodríguez, mandase una carta a las escuelas en la que invita a grabar a los alumnos mientras representan el Himno Nacional frente a la bandera.

Estas indicaciones de Vélez Rodríguez han sido trasladadas a cada centro mediante un correo electrónico enviado por el Ministerio de Educación y publicado en su página web.

En la carta, que se pide sea leída frente a los alumnos, el ministro especifica que se trata de un «pedido de cumplimiento voluntario», y que esta actividad es parte de «la política de incentivo para valorizar los símbolos nacionales».

Esta mañana, el ministro aseguró haberse dado cuenta del error. «Evidentemente, si algo se publica será dentro de la ley, con autorización de los padres», dijo Vélez Rodríguez en el Senado, donde presentó las directrices y los principales programas de su cartera.

En un comunicado, el Ministerio de Educación informó de que se mandará una nueva carta a las escuelas eliminando la parte en la que se menciona un lema utilizado en el periodo electoral por el presidente del Gobierno, Jair Bolsonaro, y pidiendo una autorización de los responsables de los alumnos.

Niños en una escuela brasileña.

Un nuevo Brasil

«¡Brasileños! Vamos a saludar al Brasil de los nuevos tiempos y celebrar que una educación responsable y de calidad se desarrollará en nuestras escuelas por parte de los profesores, en beneficio de vosotros, alumnos, que constituís una nueva generación», apunta el ministro en la primera carta.

Y repitiendo el lema de campaña electoral de Bolsonaro, exclama: «¡Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos!».

En el mensaje explica que «para aquellos directores que desean atender voluntariamente el pedido», un representante de la escuela tendrá que «filmar (con un celular) partes cortas de la lectura de la carta y la ejecución del himno«.

Asimismo, se pide mandar «enseguida» los videos por correo electrónico al ministerio y a la Secretaria Especial de Comunicación Social de la Presidencia. Las grabaciones deben tener un tamaño de 25 MB e ir acompañadas del nombre de la escuela, así como el número de alumnos, profesores y funcionarios.

Valores preciados

Nada más ser designado ministro de Educación, Vélez Rodríguez, un filósofo colombiano nacionalizado brasileño que lleva casi 40 años residiendo en ese país, afirmó su intención de preservar «los preciados valores de la sociedad brasileña».

En este sentido, el ministro opina que la sociedad del país es «en su esencia conservadora» y considera que los brasileños han sido «rehenes» de un sistema de enseñanza de «ideología marxista«.

De hecho, uno de los famosos pilares de la campaña de Bolsonaro fue el proyecto de ley Escuela Sin Partido, que exige una posición neutra de los docentes frente a un supuesto proceso de adoctrinamiento ideológico con tintes de pensamiento de izquierda y que se prohíban temas como el género y la sexualidad.

Oleada de críticas

La iniciativa del ministro de Educación ha generado una oleada de críticas por parte de los profesores que la han considerado un «adoctrinamiento político y un atentado contra la libertad de los estudiantes». Además, entre las muchas críticas, indican que filmar a los niños repitiendo el lema usado durante la campaña del presidente es «irrespetuoso e ilegal».

Professores contra o Escola Sem Partido@profscontraoesp Quem diria! O @MEC_Comunicacao realmente virou um promotor de doutrinação ideológica e propaganda política em escolas. No aguardo das notas de repúdio e ações na justiça que o @escolasempartid certamente vai mover contra esse atentado à liberdade de consciência dos estudantes 290 

Video insertado
Margarida Salomão @JFMargarida Solicitar às escolas q filmem crianças repetindo o slogan publicitário usado na campanha eleitoral do atual presidente é desrespeitoso e ilegal. Fere o princípio da impessoalidade. Fere o ECA, q proíbe a filmagem desautorizada de crianças. E fere qualquer aspiração de democracia
Entre la clase política también han sido muchos los que han considerado «inaceptable» el mensaje del ministro por «violar los principios constitucionales» y tratarse de un «crimen de improbidad».

Video insertado

Marcelo Freixo @MarceloFreixo Estamos denunciando o ministro da Educação, Ricardo Velez, por crime de responsabilidade. Ele orientou diretores de escolas a lerem na volta às aulas carta do ministério com a mensagem «Brasil acima de tu Deus acima de todos», slogan de Bolsonaro. Isso é inadmissível! 19 mil 
Paulo Pimenta @DeputadoFederal O que o ministro da Educação fez ao enviar e-mail determinando a leitura do slogan de campanha de Bolsonaro nas escolas se chama CRIME DE IMPROBIDADE. E obrigar escolas a filmar alunos viola o Estatuto da Criança e do Adolescente. Qualquer discussão fora disso é diversionismo. 447 · Brasília, Brazil
Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/306766-polemica-brasil-gobierno-quiere-grabar
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Educación en el Brasil de Bolsonaro: sin Marx, sin el Che y sin repudio a la dictadura

Por: Víctor David López.

El ministro de Educación, Vélez Rodríguez, es un incondicional del régimen militar y profesor emérito de la Escuela de Comando y el Estado Mayor del Ejército

Quieren evitar que «la educación de género» y la «reescritura de la historia» desmonten valores como la «preservación de la vida, la familia, la religión y el patriotismo»

Pocos conceptos ha tenido más claros el ultraderechista Jair Bolsonaro en estos últimos años, rumbo a la presidencia de Brasil, que el de, en su opinión, «los adoctrinadores» del sistema educativo brasileño. Esos que «explican básicamente que el capitalismo es el infierno y el socialismo es el paraíso». El mensaje ha calado fácil entre su electorado, que le respalda en sus apuestas para que la «educación sexual sea cosa de papá y mamá» o para que en las aulas «no haya ninguna ideología; el profesor no puede abusar de aquella audiencia cautiva para imponer su ideología».

Si a Jair Bolsonaro le irritan los «libros con fotos del Che Guevara como un gran líder», a su nuevo ministro de Educación, Ricardo Vélez Rodríguez, le ofende que «las universidades brasileñas, en especial las públicas, controladas a partir de la apertura democrática por la izquierda rabiosa, hayan acabado haciendo de la memoria de 1964 [el año del golpe de estado] un acto indiscriminado de repudio a los militares y a las directrices trazadas por ellos».

Vélez Rodríguez, colombiano nacionalizado brasileño, es profesor de la Universidad Federal de Juiz de Fora (Minas Gerais), así como profesor emérito de la Escuela de Comando y el Estado Mayor del Ejército. No es muy conocido dentro del entorno académico: fue el escritor y filósofo Olavo de Carvalho, una especie de guía espiritual de Bolsonaro –con opciones de ser el futuro embajador de Brasil en Estados Unidos– el que recomendó al presidente electo el fichaje del profesor. Ha sido necesario, después, el aval de la bancada evangélica del Congreso para oficializar su nombramiento.

El nuevo ministro de Educación –sirva para situar sus preferencias– no tiene reparos en defender al régimen militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. Asume que fueron autoritarios y que las Fuerzas Armadas no están orientadas a la gobernabilidad, pero destaca que la intervención «evitó que los comunistas tomasen el poder, instaurando la dictadura del proletariado, con el baño de sangre que eso provocaría en un país de dimensiones continentales como Brasil. La opinión pública sabe que la extrema izquierda buscaba eso».

Estas afirmaciones están archivadas en su blog personal, y forman parte de una columna publicada en 2014 en el diario «O Estado de São Paulo», bajo el título «1964 medio siglo después». Añade Vélez Rodríguez que bajo la dictadura militar, «en lo que respecta a la economía, Brasil se transformó en un país industrializado», subrayando los avances en telecomunicaciones y en construcción de carreteras.

Critica también la Comisión Nacional de la Verdad, encargada de recuperar y documentar algunos de los casos más escabrosos de la dictadura, porque, en su opinión, se convirtió en una «omisión de la verdad», que analiza «la represión practicada por el Estado, sin, en cambio, recordar nada del terrorismo practicado por la izquierda radical».

«Escuela sin partido», para controlar al profesorado

Vélez Rodríguez, como Bolsonaro, como la bancada evangélica, y como todo el conservadurismo brasileño, están alineados con el movimiento «Escuela sin partido», que tomó fuerza en la pasada legislatura, y que ha desembocado, incluso con apoyo del propio presidente electo, en un llamamiento generalizado para que los estudiantes graben en vídeo y denuncien a profesores que incluyan en sus explicaciones valores fuera de lo establecido por este nuevo orden impuesto. «Vamos a grabar lo que sucede en el aula y vamos a divulgarlo», animaba Bolsonaro en un vídeo dirigido a los alumnos de todo el país. «Vuestros padres, los adultos, los hombres de bien de Brasil, tienen el derecho de saber lo que estos profesores, entre comillas, hacen con vosotros en el aula». Algo similar a las «Escuelas Neutras» propuestas por la extrema derecha de Alternativa para Alemania.

El programa de «Escuela sin partido», convertido en propuesta de ley, será votado en el Congreso brasileña en las próximas semanas. En el Tribunal Supremo, además, será juzgada la posible inconstitucionalidad de la ley inspirada en este movimiento que ha sido aprobada en el estado de Alagoas. Según este movimiento, los profesores no se aprovecharán de los alumnos «para promover sus propios intereses, opiniones, concepciones, o preferencias ideológicas, religiosas, morales, políticas y partidarias». También indica entre sus puntos que, al tratar cuestiones políticas, socioculturales y económicas, «el profesor presentará a sus alumnos, de forma justa –es decir, con la misma profundidad y seriedad– las principales versiones, teorías, opiniones y perspectivas a ese respecto».

Para la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), el proyecto incentiva la censura a los docentes. Así lo explicaron, recibiendo el apoyo de 87 países, en la 6ª Asamblea Mundial de la Campaña Global por la Educación (Katmandú, Nepal), el pasado mes de noviembre. Según CLADE, detrás de la «Escuela sin partido» se esconden «prácticas persecutorias y violadoras de derechos humanos, que tienen el control como principio y finalidad».

Días antes de ser nombrado nuevo ministro de educación, Vélez Rodríguez enumeraba, de nuevo desde su blog personal, algunas de las recomendaciones para la cartera que ahora dirige. Ya era consciente de que estaba entre los principales candidatos al puesto, y afirmaba que trabajaría para que el sistema educativo crezca desde el ámbito municipal, siguiendo el lema del presidente: «Más Brasil y menos Brasilia». Opina el ministro que «la proliferación de leyes y reglamentos sofocó en las últimas décadas la vida ciudadana, convirtiendo a los brasileños en rehenes de un sistema de enseñanza ajeno a sus vidas y afinado en la tentativa de imponer a la sociedad un adoctrinamiento de índole cientifista y enquistado en la ideología marxista travestida de revolución cultural gramsciana».

Protesta de lo que denomina «invenciones perniciosas» como «la educación de género, la dialéctica de nosotros contra ellos, y una reescritura de la historia en función de los intereses de los denominados intelectuales orgánicos», destinada, en su opinión, a «desmontar los valores tradicionales de nuestra sociedad, en lo que respecta a la preservación de la vida, la familia, la religión, en suma, del patriotismo». Estas últimas referencias no podían faltar, si quería el beneplácito de los grupos evangélicos que apoyan a Bolsonaro.

Fuente del artículo: https://www.eldiario.es/internacional/Educacion-Brasil-Bolsonaro-Marx-Che_0_843066559.html

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